@MendozayDiaz

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domingo, 17 de marzo de 2013

Es igual pero no es lo mismo.


La semana pasada, las autoridades de Arabia Saudí ejecutaron a siete jóvenes acusados de asaltar unas joyerías. 

No está claro cómo los mataron. Unos medios dicen que fueron decapitados; otros, que fueron fusilados ante la escasez de verdugos especializados en ejecutar con sable…

No es la primera vez que me impresiono ante una noticia de este tipo. Y, siempre, que pienso en ello concluyo que valoramos poco, muy poco, que nuestra civilización esté fundamentada en los derechos humanos.

Aquí también se castiga a quienes delinquen pero con respeto a su dignidad de personas, con garantías: uno es inocente mientras no se demuestre lo contrario, jueces independientes, proceso transparente, asistencia profesional especializada, etc. y, siempre, buscando que, junto a la restitución o indemnización por el daño causado,  el delincuente deje de serlo; por su bien y por el bien de la sociedad.

Y este sistema tiene causas. Una consideración concreta de la persona humana que, por el hecho de serlo, tiene derechos y obligaciones que todos debemos conocer y respetar.

Por tanto, ni todas las culturas son civilizadas, ni son iguales, ni merecen la misma calificación. 

Iguales únicamente porque merecen tolerancia, respeto, en cuanto son expresión de la voluntad de un pueblo sobre cómo organizarse. Pero nada más. 

Porque aunque seamos “iguales” no somos lo mismo. 

Y continúo con el caso anterior: si un ciudadano asalta una joyería, en nuestra cultura -que si es civilizada-, se le juzgará y, si resulta culpable, se le exigirá la correspondiente responsabilidad pero nunca, por respeto a su condición de persona, cortándole la cabeza con un sable.

En este tiempo que tanto despotricamos (y con razones) sobre las deficiencias de nuestro sistema de organización social, política y económica, noticias como ésta son un auténtico alivio. 


Ya lo decía la señora Eustasia, el que no se consuela es porque no quiere…

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