@MendozayDiaz

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jueves, 19 de noviembre de 2020

Brújulas.

 Publicado en "Diario de León" el jueves 19 de noviembre del 2020: https://www.diariodeleon.es/articulo/tribunas/brujulas/202011191250252062609.html



Mi amiga Rocío dirige la emblemática librería Neblí, en la calle Serrano de Madrid. Lleva toda una vida dedicada a leer y recomendar libros. Es una persona novelable. En cualquier conversación contagia su amor por los libros, a través de sus sencillas y sabias palabras a las que, un dulce acento andaluz, hacen más atractivas. Durante la desescalada, tras el confinamiento, me envió una invitación a la presentación telemática de un libro en Neblí: “Mujeres brújula” de Isabel Sánchez. No conocía ni había oído hablar de la autora. Me insistió en que asistiera: te va a gustar. La propia presentación, en sí, fue un evento muy interesante con diálogos en directo con algunas de las protagonistas del libro desde Asia, América, África… Pero lo mejor ha sido la lectura de unas historias protagonizadas por mujeres que han convertido sus límites en fuerza para mejorar su entorno e innovar. Inspirador.

Nos ha tocado vivir en un mundo tan bello como tempestuoso. Lo habitual es que la vida de por sí sea difícil y tenga desventuras, pero no todo son desgracias. También hay sorpresas y novedades, metas que alcanzar, afanes que nos quitan el sueño o nos empujan a la acción. La vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro. El mundo humano está concebido para imperfectos perfectibles: así que una de las primeras guías para una existencia feliz es aprender a convivir con nuestras propias limitaciones y con las de los demás.

Para cambiar el mundo, el recurso más poderoso es ayudar a las personas a conocerse, a desarrollarse, a mejorar. Cuando nos hacemos conscientes de que pequeñas acciones nuestras pueden impactar en la vida de otros, entonces somos capaces de armar una revolución, de liderar grandes cambios. Necesitamos “brújulas”, puntos de referencia para los demás, que señalen el norte, marquen el camino y acompañen hasta la meta. Personas con visión, que produzcan cambios positivos, que dirijan hacia ahí los mejores esfuerzos, e inspiren y motiven a otros a hacerlo también. Personas que busquen y creen oportunidades para que otros crezcan y aprendan.

Los seres humanos estamos hechos para superarnos, para aspirar a más, para romper los límites. La necesidad primaria de dotar de sentido nuestra vida. No podemos vivir, sin más. Necesitamos saber de dónde venimos, por qué y para qué estamos aquí, y hacia dónde vamos. Llegamos con una carga genética heredada, crecemos con tradiciones familiares, de ciudadanía o nacionalidad. Los vínculos afectivos que vamos trenzando desde pequeños hacia las personas y las cosas de nuestro entorno se convierten en las raíces que nos asientan sobre el terreno y nos permiten desarrollarnos fuertes y derechos.

Para marcar un camino se debe tener claro el norte. No hay nada en el mundo que capacite tanto a una persona para sobreponerse a las dificultades externas y a las limitaciones internas, como la consciencia de tener una tarea en la vida. Aportar soluciones para el futuro: así podremos legar a nuestros hijos una sociedad mejor. Para ello es necesario promover un regreso a lo real. Se han perdido las referencias estables y universales en favor de lo aleatorio. La verdad es aquello que es; lo que es subyace escondido en la profundidad invisible de las cosas, sobre cuya superficie priman las apariencias. La verdad ha sido pulverizada por la presión de las modas intelectuales, de las ideas dominantes, de la desinformación sistemática, de los eslóganes orquestados por el poder. Desde el momento en que se manipula la verdad, la libertad está en peligro. Vivir libre, en efecto, más que en elegir, consiste en ser lo que se es. Por eso hoy son tan necesarias las personas que nos inyectan vida y propósito; “personas brújula” porque orientan la ruta y nos evidencian lo esencial: la persona y su valor.


martes, 22 de septiembre de 2020

Lo que no es la libertad.

 Publicado en "Diario de León" el lunes 21 de septiembre del 2020: https://www.diariodeleon.es/articulo/tribunas/es-libertad/202009211144072046595.html



Los datos son como cifras, es decir, el único lenguaje que, en esta época nuestra de confusión de lenguas, sigue siendo accesible a todos, a las gentes más sencillas como a las mentes más formadas. Algunos dicen que la pandemia no existe, que el COVID es una-especie-de-gripe, solo que un poco más virulenta. No es verdad. El COVID mata. Y es cierto que, a veces, las mascarillas y guardar la distancia social suponen una molestia: pero contribuyen a salvar vidas.

La libertad no consiste en hacer cuanto a cada uno le apetezca, pues la libertad, en tal caso, se identificaría con la ley del más fuerte, que impondría sus antojos a los más débiles. El respeto a la libertad de los demás no es nunca indiferencia, sino consecuencia del amor, que sabe valorar a cada hombre en su concreta realidad. El amor al prójimo no es algo que esté de moda. Quizás no lo ha estado nunca. Pero el individualismo de nuestra sociedad agudiza esa carencia y nos hace ignorar que los demás son prójimo.

La existencia de una sociedad hostil y peligrosa es hoy algo evidente. Los comportamientos agresivos son hoy cada vez más frecuentes y cada vez más descarados. Una sociedad donde han adquirido tan gigantesco desarrollo todo tipo de sistemas de seguridad es una sociedad que necesita protegerse de sí misma continuamente, donde nada se puede dejar sin defensa, donde nada está seguro. Pero esa agresividad se manifiesta también cuando alguien me impide mi capricho o simplemente opina sobre mis ocurrencias. No hay tolerancia social hacia los demás. El respeto por las personas, las cosas y las instituciones han perdido terreno.

El comportamiento humano debe también su origen a las concepciones y actitudes morales en las que se educa. La soledad y el individualismo producen una acentuada introspección en las personas. El relativismo de la verdad y de la norma ha hecho que nuestra cultura armonice todas las contradicciones teóricas y prácticas: no existe un modelo último al que referirse para decir qué vale y qué no vale, qué es bueno y qué es malo, qué es lícito y qué es ilícito. Reduce las verdades universalmente admitidas a simples acuerdos entre los individuos de una sociedad. Las normas se las da cada uno a sí mismo, y así se entiende la libertad…

Este modo de pensar que recusa la dependencia de una instancia distinta que no sea mi deseo momentáneo, forma parte de la incultura moral de nuestra sociedad. Tomarse muy en serio, o apreciar mi particular punto de vista más que a la verdad o más que a la libertad de otro, tiene otro nombre: fanatismo. El fanático, como su propio nombre indica, se encierra en el “fanum”, es decir, en el templo del yo, al cual rinde culto exclusivo y absoluto. Nuestra sociedad es cruel. Olvida que los demás son prójimo. Cuando esto sucede, la sociedad entera se deshumaniza.

La revolución pendiente que erradique esta situación es un problema de educación moral individual, que nos devuelva a los hombres un sentido del deber ser del que hoy, mayoritariamente, carecemos. Podemos contribuir a edificar un mundo más humano, y más libre, si enriquecemos a los demás con nuestros actos libres. Y uno de esos actos es el de pensar. Nadie piensa por mí, y lo que yo pienso siempre encierra una novedad que incrementa la riqueza de los demás. Pensar mirando a la realidad con atención, y escuchando lo que los demás han pensado: así comienza el acercamiento de cada uno a la verdad, y así empieza también el progreso hacia una sociedad más humana. Las ideas dirigen el mundo. En efecto, la realidad resulta de la encarnación de una idea. Cada hecho corresponde a un efecto, resultado de una voluntad unida a la reflexión. No hay acción sin pensamiento.


jueves, 3 de septiembre de 2020

Dirigir después del coronavirus.



¿Por qué los pingüinos caminan tan extraño, y su plumaje es de un -aparentemente- inútil color blanco-negro? La respuesta es simple: su evolución se ha orientado hacia un ambiente natural marino, solo que no solemos verlos allí, porque nuestro ambiente natural es el terrestre. En efecto, en el agua, sus patas, torpes para caminar, se convierten en útiles implementos de nado; su torso negro les permite camuflarse cuando los peces depredadores intentan verlos desde la superficie del agua hacia el fondo marino, que es oscuro; su vientre blanco les permite ser menos visibles desde el fondo del mar hacia arriba, hacia la superficie, donde todo es más claro.

Después del coronavirus he escuchado a algunos empresarios decir que esta crisis será como-todas-las-crisis: unos meses complicados y ya está, hasta la próxima… No creo que vaya a ser así. No lo está siendo… El proceso de reconstrucción después del coronavirus va a exigir -está exigiendo- transformaciones de fondo. Es el momento de la revitalización de los procesos de negocio y de las herramientas de que se disponga para diseñar sistemas de trabajo de alto rendimiento. La importancia de orientar las organizaciones hacia una mejor gestión. Esto implica adaptarse al cambiante entorno actual, evolucionar hacia la profesionalidad y calidad de los servicios y los procesos y, por supuesto, prestar una gran atención al factor humano. Ya no se trata de multiplicar cursillos y diplomas, sino de convertir las empresas en centros de aprendizaje. Una organización como sistema de aprendizaje.

Hacer que todos los miembros del grupo se centren en el resultado a obtener, no en el trabajo a realizar. Las personas agradecen que se les llame por su nombre, que se escuche su punto de vista. Ser cálido en la aprobación y abundante en los elogios. Felicitar en público, corregir en privado. No ser muy tolerante ni comprensivo con un trabajo o una actitud inadecuada. Insistir en la consecución de lo proyectado. Un comportamiento bueno hay que premiarlo y uno malo penalizarlo. Salvo acontecimientos extraordinarios -y muy justificados- no deben aceptarse ninguna de las múltiples razones que se suelen dar para justificar que algo no ha podido hacerse o se ha hecho mal. Hablar con el otro abiertamente, afirmativamente, con paciencia, siempre con suavidad, diciendo sinceramente lo que haya que decir, aunque cuidando constantemente la forma como se dice.

El-ordeno-y-mando. No creo que quien tenga la responsabilidad de dirigir tenga el derecho a mandar y, los demás, la obligación de obedecer, porque, como es archiconocido, tal sistema no funciona ni ha funcionado nunca. Es mejor un sistema basado en objetivos; dar unas claras instrucciones de trabajo, ayudar y facilitar los medios apropiados para su realización. Intentar conciliar los intereses de la organización con los de las personas. Interesarse en cómo ve el otro su propio trabajo; preocuparse de que esté en una posición adecuada, de acuerdo con su propia capacidad. No tratar de analizar ni de cambiar su personalidad. Por supuesto que todo esto es más difícil que llegar y decirle qué hay que hacer.

Nunca juzgar a los componentes del equipo por su carácter ni por cómo se comporten con quien tiene la responsabilidad de dirigir: precaución con los aduladores, popularmente conocidos como “pelotas”.  Los colaboradores deben ser evaluados exclusivamente según hagan su trabajo y obtengan resultados dentro de un comportamiento ético. Otras de sus características ajenas al logro de sus objetivos y responsabilidades, tales como el grado de amistad que tengan con el jefe, su brillante currículo, o sus posibles influencias y/o parentescos, serán indiferentes y no serán materia de evaluación.

Lo más importante para mejorar el desempeño de las organizaciones es contar con gente bien formada, especializada en la tarea que le corresponde desarrollar y, que se relacione sana e integralmente con el equipo, con sus clientes y con sus proveedores. Para ello hacen faltan personas que dirijan, que consigan que gente corriente haga un esfuerzo extraordinario, que se comprometan. Comprometer a las personas; despertar emociones (no solamente dirigir su trabajo); elevar su nivel de conducta y ayudarles a mejorar su desempeño, a que consideren la causa de su trabajo como importante; comunicación cercana: así se crea un equipo.

sábado, 13 de junio de 2020

El valor de las canas.

Publicado en "Diario de León" el sábado 13 de junio del 2020: https://www.diariodeleon.es/articulo/tribunas/valor-canas/202006131227002021684.html



Hoy cada uno tiende a ir por la vida como si antes nadie hubiese ni dicho ni hecho nada. Este problema está lastrado por otro prejuicio: la idea de que la historia asciende progresivamente; el pasado es inferior y por tanto carece de interés. Es el mito del progreso. La humanidad va de menos a más de modo ininterrumpido. Este mito está en quiebra declarada desde principios del siglo XX. Mi “hijito”: la humanidad no ha perdido el tiempo antes de nacer tú y yo. Aclaro: mis amigos mexicanos dicen “mi hijito” cuando quieren llamar tu atención sobre un asunto obvio, con delicadeza, como suelen ser ellos. Aquí, que somos más bruscos, diríamos algo así como “¡que-no-te-enteras!” … Por tanto, lo inteligente es adoptar una actitud constructiva con nuestro pasado. El pasado deja caminos sin explorar, guarda profetas desatendidos, recuerda verdades viejas y permanentes. Tradición, la sabiduría acumulada de los siglos pasados, la experiencia de otros hombres. Lección de otros tiempos que ilustra, enseña y señala el camino.


Las inquietudes y los más profundos intereses del hombre de hoy son los de todos los tiempos. La vieja fórmula “eadem sed aliter”; lo mismo, pero de otra manera. Algunas de nuestras modas contemporáneas son muy artificiales. Son expresión de un talante, ya que no de un modo de pensar. Un lenguaje confuso sólo suele expresar una mente confusa. La oscuridad del lenguaje no da profundidad al pensamiento; más bien pone de manifiesto la pobreza de un pensamiento que recurre a la oscuridad para disimular su superficialidad. Lo que está claro no necesita interpretación de ninguna especie.

La existencia humana tiene reglas; si no se observan, el resultado puede ser su pérdida, o al menos la incapacidad para lograr que sea libre y feliz. Si se ignora que un cable de alta tensión es muchas veces mortal, puede tocarse. Si se desconoce que una mezcla química es venenosa, puede beberse. La persona en cuestión será probablemente sincera y no tendrá culpa de su ignorancia; pero ese desconocimiento no la aísla contra la electricidad, y la sinceridad no es antídoto al veneno. Como algunas personas desconocen estas leyes, la ignorancia es la causa de que muchas veces las violen. Pero las reglas siguen en vigor; y se pagan las consecuencias de habérselas saltado.

El pasado ya no está en nuestra mano, aunque en su día lo estuvo; el presente, en cuanto presente, tampoco nos permite hacer simultáneamente dos cosas contradictorias, o hacer una y al mismo tiempo no hacerla. De ahí que la única salida que posee la providencia humana sea el prevenirnos y prepararnos con anticipación para lo porvenir. El hombre sólo tiene en su mano el porvenir, las contingencias, y únicamente puede prevenirlas mirando hacia adelante, porque nada es contingente para el hombre más que lo futuro. Dos dimensiones del tiempo -lo pasado, lo presente- que están ya excluidas de las posibilidades del hombre. Lo que ha sido, ha sido; lo que es, es. ¿Qué le queda entonces por hacer a nuestro vivir? Anticiparse, hacerse dueño de lo que todavía no es, antes de que cristalice en forma definitiva.

Dejarse enseñar por los demás, particularmente por los ancianos de verdadera senectud, más encanecidos por la experiencia que por los años, y a quienes ésta les indica el rumbo que suelen tomar las cosas. A estar bien dispuesto para recibir estas lecciones, sin desoírlas por pereza o despreciarlas por soberbia, se llama docilidad. Dicen que cuando un hombre comprende que su padre tenía razón, ya tiene un hijo que piensa que su padre está equivocado… ¡Lástima que las resoluciones más importantes de la nuestra vida -la carrera, el estado- hayan de ser tomadas en la primera edad, todavía con poca ciencia y experiencia! Hoy casi todo se “descarga” de internet. La sabiduría fruto de una vida lograda no se puede “descargar”. Hay que buscarla y encontrarla. Mi “hijito” te voy a dar -gratis- una pista: habitualmente se manifiesta en forma de canas.

sábado, 20 de julio de 2019

El lápiz de dos colores.

Publicado en "Diario de León" el lunes 15 de julio del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/lapiz-dos-colores_1349054.html

Opinión-de-un-opinante: las relaciones humanas, en muchas ocasiones, no están regidas por la amistad, por la simpatía mutua. Sino que cada vez más parece que uno mira a los demás, o tiene la impresión de que le miran, como a alguien que puede ser utilizado. La utilización del hombre por el hombre, la mercantilización de la mirada con que nos contemplamos unos hombres a otros. La presencia entre nosotros de una cierta utilización del hombre como si fuese una mercancía. Si queremos convivir hace falta que ejercitemos la comprensión y la paciencia de aceptar la realidad. Sin paciencia no se puede amar, sin paciencia no se puede comprender, sin paciencia no se puede respetar, ni aprender, ni enseñar. El prejuicio nos separa a los unos de los otros, creando abismos de división, y también, a la larga, creando una cierta indiferencia o un cierto pesimismo respecto a nuestras posibilidades de convivir. Clasificamos a un hombre con solo nuestro modo de mirarle. Hace-aquello-por-alguna-razón-interesada. Entonces se produce con frecuencia una artificial incompatibilidad. Empalizadas de suspicacias, de complicaciones, de recelos, de sospecha. 

Interesante descubrir cuáles son las fronteras que nos separan a unos de otros. Convivir es un arte. Un arte en el que hay que ejercitar, día a día, la paciencia. Aprender a respetar, a comprender… Aprender a disculpar. Aprender a aceptar a la gente como es. La inclinación a la intolerancia o la inclinación al fanatismo nacen de suponer que se tiene la verdad. Que uno mismo tiene la verdad. Que uno mismo tiene la solución a los problemas y que esa solución es la única solución valida, la solución mejor para todos. Hay personas que consideran que las cosas son necesariamente como ellos las piensan. No admiten matices y hacen dogmas de cuestiones discutibles: “Esto es así, porque lo digo yo”; o “Esto es así, y punto”, afirman. Sus opiniones son “evidentes”, y sonríen con desdén cuando alguien se atreve a llevarles la contraria. Lo opinable se extiende a casi todos los ámbitos de la vida, y la tentación de no respetar la libertad de los demás es, lamentablemente, bastante corriente. Se dan actitudes despóticas en la política, pero no solo ahí. Son muchos   (lamentablemente, cada vez más) quienes instalados en sus caducas opiniones humanas, se encierran en ridículas torres de marfil pensando que son los dueños de verdades incontrovertibles. 

Hace falta que sepamos medir con una medida que sea la medida amplia de una mirada amistosa: entonces conviviremos mejor. Y a lo mejor mañana, al salir a la calle, podemos darnos cuenta de que la vida de los hombres está llena de colorido, de riqueza y de atractivo, ensayando esta actitud íntima del respeto y de la admiración. Tenemos que liberarnos de la costumbre de manejar únicamente el-lápiz-de-sólo-dos-colores. Nuestra sociedad cansada necesita de personas que irradien la alegría de vivir. Todo ciudadano debe contribuir al interés general. A veces, una sonrisa, una palabra amable, un servicio desinteresado puede ser el desencadenante de otras acciones destinadas a favorecer un mundo mejor. La vida de cada uno de nosotros es importante desde el punto de vista de los demás, y conviene no perder el propio fuego, porque puede haber otros que lo necesiten; ese fuego modesto, ese fuego humilde, puede ser necesario. 

Como dice mi amigo Mariano, nos estamos convirtiendo en una civilización de malas maneras y de malas palabras, como si fuese un signo de emancipación. Lo escuchamos decir muchas veces, incluso públicamente. La amabilidad y la capacidad de dar las gracias son vistas como un signo de debilidad, y a veces suscitan incluso desconfianza. Esta tendencia se debe contrarrestar, en primer lugar, desde la familia. Debemos convertirnos en intransigentes en lo referido a la educación, a la gratitud, al reconocimiento: la dignidad de la persona y la justicia social pasan, ambas, por esto. Si la vida familiar descuida este estilo, también la vida social lo perderá.

domingo, 30 de junio de 2019

martes, 25 de diciembre de 2018

La guerra al estrés.

Durante los últimos meses, casi todos los periódicos han publicado en sus suplementos de fin de semana algún artículo o reportaje sobre el aumento de las enfermedades psiquiátricas por exceso de trabajo. Ya no son enfermedades como úlceras, gastritis o cefaleas, sino serios trastornos psicosomáticos como las depresiones. Las causas de este tipo de enfermedades, en muchos casos, se encuentran en la enorme presión social y laboral que se ejerce en los colaboradores de muchas organizaciones. Ahora con la crisis más, pero, antes, también. La presión por cumplir los objetivos, por ganar una compensación extraordinaria, la ambición legítima por un ascenso que supondrá un mayor sueldo y un mayor reconocimiento social, pretensiones muy legítimas, pueden desequilibrar nuestra vida.

Lo mejor es luchar por mantener un equilibrio entre familia y trabajo. Trabajar en horarios adecuados, intentar llegar a casa a una hora razonable para estar con nuestro cónyuge e hijos, comer con ellos algún día entre semana, aunque suponga para nosotros un esfuerzo por el desplazamiento de ida y vuelta, hacer deporte con frecuencia, quedar con nuestros amigos, etc. son algunas buenas prácticas recomendadas por personas con experiencia. Si somos capaces de armonizar un intenso trabajo profesional y una dedicación real a nuestra familia y amigos lograremos vivir-una-vida-digna-de-este-nombre y, sin duda, habremos ganado la batalla a depresiones, estrés, afecciones cardiovasculares y otras enfermedades desgraciadamente en aumento.

En las organizaciones, la guerra al estrés no sólo no ha sido abandonada, sino que se está viendo impulsada con más vigor que nunca. Y con nuevas armas. Si antes primaban las soluciones de grupo como los cursos de empresa, concebidos para que unos cuantos directivos aprendieran a controlar su ansiedad, hoy se combate ese mal con un enfoque más ambicioso. Se trata de actuar sobre el conjunto de la organización para mejorar el clima laboral. ¿Por qué este cambio de enfoque? Básicamente, porque en la sociedad actual, con organizaciones más cambiantes e inestables, el estrés se propaga como una plaga. Una plaga que las organizaciones, responsables en buena parte de este mal, no pueden combatir fácilmente. El estrés, que en las cadenas de montaje o en las grandes oficinas repletas de centenares de amanuenses producía, a lo más, un elevado nivel de ausentismo, hoy, atenta, sobre todo en las empresas de servicio, contra la esencia de estas organizaciones: contra la calidad de su servicio. Y, como consecuencia de ello, se reduce la competitividad y la productividad.

Este mal se ha extendido en la misma media en que las empresas se han ido poblando de puestos y funciones crecientemente sofisticadas. Ya no sólo afecta a las personas que tienen la responsabilidad de dirigir sino también a todos, a los operarios, muy castigados por los procesos de ajustes y reajustes a causa del cambio tecnológico y a la deslocalización. Durante años se pensó que el estrés se podía combatir adecuadamente de modo individual, o en pequeños grupos, pero ésa es una medida insuficiente ya que limitarse sólo a intentar entrenar a algunas personas para que sepan controlar su tensión y su ansiedad es un sistema caro y, en muchos casos, poco eficaz. Las técnicas de autocontrol o relajamiento, además de que no solucionan la raíz del problema que es una organización deficiente, un directivo insufrible, un trabajo mal planificado o unas pésimas relaciones laborales, acaban por olvidarse al cabo de unos pocos meses.

Las buenas prácticas aconsejan, además, el desarrollo de acciones sobre otros presupuestos. Se trata de analizar y, posteriormente, modificar en sentido positivo, la organización y las relaciones que originan una multiplicación de situaciones de estrés negativo entre los colaboradores de una empresa. La palabra clave es clima laboral. A partir del estudio de las deficiencias, se busca crear ese clima laboral que reduzca la tensión y estimule la satisfacción. Es relevante la creación de una cultura de empresa con la que los colaboradores se puedan identificar y que genere un cierto nivel de seguridad psicológica. Otros aspectos a considerar son la fluidez de la comunicación entre las personas, la estructura de la organización, el nivel de satisfacción que produce una tarea y, por supuesto, que las personas estén asignadas a posiciones de acuerdo a sus cualidades y formación.

Finalmente, la búsqueda de este clima laboral parece urgente por varias razones. Por un lado, porque la nueva forma de organización del trabajo y de las empresas (externalizaciones, trabajo temporal, movilidad, competencia interna, cambio continuo de objetivos y funciones, flexibilidad…) es una fuente inagotable de situaciones que generan estrés. Por otro, porque las organizaciones, en un escenario en el que los servicios desempeñan un papel cada vez más protagonista, necesitan encontrar vías que reduzcan la tensión y la ansiedad de sus colaboradores. No olvidemos que el capital básico de una empresa, y especialmente de una empresa de servicios, es su gente.

Publicado en "Diario de León" el lunes 24 de diciembre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/guerra-estres_1301985.html

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Reconquistar la libertad.

Hace unos días acompañé a mi amigo Miguel Ángel Cercas Rueda en la presentación de su último libro: “A orillas del Bernesga”. Una colección de aforismos de temática variada. Las estaciones del año nos descubren lo que al autor inquieta: la prisa en nuestra sociedad, el uso continuo de las nuevas tecnologías, el valor de la amistad y de la familia, la pretensión de entender todo lo que nos ocurre, la visión que Dios tiene de nosotros, la escritura como forma de vida, la necesidad de ser útiles, el dolor o el amor como sentimiento. Y siempre desde una visión amable que, conjugada con cierta ironía, nos puede provocar una sonrisa. Un libro inspirador, de-los-que-te-hacen-pensar.

Las ilusiones no se destruyen súbitamente: se van perdiendo con lentitud, unas veces por la edad, otras por el desfallecimiento físico, y otras con debilidades morales. El realizar una cosa por-amor-a-la-misma es considerado, en muchísimos casos, como una tontería. La peor decisión de la vida: no ser fiel a uno mismo. La educación, la formación de la persona no es un bien que se consume, es un bien que se comparte. Pienso que la misión del trabajo es principalmente la realización personal y el crear valor a nuestra sociedad, y, en segundo lugar, obtener una remuneración para tener una vida digna. La educación no es la adquisición de conocimientos. Su fin no es el mero saber en cuanto a contenidos. El fin que ha de perseguir es el “entrenamiento intelectual”. Un hábito de la mente que se adquiere para toda la vida.

Sabio es el que sabe sobre el hombre. Los demás saberes, por importantes que sean, pertenecen a un plano distinto. El crespúsculo de la filosofía ha abierto la puerta a la primavera de los brujos. No cabe una moral sin “el otro” ... El "está bien" o el "está mal" sólo cuentan en la medida en que están respaldados por un profundo bagaje de saberes, experiencias y convicciones. Vivir auténticamente no es vivir con arreglo a lo que cada uno es y asumir la culpabilidad y la finitud, sino que es vivir en la verdad de lo que somos y de lo que debemos ser. La vida no se detiene nunca. El desorden no es casi nunca indicio de mayor libertad, sino de ausencia de proyecto. Aprender a vivir no es dejarse llevar, sino hacerse un proyecto y realizarlo esforzadamente. En palabras de mi amigo Fernando, hay que reconquistar la libertad. O, al menos, intentarlo, digo yo.

Algunos amigos me han comentado con bastante unanimidad: excesivo optimismo. O, al menos, sorprendente optimismo. Porque hoy no es común que las gentes escriban con seguridad, dejando atrás deliberadamente los mordiscos de la duda o el razonable temor ante los interrogantes inmediatos de la fiera que nos amenaza. Unos, al reprocharme el tono optimista, sonríen como para dar a entender que lo consideran ingenuidad. Otros, seriamente, me dicen que, aunque bien lo quisieran, no ven las cosas, ni mucho menos, tan propicias. Hay motivos de sobra para mirar con optimismo el porvenir. No comparto la afirmación de que el humanismo es por sí solo el remedio de los problemas colectivos. Mi convicción es otra: que la visión humana de dichos problemas, consustancial a todo humanismo, es una contribución decisiva para su correcta contemplación y remedio. No es suficiente, pero sí necesario. Los enterradores del humanismo no son los técnicos, sino los intelectuales frívolos y mansos. Hemos de construir un mundo, una estructura de mundo, que garantice al hombre la efectiva realización de su condición de ser libre. Hemos de propagar el sentido de la reflexión, del análisis y de la meditación personales. La más luminosa fuente autónoma que poseemos es la razón.

Cualquier concepción sobre el funcionamiento de las organizaciones encuentra su fundamento en una determinada concepción de la persona y del papel que éstas juegan en ellas. No es posible abordar el estudio de una empresa sin enfrentarse al concepto de persona. Es posible ayudar desde fuera a las personas para que mejoren la calidad de sus motivaciones, pero eso solo será posible si la persona quiere mejorarla, ya que si no lo quiere no mejorará. Lo que no se puede imponer desde fuera -afortunadamente- son las intenciones que llevan a actuar a una persona de un modo u otro.

Hace años, tuve la suerte de escuchar a un profesor que, en una de sus clases, sacó de su bolsillo un billete de 100 dólares. Y nos preguntó que quién lo quería... Sorprendidos y alborotados, levantamos las manos... Él dijo: voy a dar este billete a uno de ustedes, pero, antes, déjenme hacer esto... y arrugó el billete. Entonces preguntó: quién lo quiere todavía... Las manos se volvieron a levantar. Bien, dijo, y arrojó el billete de cien dólares al suelo y lo pisoteó con la punta y el tacón de su zapato... Arrugado y sucio, cogió el billete del suelo y nos volvió a preguntar... Nuestras manos se volvieron a levantar. Mis queridos alumnos, ustedes acaban de aprender una valiosa lección. No importa lo que hice con el billete, ustedes todavía lo quieren porque incluso arrugado y sucio, su valor no ha disminuido, sigue siendo un billete de 100 dólares… Cuántas veces, a lo largo de nuestra vida, abatidos por los problemas, arrugados por miedos y violencias, pisoteados por circunstancias...; en esos momentos, sentimos que hemos perdido valor: sin embargo, valemos exactamente lo mismo. Vales por lo que eres. 

Publicado en "Diario de León" el miércoles 19 de diciembre del 2018: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/reconquistar-libertad_1300787.html

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Tener un para qué.

Toda organización debiera contar con una declaración de sus principios y valores, expresada con tal claridad que no fuera necesaria ningún tipo de interpretación. Para definir el rumbo de una organización es preciso distinguir lo pasajero y efímero de lo perdurable y trascendente. Por ello es preciso sustentar el desarrollo en bases sólidas. El compromiso en torno a esos principios y valores resulta crucial si queremos disfrutar de una cultura sólida que es mucho más que palabrería barata en forma de frases ingeniosas y grandilocuentes que, a veces, se obliga a los colaboradores a repetir como papagayos. Utilizar los principios y valores como guía de nuestro trabajo supone un desarrollo tanto para la organización como para las personas. En tiempos de crisis, nos ayudan a superarlas y a aprender, a fortalecernos en la adversidad. Sin valores asentados, sin culturas solventes, se puede subsistir; pero, a la menor crisis, vamos a salir debilitados, desgastados, empobrecidos. La famosa frase: quien tiene un para qué siempre suele encontrar un cómo…

Sobre este asunto recomiendo el libro del profesor Lorenzo Bermejo Muñoz: “El gobierno de las instituciones universitarias. Un enfoque orientado a la misión”. Propone un modelo de gobierno orientado a la implantación efectiva de su misión, alineada a su identidad y a la naturaleza de dichas instituciones; pero, en general, sus propuestas son aplicables a cualquier tipo de organización. De él se derivan, para quienes tienen la responsabilidad de gobernarlas, una serie de recomendaciones a nivel estratégico y operativo, y la necesidad de ejercer un liderazgo que aliente e incentive, en las personas que las integran, el adecuado esquema de motivaciones para que sus decisiones y acciones tengan a la misión como referencia. Podría definirse la misión como el “para qué” de cada organización. Una guía para la actuación de los empleados y un elemento de evaluación respecto a su adhesión. La misión es una herramienta útil para formular e implementar una estrategia. La misión ayudará a no perder el foco. Establece un marco de referencia. Representa el compromiso de la organización con unos fines determinados. Una-especie-de-pegamento-cultural.

Uno de los mejores medios para lograr nuestros fines es promoviendo la confianza en las personas con quienes trabajamos. Si una organización quiere desarrollarse, la confianza tiene que ser algo más que un tema de conversación, tiene que ser el centro de todas sus actividades. Las organizaciones no pueden convertirse en junglas en las que sólo sobreviven los más fuertes, en las que diariamente hay que vivir preparado para la batalla. De la misma manera que una gran confianza reduce los conflictos entre los colaboradores, aumenta la productividad y estimula el crecimiento, unos bajos niveles de confianza afectan negativamente a las relaciones, impiden la innovación y entorpecen el proceso de toma de decisiones. Los colaboradores de las organizaciones en las que hay un bajo nivel de confianza trabajan normalmente en condiciones de mucho estrés, dedican una buena parte de su tiempo a cubrirse las espaldas, justificando decisiones del pasado y realizando cazas de brujas o buscando cabezas de turco cuando algo no funciona. Esto les impide centrarse en el trabajo, y hace imposible que haya un intercambio de ideas que dé como resultado soluciones innovadoras. La confianza en las organizaciones es como el amor en la pareja, une a las personas y las hace más fuertes. Permite ser uno mismo y defender las opiniones sin preocuparse por el rechazo. Cuando se vive la confianza en cualquier relación, la convivencia siempre es mejor.

La confianza es uno de los valores más importantes para el buen funcionamiento de cualquier organización. Y se suele concretar en la delegación. Delegación y control son palabras afines y complementarias. La delegación es fácil de entender, pero difícil de practicar. Algunos consideran que si delegan pierden estatus y poder…Otros no delegan porque desconfían de los demás. De la verdadera delegación nace el compromiso, la motivación y las mejores prácticas en dirección de personas. Lo importante no es el cuánto sino el cómo. A mejor delegación, más responsabilidad y mejor servicio al cliente. Quienes saben delegar tienen más tiempo para pensar en los próximos pasos de la organización, en la estrategia. A veces, quienes más se quejan de no tener tiempo para pensar son quienes no quieren o no saben delegar. No confían en sus colaboradores.

La función directiva es una tarea esencial en el seno de cualquier organización, independientemente del objeto al que se dedique. Tanto es así que, si una organización no funciona, lo primero que cabe pensar es que quienes tiene la responsabilidad directiva no cumplen de manera adecuada con su función, que es garantizar su buen funcionamiento. La calidad de un directivo depende de la cantidad de poder que necesita ejercer para que sus órdenes sean efectivamente cumplidas. O lo que es lo mismo, no necesitará ejercer el poder para su acción directiva, cuanto mayor sea la autoridad otorgada por las personas a las que gobierna y dirige. El liderazgo es un factor vital en la implantación efectiva de una misión por parte de quienes las gobiernan y dirigen. En un entorno cambiante, de cuestionamiento de modelos, es el mejor momento para conocer y fomentar las ventajas competitivas implícitas en la participación, en la responsabilidad, y, sobre todo, en la confianza en las personas con quienes trabajamos.

Publicado en "Diario de León" el martes 27 de diciembre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/tener_1295485.html

jueves, 15 de noviembre de 2018

Dar buen ejemplo.

El intercambio de bienes y servicios, desde las simples formas del trueque hasta los sofisticados mercados, se sostiene por el respeto a las leyes y por el cumplimiento de nuestros compromisos, en las organizaciones, habitualmente, en forma de contratos. Voluntaria o involuntariamente, todos estamos expuestos a perjudicar a los demás en su persona, en su propiedad, en sus expectativas. Y esto, en lo poco o en lo mucho, en transacciones comerciales o en las mil circunstancias de la vida ordinaria. El restablecimiento de la equidad violada no es solamente un problema jurídico. Es una exigencia de nuestra naturaleza humana ante el mal cometido. En la cultura occidental el tema de la restitución siempre ha sido un componente esencial de la ética que sustenta la convivencia humana. Restituir no está pasado de moda.

El verdadero desarrollo económico se fundamenta en algunas virtudes básicas de sus actores que, a veces, se dan por supuestas. Una de estas virtudes es la honradez. Las transacciones se hacen más atractivas y más viables en la medida en que se tenga la seguridad del cumplimiento de la palabra dada. La honradez tiene que ver con el honor, que se fundamenta en la conciencia de las personas. Porque la falta de honradez afecta, antes que nada, a la propia dignidad. En definitiva, es la persona quien no se permite -a sí misma- no esforzarse por cumplir los propios compromisos. El prestigio es clave en los negocios, y nada mejor que distinguirse por cumplir los acuerdos. No basta con estar atentos a las innovaciones técnicas y descuidar la educación de las personas que colaboran en una empresa común, o si se considera la ética como irrelevante o únicamente un asunto privado. Una práctica tan poco común como valorada por quienes conocen los beneficios de una relación sincera, leal y constructiva, es decir lo que uno piensa a las personas con quienes nos relacionamos, y no lo que ellas quieren escuchar.

La honradez paga buenos dividendos y fortalece la posición de mercado de quien la practica porque le favorece con nuevas y buenas oportunidades de negocio. Los dirigentes deben dar el ejemplo, un buen ejemplo. La ética no se enseña, pero sí hay guías de comportamiento y actitudes que parten del ejemplo de quienes tienen la responsabilidad de dirigir. Si los modelos son malos, cada uno hará de su capa un sayo… La ejemplaridad no es una mera línea de actuación, sino que es una condición necesaria para aplicar cualquier otra. La ejemplaridad es lo que otorga autoridad al líder, siendo, a su vez, la que genera la fuerza del liderazgo. Cuanto mayor sea la autoridad del líder, mayor será su calidad como directivo. La ética no se proclama, se practica. Muchas empresas no tienen reglas escritas. La ética se transmite con buenos ejemplos y buenas prácticas. Colaboradores compensados con justicia. Políticas que faciliten su desarrollo. Buena comunicación: institucionalizar momentos para que tu gente pueda decir -sin miedo a represalias- lo que piensa, se sienta escuchada. Garantizar a los clientes que los productos y servicios no atentan contra su salud y seguridad. Cuidar la calidad. Cobrar precios justos. Evitar el abuso de poder al tratar con empresas proveedoras con menor capacidad de negociación. No aceptar regalos de clientes y proveedores. No recurrir a la compra de voluntades de las autoridades a través de pagos, comisiones o regalos. Cuidar el impacto ecológico de la actividad de la empresa. Etc. etc. y etc. La ética no sólo afecta a lo económico. Sería un reduccionismo. La ética exige reconocer los derechos que todas las personas tenemos por el hecho de ser personas. Son los derechos humanos. 

La ética como una ventaja competitiva a considerar. Existe un amplio consenso al afirmar que las crisis se han producido por una combinación de desenfoques y errores técnicos, y de faltas éticas. Una crisis es siempre una ocasión de revisión y mejora que no puede ser desaprovechada. En este sentido hay que tener en cuenta un peligro, nacido de la inercia, del miedo al cambio y de los intereses particulares en juego: tratar de volver cuanto antes a la situación anterior, como si nada hubiera pasado. Este riesgo está mucho más extendido de lo que pensamos y puede limitar en gran medida la oportunidad de mejora. Nuestro mundo, en el que todas las personas buscamos vivir con dignidad y paz, está sometido a mecanismos que generan desigualdades graves entre personas, regiones y países; a una lucha constante por mantener ventajas competitivas frente a otros; al afán de poder económico y político; a una cultura de “suma cero”, en la que no todos salen ganando, sino que unos ganan a cuenta de lo que otros pierden. Más allá de que se puedan -y deban- aplicar medidas técnicas y políticas, la superación de los obstáculos mayores se obtendrá gracias a decisiones esencialmente éticas. En fin, esto, lejos de constituir una visión amarga de la realidad, es un principio básico para construir una mejor sociedad, sobre la base de la solidaridad, del respeto a las personas. Las personas primero, siempre.

Publicado en "Diario de León" el lunes 12 de noviembre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/dar-buen-ejemplo_1291641.html

viernes, 9 de noviembre de 2018

Un buen jefe.

El cambio aparece como una constante para todas las organizaciones, habitualmente generado por nuevas necesidades de las personas y empresas o por cambios legales. La presencia y el dinamismo de muchos competidores aconsejan que estos cambios sean rápidos y oportunos. Algunas organizaciones no tienen conciencia de que quien no avanza retrocede y, por tanto, pudiera peligrar la continuidad de su organización. La explicación de esta situación suele tener múltiples causas, pero hay una, no tradicional, que son los malos jefes.

Estos individuos se suelen caracterizar por valorar excesivamente los estudios formales. Se pasan la vida en los seminarios de moda y leyendo el material que allí les venden. Dominan el lenguaje técnico de gestión. Son excelentes para iniciar y permanecer analizando situaciones que nunca llegan a concretar; por ejemplo, haciendo largos listados de fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas respecto a la posición competitiva, sin llegar nunca a definir un plan de acción. Suelen ser bastante soberbios, muy pagados de sí mismos, se auto citan constantemente y reaccionan mal cuando se les contradice, no se les celebra sus ocurrencias o, simplemente, se tiene otra opinión. ¿Identifica usted a algún dirigente de su organización con estas características? Si es así o peor todavía, si hay varios, le tengo una mala noticia: con ellos, será difícil mejorar. Sólo caben dos alternativas: o apoyarlos en su proceso de cambio personal o prescindir de ellos.

Cada día es más común que en las ofertas de trabajo se solicite como requisito fundamental para acceder al cargo, el que los candidatos tengan “espíritu emprendedor”. En el perfil del candidato muchas veces se señala “indispensable iniciativa personal”, “se requieren profesionales proactivos” o, simplemente, se demandan competencias como creatividad, autonomía y capacidad de innovar. Incluso, a veces, estas habilidades son más importantes que los grados académicos. No es que las empresas se hayan relajado a la hora de seleccionar personas, sino que se han dado cuenta de que, en un mundo tan saturado de información, con tal cantidad de conocimientos por área y con una tecnología que evoluciona tan rápido, es imposible dar con profesionales capaces de abarcar toda esa información. No hay carrera que pueda enseñar todo, tendría que durar toda la vida.

Por eso es importante encontrar, más que conocimientos, actitudes que permitan aprender. Más que especialistas en un determinado oficio, se necesitan profesionales con inquietudes, capaces de adaptarse a los cambios, con iniciativa y autónomos. Porque eso es mucho más difícil de enseñar y, ya con esas cualidades, es más fácil adaptarse a las exigencias de los distintos trabajos. Es por eso por lo que, en este momento, lo que muchos piden a los educadores es que se preocupen de fomentar cualidades como el espíritu emprendedor, la iniciativa, la creatividad, la capacidad de adaptarse a los cambios. Que la preparación de los alumnos esté más vinculada al desarrollo de habilidades generales y de valores que a la capacitación en una habilidad o dominio específico. Desarrollar la iniciativa personal, la creatividad, el trabajo en equipo y el espíritu emprendedor; reconocer la importancia del trabajo como forma de contribución al bien común, al desarrollo social y personal.  

Emprender es buscar nuevas soluciones, nuevas alternativas, nuevas respuestas. En los centros educativos se entregan muchos premios, pero no es normal que se entregue uno al alumno más creativo. No se trata de convertir a todos los jóvenes en empresarios en el sentido tradicional de la palabra, sino en ayudar a los alumnos a ser empresarios de sus propias vidas. Motivar a los alumnos a que aprendan a través de proyectos, resolviendo problemas y no repitiendo contenidos. Que construyan la teoría desde la práctica. Más que enseñar, se busca despertar lo que todos tenemos de emprendedores. Personas que enseñen a soñar.

Tener un buen jefe es una de las mayores satisfacciones que una persona puede tener en su vida. Durante muchos años, la mayoría de los sistemas de mejora de las organizaciones se basaron principalmente en el estudio formal de sus procesos más que en el análisis del comportamiento de las personas que participaban en esos procesos. Hoy -afortunadamente- la tendencia es proponer programas de mejora a partir del estudio detallado del desempeño de las responsabilidades del colaborador, de su preparación, de su trabajo en equipo. Una vez más se concluye que lo más importante para que una organización mejore es contar con gente formada para desarrollar la tarea que se le encomiende y, también, con una distinguida habilidad para relacionarse adecuadamente con otras personas: compañeros, clientes y directivos.

Aquí está la explicación de por qué fracasan muchos intentos de mejora: porque se enfocan únicamente en los procesos formales, en las estructuras, en los organigramas sin caer en la cuenta de que detrás de cada uno de esos procesos siempre hay una o varias personas de quien depende el éxito o el fracaso. El reto de quienes tienen la responsabilidad de dirigir es conseguir que esas personas quieran y hagan lo que la empresa quiere, y lo hagan cuándo y cómo la empresa quiere. Libremente, pues, si no, no se lograrán buenos resultados. Y quien lo logra merece ser llamado “un buen jefe”.


Publicado en "Diario de León" el miércoles 8 de noviembre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/buen-jefe_1290616.html

jueves, 11 de octubre de 2018

Hablar mucho, decir poco.

Buenos-días-Raúl-por-favor-un-café. Mientras tanto miro a la televisión y veo a un charlatán de nuestro tiempo con aspiración de prócer. Le pregunto al paisano de al lado ¿qué ha dicho?: “hablar mucho, decir poco”. Me hizo pensar. Prisa y superficialidad son caracteres visibles de nuestro tiempo. Una realidad con la que hay que aprender a convivir. Pertenece al estilo de las generaciones actuales vivir con prisa y sin profundidad. Quizá no corramos el peligro de convertirnos en esclavos, pero corremos el peligro de convertirnos en autómatas. Se busca la velocidad porque se tiene prisa. Hay dos modos de tener prisa: uno consiste en tener prisa por acabar o lograr alguna cosa, otro en tener prisa porque sí. La prisa en este segundo caso consiste en vivir la vida con ritmo acelerado. No se busca nada, sino que se huye de algo. Con frecuencia se huye del instante presente que no gusta, que no satisface porque se siente hueco, vacío. Una conciencia herida cuando no tiene presentes los deberes. También una conciencia triste, desalentada, porque están presentes los deberes como metas imposibles. Esto es también una forma de dolor. Hay estrés en una vida sin deberes que nos lleva a la inercia o a la vacuidad. Y hay estrés en una vida en la que los deberes están presentes, pero se tiene la impresión de que uno es incapaz de vivirlos.

La ansiedad y la agitación interior -el estrés- como un peligro que nos acecha y como una de las formas de nuestra debilidad. Una intimidad desasosegada, agitada o ansiosa es indicio de un estado íntimo de escasa fortaleza. Me refiero no a la fatiga que puede resultar proporcionada al trabajo, sino a ese otro agobio, a esa otra fatiga y a ese otro cansancio -estrés- que padecemos y que no tiene relación con nuestro esfuerzo, sino que tiene alguna otra causa diferente. A veces creemos que la fortaleza es energía del carácter o del temperamento, una cierta vehemencia combativa. No, un hombre sereno no es un hombre apático o un hombre sin convicciones. Muchas veces reconocemos la presencia sorprendente de un agobio y una fatiga de extraño origen, porque no corresponde ni a los días de máximo trabajo ni, a primera vista, a los de máxima preocupación. Sería interesante que pudiéramos saber la razón de que sintamos estos sorprendentes desfallecimientos. Sorprendentes por la desproporción que pudiera haber, o falta de la relación incluso, entre la causa y el efecto. Nos sentimos, pues, solos. Esto significa un acentuado y permanente desgaste. Muchas veces nos pasa que unos días de descanso o cambio de actividad no remedian el desgaste del vivir humano. Quizá nos convendría pensar si el vivir apresurado, sin serenidad, el estar dominados por el nerviosismo, la dolorosa impresión de que la vida está transcurriendo sin que nosotros tengamos las riendas, como si fuésemos sacudidos por circunstancias desbocadas, puede quizá tener relación con que a nuestra vida le falte verdadero fundamento.

Todo el mundo dice cosas parecidas, esto no es ninguna novedad. Todo el mundo está bastante de acuerdo en que estamos viviendo una existencia impersonal, en que, al hombre, cada vez más, le resulta difícil tomar decisiones que puedan comprometer su existencia o signifique, por lo menos, un enriquecimiento personal en su vida. Porque ese difuso desorden que nos rodea termina haciendo que se embote en nosotros la sensibilidad para lo humano, la sensibilidad para la justicia. Como dice mi amigo Mariano, las grandes verdades están unidas al acontecer pequeño. A veces, se está tan absorbido por el trabajo que se descuida una actividad fundamental en nuestras vidas: escuchar y aprender de las personas con quienes convivimos. Hablar, relajadamente, sin un tema fijo, perder-el-tiempo en conversar es enriquecedor y abre nuevos horizontes. Dedicar tiempo a construir relaciones, especialmente, con nuestra pareja, con nuestros hijos y con nuestros amigos: las personas no abrimos nuestra intimidad a quienes tienen puesta su cabeza en la acción o en el paso siguiente. Las relaciones superficiales no permiten sino amistades superficiales, relaciones de ocasión, amores superficiales. 

La relación entrañable parte ya en las mismas entrañas. Y jamás es tarde para intentarla, para poner los medios. También en el trabajo. Las organizaciones son casi unánimes al afirmar que su principal capital son las personas que forman parte de ellas, si bien encuentran serias dificultades para llevarlo a la práctica. Muy pocas organizaciones logran motivar de modo sostenido a sus empleados, integrarlos en los procesos continuos de mejora y decisión, y liberar sus capacidades creativas. Trabajar en equipo es imprescindible para aprovechar los conocimientos y habilidades de todos los colaboradores. 

Sin orden es imposible ser feliz. Sin responsabilidad, privada y pública, no puede existir lo que llamamos civilización. Creo en la esperanza humana de un mundo mejor: en la fuerza creadora de la libertad. Vivimos en un tiempo de redescubrimiento y actualización de verdades. Afortunadamente el hombre no es como un río, que no puede volverse atrás. De ahí la importancia de educar en libertad, enseñando a cada uno a llevar el timón de su vida en la dirección correcta: hacia la felicidad de una vida plena, con la actitud necesaria para orientar su vida al servicio de los demás.

Publicado en "Diario de León" el jueves 11 de octubre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/hablar-mucho-decir-poco_1283536.html

domingo, 29 de octubre de 2017

Abogados escuchando a abogados.

Lo vengo diciendo desde que los cumplí: pertenecer al exclusivo “Club de los 50” tiene ventajas, muchas ventajas.... Una de ellas es la facilidad para expresar las convicciones sin complejos, sin inhibiciones ni respetos humanos. Al grano: ser abogado no es cualquier profesión. De entrada, la profesión de abogado es la única profesión a la que se hace mención expresa en el texto de nuestra Constitución. ¿A qué no lo sabías…? Y, además, pido perdón por la petulancia, se hace referencia a ella nada más y nada menos que hasta cuatro veces distintas. No una, que ya sería suficiente honor, ni dos, ni tres: sino en cuatro ocasiones. Y, lo más importante, el servicio que los abogados prestamos a nuestros conciudadanos: materializamos el derecho a la tutela judicial efectiva, a pesar de los asesoramientos de “cuñados” y de “lo-leí-en-internet”, que suelen terminar mal, muy mal. Sólo un abogado puede ofrecer un asesoramiento digno de tal denominación: profesional.

Los colegios profesionales son unos grandes desconocidos y no sólo para la sociedad a la que sirven sino también, y eso no deja de ser sorprendente y preocupante, para sus propios colegiados. De vez en cuando nos desayunamos con la noticia que desde Bruselas alguien está impulsando su pronta desaparición, pero, en mi opinión, eso afortunadamente no ha ocurrido. Pienso que las bondades de la liberalización son claramente cuestionables. Pero ése es un tema, quizá, para otro día. 


Estoy orgulloso de mi colegio profesional: el Ilustre Colegio de Abogados de León. El pasado martes organizó un debate entre los candidatos a Decano que, hoy, elegiremos todos los colegiados. Un debate que se celebró en las instalaciones de la institución y que se retransmitió en directo a través de las redes sociales para quienes no pudieran o no quisieran asistir. Abogados escuchando a abogados. Orgulloso de mis compañeros: un edificante ejemplo para nuestra sociedad. El futuro no está, se hace. Y lo hacemos las personas.

En una época en la que parece que no queda nada por inventar, las organizaciones que se distinguen por sus buenas prácticas recurren al intercambio de información, al diálogo, al debate, para ponerse al día y desarrollar nuevas ideas que van más allá de la pura retórica. Compartir para ganar. A veces, olvidamos el valor de la comunicación directa, franca y oportuna, del trato humano, del respeto mutuo, del sentido de equipo. Nos apoyamos, demasiado, en la tecnología y cada vez menos en el potencial de una buena conversación, de un buen debate, de tener la oportunidad de sentir la emoción, los sentimientos de nuestros compañeros.

Hacer las cosas de otra manera, debatiendo, defendiendo ideas, proyectos, puntos de vista, respetando al adversario, escuchando, dando argumentos, tratando de convencer, dando al otro la oportunidad de convencerte. El respeto al otro está en la base de la misma democracia. La Abogacía es una profesión pionera en el uso de la comunicación como herramienta para alcanzar el consenso entre partes en conflicto ya que los abogados, mayoritariamente, llevamos siglos promoviendo la cultura del acuerdo.

Me alegró que el debate contara con la presencia de muchos de los alumnos del Máster de Acceso a la Abogacía de la Universidad de León. Afortunadamente hay jóvenes que están tan ocupados en formarse, en cumplir su propio quehacer, que no tienen tiempo de resolver los problemas del universo porque todo el que tienen disponible lo necesitan para mejorarse a sí mismos. 

En fin, en un tiempo en que se está perdiendo el honor por servir, mi reconocimiento al Decano saliente, D. José Luís Gorgojo Del Pozo, por la labor realizada en años complicados, cargados de conflictos institucionales. Ha sido una autoridad visible y accesible. Ha dedicado su tiempo -lo más valioso que tenemos- a sus compañeros, a intentar hacer del Colegio de Abogados de León un lugar de encuentro. Ésa parece ser la función que el mundo moderno deja para los buenos dirigentes: la de procurar que las personas se conozcan, se ayuden, colaboren y trabajen en equipo.

Publicado en "Diario de León" el viernes 27 de octubre del 2017: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/abogados-escuchando-abogados_1199066.html

miércoles, 23 de agosto de 2017

Con docilidad de rebaño.

Vivimos desbordados por una cantidad de información inútil que no sólo nos hace perder un tiempo precioso, sino que nos llena de datos que, muchas veces, son inservibles, y de preocupaciones inquietantes que nos distraen en nuestros quehaceres. Es importante tener el suficiente espíritu crítico para separar la noticia del comentario, y el dato de la interpretación. Y estar alerta con algunos tertulianos, con poses de intelectual, que ponen su talento al servicio de lo-que-la-masa-demanda, diciéndole, en cierto modo, lo que quiere oír a cambio de una cierta notoriedad y, en ocasiones, de atractivas ganancias materiales. Y así, muchas veces, nos reconocemos repitiendo lo que acabamos de leer en las redes sociales o escuchar al último tertuliano de moda.

Es evidente que en nombre de la libertad de expresión no se puede hacer, por ejemplo, apología del terrorismo: va contra la naturaleza de las cosas porque hace daño al individuo y a la sociedad, y por tanto ya no es libertad, sino abuso o extralimitación de la libertad. Las cosas son como son independientemente de la subjetiva apreciación de cada uno. Si lo que uno opina está de acuerdo con la realidad, muy bien; si no lo está, mal asunto. Ante preguntas que se refieren a verdades, si uno sabe, dará las respuestas adecuadas; si no sabe, y además no se calla, probablemente dirá tonterías. Existen verdades objetivas, y si mi verdad no está de acuerdo con la realidad, no es tal verdad, aunque sea mía: es un error. Lo que uno opine carece de importancia, porque la opinión no modifica la realidad; lo importante es que uno conozca la verdad, lo que es. No se trata de opiniones sino de conocimiento.

Estamos en una época en que se utiliza con frecuencia un lenguaje poco preciso, excesivamente ambiguo. Lo que está claro no necesita interpretación de ninguna especie. Por lo general, un lenguaje confuso sólo suele expresar una mente confusa. El lenguaje es siempre, queriendo o sin querer, la manifestación del pensamiento. La oscuridad del lenguaje no da profundidad al pensamiento; más bien pone de manifiesto la pobreza de un pensamiento que recurre a la oscuridad para disimular su superficialidad. Y, además, desorienta, a mucha gente. Hoy cada uno tiende a construir como si nadie hubiese hecho ni dicho nada antes. Teorizar al margen de la experiencia. Se ignora que las inquietudes y los más profundos intereses del hombre de hoy son los de todos los tiempos. Algunas de las modas del momento son muy artificiales, muy débiles, expresiones de una estética más que de un modo de pensar. Se construyen mundos mentales ajenos al universo real, jugando con ideas que no responden a las cosas existentes.

Parece ser que hoy el fenómeno de la masificación, de la despersonalización del individuo, del hombre, está generalmente reconocido, a juzgar por los cada vez más numerosos estudios que lo dan por hecho incuestionable. La masa no es propiamente un conjunto de hombres que sabe lo que quiere y a dónde va, o que está organizada con vistas a la consecución de un fin conocido, y que conscientemente obedece las indicaciones de los que están al frente. Cuando un hombre se despersonaliza integrándose en una masa se deja conducir por emociones, por la pasión, y no se da mucha cuenta de lo que hace o del alcance que su acción puede tener. Masa que no piensa y que, con docilidad de rebaño, colabora activamente, de modo lento, pero seguro, en la propagación de teorías, sugerencias, modas y costumbres que están destruyendo los valores de nuestra civilización. 


Quizá ello explique cómo unos pocos puedan lograr tan enorme influencia en el ambiente imponiendo sus gustos, sus intereses, sus ideas, sus juicios, hasta su noción del bien y del mal. Su poder les viene, sobre todo, del conformismo pasivo de la masa que coopera con ellos sin pensar, sin reaccionar. Qué razón tenía mi amigo Mariano cuando recordaba que “lo único necesario para el triunfo del mal es que los buenos no hagan nada”.

Publicado en "Diario de León" el domingo 20 de agosto del 2017: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/docilidad-rebano-uiere-tus-hijos_1182289.html

lunes, 24 de julio de 2017

Aprender a ser amable.

Creo que, si preguntáramos, la respuesta sería casi unánime: el mundo necesita amabilidad. Siendo amables seremos capaces de transformarlo en un lugar más feliz en el que vivir; y, si no feliz, al menos, más agradable. La amabilidad es el hábito de tratar a las personas con deferencia y respeto por el hecho de ser personas. 

Para ser amable no hay que inscribirse en ninguna organización, es tan fácil como decidir que se quiere ser amable y comenzar a serlo. Se puede aprender a ser amable. No esconde secretos mágicos, ni siquiera es complicado. Tan solo exige prestar atención a las cosas que se hacen y cómo se hacen.


No debiera pasar un solo día sin que encontráramos una ocasión de ser amable. No hay amabilidad si no es particular. Vamos, que no se es amable “en general”; se es amable particularmente, con alguien. La amabilidad se concreta en la paciencia, la solicitud (“eso” qué-es-lo-que-es: ser solícito es prestar pequeños servicios antes de que te los pidan), el espíritu de servicio y la cortesía. La manera de saludar, la hospitalidad, las muestras de comprensión… 

La amabilidad es una manifestación de confianza en los demás. A nuestra pobre naturaleza humana le cuesta lograr el arte de soportar a los demás. Algunos creen que descubrir defectos es señal de sabiduría, pero nada requiere tan poca inteligencia. Los defectos ajenos no nos llamarían tanto la atención si nos dedicáramos a examinar los nuestros. Pocas veces medimos los defectos ajenos y los propios con el mismo rasero. A veces perdemos el tiempo proponiéndonos hacer mejores a los demás cuando hay tantas cosas en nuestra vida que necesitan ser corregidas, mejoradas. Nosotros primero: basta con ocuparnos de lo nuestro. Amabilidad es la mirada que se fija en el-cómo-sí e ignora el-cómo-no. A veces es más fácil soportar, con paciencia, a los demás que ilusionarnos con que cambien costumbres, formas de ser, adquiridas durante toda una vida. Procura pensar por qué la gente hace lo que hace: es mucho más provechoso que la crítica y fomenta la comprensión, la tolerancia y la amabilidad.

Los gestos amables cuestan menos cuanto más frecuentes son. Cuestan poco y rinden mucho. Una de las maneras más sencillas de ganarse a alguien es recordar cómo se llama y hacerle sentir que te importa. Vale la pena el esfuerzo de grabar el nombre de los demás: vecinos, compañeros de trabajo, el cajero del supermercado, alumnos… Hay veces que no apetece. Entonces toca sobreponerse a las emociones, por difícil que nos resulte. Y no es ninguna hipocresía dejarse regir por la voluntad en vez de por los sentimientos. Una sonrisa puede hacer mucho bien. Es uno de los medios de que dispone la naturaleza para hacer felices a los demás. Cuesta poco y hace mucho: enriquece a quien la recibe sin hacer más pobre a quien la ofrece.

Es más fácil ser educado y atento con los extraños que con quienes convivimos habitualmente. No hay mayor fuente de conflicto que el mal uso de la lengua. Probablemente no sea tan malo golpear a alguien o privarle de todos sus bienes como mermar la buena opinión que se tenga de él, porque es propio de la naturaleza del hombre aferrarse a su honor con más tenacidad que a cualquier otro bien natural. Las discusiones causan buena parte de la infelicidad, especialmente, en las familias. La situación se complica cuando aumentamos el volumen de nuestra voz en vez de esforzarnos por mejorar nuestros argumentos. Hablar es gratis, pero, como habitualmente sucede con lo que no nos cuesta, al final, puede salirnos caro. En inglés la expresión to hold one’s peace, conservar la paz, significa guardar silencio. Tenemos una boca y dos oídos, lo que indica una proporción de dos a uno, que debiera valer también para el hablar y el escuchar. Como dice mi amigo Mariano, cuando no se pueda hablar bien de alguien, lo mejor es callarse.

Nadie se basta a sí mismo. Esta necesidad mutua debe llevarnos a sentir agradecimiento y aprecio por el trabajo de todos aquellos que nos presten un servicio. Me despierto y enciendo la luz, abro un grifo y sale agua, bajo por unas escaleras limpias, camino por unas calles seguras. Detrás hay gente -personas como tú y como yo- que nos sirven con su trabajo. No hay nadie que se sienta tan seguro de sí mismo siempre y hasta el punto de que no necesite nunca una palabra de reconocimiento, una palmada en la espalda o un comentario amable. El simple hecho de que nos digan que estamos haciendo un buen trabajo nos anima a hacerlo mejor. El reconocimiento más insignificante puede tener un efecto multiplicador. Como la doble recompensa de las palabras amables: te hacen feliz a ti y hacen felices a los demás.

Publicado en "Diario de León" el viernes 21 de julio del 2017: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/aprender-ser-amable_1175938.html

jueves, 9 de febrero de 2017

Coloquio con alumnos del IES "José Luís Gutierrez".

Hoy tuve un encuentro con alumnos de Bachillerato de las asignaturas de Economía y de Empresa del Instituto "José Luís Gutierrez" de Muga de Sayago (Zamora).


Hablamos sobre claves del éxito en la empresa. Producto, precio, merchandising, proveedores, tecnología, procesos, liderazgo y servicio al cliente fueron algunos de los tópicos que tratamos.

Muy interesante sus aportaciones y, como siempre en este tipo de encuentros, lo mejor ha sido la oportunidad de conocer y dialogar con gente interesante.


Gracias a la Profesora Vanessa Serrador por la invitación.