@MendozayDiaz

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jueves, 19 de noviembre de 2020

Brújulas.

 Publicado en "Diario de León" el jueves 19 de noviembre del 2020: https://www.diariodeleon.es/articulo/tribunas/brujulas/202011191250252062609.html



Mi amiga Rocío dirige la emblemática librería Neblí, en la calle Serrano de Madrid. Lleva toda una vida dedicada a leer y recomendar libros. Es una persona novelable. En cualquier conversación contagia su amor por los libros, a través de sus sencillas y sabias palabras a las que, un dulce acento andaluz, hacen más atractivas. Durante la desescalada, tras el confinamiento, me envió una invitación a la presentación telemática de un libro en Neblí: “Mujeres brújula” de Isabel Sánchez. No conocía ni había oído hablar de la autora. Me insistió en que asistiera: te va a gustar. La propia presentación, en sí, fue un evento muy interesante con diálogos en directo con algunas de las protagonistas del libro desde Asia, América, África… Pero lo mejor ha sido la lectura de unas historias protagonizadas por mujeres que han convertido sus límites en fuerza para mejorar su entorno e innovar. Inspirador.

Nos ha tocado vivir en un mundo tan bello como tempestuoso. Lo habitual es que la vida de por sí sea difícil y tenga desventuras, pero no todo son desgracias. También hay sorpresas y novedades, metas que alcanzar, afanes que nos quitan el sueño o nos empujan a la acción. La vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro. El mundo humano está concebido para imperfectos perfectibles: así que una de las primeras guías para una existencia feliz es aprender a convivir con nuestras propias limitaciones y con las de los demás.

Para cambiar el mundo, el recurso más poderoso es ayudar a las personas a conocerse, a desarrollarse, a mejorar. Cuando nos hacemos conscientes de que pequeñas acciones nuestras pueden impactar en la vida de otros, entonces somos capaces de armar una revolución, de liderar grandes cambios. Necesitamos “brújulas”, puntos de referencia para los demás, que señalen el norte, marquen el camino y acompañen hasta la meta. Personas con visión, que produzcan cambios positivos, que dirijan hacia ahí los mejores esfuerzos, e inspiren y motiven a otros a hacerlo también. Personas que busquen y creen oportunidades para que otros crezcan y aprendan.

Los seres humanos estamos hechos para superarnos, para aspirar a más, para romper los límites. La necesidad primaria de dotar de sentido nuestra vida. No podemos vivir, sin más. Necesitamos saber de dónde venimos, por qué y para qué estamos aquí, y hacia dónde vamos. Llegamos con una carga genética heredada, crecemos con tradiciones familiares, de ciudadanía o nacionalidad. Los vínculos afectivos que vamos trenzando desde pequeños hacia las personas y las cosas de nuestro entorno se convierten en las raíces que nos asientan sobre el terreno y nos permiten desarrollarnos fuertes y derechos.

Para marcar un camino se debe tener claro el norte. No hay nada en el mundo que capacite tanto a una persona para sobreponerse a las dificultades externas y a las limitaciones internas, como la consciencia de tener una tarea en la vida. Aportar soluciones para el futuro: así podremos legar a nuestros hijos una sociedad mejor. Para ello es necesario promover un regreso a lo real. Se han perdido las referencias estables y universales en favor de lo aleatorio. La verdad es aquello que es; lo que es subyace escondido en la profundidad invisible de las cosas, sobre cuya superficie priman las apariencias. La verdad ha sido pulverizada por la presión de las modas intelectuales, de las ideas dominantes, de la desinformación sistemática, de los eslóganes orquestados por el poder. Desde el momento en que se manipula la verdad, la libertad está en peligro. Vivir libre, en efecto, más que en elegir, consiste en ser lo que se es. Por eso hoy son tan necesarias las personas que nos inyectan vida y propósito; “personas brújula” porque orientan la ruta y nos evidencian lo esencial: la persona y su valor.


sábado, 22 de febrero de 2020

Genealogía de Occidente.

Publicado en "Diario de León" el viernes 21 de febrero del 2020:https://www.diariodeleon.es/articulo/tribunas/genealogia-de-occidente/202002210950441988959.html

Occidente ha empezado a perder la fe en sus propias tradiciones y valores culturales. En el curso de poco más de una generación ha perdido su posición de orientador del mundo, hallándose actualmente bajo la amenaza de una desintegración. Ha sido tan grande el cambio que ha sufrido en la situación mundial que es difícil encontrar su paralelo en el curso de la historia. En comparación con él, los mayores cambios acaecidos en la historia de la cultura antigua, tales como la decadencia de la cultura helénica en el siglo II antes de Jesucristo, o la decadencia del Imperio Romano en los siglos IV y V de nuestra era, fueron relativamente graduales y mucho más limitados en sus efectos.

Occidente, una sociedad de pueblos unidos por una tradición espiritual común. El principio unitario no es geográfico, ni racial, ni político: es un principio espiritual que se ha impuesto por encima de toda la diversidad de pueblos y culturas que se han agrupado alrededor de una fe común, transformándose en una nueva comunidad con valores morales y cultura intelectual comunes. Durante siglos, hasta las revoluciones del siglo XVIII, Occidente fue identificado con la Cristiandad: la posesión de la fe cristiana que era considerada como presupuesto indispensable para la adquisición de los que ahora llamamos derechos políticos. Una nueva concepción de la personalidad humana y una crítica moral de la vida. 

Sobre este asunto acabo de leer un libro con un título precioso, inspirador: “Genealogía de Occidente. Claves históricas del mundo actual” de Jaume Aurell, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Navarra, a quien he tenido la suerte de escuchar en un seminario organizado por AEDOS y el Instituto de Empresa y Humanismo. Un libro de historia que invita a reflexionar, y a dialogar. Un gran esfuerzo de sistematización y claridad expositiva. La historia de nuestra cultura occidental abarca más de tres mil años…

Valores morales como el humanismo ejercieron su mayor influencia en la forma de vivir y pensar. La base esencial sobre la que se fundamentan los derechos democráticos es que todo ser humano es inviolable; y que nadie, ningún estado, ninguna autoridad, ninguna persona, puede decidir que la vida de otro es una vida inútil, sin valor, eliminable. Uno puede afirmar que una persona está viviendo en condiciones indignas, y luego empeñarse en remediar esas condiciones. Esto es humanitario. Lo que no se puede hacer, en nombre del humanitarismo, es afirmar que una persona no es digna de vivir, aunque tenga que vivir en condiciones indignas. Esto no es humanitario, sino totalitario. Cuando se hacen este tipo de afirmaciones se ha terminado el humanismo.

Nuestros gobiernos occidentales suelen ser sinceros en su preocupación por el bien de sus ciudadanos. Su reto está en saber en qué consiste este bien y qué exigencias tiene. No se está logrando el bien común -únicamente- porque el producto interior bruto o la renta per cápita vayan en aumento, o porque los servicios funcionen eficazmente. Se está logrando el bien común cuando un gobierno crea y defiende las condiciones para que los hombres puedan vivir como hombres; y esto exige proteger a todo lo que favorezca la dignidad humana y frenar a aquellos que quieran degradar o explotar a los demás, sea en lo económico o en lo moral.

Occidente no es un espacio geográfico, es una delimitación cultural. Se pueden construir mundos mentales ajenos al universo real, jugar con ideas que no responden a las cosas existentes. Pero, atención: detrás de este fraude está la agenda oculta de abandonar nuestra genealogía. Defender a Occidente es defender nuestra identidad política y cultural.

jueves, 26 de diciembre de 2019

Educación de calidad.

Publicado en "Diario de León" el lunes 23 de diciembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/educacion-de-calidad/201912231317231970649.html

Hoy, en España, la casi totalidad de los ciudadanos saben leer y escribir lo que supone un logro inimaginable hace un siglo. Sin embargo, eso no basta en las relaciones económicas y sociales de nuestro tiempo. Muchas personas no son capaces de seguir instrucciones escritas, tienen dificultades para comprender lo que leen y no son capaces de extraer mínimas consecuencias analíticas. Son los llamados "analfabetos funcionales". Para una economía que sólo pretenda producir y exportar materias primas, esta cuestión tiene poca importancia. En cambio, la microelectrónica, biotecnología, telecomunicaciones, etc., todas ellas son industrias basadas en la capacidad intelectual de las personas y, por ello, se pueden instalar en cualquier lugar del mundo…. El conocimiento y las habilidades son la más importante (si no la única) fuente de ventaja comparativa sostenible en el largo plazo. Por tanto, el esfuerzo por una educación de calidad es una prioridad.

Pero, en general, la realidad es otra cosa. Los exámenes siguen siendo hoy, dueños y señores de la universidad. La clase sólo es un mero anuncio de lo que se llevará al examen. La única variante posible de esta conversación es si el examen escrito será o no en forma de test. Además, el estudiante continúa erre-que-erre con la vieja reivindicación de “una asignatura, un libro”. Una de las principales preocupaciones del estudiante es enterarse de cuál es “el libro” de cada profesor. Y, a falta de éste, aspirará a contar, al menos, con unos apuntes que le sirvan de sucedáneo. Muchos estudiantes no saben leer, ni parece importarles. Leer poco, clarito, en castellano y a poder ser en letra grande. El déficit de lectura y el progresivo aumento de la formación audiovisual va haciendo estragos. 

Desde que se publican, los rankings de universidades han estado envueltos en polémicas. Se los ha acusado de elitistas, de poco transparentes y de no prestar atención a la calidad de la educación que se imparte. No es sencillo ponerle un número a todo lo que representa una universidad. No hay consenso ni sobre qué debe medirse ni sobre cómo hacerlo. Desde hace años, rectores, responsables políticos y expertos vienen dando vueltas a un nuevo sistema que garantice unos recursos estables y viables para el funcionamiento de las instituciones de enseñanza superior, pero la cuestión está lejos de estar resuelta. Una ecuación imposible: en España, una de las mayores tasas de acceso a la universidad de toda la Unión Europea, una de las tasas más bajas de matrícula, impuestos bajos y prácticamente ninguna selección de entrada a las facultades. 

La realidad es que no hemos sabido crear un modelo homologable con el de los países de nuestro entorno. El despropósito en el que se ha convertido nuestro modelo de organización territorial ha llevado a la multiplicación innecesaria tanto de universidades (más de ochenta, entre públicas y privadas) como de titulaciones. El criterio -en mi opinión- debería ser el contrario: racionalizar el número de centros, cerrando muchos de los que tienen aulas casi vacías, y reducir la oferta de carreras para evitar grados excéntricos y dotar al resto de unos contenidos de mayor calidad y especialización. Si algo ha sido dañino en nuestro país es el trazado partidista de las distintas reformas educativas, más orientadas a imponer el propio modelo que a orientar la educación durante largos periodos de tiempo, varias generaciones. Las enormes carencias de nuestro sistema universitario: una triste realidad que no puede achacarse a una sola causa pero que representa uno de los fracasos más dramáticos de nuestro país. ¿Hay solución? Dicen que mientras-haya-vida-hay-esperanza…: un acuerdo con amplia base social y política a favor de una educación de calidad. Eso sí: Vamos tarde, muy tarde.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Historia "a la carta".


Los editores de libros de texto han denunciado presiones de gobiernos autonómicos para que los manuales digan lo que los gobiernos quieren y no lo que la ciencia dice… Tal cual. Para muestra un botón: la presión de un gobierno con una editorial ha llegado hasta tal punto que, si el libro de texto de historia no ignora a los Reyes Católicos, no recibirá el visto bueno en esa comunidad autónoma. Increíble, pero, lamentablemente, cierto. El fanatismo no es bueno, porque es irracional. Todo lo que no sea racional es un subproducto intelectual. No hay ciencia de lo falso. La ciencia es verdad demostrable. El subjetivismo es el procedimiento más sencillo para llegar a la más caótica confusión en cualquier terreno. Las cosas son como son, independientemente de la subjetiva apreciación de cada uno. No se trata de opiniones, sino de conocimiento. Cabe opinar cuando se discute de administración, de cuestiones de trámite, de cosas opinables, no cuando hay que pronunciarse por la pacífica vigencia de los hechos históricos.

Hoy la mente del hombre medio se alimenta más de opiniones que de verdades. Pero no se puede ignorar que en una sociedad de masas las opiniones mayoritarias tienen un efecto convincente que no puede despreciarse. El oscurecimiento de la razón lleva a negar, o a poner en duda al menos, incluso los principios más elementales y más generalmente probados por la experiencia de muchas generaciones. ¿Que al-político-de-turno le incomodan los Reyes Católicos? Pues, se eliminan, y ya está: lo importante no es lo que es sino lo que quieren que sea. Se retratan en sus acciones: su ignorancia es demasiado honrada y deslumbradora. Alguien hace el mal, y el resto se lo permite. La tentación de algunos intelectuales de poner sus talentos al servicio de lo que creen ser la demanda de la masa, y lisonjearla para conseguir no sólo fama (aunque sea pasajera), sino también atractivas ganancias materiales. O quizá por considerar más importante ir con los tiempos que ir con la verdad, ir a favor de la corriente que arriesgarse a ir contra ella. 

No se puede inventar la realidad. Hay una notable diferencia entre los que hacen afirmaciones porque tienen argumentos ciertos y aquellos que no tienen otros argumentos que sus propias afirmaciones. La falta de conocimientos firmes y definidos no sólo no proporciona a la inteligencia libertad, ni la hace más ágil, sino que, por el contrario, le impide alcanzar su objeto y convierte al hombre en fácil presa del error. La importancia de saber. Vivimos tiempos de augures y adivinadores. Suplen con la imaginación los vacíos ocasionados por su falta de datos. Los datos son como cifras, es decir, el único lenguaje que, en esta época nuestra de confusión de lenguas, sigue siendo accesible a todos, a las gentes más sencillas como a las mentes más marcadas por las diversas deformaciones ideológicas, políticas, filosóficas o socioculturales. Hoy cada uno tiende a construir como si nadie hubiese hecho ni dicho nada antes. Teorizar al margen de la experiencia. Se ignora la tradición, la sabiduría acumulada de los siglos pasados, la experiencia de otros hombres. Lección de otros tiempos que ilustra, enseña y señala el camino. 

Por último, este tipo de episodios son una estafa porque el alumno que se matricula en un centro educativo va a aprender verdades, no a soportar las personales opiniones o las particulares teorías del profesor, o del político de turno... Historia es lo-que-ha-sucedido. La grandeza de nuestra Patria. Es preciso recordar nuestra historia y el liderazgo de España durante siglos para sentirnos orgullosos de ser españoles. No más que nadie, pero, menos, tampoco.

domingo, 30 de junio de 2019

jueves, 20 de junio de 2019

Historias que contar.

Publicado en "Diario de León" el lunes 17 de junio del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/historias-contar_1343117.html

Mi amigo Pedro Villanueva, escritor asturiano afincado en Ponferrada, ha presentado su última obra en la reciente Feria del Libro de León: “Soy Francisca, niña cuna (del Hospicio Real al Hotel Reconquista)”. Durante años, por razones profesionales, he tenido la suerte de frecuentar el Hotel La Reconquista, en la calle Gil de Jaz, en Oviedo; de disfrutar de sus confortables y elegantes instalaciones, y nunca me tomé el tiempo de investigar sobre los antecedentes del edificio o de relacionar el nombre de la calle en la que se encuentra -Gil de Jaz- con el apellido de su creador, Isidoro Gil de Jaz, aragonés que fue Regente de Asturias y que, en el siglo XVIII, convenció al rey Fernando VI de llevar a cabo un hospicio y hospital de huérfanos, expósitos y desamparados. Una institución de referencia en su época, en España y en el mundo, que se ocupó no sólo de cuidar de la manutención y educación de los acogidos, sino de instruirles adecuadamente para su colocación en distintos empleos, industrias y oficios. Así desde 1752 hasta hace cincuenta años… Francisca, niña cuna que da título al libro de Pedro Villanueva, es la primera niña inscrita en el libro de registro del Real Hospicio, en 1752.

La ignorancia histórica es la causa de un incalculable número de errores y de muchos abatimientos y desánimos; por eso la fomentan los que quieren desmoralizar a los pueblos y dejarlos indefensos y manejables. España no-es-cualquier-cosa. Sino un país que ha dado no pocas pautas al mundo y ha contribuido enérgicamente a hacerlo. Es allende los mares donde se adquiere conciencia de la gigantesca obra de España. En América, Asia y África fuimos el brazo del mundo civilizado. Y, en muchas ocasiones, desde aquí. Para quienes somos aficionados a la historia, hay nombres como, por ejemplo, Oviedo, Astorga, León, Sahagún, Benavente, Salamanca, Tordesillas, Toro, Simancas o Medina del Campo, que nos suenan no a ciudades concretas, sino a acontecimientos. Son nombres más históricos que geográficos. Ciudades que dejaron huella.

Tenemos a suerte de vivir en este lugar del mundo donde, en palabras de Pedro Villanueva, “los edificios tienen alma y una historia que contar” … Y, en muchas ocasiones, ni los miramos ni los conocemos y, por tanto, no podemos valorarlos. Hace años, frente a la fachada de san Marcos, por la que suelo pasar varias veces al día, me llamó la atención un hombre que estaba explicando -en alemán- a un pequeño grupo de personas, algo sobre la fachada. La-curiosidad-mató-al-gato: me detuve y, cuando acabó de hablar, le pregunté qué contaba con tanto entusiasmo; y, en perfecto español, me dijo que desde hacía treinta años era profesor de historia del arte de una universidad alemana y que este edificio -san Marcos- era único como obra plateresca y en su simbología, etc. Me quedé impresionado e hice el propósito de documentarme… Leyendo “El cosmos de piedra” de Eduardo Aguirre supe quiénes eran todos los personajes representados en los medallones de la fachada de san Marcos, una forma de loa al Emperador Carlos V, rodeándolo de héroes y guerreros de la antigüedad, comparándolo e igualándolo con ellos.

Hace unos días dialogaba con unos amigos sobre la diferencia que hay entre ver y mirar, entre oír y escuchar. Cada uno de nosotros está viendo constantemente un montón de cosas que están sucediendo a nuestro alrededor, y, sin embargo, nos pasan inadvertidas, como si no sucedieran. Sencillamente, no las miramos, no ponemos atención en ellas. La atención, pues, es lo que diferencia al oír del escuchar, el ver del mirar. León es una ciudad muy agradable para vivir. Y no sólo por su historia, por sus monumentos. León es una forma de vivir, de relacionarse, de convivir. Un estilo de vida. Qué suerte tengo de vivir en León…

sábado, 15 de junio de 2019

Un día especial, entrañable...

El jueves 13 de junio fue un día especial, entrañable... Tuve el honor de que D. Andrés Ollero Tassara, magistrado del Tribunal Constitucional, que fue mi Maestro de Filosofía del Derecho en la Universidad de Granada, presentara en Madrid #UnaVidaConRostroHumano. Estuve acompañado de lectores, familiares y amigos. Hubo momentos muy emotivos como el reencuentro con compañeros de universidad con quienes no coincidía desde hacía treinta años... 


lunes, 10 de junio de 2019

Presentación en Madrid de "Una vida con rostro humano".



Para mí es un honor que D. Andrés Ollero Tassara, mi Maestro de Filosofía del Derecho en la Universidad de Granada -de quien tanto he aprendido y aprendo- vaya a presentar #UnaVidaConRostroHumano en Madrid.

miércoles, 27 de marzo de 2019

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Reconquistar la libertad.

Hace unos días acompañé a mi amigo Miguel Ángel Cercas Rueda en la presentación de su último libro: “A orillas del Bernesga”. Una colección de aforismos de temática variada. Las estaciones del año nos descubren lo que al autor inquieta: la prisa en nuestra sociedad, el uso continuo de las nuevas tecnologías, el valor de la amistad y de la familia, la pretensión de entender todo lo que nos ocurre, la visión que Dios tiene de nosotros, la escritura como forma de vida, la necesidad de ser útiles, el dolor o el amor como sentimiento. Y siempre desde una visión amable que, conjugada con cierta ironía, nos puede provocar una sonrisa. Un libro inspirador, de-los-que-te-hacen-pensar.

Las ilusiones no se destruyen súbitamente: se van perdiendo con lentitud, unas veces por la edad, otras por el desfallecimiento físico, y otras con debilidades morales. El realizar una cosa por-amor-a-la-misma es considerado, en muchísimos casos, como una tontería. La peor decisión de la vida: no ser fiel a uno mismo. La educación, la formación de la persona no es un bien que se consume, es un bien que se comparte. Pienso que la misión del trabajo es principalmente la realización personal y el crear valor a nuestra sociedad, y, en segundo lugar, obtener una remuneración para tener una vida digna. La educación no es la adquisición de conocimientos. Su fin no es el mero saber en cuanto a contenidos. El fin que ha de perseguir es el “entrenamiento intelectual”. Un hábito de la mente que se adquiere para toda la vida.

Sabio es el que sabe sobre el hombre. Los demás saberes, por importantes que sean, pertenecen a un plano distinto. El crespúsculo de la filosofía ha abierto la puerta a la primavera de los brujos. No cabe una moral sin “el otro” ... El "está bien" o el "está mal" sólo cuentan en la medida en que están respaldados por un profundo bagaje de saberes, experiencias y convicciones. Vivir auténticamente no es vivir con arreglo a lo que cada uno es y asumir la culpabilidad y la finitud, sino que es vivir en la verdad de lo que somos y de lo que debemos ser. La vida no se detiene nunca. El desorden no es casi nunca indicio de mayor libertad, sino de ausencia de proyecto. Aprender a vivir no es dejarse llevar, sino hacerse un proyecto y realizarlo esforzadamente. En palabras de mi amigo Fernando, hay que reconquistar la libertad. O, al menos, intentarlo, digo yo.

Algunos amigos me han comentado con bastante unanimidad: excesivo optimismo. O, al menos, sorprendente optimismo. Porque hoy no es común que las gentes escriban con seguridad, dejando atrás deliberadamente los mordiscos de la duda o el razonable temor ante los interrogantes inmediatos de la fiera que nos amenaza. Unos, al reprocharme el tono optimista, sonríen como para dar a entender que lo consideran ingenuidad. Otros, seriamente, me dicen que, aunque bien lo quisieran, no ven las cosas, ni mucho menos, tan propicias. Hay motivos de sobra para mirar con optimismo el porvenir. No comparto la afirmación de que el humanismo es por sí solo el remedio de los problemas colectivos. Mi convicción es otra: que la visión humana de dichos problemas, consustancial a todo humanismo, es una contribución decisiva para su correcta contemplación y remedio. No es suficiente, pero sí necesario. Los enterradores del humanismo no son los técnicos, sino los intelectuales frívolos y mansos. Hemos de construir un mundo, una estructura de mundo, que garantice al hombre la efectiva realización de su condición de ser libre. Hemos de propagar el sentido de la reflexión, del análisis y de la meditación personales. La más luminosa fuente autónoma que poseemos es la razón.

Cualquier concepción sobre el funcionamiento de las organizaciones encuentra su fundamento en una determinada concepción de la persona y del papel que éstas juegan en ellas. No es posible abordar el estudio de una empresa sin enfrentarse al concepto de persona. Es posible ayudar desde fuera a las personas para que mejoren la calidad de sus motivaciones, pero eso solo será posible si la persona quiere mejorarla, ya que si no lo quiere no mejorará. Lo que no se puede imponer desde fuera -afortunadamente- son las intenciones que llevan a actuar a una persona de un modo u otro.

Hace años, tuve la suerte de escuchar a un profesor que, en una de sus clases, sacó de su bolsillo un billete de 100 dólares. Y nos preguntó que quién lo quería... Sorprendidos y alborotados, levantamos las manos... Él dijo: voy a dar este billete a uno de ustedes, pero, antes, déjenme hacer esto... y arrugó el billete. Entonces preguntó: quién lo quiere todavía... Las manos se volvieron a levantar. Bien, dijo, y arrojó el billete de cien dólares al suelo y lo pisoteó con la punta y el tacón de su zapato... Arrugado y sucio, cogió el billete del suelo y nos volvió a preguntar... Nuestras manos se volvieron a levantar. Mis queridos alumnos, ustedes acaban de aprender una valiosa lección. No importa lo que hice con el billete, ustedes todavía lo quieren porque incluso arrugado y sucio, su valor no ha disminuido, sigue siendo un billete de 100 dólares… Cuántas veces, a lo largo de nuestra vida, abatidos por los problemas, arrugados por miedos y violencias, pisoteados por circunstancias...; en esos momentos, sentimos que hemos perdido valor: sin embargo, valemos exactamente lo mismo. Vales por lo que eres. 

Publicado en "Diario de León" el miércoles 19 de diciembre del 2018: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/reconquistar-libertad_1300787.html

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Tener un para qué.

Toda organización debiera contar con una declaración de sus principios y valores, expresada con tal claridad que no fuera necesaria ningún tipo de interpretación. Para definir el rumbo de una organización es preciso distinguir lo pasajero y efímero de lo perdurable y trascendente. Por ello es preciso sustentar el desarrollo en bases sólidas. El compromiso en torno a esos principios y valores resulta crucial si queremos disfrutar de una cultura sólida que es mucho más que palabrería barata en forma de frases ingeniosas y grandilocuentes que, a veces, se obliga a los colaboradores a repetir como papagayos. Utilizar los principios y valores como guía de nuestro trabajo supone un desarrollo tanto para la organización como para las personas. En tiempos de crisis, nos ayudan a superarlas y a aprender, a fortalecernos en la adversidad. Sin valores asentados, sin culturas solventes, se puede subsistir; pero, a la menor crisis, vamos a salir debilitados, desgastados, empobrecidos. La famosa frase: quien tiene un para qué siempre suele encontrar un cómo…

Sobre este asunto recomiendo el libro del profesor Lorenzo Bermejo Muñoz: “El gobierno de las instituciones universitarias. Un enfoque orientado a la misión”. Propone un modelo de gobierno orientado a la implantación efectiva de su misión, alineada a su identidad y a la naturaleza de dichas instituciones; pero, en general, sus propuestas son aplicables a cualquier tipo de organización. De él se derivan, para quienes tienen la responsabilidad de gobernarlas, una serie de recomendaciones a nivel estratégico y operativo, y la necesidad de ejercer un liderazgo que aliente e incentive, en las personas que las integran, el adecuado esquema de motivaciones para que sus decisiones y acciones tengan a la misión como referencia. Podría definirse la misión como el “para qué” de cada organización. Una guía para la actuación de los empleados y un elemento de evaluación respecto a su adhesión. La misión es una herramienta útil para formular e implementar una estrategia. La misión ayudará a no perder el foco. Establece un marco de referencia. Representa el compromiso de la organización con unos fines determinados. Una-especie-de-pegamento-cultural.

Uno de los mejores medios para lograr nuestros fines es promoviendo la confianza en las personas con quienes trabajamos. Si una organización quiere desarrollarse, la confianza tiene que ser algo más que un tema de conversación, tiene que ser el centro de todas sus actividades. Las organizaciones no pueden convertirse en junglas en las que sólo sobreviven los más fuertes, en las que diariamente hay que vivir preparado para la batalla. De la misma manera que una gran confianza reduce los conflictos entre los colaboradores, aumenta la productividad y estimula el crecimiento, unos bajos niveles de confianza afectan negativamente a las relaciones, impiden la innovación y entorpecen el proceso de toma de decisiones. Los colaboradores de las organizaciones en las que hay un bajo nivel de confianza trabajan normalmente en condiciones de mucho estrés, dedican una buena parte de su tiempo a cubrirse las espaldas, justificando decisiones del pasado y realizando cazas de brujas o buscando cabezas de turco cuando algo no funciona. Esto les impide centrarse en el trabajo, y hace imposible que haya un intercambio de ideas que dé como resultado soluciones innovadoras. La confianza en las organizaciones es como el amor en la pareja, une a las personas y las hace más fuertes. Permite ser uno mismo y defender las opiniones sin preocuparse por el rechazo. Cuando se vive la confianza en cualquier relación, la convivencia siempre es mejor.

La confianza es uno de los valores más importantes para el buen funcionamiento de cualquier organización. Y se suele concretar en la delegación. Delegación y control son palabras afines y complementarias. La delegación es fácil de entender, pero difícil de practicar. Algunos consideran que si delegan pierden estatus y poder…Otros no delegan porque desconfían de los demás. De la verdadera delegación nace el compromiso, la motivación y las mejores prácticas en dirección de personas. Lo importante no es el cuánto sino el cómo. A mejor delegación, más responsabilidad y mejor servicio al cliente. Quienes saben delegar tienen más tiempo para pensar en los próximos pasos de la organización, en la estrategia. A veces, quienes más se quejan de no tener tiempo para pensar son quienes no quieren o no saben delegar. No confían en sus colaboradores.

La función directiva es una tarea esencial en el seno de cualquier organización, independientemente del objeto al que se dedique. Tanto es así que, si una organización no funciona, lo primero que cabe pensar es que quienes tiene la responsabilidad directiva no cumplen de manera adecuada con su función, que es garantizar su buen funcionamiento. La calidad de un directivo depende de la cantidad de poder que necesita ejercer para que sus órdenes sean efectivamente cumplidas. O lo que es lo mismo, no necesitará ejercer el poder para su acción directiva, cuanto mayor sea la autoridad otorgada por las personas a las que gobierna y dirige. El liderazgo es un factor vital en la implantación efectiva de una misión por parte de quienes las gobiernan y dirigen. En un entorno cambiante, de cuestionamiento de modelos, es el mejor momento para conocer y fomentar las ventajas competitivas implícitas en la participación, en la responsabilidad, y, sobre todo, en la confianza en las personas con quienes trabajamos.

Publicado en "Diario de León" el martes 27 de diciembre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/tener_1295485.html

lunes, 19 de noviembre de 2018

Felicidad profesional.

El trabajo ya no es como antes. Ni como fue hace diez años, y ni mucho menos como fue hace cuarenta o cincuenta años. Cuando estudiamos en el colegio o en la universidad, nos enseñaron algo que ya no se usa. Es como si hubiéramos aprendido a bailar el pasodoble. Ya no hay trabajos para toda la vida. Nadie puede esperar permanecer siempre en el mismo cargo ni siquiera en el mismo sector. Las empresas no pueden garantizar el trabajo a sus colaboradores durante toda su vida laboral. Cada vez será más común tener tres o cuatro profesiones a lo largo de nuestra vida. Los títulos que uno haya logrado en su juventud son cada vez menos importantes, se deprecian rápidamente, no garantizan nada.

Para enfrentar esta nueva situación debemos mejorar cada uno, formándonos continuamente. Cambiando nuestra forma de aprender. No se trata sólo de adquirir nuevos conocimientos sino de aprender a buscar o a adquirir la información o los conocimientos que necesitemos, y a asimilarlos rápido y bien. Concentrarse en adquirir destrezas o habilidades, antes que conocimientos. Aprender idiomas, varios, que ya hoy valen más que muchos títulos profesionales. Adquirir una suficiente disposición a cambiar siempre, aprender a no tenerle miedo a los cambios. Esto es fundamental. Imaginación, curiosidad, perseverancia, apertura y energía. Transformarnos en conocedores rigurosos de nuestras fortalezas y debilidades. Conocer y comunicar con convicción las cosas que sabemos hacer bien.

Hablar de trabajo es ir al corazón de la sociedad moderna, a su estímulo más profundo, a sus contradicciones culturales más íntimas. Hablar de trabajo es recorrer la historia de la cultura occidental, su origen y su desarrollo. Hoy está muy extendida una concepción alienada del trabajo, considerado como una mercancía, en donde el hombre, en lugar de ser el sujeto libre y responsable del trabajo, está esclavizado a él. Para superar esta situación, algunos tienen puesta su esperanza en la sociedad altamente tecnologizada y telematizada, que ofrece posibilidades inverosímiles e inimaginables de creatividad. Sin embargo, los nuevos escenarios en los que el trabajo tiende a desarrollarse no bastan por sí solos para asegurar la auténtica y libre creatividad del trabajador.

La creatividad en el trabajo es una realidad pluridimensional que tiene relación, simultáneamente, con los niveles biológico, psicológico social, económico y cultural, y que incluso penetra en el mundo de los valores últimos. No es suficiente una actividad más libre e incondicionada gracias a la disponibilidad de instrumentos técnicos cada vez más perfeccionados. Es necesario que el hombre sea sujeto -más que objeto- del trabajo, es decir, que pueda expresar su creatividad en una relación social motivada y culturalmente orientada. El factor relacional es un elemento decisivo para una reconsideración del significado del trabajo. El trabajo, concebido como relación social, puede ayudar al trabajador a expresar lo mejor de sí mismo y a asumir tareas y responsabilidades con un fuerte contenido de inventiva y de espíritu emprendedor.  Es necesario, por tanto, organizar mejor el trabajo, delegando las responsabilidades y reconociendo a todos la utilidad del trabajo realizado. Trabajar en equipo.

Cuando se emprende un proyecto personal que implica cierto riesgo, el peor de todos los miedos es el miedo al fracaso. Evidentemente, el que nada emprende no se arriesga a sufrir fracaso alguno, pero tampoco conocerá el éxito soñado. El momento ideal no existe. Para algunos es la excusa perfecta (de apariencia seria y racional) para no decidir. El éxito no llega por arte de magia, sino que es el resultado de un esfuerzo perseverante, una actitud mental positiva y estar plenamente convencido de su logro. Todos los que han triunfado, en primer lugar, creyeron que podían hacerlo.

Por otra parte, es necesario también fomentar una cultura del servicio que motive a la persona a proporcionar bienes y prestaciones a favor de los demás. En otras palabras, es necesario garantizar al trabajador el máximo de la libertad y responsabilidad personales junto con una profunda motivación que estimule su iniciativa. La vocación profesional debe ser concebida no ya como un instrumento de éxito o de búsqueda superficial de un nivel de vida, sino como la realización de uno mismo en la plena integración humana. Buscamos la felicidad en cosas externas y construimos la vida en torno a realidades que se encuentran fuera de nosotros. Nos olvidamos de construir nuestro interior, que es como los pies sobre los que se apoya toda nuestra existencia.

Muchas de estas reflexiones me las ha inspirado la lectura del libro de René Mena y de, mi amigo, Pablo Zubieta: “Felicidad Profesional, logra la mejor versión de ti”. Argumentan que la felicidad será la recompensa para quienes emprenden diariamente el camino por ser, o tratar de ser, los mejores en lo que les gusta hacer. Este libro presenta ideas claras y ordenadas para lograr la felicidad profesional. Uno se identifica en sus muchos ejemplos y encuentra que, en el fondo, la única respuesta válida a preguntas como ¿para qué trabajar mucho? y ¿para qué esforzarse por ser mejor cada día?: es “para ser feliz”. Alcanzar la felicidad profesional no es un camino fácil, pero tampoco es imposible. Eso sí, es un camino que, como recuerdan Mena y Zubieta, bien vale la vida.

Publicado en "Diario de León" el domingo 18 de noviembre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/felicidad-profesional_1293302.html

viernes, 5 de octubre de 2018

El lenguaje oculto de las encuestas.

Los fines de semana suelen ser tiempo de encuestas, y más en un año tan preelectoral. Así que paciencia con los artesanos del arte de predecir. Dos comentarios: uno, quien-paga-manda; y dos, repasemos quién acertó y quién no -y por cuánta diferencia- en las encuestas previas, por ejemplo, en las últimas elecciones generales. En el año 1986, año en que los españoles dijeron sí al ingreso de España en la OTAN, los publicistas acuñaron la expresión “efecto calzoncillo” para designar una curiosa perversión de las encuestas (y corregir así sus correspondientes estudios de mercado): los consumidores nunca dicen la verdad sobre sus hábitos de higiene, su sexualidad o sus predilecciones políticas. “¿Cuántas veces se cambia usted de calzoncillos?” “Todos los días”, responde con "seguridad" el-españolito-de-a-pie.  Pues eso, cada vez que hay elecciones, en mayor o menor medida, vuelve a funcionar el “efecto calzoncillo”. Los gurús de la demoscopia lo suelen tener en cuenta al hacer sus previsiones. Hay votantes -dicen- que incluso después de haber depositado sus papeletas mienten sobre el partido elegido, en las encuestas a pie de urna o israelitas.

Pensando sobre este asunto me acordé del libro de Huff “Cómo mentir con estadísticas”. Darrel Huff (1913-2001) fue un prolífico escritor estadounidense que también trabajó como editor en algunas revistas. En 1954 publicó su mayor éxito, “Cómo mentir con estadísticas”, traducido a más de veinte lenguas y que se ha convertido en uno de los libros más vendidos sobre estos asuntos. Lo he vuelto a releer y, en efecto, este libro es un manual sobre cómo se pueden utilizar las estadísticas -las encuestas- para engañar. Lo que este libro, escrito con ingenio y humor, nos ofrece es un curso de sentido común para aprender a descubrir los ardides con que cada día pretenden engañarnos, manipulando cifras y gráficas, los medios de comunicación, los políticos, la publicidad… Lo que aquí se nos cuenta -el lenguaje secreto de las estadísticas- aunque pueda resultar divertido conviene tomárselo en serio, porque, como nos dice el autor, “los desaprensivos ya conocen estos trucos; los hombres honrados deben aprenderlos en defensa propia”. El “efecto calzoncillo” o el lenguaje oculto de las encuestas.

Un país marcha bien cuando los partidos son por lo menos -en cierta medida- intercambiables, cuando coinciden en una amplia zona, y difieren en cuestiones que no afectan a la idea misma del país y de su proyecto global. Una mayoría razonable y no polarizada, que desea vivir y convivir. Quizá por mis ideas sobre lo humano, la polarización me produce repugnancia, sea cual sea su origen, y he intentado no caer en ella. Se piensa, antes que en las personas y en su verdadera condición, en los rótulos o etiquetas; de esta manera, las conductas se automatizan, y en lugar de depender de lo que se ve, de lo existente, responden a un estímulo, en gran parte nominal, y se disparan. Una nomenclatura que deforma la realidad, que la falsea. Con resultado múltiple: acentua la oposición, elimina en el vocabulario político lo que no es ni una cosa ni otra, y que es precisamente la mayoría; introduce un lenguaje peyorativo que suscita la hostilidad y corta puentes para el arreglo y la convivencia. Creo que las consecuencias están siendo más graves de lo que, en un primer instante, pudo parecer. El sueño de la razón produce monstruos; el de la distancia también los produce. Los extremistas suponen un freno para la convivencia.

La ignorancia es mucho más destructora de lo que se piensa. El cambio político ha sido consecuencia de ciertas variaciones previas de lo social, que algunos políticos avisados aprovechan. La ignorancia histórica es la causa de un incalculable número de errores y de la mayor parte de los abatimientos y desánimos; por eso la fomentan los que quieren desmoralizar a los pueblos y dejarlos indefensos y manejables. Lo único verdaderamente grave es la tentación de responder a la intolerancia con intolerancia, de copiar al adversario haciéndose como él, dándole de este modo una victoria gratuita. El único peligro verdadero que corre la democracia es que los demócratas dejen de serlo.

Llevamos decenios oyendo la monótona cantinela de los “errores” y “fracasos” del liberalismo. Pero dígase si alguna forma de convivencia ha tenido -a pesar de sus miserias- menos fracasos y más éxitos que el liberalismo; dígase si no son los países que le han permanecido sustancialmente fieles aquellos en que se ha unido más regularmente la prosperidad y la dignidad, los que nunca se han sumido en la catástrofe ni en la abyección. No puede sorprender que el liberalismo sea frecuentemente odiado: lo aborrecen y temen todos los que desprecian al hombre. Yo quiero, como el que más, cambiar: pero no por cualquier cosa. Quiero otra cosa, pero no otra cosa cualquiera: quiero un cambio a mejor.

Publicado en "Diario de León" el martes 2 de octubre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/lenguaje-oculto-encuestas_1281109.html