Publicado en "Diario de León" el lunes 17 de junio del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/historias-contar_1343117.html
Mi amigo Pedro Villanueva, escritor asturiano afincado en
Ponferrada, ha presentado su última obra en la reciente Feria del Libro de
León: “Soy Francisca, niña cuna (del Hospicio Real al Hotel Reconquista)”. Durante
años, por razones profesionales, he tenido la suerte de frecuentar el Hotel La
Reconquista, en la calle Gil de Jaz, en Oviedo; de disfrutar de sus
confortables y elegantes instalaciones, y nunca me tomé el tiempo de investigar
sobre los antecedentes del edificio o de relacionar el nombre de la calle en la
que se encuentra -Gil de Jaz- con el apellido de su creador, Isidoro Gil de
Jaz, aragonés que fue Regente de Asturias y que, en el siglo XVIII, convenció
al rey Fernando VI de llevar a cabo un hospicio y hospital de huérfanos,
expósitos y desamparados. Una institución de referencia en su época, en España
y en el mundo, que se ocupó no sólo de cuidar de la manutención y educación de
los acogidos, sino de instruirles adecuadamente para su colocación en distintos
empleos, industrias y oficios. Así desde 1752 hasta hace cincuenta años…
Francisca, niña cuna que da título al libro de Pedro Villanueva, es la primera
niña inscrita en el libro de registro del Real Hospicio, en 1752.
La ignorancia histórica es la
causa de un incalculable número de errores y de muchos abatimientos y
desánimos; por eso la fomentan los que quieren desmoralizar a los pueblos y
dejarlos indefensos y manejables. España no-es-cualquier-cosa. Sino un país que
ha dado no pocas pautas al mundo y ha contribuido enérgicamente a hacerlo. Es allende los mares donde se
adquiere conciencia de la gigantesca obra de España. En América, Asia y
África fuimos el brazo del mundo civilizado. Y, en muchas ocasiones, desde
aquí. Para quienes somos
aficionados a la historia, hay nombres como, por ejemplo, Oviedo, Astorga,
León, Sahagún, Benavente, Salamanca, Tordesillas, Toro, Simancas o Medina del
Campo, que nos suenan no a ciudades concretas, sino a acontecimientos. Son
nombres más históricos que geográficos. Ciudades que dejaron huella.
Tenemos a suerte de vivir en este lugar del mundo donde, en
palabras de Pedro Villanueva, “los edificios tienen alma y una historia que contar”
… Y, en muchas ocasiones, ni los miramos ni los conocemos y, por tanto, no
podemos valorarlos. Hace años, frente a la fachada de san Marcos, por la que
suelo pasar varias veces al día, me llamó la atención un hombre que estaba
explicando -en alemán- a un pequeño grupo de personas, algo sobre la fachada. La-curiosidad-mató-al-gato:
me detuve y, cuando acabó de hablar, le pregunté qué contaba con tanto
entusiasmo; y, en perfecto español, me dijo que desde hacía treinta años era
profesor de historia del arte de una universidad alemana y que este edificio
-san Marcos- era único como obra plateresca y en su simbología, etc. Me quedé
impresionado e hice el propósito de documentarme… Leyendo “El cosmos de piedra”
de Eduardo Aguirre supe quiénes eran todos los personajes representados en los
medallones de la fachada de san Marcos, una forma de loa al Emperador Carlos V,
rodeándolo de héroes y guerreros de la antigüedad, comparándolo e igualándolo
con ellos.
Hace unos días dialogaba con unos amigos sobre la diferencia
que hay entre ver y mirar, entre oír y escuchar. Cada uno de nosotros está
viendo constantemente un montón de cosas que están sucediendo a nuestro
alrededor, y, sin embargo, nos pasan inadvertidas, como si no sucedieran.
Sencillamente, no las miramos, no ponemos atención en ellas. La atención, pues,
es lo que diferencia al oír del escuchar, el ver del mirar. León es una ciudad
muy agradable para vivir. Y no sólo por su historia, por sus monumentos. León
es una forma de vivir, de relacionarse, de convivir. Un estilo de vida. Qué
suerte tengo de vivir en León…
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