@MendozayDiaz

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martes, 22 de septiembre de 2020

Lo que no es la libertad.

 Publicado en "Diario de León" el lunes 21 de septiembre del 2020: https://www.diariodeleon.es/articulo/tribunas/es-libertad/202009211144072046595.html



Los datos son como cifras, es decir, el único lenguaje que, en esta época nuestra de confusión de lenguas, sigue siendo accesible a todos, a las gentes más sencillas como a las mentes más formadas. Algunos dicen que la pandemia no existe, que el COVID es una-especie-de-gripe, solo que un poco más virulenta. No es verdad. El COVID mata. Y es cierto que, a veces, las mascarillas y guardar la distancia social suponen una molestia: pero contribuyen a salvar vidas.

La libertad no consiste en hacer cuanto a cada uno le apetezca, pues la libertad, en tal caso, se identificaría con la ley del más fuerte, que impondría sus antojos a los más débiles. El respeto a la libertad de los demás no es nunca indiferencia, sino consecuencia del amor, que sabe valorar a cada hombre en su concreta realidad. El amor al prójimo no es algo que esté de moda. Quizás no lo ha estado nunca. Pero el individualismo de nuestra sociedad agudiza esa carencia y nos hace ignorar que los demás son prójimo.

La existencia de una sociedad hostil y peligrosa es hoy algo evidente. Los comportamientos agresivos son hoy cada vez más frecuentes y cada vez más descarados. Una sociedad donde han adquirido tan gigantesco desarrollo todo tipo de sistemas de seguridad es una sociedad que necesita protegerse de sí misma continuamente, donde nada se puede dejar sin defensa, donde nada está seguro. Pero esa agresividad se manifiesta también cuando alguien me impide mi capricho o simplemente opina sobre mis ocurrencias. No hay tolerancia social hacia los demás. El respeto por las personas, las cosas y las instituciones han perdido terreno.

El comportamiento humano debe también su origen a las concepciones y actitudes morales en las que se educa. La soledad y el individualismo producen una acentuada introspección en las personas. El relativismo de la verdad y de la norma ha hecho que nuestra cultura armonice todas las contradicciones teóricas y prácticas: no existe un modelo último al que referirse para decir qué vale y qué no vale, qué es bueno y qué es malo, qué es lícito y qué es ilícito. Reduce las verdades universalmente admitidas a simples acuerdos entre los individuos de una sociedad. Las normas se las da cada uno a sí mismo, y así se entiende la libertad…

Este modo de pensar que recusa la dependencia de una instancia distinta que no sea mi deseo momentáneo, forma parte de la incultura moral de nuestra sociedad. Tomarse muy en serio, o apreciar mi particular punto de vista más que a la verdad o más que a la libertad de otro, tiene otro nombre: fanatismo. El fanático, como su propio nombre indica, se encierra en el “fanum”, es decir, en el templo del yo, al cual rinde culto exclusivo y absoluto. Nuestra sociedad es cruel. Olvida que los demás son prójimo. Cuando esto sucede, la sociedad entera se deshumaniza.

La revolución pendiente que erradique esta situación es un problema de educación moral individual, que nos devuelva a los hombres un sentido del deber ser del que hoy, mayoritariamente, carecemos. Podemos contribuir a edificar un mundo más humano, y más libre, si enriquecemos a los demás con nuestros actos libres. Y uno de esos actos es el de pensar. Nadie piensa por mí, y lo que yo pienso siempre encierra una novedad que incrementa la riqueza de los demás. Pensar mirando a la realidad con atención, y escuchando lo que los demás han pensado: así comienza el acercamiento de cada uno a la verdad, y así empieza también el progreso hacia una sociedad más humana. Las ideas dirigen el mundo. En efecto, la realidad resulta de la encarnación de una idea. Cada hecho corresponde a un efecto, resultado de una voluntad unida a la reflexión. No hay acción sin pensamiento.


domingo, 9 de agosto de 2020

El equilibrio de los egoísmos.

Publicado en "Diario de León" el domingo 9 de agosto del 2020: https://www.diariodeleon.es/articulo/tribunas/equilibrio-egoismos/202008091157512036490.html



La crisis de la civilización occidental no es política ni económica, sino esencialmente espiritual. El hombre de nuestro tiempo se ha quedado sin respuestas para ese gran misterio que es la vida. Un materialismo individual desprovisto de rumbo o de valores. Cuando los “ideales” que se les presentan a los hombres son: en nombre del amor, sexo; en nombre de la libertad, egoísmo; en nombre del derecho al pleno desarrollo de la propia personalidad, el desprecio hacia los criterios y los derechos de los demás; en nombre de la independencia y la madurez individuales, el rechazo de toda autoridad y la incapacidad para servir; en nombre de la responsabilidad o de la participación democrática, las protestas estériles y holgazanas; en nombre de la justicia política o social, la violencia y el odio. 

El equilibrio de los egoísmos. Miedo como una de las causas del aislamiento del hombre. Es el miedo el que hace que vayamos volando puentes y estableciendo distancias. La confusión entre la “realidad virtual” y la realidad es frecuente en los últimos tiempos. Las preguntas son muy fáciles; lo difícil son las respuestas. Quizá nuestro declive comenzó cuando nuestros dirigentes no fueron capaces de acomodar la acción a la necesidad de los tiempos. Es absurdo que a estas alturas de la evolución política mundial aun haya personas que, a remolque del verdadero planteamiento de los problemas sociales, vivan en ese viejo sueño naturalista de dejar a la sociedad a merced de los impulsos ciegos de la masa. Tengo derecho a que mi vecino respete mi persona y mi propiedad. Pero también tengo derecho a que él se respete a sí mismo. Nadie tiene derecho a ensuciar la calle. Nadie tiene derecho a degradar el mundo. Nadie tiene derecho a degradarse a sí mismo. 

Vivimos en una nueva mitología. En el mundo antiguo, era libre quien tenía, al menos, un esclavo. Hoy el que tiene, al menos, una tarjeta platino que no es lo mismo que tener una tarjeta de crédito. Una-tarjeta-platino-no-se-la-conceden-a-cualquiera. Vivimos en una sociedad de endeudados. Ante los niños venían con un pan debajo del brazo; hoy con una deuda de 30.000 euros. La tecnología está cambiando la forma en que interactuamos, trabajamos, vivimos, nos relacionamos. Quienes nazcan hoy, casi seguro, no tendrán carné de conducir porque ya no será necesario, los coches serán inteligentes. El teléfono tardó casi cien años en llegar a la mayoría de los hogares; Facebook, solo cinco. 

Nos encaminamos a sociedades gerontocráticas, donde la influencia de los mayores puede determinar la agenda política y de presupuestos sociales. Es necesario que como sociedad cambiemos el concepto de ancianidad y le otorguemos el valor que tiene y se merece. Una nueva perspectiva sobre el envejecimiento, alejada del concepto del anciano como una carga social y centrada en la ancianidad como un éxito de las sociedades occidentales. Tratar de demorar la senectud ha sido una constante a lo largo de la historia. El futuro pertenece a las personas mayores, pero la sociedad no ha comprendido todavía las consecuencias de este fenómeno inédito en la historia. Es necesario un cambio mental de la sociedad, preparándonos para una etapa de post jubilación que muchos ya auguran será más larga incluso que la laboral. Ello supone una auto responsabilidad del propio individuo, pero también un planteamiento del papel que tendrán el Estado y la sociedad civil.

Los enemigos de nuestra civilización se alimentan de la falta de soluciones, de la corrupción, de la desconfianza en las instituciones y en sus dirigentes. Una sociedad que no tiene claro que armonizar intereses es fundamental para vivir en paz y armonía. La-ley-de-la-selva. Un tema muy de fondo, para pensar. Gobernantes y dirigentes de partidos políticos, mayoritariamente, instalados en el cortoplacismo. ¿Quién piensa en el mañana? Un mercado mundial sin jurisdicción mundial es injusto. Economía global, sin Derecho global, sin Gobierno global: es un engañabobos. España, hoy, es un Estado no una Patria, y no es lo mismo. Cada vez nos unen menos cosas. Hoy solo nos une -y no siempre- la selección nacional de fútbol. La situación actual conduce a un deterioro de la identidad que, una vez que se pierde, se convierte en actitudes sentimentales y fanáticas. El fanatismo no es bueno, porque es irracional. La política es algo tan sencillo como ayudarse -mutuamente- a vivir bien. Urge entusiasmar a un mundo cansado.


sábado, 13 de junio de 2020

El valor de las canas.

Publicado en "Diario de León" el sábado 13 de junio del 2020: https://www.diariodeleon.es/articulo/tribunas/valor-canas/202006131227002021684.html



Hoy cada uno tiende a ir por la vida como si antes nadie hubiese ni dicho ni hecho nada. Este problema está lastrado por otro prejuicio: la idea de que la historia asciende progresivamente; el pasado es inferior y por tanto carece de interés. Es el mito del progreso. La humanidad va de menos a más de modo ininterrumpido. Este mito está en quiebra declarada desde principios del siglo XX. Mi “hijito”: la humanidad no ha perdido el tiempo antes de nacer tú y yo. Aclaro: mis amigos mexicanos dicen “mi hijito” cuando quieren llamar tu atención sobre un asunto obvio, con delicadeza, como suelen ser ellos. Aquí, que somos más bruscos, diríamos algo así como “¡que-no-te-enteras!” … Por tanto, lo inteligente es adoptar una actitud constructiva con nuestro pasado. El pasado deja caminos sin explorar, guarda profetas desatendidos, recuerda verdades viejas y permanentes. Tradición, la sabiduría acumulada de los siglos pasados, la experiencia de otros hombres. Lección de otros tiempos que ilustra, enseña y señala el camino.


Las inquietudes y los más profundos intereses del hombre de hoy son los de todos los tiempos. La vieja fórmula “eadem sed aliter”; lo mismo, pero de otra manera. Algunas de nuestras modas contemporáneas son muy artificiales. Son expresión de un talante, ya que no de un modo de pensar. Un lenguaje confuso sólo suele expresar una mente confusa. La oscuridad del lenguaje no da profundidad al pensamiento; más bien pone de manifiesto la pobreza de un pensamiento que recurre a la oscuridad para disimular su superficialidad. Lo que está claro no necesita interpretación de ninguna especie.

La existencia humana tiene reglas; si no se observan, el resultado puede ser su pérdida, o al menos la incapacidad para lograr que sea libre y feliz. Si se ignora que un cable de alta tensión es muchas veces mortal, puede tocarse. Si se desconoce que una mezcla química es venenosa, puede beberse. La persona en cuestión será probablemente sincera y no tendrá culpa de su ignorancia; pero ese desconocimiento no la aísla contra la electricidad, y la sinceridad no es antídoto al veneno. Como algunas personas desconocen estas leyes, la ignorancia es la causa de que muchas veces las violen. Pero las reglas siguen en vigor; y se pagan las consecuencias de habérselas saltado.

El pasado ya no está en nuestra mano, aunque en su día lo estuvo; el presente, en cuanto presente, tampoco nos permite hacer simultáneamente dos cosas contradictorias, o hacer una y al mismo tiempo no hacerla. De ahí que la única salida que posee la providencia humana sea el prevenirnos y prepararnos con anticipación para lo porvenir. El hombre sólo tiene en su mano el porvenir, las contingencias, y únicamente puede prevenirlas mirando hacia adelante, porque nada es contingente para el hombre más que lo futuro. Dos dimensiones del tiempo -lo pasado, lo presente- que están ya excluidas de las posibilidades del hombre. Lo que ha sido, ha sido; lo que es, es. ¿Qué le queda entonces por hacer a nuestro vivir? Anticiparse, hacerse dueño de lo que todavía no es, antes de que cristalice en forma definitiva.

Dejarse enseñar por los demás, particularmente por los ancianos de verdadera senectud, más encanecidos por la experiencia que por los años, y a quienes ésta les indica el rumbo que suelen tomar las cosas. A estar bien dispuesto para recibir estas lecciones, sin desoírlas por pereza o despreciarlas por soberbia, se llama docilidad. Dicen que cuando un hombre comprende que su padre tenía razón, ya tiene un hijo que piensa que su padre está equivocado… ¡Lástima que las resoluciones más importantes de la nuestra vida -la carrera, el estado- hayan de ser tomadas en la primera edad, todavía con poca ciencia y experiencia! Hoy casi todo se “descarga” de internet. La sabiduría fruto de una vida lograda no se puede “descargar”. Hay que buscarla y encontrarla. Mi “hijito” te voy a dar -gratis- una pista: habitualmente se manifiesta en forma de canas.

domingo, 24 de mayo de 2020

miércoles, 6 de mayo de 2020

Hoy en "La 8 Bierzo".


Hoy, a partir de las 21'30 horas, estaré con Maria De Miguel en su programa de televisión Magazine para hablar de mi historia como enfermo de coronavirus.

domingo, 26 de abril de 2020

Gracias al coronavirus.


Si, tal cual: gracias al coronavirus. Porque padecer y superar la enfermedad está siendo una experiencia positiva para mi vida. Los días, las noches, durante semanas, son especialmente largos postrado en la cama de un hospital, dan para mucho. He sido testigo de historias de humanidad. De trabajo en equipo, de momentos de estrés, de tensión, del personal sanitario, de cómo se movilizan ante una urgencia, de cómo sufren la muerte de un paciente, de cómo se apoyan… He oído cómo morían otros enfermos de habitaciones próximas, y también de compañeros de habitación. La pregunta, inevitable, es “¿por qué él y no yo?” Aquí está una de las claves. Tengo un buen amigo al que le gusta recordar que, para un cristiano, la alegría tiene las raíces en forma de cruz. Esto, para un cristiano, es obvio. Pero, después de lo vivido, pienso, que, para cualquier persona, independientemente de sus creencias religiosas, también. Descubrir que, en el dolor, el sufrimiento, el absurdo de estos días está el germen de una vida mejor, estoy convencido, depende la recuperación de cada uno.

Un episodio me ha marcado especialmente. Aproximadamente a la mitad de mi tratamiento, cuando ya había superado la etapa más crítica, llegó a la habitación un nuevo compañero. Un anciano, Rufino, así se llamaba, de unos noventa años, me dijeron las enfermeras. De cabello blanco, ojos claros, respiraba lentamente y con dificultad. Estaba agonizando. Estuvimos juntos un día y medio. Durante ese tiempo intenté estar a la altura, acompañando a un hombre que iba a entregar su vida, postrado en la cama de un hospital, solo, junto a un desconocido. Hasta el último momento mantuvo sus ojos abiertos. No sé si tenía esposa o hijos, pero, yo quería estar a la altura en el sentido de acompañarle con la dignidad, con el respeto, que requería el momento, como hubiera querido él, su familia. Me ha marcado profundamente.

Mi familia. Cuánto he sufrido pensando en su sufrimiento por saber que estaba gravemente enfermo y solo en la habitación de un hospital. Incertidumbre, miedo, impotencia. A veces -muchas veces- no poder estar con ellos, no poder abrazarles, se me hacía insoportable…También he pensado en el dolor de tantas otras familias que no han podido acompañar a sus seres queridos en el momento de su muerte o el día de su entierro, como, por ejemplo, la familia de Rufino, mi compañero de habitación. La familia, el amor de una familia, es una realidad cotidiana que quizá por ello, para muchos de nosotros, y en muchas circunstancias, ha pasado -tantas veces- injustamente inadvertida y no suficientemente valorada, cuidada. Otra de las cosas buenas de este proceso es que nos está ayudando a rescatar el valor, la grandeza de la familia: volver a la familia.

Lo que nos espera el día después es algo parecido a una posguerra. Un proceso de reconstrucción económica, pero, sobre todo, personal, humana; en el sentido de que va a poner a prueba la actitud, el fondo de cada uno de nosotros. Lo que para muchos serán amenazas para algunos serán auténticas oportunidades. Ya lo están siendo. Conozco universitarios que llevan años intentando terminar su carrera, pero, por sus circunstancias, por sus obligaciones familiares, porque estudian y trabajan, no han tenido el tiempo. Ahora, confinados, están dedicando doce horas al día a preparar las asignaturas pendientes. Y también conozco a otros, que, en una situación similar, únicamente preguntan sobre si se dará un aprobado general a los matriculados, como dicen que van a hacer en Italia.

La lucha contra el coronavirus tiene un componente político que, para nada, es ahora lo más importante pero que conviene apuntar de cara a analizarlo en el futuro. Este virus no se ha propagado por casualidad; estamos ante un caso claro de guerra bacteriológica. Las causas y sus responsables, estoy convencido, no se conocerán hasta pasados muchos años, como el asesinato de Kennedy, los atentados de las Torres Gemelas y otros hechos históricos, todavía, sin resolver.

¿Qué valoraré, cuando todo esto acabe y volvamos a la normalidad? Comulgar. Ir andando desde los juzgados hasta la facultad de Derecho, uno de los paseos más hermosos de los que uno puede disfrutar en nuestro querido León. Y tomar -en compañía de amigos- un café servido con la profesionalidad y simpatía de Raúl, el camarero de mi cafetería favorita.

viernes, 14 de febrero de 2020

Llevarse el módem.


Jóvenes (niños…) y redes sociales. Un tema recurrente, de actualidad, de impacto en la educación de nuestros hijos. Hace unas semanas desayunábamos con la noticia de unos padres de Australia que, ante la negativa de sus hijos a acompañarlos en unos días de vacaciones, tomaron la extravagante decisión de llevarse el módem para intentar que así ellos también descansaran, “desconectaran” … Y, días después, con las declaraciones de una experta policía en asuntos de ciberseguridad que ha afirmado que “si los padres vieran lo que yo veo todos los días, no darían móviles a sus hijos”. Cuando comenzó a extenderse el uso de las redes sociales entre los jóvenes, asistí a una conferencia donde nos preguntaban a los padres con hijos adolescentes sobre cuál era la hora en la que nosotros pensábamos que internet estaba en su máximo pico de consumo. Unos dijeron que la una de la tarde, en plena actividad empresarial; o quizá sobre las diez de la noche cuando muchas personas, al final del día, revisan sus mensajes, sus redes, etc. No, nos decía el conferenciante: la red está colapsada, de lunes a viernes, sobre las dos de la madrugada… No me lo podía creer. ¡Pero si a esa hora se supone que la mayoría de la gente, y más en invierno, estamos durmiendo…! Pues-parece-que-no. Y quizá por ello, el conferenciante, previendo nuestra posible incredulidad, nos proyectó información detallada de consumos, facilitada por las compañías de telecomunicaciones. 

Las dos de la madrugada… Ahora me explico muchas cosas. Por qué a algunos adolescentes les cuesta tanto madrugar, por qué comentan los profesores que es cada vez más común que muchos jóvenes se queden dormidos en clase… Claro, cómo no, si están hasta las tantas y una conectados a internet bien sea en las redes sociales o viendo lo que vean, cómo van a estar suficientemente descansados para enfrentar un nuevo día. Definitivamente somos padres, formados en el siglo pasado, quienes tenemos la responsabilidad de educar a nuestros hijos, que son de otro siglo. Nuestros hijos son “nativos digitales”. ¿Qué quiere decir esto? No entienden la vida de otra manera. Es su manera de aprender, de relacionarse. Ellos no han nacido con el concepto de “filtro”. Tu preguntabas, te recomendaban un buen libro, o te informaban mediante una conversación. Ellos no, ellos encuentran respuestas a todas sus preguntas en internet. Además, buscan su identidad real en las redes sociales donde las identidades pueden ser falsas y, para ellos, sin embargo, son “los” modelos. Sus relaciones sociales son, en muchos casos, virtuales no personales. Hablan, se enamoran, se pelean, se reconcilian… Ventajas para ellos: nadie me da la “chapa”, es mi zona de confort, mi entorno seguro. No tengo que aguantar las preguntas de mis padres: “¿por qué me preguntas?” “¿para qué me preguntas?”.

¿Qué hacer? Según los expertos, los temas claves para promover el uso seguro y responsable de internet entre los menores son: privacidad, virus y fraudes y las consecuencias de un uso excesivo. Concretando y dependiendo de la edad. Con los más pequeños: acompañar, prestar atención a lo que hace mientras está conectado; supervisar, acompañarle durante la búsqueda y su aprendizaje, elegir contenidos apropiados a su edad. Con los más mayores: dialogar sobre el uso de internet y el comportamiento seguro y responsable. Crear un clima de confianza y respeto mutuo. Que se sienta cómodo solicitando tu ayuda. Dialoga, interésate por lo que hace en línea, conoce su actividad en redes sociales. Enséñale a pensar sobre lo que encuentra en línea. Y, muy importante: sé el mejor ejemplo. Busca la desconexión, fomenta la comunicación familiar. El lado bueno de este tipo de situaciones es que empezamos a tomar conciencia del efecto invasor de internet en nuestras vidas. Lo que es un medio maravilloso y potente de información, diversión, comunicación, educación y aprendizaje va camino de transformarse en un monstruo tentacular que invade sin ningún tipo de reparo tertulias, relaciones y reuniones. Conviene tener momentos de desconexión real, total. Como, por ejemplo, en las comidas familiares, que tienen una gran importancia: ahí es donde se transmiten las buenas prácticas, los valores, la cultura. Que-no-cunda-el-pánico. Afortunadamente, en éste, como en tantos otros asuntos, hay buenas experiencias documentadas. Pero si en nuestro caso no resultaran, siempre quedará llevarse-el-módem…

martes, 7 de enero de 2020

Expatriarse.


Publicado en "Diario de León" el domingo 5 de enero del 2020: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/expatriarse/202001051103161973794.html

Casi todo el mundo afirma que irse a otro país es una oportunidad que no hay que desaprovechar, pero, a la hora de la verdad, pocos están dispuestos a dar un paso al frente. Que si una nueva vida, mayores responsabilidades, más “calidad de vida” (en muchos casos sólo quiere decir más dinero). La familia no siempre es fácilmente trasplantable y hay que conocer, antes, los riesgos. De recordarte las ventajas siempre se encarga alguien; de los riesgos no tanto. Un cambio de país no es la divertida aventura de meter muebles en un contenedor y niños en un avión y, al día siguiente, como si no hubiera pasado nada. Son demasiadas cosas las que cambian, a veces el idioma, la cultura, los amigos, el entorno, el colegio, la familia… Ponerse-en-el-lugar-de-los-otros. Por ejemplo, de los hijos. Llegar a un colegio en otro país suele ser terrible. Y al regresar el problema es el contrario. En definitiva, aprender a adaptarse.

Y qué decir de cuando el cónyuge, no pocas veces, va algo forzado porque ha tenido que dejar su propio trabajo. Eso dificulta la integración, ya de por sí compleja. ¿Y si él o ella no quiere moverse? ¿Adiós oportunidad o quizá la solución sea vivir cada uno en un sitio?: malo, malo… Incluso pueden emerger problemas de pareja latentes y venirse todo abajo. La decisión de un traslado ha de tomarse conjuntamente por los cónyuges, de forma muy meditada. Un asunto todavía sin resolver: el asunto de las carreras duales. Ya sabes, aquello de sorber y soplar al mismo tiempo. El viejo esquema de directivo con esposa dispuesta a seguirle a donde sea es, desde hace años, parte del pasado. Lo normal es que ella también trabaje, muchas veces, cada vez más, con un buen trabajo, igual o mejor que el de él. No siempre es ella la que deja el trabajo. Es un asunto de pareja y como tal debe resolverse: uno de los dos debe renunciar a su carrera o modificarla. No siempre se tienen todas las soluciones a todos los problemas.

La movilidad es un plus en la carrera profesional y una prueba que mide la solidez de la familia. No siempre es fácil. A un amigo la maravillosa promoción de su carrera profesional le costó el divorcio. Su empresa le propuso irse a México como director general de una empresa del grupo. Su mujer tuvo que dejar el trabajo. No fue fácil acostumbrarse al nuevo entorno. Los problemas conyugales se multiplicaron hasta el punto de que ella decidió volverse a España con su hijo. Él regresó cinco años después y su hijo prácticamente le había olvidado. Con el tiempo consiguió reconstruir los lazos, con su hijo… Tres años después le ofrecieron otro puesto en el exterior y, aunque era más cerca, Londres, no aceptó. En detrimento de su carrera no quiso volver a poner en peligro su familia.

La integración es fácil para el profesional porque mucho de ésta se produce a través de su trabajo, pero el otro y los hijos lo pueden pasar muy mal al verse en la obligación de crear nuevas relaciones sociales partiendo de cero, con barreras idiomáticas y culturales. Si del traslado derivan problemas conyugales es porque ya existían previamente. Si hay una buena relación de pareja la unidad se refuerza, al existir un objetivo común que hay que enfrentar. En cualquier caso, la clave del éxito pasa por estar cerca de la familia, sobre todo en el periodo inicial. Que se imbuyan rápidamente de la cultura local, que hagan amigos nativos y viajen para aprender las costumbres. Que sean positivos y aprovechen la oportunidad de disfrutar de las cosas buenas de ese país, ya que el choque cultural puede hacer que sólo se fijen en lo negativo. Que aprecien en lo que vale la educación internacional que recibirán los hijos y los conocimientos de otras lenguas y formas de ser. En muchos casos, viviendo una experiencia de expatriación, la familia se vuelve como una piña, las nuevas experiencias se viven en común. Se aprende mucho.

sábado, 14 de diciembre de 2019

Fidelidad y felicidad.

Publicado en "Diario de León" el viernes 13 de diciembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/fidelidad-y-felicidad/201912131021101967339.html

Todos queremos ser felices. Ahora bien: la existencia humana tiene reglas y, si no se observan, el resultado puede ser la pérdida de la felicidad o la incapacidad para ser feliz. Como algunas personas desconocen estas leyes, la ignorancia es la causa de que muchas veces no las consideren. Pero las reglas siguen en vigor; y, más temprano que tarde, se pagan las consecuencias de habérselas saltado. En muchos casos, la ignorancia puede resultar muy gravosa. Así ocurre, por ejemplo, con la fidelidad en el matrimonio.

El matrimonio parece estar en declive. Sin embargo, uno encuentra muchas excepciones: tantos matrimonios felices que son, a la vez, hogares dichosos. Hay que aprender a amar. Esa lección requiere tiempo, y puede resultar incluso más dura cuando uno progresa. Pero si se persevera, se aprende. A fin de cuentas, es así como enfocamos otros aspectos importantes de la vida: un negocio o una profesión, por ejemplo. Para salir adelante como médico o abogado, es preciso estudiar durante años en una universidad o en una escuela especializada y, después de sacar un título, hay que seguir formándose. Incluso entonces, tras años de constante esfuerzo, tal vez no se logra el éxito profesional esperado.

Aunque el matrimonio puede hacer felices a las personas, no lo consigue sin esfuerzo. La felicidad no se gana fácilmente; exige lucha. La felicidad fácil habitualmente no es duradera. Por tanto, un matrimonio feliz sin esfuerzo es una quimera. Un marido o una mujer no son bienes que se adquieren, como se puede adquirir un coche. Te buscas un modelo que te guste, fácil de usar, y que requiera el mínimo esfuerzo para su mantenimiento; luego lo cambias en cuanto se hace un poco viejo o las piezas comienzan a fallar…

La felicidad en el matrimonio exige esfuerzo. La felicidad no es posible -ni dentro del matrimonio, ni fuera de él- para quien está empeñado en recibir más de lo que da. El amor conyugal no fallece a causa de las riñas entre marido y mujer, sino por no saber repararlas. Lo que mata el amor es la incapacidad de perdonar y de pedir perdón. Las disputas que se reparan -aunque sean grandes- no destruyen el amor: pueden incluso cimentarlo. Las que no se solucionan -aunque sean pequeñas- poco a poco van envenenando la vida matrimonial y pueden llegar a hacerla intolerable. Y la persona no aprenderá a amar si no vence su egoísmo. Esto exige esfuerzo y lucha constantes, con los altibajos correspondientes.

La persona que se empeñe en exigir una perfecta felicidad en el matrimonio necesariamente quedará defraudada. Los matrimonios no duran porque los cónyuges se complementen perfectamente, porque nunca disienten, porque jamás hayan tenido dificultad de entenderse: no. Los matrimonios duran porque marido y mujer se empeñan en ello, porque aprenden a entenderse. Es fácil sentirse enamorado; permanecer en el amor es mucho más difícil. El amor auténtico debe amar a la otra persona con sus defectos: querer a esa persona tal como realmente es. Y esto no es fácil. El amor que esté dispuesto tan solo a amar a una persona inexistente no es tal. A veces nos resulta difícil descubrir los puntos buenos de los demás. Muchas veces, incluso, parece que tenemos mayor facilidad para ver los defectos que para apreciar sus virtudes. Aprender a convivir. Esforzarse. El marido o la mujer que reaccione así ya está mejorando como persona. El matrimonio es una unión de dos personas corrientes, llenas por tanto de defectos.

Pero la fidelidad en el matrimonio no sirve tan sólo para proteger el amor de los esposos; está encaminada también -y de modo singular- a proteger el amor para los hijos: a impedir que el ambiente de amor que les hace falta para su desarrollo y felicidad se vea hecho añicos por la debilidad de uno o de ambos esposos, por egoísmo o sencillamente por irreflexión. Que los hijos tienen derecho a la fidelidad de sus padres es una verdad que conviene recordar, con frecuencia.

domingo, 24 de noviembre de 2019

Asociación Albedaya: muchas gracias.

Muchas gracias a quienes me habéis acompañado, el viernes, en mi conferencia sobre la importancia de conciliar trabajo y familia: la-grandeza-de-ser-padres... Y a la asociación Albedaya, de Murcia, por la invitación.


jueves, 21 de noviembre de 2019

jueves, 15 de agosto de 2019

Aprender a convivir.



“Éxito” y “fracaso” dos palabras que pueden entenderse de un modo defectuoso si se observan desde una actitud superficial. De hecho, muchas veces, ante una cuestión cualquiera que se nos proponga, nuestra pregunta no es si aquello que se nos propone es una meta nueva para nosotros, o si es verdadera, o si la meta es bella, o el camino es noble, si tiene relación con una futura plenitud en nuestra vida, sino que nos preguntamos: ¿eso-es-difícil? Porque parece que, de antemano, renunciamos a enfrentarnos con la dificultad. Por eso sería interesante que cada uno viese desde qué ánimo se relaciona con la dificultad. Si la dificultad le agobia, si le entristece o si le irrita. El ganador de cualquier carrera deportiva por lo general es una persona que se ha esforzado mucho. Se ha vencido una y otra vez; especialmente si desea mantenerse como un ganador. Ha hecho sacrificios y se ha evaluado de manera honrada y muchas veces dolorosa. El realizar una cosa por-amor-a-la-misma es considerado hoy día, en muchísimos casos, como una tontería.

Sería interesante que cada uno fuese viendo qué impresión le produce que se diga de una cosa que es difícil; si es una impresión desagradable, de agobio, de preocupación, de cansancio inicial… Porque, al estar viviendo tiempos de escasa esperanza, no tendría nada de particular que tuviésemos un cansancio tan íntimo que las cosas difíciles fuesen, sin más, realidades a las que renunciamos, como si hubiésemos adquirido el hábito de abandonar las metas arduas. En algunos ámbitos de la sociedad en la que nos movemos, parece como si no hubiera espacio para las equivocaciones, y si uno comete un error termina siendo devorado cruelmente por un sistema inhumano basado en la competición. También hay personas que no se perdonan a sí mismas no haber alcanzado las metas que se proponían, y se culpabilizan provocando a veces disturbios psicológicos graves. A principios del siglo XIX, Federico Mohs estableció la famosa escala de durezas. A medida que se avanza por ella, desde el talco hasta el diamante, los cuerpos se van ennobleciendo, porque la dureza es una propiedad positiva de la materia.

Tenemos que ir advirtiendo que la palabra “difícil” no tiene por qué ser una palabra que nos excluya. Tenemos que situarnos ante la verdad de las cosas con una mirada un poco nueva.  Una vida con aprensiones de derrota puede ser convertida en una vida con proyectos de nuevas victorias. Una vida de cansancio puede ser reanimada con un nuevo vigor. La clave: que la gente quiera: seres “motivados”. Estar motivado facilita el camino hacia la felicidad.  Lo grande y lo pequeño. La vulgaridad consiste quizá en apartarnos de estas dos cosas, quedarnos ciegos para la grandeza y ciegos para las cosas maravillosamente pequeñas del vivir cotidiano. Nuestra-sociedad-cansada necesita que muchos transmitan esa alegría de vivir. Una apasionada defensa de la libertad. El respeto a la libertad de los demás no es nunca indiferencia, sino consecuencia del amor que sabe valorar a cada hombre en su concreta realidad. Sin libertad no podemos amar. Amor a la libertad, libertad para amar.

Un amigo es alguien a quien conoces bien y a quien, a pesar de eso, sigues queriendo. En esto de juzgar al otro antes de conocerlo, cuanto menos se sabe de él más libertad hay para errar. Miedo como una de las causas del aislamiento del hombre. Es el miedo el que hace que vayamos volando puentes y estableciendo distancias. Ha habido que aprender la tesis del antagonista; más que aprender ha habido que aprehenderla, pero no para asumirla, sino para comprenderla y oponerle razones. Que lo entienda no quiere decir que lo asuma. Hay fanáticos que pueden amargar la convivencia, observando con desprecio a los que no comparten sus puntos de vista, como si no tuvieran el derecho de existir. Aprender a convivir. Las palabras, a veces, matan más que los estoques. Los gestos amables cuestan poco y rinden mucho. Las buenas maneras son manifestaciones externas de respeto hacia la humanidad de los demás. 

lunes, 22 de julio de 2019

Candiles y oscuridades.

Publicado en "Diario de León" el domingo 21 de julio del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/candiles-oscuridades_1350355.html

Algunas veces parece que las escaleras que conducen a nuestro propio hogar son un lugar de increíble transformación: los rostros alegres se ponen serios, las caras animadas se vuelven monótonas. Cuántas veces ocurre que hay personas ocurrentes, simpáticas, amables con los amigos, y que al llegar a casa son unas personas serias, calladas, que no dicen nada. Están dedicando lo mejor de sí mismos a la gente, a la que, por supuesto, también hay que dedicar lo mejor de uno mismo, pero no con descuido de aquella gente, más entrañable, que es nuestra familia. Como dicen en mi querido México: candil de la calle, oscuridad de la casa.

Qué pena que un hombre desligase estas dos cosas: un horizonte cada vez más universal y una actividad cada vez más íntima referida a la familia. Qué pena que quien parece inquieto por los grandes problemas universales esté, al mismo tiempo, descuidando los problemas de ese pequeño espacio, sagrado, que cobija su hogar. En lugar de quejarnos constante e inútilmente sobre nuestra sociedad en general, deberíamos, más bien, preguntarnos qué estamos haciendo nosotros por mejorarla. Casi siempre que hablamos de ética nos referimos a asuntos actuales de carácter político o económico, o a la ética -que suele ser la falta de ética- de los otros. Rara vez a nuestras actividades cotidianas. Puede que en el conjunto humano de las cosas de la vida seamos una pieza de escasa importancia, pero en el conjunto de nuestra propia familia cada uno de nosotros es decisivo, una pieza importante. Uno no puede coger su propia vida y considerarla desligada de toda una serie de maravillosos vínculos que nos ayudan, nos cobijan y que nos sirven también para ejercitar nuestra capacidad de ayuda, de solicitud para con los demás. En nuestro hogar es necesaria nuestra puntualidad, llegar a tiempo, tener tiempo de vernos, tener ganas de escucharnos. ¡Tener tiempo! Llegar en punto a casa, no por una especie de sentido más o menos teórico del deber, sino por cariño, para poder hablar, para poder charlar, para la comprensión; dejar hablar, saber escuchar, tener paciencia. 

Una vida agitada no es más que la parodia de una vida intensa. Dejamos de hacer cosas que impactan en la vida de los demás. A veces no se tiene conciencia: falta formación. El hombre es libre, pero no independiente. La limitación y la dependencia son connaturales al hombre, por el mero hecho de serlo. La preocupación desordenada por uno mismo es la que nos lleva a tender los obstáculos que nos apartan de una convivencia sencilla con los demás. Tiempo, contacto personal, comunicación, paciencia… Desacelerarse. Nuestra auténtica calidad de vida (¿qué es para ti?) depende de que nos esforcemos por vivir serenamente, todos-los-días. Hay quienes centran su vida en el fin de semana, y procuran soportar las fatigas del trabajo con el consuelo de que pronto llegará el merecido descanso. Así, se condenan a una semana de cinco días de sufrimiento y dos días de alegría pasajera, pues inmediatamente se les presenta en el horizonte la monotonía grisácea del lunes siguiente. 

No tengo tiempo, no es fácil… Perdonar es difícil, comprender es difícil, aprender es difícil, vivir con orden es difícil, sin duda; pero todas estas palabras deberían levantar dentro de nosotros la ilusión, porque son metas que nos esperan. La grandeza de ánimo frente a las cosas difíciles. No tenemos que pensar que lo difícil hace al hombre desgraciado, y que, en cambio la felicidad del hombre sea lo cómodo, lo llano, lo que no cuesta esfuerzo. Nuestra propia existencia personal nos indica lo contrario. Nosotros hemos pasado los momentos más dichosos de la vida, por lo menos de un modo general, después de haber vencido metas difíciles. Quien tiene un para qué siempre suele encontrar un cómo. Y no olvidemos que no-actuar-es-otra-forma-de-actuar.

sábado, 29 de junio de 2019

Huérfanos de padres vivos.

Publicado en "Diario de León" el miércoles 26 de junio del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/huerfanos-padres-vivos_1345192.html

Aprovechar el tiempo es clave. A veces, nuestros sueños, nuestras ilusiones, se quedan sólo en proyectos. Esperamos que se cumplan, pero no nos esforzamos lo suficiente para hacerlos realidad. Como si el simple paso del tiempo nos los fuera a regalar. La vida no funciona así. El tiempo es el recurso más valioso y escaso con el que contamos. Y, en ocasiones, nos comportamos como si ignoráramos esta verdad fundamental. Aprovechar el tiempo es básico. Y se puede aprender, hay experiencia documentada -buenas prácticas- y técnicas probadas. Lograr que nuestros sueños dejen de ser proyectos y se transformen en realidades, pasa por administrar nuestro tiempo con inteligencia y con intensidad. Como dicen los economistas el tiempo es un bien escaso. Quizá el más escaso de todos, y desde luego de los pocos que no se pueden comprar. El tiempo es breve. El manejo efectivo del tiempo es un factor clave para que una persona viva una vida digna de tal nombre. Una óptima gestión del tiempo aumenta la capacidad de hacer más cosas, y mejor. Y, muy importante, disminuye tensiones innecesarias en la vorágine actual. Suele ocurrir que, en el dinamismo de nuestras vidas, tengamos una lista interminable de tareas y no sepamos por dónde empezar. Interesarse por el buen uso del tiempo no es sólo una moda sino una necesidad.

Durante los últimos meses, casi todos los periódicos han publicado en sus suplementos de fin de semana algún artículo o reportaje sobre el aumento de las enfermedades psiquiátricas por exceso de trabajo. Ya no son enfermedades como úlceras, gastritis o cefaleas, sino serios trastornos psicosomáticos como las depresiones. Las causas de este tipo de enfermedades, en muchos casos, se encuentran en la enorme presión social y laboral que se ejerce en los colaboradores de muchas organizaciones. La presión por cumplir los objetivos, por ganar una compensación extraordinaria, la ambición legítima por un ascenso que supondrá un mayor sueldo y reconocimiento social, pretensiones muy legítimas, pueden desequilibrar nuestra vida.

Lo mejor es luchar por mantener un equilibrio entre familia y trabajo. Trabajar en horarios adecuados, intentar llegar a casa a una hora razonable para estar con nuestro cónyuge e hijos, comer con ellos algún día entre semana, aunque suponga para nosotros un esfuerzo por el desplazamiento de ida y vuelta, etc. son algunas buenas prácticas recomendadas por personas con experiencia. Si somos capaces de armonizar un intenso trabajo profesional y una dedicación real a nuestra familia lograremos vivir-una-vida-digna-de-este-nombre y, sin duda, habremos ganado la batalla a depresiones, estrés, afecciones cardiovasculares y otras enfermedades desgraciadamente en aumento.

El tiempo es el recurso más escaso con el que contamos; de tal manera que cómo lo aprovechamos marca la diferencia. Hay quienes piensan que aquellas personas que trabajan muchas horas son los-verdaderos-líderes-de-la-vida... Sin embargo, a veces, resulta chocante observar, por un lado, el éxito de un líder para administrar una empresa y, por otro, su incapacidad para solucionar problemas familiares. En otras palabras, un auténtico líder debiera ejercer con éxito su influencia en todos los ámbitos de su vida; de lo contrario, el desequilibrio en alguno de ellos, irremediablemente, afectará a los otros. Un pensamiento común de la humanidad sobre la familia y la sociedad puede encontrarse ya formulado en la “Antígona” de Sófocles: “Quien es bueno en la familia es también buen ciudadano”. Los mil pequeños asuntos cotidianos son la vida de cada día, es decir, la vida misma, que transcurre habitualmente a través de detalles mínimos que pueden parecer insignificantes, pero que van configurando el carácter, las actitudes y el modo de ser de los hijos. Y el tiempo para educar y compartir con los hijos es un tiempo que sólo cuando ya ha pasado se echa en falta… Hoy-es-siempre-todavía.

lunes, 24 de junio de 2019

Fabular.

Publicado en "Diario de León" el lunes 24 de junio del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/fabular_1344735.html

La doctrina de la soberanía del pueblo, de la bondad natural del hombre, de la división de poderes son hoy en la vida política y social de Occidente dogmas intocables, además de algunos otros. ¿A qué se reduce la democracia, la forma de gobierno presuntamente mejor y éticamente obligada? La democracia pretende asegurar la libertad de todos los ciudadanos con el argumento de que, al ser soberanos y decidir mediante el voto, tan sólo se obedecen a sí mismos. Pero vamos, poco a poco, siendo gobernados cada vez más por decisiones indiferentes a nuestros más importantes intereses. Lo que actualmente se denomina democracia es un sistema en el que unas oligarquías aspirantes recurren, cada cuatro años, a una votación para que, entre manipulaciones varias, se resuelva quién va a detentar el poder. El desgobierno de la sociedad acontece cuando la ley no es una ordenación de la razón, sino producto de la voluntad.

La investigación sobre los niveles de calidad democrática de un país exige múltiples enfoques, que pueden abarcar desde el control del proceso electoral hasta la discusión sobre el grado de desarrollo económico y atribución de condiciones dignas de vida a los ciudadanos. No valdrá proponer una tras otras nuevas fórmulas montadas en el aire. No será bueno, ni conducirá a nada firme, contraponer palabras a palabras, pelear por etiquetas, concentrar nuestras fuerzas en la discusión sutil de matices o bizantinos adjetivos. Tengo intolerancia a la verdura hervida y a la gente que me hace perder el tiempo. El futuro no existe. Sólo el presente más inmediato tiene el peso específico de lo real. Me gusta la filosofía porque me ayuda a comprender mejor la realidad; en la filosofía siempre hay un propósito de desvelamiento de la causa última.

Cabe entender la limitación de mandatos como un intento de dar respuesta a la sensación de que el representante se ha convertido en un verdadero profesional de la política que, como dijera Max Weber, ha pasado de vivir para la política a vivir de la política. Son perceptibles déficits de cualificación en determinados cargos públicos, tanto de orden político como de dirección administrativa. La pérdida de la referencia del mérito y capacidad para el ejercicio, en general, de todos los cargos públicos. Sin embargo, es necesario encontrar un equilibrio entre el rechazo a la profesionalización de la política y el riesgo de caer en el puro “amateurismo”. Determinar qué sea la calidad democrática en un sistema constitucional y con qué criterios medirla. La idea de buen gobierno, analizando referencias ideales y reales que se expresan a través de procedimientos, contenidos y resultados. Me temo, sin embargo, que sean demasiados los políticos que pasan por alto estas nociones primarias, y que quieren hacer pensamiento como quien escribe un wasap… No son auténticos: se niegan a sí mismos para entregarse a-la-gente. Viven de criterios ajenos, carecen de sustancia afirmativa propia. Su mente es vehicular, traslaticia e indeterminada.

A Camilo José Cela le preguntaron en una entrevista si mentía alguna vez y contestó rotundamente: “¡Jamás!”. Pero presionado hábilmente por el entrevistador acabó por admitir que, aunque no mentía, lo que sí hacía en ocasiones era fabular. Y “fabular”, según el diccionario de la Real Academia Española, es disimular una verdad mediante una ficción artificiosa, es decir, algo muy parecido a mentir. Desconfío de quienes dicen yo-siempre-digo-lo-que-pienso, porque esos suelen ser los más mentirosos de todos. Si fuéramos por ahí diciendo lo que pensamos la vida sería insoportable y, concretamente, las relaciones en la familia y en el trabajo, un infierno. También en los partidos políticos… A mí me parece muy bien decir lo que pensamos cuando esto es agradable o persigue un resultado; de lo contrario, es preferible callarse o recurrir a “fabular”.

sábado, 15 de junio de 2019

jueves, 14 de febrero de 2019

Nostalgia de lo humano.

Las componendas democráticas, la desorientación intelectual y política son hoy, en muchas partes, los verdaderos enemigos de la libertad. El político no sólo necesita principios generales e intemporales, sino también una visión extraordinariamente aguda de los problemas de su época. Me doy cuenta de que esa confusión entre la realidad deformada y la realidad real es frecuente en los últimos tiempos. Las preguntas son muy fáciles. Lo difícil son las respuestas. 

El hombre se ha ido acostumbrando a mirar el bien o el mal de las cosas desde un punto de vista exclusivamente amoral y técnico. Y esta es también la situación de la política. Pero el hombre empieza a sentir la nostalgia de lo humano. Es la ley de su naturaleza, esencialmente moral, que no encuentra un lugar adecuado en una civilización cada vez más mecanizada y que se devora incesantemente a sí misma. Los prodigios de la tecnología son cada vez mayores, y mayor es aún la prodigiosa indiferencia con el que el hombre actual recibe las noticias de los nuevos descubrimientos. Las modas filosóficas pueden servir para una brillante tesis doctoral e incluso para vivir, pero casi nunca son verdad. Durante mi vida he visto pasar y desaparecer una decena de “ismos”. La conciencia es como la piel. Al principio, se muestra delicada como la epidermis de un recién nacido. Perfectamente sensible a cualquier estímulo. Pero si se descuida, si se expone, si se desprecia, acaba endurecida, ajada y vieja, como la piel callosa de las manos de un campesino. Incapaz de sentir si tiene una picadura, un corte o una herida incurable.

No es suficiente votar y opinar, cada uno debe hacer lo que mejor pueda para mejorar las cosas.  Superarse a sí mismo. El hombre virtuoso, dueño de sí mismo. Es precisa una formación que tenga esa trascendencia política y social, y la tenga preparando a todos para la intervención en la vida pública. Asumir una parte de responsabilidad en el desarrollo actual de la sociedad: el desinterés por los asuntos públicos; el fraude fiscal, que repercute sobre la vida moral, el equilibrio social y la economía del país; y la crítica estéril de la autoridad y la defensa egoísta de los privilegios, con perjuicio del interés general. La propiedad privada para nadie constituye un derecho incondicional y absoluto. Nadie puede reservarse para uso exclusivo suyo lo que de la propia necesidad le sobra, en tanto que a los demás falta lo necesario.

El liberalismo no es una mera ideología sino el ambiente indispensable para que todas ellas respiren. La política no es en sí misma un sistema de normas inflexibles que no atienden a las circunstancias de la vida humana y de los hombres; pero no es tampoco una pasional y arbitraria veleta, que se muda a todos los vientos, sin estabilidad y sin firmeza. Aspira a ser de esta suerte la conjunción armónica de lo ideal y lo real, el ensamblaje del caballero y el escudero, la síntesis de Don Quijote y Sancho. Le preguntaré su opinión a Eduardo Aguirre, experto en pensar y escribir sobre ellos.

El pasado ya no está en nuestra mano, aunque en su día lo estuvo; el presente, en cuanto presente, tampoco nos permite hacer simultáneamente dos cosas contradictorias, o hacer una y al mismo tiempo no hacerla. De ahí que la única salida que posee la providencia humana sea el prevenirnos y prepararnos con anticipación para lo porvenir. El hombre sólo tiene en su mano el porvenir, las contingencias, y únicamente puede prevenirlas mirando hacia adelante, porque nada es contingente para el hombre más que lo futuro. Dos dimensiones del tiempo -lo pasado, lo presente- que están ya excluidas de las posibilidades del hombre. Lo que ha sido, ha sido; lo que es, es. ¿Qué le queda entonces por hacer a nuestro vivir? Anticiparse, hacerse dueño de lo que todavía es sustancia lábil y movediza, antes de cristalizar en definitiva forma. Para eso la previsión humana; y ella para la prudencia.

Hasta ahora sólo se ha descubierto un remedio, y aun ese no agrada a todos: dejarse enseñar por los demás, particularmente por los ancianos de verdadera senectud, más encanecidos por la experiencia que por los años, y a quienes ésta les indica el rumbo que suelen tomar las cosas. Dicen que a la hora de la muerte viene la lucidez. Quizá es que a la hora de la lucidez viene la muerte. A estar bien dispuesto para recibir estas lecciones, sin desoírlas por pereza o despreciarlas por soberbia, se llama docilidad. ¡Lástima que las resoluciones más importantes de la nuestra vida -la carrera, el estado- hayan de ser tomadas en la primera edad, destituida de ciencia y experiencia! Intentar cambiar -mejorar- el mundo, poco a poco. Lo que no es normal en estos tiempos de compromisos y cobardías. Mejor realidades que esperanzas. Creo sinceramente que el éxito, muchas veces, huye de quien lo persigue. Con el honor se puede ganar mucho dinero, pero con el dinero no se puede comprar el honor. El éxito sin honor es el mayor de los fracasos. Dichosa vanidad, cómo nos complica la vida.

Publicado en "Diario de León" el miércoles 13 de febrero del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/nostalgia-humano_1313591.html


jueves, 3 de enero de 2019

Educar para un tiempo nuevo.

El ideal cultural de una sociedad libre es una condición inevitable para su estabilidad económica social y política. La libertad y la igualdad son conceptos de grueso calibre que, más allá de la encendida o exquisita retórica, no sirven para nada si el hombre no puede aspirar a ellos en igualdad de condiciones con los demás hombres. Sobre todos los sistemas se iza, como una quimera conquistada, la palabra libertad. El mundo es libre, la sociedad es libre, el hombre es libre… ¿Libre de qué? Para alcanzar la plena libertad humana, es preciso dotar al hombre de la única palanca posible para alcanzarla: el dominio de la cultura. Ese dominio que llega cuando, reconstruyendo desde los cimientos mismos de la sociedad, se alcanza una igualdad de oportunidades, sin exclusión alguna.

Las necesidades sociales se suelen concebir de un modo superficial, como producción de bienes y servicios necesarios para el bienestar, y también como capacidad para que unos hombres puedan vivir pacíficamente al lado de otros, sean cualesquiera las creencias o modos de pensar de los vecinos. Productividad y tolerancia pudiéramos decir que son los fines perseguidos por la educación actual. Si no tuviésemos miedo a las palabras, hablaríamos de algo más que de tolerancia, armonía, unión o coincidencia; hablaríamos de amor, dando a esta palabra toda la significación emotiva y toda la significación clásica que tiene, porque el amor es un sentimiento, pero es también una operación activa de la voluntad, es algo que se nos da, pero es algo que hemos de cultivar. Si queremos persuadir, lo conseguiremos mejor a través de sentimientos afectuosos que de discursitos. Cuando el pensamiento se ha pretendido subordinar a la acción, se ha producido una inversión catastrófica en el orden de la vida. En el predominio de la voluntad está la génesis de toda esa febril actividad, esa incontenida ansia de tener, esa vertiginosidad del trabajo, esa precipitación del placer que caracteriza la época presente; de ahí se origina esa adoración y entusiasmo por el éxito, por la fuerza, por la acción; de ahí las luchas por la conquista del poder y del mando. Estrés.

Para ver la gravedad del problema de la formación en la verdad basta con echar una mirada a nuestro alrededor y comprobar que el mundo actual está carcomido por la mentira. Por un lado, las mentiras colectivas, de las que son un buen ejemplo las abundantes ocasiones en que los políticos toman las grandes palabras de justicia, paz, libertad para encubrir con ellas sus ambiciones, no siempre justificables; por otro lado, las mentiras individuales, egoístas, con las que pretendemos descargarnos de responsabilidades o servir nuestros intereses y deseos. Lo tremendo de la mentira es que condena al hombre a vivir en la clandestinidad; el afán del mentiroso es ocultar la realidad al conocimiento de los otros, y ello significa tanto como crearse una valla y un techo que impidan llegar la luz a lo que en realidad existe.

Los padres no pueden considerar cumplidos sus deberes educativos con el envío de sus hijos a-un-buen-colegio. A la institución escolar le compete primordialmente la formación intelectual. Educar, enseñar, transmitir a los niños todo lo mejor que el hombre ha hecho sobre la tierra. Con ritmo creciente a la escuela se atribuye o le confieren obligaciones que antes pertenecían a otras entidades sociales. Ahora la escuela ha tenido que pasar desde la tarea intelectual a la preocupación por las necesidades sociales y aun familiares de sus posibles alumnos. Al maestro se le exigen cometidos cada vez más dispares. Desde su única tarea de enseñar a leer, a escribir, a contar y dar los elementos de las ciencias, o los sistemas científicos según el grado de enseñanza a que se dedicara, ha pasado el maestro a ser el hombre al cual se le pide que prepare a sus alumnos para vivir. Es indeclinable de la familia la que pudiera llamarse formación del carácter. Conviene recordar que un carácter no se valora éticamente sólo por el resultado de las acciones, sino por la orientación o la finalidad que las guía. Autodisciplina como supremo ejercicio de la libertad. La misión de los centros educativos no es “hacer sabios”; es mostrar a los alumnos que se sabe bastante sobre muchísimas cosas, que ellos lo desconocen casi todo, y que hay métodos para, esforzadamente, salir de la ignorancia. También: animarlos a tomarse muy en serio la etapa académica, y valorar la gran oportunidad que la sociedad les brinda. Las buenas escuelas son fruto no tanto de las buenas legislaciones cuanto de los buenos maestros.

El destino depende de uno mismo, de la manera de ser y también de las circunstancias, desde luego. Pero sobre todo de uno mismo. Parece que las vidas se van desarrollando regidas por la casualidad y no es así. El destino es como una cadena de actitudes, de hechos que llevan a una consecuencia final. Parece casual, pero es el resultado de un plan, de un programa inconsciente, en parte, y, en parte, elaborado. Lo mágico de la juventud es no saber en qué consiste verdaderamente la existencia humana. Se pueden transmitir bienes: pero no la experiencia de la vida. Y como cada persona es distinta, se debe educar en libertad, enseñando a cada una a llevar el timón de su vida en la dirección correcta: hacia la felicidad de una vida plena, con la actitud necesaria para orientar su vida en servicio a los demás.

Publicado en "Diario de León", el miércoles 2 de enero del 2019: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/educar-tiempo-nuevo_1303519.html

martes, 25 de diciembre de 2018

La guerra al estrés.

Durante los últimos meses, casi todos los periódicos han publicado en sus suplementos de fin de semana algún artículo o reportaje sobre el aumento de las enfermedades psiquiátricas por exceso de trabajo. Ya no son enfermedades como úlceras, gastritis o cefaleas, sino serios trastornos psicosomáticos como las depresiones. Las causas de este tipo de enfermedades, en muchos casos, se encuentran en la enorme presión social y laboral que se ejerce en los colaboradores de muchas organizaciones. Ahora con la crisis más, pero, antes, también. La presión por cumplir los objetivos, por ganar una compensación extraordinaria, la ambición legítima por un ascenso que supondrá un mayor sueldo y un mayor reconocimiento social, pretensiones muy legítimas, pueden desequilibrar nuestra vida.

Lo mejor es luchar por mantener un equilibrio entre familia y trabajo. Trabajar en horarios adecuados, intentar llegar a casa a una hora razonable para estar con nuestro cónyuge e hijos, comer con ellos algún día entre semana, aunque suponga para nosotros un esfuerzo por el desplazamiento de ida y vuelta, hacer deporte con frecuencia, quedar con nuestros amigos, etc. son algunas buenas prácticas recomendadas por personas con experiencia. Si somos capaces de armonizar un intenso trabajo profesional y una dedicación real a nuestra familia y amigos lograremos vivir-una-vida-digna-de-este-nombre y, sin duda, habremos ganado la batalla a depresiones, estrés, afecciones cardiovasculares y otras enfermedades desgraciadamente en aumento.

En las organizaciones, la guerra al estrés no sólo no ha sido abandonada, sino que se está viendo impulsada con más vigor que nunca. Y con nuevas armas. Si antes primaban las soluciones de grupo como los cursos de empresa, concebidos para que unos cuantos directivos aprendieran a controlar su ansiedad, hoy se combate ese mal con un enfoque más ambicioso. Se trata de actuar sobre el conjunto de la organización para mejorar el clima laboral. ¿Por qué este cambio de enfoque? Básicamente, porque en la sociedad actual, con organizaciones más cambiantes e inestables, el estrés se propaga como una plaga. Una plaga que las organizaciones, responsables en buena parte de este mal, no pueden combatir fácilmente. El estrés, que en las cadenas de montaje o en las grandes oficinas repletas de centenares de amanuenses producía, a lo más, un elevado nivel de ausentismo, hoy, atenta, sobre todo en las empresas de servicio, contra la esencia de estas organizaciones: contra la calidad de su servicio. Y, como consecuencia de ello, se reduce la competitividad y la productividad.

Este mal se ha extendido en la misma media en que las empresas se han ido poblando de puestos y funciones crecientemente sofisticadas. Ya no sólo afecta a las personas que tienen la responsabilidad de dirigir sino también a todos, a los operarios, muy castigados por los procesos de ajustes y reajustes a causa del cambio tecnológico y a la deslocalización. Durante años se pensó que el estrés se podía combatir adecuadamente de modo individual, o en pequeños grupos, pero ésa es una medida insuficiente ya que limitarse sólo a intentar entrenar a algunas personas para que sepan controlar su tensión y su ansiedad es un sistema caro y, en muchos casos, poco eficaz. Las técnicas de autocontrol o relajamiento, además de que no solucionan la raíz del problema que es una organización deficiente, un directivo insufrible, un trabajo mal planificado o unas pésimas relaciones laborales, acaban por olvidarse al cabo de unos pocos meses.

Las buenas prácticas aconsejan, además, el desarrollo de acciones sobre otros presupuestos. Se trata de analizar y, posteriormente, modificar en sentido positivo, la organización y las relaciones que originan una multiplicación de situaciones de estrés negativo entre los colaboradores de una empresa. La palabra clave es clima laboral. A partir del estudio de las deficiencias, se busca crear ese clima laboral que reduzca la tensión y estimule la satisfacción. Es relevante la creación de una cultura de empresa con la que los colaboradores se puedan identificar y que genere un cierto nivel de seguridad psicológica. Otros aspectos a considerar son la fluidez de la comunicación entre las personas, la estructura de la organización, el nivel de satisfacción que produce una tarea y, por supuesto, que las personas estén asignadas a posiciones de acuerdo a sus cualidades y formación.

Finalmente, la búsqueda de este clima laboral parece urgente por varias razones. Por un lado, porque la nueva forma de organización del trabajo y de las empresas (externalizaciones, trabajo temporal, movilidad, competencia interna, cambio continuo de objetivos y funciones, flexibilidad…) es una fuente inagotable de situaciones que generan estrés. Por otro, porque las organizaciones, en un escenario en el que los servicios desempeñan un papel cada vez más protagonista, necesitan encontrar vías que reduzcan la tensión y la ansiedad de sus colaboradores. No olvidemos que el capital básico de una empresa, y especialmente de una empresa de servicios, es su gente.

Publicado en "Diario de León" el lunes 24 de diciembre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/guerra-estres_1301985.html