@MendozayDiaz

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jueves, 26 de diciembre de 2019

Educación de calidad.

Publicado en "Diario de León" el lunes 23 de diciembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/educacion-de-calidad/201912231317231970649.html

Hoy, en España, la casi totalidad de los ciudadanos saben leer y escribir lo que supone un logro inimaginable hace un siglo. Sin embargo, eso no basta en las relaciones económicas y sociales de nuestro tiempo. Muchas personas no son capaces de seguir instrucciones escritas, tienen dificultades para comprender lo que leen y no son capaces de extraer mínimas consecuencias analíticas. Son los llamados "analfabetos funcionales". Para una economía que sólo pretenda producir y exportar materias primas, esta cuestión tiene poca importancia. En cambio, la microelectrónica, biotecnología, telecomunicaciones, etc., todas ellas son industrias basadas en la capacidad intelectual de las personas y, por ello, se pueden instalar en cualquier lugar del mundo…. El conocimiento y las habilidades son la más importante (si no la única) fuente de ventaja comparativa sostenible en el largo plazo. Por tanto, el esfuerzo por una educación de calidad es una prioridad.

Pero, en general, la realidad es otra cosa. Los exámenes siguen siendo hoy, dueños y señores de la universidad. La clase sólo es un mero anuncio de lo que se llevará al examen. La única variante posible de esta conversación es si el examen escrito será o no en forma de test. Además, el estudiante continúa erre-que-erre con la vieja reivindicación de “una asignatura, un libro”. Una de las principales preocupaciones del estudiante es enterarse de cuál es “el libro” de cada profesor. Y, a falta de éste, aspirará a contar, al menos, con unos apuntes que le sirvan de sucedáneo. Muchos estudiantes no saben leer, ni parece importarles. Leer poco, clarito, en castellano y a poder ser en letra grande. El déficit de lectura y el progresivo aumento de la formación audiovisual va haciendo estragos. 

Desde que se publican, los rankings de universidades han estado envueltos en polémicas. Se los ha acusado de elitistas, de poco transparentes y de no prestar atención a la calidad de la educación que se imparte. No es sencillo ponerle un número a todo lo que representa una universidad. No hay consenso ni sobre qué debe medirse ni sobre cómo hacerlo. Desde hace años, rectores, responsables políticos y expertos vienen dando vueltas a un nuevo sistema que garantice unos recursos estables y viables para el funcionamiento de las instituciones de enseñanza superior, pero la cuestión está lejos de estar resuelta. Una ecuación imposible: en España, una de las mayores tasas de acceso a la universidad de toda la Unión Europea, una de las tasas más bajas de matrícula, impuestos bajos y prácticamente ninguna selección de entrada a las facultades. 

La realidad es que no hemos sabido crear un modelo homologable con el de los países de nuestro entorno. El despropósito en el que se ha convertido nuestro modelo de organización territorial ha llevado a la multiplicación innecesaria tanto de universidades (más de ochenta, entre públicas y privadas) como de titulaciones. El criterio -en mi opinión- debería ser el contrario: racionalizar el número de centros, cerrando muchos de los que tienen aulas casi vacías, y reducir la oferta de carreras para evitar grados excéntricos y dotar al resto de unos contenidos de mayor calidad y especialización. Si algo ha sido dañino en nuestro país es el trazado partidista de las distintas reformas educativas, más orientadas a imponer el propio modelo que a orientar la educación durante largos periodos de tiempo, varias generaciones. Las enormes carencias de nuestro sistema universitario: una triste realidad que no puede achacarse a una sola causa pero que representa uno de los fracasos más dramáticos de nuestro país. ¿Hay solución? Dicen que mientras-haya-vida-hay-esperanza…: un acuerdo con amplia base social y política a favor de una educación de calidad. Eso sí: Vamos tarde, muy tarde.

sábado, 14 de diciembre de 2019

Fidelidad y felicidad.

Publicado en "Diario de León" el viernes 13 de diciembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/fidelidad-y-felicidad/201912131021101967339.html

Todos queremos ser felices. Ahora bien: la existencia humana tiene reglas y, si no se observan, el resultado puede ser la pérdida de la felicidad o la incapacidad para ser feliz. Como algunas personas desconocen estas leyes, la ignorancia es la causa de que muchas veces no las consideren. Pero las reglas siguen en vigor; y, más temprano que tarde, se pagan las consecuencias de habérselas saltado. En muchos casos, la ignorancia puede resultar muy gravosa. Así ocurre, por ejemplo, con la fidelidad en el matrimonio.

El matrimonio parece estar en declive. Sin embargo, uno encuentra muchas excepciones: tantos matrimonios felices que son, a la vez, hogares dichosos. Hay que aprender a amar. Esa lección requiere tiempo, y puede resultar incluso más dura cuando uno progresa. Pero si se persevera, se aprende. A fin de cuentas, es así como enfocamos otros aspectos importantes de la vida: un negocio o una profesión, por ejemplo. Para salir adelante como médico o abogado, es preciso estudiar durante años en una universidad o en una escuela especializada y, después de sacar un título, hay que seguir formándose. Incluso entonces, tras años de constante esfuerzo, tal vez no se logra el éxito profesional esperado.

Aunque el matrimonio puede hacer felices a las personas, no lo consigue sin esfuerzo. La felicidad no se gana fácilmente; exige lucha. La felicidad fácil habitualmente no es duradera. Por tanto, un matrimonio feliz sin esfuerzo es una quimera. Un marido o una mujer no son bienes que se adquieren, como se puede adquirir un coche. Te buscas un modelo que te guste, fácil de usar, y que requiera el mínimo esfuerzo para su mantenimiento; luego lo cambias en cuanto se hace un poco viejo o las piezas comienzan a fallar…

La felicidad en el matrimonio exige esfuerzo. La felicidad no es posible -ni dentro del matrimonio, ni fuera de él- para quien está empeñado en recibir más de lo que da. El amor conyugal no fallece a causa de las riñas entre marido y mujer, sino por no saber repararlas. Lo que mata el amor es la incapacidad de perdonar y de pedir perdón. Las disputas que se reparan -aunque sean grandes- no destruyen el amor: pueden incluso cimentarlo. Las que no se solucionan -aunque sean pequeñas- poco a poco van envenenando la vida matrimonial y pueden llegar a hacerla intolerable. Y la persona no aprenderá a amar si no vence su egoísmo. Esto exige esfuerzo y lucha constantes, con los altibajos correspondientes.

La persona que se empeñe en exigir una perfecta felicidad en el matrimonio necesariamente quedará defraudada. Los matrimonios no duran porque los cónyuges se complementen perfectamente, porque nunca disienten, porque jamás hayan tenido dificultad de entenderse: no. Los matrimonios duran porque marido y mujer se empeñan en ello, porque aprenden a entenderse. Es fácil sentirse enamorado; permanecer en el amor es mucho más difícil. El amor auténtico debe amar a la otra persona con sus defectos: querer a esa persona tal como realmente es. Y esto no es fácil. El amor que esté dispuesto tan solo a amar a una persona inexistente no es tal. A veces nos resulta difícil descubrir los puntos buenos de los demás. Muchas veces, incluso, parece que tenemos mayor facilidad para ver los defectos que para apreciar sus virtudes. Aprender a convivir. Esforzarse. El marido o la mujer que reaccione así ya está mejorando como persona. El matrimonio es una unión de dos personas corrientes, llenas por tanto de defectos.

Pero la fidelidad en el matrimonio no sirve tan sólo para proteger el amor de los esposos; está encaminada también -y de modo singular- a proteger el amor para los hijos: a impedir que el ambiente de amor que les hace falta para su desarrollo y felicidad se vea hecho añicos por la debilidad de uno o de ambos esposos, por egoísmo o sencillamente por irreflexión. Que los hijos tienen derecho a la fidelidad de sus padres es una verdad que conviene recordar, con frecuencia.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

One of us.

Publicado en "Diario de León" el sábado 30 de noviembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/one-of-us/201911301356371963060.html

Europa vive hoy una verdadera crisis cultural y social, caracterizada por una fuerte pérdida de identidad espiritual, por la renuncia a crear una sociedad solidaria, por la desesperación y violencia crecientes y por la difusión de una ética utilitarista, que sirve, preferentemente, al poderoso. Es una crisis de la verdad. Huimos de la verdad como de la peste en casi todos los ámbitos de la vida. Hay una prevalencia de la mentira sobre la verdad porque la mentira, por su propia naturaleza, es más cómoda que la verdad. Hoy avanzamos orgullosamente hacia atrás: retrocedemos. La tragedia que está viviendo Europa es que ha olvidado sus raíces, que la hicieron creadora y difusora de los derechos humanos en todo el mundo. Lo primero que se pudre del pescado es su cabeza; en las personas, también: la cultura orienta nuestro modo de actuar en política y economía.

Se nos dice que los derechos humanos no tienen su fundamento en unas exigencias naturales permanentes del ser humano, sino que son fruto del consenso que se produce en un momento histórico determinado. Se consolida así la pintoresca idea de que en la democracia nada es verdad ni mentira; incluso sugerir que algo pueda ser verdadero se convertiría en una inmediata amenaza a la democracia. La esclavitud desapareció no porque todo el mundo estuviera de acuerdo con ello, sino, porque en un momento dado, una serie de personas que estaban en minoría -los abolicionistas- lucharon para conseguir que desapareciera. Democracia significa partir de la verdad de la dignidad humana; partir de que es verdad que el hombre tiene una dignidad, que obliga a que sus relaciones políticas se organicen de tal manera que no se le impongan normas sin que él intervenga en su elaboración. 

Hace unas semanas, en Santiago de Compostela, tuvo lugar una nueva reunión de la plataforma cultural europea “One of us” (“Uno de nosotros”) que tiene como objetivo impulsar una Europa basada en la defensa de la dignidad humana. Una cita que ha reunido a ciento cincuenta intelectuales de más de veinte países de la Unión Europea y a la que tuve el honor se asistir. Un lujo escuchar a los principales referentes de esta organización como Jaime Mayor Oreja o los profesores Rémi Brague e Ignacio Sánchez Cámara. O tener la oportunidad de dialogar con el catedrático de Filosofía del Derecho, Francisco José Contreras a quien, desde hace años, sigo a través de sus libros: inspiradores.

Desde el primer momento me llamó la atención que “One of us” se trata de una iniciativa en positivo. No va contra nada ni contra nadie sino a favor del bien y de la verdad. Valores que Europa ha ido extraviando. La defensa de los clásicos valores y principios europeos, especialmente, la dignidad de la persona y el valor de la vida. Defender aquello que creemos bueno y verdadero, aunque, en ocasiones, suponga remar a contracorriente de la opinión mayoritaria. Estoy encantado de colaborar con un observatorio europeo de la promoción y tutela de la dignidad humana. Un auténtico privilegio. Una viva preocupación por el respeto de los derechos humanos y un decidido rechazo ante sus violaciones. La esperanza en el futuro constituye el estímulo más fuerte para una actividad social en servicio de la mejor libertad. El progreso debe ser concebido como el paso de condiciones menos humanas a condiciones más humanas.
Inevitablemente las polémicas en torno a los derechos humanos reenvían a los códigos éticos que laten detrás. Los problemas jurídicos siempre encierran una valoración ética. Una Europa con rostro humano. La gran verdad de la dignidad humana nos impone hoy una exigencia ineludible: revitalizar el debate democrático con propuestas fundamentadas, que incluyan aquellos elementos éticos sin los que nuestra convivencia sólo puede seguir llamándose “humana” cerrando los ojos a buena parte de la realidad. Con un cambio de actitud: de una reactiva a una activa. Tomar protagonismo, en positivo. Sin complejos.

domingo, 24 de noviembre de 2019

Asociación Albedaya: muchas gracias.

Muchas gracias a quienes me habéis acompañado, el viernes, en mi conferencia sobre la importancia de conciliar trabajo y familia: la-grandeza-de-ser-padres... Y a la asociación Albedaya, de Murcia, por la invitación.


jueves, 21 de noviembre de 2019

jueves, 14 de noviembre de 2019

Libres e iguales.

Publicado en "Diario de León" el miércoles 13 de noviembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/libres-e-iguales/201911130945191957430.html

El espectáculo que la sociedad ofrece no parece justificar el optimismo: lucha desesperada por el dinero para asegurarse dosis mayores de consumo; marginación y pobreza; violencia organizada y corrupción en dosis cada vez mayores. Conviene un esfuerzo para descubrir razones profundas que, a pesar de todo, permitan contemplar el futuro con esperanza. Todos estamos dotados de dos elementos, que son inseparables de nuestra naturaleza: libre albedrío, fundamento de toda libertad, que nos obliga a cada instante a tomar decisiones las cuales a su vez nos convierten en responsables de nuestros actos; y capacidad racional para un conocimiento meramente especulativo, el cual nos pone en relación con los grandes conceptos del valor universal, como son el bien, la belleza, la justicia, así como el orden de los seres en la naturaleza. El conocimiento humano va de lo particular a lo general y, en definitiva, sintetiza. Esto es lo que constituye su grandeza. En un primer momento adquiere por medio de sensaciones la experiencia de los individuales concretos, lo mismo que en cierto modo hacen los animales. Pero no se detiene ahí. Por medio de su capacidad racional descubre lo que hay de común y de jerárquico en eso mismos individuales concretos y, mediante una operación mental -conocimiento científico- descubre los universales.

Una de las aportaciones más valiosas del cristianismo a la cultura fue la libertad concebida como parte intrínseca de su naturaleza: todos los hombres nacen libres e iguales. En definitiva, el hombre depende para su libertad del respeto de los otros hacia ella. En caso contrario entramos en el juego vacío de palabras. No cabe confundir la libertad con independencia (hacer lo que a cada uno le-da-la-gana) ni con irresponsabilidad, porque una consecuencia de actuar en libertad es la responsabilidad en relación con los actos. El voluntarismo de la sociedad europea moderna recurre como criterio de decisión a la mayoría. Lo que una generación considera justo puede ser modificado por la generación siguiente. Todas las constituciones modernas, salvo, en ciertos aspectos, la de los Estados Unidos, admiten el principio de la provisionalidad, ya que se consideran revisables. Se rechaza la idea que haya ningún compromiso sustancial objetivo. Conviene ver el peligro que tras este principio se esconde, pues no existe motivo alguno para creer que la verdad coincida con la voluntad de la mayoría ni que la justicia pueda establecerse con ese mismo criterio. Los derechos del hombre son inherentes a la persona y no simplemente otorgados. Matar, mentir, robar, esclavizar, no extraen su maldad del hecho de que se haga figurar así en un documento, sino por razones intrínsecas: respeto a la persona.

El lenguaje es siempre, queriendo o sin querer, la manifestación del pensamiento. Estamos en una época en que se utiliza con frecuencia un lenguaje poco preciso, excesivamente ambiguo. La oscuridad del lenguaje no da profundidad al pensamiento; más bien pone de manifiesto la pobreza de un pensamiento que recurre a la oscuridad para disimular su superficialidad. Lo que está claro no necesita interpretación de ninguna especie. Un lenguaje confuso sólo suele expresar una mente confusa. Vivimos tiempos de grandes desafíos, en un contexto de crisis de gobernabilidad global. Algunos ingenuos creyeron que la caída del “telón de acero” garantizaba, por sí sola, el triunfo de los derechos humanos. El imperio de la justicia y del estado de derecho debe ser nuestra prioridad. La justicia no es un valor, pues valor quiere decir precio, y el precio depende de circunstancias contingentes del mercado y hasta de estimaciones subjetivas. Los responsables de las injusticias tienen el extraño privilegio de no advertir el odio que van dejando atrás. Una forma efectiva de combatir la tiranía y el abuso de poder es promover el respeto a los derechos humanos. Compromiso y responsabilidad no solo de los juristas, sino de todos. 

sábado, 9 de noviembre de 2019

Muchas gracias a Tamaral Joven.

Muchas gracias a todos los que me acompañasteis ayer en mi charla en la asociación Tamaral Joven. 

Como siempre en este tipo de encuentros, lo mejor ha sido la oportunidad de conocer y dialogar con gente interesante.


domingo, 3 de noviembre de 2019

Entre chupetes y pañales.

Publicado en "Diario de León" el viernes 1 de noviembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/entre-chupetes-y-panales/201911011038431953562.html


Xavier Tarragó, marido de mi amiga Beth Borés, es una persona de trato agradable y conversación inteligente. La última vez que nos vimos, en Barcelona, con motivo de la promoción de mi libro “Una vida con rostro humano”, recordó que nos conocimos “entre chupetes y pañales” en México donde ambos vivíamos por motivos profesionales, con hijos de las mismas edades. Esa simpática -e inspiradora- expresión suya (“entre chupetes y pañales”) llevó nuestra conversación a recordar los gratos momentos que compartimos en Monterrey y, también, a hablar sobre el impacto social del matrimonio y la familia.

Opiniones-de-un-opinante: Lo que más influye en el logro de un matrimonio feliz son los hijos. Nada es tan común y nada une tanto como un hijo. Esta conclusión puede parecer demasiado paradójica a algunos. Molesta. Escandalosa. Absurda. Una época que no ve en los hijos la consecuencia natural del amor de sus padres puede llevar camino de verlos como enemigos de ese amor. Una vez que el niño se encuentra en el mundo reclama para él todos los derechos e impone a sus padres todos los deberes. Nadie nace por propia voluntad, es decir, todos somos nacidos. Los seres humanos llegamos al mundo tan desvalidos que si no hubiese quien nos recogiera y cuidara durante un periodo bastante largo, pereceríamos. La gran función de la familia consiste en ser la creadora de amor; en esto no existe posibilidad de sustituirla. Pertenece a la experiencia humana el hecho de que cuando falta en la familia el vínculo de amor, algo se rompe definitivamente: hijos abandonados, parejas rotas, experimentan en sí mismos esa deficiencia; a veces, con consecuencias dramáticas.

La felicidad en el matrimonio exige esfuerzo. Hay que aprender a amar. Esa lección requiere tiempo. Si se persevera, se aprende. A fin de cuentas, es así como enfocamos otros aspectos importantes de la vida: un negocio o una profesión, por ejemplo. El amor es exigente en sí mismo. La existencia humana es tiempo. La velocidad ha pasado a ser un principio de la vida. Todo debe ser rápido. Hay que pensar rápido, evaluar rápido, proponer rápido, decidir rápido y actuar rápido. Con esta cultura de la velocidad en muchas situaciones a lo único a lo que realmente podemos imprimir aceleración es a nuestras acciones, normalmente precedidas de un débil proceso de decisión. Así sacrificamos el cumplimiento cabal de un objetivo bien perfilado por tan sólo aproximarnos a él con rapidez. Es mejor tratar, primero, de ser efectivos para, después, serlo con rapidez: sin renunciar al sereno análisis. En la familia la entrega es completa, sin reservas: tampoco de tiempo.

El padre o la madre que cuida al hijo, le educa y le encamina para que sea una persona valiosa, está realizando uno de los trabajos más importantes que pueden concebirse. Sin embargo, carece de remuneración. De ahí la tendencia al abandono de esta función en nuestros días. La tendencia universal al confort va extendido cada vez más la idea o el sentimiento de que los hijos son una pesada carga que conviene evitar. Desde hace décadas asistimos al vaciamiento del matrimonio como institución jurídica y social. Para mucha gente el matrimonio sólo interesa como medio para pagar menos impuestos y cobrar la pensión de viudedad u otras prestaciones. Hoy ya casi nadie habla de los fines: el bien de los esposos, los hijos, su educación. 

Insisto: El problema de la natalidad es acuciante y su resolución poco tiene que ver con factores ideológicos o partidistas, sino con una concepción responsable del futuro. La familia no es un asunto “estrictamente” privado. La negativa de muchas familias a tener hijos hace tambalear los fundamentos de nuestro estado del bienestar. Por tanto, urge impulsar las políticas de apoyo a la familia con incentivos económicos y con medidas que favorezcan –realmente- la tan proclamada conciliación laboral. El derrumbe de nuestra pirámide poblacional es el derrumbe de nuestro modelo de sociedad. Aquí está la gravedad y la urgencia. 

martes, 22 de octubre de 2019

Dígame cómo.


Publicado en "Diario de León" el martes 22 de octubre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/digame-como/201910220931291950303.html

La política y los políticos. Se constata un sentimiento de desconfianza hacia esa tarea y hacia los que a ella se dedican. Esa visión negativa y pesimista no se halla, por desgracia, totalmente desprovista de fundamento. Existe, en efecto, una acepción peyorativa de la política que la concibe, sobre todo, como arte del engaño y del fingimiento. Falta una mejor tradición y conciencia de servicio público; y este vacío, en ya demasiadas ocasiones y por demasiados años, vienen a llenarlo gentes que hacen de la actividad política el pedestal de su propio encumbramiento y un instrumento al servicio de sus intereses particulares, o de los de su cuadrilla.

Los líderes tratan de presentarse con valores carismáticos para hacerse atractivos y reducen a los partidos a meros apéndices de su persona. Así, la función de un partido político no es proporcionar soluciones para los diferentes problemas sino llevar a sus dirigentes al ejercicio del poder a través de estudiadas estrategias orientadas a engatusar a las masas. Las campañas electorales no son serenas confrontaciones racionales para explicar a los votantes qué programas pueden y deben llevarse a cabo, invitándolos a que escojan, sino vocingleras concentraciones en que se descalifica al adversario por todos los medios posibles sin que sea posible descubrir en las intervenciones un plan racional, estructurado y completo. Un simple juego de votos para determinar qué políticos van a disponer del respaldo de la mayoría. Pero, en el fondo, el gobierno lo ejercen oligarquías muy cerradas, en forma de partidos, que acuden a los ciudadanos para obtener su voto no con razonamientos sino apelando a sus sentimientos: en cualquier campaña política sus expertos organizadores saben muy bien que lo importante es inspirar el temor a una posible victoria del otro. 

Ningún político, cualquiera que sea el partido al que pertenezca, tiene derecho a enmascarar su rostro, a aparecer como no es, a recurrir a la estrategia de la mentira. El ciudadano tiene derecho a una sincera definición de posiciones, de principios ideológicos y también de criterios frente a los problemas concretos: dígame cómo. Así podrá juzgar con conocimiento de causa y se creará el clima necesario para que se forme una sana y responsable opinión pública.

Hay muchas políticas por mejorar (“reformar”). Somos campeones en fracaso escolar, no tenemos ni una sola universidad española entre las cien mejores del mundo. Nuestra electricidad, combustibles y comisiones bancarias están entre las más caras de la Unión Europea. La deuda pública española que se ha incrementado hasta cifras históricas, en los últimos años, se ha utilizado fundamentalmente para rescatar comunidades autónomas, ayuntamientos y cajas de ahorro desgobernadas y arruinadas por los de siempre. El problema de la natalidad es acuciante y su resolución poco tiene que ver con factores ideológicos o partidistas, sino con una concepción responsable del futuro. La familia no es un asunto “estrictamente” privado. La negativa de muchas familias a tener hijos hace tambalear los fundamentos de nuestro estado del bienestar. Por tanto, urge impulsar las políticas de apoyo a la familia con incentivos económicos y con medidas que favorezcan –realmente- la tan proclamada conciliación laboral. El derrumbe de nuestra pirámide poblacional es el derrumbe de nuestro modelo de sociedad. Aquí está la gravedad y la urgencia.

La base de la ciudadanía democrática es la igualdad en libertad. Luchar contra las tiranías que pisotean la democracia formal, así como contra la miseria y la ignorancia que imposibilitan la democracia material: regenerar la democracia, reivindicar el patriotismo y defender la igualdad entre españoles. Hacer política de otra manera, respetando al adversario, escuchando, dando argumentos, tratando de convencer, dando al otro la oportunidad de convencerte. El respeto al otro está en la base de la misma democracia. En fin, una política, nueva, buena, “con mayúscula”. La buena educación ciudadana no se desarrolla naturalmente, hay que fomentarla. Está de moda descalificar la actividad política. Debemos valorarla y colaborar, en la medida de nuestras posibilidades, para que ésta mejore. ¿Cómo? Por ejemplo, ejerciendo con una mayor responsabilidad nuestro derecho al voto. Ahora es el momento.

lunes, 7 de octubre de 2019

Un corazón solitario.


Publicado en "Diario de León" el lunes 7 de octubre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/un-corazon-solitario/201910071928191945495.html

Uno no puede coger su propia vida y considerarla desligada de toda una serie de maravillosos vínculos que nos ayudan, nos cobijan y que nos sirven también para ejercitar nuestra capacidad de ayuda, de solicitud para con los demás. Como dice Antonio Machado: “Poned atención: un corazón solitario no es un corazón”. La vida de cada uno de nosotros es importante desde el punto de vista de los demás, y conviene no perder el propio fuego, porque puede haber otros que lo necesiten; ese fuego modesto, ese fuego humilde, puede ser necesario. Muchos han tenido en la vida ilusiones, pero no la paciencia necesaria para que estas ilusiones llegasen a convertirse en realidad. El mundo está lleno de desencantos, gente que ha ido a parar de la desilusión a la tristeza, al resentimiento, a la amargura, porque tuvo ilusiones de verdad, ilusiones de belleza, ilusiones de amor, pero no tuvo esa otra actitud indispensable en el ánimo del hombre sereno, que es la paciencia. Sin serenidad, nuestro vivir se empobrece, y, al empobrecerse, la vida va perdiendo poco a poco alegría, va perdiendo poco a poco intensidad y atractivo.

La preocupación desordenada por uno mismo es la que nos lleva a tender los obstáculos que nos apartan de una convivencia sencilla con los demás. Nos estamos convirtiendo en una civilización de malas maneras y palabras, como si fuese un signo de emancipación. Lo escuchamos decir muchas veces, incluso públicamente. La amabilidad y dar las gracias son vistas como un signo de debilidad, y a veces suscitan incluso desconfianza. Esta tendencia se debe contrarrestar en el día-a-día de la familia: gratitud, reconocimiento. La dignidad de la persona y la justicia social pasan, ambas, por esto. Si la vida familiar descuida este estilo, también la vida social lo perderá.

En la convivencia establecemos unas zonas de alejamiento o de precaución. Empalizadas de suspicacias, de complicaciones, de recelos, de sospecha. Clasificamos a alguien con solo nuestro modo de mirarle: a la fuerza hace esto, por esto; hace aquello, por alguna razón interesada. Entonces se produce con frecuencia una artificial incompatibilidad. Interesante descubrir cuáles son las fronteras que nos separan a unos de otros. El prejuicio nos separa a los unos de los otros, creando abismos de división, y también, a la larga, creando una cierta indiferencia o un cierto pesimismo respecto de nuestras posibilidades de convivir. 

A veces, tratamos con brusquedad a las personas y a las cosas; en ocasiones, tratamos con falta de respeto a lo que hay a nuestro alrededor. La brusquedad, la falta de respeto, la impaciencia, en definitiva, va poco a poco empobreciéndonos, porque hacen que el mundo se cierre a nuestro alrededor, dejándonos en un crispado aislamiento, alejados de muchos alimentos necesarios para dar sentido a la vida. Quizá no todos podamos encontrar la palabra que produce la alegría, pero si podemos evitar la palabra que produce la tristeza. Quizá no podamos tomar las decisiones que conducen al establecimiento de la justicia, pero si podemos intentar evitar la injusticia en nuestras relaciones cotidianas.

Si queremos convivir hace falta que ejercitemos la comprensión y la paciencia de aceptar la realidad. Sin paciencia no se puede amar, sin paciencia no se puede comprender, sin paciencia no se puede respetar, ni aprender, ni enseñar. Un hombre con paz en el alma es un hombre sencillo en la convivencia, poco vulnerable a las heridas, porque no tiene casi blanco para que le hieran. Convivir es un arte. Un arte en el que hay que ejercitar, día a día, la paciencia. Aprender a respetar, a comprender. Aprender a disculpar. Aprender a aceptar a la gente como es.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Historia "a la carta".


Los editores de libros de texto han denunciado presiones de gobiernos autonómicos para que los manuales digan lo que los gobiernos quieren y no lo que la ciencia dice… Tal cual. Para muestra un botón: la presión de un gobierno con una editorial ha llegado hasta tal punto que, si el libro de texto de historia no ignora a los Reyes Católicos, no recibirá el visto bueno en esa comunidad autónoma. Increíble, pero, lamentablemente, cierto. El fanatismo no es bueno, porque es irracional. Todo lo que no sea racional es un subproducto intelectual. No hay ciencia de lo falso. La ciencia es verdad demostrable. El subjetivismo es el procedimiento más sencillo para llegar a la más caótica confusión en cualquier terreno. Las cosas son como son, independientemente de la subjetiva apreciación de cada uno. No se trata de opiniones, sino de conocimiento. Cabe opinar cuando se discute de administración, de cuestiones de trámite, de cosas opinables, no cuando hay que pronunciarse por la pacífica vigencia de los hechos históricos.

Hoy la mente del hombre medio se alimenta más de opiniones que de verdades. Pero no se puede ignorar que en una sociedad de masas las opiniones mayoritarias tienen un efecto convincente que no puede despreciarse. El oscurecimiento de la razón lleva a negar, o a poner en duda al menos, incluso los principios más elementales y más generalmente probados por la experiencia de muchas generaciones. ¿Que al-político-de-turno le incomodan los Reyes Católicos? Pues, se eliminan, y ya está: lo importante no es lo que es sino lo que quieren que sea. Se retratan en sus acciones: su ignorancia es demasiado honrada y deslumbradora. Alguien hace el mal, y el resto se lo permite. La tentación de algunos intelectuales de poner sus talentos al servicio de lo que creen ser la demanda de la masa, y lisonjearla para conseguir no sólo fama (aunque sea pasajera), sino también atractivas ganancias materiales. O quizá por considerar más importante ir con los tiempos que ir con la verdad, ir a favor de la corriente que arriesgarse a ir contra ella. 

No se puede inventar la realidad. Hay una notable diferencia entre los que hacen afirmaciones porque tienen argumentos ciertos y aquellos que no tienen otros argumentos que sus propias afirmaciones. La falta de conocimientos firmes y definidos no sólo no proporciona a la inteligencia libertad, ni la hace más ágil, sino que, por el contrario, le impide alcanzar su objeto y convierte al hombre en fácil presa del error. La importancia de saber. Vivimos tiempos de augures y adivinadores. Suplen con la imaginación los vacíos ocasionados por su falta de datos. Los datos son como cifras, es decir, el único lenguaje que, en esta época nuestra de confusión de lenguas, sigue siendo accesible a todos, a las gentes más sencillas como a las mentes más marcadas por las diversas deformaciones ideológicas, políticas, filosóficas o socioculturales. Hoy cada uno tiende a construir como si nadie hubiese hecho ni dicho nada antes. Teorizar al margen de la experiencia. Se ignora la tradición, la sabiduría acumulada de los siglos pasados, la experiencia de otros hombres. Lección de otros tiempos que ilustra, enseña y señala el camino. 

Por último, este tipo de episodios son una estafa porque el alumno que se matricula en un centro educativo va a aprender verdades, no a soportar las personales opiniones o las particulares teorías del profesor, o del político de turno... Historia es lo-que-ha-sucedido. La grandeza de nuestra Patria. Es preciso recordar nuestra historia y el liderazgo de España durante siglos para sentirnos orgullosos de ser españoles. No más que nadie, pero, menos, tampoco.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Industrias sin hombres.


Publicado en "Diario de León" el domingo 8 de septiembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/industrias-sin-hombres/201909081355411937048.html


Numerosos procesos tecnológicos se realizan hoy con tal rapidez y, exigen tal finura y precisión, que sobrepasan, efectivamente, la capacidad de comprensión humana. La revolución tecnológica se extiende a todo el orbe, se introduce de una manera cada vez más incisiva y transformadora en las condiciones de la vida humana, de modo que se la ha comparado con el tránsito a la vida sedentaria en la época neolítica. Los conocimientos y la habilidad técnica de los pueblos occidentales permanecieron durante milenios lo mismo en lo esencial. A fines del siglo XVIII se usaban casi del mismo modo que en tiempo de los faraones el arado, el carro, el barco de vela, la lámpara de aceite. Pero después los descubrimientos se siguieron rápidamente. Han mejorado la vida de millones de hombres, liberándoles de las labores más duras. Las sucesivas revoluciones industriales y tecnológicas han procurado un alimento, cada vez más abundante; enriquecido nuestra libertad, permitiéndonos mayores posibilidades de elección, al ofrecernos un surtido cada vez más variado de bienes y servicios. Han abierto los ámbitos de la tierra, el mar y el aire. Han logrado dominar de un modo inusitado el espacio y el tiempo. El adversario más encarnizado de la tecnología no podrá negar que es capaz de servir al hombre de maravillosa manera.

La vertiginosa rapidez del progreso tecnológico ha trastornado el principio vital del hombre de nuestros días. Un nuevo tipo de hombre que está en función de los fenómenos técnicos es, por esta misma razón, un tipo que ofrece los mismos rasgos en todas partes. Como ocurre con los deportes, la tecnología, en su apariencia externa, es accesible a la misma comprensión en todo el mundo. La sociedad contemporánea, es decir, la de la revolución tecnológica, impone tanto o más que cualquier otra del pasado una jerarquización muy estratificada. La sociedad racionalizada del presente y, sobre todo, la del futuro será la de la especialización y la del mando de los expertos, una sociedad estructurada bajo el signo de la capacidad y no del número. En anteriores épocas de la economía, cada cual era capaz de comprender la sencilla construcción artesana, como la rueda o el carro. Hoy, la mayor parte de los hombres son profanos en la tecnología y usufructuarios de sus creaciones. Veo en esta cuestión una importante tarea a realizar en el campo de la educación y de la cultura. El hombre de la época tecnológica no puede contentarse con ser un simple peón o un pasivo usufructuario de los adelantos tecnológicos. Es indispensable que conozca en su generalidad -pero en un grado de desarrollo mucho mayor que hasta ahora-, las relaciones y conexiones de la tecnología.

¿Si el progreso técnico logra la ejecución de los trabajos manuales por medio de máquinas, no resultará de ello un progresivo paro forzoso? Hay que responder que, en efecto, cada nuevo invento técnico comienza por hacer innecesarios muchos brazos; pero, a la larga, produce nuevas ocasiones de trabajo. Ante la rápida evolución de las especialidades y las técnicas, es más importante que se desarrolle “el arte de aprender”, y que la utilización correcta del cerebro y la razón tenga la primacía sobre la acumulación de un saber condenado a ser superado.

La tecnología no es tan inocua. Ofrece al hombre insospechadas posibilidades de poder sobre la naturaleza y sus fuerzas, y con ello también sobre los hombres. Cuanto más poderosa sean las energías de la tecnología, tanto mayor será la responsabilidad del hombre. Puesto que la tecnología tiene por objeto servir al hombre, hay que intentar dirigir el progreso de manera que no se precipite por caminos subversivos provocando crisis, sino que se desenvuelva de una manera armoniosa. Es necesario que, a la par que los nuevos conocimientos técnicos, se cultive, en la sociedad contemporánea, lo que de humano hay en el hombre. No es fácil.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Pasear y viajar.


Pasear por La Condesa, por san Marcos, por Ordoño es muy agradable, pero, cada vez más, un sinvivir. De repente, en un pispás, aparece una bicicleta o un patinete eléctrico, de esos que están de moda. Todos velozmente. Son un riesgo para la seguridad de los peatones y para la de ellos mismos. Ellos no saben si te vas a girar a la derecha o a la izquierda, si te vas a detener o te vas a agachar a abrocharte los cordones; si se va a atravesar un perro de los que van sueltos o de los que van sujetos con una correa extensible. Da igual a la hora que sea. Me muevo por esos lugares, al menos, cuatro veces al día, y siempre me encuentro ante este tipo de situaciones. Jamás me he encontrado a un policía local “disuadiendo”. No se puede generalizar con los ciclistas, ni tampoco, con los dueños de las mascotas. Por ejemplo, también, todos los días, me encuentro a ciclistas que van por La Condesa, pegados al borde, a una velocidad moderada, razonable: pendientes de los peatones. Independiente de cuál sea su regulación legal a mí estos casos no me producen desagrado ni temor. Igualmente, con mascotas que no van atadas en lugares donde si debieran ir, pero se percibe que están adiestradas por sus dueños que, en todo momento, están atentos.

Los “millennials” son los protagonistas de nuestro tiempo. No hay semana que no aparezcan en algún reportaje, programa de televisión o de radio. Comentando sus cualidades, sus gustos, su actitud ante la vida. Gente espontanea, natural: gente que hace-lo-que-quiere. Qué primores. Hace unos días tuve una singular experiencia: viajar en tren, en un asiento junto a un “millennial”. Los dos en el sentido de la marcha, ella a la izquierda, en la ventana; yo a la derecha, pasillo. Se quita los zapatos. Sube los pies a la butaca. Soy uno de esos miles de españoles marcado por una educación autoritaria y gris, a quienes no nos dejaban quitarnos los zapatos en lugar público y, mucho menos, subir los pies al asiento. Y quedamos marcados de-por-vida, al menos yo.

El caso es que mi compañera de asiento se acurruca en esa postura que se conoce como en-posición-fetal. Esta linda criatura, en un determinado momento me sorprendió con una curiosa maniobra. En posición fetal se giró hacia la ventana dejando junto a mí su espalda y también la continuación natural de su espalda, ese lugar por donde los humanos ventosean y, en ese momento, a mí, que, como ustedes saben, tengo ciertas inquietudes intelectuales, me dió por pensar si los “millennials”, en su originalidad, ventosearían o eso sería únicamente típico de otros eslabones de nuestra especie. Inmediatamente reaccioné, no quise dar tiempo a que la realidad resolviera mis dudas. Por ello me atreví a decirle “Oiga”. La verdad es que tardé unos segundos porque no sabía qué tratamiento darle a ese angelito, no quería enredarme en las identidades, los géneros y tal. Después de decirle un neutral “oiga”, por dos veces, la chica bajó los pies inmediatamente.  Para mí, fue una demostración de que, en efecto, los “millennials” son seres con cualidades extraordinarias: entienden a la primera y, además, oyen a pesar de llevar auriculares. Todo un fenómeno. Maravilloso.

Viajando en tren se aprende un montón. Es un baño de realidad. Aprendes desde recetas de cocina hasta cómo resolver ciertos conflictos de manera “extrajudicial”. En uno de mis últimos viajes (soy viajero frecuente y tengo para contar historias para todos los gustos) el señor del asiento 4 A le dijo a su interlocutor que, si el juez no le daba la razón, él le iba a pasar el tractor por encima (sic); me quedé con la curiosidad de si al juez o a la parte contraria… En las conversaciones no se respetan las mínimas normas de cortesía y ni siquiera las disposiciones elementales de la ley de protección de datos, perdón por la disgresión jurídica. Observo a estas gentes que tienen esa capacidad de abstraerse, de hablar por teléfono, a voz en grito, en un vagón del tren, sin inhibiciones, sin pudor, como si estuvieran en la intimidad de su casa. Me pica la curiosidad. Quizá estemos ante otro nuevo estadio de la evolución humana y todavía no le hemos descubierto.

Se pone a prueba el aguante de los otros viajeros. Si uno es capaz de ir desde Palencia hasta Pamplona escuchando a una paisana contar -con todo lujo de detalles- a su interlocutor telefónico, cómo prepara el pollo al chilindrón, a lo largo de tantos kilómetros y horas (tres), digo yo que a uno le deberían dar algo, un reconocimiento, un premio: un descuento en el próximo billete, un vale para tomar un café -o una tila- en el vagón cafetería. Uno pensaba que no había viajes más pesados que esos trenes expresos con compartimentos cerrados donde se podía fumar, con un olor típico: mezcla de bota de recluta y de fiambrera (soy de un tiempo donde a los tuppers se les llamaba fiambreras). Nada que ver. Otro vendrá que bueno te hará.

martes, 20 de agosto de 2019

Vivir al revés.


Sin perder una mirada esperanzada sobre la realidad actual, es innegable que algunas leyes que se han ido promulgando en los últimos decenios en la mayoría de los países del mundo occidental atentan contra la dignidad de la persona humana, la institución del matrimonio y de la familia, la libertad religiosa y de educación. Ámbitos conquistados por una indiferencia vital, que desconoce el bien y el mal, la verdad y el error. Se niega hasta la existencia de la misma naturaleza humana. Vivimos inmersos en una “dictadura del relativismo”. La gran influencia del pensamiento cartesiano en la mentalidad moderna ha llevado a que el propio pensamiento se convirtiera, para muchos, en la única ley para todos los órdenes; cerrándose de este modo a la verdad, a lo objetivo y real: si hay algo que no-ven-con-su-cabeza: no será.

Personas que anhelan manifestar en conciencia y de forma pacífica lo que creen y son impedidas en nombre de la “no discriminación”: se puede hacer gala de ateísmo, pero no se pueden mostrar públicamente símbolos religiosos; se puede afirmar que cada uno decide su propia identidad sexual, pero no que uno es varón o mujer por naturaleza. La “no discriminación” acaba discriminando a una inmensa mayoría de personas, que no se atreven a expresar lo que en conciencia consideran justo, porque tienen miedo de ser juzgados, multados, e incluso encarcelados. Todo esto sucede no solo en los regímenes totalitarios sino en las supuestas naciones “libres” del mundo occidental. Libertad sí, pero no para todos.

El principio de que el deber ser viene definido, exclusivamente, por el voto de la mitad más uno me parece uno de los más insignes absurdos del pensamiento político dominante. Los números, torturados adecuadamente, te dirán cualquier cosa que desees: la democracia como absolutismo del número. Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de veneno: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y, al cabo de un tiempo, se produce el efecto tóxico. El individualismo es un falso humanismo. El hombre no vive en sociedad por medio de un “contrato”, sino por una exigencia primaria de su modo de ser. La libertad no consiste en hacer cuanto a cada uno le apetezca, pues la libertad, en tal caso, se identificaría con la ley del más fuerte, que impondría sus antojos a los más débiles. Se trata simplemente de una actitud ante la historia y ante el problema de la condición humana. Entiendo la historia como una aventura de la que somos protagonistas, no sólo los hombres de hoy, sino la totalidad de los que han vivido.

Necesidad de acabar con lo que se denomina “impunidad verbal”. Esta idea me parece esencial y es importante no interpretarla, únicamente, en clave punitiva. La impunidad verbal exige responsabilizarse y responsabilizar a cada cual de aquello que afirma. La intransigencia, el silencio, la coacción y el rencor están reñidos con el liberalismo fundamental. No juzgar a las conciencias, sino a las ideas; no a la intimidad, sino a la conducta intencionadamente pública; no a las vidas, sino a las obras. Una vez más: el liberalismo no es una mera ideología, sino el ambiente indispensable para que todas ellas respiren. 

La fuerza transformadora de la memoria que evite en el futuro la legitimación de violencias pasadas y de las ideologías que las han sustentado. El principio democrático, el principio de legalidad y los derechos humanos sólo alcanzan su pleno significado si se piensan de forma conjunta: no hay democracia sin disfrute de los derechos humanos, pero tampoco puede haber tal disfrute sin un respeto escrupuloso a la ley democrática, en tanto expresión de la voluntad popular. Si la civilización quiere sobrevivir, tiene que optar por el respeto, garantía de un mundo mejor.

jueves, 15 de agosto de 2019

Aprender a convivir.



“Éxito” y “fracaso” dos palabras que pueden entenderse de un modo defectuoso si se observan desde una actitud superficial. De hecho, muchas veces, ante una cuestión cualquiera que se nos proponga, nuestra pregunta no es si aquello que se nos propone es una meta nueva para nosotros, o si es verdadera, o si la meta es bella, o el camino es noble, si tiene relación con una futura plenitud en nuestra vida, sino que nos preguntamos: ¿eso-es-difícil? Porque parece que, de antemano, renunciamos a enfrentarnos con la dificultad. Por eso sería interesante que cada uno viese desde qué ánimo se relaciona con la dificultad. Si la dificultad le agobia, si le entristece o si le irrita. El ganador de cualquier carrera deportiva por lo general es una persona que se ha esforzado mucho. Se ha vencido una y otra vez; especialmente si desea mantenerse como un ganador. Ha hecho sacrificios y se ha evaluado de manera honrada y muchas veces dolorosa. El realizar una cosa por-amor-a-la-misma es considerado hoy día, en muchísimos casos, como una tontería.

Sería interesante que cada uno fuese viendo qué impresión le produce que se diga de una cosa que es difícil; si es una impresión desagradable, de agobio, de preocupación, de cansancio inicial… Porque, al estar viviendo tiempos de escasa esperanza, no tendría nada de particular que tuviésemos un cansancio tan íntimo que las cosas difíciles fuesen, sin más, realidades a las que renunciamos, como si hubiésemos adquirido el hábito de abandonar las metas arduas. En algunos ámbitos de la sociedad en la que nos movemos, parece como si no hubiera espacio para las equivocaciones, y si uno comete un error termina siendo devorado cruelmente por un sistema inhumano basado en la competición. También hay personas que no se perdonan a sí mismas no haber alcanzado las metas que se proponían, y se culpabilizan provocando a veces disturbios psicológicos graves. A principios del siglo XIX, Federico Mohs estableció la famosa escala de durezas. A medida que se avanza por ella, desde el talco hasta el diamante, los cuerpos se van ennobleciendo, porque la dureza es una propiedad positiva de la materia.

Tenemos que ir advirtiendo que la palabra “difícil” no tiene por qué ser una palabra que nos excluya. Tenemos que situarnos ante la verdad de las cosas con una mirada un poco nueva.  Una vida con aprensiones de derrota puede ser convertida en una vida con proyectos de nuevas victorias. Una vida de cansancio puede ser reanimada con un nuevo vigor. La clave: que la gente quiera: seres “motivados”. Estar motivado facilita el camino hacia la felicidad.  Lo grande y lo pequeño. La vulgaridad consiste quizá en apartarnos de estas dos cosas, quedarnos ciegos para la grandeza y ciegos para las cosas maravillosamente pequeñas del vivir cotidiano. Nuestra-sociedad-cansada necesita que muchos transmitan esa alegría de vivir. Una apasionada defensa de la libertad. El respeto a la libertad de los demás no es nunca indiferencia, sino consecuencia del amor que sabe valorar a cada hombre en su concreta realidad. Sin libertad no podemos amar. Amor a la libertad, libertad para amar.

Un amigo es alguien a quien conoces bien y a quien, a pesar de eso, sigues queriendo. En esto de juzgar al otro antes de conocerlo, cuanto menos se sabe de él más libertad hay para errar. Miedo como una de las causas del aislamiento del hombre. Es el miedo el que hace que vayamos volando puentes y estableciendo distancias. Ha habido que aprender la tesis del antagonista; más que aprender ha habido que aprehenderla, pero no para asumirla, sino para comprenderla y oponerle razones. Que lo entienda no quiere decir que lo asuma. Hay fanáticos que pueden amargar la convivencia, observando con desprecio a los que no comparten sus puntos de vista, como si no tuvieran el derecho de existir. Aprender a convivir. Las palabras, a veces, matan más que los estoques. Los gestos amables cuestan poco y rinden mucho. Las buenas maneras son manifestaciones externas de respeto hacia la humanidad de los demás. 

martes, 6 de agosto de 2019

Obsesión por la decadencia.



Durante los últimos siglos “España” significó cosas muy distintas para unos y otros. Como todos los maniqueísmos, el dilema de las dos Españas me temo que sólo sirva para exaltar a los del bando escogido y para denostar con cierto eufemismo a los del otro. La dicotomía izquierda-derecha me parece tan poco rigurosa como insatisfactoria. Entiendo que los problemas hay que plantearlos y tratar de resolverlos en los niveles racionales. En España hay, como en toda latitud, gentes berroqueñas, pero que no lo son por pertenecer a la derecha o a la izquierda, sino por carecer de talento. Llevan sobre los hombros la carga de un complejo de inferioridad. Los vestigios de nuestro pasado zoológico y bárbaro son los instintos y los usos erróneos y mágicos. Mal síntoma es para un pueblo que sus dirigentes sean elogiados por sus adversarios o concurrentes naturales. La esquizofrenia negativa de algunos actuales configuradores de la opinión pública hace que España viva de espaldas a sí misma.

Acabemos con el prejuicio. Según la leyenda negra, España lideraría la comunidad de pueblos agresores de Europa. Este es el balance de siglos de historia, como si en todos ellos no hubiera habido, apenas, contrapartida positiva. De vez en cuando leemos, escuchamos, comentarios sobre el hombre y el mundo procedentes de personalidades evidentemente excepcionales, que nos sorprenden por su ingenuidad, ligereza y falta de profundidad. Cada día me parece más cierto que “quod natura non dat, Salmantica non praestat”. Todavía hay quienes reducen la Historia a un vaivén de fronteras y a una sucesión de soberanos. Pero la Historia es algo mucho más serio y profundo: es la reconstrucción de la aventura humana y, primordialmente, de su magna peripecia, que es la cultura: la ciencia, las artes, las instituciones, las formas de vida. Una tierra humana no es sólo un conjunto de accidentes geográficos, sino la habitación de unos hombres.

Siempre me ha parecido gran incomprensión e injusticia mirar a los pueblos prósperos como “afortunados”, favorecidos por la suerte. Por lo general no es así: su prosperidad ha sido conquistada a costa de enormes esfuerzos, de sacrificio, de disciplina, continuidad y acierto. El caso más notorio es los Estados Unidos, país enorme, durísimo, lleno de facilidades que naturalmente no existían hace poco menos de doscientos cincuenta años, compuesto principalmente de dificultades. La primera nación en el sentido moderno de la palabra ha sido España: este nombre se le había aplicado durante siglos, y por supuesto en toda nuestra historia constitucional. Me pregunto cuánto ven los jóvenes que ahora recorren toda España, ajenos a toda su historia, en su mayoría desconocedores de todo lo que ha pasado sobre el suelo que pisan, en las calles donde tantas generaciones han vivido, amado, trabajado, luchado, muerto. La historia que aprenden en las escuelas es antes un relato mitológico que una historia.

Entiendo por democracia un régimen de libertad, de convivencia, en que los individuos tengan iniciativa y solidaridad para realizar sus posibilidades. Racionalizar la vida, y muy especialmente la política, una realidad todavía caóticamente enturbiada por el tráfago de los resentimientos, los mitos, las pseudo profecías y las pasiones. A medida que he madurado, he ido buscando lo que permanece, lo absoluto. Optimismo es la alegre esperanza de que, como la Historia la hacemos los hombres, de nuestro esfuerzo y de nuestra virtud depende que ganemos o no. De cuál sea nuestro número y nuestra fuerza, también. Me han educado en la pasión por España. La amo en sus glorias y a pesar de sus caídas. Este sentimiento compartido es un poderoso motor de acción y de esperanza. Dura mutilación la de quienes se crían huérfanos de historia y de sentido.

lunes, 22 de julio de 2019

Candiles y oscuridades.

Publicado en "Diario de León" el domingo 21 de julio del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/candiles-oscuridades_1350355.html

Algunas veces parece que las escaleras que conducen a nuestro propio hogar son un lugar de increíble transformación: los rostros alegres se ponen serios, las caras animadas se vuelven monótonas. Cuántas veces ocurre que hay personas ocurrentes, simpáticas, amables con los amigos, y que al llegar a casa son unas personas serias, calladas, que no dicen nada. Están dedicando lo mejor de sí mismos a la gente, a la que, por supuesto, también hay que dedicar lo mejor de uno mismo, pero no con descuido de aquella gente, más entrañable, que es nuestra familia. Como dicen en mi querido México: candil de la calle, oscuridad de la casa.

Qué pena que un hombre desligase estas dos cosas: un horizonte cada vez más universal y una actividad cada vez más íntima referida a la familia. Qué pena que quien parece inquieto por los grandes problemas universales esté, al mismo tiempo, descuidando los problemas de ese pequeño espacio, sagrado, que cobija su hogar. En lugar de quejarnos constante e inútilmente sobre nuestra sociedad en general, deberíamos, más bien, preguntarnos qué estamos haciendo nosotros por mejorarla. Casi siempre que hablamos de ética nos referimos a asuntos actuales de carácter político o económico, o a la ética -que suele ser la falta de ética- de los otros. Rara vez a nuestras actividades cotidianas. Puede que en el conjunto humano de las cosas de la vida seamos una pieza de escasa importancia, pero en el conjunto de nuestra propia familia cada uno de nosotros es decisivo, una pieza importante. Uno no puede coger su propia vida y considerarla desligada de toda una serie de maravillosos vínculos que nos ayudan, nos cobijan y que nos sirven también para ejercitar nuestra capacidad de ayuda, de solicitud para con los demás. En nuestro hogar es necesaria nuestra puntualidad, llegar a tiempo, tener tiempo de vernos, tener ganas de escucharnos. ¡Tener tiempo! Llegar en punto a casa, no por una especie de sentido más o menos teórico del deber, sino por cariño, para poder hablar, para poder charlar, para la comprensión; dejar hablar, saber escuchar, tener paciencia. 

Una vida agitada no es más que la parodia de una vida intensa. Dejamos de hacer cosas que impactan en la vida de los demás. A veces no se tiene conciencia: falta formación. El hombre es libre, pero no independiente. La limitación y la dependencia son connaturales al hombre, por el mero hecho de serlo. La preocupación desordenada por uno mismo es la que nos lleva a tender los obstáculos que nos apartan de una convivencia sencilla con los demás. Tiempo, contacto personal, comunicación, paciencia… Desacelerarse. Nuestra auténtica calidad de vida (¿qué es para ti?) depende de que nos esforcemos por vivir serenamente, todos-los-días. Hay quienes centran su vida en el fin de semana, y procuran soportar las fatigas del trabajo con el consuelo de que pronto llegará el merecido descanso. Así, se condenan a una semana de cinco días de sufrimiento y dos días de alegría pasajera, pues inmediatamente se les presenta en el horizonte la monotonía grisácea del lunes siguiente. 

No tengo tiempo, no es fácil… Perdonar es difícil, comprender es difícil, aprender es difícil, vivir con orden es difícil, sin duda; pero todas estas palabras deberían levantar dentro de nosotros la ilusión, porque son metas que nos esperan. La grandeza de ánimo frente a las cosas difíciles. No tenemos que pensar que lo difícil hace al hombre desgraciado, y que, en cambio la felicidad del hombre sea lo cómodo, lo llano, lo que no cuesta esfuerzo. Nuestra propia existencia personal nos indica lo contrario. Nosotros hemos pasado los momentos más dichosos de la vida, por lo menos de un modo general, después de haber vencido metas difíciles. Quien tiene un para qué siempre suele encontrar un cómo. Y no olvidemos que no-actuar-es-otra-forma-de-actuar.

sábado, 20 de julio de 2019

El lápiz de dos colores.

Publicado en "Diario de León" el lunes 15 de julio del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/lapiz-dos-colores_1349054.html

Opinión-de-un-opinante: las relaciones humanas, en muchas ocasiones, no están regidas por la amistad, por la simpatía mutua. Sino que cada vez más parece que uno mira a los demás, o tiene la impresión de que le miran, como a alguien que puede ser utilizado. La utilización del hombre por el hombre, la mercantilización de la mirada con que nos contemplamos unos hombres a otros. La presencia entre nosotros de una cierta utilización del hombre como si fuese una mercancía. Si queremos convivir hace falta que ejercitemos la comprensión y la paciencia de aceptar la realidad. Sin paciencia no se puede amar, sin paciencia no se puede comprender, sin paciencia no se puede respetar, ni aprender, ni enseñar. El prejuicio nos separa a los unos de los otros, creando abismos de división, y también, a la larga, creando una cierta indiferencia o un cierto pesimismo respecto a nuestras posibilidades de convivir. Clasificamos a un hombre con solo nuestro modo de mirarle. Hace-aquello-por-alguna-razón-interesada. Entonces se produce con frecuencia una artificial incompatibilidad. Empalizadas de suspicacias, de complicaciones, de recelos, de sospecha. 

Interesante descubrir cuáles son las fronteras que nos separan a unos de otros. Convivir es un arte. Un arte en el que hay que ejercitar, día a día, la paciencia. Aprender a respetar, a comprender… Aprender a disculpar. Aprender a aceptar a la gente como es. La inclinación a la intolerancia o la inclinación al fanatismo nacen de suponer que se tiene la verdad. Que uno mismo tiene la verdad. Que uno mismo tiene la solución a los problemas y que esa solución es la única solución valida, la solución mejor para todos. Hay personas que consideran que las cosas son necesariamente como ellos las piensan. No admiten matices y hacen dogmas de cuestiones discutibles: “Esto es así, porque lo digo yo”; o “Esto es así, y punto”, afirman. Sus opiniones son “evidentes”, y sonríen con desdén cuando alguien se atreve a llevarles la contraria. Lo opinable se extiende a casi todos los ámbitos de la vida, y la tentación de no respetar la libertad de los demás es, lamentablemente, bastante corriente. Se dan actitudes despóticas en la política, pero no solo ahí. Son muchos   (lamentablemente, cada vez más) quienes instalados en sus caducas opiniones humanas, se encierran en ridículas torres de marfil pensando que son los dueños de verdades incontrovertibles. 

Hace falta que sepamos medir con una medida que sea la medida amplia de una mirada amistosa: entonces conviviremos mejor. Y a lo mejor mañana, al salir a la calle, podemos darnos cuenta de que la vida de los hombres está llena de colorido, de riqueza y de atractivo, ensayando esta actitud íntima del respeto y de la admiración. Tenemos que liberarnos de la costumbre de manejar únicamente el-lápiz-de-sólo-dos-colores. Nuestra sociedad cansada necesita de personas que irradien la alegría de vivir. Todo ciudadano debe contribuir al interés general. A veces, una sonrisa, una palabra amable, un servicio desinteresado puede ser el desencadenante de otras acciones destinadas a favorecer un mundo mejor. La vida de cada uno de nosotros es importante desde el punto de vista de los demás, y conviene no perder el propio fuego, porque puede haber otros que lo necesiten; ese fuego modesto, ese fuego humilde, puede ser necesario. 

Como dice mi amigo Mariano, nos estamos convirtiendo en una civilización de malas maneras y de malas palabras, como si fuese un signo de emancipación. Lo escuchamos decir muchas veces, incluso públicamente. La amabilidad y la capacidad de dar las gracias son vistas como un signo de debilidad, y a veces suscitan incluso desconfianza. Esta tendencia se debe contrarrestar, en primer lugar, desde la familia. Debemos convertirnos en intransigentes en lo referido a la educación, a la gratitud, al reconocimiento: la dignidad de la persona y la justicia social pasan, ambas, por esto. Si la vida familiar descuida este estilo, también la vida social lo perderá.

jueves, 11 de julio de 2019

Abogados que mejoren España.

Publicado en "Diario de León" el miércoles 10 de julio del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/abogados-mejoren-espana_1348068.html


Mi querido Colegio de Abogados de León está celebrando su 175 aniversario a través de una serie de interesantes actividades como presentaciones de libros; el último, el del famoso periodista Fernando Jaúregui: “Los abogados que cambiaron España. Ochenta años de historia de los letrados y juristas que contribuyeron a la democracia (1939-2019)”. Ochenta años de historia de una profesión, abogados y juristas, que es con seguridad la que más ha influido para transformar a España en la democracia, sin duda perfectible, que hoy tenemos. Entre los momentos relevantes está el IV Congreso de la Abogacía, que se celebró en León, en 1970, conocido por su carácter político y menos por la aprobación de importantes asuntos para la profesión como la reforma del Estatuto General de la Abogacía, la puesta en marcha de la Mutualidad de la Abogacía, la regulación del abogado de empresa, las disposiciones para combatir el intrusismo, el régimen fiscal de la abogacía, o la retribución de turno de oficio y la justicia gratuita. Sin la presencia de los hombres del derecho no habríamos avanzado como avanzamos. Un mérito que no había sido, hasta ahora, plenamente reconocido. Un libro interesante, aunque, en mi opinión, ni son todos los que están ni están todos los que son…

Lo vengo diciendo desde que los cumplí: pertenecer al selecto y exclusivo “Club de los 50 y +” tiene ventajas, muchas ventajas.... Una de ellas es la facilidad para expresar las convicciones sin complejos, sin inhibiciones ni respetos humanos. Al grano: ser abogado no es cualquier profesión. De entrada, la profesión de abogado es la única profesión a la que se hace mención expresa en el texto de nuestra Constitución. ¿A qué no lo sabías…? Y, además, pido perdón por la petulancia, se hace referencia a ella nada más y nada menos que hasta cuatro veces distintas. No una, que ya sería suficiente honor, ni dos, ni tres: sino en cuatro ocasiones. Y, lo más importante, el servicio que los abogados préstamos a nuestros conciudadanos: materializamos el derecho a la tutela judicial efectiva, a pesar de los asesoramientos de “cuñados” y de “lo-leí-en-internet”, que suelen terminar mal, muy mal. Sólo un abogado puede ofrecer un asesoramiento digno de tal denominación: profesional.

Estamos en una época de cambio tan acelerado que dentro de seis meses todo habrá cambiado; hay que crear una estrategia del derecho ante la incertidumbre. La justicia es la que tiene que crear derecho porque el derecho codificado se está desfasando. Las normas derivadas del derecho, muchas leyes, se han quedado desfasadas. Y, sobre todo, las mentalidades tras los códigos. Dicen los expertos que la profesión ha cambiado más en los últimos veinte o treinta años que en los doscientos anteriores. Y va a cambiar mucho más, con toda probabilidad, en los próximos diez o quince años que en los treinta anteriores. Ya no se trata sólo de que los abogados hablen inglés, sino otros lenguajes, fundamentalmente el de la tecnología. Los tratamientos biomédicos, la ingeniería genética, la cibercriminalidad, el empleo de algoritmos en la toma de decisiones públicas, la elaboración de perfiles basados en nuestros datos, los sistemas de vigilancia masiva, los drones o los vehículos autónomos y otras muchas transformaciones, pueden afectar o cambiar aspectos sustanciales de la vida de las personas. 

En nuestra profesión, la relevancia se gana con responsabilidad, trabajo serio y profesional, formándose de forma continua y prestando un servicio de gran calidad. Estos son los “focos” para los próximos años y los desafíos que los abogados debemos de enfrentar si queremos estar-a-la-altura, contribuyendo no sólo a que España cambie, sino que mejore. Alentando a quienes luchan -cada día- por lograr la justicia y la paz a través del derecho, permitiendo avanzar con eficiencia, rapidez e inteligencia en la comprensión de las grandes transformaciones, retos y oportunidades que nos plantea hoy la vida en sociedad.