@MendozayDiaz

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sábado, 27 de octubre de 2018

El impuesto sobre las hipotecas.

La Sección Segunda de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo ha dictado sentencia sobre el recurso de casación interpuesto por la Empresa Municipal de la Vivienda de Rivas Vaciamadrid contra la sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo (Sección Cuarta) del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad de Madrid de fecha 19 de junio de 2017, sobre liquidación del impuesto sobre actos jurídicos documentados de una escritura pública de formalización de préstamo hipotecario, sentencia que se casa y anula. También estima el recurso contencioso-administrativo interpuesto por esta misma Empresa contra la resolución del Tribunal Económico-Regional de Madrid de fecha 31 de mayo de 2016, que desestimó la reclamación económico-administrativa deducida frente al acuerdo de la Oficina Técnica de la Inspección de los Tributos de la Comunidad de Madrid que practicó la liquidación correspondiente al impuesto sobre actos jurídicos documentados, respecto de la escritura de constitución del préstamo con garantía hipotecaria, declarando la nulidad de tales resoluciones (de la Oficina y del TEAR) por su disconformidad con el ordenamiento jurídico. Y, por último, anula el número 2 del artículo 68 del reglamento del impuesto sobre transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados, aprobado por Real Decreto 828/1995, de 25 de mayo, por cuanto que la expresión que contiene (“cuando se trate de escrituras de constitución de préstamo con garantía se considerará adquirente al prestatario”) es contraria a la ley.

En síntesis, el Tribunal Supremo fija como nuevo criterio interpretativo que, en estos casos, el sujeto pasivo en el impuesto sobre actos jurídicos documentados es el acreedor hipotecario, no el prestatario. Y destaca que tal decisión supone acoger un criterio contrario al sostenido por la jurisprudencia de esta Sala hasta la fecha, pero entiende que debe corregirla porque considera que el obligado al pago del tributo en estos casos es el acreedor hipotecario, sujeto en cuyo interés se documenta en instrumento público el préstamo que ha concedido y la hipoteca que se ha constituido en garantía de su devolución.

El hecho de ser la hipoteca un derecho real de constitución registral la sitúa, claramente, como negocio principal a efectos tributarios en las escrituras públicas en las que se documentan préstamos con garantía hipotecaria, pues el único extremo que hace que el citado acto jurídico complejo se someta al impuesto sobre actos jurídicos documentados es que el mismo es inscribible, siendo así que, en los dos negocios que integran aquel acto, solo la hipoteca lo es. El Tribunal Supremo reconoce que nos encontramos ante un negocio complejo con dificultades para determinar con seguridad quién sea la persona del “adquirente”. Lo resuelve a través de la figura del “interesado”. Desde esta perspectiva, según el criterio del Tribunal Supremo, no cabe la menor duda de que el beneficiario no es otro que el acreedor hipotecario, pues él (y solo él) está legitimado para ejercitar las acciones (privilegiadas) que el ordenamiento ofrece a los titulares de los derechos inscritos. Solo a él le interesa la inscripción de la hipoteca (el elemento determinante de la sujeción al impuesto que analizamos), pues ésta carece de eficacia alguna sin la incorporación del título al Registro de la Propiedad.

Por otra parte, en relación con la cuestión relativa al sujeto pasivo del tributo, la Empresa alegó que exigir el impuesto al deudor hipotecario iría en contra de toda la normativa proteccionista de los deudores hipotecarios que existe a nivel de la Unión Europea, a cuyo efecto menciona la sentencia de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo de 23 de diciembre de 2015 que consideró que la entidad prestamista no queda al margen de los tributos que pudieran devengarse con motivo de la operación mercantil, sino que, al menos en lo que respecta al impuesto sobre actos jurídicos documentados, será sujeto pasivo en lo que se refiere a la constitución del derecho y, en todo caso, la expedición de las copias, actas y testimonios que interese, de manera que una cláusula en la que se traslade el tributo a la otra parte contratante resulta abusiva. Además, en mi opinión, la protección del prestatario, especialmente si es consumidor, es considerado por el artículo 51 de nuestra Constitución como un principio rector de la política social y económica. El consumidor se halla en una situación de inferioridad respecto al profesional, tanto en la capacidad de negociación como en la información que maneja cada una de las partes (“asimetría informativa”), lo que le lleva a adherirse a las condiciones redactadas por el profesional, sin poder influir en el contenido de éstas: auténticas “lentejas” …

Bien, pero qué hacer si me encuentro en esta situación: solicitar la devolución. Ahora bien, tengamos en cuenta que, en ocasiones, algunos bancos actúan con displicencia o prepotencia ante las reclamaciones de sus clientes, no las responden o lo hacen a través de una carta tipo en la que te agradecen y dicen que-lo-van-a-ver… Distinta es la atención y el trato cuando la reclamación se presenta, mediante asistencia letrada, advirtiendo de que en caso de no recibirse respuesta satisfactoria trasladará su escrito al Departamento de Conducta de Mercado y Reclamaciones del Banco de España o se presentará una demanda ante los tribunales de justicia. En estos casos, suelen correr y volar, llaman al cliente e intentan un acuerdo antes de que se abra el correspondiente expediente administrativo o se inicie el proceso judicial. Los asesoramientos de “cuñados” y de “lo-leí-en-internet” suelen terminar mal, muy mal. Sólo un abogado puede ofrecer, en estos casos, un asesoramiento rápido y eficaz, profesional. Así que: mejor con su abogado.

Publicado en "Diario de León" el jueves 25 de octubre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/impuesto-hipotecas_1286995.html

domingo, 21 de octubre de 2018

El menosprecio de lo cualitativo.

El hombre actual se siente terriblemente angustiado e insatisfecho en su panorama de pantallas, múltiples pantallas. Porque estos artilugios, que nacieron engendrados por él para ser sus servidores y, en todo caso sus amigos, se están volviendo -cada vez más- sus enemigos. ¿No os habéis fijado en lo fácil que nos resulta a los hombres de este tiempo no escucharnos? En una reunión, cuando empieza uno a contar cualquier cosa, fracasa pronto porque alguien se centra en su teléfono móvil. Es dificilísimo poder mantener una conversación atenta y tranquila. La conversación como medio de formación: hay mucha gente que no sabe que existe esta opción de mejora personal. Comunicar: hablar, compartir nuestras experiencias, aprender del otro. Los instrumentos de comunicación pueden, sin duda, ayudar mucho a la unidad de los hombres; sin embargo, el error y la falta de buena voluntad pueden producir el efecto contrario: menor entendimiento entre los hombres y mayores disensiones, que engendran innumerables males.

Hoy, gracias al avance de la tecnología, contamos en nuestra sociedad con esos poderosos medios de comunicación que sirven para estructurar una nueva forma de vida. Mientras que durante siglos eran precisos decenios para que se operase un cambio importante en la forma de pensar y de actuar de los hombres, en nuestro tiempo apenas son precisos unos meses para que se realice una auténtica revolución en el pensamiento: cualquier descubrimiento, cualquier nueva teoría seductora, nos son servidas, inmediatamente, a domicilio. Los medios de comunicación social tienen aspectos positivos indudables: son una conquista de la inteligencia humana. Contribuyen a que conozcamos mejor a los demás hombres, afianzan nuestra unión y amistad: nos hacen solidarios en las alegrías y en las penas. Reducen, en definitiva, las distancias de nuestro planeta. Los medios de comunicación facilitan el diálogo entre los hombres y facilitan la comprensión de sus puntos de vista y de sus problemas; por otra parte, facilitan el levantamiento de las barreras que se oponen a esa comprensión: el localismo, la intransigencia, el aislamiento, etc. 

Por último, son un magnífico instrumento de promoción del hombre, de su cultura, de su desarrollo integral, dado que permiten una amplia difusión a todos los ambientes. Precisamente por esto, por su amplia y profunda penetración en todos los ambientes, su repercusión es digna de tenerse en cuenta. Para destacar esta relevancia en la sociedad actual, basta destacar el hecho de que, algunos grupos, especialmente muchos jóvenes, encuentran en los medios de comunicación su única fuente de formación y de educación. La gran desgracia de muchos jóvenes de hoy es que -faltos de una enseñanza digna de este nombre- no se saben expresar. No son sordos, sino mudos, incapaces de aprehender, con la ayuda de un vocabulario preciso y variado, de una sintaxis clara y segura, los matices de pensamiento y de sentimiento que, por consiguiente, se les escapan… Ésta es una de las tragedias de nuestra época. 

La juventud no suele ser conservadora. Ni puede ni tiene por qué serlo, entre otras razones porque -en la mayoría de los casos- todavía no ha tenido oportunidad de hacer nada que merezca la pena ser conservado. El joven de nuestro tiempo es el más acosado de la historia por los datos, las opiniones y juicios de valor puestos en circulación. La libertad no consiste en hacer cuanto a cada uno le apetezca, pues la libertad, en tal caso, se identificaría con la ley del más fuerte, que impondría sus antojos a los más débiles. El error consiste en suponer que la libertad está en la facultad de escoger, cuando no está sino en la facultad de querer, la cual supone la facultad de entender. La reintegración de los valores espirituales en su lugar es, en efecto, el problema crítico de nuestro tiempo. Mientras -cada uno- no resuelva este asunto no podrá explicarse el porqué de la amargura, de la soledad y del vacío que se encuentra en un mundo frecuentemente egocentrista y subjetivo. 

No voy, pues, a rechazar el viejo espíritu porque sea viejo; ni puedo adorar las nuevas prácticas, las costumbres modernas, sólo porque estén de moda. En toda sociedad hay problemas básicos, cuestiones radicales, que cabe orientar en un sentido o en otro, y de cuya orientación depende que el futuro inmediato tenga un cariz u otro, un horizonte despejado o una faz torva, un camino real o una vereda llena de zarzales, propicia a todas las emboscadas y a todas las sorpresas. Las formas pueden ser mucho más que unos formalismos vacíos e inútiles, que un estorbo que no merece la pena respetar y que es mejor arrojarlo por la borda. Las formas son, en muchas ocasiones, a manera de recipientes que encierran muy ricas realidades. En el plano personal, la educación supone el desarrollo armónico de las cualidades físicas, morales e intelectuales, que lleva al hombre a adquirir gradualmente un pleno sentido de su responsabilidad. El desprecio de las formas revela a menudo falta de finura espiritual e incluso virtudes cívicas muy respetables, como la urbanidad y la corrección, sin las cuales resulta ingrata la convivencia humana. El menosprecio de lo cualitativo.


Publicado en "Diario de León" el sábado 20 de octubre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/menosprecio-cualitativo_1285719.html

jueves, 11 de octubre de 2018

Hablar mucho, decir poco.

Buenos-días-Raúl-por-favor-un-café. Mientras tanto miro a la televisión y veo a un charlatán de nuestro tiempo con aspiración de prócer. Le pregunto al paisano de al lado ¿qué ha dicho?: “hablar mucho, decir poco”. Me hizo pensar. Prisa y superficialidad son caracteres visibles de nuestro tiempo. Una realidad con la que hay que aprender a convivir. Pertenece al estilo de las generaciones actuales vivir con prisa y sin profundidad. Quizá no corramos el peligro de convertirnos en esclavos, pero corremos el peligro de convertirnos en autómatas. Se busca la velocidad porque se tiene prisa. Hay dos modos de tener prisa: uno consiste en tener prisa por acabar o lograr alguna cosa, otro en tener prisa porque sí. La prisa en este segundo caso consiste en vivir la vida con ritmo acelerado. No se busca nada, sino que se huye de algo. Con frecuencia se huye del instante presente que no gusta, que no satisface porque se siente hueco, vacío. Una conciencia herida cuando no tiene presentes los deberes. También una conciencia triste, desalentada, porque están presentes los deberes como metas imposibles. Esto es también una forma de dolor. Hay estrés en una vida sin deberes que nos lleva a la inercia o a la vacuidad. Y hay estrés en una vida en la que los deberes están presentes, pero se tiene la impresión de que uno es incapaz de vivirlos.

La ansiedad y la agitación interior -el estrés- como un peligro que nos acecha y como una de las formas de nuestra debilidad. Una intimidad desasosegada, agitada o ansiosa es indicio de un estado íntimo de escasa fortaleza. Me refiero no a la fatiga que puede resultar proporcionada al trabajo, sino a ese otro agobio, a esa otra fatiga y a ese otro cansancio -estrés- que padecemos y que no tiene relación con nuestro esfuerzo, sino que tiene alguna otra causa diferente. A veces creemos que la fortaleza es energía del carácter o del temperamento, una cierta vehemencia combativa. No, un hombre sereno no es un hombre apático o un hombre sin convicciones. Muchas veces reconocemos la presencia sorprendente de un agobio y una fatiga de extraño origen, porque no corresponde ni a los días de máximo trabajo ni, a primera vista, a los de máxima preocupación. Sería interesante que pudiéramos saber la razón de que sintamos estos sorprendentes desfallecimientos. Sorprendentes por la desproporción que pudiera haber, o falta de la relación incluso, entre la causa y el efecto. Nos sentimos, pues, solos. Esto significa un acentuado y permanente desgaste. Muchas veces nos pasa que unos días de descanso o cambio de actividad no remedian el desgaste del vivir humano. Quizá nos convendría pensar si el vivir apresurado, sin serenidad, el estar dominados por el nerviosismo, la dolorosa impresión de que la vida está transcurriendo sin que nosotros tengamos las riendas, como si fuésemos sacudidos por circunstancias desbocadas, puede quizá tener relación con que a nuestra vida le falte verdadero fundamento.

Todo el mundo dice cosas parecidas, esto no es ninguna novedad. Todo el mundo está bastante de acuerdo en que estamos viviendo una existencia impersonal, en que, al hombre, cada vez más, le resulta difícil tomar decisiones que puedan comprometer su existencia o signifique, por lo menos, un enriquecimiento personal en su vida. Porque ese difuso desorden que nos rodea termina haciendo que se embote en nosotros la sensibilidad para lo humano, la sensibilidad para la justicia. Como dice mi amigo Mariano, las grandes verdades están unidas al acontecer pequeño. A veces, se está tan absorbido por el trabajo que se descuida una actividad fundamental en nuestras vidas: escuchar y aprender de las personas con quienes convivimos. Hablar, relajadamente, sin un tema fijo, perder-el-tiempo en conversar es enriquecedor y abre nuevos horizontes. Dedicar tiempo a construir relaciones, especialmente, con nuestra pareja, con nuestros hijos y con nuestros amigos: las personas no abrimos nuestra intimidad a quienes tienen puesta su cabeza en la acción o en el paso siguiente. Las relaciones superficiales no permiten sino amistades superficiales, relaciones de ocasión, amores superficiales. 

La relación entrañable parte ya en las mismas entrañas. Y jamás es tarde para intentarla, para poner los medios. También en el trabajo. Las organizaciones son casi unánimes al afirmar que su principal capital son las personas que forman parte de ellas, si bien encuentran serias dificultades para llevarlo a la práctica. Muy pocas organizaciones logran motivar de modo sostenido a sus empleados, integrarlos en los procesos continuos de mejora y decisión, y liberar sus capacidades creativas. Trabajar en equipo es imprescindible para aprovechar los conocimientos y habilidades de todos los colaboradores. 

Sin orden es imposible ser feliz. Sin responsabilidad, privada y pública, no puede existir lo que llamamos civilización. Creo en la esperanza humana de un mundo mejor: en la fuerza creadora de la libertad. Vivimos en un tiempo de redescubrimiento y actualización de verdades. Afortunadamente el hombre no es como un río, que no puede volverse atrás. De ahí la importancia de educar en libertad, enseñando a cada uno a llevar el timón de su vida en la dirección correcta: hacia la felicidad de una vida plena, con la actitud necesaria para orientar su vida al servicio de los demás.

Publicado en "Diario de León" el jueves 11 de octubre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/hablar-mucho-decir-poco_1283536.html

viernes, 5 de octubre de 2018

El lenguaje oculto de las encuestas.

Los fines de semana suelen ser tiempo de encuestas, y más en un año tan preelectoral. Así que paciencia con los artesanos del arte de predecir. Dos comentarios: uno, quien-paga-manda; y dos, repasemos quién acertó y quién no -y por cuánta diferencia- en las encuestas previas, por ejemplo, en las últimas elecciones generales. En el año 1986, año en que los españoles dijeron sí al ingreso de España en la OTAN, los publicistas acuñaron la expresión “efecto calzoncillo” para designar una curiosa perversión de las encuestas (y corregir así sus correspondientes estudios de mercado): los consumidores nunca dicen la verdad sobre sus hábitos de higiene, su sexualidad o sus predilecciones políticas. “¿Cuántas veces se cambia usted de calzoncillos?” “Todos los días”, responde con "seguridad" el-españolito-de-a-pie.  Pues eso, cada vez que hay elecciones, en mayor o menor medida, vuelve a funcionar el “efecto calzoncillo”. Los gurús de la demoscopia lo suelen tener en cuenta al hacer sus previsiones. Hay votantes -dicen- que incluso después de haber depositado sus papeletas mienten sobre el partido elegido, en las encuestas a pie de urna o israelitas.

Pensando sobre este asunto me acordé del libro de Huff “Cómo mentir con estadísticas”. Darrel Huff (1913-2001) fue un prolífico escritor estadounidense que también trabajó como editor en algunas revistas. En 1954 publicó su mayor éxito, “Cómo mentir con estadísticas”, traducido a más de veinte lenguas y que se ha convertido en uno de los libros más vendidos sobre estos asuntos. Lo he vuelto a releer y, en efecto, este libro es un manual sobre cómo se pueden utilizar las estadísticas -las encuestas- para engañar. Lo que este libro, escrito con ingenio y humor, nos ofrece es un curso de sentido común para aprender a descubrir los ardides con que cada día pretenden engañarnos, manipulando cifras y gráficas, los medios de comunicación, los políticos, la publicidad… Lo que aquí se nos cuenta -el lenguaje secreto de las estadísticas- aunque pueda resultar divertido conviene tomárselo en serio, porque, como nos dice el autor, “los desaprensivos ya conocen estos trucos; los hombres honrados deben aprenderlos en defensa propia”. El “efecto calzoncillo” o el lenguaje oculto de las encuestas.

Un país marcha bien cuando los partidos son por lo menos -en cierta medida- intercambiables, cuando coinciden en una amplia zona, y difieren en cuestiones que no afectan a la idea misma del país y de su proyecto global. Una mayoría razonable y no polarizada, que desea vivir y convivir. Quizá por mis ideas sobre lo humano, la polarización me produce repugnancia, sea cual sea su origen, y he intentado no caer en ella. Se piensa, antes que en las personas y en su verdadera condición, en los rótulos o etiquetas; de esta manera, las conductas se automatizan, y en lugar de depender de lo que se ve, de lo existente, responden a un estímulo, en gran parte nominal, y se disparan. Una nomenclatura que deforma la realidad, que la falsea. Con resultado múltiple: acentua la oposición, elimina en el vocabulario político lo que no es ni una cosa ni otra, y que es precisamente la mayoría; introduce un lenguaje peyorativo que suscita la hostilidad y corta puentes para el arreglo y la convivencia. Creo que las consecuencias están siendo más graves de lo que, en un primer instante, pudo parecer. El sueño de la razón produce monstruos; el de la distancia también los produce. Los extremistas suponen un freno para la convivencia.

La ignorancia es mucho más destructora de lo que se piensa. El cambio político ha sido consecuencia de ciertas variaciones previas de lo social, que algunos políticos avisados aprovechan. La ignorancia histórica es la causa de un incalculable número de errores y de la mayor parte de los abatimientos y desánimos; por eso la fomentan los que quieren desmoralizar a los pueblos y dejarlos indefensos y manejables. Lo único verdaderamente grave es la tentación de responder a la intolerancia con intolerancia, de copiar al adversario haciéndose como él, dándole de este modo una victoria gratuita. El único peligro verdadero que corre la democracia es que los demócratas dejen de serlo.

Llevamos decenios oyendo la monótona cantinela de los “errores” y “fracasos” del liberalismo. Pero dígase si alguna forma de convivencia ha tenido -a pesar de sus miserias- menos fracasos y más éxitos que el liberalismo; dígase si no son los países que le han permanecido sustancialmente fieles aquellos en que se ha unido más regularmente la prosperidad y la dignidad, los que nunca se han sumido en la catástrofe ni en la abyección. No puede sorprender que el liberalismo sea frecuentemente odiado: lo aborrecen y temen todos los que desprecian al hombre. Yo quiero, como el que más, cambiar: pero no por cualquier cosa. Quiero otra cosa, pero no otra cosa cualquiera: quiero un cambio a mejor.

Publicado en "Diario de León" el martes 2 de octubre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/lenguaje-oculto-encuestas_1281109.html