Publicado en "Diario de León" el domingo 8 de septiembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/industrias-sin-hombres/201909081355411937048.html
La vertiginosa rapidez del progreso tecnológico ha trastornado el principio vital del hombre de nuestros días. Un nuevo tipo de hombre que está en función de los fenómenos técnicos es, por esta misma razón, un tipo que ofrece los mismos rasgos en todas partes. Como ocurre con los deportes, la tecnología, en su apariencia externa, es accesible a la misma comprensión en todo el mundo. La sociedad contemporánea, es decir, la de la revolución tecnológica, impone tanto o más que cualquier otra del pasado una jerarquización muy estratificada. La sociedad racionalizada del presente y, sobre todo, la del futuro será la de la especialización y la del mando de los expertos, una sociedad estructurada bajo el signo de la capacidad y no del número. En anteriores épocas de la economía, cada cual era capaz de comprender la sencilla construcción artesana, como la rueda o el carro. Hoy, la mayor parte de los hombres son profanos en la tecnología y usufructuarios de sus creaciones. Veo en esta cuestión una importante tarea a realizar en el campo de la educación y de la cultura. El hombre de la época tecnológica no puede contentarse con ser un simple peón o un pasivo usufructuario de los adelantos tecnológicos. Es indispensable que conozca en su generalidad -pero en un grado de desarrollo mucho mayor que hasta ahora-, las relaciones y conexiones de la tecnología.
¿Si el progreso técnico logra la ejecución de los trabajos manuales por medio de máquinas, no resultará de ello un progresivo paro forzoso? Hay que responder que, en efecto, cada nuevo invento técnico comienza por hacer innecesarios muchos brazos; pero, a la larga, produce nuevas ocasiones de trabajo. Ante la rápida evolución de las especialidades y las técnicas, es más importante que se desarrolle “el arte de aprender”, y que la utilización correcta del cerebro y la razón tenga la primacía sobre la acumulación de un saber condenado a ser superado.
La tecnología no es tan inocua. Ofrece al hombre insospechadas posibilidades de poder sobre la naturaleza y sus fuerzas, y con ello también sobre los hombres. Cuanto más poderosa sean las energías de la tecnología, tanto mayor será la responsabilidad del hombre. Puesto que la tecnología tiene por objeto servir al hombre, hay que intentar dirigir el progreso de manera que no se precipite por caminos subversivos provocando crisis, sino que se desenvuelva de una manera armoniosa. Es necesario que, a la par que los nuevos conocimientos técnicos, se cultive, en la sociedad contemporánea, lo que de humano hay en el hombre. No es fácil.
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