El Premio Abogados de Novela se convoca, cada año, por el Consejo General de la Abogacía Española, la Mutualidad de la Abogacía y Ediciones Martínez Roca, del Grupo Planeta, con la intención de premiar una novela que ayude al lector a profundizar en los conocimientos del mundo de la abogacía y sus ámbitos de actuación, valores, proyección y la trascendencia social de su función.
El primer libro, distinguido por este galardón, que leí fue “El jurado número 10”, de Reyes Calderón, que recibió el reconocimiento en el año 2013. Recuerdo que se trataba de una novela interesante, amena y especialmente divertida (creo que ayuda que los personajes y el entorno sean locales); y, en este caso, también divulgativa pues da a conocer cómo funciona el jurado en nuestro sistema judicial.
Un reciente tuit de Juan Pedro Cosano (@juanpedrocosano), anunciando la publicación de “Llamé al cielo y no me oyó” me recordó que tenía pendiente escribir la reseña sobre “El abogado de pobres” su novela ganadora del Premio Abogados de Novela 2014.
Ambientada en Jerez de la Frontera a mediados del siglo XVIII, su protagonista es un abogado de pobres que tiene que enfrentarse a varios casos de corrupción, robo y falsificaciones, abusos de poder y manipulación de la Justicia. En el más importante de ellos, estarán implicados algunos de los personajes más importantes de la ciudad. Hoy como ayer, tan real como la vida misma.
La figura del “abogado de pobres” es una figura que desaparece a finales del siglo XVIII en la medida que, en las grandes ciudades, se van creando los Colegios de Abogados que se encargan de defender gratuitamente a los pobres y desamparados, designando de entre sus colegiados a quienes, por turno, deberán de hacerse cargo de la defensa de esas personas sin posibles.
Viajando a través de esta historia a los entresijos del sistema judicial de esa época concluí que la administración de justicia no ha cambiado tanto desde entonces. Ahora quizá es más profesional y, por supuesto, más garantista, pero, sin embargo, es mucho más lenta. En el siglo XVIII era impensable que un juicio criminal se celebrara, por ejemplo, dos o tres años después de ocurridos los hechos.
Juan Pedro Cosano, abogado gaditano, personifica en Pedro de Alemán, el protagonista de su relato ganador, los rasgos de un jurista, adalid de la cultura y de los valores humanos. Excelente novela, muy recomendable.
Asimismo la novela ganadora del VI Premio Abogados de Novela, “La mediadora” de Jesús Sánchez Adalid, que leí durante el pasado fin de semana, largo.
La mediación como medio alternativo de solución de conflictos está de moda. Aunque, en mi opinión, es más antigua que el hilo negro… La Abogacía es una profesión pionera en la mediación como herramienta para alcanzar el consenso entre partes en conflicto ya que los abogados, mayoritariamente, llevamos siglos promoviendo la cultura del acuerdo.
En este proceso también pueden intervenir (y, de hecho, intervienen) profesionales de otras disciplinas lo que, en ocasiones, está dando lugar a llamativos y extravagantes casos de intrusismo profesional avalados por un más que cuestionable respaldo legal.
Bien, pero esto no lo dice la novela sino que son algunas de mis opiniones personales sobre el tema que quiero expresar aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que soy el editor de mi propio blog.
Por su actualidad, “La mediadora” es una novela de realismo social. En España, la mediación y, en particular, la mediación familiar como método alternativo de resolución de conflictos, es relativamente reciente.
Tiene la ventaja de que puede utilizar un mismo abogado y procurador, lo cual abarata los costes del proceso, disminuye la duración del procedimiento y, lo más relevante, elimina la figura del adversario repercutiendo de forma beneficiosa sobre la pareja y, en su caso, también sobre sus hijos, evitando situaciones de estrés y de ansiedad muy comunes en este tipo de conflictos.
En fin, tres interesantes novelas que recomiendo porque contribuyen a divulgar la profesión y a promover valores humanos a través de personas corrientes que podríamos encontrar en cualquiera de nuestros despachos.
Por todo ello y porque, para mí, ha supuesto una oportunidad para disfrutar con la lectura de buenas novelas, quiero agradecer al Consejo General de la Abogacía Española, a la Mutualidad de la Abogacía y a Ediciones Martínez Roca por el Premio Abogados de Novela.
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