Recuerdo mi perplejidad cuando llegaba el tiempo de las primeras
comuniones y mucha gente compraba una cámara el viernes y el lunes venía a
descambiarla “porque no le había gustado”…después de haber grabado la ceremonia
y fiesta familiar.
Los que comenzaron siendo casos esporádicos se convirtieron,
en poco tiempo, en habituales. Los pícaros se suelen caracterizar –también hoy-
por su creatividad y su capacidad para crear escuela.
La empresa tenía un manual donde se regulaba concretamente cómo atender
estos casos. Qué decirle al cliente, cómo argumentarle. Se simulaban y
resolvían, detalladamente, todas las situaciones posibles que se pudieran plantear.
Recuerdo que se definía hasta el lenguaje corporal que se
debía modelar dependiendo del estado de ánimo del insatisfecho consumidor; y
también cómo practicar la devolución y el informe que había que cumplimentar
para la oficina central porque, al final, como el cliente siempre tiene la
razón, el manual recogía la instrucción de devolver el dinero sin excepción…
No entendía entonces para qué tanto manual-de-hojas
intercambiables-y-actualizables, tanto procedimiento, tanto argumentario,
tanto curso de formación, tanto papeleo, tanta pérdida de tiempo, tanto rollo,
si, al final, se les iba a devolver el dinero…Hoy, con años de camino
recorrido, entiendo que se trata de una representación más de teatro bufo al
que algunos dirigentes conducen a sus organizaciones.
Escuchando este fin de semana las opiniones de unos y otros
sobre lo sucedido en el ayuntamiento de Ponferrada (León) me he acordado de una situación
muy parecida, ocurrida no hace tantos años en Benidorm (Alicante), cuando unos concejales
apoyados por unos tránsfugas presentaron una moción de censura, la ganaron y estalló el escándalo porque se violó un pacto muy de moda y considerado -entonces- sobre
la regeneración democrática y contra el transfuguismo o algo así…
Un asunto local que se convirtió en tema principal de los
medios nacionales de comunicación, que recogieron y comentaron con profusión
las afectadas declaraciones, en uno y otro sentido, de los líderes nacionales
de los respectivos partidos políticos.
Finalmente los concejales díscolos son advertidos que si no
dimiten serán expulsados de la organización; éstos responden diciendo que ellos, antes que al partido, se deben a los ciudadanos que los eligieron y que, por
tanto, no dimiten; se les expulsa, y ahí muere –momentáneamente- el impacto
mediático.
Y como cuatro años no son nada, meses antes de las elecciones
municipales, se produce por parte del nuevo dirigente nacional o autonómico un
acercamiento a los ex compañeros, se manifiesta que se cometieron errores, que
no hubo suficiente sensibilidad, que faltó voluntad de diálogo, que hubo equívocos
imperdonables, que, en fin, mariposa a otra cosa, que son personas que han
demostrado su compromiso con nuestras ideas, que al final esto es lo importante,
etc, etc, etc…Y se vuelven a presentar bajo las mismas siglas de las que fueron
expulsados por…da igual.
En, fin parece una “crisis de manual”, resuelta según un
guión previsto para ceder sin conceder y con ánimo de recuperar... Y si no,
tiempo al tiempo.
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