@MendozayDiaz

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domingo, 16 de junio de 2013

Horarios.

Es frecuente escuchar las quejas sobre las largas jornadas de trabajo en nuestras organizaciones. 

Esto sumado a las distancias entre casa y lugar de trabajo, nos da como resultado que la hora de regreso no sea antes de las nueve de la noche…

Las causas de estos horarios tan irracionales son complejas.

En empresas en crecimiento o en crisis se exige una dedicación adicional a las personas. Tiene su lógica. 

Sin embargo, no tanto el hasta cuándo y cuántos. Porque esa situación excepcional se convierte en habitual y, en ocasiones, la carga de trabajo se repartiría de forma más equitativa si se quisiera o supiera delegar.

Estar muchas horas en el lugar de trabajo no es lo mismo que trabajar mucho y, menos todavía, sinónimo de trabajar bien. 

Hay gente que llegan los primeros y se van los últimos y se les considera, aun cuando su trabajo sea mediocre, sólo por el hecho físico de que siempre están ahí…


Se pierde mucho tiempo en la máquina del café, saliendo al exterior a fumar un cigarrito, en reuniones sin sentido, con interrupciones, con llamadas de teléfono que se alargan sin razón, con comidas de trabajo…

Hay otra causa, tan increíble como cierta (y no menor): hay quienes amplían sus horarios simplemente porque es lo socialmente esperado de alguien que quiera ser considerado como profesionalmente exitoso; o dicho de otra manera, si alguien regresara a casa, habitualmente, a las seis o siete de la tarde tendría que dar muchas explicaciones a propios y extraños… 

Y no todo el mundo quiere o puede afrontar esa situación. 

Como decía la señora Eustasia, "Hijo, cada persona es un mundo...".

jueves, 13 de junio de 2013

Nala y Simba.

Esos eran los nombres de nuestros perros. 

Llegaron a casa cuando mis hijos mayores tenían cinco y seis años y por entonces la película infantil de moda era “El Rey León”… "Hakuna Matata vive y deja vivir", "Hakuna Matata,  vive y sé feliz", etc... y toda esa filosofía animal de la que tanto se puede aprender.

De cachorros, estos perros de raza golden parecían leones.

Formaron parte de nuestra familia y nos acompañaron en nuestro periplo de Chile a México…Siete niños y dos perros…Novelable.

Recuerdo con cariño muchas anécdotas de Nala y Simba, todas entrañables, y de su singular colaboración en la educación de nuestros hijos. Jugaban como uno más, nos acompañaban cuando paseábamos; nos protegieron y defendieron cuando fue necesario. 

Me gustaba observarles porque, muchas veces, me sorprendían con su comportamiento. 



Hoy me he acordado especialmente de ellos al releer unas notas que tomé en un curso sobre la importancia del aprendizaje permanente, continuo. 

Se puede (y se debe) aprender siempre. De personas, circunstancias y también de nuestras mascotas, de nuestros perros:

Nunca dejan pasar la oportunidad de salir a pasear. Disfrutan las caminatas.
Cuando alguien a quien quieren se aproxima, corren para saludarle y demostrarle alegría por su llegada.
Cuando toca, son obedientes.
Advierten a quien se atreva a invadir su territorio.
Son leales.
Comen con gusto y no se quejan…No perdonan la siesta y se estiran al despertar.
Corren, saltan y juegan habitualmente.
Evitan morder cuando el incidente puede solucionarse con un simple gruñido.
En los días cálidos, se acuestan sobre su espalda en el césped. En los días calurosos, beben mucha agua y descansan bajo un árbol frondoso o en su rincón preferido.
Cuando se sienten contentos, balancean su cuerpo.
Dan cariño y dejan que les acaricien quienes les quieren.
Cuando alguien tiene un mal día, guardan silencio, se sientan cerca de él  y le hacen sentir que están con él…

En fin, esto y mucho más. 

Lo dicho, podemos y debemos desarrollar nuestra actitud de aprendizaje, escuchando mejor a las personas, analizando las circunstancias que vivimos y, también... observando el comportamiento de nuestras mascotas.

domingo, 9 de junio de 2013

Cambios.

Para lograr buenos cambios se requiere una adecuada dirección de personas. 

Los dirigentes más efectivos son aquellas personas capaces de desarrollar una visión de futuro para la organización y, además, hacerla realidad. 

Formular una visión de futuro en una empresa significa clarificar en dónde queremos estar en cuanto a segmentos de mercado a atender, líneas de productos y servicios, tecnologías, capacidades que nos distinguirán de otros, estilo de personas…También es útil preguntarse “dónde no se quiere estar”. Nos ayuda a clarificar posiciones.

Vivimos en un tiempo donde los cambios sociales, políticos y económicos son frecuentes. 

Los cambios, en muchas organizaciones, son constantes. Unas personas se incorporan, otras se desvinculan, nuevas tecnologías, nuevas leyes, nuevos competidores. 


Quizá uno de los cambios más complejos para una organización sea mantener una estructura de acuerdo a su nivel de actividad económica. Los frecuentes vaivenes suelen traer consigo ajustes en los equipos de personas. Y las personas necesitamos una mínima estabilidad para realizar nuestro trabajo.

Los análisis para llegar a una propuesta incluyen la visión de futuro de la organización, la situación actual, las personas y el presupuesto disponible. 

Es muy recomendable contar con un especialista externo ya que estas modificaciones afectan a la estructura de poder y es complejo trabajar la propuesta con los afectados.

En la práctica, este tipo de decisiones se suelen postergar. 

Y, si estos cambios no se realizan con rapidez, a veces, el remedio es peor que la enfermedad ya que los cambios en proceso agregan más inestabilidad a la situación general de cambios que se vive. 

Casi siempre, en estas situaciones, entre las personas, se genera una gran incertidumbre cuando se esperan cambios pero estos no llegan. 

La incertidumbre se puede convertir en frustración o desánimo si no se gestionan bien las comunicaciones y se da rienda suelta a las filtraciones, chismes, fantasías… 

Postergar las decisiones de cambio suele ser más dañino que realizarlas aceleradamente.

jueves, 6 de junio de 2013

Hoy.

Solemos esperar una ocasión especial para hacer aquello que tenemos pendiente desde hace tiempo como hablar con un amigo al que no vemos desde años, llamar por teléfono a un familiar, celebrar un logro… Sólo en los funerales recuperamos la perspectiva, y nos dura poco… Esperamos eternamente ese tiempo oportuno para superar nuestras habituales conversaciones, superficiales, sobre política,  la crisis, el fútbol…

Es muy probable que ese momento no llegue nunca. A la espera de ocasiones especiales para hablar con quien no lo hacemos hace tiempo, se nos puede pasar la vida. 

Todo momento es especial si lo sabemos considerar como tal. El momento más importante es hoy, el que estamos viviendo. 



Vivir plenamente cada minuto de nuestra vida como si fuese el más importante, el último, es vivir de verdad y no vivir a medias, esperando ilusorios momentos oportunos.

Cada hora, cada minuto, cada segundo es una oportunidad irrepetible para hacer. 

Ahora es el mejor momento para comenzar a leer, aunque sea poco a poco, esos libros que tengo, apilados,  pendientes de leer desde hace…años; ahora es el mejor momento para proponerme pasar más tiempo con mi familia y no engañarme esperando la llegada del próximo puente o de esas soñadas vacaciones que nunca llegan…

La vida es una sucesión de momentos sencillos en los que se puede disfrutar, siempre, de las cosas pequeñas que, torpemente, solemos reservar sólo para cuando tenga tiempo… Este tipo de expresiones como "más adelante", "algún día", "en otro momento" debieran desaparecer de nuestro vocabulario o restringir su uso al mínimo.

Habitualmente, personas que se distinguen por su logro profesional suelen descuidar la atención a su familia. Es una de las paradojas de nuestro tiempo. ¡Cuánto mejorarían sus vidas si mostraran la misma diligencia que en sus asuntos profesionales!

Dejar para un mejor momento todo aquello que agregue amor, alegría, a nuestras vidas es arriesgarnos, en la mayoría de las ocasiones, a no hacerlo. Hoy es siempre todavía.

domingo, 2 de junio de 2013

Compartir el poder.

Las nuevas tecnologías y la globalización exigen mejoras en los tiempos de respuesta a nuestros clientes. 

Hace diez años, un plazo de una semana para enviar un presupuesto era razonable; hoy es una burla.

Hay dirigentes que no toman decisiones: piden opiniones, escuchan…y se paralizan. 

Esto se suele dar en organizaciones con una tradición de centralización del poder, donde la iniciativa y la colaboración son escasas. 

Hay gente que se paraliza hasta que lleguen las órdenes.

La clave para mejorar esa situación está en compartir poder de decisión con los colaboradores.

No se trata de delegar todo. Se busca que el colaborador tenga el suficiente poder de decisión para hacer bien su trabajo sin estar sobrecargado con responsabilidades que no le corresponden. Éste es el equilibrio a lograr.

Si se comparte poder sobre aspectos que no tienen que ver con su trabajo, o lo delegamos en personas que no son merecedoras de tal delegación podemos causar daños a nuestra organización. Existe el abuso de poder.


El poder no se debe delegar a cualquiera. La decisión de a quién delegar depende de su posición en la organización y de sus cualidades personales. 


Especialmente importante es conocer su compromiso con la verdad, garantía de que el poder se ejercerá de manera constructiva.

Compartir el poder es un elemento a considerar en la mejora de nuestra organización.

viernes, 31 de mayo de 2013

Reuniones, cuestiones básicas.

Reunirse favorece la comunicación entre personas.

Los encuentros cara a cara no pueden ser desplazados por la comunicación telefónica, remota o virtual.

Los nuevos modelos y esquemas de trabajo en las organizaciones recomiendan la reunión de los colaboradores para favorecer la sinergia.

Ahora bien, como decía la señora Eustasia no confundamos la velocidad con el tocino… Una reunión de trabajo no es una simple agrupación de personas que trabajan para la misma organización. La esencia de la reunión requiere de objetivos, método, hora de comienzo… y de finalización.

Hace años tuve un jefe que asistía a las reuniones provisto de un reloj de arena, de tres minutos. Todas las intervenciones tenían ese límite temporal, salvo en asuntos excepcionales. 



Parece una excentricidad pero sus reuniones eran mucho más breves y, lo más importante, más efectivas. 

Me ayudó a aprender a sintetizar y a valorar el aprovechamiento del tiempo.

También conocí a otro personaje (me avergüenza reconocer que fue mi jefe…) que quizá enredado en su paranoia nos reunía en una sala en que las sillas tenían las patas delanteras un poco más cortas que las traseras…

Decía que se trataba de una técnica para mantener la "tensión creativa" en las reuniones de equipo, que había aprendido de un conocido consultor norteamericano en un taller sobre “time management”…

Estoy recordando que muchos días terminaba con calambres en las piernas por mi esfuerzo por mantenerme sentado en una posición digna…Menudo “campeón”…jajaja.


Antes de recurrir a este tipo de excentricidades, probemos con lo básico, con las buenas prácticas, que, en este caso, consisten en esforzarnos porque las reuniones que convoquemos tengan un objetivo, unas reglas para el uso de la palabra, una hora de comienzo y también -importante- de finalización, y un sistema de seguimiento de lo acordado.

sábado, 25 de mayo de 2013

La última lección de un maestro.

Don Sebastián tenía un primer apellido impronunciable (para mí). Mucha consonante y poca vocal…

Su historia -o más bien, la de su familia- era novelable. 

Hijo de un marinero holandés que se quedó en tierra por amor. A comienzos del siglo pasado su barco hizo una escala técnica en Valparaiso, y conoció a una joven con la que compartió el resto de su vida.

Don Sebastián fue un profesor querido y respetado, auténtico prestigio. 

Me distinguió con su amistad y, el día de su última clase en la escuela de negocios en la que trabajaba, me invitó. 

El aula estaba repleta y había expectación sobre cuál sería el tema que trataría el maestro en su última clase. 

Cuando entró en el aula le recibimos con un caluroso aplauso. A veces, uno expresa mejor los afectos de esta forma tan primaria. Había mucho que agradecer. Casi cincuenta años educando personas.

Don Sebastián, de pie, con un dominio escénico total, nos miraba atentamente hasta que el silencio fue total, y dijo: Vamos a hacer un experimento.

Debajo de la mesa sacó un recipiente de vidrio de unos cinco litros, que puso encima con mucho cuidado. 

Luego sacó unas piedras, del tamaño de las pelotas de tenis, y las introdujo, ceremoniosamente, una por una, en el gran tarro.

Cuando el recipiente se llenó hasta el borde y era imposible agregarle una sola piedra más, levantó lentamente los ojos y nos preguntó:

¿Les parece que el tarro está lleno?

Todos respondimos que sí.

Esperó unos segundos e insistió: ¿Están seguros?

Entonces,  se agachó de nuevo y sacó de debajo de la mesa un recipiente lleno de piedrecillas. 

Con mucho cuidado, agregó las piedrecillas sobre las piedras grandes y sacudió ligeramente el tarro. Las pequeñas piedras se infiltraron entre las grandes, hasta el fondo del tarro.

El maestro levantó nuevamente los ojos hacia su auditorio y reiteró su pregunta:

¿Les parece que el tarro está lleno?

Esta vez, uno de los presentes que ya había captado su mensaje respondió: ¡Probablemente no!

Bien, sentenció Don Sebastián.

Se agachó nuevamente y esta vez sacó de debajo de la mesa una bolsa de arena. 

Con mucho cuidado agregó la arena al tarro. La arena rellenó los espacios existentes entre las piedras y las piedrecitas. 

Una vez más, preguntó: ¿Les parece que el tarro está lleno?

Esta vez, sin pensarlo dos veces y al unísono, respondimos:

¡No!

¡Bien!, afirmó nuestro querido profesor.

Y tal y como se esperaba, cogió la botella de agua que estaba sobre la mesa y llenó el recipiente hasta el tope. Don Sebastián levantó entonces los ojos hacia los presentes y preguntó:

¿Qué gran verdad nos demuestra esta experiencia?

Inmediatamente alguien que estaba sentado en las primeras filas respondió:

Esto demuestra que incluso cuando creemos que nuestra agenda está completamente copada, si lo deseamos realmente, podemos agregar más citas, más cosas para hacer.

No, respondió el maestro con un aire de contrariedad. 

No es eso. La gran verdad que nos muestra esta experiencia es que si uno no mete, en primer lugar, las piedras grandes en el tarro, difícilmente las podrá introducir después.

Hubo un gran silencio, y de pronto un gran aplauso.

Don Sebastián pidió silencio con un gesto, y dijo: En tu vida ¿cuáles son las piedras grandes? : ¿la salud? ¿el matrimonio? ¿los hijos? ¿los amigos? ¿el dinero? ¿el trabajo? ¿la formación? ¿una vida cómoda? ...

Que cada uno lo piense.

Lo importante es identificar esas piedras grandes y meterlas -en primer lugar- en el recipiente de nuestra vida. Si no, uno se arriesga a no lograr... la vida. 

Si uno le da prioridad a las piedrecitas, a la arena, uno llenará su vida de cosas menores y no realizará las importantes.

Entonces no olviden la pregunta, repito:

¿Cuáles son las piedras grandes en mi vida?

Y no se olviden de introducirlas, inmediatamente, y en primer lugar, en el tarro de sus vidas.

Orden en las ideas, orden en los afectos, orden en las actividades.

Esta es la única tarea para hoy. La clase ha terminado. 

Y se fue.

viernes, 24 de mayo de 2013

Hablar mejor.

Desde hace años suele descuidarse el uso del lenguaje en los negocios.

Se dice que lo importante es llegar a acuerdos y para eso basta con entenderse. 

El abuso del llamado inglés comercial nos ha llevado a conformarnos con un vocabulario mínimo. Sólo interesan los términos precisos, sin necesidad de recurrir a expresiones complejas. 

Sin embargo, lo que no se pone en diversidad de palabras, se pone en modalidades, tonos y gestos. 

Los defensores de la utilización mínima de vocabulario sostienen que no es necesario más pues así se logran los objetivos comerciales. 

Este asunto se complica porque, además, en ciertos ambientes, se ha puesto de moda hablar con vulgaridad. 

Lo que hasta ayer era un vicio de algunas personas que vivían en ciertos ambientes con una educación marginal, hoy pareciera haberse propagado a personas que, por su responsabilidad de dirigir a otras, tienen la especial obligación de dar buen ejemplo.

Los buenos negocios no son sólo aquellos que producen buenos dividendos económicos. Son aquellos que nos hacen mejores a quienes intervenimos en ellos. Y esto pasa, necesariamente, por cuidar la calidad de nuestras comunicaciones.


Una campaña por un mejor lenguaje podría considerarse también como un buen negocio, el que nos lleva a todos a esforzarnos por ser un poco mejores, contribuyendo a perfeccionar de alguna manera a nuestros socios, proveedores o clientes.

domingo, 19 de mayo de 2013

Honradez.

El verdadero desarrollo económico se fundamenta en algunas virtudes básicas de sus actores que, a veces, se dan por supuestas.

Una de estas virtudes es la honradez. 

Las transacciones se hacen más atractivas y más viables en la medida en que se tenga la seguridad del cumplimiento de la palabra dada.

La honradez tiene que ver con el honor, que se fundamenta en la conciencia de las personas. 

Porque la falta de honradez afecta, antes que nada, a la propia dignidad. 

En definitiva, es la persona quien no se permite -a sí misma- no esforzarse por cumplir los propios compromisos.

La formación del carácter es necesaria para el desarrollo de las organizaciones. 

No basta con estar atentos a las innovaciones técnicas y descuidar la educación de las personas que colaboran en una empresa común, o si se considera la ética como irrelevante o únicamente un asunto privado.

El prestigio es clave en los negocios, y nada mejor que distinguirse por cumplir los acuerdos. 

La honradez paga buenos dividendos y fortalece la posición de mercado de quien la practica porque le favorece con nuevas y buenas oportunidades de negocio.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Reyes Calderón.

Conocí las novelas de Reyes Calderón en una feria del libro en Pamplona, en la Plaza del Castillo. Me gusta leer los escritores locales de allá adonde voy. 

Así me encontré con  “Las lágrimas de Hemingway”, en el otoño del 2005. Recuerdo que me leí la novela casi de un tirón, entre la terraza del café Iruña y mi banco del parque de la Ciudadela. 


Me encantó y en mi siguiente exploración por las librerías busqué y encontré mi segunda novela de Reyes que creo que fue la primera que ella publicó, “Gritos de independencia”.


Enseguida alcanzó la fama con “Los crímenes del número primo” que, en mi opinión, es la más policiaca de todas, aunque mi preferida es “El expediente Canaima”.


En uno de mis viajes a España tomé conciencia de su popularidad (y me alegró mucho) cuando ví sus novelas en el mural de los libros más vendidos en El Corte Inglés.


He leído “El último paciente del doctor Wilson”, “La venganza del asesino par” y ahora “El jurado número 10”.


Sin darme cuenta me convertí en un seguidor, en un fan de Reyes Calderón. 

Disfruto con la lectura de sus novelas y admiro su aprovechamiento del tiempo, su capacidad de trabajo. 


Decana de una facultad de Económicas de una importante universidad como la de Navarra, madre de una familia numerosa (creo que tiene nueve hijos) y, además, tiene tiempo para escribir buenas novelas…¡todo un ejemplo de vida!

“El jurado número 10” ha ganado el Premio Abogados de Novela 2013 convocado por el Consejo General de la Abogacía Española, la Mutualidad de la Abogacía y el Grupo Planeta con la intención de premiar una novela que ayude al lector a profundizar en los conocimientos del mundo de la abogacía y sus ámbitos de actuación, valores, proyección y la trascendencia social de su función.


La leí durante el pasado fin de semana. Interesante, amena y especialmente divertida (creo que ayuda que los personajes y el entorno sean locales); y, en este caso, también divulgativa pues da a conocer cómo funciona el jurado en nuestro sistema judicial. 

Me encantan sus novelas.

martes, 14 de mayo de 2013

Apuntes sobre la compensación variable.

La compensación variable es un modo de administrar que facilita la tarea de quienes tienen la responsabilidad de dirigir personas. 

Como casi todo en la vida tiene partidarios y detractores porque tiene aspectos positivos y otros no tanto. 

Hoy voy a considerar buenas prácticas que hay documentadas en ciertas organizaciones y en determinados tipos de trabajos. 

Desde hace años las organizaciones tienden a sustituir el salario fijo por el variable, a determinar la compensación según el mercado y a incluir conceptos como gestión de competencias, calidad, servicio al cliente, en vez de compensar únicamente por resultados financieros.

Sólo las empresas que han descubierto la importancia de estrechar la relación entre resultados y compensación, y que han sabido flexibilizar su política están en disposición de mejorar su productividad y rentabilidad.

Durante muchos años las empresas compraban “fuerza de trabajo” y la administraban como recurso, sin más pretensiones que las meramente contables. 

Después gestionaron la “profesionalidad”. Un profesional era el que se dejaba sus cualidades personales en la puerta de la oficina y actuaba en ésta, únicamente, de acuerdo a los requerimientos de la empresa.

Hoy muchos directivos se preguntan por qué obviar esas cualidades personales en lugar de aprovecharlas en el proceso de creación de valor.

Ahora “se compra” todo: además de la fuerza de trabajo, la inteligencia, los valores, las cualidades de la persona.

Es un modelo más humano y con más potencial de desarrollo porque se apoya en la persona.

Ante este nuevo paradigma el director deja de ser un jefe controlador y se convierte en un coordinador de compromisos y resultados. Se mejora el simple contrato laboral.

La compensación variable es clave en el esfuerzo por tratar de dar a cada uno lo suyo.

Mejora la productividad de la organización a través de la motivación de sus colaboradores y de su compromiso con los resultados. 

sábado, 11 de mayo de 2013

Ser abogado.


En estos días ha sido la Feria del Libro en León. En el establecimiento de la Librería Universitaria me encontré con “El alma de la toga”; y ya su título me resultó tan sugerente, que me lo compré…

D. Ángel Ossorio y Gallardo (1873-1946) tuvo una vida plena de responsabilidades profesionales y políticas. 


Fue Presidente de la Academia de Jurisprudencia y Legislación, y del Ateneo de Madrid. Gobernador de Barcelona y Ministro de Fomento durante el reinado de Alfonso XIII. Diputado en varias legislaturas. En la II República fue Presidente de la comisión que elaboró la Constitución Española de 1931, y Embajador. 


Bien, pues después de una vida tan intensa, poco antes de morir, reconoció a sus amigos, en Buenos Aires (donde se exilió tras la Guerra Civil), que su mayor satisfacción fue ser abogado.


Años antes, en junio de 1919, en el apogeo de  su profesión, escribió “El alma de la toga”. Un libro muy oportuno para quien se inicia en el ejercicio de la abogacía pues está repleto de sabios consejos fundamentados en su experiencia.

A pesar de su brevedad trata muchos asuntos que invitan a pensar. 


Como cuando escribe sobre quién es Abogado, y la diferencia con el Licenciado en Derecho. 


La moral del abogado. Su sensibilidad, su cordialidad; el “desdoblamiento psíquico”. Su independencia.


El mundo nos utiliza y respeta en tanto que tengamos “la condición del amianto”: poder y riqueza, fuerza y hermosura, todas las incitaciones, todos los fuegos de la pasión han de andar entre nuestras manos sin que nos quememos…


Cuando habla sobre el sistema de trabajo, aconseja que antes de coger la pluma hay que estudiar los documentos y consultar libros. Y no confiar nunca en la capacidad de improvisación: el guión escrito es siempre indispensable. 


Aunque considera que todas las horas son buenas para trabajar, recomienda especialmente las primeras de la mañana (desde la seis hasta la diez) porque “antes de las diez de la mañana podemos dar al trabajo nuestras primicias y, después de la diez de la noche, no le concedemos sino nuestros residuos…”.


Partidario del uso de la palabra en la resolución de conflictos: “se adelanta más en media hora de conversación que en medio año de correspondencia”. 


Sobre la oratoria forense hace recomendaciones sencillas pero muy prácticas, muy útiles para el ejercicio de la profesión, como cuando afirma que “la brevedad es el manjar preferido de los jueces…”.


Defiende una oratoria breve, clara, concreta, cortés, amena y  que cuide el léxico.


Leer es esencial, también para un abogado. Cuando no se lee, nos recuerda, “viene el atasco intelectual, la atrofia del gusto, la rutina para discernir y escribir, los tópicos, los envilecimientos del lenguaje…”.


Me sorprende que trate  asuntos que entonces eran de actualidad y que hoy, casi cien años después, lo continúen siendo como la especialización, el trabajo de los jueces (“hay mucha más abnegación y virtud de la que el vulgo supone”), la abogacía y la política, la “defensa de los pobres” (justicia gratuita), la función de los colegios profesionales o la utilización de la toga (“todas las apariencias tienen su íntimo sentido”).


Personalmente me encantó esta frase: “Hay que estudiar, hay que leer, hay que apreciar el pensamiento ajeno, que es tanto como amar la vida, ya que la discurrimos e iluminamos entre todos”.


Recomiendo la lectura de este libro. A mí me ha nutrido con puntos para pensar. Y me he divertido conociendo nuevas palabras como rábula, curialete, fuste, ganapán, petimetre o tresillista…jajaja.


A pesar de los años transcurridos desde su primera edición (1919), mantiene su vigencia y, quizá por eso, “El alma de la toga” es reconocida como un verdadero clásico de la literatura jurídica.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Considerar el estrés por cambio de trabajo.

El cambio a otra empresa o a otro puesto de trabajo genera un estrés que habitualmente se subestima.

Recuerdo haber leído, hace años, un estudio que decía que, en una escala del 1 al 100, al cambio de trabajo le correspondían 36 unidades de estrés. 

Incluso el cambio de responsabilidades dentro de la misma empresa equivalía a 30 unidades. 

Para comparar: la muerte del cónyuge vale 100; el desempleo 47, mientras el valor más bajo se lo llevan las vacaciones, con 13 puntos…

Todo cambio, ascenso, reorganización, fusión o modificación sustancial de tareas dentro de la misma empresa también provoca una pérdida de las relaciones establecidas. 


La sensación de impotencia y el choque cultural que genera la destrucción de los nexos psíquicos puede precipitar enfermedades importantes y amenazar el futuro mismo de la persona en la empresa. Sobre todo su rendimiento profesional. 

Cuando a alguien le dicen “empiezas el lunes” el desafío que tiene ante sí es cómo será recibido por el nuevo grupo. 

El estrés se puede manifestar en inseguridad y en un nerviosismo extremo.

Conviene estar prevenido porque este nerviosismo suele generar problemas en la familia.

Durante las primeras semanas posteriores al cambio suele observarse una  necesidad suplementaria de afecto y atención. Hay estar preparados porque, además, esa tensión provocará roces con los seres queridos.

Cuando alguien entra en una organización debe conocer la cultura definida e integrarse. 

Se le llama contrato psicológico, que es la parte no escrita del acuerdo, y va más allá de sus habilidades profesionales. 

A veces nos encontramos con excelentes colaboradores que no se adaptan a la cultura y se tienen que desvincular.

En otras empresas las cosas son distintas. Todos los directivos provienen de sus propias filas y son producto de un desarrollo de carrera institucional.

Otras empresas solucionan el problema de la integración cultural definiendo que ninguna persona puede desempeñar plenamente su posición antes de dos años de permanencia. 

Ése es el tiempo que consideran necesario para integrarse al nuevo equipo. Después del primer año se empiezan a evaluar sus resultados. Este sistema permite a la empresa anticiparse a posibles conflictos.

Quienes tienen la responsabilidad de dirigir deben estar muy atentos y compensar, inmediatamente, las pérdidas de apoyo psicológico de los nuevos colaboradores. 

Se sugiere tomar conciencia del problema y hablarlo con franqueza.

Cuando estos sentimientos toman la forma de palabras, o se disipan o es más fácil actuar sobre ellos.

domingo, 5 de mayo de 2013

Aprender a aprender.

Cada día es más común que en las ofertas de trabajo se solicite como requisito fundamental para acceder al cargo, el que los candidatos tengan “espíritu emprendedor”.

En el perfil del candidato muchas veces se señala “indispensable iniciativa personal”, “se requieren profesionales proactivos” o, simplemente, se demandan competencias como creatividad, autonomía y capacidad de innovar.

Incluso, a veces, estas habilidades son más importantes que los grados académicos.

No es que las empresas se hayan relajado a la hora de seleccionar personas, sino que se han dado cuenta de que en un mundo tan saturado de información, con tal cantidad de conocimientos por área y con una tecnología que evoluciona tan rápido, es imposible dar con profesionales capaces de abarcar toda esa información.

No hay carrera que pueda enseñar todo, tendría que durar toda la vida.

Por eso es importante encontrar, más que conocimientos, actitudes que permitan aprender.

Más que especialistas en un determinado oficio, se necesitan profesionales con inquietudes, capaces de adaptarse a los cambios, con iniciativa y autónomos. Porque eso es mucho más difícil de enseñar y, ya con esas cualidades, es más fácil adaptarse a las exigencias de los distintos trabajos.

Es por eso que, en este momento, lo que muchos piden a los educadores  es que se preocupen de fomentar cualidades como el espíritu emprendedor, la iniciativa, la creatividad, la capacidad de adaptarse a los cambios.

Que la preparación de los alumnos esté más vinculada al desarrollo de habilidades generales y de valores que a la capacitación en una habilidad o dominio específico.

Entre las habilidades a desarrollar en la educación media, están las capacidades de expresión, de descripción de problemas y de darles solución, la capacidad de adaptarse, de crear, de ser crítico. También las facultades de distinguir lo esencial de lo accesorio y de interpretar información.

Emprender es buscar nuevas soluciones, nuevas alternativas, nuevas respuestas.

En los colegios se entregan muchos premios pero no es normal que se entregue uno al alumno más creativo.

Los objetivos fundamentales transversales -que cruzan todas las disciplinas- consisten en desarrollar la iniciativa personal, la creatividad, el trabajo en equipo y el espíritu emprendedor; reconocer la importancia del trabajo como forma de contribución al bien común, al desarrollo social y personal.

No se trata de convertir a todos los jóvenes en empresarios en el sentido tradicional de la palabra, sino que busca ayudar a los alumnos a ser empresarios de sus propias vidas. 

Motivar a los alumnos a que aprendan a través de proyectos, resolviendo problemas y no repitiendo contenidos. Que construyan la teoría desde la práctica.

Más que enseñar, se busca despertar lo que todos tenemos de emprendedores.

Personas que enseñen a soñar.



viernes, 3 de mayo de 2013

Vivir para ver.

La gente está mal, pero que muy mal. 

La verdad es que no alcanzo a comprender todas las razones pero que hay gente que está mal, mal…es una realidad.

Acabo de leer un caso, real, de derecho de familia.


Una pareja británica se divorció después de que la mujer se enterara de que su marido había tenido un “affaire” extramatrimonial en el mundo virtual Second Life.


Para horror de su esposa, Amy Taylor (que así se llama la paisana), de 28 años, David Pollard, (que así se llama el susodicho), de 40 años, incumplió su voto de fidelidad al tener una relación con una prostituta virtual. Cáspita…

Pollard y Taylor al parecer pasaban casi más tiempo interactuando a través de sus respectivos “avatares” (alter ego virtual) en “Second Life” que en la vida real.

La mujer solicitó el divorcio después de que su marido reconociese haberse enamorado del personaje virtual femenino. 

Quizá sea el calentamiento global o, como opina mi amigo Juan Pedro, los químicos con los que potabilizan el agua. No sé… pero hay gente que está como una chota.

Como decía la señora Eustasia, vivir para ver…

miércoles, 1 de mayo de 2013

Las personas producen más valor que el capital.

La empresa que sobrevive y triunfa es aquella que aprende más y mejor a satisfacer las necesidades del cliente, con menos costes que la competencia; para lo que se requiere un entorno de innovación permanente en todas las áreas de la organización y, por tanto, una adecuada dirección de las personas que colaboran con el proyecto común.

La dirección de este equipo de colaboradores que es la empresa no sólo es cuestión de liderazgo, sino que es necesario alinear las políticas de selección, desarrollo y compensación con el objetivo de atraer y retener a las mejores personas y que quieran (libremente) el proyecto de empresa.

Las personas producen más valor que el capital y, por tanto, deben ser tratadas en consecuencia ya que su impacto en los resultados cada vez es mayor.

En la empresa tradicional -que requiere pocos pensantes y muchos actuantes- el éxito depende de la creatividad de los pensantes y de la disciplina y esfuerzo de los actuantes.

Hoy las cosas ya no son así, y no sirve de nada tener actuantes disciplinados si no resuelven los problemas de los clientes y no colaboran en la innovación para producir con mejores costes y calidad que la competencia.


Este valor añadido diferencial supone la ventaja competitiva más sólida y difícil de copiar, por lo que debe tener una compensación también diferente.

El introducir en el sistema de compensaciones elementos para retribuir las competencias o comportamientos predictivos de éxito facilita el alineamiento con los objetivos buscados.

Alta identificación con el proyecto de la empresa, adaptación a los cambios, espíritu emprendedor, creatividad y, especialmente, orientación a las personas (colaboradores, clientes y proveedores) son algunas de las competencias fundamentales que deben utilizarse no sólo para seleccionar y promocionar, sino que además, la compensación creciente de la persona debe vincularse, en parte, al grado en que se tengan o se vayan desarrollando estas competencias o cualidades básicas de éxito.

domingo, 28 de abril de 2013

Drogas: prevenir en vez de ocultar.

Hace unas semanas el diputado Emilio Olabarría dijo en el Congreso de los Diputados que podría dar nombres de ministros, jueces y altos cargos policiales que han consumido drogas.

Leer esta noticia me recordó que estamos ante una patología muy seria. Y que se trata de un asunto políticamente incorrecto que a veces simulamos ignorar o nos engañamos reduciéndolo a quienes viven en la marginalidad.

El noventa por ciento de las drogas que se consumen se venden bajo receta en las farmacias. 

Una de las principales enfermedades de nuestro tiempo es la depresión. Una de cada tres personas utiliza tranquilizantes que tienen efecto adictivo.

Otras drogas de consumo masivo -además del alcohol- son algunos antitusivos que contienen codeína (un derivado del opio), las anfetaminas, empleadas durante muchos años con fines de adelgazamiento, los inhalantes usados en zonas marginales y por muchos adolescentes, la marihuana y la cocaína.

Las motivaciones que suelen llevar a una persona a consumir drogas son el estrés y la competitividad. 

Una excesiva competencia genera tensión y exceso de trabajo (muchos directivos, habitualmente, tienen jornadas de doce horas…diarias). 

Quien no mantiene el equilibrio emocional, no se siente sólido y confiado en sus competencias, tiene síntomas de inseguridad, y se engaña pensando que un estímulo externo puede ayudarle a superar el momento.

El consumo de drogas invariablemente provoca cambios psíquicos, físicos y sociales. 

De una adicción ocasional se pasa a la angustia, a la ciclotimia y a las alteraciones de la conducta (mentir, ocultar y mostrarse irritable). 

Otras consecuencias son el insomnio y la pérdida de apetitos. La falta de sueño, a su vez, provoca alteraciones en el equilibrio, los reflejos y la memoria. 

Es, según todos los especialistas, un círculo vicioso del que resulta difícil salir.

Los extremos se tocan. Los trabajos degradantes, aburridos y monótonos son inductores al consumo de drogas. En el extremo opuesto, los trabajos estresantes y que requieren una alta dosis de creatividad también estimulan la dependencia.

Ocultar el problema no es la solución. 

La recomendación más seria es enfrentar la situación brindando un alto nivel de información y formación, aplicando medicina preventiva.

Afortunadamente ya hace años que en la mayoría de los países se formaron grupos de trabajo para establecer una serie de pautas para detectar, prevenir y tratar la drogadicción en las empresas.

La iniciativa se lanzó cuando se tomó conciencia que la droga era la causa principal del aumento de accidentes de trabajo, ausentismo, disminución de la producción y de la productividad.

Las personas farmacodependientes están expuestas al doble de accidentes de trabajo, incurren en un número más elevado de ausencias injustificadas, solicitan consultas médicas con una frecuencia mucho mayor por dolencias no relacionadas con el trabajo y pierden más días por enfermedad. 

Desde el punto de vista social, la víctima principal por la dependencia de las drogas es la familia, aunque el impacto de estos problemas se extiende a la sociedad en general y, como estamos comentando, muy en particular, a las empresas.

jueves, 25 de abril de 2013

Hablando se entiende la gente.

Hace tiempo que la penúltima revolución tecnológica, la de las tecnologías de la información, nos está lanzando un mensaje al que parecemos estar haciendo oídos sordos. 

La mecanización ha marcado un camino de no retorno: que las máquinas hagan de máquinas para que las personas empecemos a ejercer de personas.

Dicen algunos que internet puede acabar con las relaciones interpersonales. No sé. De momento, gracias al correo electrónico, se están volviendo a escribir cartas. 

Las cartas son mejores que el teléfono en algunos aspectos: normalmente están más y mejor pensadas, se leen cuando conviene o interesa, son más profundas, van al tema y permiten relecturas que son como conversaciones repetidas con matices diferentes al son de cada nueva revisión.

El teléfono gana en inmediatez y agilidad, goza de la frescura de la palabra hablada, de los colores de la voz y el tono. 

¿Y la imagen? También está resuelto por las mencionadas tecnologías de la información: basta con tener un ordenador con cámara y ya estás en videoconferencia con tu interlocutor, o sea, ves con quien hablas. Todo resuelto.

¿Todo? ¿Y el calor? ¿Y el ambiente, el clima laboral, los latidos del corazón, el pulso del día a día, las sonrisas necesarias, la pasión por el trabajo? 

Esa parece ser la función que el mundo moderno deja para los buenos directivos, la de hacer que las personas se conozcan, se ayuden, colaboren y trabajen en equipo. En equipos cuyos integrantes están y estarán separados por cientos de miles de kilómetros aunque puedan estar virtualmente juntos.

Con este panorama necesitamos personas dispuestas a ayudar a otras personas a llenar de contenido su trabajo, a entender la utilidad y finalidad de su labor, a colaborar con los demás y a sumar esfuerzos.

El liderazgo no se asume, se consigue. Se lo exigen al directivo sus propios colaboradores. 

Claro que, para ello, es necesario que el directivo forme parte natural del grupo humano que dirige, sea uno más... Uno más que orienta, orienta y orienta...En realidad, un directivo no debería hacer otra cosa que pasarse el día hablando con sus colaboradores. 

¿Qué la organización es muy grande? Pues tendrá que viajar mucho y beber mucha agua, porque la necesitará para seguir hablando, orientando. 

Sólo así podrá tomar el pulso al día a día del entorno que dirige y adelantarse al cambio. El futuro no está, se hace. Y lo hacemos las personas.




Aunque suene a tópico, los colaboradores son la inversión más valiosa de la organización. 

Son los únicos cuyo techo en valor añadido es, cuando menos, desconocido; claro que también son los más costosos, los más delicados y los más difíciles de rentabilizar... porque hay que hablar con ellos. 

Y algunos directivos están tan preocupados por mandar y tienen tan poca competencia que se han olvidado de hablar, de dirigir a sus colaboradores.

Las tecnologías de la información nos están abriendo de par en par el mundo de las comunicaciones, nos están llevando a situaciones técnicamente ilimitadas; pero no nos ofrecen más que el soporte. 

La comunicación en sí queda en nuestra mano. 

Y hasta que no se demuestre lo contrario, como decía la señora Eustasia ( http://mendozaydiaz.blogspot.com.es/2013/03/la-senora-eustasia.html), hablando se entiende la gente...

martes, 23 de abril de 2013

Hablar y escribir mejor.

Desde niño me gustó leer y escribir. No sé por qué…o si creo saberlo pero no lo voy a contar. 

Alguien me dijo que para aprovechar mejor la lectura había que tener siempre a la mano un buen diccionario. Y buscar y anotar las palabras, los nuevos vocablos que uno iba descubriendo… 

Era un trabajo para el que hacían falta unas dosis de paciencia que yo entonces no tenía; pero lo hacía, con ganas o sin ellas, por el afán de saber más.

Tenía diccionario pero no un buen diccionario, que es lo mismo pero no es igual…

Durante muchos años tuve el de la EGB, si no recuerdo mal uno de la editorial Vox… Cuando en la biblioteca de mi instituto tuve la oportunidad de consultar, por primera vez, un diccionario de verdad, el María Moliner, me di cuenta de la importancia de tener un buen diccionario… 

Más términos, más acepciones; otro lenguaje, otra profundidad, otros matices. 

Sin embargo eran poco manejables, libros de tapas duras y de gran tamaño. No precisamente para utilizarlos con frecuencia y en cualquier lugar.

Viviendo y trabajando en Santiago de Chile, en una de mis vueltas por España, me pude comprar los dos tomos de la Real Academia Española en formato de libro de bolsillo (con mil cien páginas cada uno, pero de bolsillo...); y me hizo mucha ilusión. El mejor de los dos mundos, un auténtico diccionario y además funcional. 

Desde entonces hasta hace poco tiempo siempre han estado cerca, a la mano, en mi mesa de trabajo. 

Y muchos días he cargado con ellos de la oficina a casa y de casa a la oficina, o en mis viajes; siempre con el afán de aprovechar mejor mis lecturas. 

Y digo hasta hace poco, no recuerdo con exactitud hasta cuándo…pero alguien tuvo la feliz idea de que la RAE tuviera en internet su diccionario (www.rae.es). Nunca llegué a imaginar que eso fuera posible algún día. 


Ahora siempre lo llevo conmigo, en mi teléfono, y me encanta utilizarlo con frecuencia. Cómodo, inmediato…

Quien no se aficiona a saber más y a intentar hablar y escribir mejor, en este tiempo y con estas facilidades, es porque no quiere. 

Como decía la señora Eustasia, más claro el agua...

domingo, 21 de abril de 2013

Empleabilidad.

Hace cincuenta años algunos gurús de moda decían que tras el mítico año 2000 la jornada laboral de la mayoría de las personas sería sólo de treinta horas semanales.

La realidad es bien diferente: mucha gente trabaja doce horas… diarias y nunca ha habido tantos desempleados como ahora.

Para garantizar la empleabilidad personal hay que identificar nuestras habilidades, considerarnos como una pequeña empresa, organizar el propio desarrollo, identificar a los clientes.

No es suficiente tener una buena formación académica complementada con cursos de postgrado. Esto ya no se discute, se exige.

El curriculum vitae es sinónimo de conocimientos y, si bien no consigue directamente el empleo, abre la puerta para una entrevista.

Pero lo que se valora no es tanto la cantidad de conocimientos adquiridos (cada vez su grado de obsolescencia es mayor) sino los criterios que se aprenden, la capacidad de razonamiento y de encontrar soluciones a los nuevos desafíos.

Demostrar habilidades que marquen la diferencia.


Algunas de las capacidades más demandadas son: trabajar en equipo, saber interpretar las tendencias del mercado y conocer las fortalezas y limitaciones personales y de nuestro equipo.

Cada uno es responsable de su propio destino.

jueves, 18 de abril de 2013

El deporte como escuela de competencias directivas.


Si digo que practicar deporte ayuda a desarrollar virtudes, no digo nada nuevo. Como diría la señora Eustasia eso, hijo, es más antiguo que el hilo negro…

El deporte no sólo es una forma de hacer ejercicio o de evitar el estrés, sino una escuela de competencias directivas. Tesón, esfuerzo, empuje y buena conducta, entre muchas otras.




Hacer deporte denota facilidad para la vida social y hábitos saludables. 

Es mejor contar con alguien que realiza actividad física porque cuida de su bienestar. Indica disciplina y lucha contra la apatía. 

No define un proceso de selección pero puede ser un factor relevante.

Que una persona haya sido un buen alumno en la universidad no implica que sea un buen profesional, aunque señala que es estudioso y responsable. 

Algo parecido sucede con el deporte: revela una faceta de la personalidad. Hay quien dice que, en la práctica de un deporte, sale “el verdadero yo”: el limpio, el agresivo, el perseverante…el tramposo.

Los directivos de hoy deben tener un espíritu más colaborativo que solitario e independiente. 

El baloncesto o el rugby, por ejemplo, son formativos porque ayudan a desarrollar la cooperación, la competitividad y a tolerar las diferencias. 

Facilitan aprender a moverse con otros. El rugby, además, tiene una particularidad: si bien es más sufrido que el fútbol, cuenta con el llamado “tercer tiempo”, donde los contrincantes, que en la cancha se comportan como rivales, se reúnen como amigos.

Las prácticas individuales también tienen su interés, a pesar de no desarrollar tanto el trabajo en equipo. El golf, por ejemplo, es estrategia. 

El deporte es un indicio más de talento directivo pero, afortunadamente, no es el único… Si fuera así, las empresas estarían llenas sólo de figuras atléticas y sería el fin de quienes tenemos sobrepeso….. La realidad muestra que, aunque se tiende a valorar a los directivos que hacen deporte, más de un campeón de la vida sedentaria dirige con éxito importantes empresas.

Como decía la señora Eustasia, quien no se consuela es porque no quiere…

lunes, 15 de abril de 2013

Sensato.


El Profesor Leopoldo Abadía habla claro y de forma sencilla, comprensible. 

Ésa creo que es la clave de su éxito. 

Frecuentemente lo veo en programas de televisión, lo escucho en la radio y lo leo en muchos sitios. 

La gente le escucha. 

Su lenguaje coloquial y llano es atractivo en un tiempo donde se engaña, en demasiadas ocasiones, retorciendo palabras.

La crisis económica ha despertado en muchas personas la necesidad de saber qué está sucediendo, de recibir una explicación en un lenguaje comprensible. 

Don Leopoldo lo hace en su libro “La hora de los sensatos” y, además, propone soluciones optimistas, positivas…sensatas.


Como siempre, a través de un lenguaje fácil, ameno y cargado de situaciones de la vida cotidiana con las que muchos nos identificamos con facilidad. 

No hay que ser un gurú de la economía para entender que el sentido común es clave para salir adelante.

domingo, 14 de abril de 2013

La ética no se proclama, se practica.

Los dirigentes deben dar el ejemplo, un buen ejemplo.

La ética no se enseña pero sí hay guías de comportamiento y actitudes que parten del ejemplo de quienes tienen la responsabilidad de dirigir. 


Si los modelos son malos, cada uno hará de su capa un sayo como decía la señora Eustasia.

La ética no se proclama, se practica.

Muchas empresas no tienen reglas escritas. La ética se transmite con buenos ejemplos y buenas prácticas.

Colaboradores compensados con justicia. Políticas que faciliten su desarrollo. Buena comunicación: institucionalizar momentos para que tu gente pueda decir (sin miedo a represalias) lo que piensa, se sienta escuchada.

Garantizar a nuestros clientes que los productos y servicios no atentan contra su salud y seguridad. Cuidar la calidad. Cobrar precios justos.

Evitar el abuso de poder al tratar con empresas proveedoras con menor capacidad de negociación.

No aceptar regalos de clientes y proveedores ("la regla de los cien euros").

No recurrir a la compra de voluntades de las autoridades a través de pagos, comisiones o regalos.

Cuidar el impacto ecológico de la actividad de la empresa.

Etc, etc y etc.

La ética no sólo afecta a lo económico. Sería un reduccionismo. La ética exige reconocer los derechos que todas las personas tenemos por el hecho de ser personas. Son los derechos humanos.

Una práctica tan poco común como valorada por quienes conocen los beneficios de una relación sincera, leal y constructiva, es decir a las personas con quienes nos relacionamos (colaboradores, clientes y proveedores), lo que uno piensa, y no lo que ellos quieren escuchar.

La ética como una ventaja competitiva a considerar.

viernes, 12 de abril de 2013

Comunicar es un arte.

Cada vez hay más personas pidiendo ayuda en la calle. Tremenda y creciente realidad. Todo un drama personal y social.

Leer los letreros que escriben estas personas me ayuda a comprender su sufrimiento personal: “tengo hambre”, “no tengo dinero”, “no tengo familia, ayúdeme”, “estoy enfermo…”

Habitualmente al pie del letrero la gente suele dejarles monedas, pocas (la verdad).

Hoy ví uno que me sorprendió… “Soy de Valladolid y me faltan cinco euros para poder comprar el billete de autobús de vuelta a casa”. 

Me sorprendió el mensaje y también que tuviera a rebosar de monedas (incluso billetes…) el recipiente.

Qué ingenio el de este hombre, un auténtico creativo de la comunicación… Ha detectado un tema sensible y siempre actual: la rivalidad entre leoneses y pucelanos (habitantes de Valladolid) es histórica… Igual que sucede en tantos otros lugares del mundo: gaditanos y jerezanos, murcianos y cartageneros, regiomontanos (Monterrey) y chilangos (así son llamados los mexicanos de la capital)…

Y con este tema -secundario- ha despertado el interés del transeúnte y ha logrado su objetivo: ayuda en forma de monedas.

El talento de este hombre me ha recordado una historia que escuché hace tiempo…

Dicen que una vez, había un ciego sentado en la acera, con una gorra a sus pies y un pedazo de madera que, escrito con tiza blanca, decía: “Por favor, ayúdeme, soy ciego".

Un creativo de una agencia de publicidad que pasaba frente a él, se detuvo y observó unas pocas monedas en la gorra. 

Sin pedirle permiso tomó el cartel, le dió la vuelta, tomó una tiza y escribió otro mensaje. 

Volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies del ciego y se fue.  

Por la tarde el creativo volvió a pasar frente al ciego que pedía limosna, su gorra estaba llena de billetes y monedas.

El ciego reconoció sus pasos y le preguntó si había sido él quien rescribió su cartel y, sobre todo, qué había puesto.

El publicista le contestó "Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, pero con otras palabras". Sonrió y siguió su camino. El ciego nunca lo supo, pero su nuevo cartel decía: 

"Hoy es primavera, y no puedo verla".

Cuando no logremos lo que nos proponemos, mejoremos las formas de decir;  y comprobaremos que las cosas pueden resultar de otra manera.

La importancia de no desanimarse y probar a decir o a hacer pero de otra forma.

Definitivamente la comunicación es un arte. 

En Monterrey lo aprendí de mi amigo Pablo Zubieta, excelente profesional y mejor persona, que me acercó al arte de comunicar.