Hemos comenzado un nuevo curso del área de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de León. Un honor formar parte de este equipo como profesor asociado de Derecho de la Unión Europea.
Me interesan las personas y las organizaciones que promueven el respeto, garantía de un mundo mejor.
@MendozayDiaz
sábado, 22 de febrero de 2020
Genealogía de Occidente.
Publicado en "Diario de León" el viernes 21 de febrero del 2020:https://www.diariodeleon.es/articulo/tribunas/genealogia-de-occidente/202002210950441988959.html
Occidente ha empezado a perder la fe en sus propias
tradiciones y valores culturales. En el curso de poco más de una generación ha
perdido su posición de orientador del mundo, hallándose actualmente bajo la
amenaza de una desintegración. Ha sido tan grande el cambio que ha sufrido en
la situación mundial que es difícil encontrar su paralelo en el curso de la historia.
En comparación con él, los mayores cambios acaecidos en la historia de la
cultura antigua, tales como la decadencia de la cultura helénica en el siglo II
antes de Jesucristo, o la decadencia del Imperio Romano en los siglos IV y V de
nuestra era, fueron relativamente graduales y mucho más limitados en sus
efectos.
Occidente, una sociedad de pueblos unidos por una tradición
espiritual común. El principio unitario no es geográfico, ni racial, ni
político: es un principio espiritual que se ha impuesto por encima de toda la
diversidad de pueblos y culturas que se han agrupado alrededor de una fe común,
transformándose en una nueva comunidad con valores morales y cultura
intelectual comunes. Durante siglos, hasta las revoluciones del siglo XVIII, Occidente
fue identificado con la Cristiandad: la posesión de la fe cristiana que era
considerada como presupuesto indispensable para la adquisición de los que ahora
llamamos derechos políticos. Una nueva concepción de la personalidad humana y una
crítica moral de la vida.
Sobre este asunto acabo de leer un libro con un título
precioso, inspirador: “Genealogía de Occidente. Claves históricas del mundo
actual” de Jaume Aurell, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de
Navarra, a quien he tenido la suerte de escuchar en un seminario organizado por
AEDOS y el Instituto de Empresa y Humanismo. Un libro de historia que invita a reflexionar,
y a dialogar. Un gran esfuerzo de sistematización y claridad expositiva. La
historia de nuestra cultura occidental abarca más de tres mil años…
Valores morales como el humanismo ejercieron su mayor
influencia en la forma de vivir y pensar. La base esencial sobre la que se
fundamentan los derechos democráticos es que todo ser humano es inviolable; y
que nadie, ningún estado, ninguna autoridad, ninguna persona, puede decidir que
la vida de otro es una vida inútil, sin valor, eliminable. Uno puede afirmar
que una persona está viviendo en condiciones indignas, y luego empeñarse en
remediar esas condiciones. Esto es humanitario. Lo que no se puede hacer, en
nombre del humanitarismo, es afirmar que una persona no es digna de vivir,
aunque tenga que vivir en condiciones indignas. Esto no es humanitario, sino totalitario.
Cuando se hacen este tipo de afirmaciones se ha terminado el humanismo.
Nuestros gobiernos occidentales suelen ser sinceros en su
preocupación por el bien de sus ciudadanos. Su reto está en saber en qué
consiste este bien y qué exigencias tiene. No se está logrando el bien común -únicamente-
porque el producto interior bruto o la renta per cápita vayan en aumento, o
porque los servicios funcionen eficazmente. Se está logrando el bien común
cuando un gobierno crea y defiende las condiciones para que los hombres puedan
vivir como hombres; y esto exige proteger a todo lo que favorezca la dignidad
humana y frenar a aquellos que quieran degradar o explotar a los demás, sea en lo
económico o en lo moral.
Occidente no es un espacio geográfico, es una delimitación
cultural. Se pueden construir mundos mentales ajenos al universo real, jugar
con ideas que no responden a las cosas existentes. Pero, atención: detrás de
este fraude está la agenda oculta de abandonar nuestra genealogía. Defender a
Occidente es defender nuestra identidad política y cultural.
viernes, 14 de febrero de 2020
Llevarse el módem.
Publicado en "Diario de León" el viernes 14 de febrero del 2020: https://www.diariodeleon.es/articulo/tribunas/llevarse-el-modem/202002140930391986681.html?fbclid=IwAR0gmDOiwSN3BhPCYt7YV445uxTczRdX_tPRTXLcwaFZH7aUc1kADExyODo
Jóvenes (niños…) y redes sociales. Un tema recurrente, de
actualidad, de impacto en la educación de nuestros hijos. Hace unas semanas desayunábamos
con la noticia de unos padres de Australia que, ante la negativa de sus hijos a
acompañarlos en unos días de vacaciones, tomaron la extravagante decisión de
llevarse el módem para intentar que así ellos también descansaran, “desconectaran”
… Y, días después, con las declaraciones de una experta policía en asuntos de
ciberseguridad que ha afirmado que “si los padres vieran lo que yo veo todos
los días, no darían móviles a sus hijos”. Cuando comenzó a extenderse el uso de
las redes sociales entre los jóvenes, asistí a una conferencia donde nos
preguntaban a los padres con hijos adolescentes sobre cuál era la hora en la
que nosotros pensábamos que internet estaba en su máximo pico de consumo. Unos
dijeron que la una de la tarde, en plena actividad empresarial; o quizá sobre
las diez de la noche cuando muchas personas, al final del día, revisan sus
mensajes, sus redes, etc. No, nos decía el conferenciante: la red está
colapsada, de lunes a viernes, sobre las dos de la madrugada… No me lo podía
creer. ¡Pero si a esa hora se supone que la mayoría de la gente, y más en
invierno, estamos durmiendo…! Pues-parece-que-no. Y quizá por ello, el
conferenciante, previendo nuestra posible incredulidad, nos proyectó
información detallada de consumos, facilitada por las compañías de
telecomunicaciones.
Las dos de la madrugada… Ahora me explico muchas cosas. Por qué
a algunos adolescentes les cuesta tanto madrugar, por qué comentan los
profesores que es cada vez más común que muchos jóvenes se queden dormidos en
clase… Claro, cómo no, si están hasta las tantas y una conectados a internet
bien sea en las redes sociales o viendo lo que vean, cómo van a estar
suficientemente descansados para enfrentar un nuevo día. Definitivamente somos
padres, formados en el siglo pasado, quienes tenemos la responsabilidad de
educar a nuestros hijos, que son de otro siglo. Nuestros hijos son “nativos
digitales”. ¿Qué quiere decir esto? No entienden la vida de otra manera. Es su
manera de aprender, de relacionarse. Ellos no han nacido con el concepto de
“filtro”. Tu preguntabas, te recomendaban un buen libro, o te informaban
mediante una conversación. Ellos no, ellos encuentran respuestas a todas sus
preguntas en internet. Además, buscan su identidad real en las redes sociales
donde las identidades pueden ser falsas y, para ellos, sin embargo, son “los”
modelos. Sus relaciones sociales son, en muchos casos, virtuales no personales.
Hablan, se enamoran, se pelean, se reconcilian… Ventajas para ellos: nadie me
da la “chapa”, es mi zona de confort, mi entorno seguro. No tengo que aguantar
las preguntas de mis padres: “¿por qué me preguntas?” “¿para qué me
preguntas?”.
¿Qué hacer? Según los expertos, los temas claves para
promover el uso seguro y responsable de internet entre los menores son: privacidad,
virus y fraudes y las consecuencias de un uso excesivo. Concretando y
dependiendo de la edad. Con los más pequeños: acompañar, prestar atención a lo
que hace mientras está conectado; supervisar, acompañarle durante la búsqueda y
su aprendizaje, elegir contenidos apropiados a su edad. Con los más mayores:
dialogar sobre el uso de internet y el comportamiento seguro y responsable.
Crear un clima de confianza y respeto mutuo. Que se sienta cómodo solicitando
tu ayuda. Dialoga, interésate por lo que hace en línea, conoce su actividad en
redes sociales. Enséñale a pensar sobre lo que encuentra en línea. Y, muy
importante: sé el mejor ejemplo. Busca la desconexión, fomenta la comunicación
familiar. El lado bueno de este tipo de situaciones es que empezamos a tomar
conciencia del efecto invasor de internet en nuestras vidas. Lo que es un medio
maravilloso y potente de información, diversión, comunicación, educación y
aprendizaje va camino de transformarse en un monstruo tentacular que invade sin
ningún tipo de reparo tertulias, relaciones y reuniones. Conviene tener momentos
de desconexión real, total. Como, por ejemplo, en las comidas familiares, que
tienen una gran importancia: ahí es donde se transmiten las buenas prácticas,
los valores, la cultura. Que-no-cunda-el-pánico. Afortunadamente, en éste, como
en tantos otros asuntos, hay buenas experiencias documentadas. Pero si en
nuestro caso no resultaran, siempre quedará llevarse-el-módem…
lunes, 3 de febrero de 2020
Educar.
Publicado en "Diario de León" el viernes 31 de enero del 2020: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/educar/202001310929431982323.html
Una vida social sin pautas de
comportamiento es insoportable. No me gusta generalizar, pero es evidente que
ya son varias las generaciones que, desde niños, fueron educados en la
espontaneidad, privados de pautas por las que regirse, que les ha causado una
desorientación. Nadie-quiere-imponer-nada-a-nadie. Y, así, han crecido con
pocas normas y modales. La educación cívica de los españoles. Cada vez más
asilvestrados. El tuteo ha arrinconado a la palabra usted hasta convertirla en
un arcaísmo. Ceder el paso o el sitio en el autobús lleva camino de convertirse
en una extravagancia. Los rituales y las formas, también en el vestir, son
expresión del valor que se concede a valores, símbolos y sentimientos.
El deterioro de la vida familiar
y las nuevas tecnologías ponen en riesgo una buena educación. Muchos niños
pasan muchas horas solos en casa o dedican demasiado tiempo a actividades
extraescolares. Hay que reivindicar más tiempo para ellos.
Huérfanos-de-padres-vivos: conciliar familia y trabajo. El gran papel que
todavía tiene la familia en la sociedad española. La educación está mal, nos
solemos quejar. Y tú como padre, como madre, ¿qué estás haciendo o, al menos,
intentando hacer? Porque de lo que tu hagas, del resultado de tu intento -de tu
esfuerzo- dependerá, en cierto modo, el impacto social de tus acciones (u
omisiones): servicio-educativo-común. Los primeros modelos de identidad somos
los padres. Solo la familia es capaz de producir amor de forma continuada. Y
educar es amar.
La buena educación es algo más
que lograr que los niños no coman mirando al móvil, gesticulen con los
cubiertos o dejen libres los asientos a los mayores. La buena educación es
mucho más que las buenas maneras, pequeñas reglas de urbanidad en el
comportamiento que facilitan la convivencia. Educar es enseñar a pensar,
enseñar a vivir. La capacidad que tiene el ser humano para pensar en cosas que
le superan: la ciencia, las matemáticas, el arte, la religión. Muestra el
dinamismo ascendente de la inteligencia humana. La vida es incompleta,
provisional, interminable: siempre por hacer. Por ello, es muy importante fomentar
la reflexión de los niños sobre sus vidas y sobre la condición humana, que se les
ayude a responder a
aquellas inquietudes o problemas que no obtienen una-respuesta-científica.
Los principios y valores designan nuestra última realidad, nuestras verdades
más íntimas y decisivas. La felicidad es un resultado. Es la consecuencia de lo
que cada uno ha ido haciendo con su vida. Amar y trabajar conjugan el verbo ser
feliz. Decisiones centrales: qué quiero ser, mis principios y valores para
funcionar en la vida y con quiénes quiero compartirla. Las personas buscamos la
compañía de otras para llevar mejor la existencia. La familia viene impuesta
por la genética. A los amigos -y a la pareja- los elegimos. Y uno se retrata en
sus amigos… y en su pareja.
A la escuela se le atribuyen
funciones propias de la familia. Una sociedad inculta, desarraigada,
manipulada, poco crítica, tiene todas las papeletas para acabar como sociedad
desalmada. Mientras no nos decidamos a afrontar los retos de nuestro sistema
educativo, éste responderá más a intereses de partido que a los de la sociedad
a la que tiene la obligación de servir. La ciencia, la cultura y la educación
deberían ser cuestión de Estado, es decir, estar por encima de la disputa
política, no depender de los cambios de legislatura. Hay un exceso ambigüedad a
la hora de apoyar a la familia con algo más que buenas palabras. Es necesario un retorno hacia la
familia. A veces parece a punto de perderse, pero siempre rebrota porque en
ella se encuentran las dimensiones esenciales para el conocimiento y la solución
de los problemas.
martes, 7 de enero de 2020
Expatriarse.
Publicado en "Diario de León" el domingo 5 de enero del 2020: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/expatriarse/202001051103161973794.html
Casi todo el mundo afirma que
irse a otro país es una oportunidad que no hay que desaprovechar, pero, a la
hora de la verdad, pocos están dispuestos a dar un paso al frente. Que si una
nueva vida, mayores responsabilidades, más “calidad de vida” (en muchos casos
sólo quiere decir más dinero). La familia no siempre es fácilmente
trasplantable y hay que conocer, antes, los riesgos. De recordarte las ventajas
siempre se encarga alguien; de los riesgos no tanto. Un cambio de país no es la
divertida aventura de meter muebles en un contenedor y niños en un avión y, al
día siguiente, como si no hubiera pasado nada. Son demasiadas cosas las que
cambian, a veces el idioma, la cultura, los amigos, el entorno, el colegio, la
familia… Ponerse-en-el-lugar-de-los-otros. Por ejemplo, de los hijos. Llegar a
un colegio en otro país suele ser terrible. Y al regresar el problema es el
contrario. En definitiva, aprender a adaptarse.
Y qué decir de cuando el cónyuge,
no pocas veces, va algo forzado porque ha tenido que dejar su propio trabajo.
Eso dificulta la integración, ya de por sí compleja. ¿Y si él o ella no quiere
moverse? ¿Adiós oportunidad o quizá la solución sea vivir cada uno en un sitio?:
malo, malo… Incluso pueden emerger problemas de pareja latentes y venirse todo
abajo. La decisión de un traslado ha de tomarse conjuntamente por los cónyuges,
de forma muy meditada. Un asunto todavía sin resolver: el asunto de las
carreras duales. Ya sabes, aquello de sorber y soplar al mismo tiempo. El viejo
esquema de directivo con esposa dispuesta a seguirle a donde sea es, desde hace
años, parte del pasado. Lo normal es que ella también trabaje, muchas veces,
cada vez más, con un buen trabajo, igual o mejor que el de él. No siempre es
ella la que deja el trabajo. Es un asunto de pareja y como tal debe resolverse:
uno de los dos debe renunciar a su carrera o modificarla. No siempre se tienen
todas las soluciones a todos los problemas.
La movilidad es un plus en la
carrera profesional y una prueba que mide la solidez de la familia. No siempre
es fácil. A un amigo la maravillosa promoción de su carrera profesional le
costó el divorcio. Su empresa le propuso irse a México como director general de
una empresa del grupo. Su mujer tuvo que dejar el trabajo. No fue fácil
acostumbrarse al nuevo entorno. Los problemas conyugales se multiplicaron hasta
el punto de que ella decidió volverse a España con su hijo. Él regresó cinco
años después y su hijo prácticamente le había olvidado. Con el tiempo consiguió
reconstruir los lazos, con su hijo… Tres años después le ofrecieron otro puesto
en el exterior y, aunque era más cerca, Londres, no aceptó. En detrimento de su
carrera no quiso volver a poner en peligro su familia.
La integración es fácil para el
profesional porque mucho de ésta se produce a través de su trabajo, pero el
otro y los hijos lo pueden pasar muy mal al verse en la obligación de crear
nuevas relaciones sociales partiendo de cero, con barreras idiomáticas y
culturales. Si del traslado derivan problemas conyugales es porque ya existían
previamente. Si hay una buena relación de pareja la unidad se refuerza, al
existir un objetivo común que hay que enfrentar. En cualquier caso, la clave
del éxito pasa por estar cerca de la familia, sobre todo en el periodo inicial.
Que se imbuyan rápidamente de la cultura local, que hagan amigos nativos y
viajen para aprender las costumbres. Que sean positivos y aprovechen la
oportunidad de disfrutar de las cosas buenas de ese país, ya que el choque
cultural puede hacer que sólo se fijen en lo negativo. Que aprecien en lo que
vale la educación internacional que recibirán los hijos y los conocimientos de
otras lenguas y formas de ser. En muchos casos, viviendo una experiencia de
expatriación, la familia se vuelve como una piña, las nuevas experiencias se
viven en común. Se aprende mucho.
jueves, 26 de diciembre de 2019
Educación de calidad.
Publicado en "Diario de León" el lunes 23 de diciembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/educacion-de-calidad/201912231317231970649.html
Hoy, en España, la casi totalidad de los ciudadanos saben
leer y escribir lo que supone un logro inimaginable hace un siglo. Sin embargo,
eso no basta en las relaciones económicas y sociales de nuestro tiempo. Muchas
personas no son capaces de seguir instrucciones escritas, tienen dificultades
para comprender lo que leen y no son capaces de extraer mínimas consecuencias
analíticas. Son los llamados "analfabetos funcionales". Para una economía
que sólo pretenda producir y exportar materias primas, esta cuestión tiene poca
importancia. En cambio, la microelectrónica, biotecnología, telecomunicaciones,
etc., todas ellas son industrias basadas en la capacidad intelectual de las
personas y, por ello, se pueden instalar en cualquier lugar del mundo…. El
conocimiento y las habilidades son la más importante (si no la única) fuente de
ventaja comparativa sostenible en el largo plazo. Por tanto, el esfuerzo por
una educación de calidad es una prioridad.
Pero, en general, la realidad es otra cosa. Los exámenes
siguen siendo hoy, dueños y señores de la universidad. La clase sólo es un mero
anuncio de lo que se llevará al examen. La única variante posible de esta
conversación es si el examen escrito será o no en forma de test. Además, el
estudiante continúa erre-que-erre con la vieja reivindicación de “una
asignatura, un libro”. Una de las principales preocupaciones del estudiante es
enterarse de cuál es “el libro” de cada profesor. Y, a falta de éste, aspirará
a contar, al menos, con unos apuntes que le sirvan de sucedáneo. Muchos
estudiantes no saben leer, ni parece importarles. Leer poco, clarito, en
castellano y a poder ser en letra grande. El déficit de lectura y el progresivo
aumento de la formación audiovisual va haciendo estragos.
Desde que se publican, los rankings de universidades han
estado envueltos en polémicas. Se los ha acusado de elitistas, de poco
transparentes y de no prestar atención a la calidad de la educación que se
imparte. No es sencillo ponerle un número a todo lo que representa una
universidad. No hay consenso ni sobre qué debe medirse ni sobre cómo hacerlo.
Desde hace años, rectores, responsables políticos y expertos vienen dando
vueltas a un nuevo sistema que garantice unos recursos estables y viables para
el funcionamiento de las instituciones de enseñanza superior, pero la cuestión
está lejos de estar resuelta. Una ecuación imposible: en España, una de las
mayores tasas de acceso a la universidad de toda la Unión Europea, una de las tasas
más bajas de matrícula, impuestos bajos y prácticamente ninguna selección de
entrada a las facultades.
La realidad es que no hemos sabido crear un modelo
homologable con el de los países de nuestro entorno. El despropósito en el que
se ha convertido nuestro modelo de organización territorial ha llevado a la
multiplicación innecesaria tanto de universidades (más de ochenta, entre
públicas y privadas) como de titulaciones. El criterio -en mi opinión- debería ser
el contrario: racionalizar el número de centros, cerrando muchos de los que tienen
aulas casi vacías, y reducir la oferta de carreras para evitar grados
excéntricos y dotar al resto de unos contenidos de mayor calidad y
especialización. Si algo ha sido dañino en nuestro país es el trazado partidista
de las distintas reformas educativas, más orientadas a imponer el propio modelo
que a orientar la educación durante largos periodos de tiempo, varias
generaciones. Las enormes carencias de nuestro sistema universitario: una triste
realidad que no puede achacarse a una sola causa pero que representa uno de los
fracasos más dramáticos de nuestro país. ¿Hay solución? Dicen que mientras-haya-vida-hay-esperanza…:
un acuerdo con amplia base social y política a favor de una educación de
calidad. Eso sí: Vamos tarde, muy tarde.
sábado, 14 de diciembre de 2019
Fidelidad y felicidad.
Publicado en "Diario de León" el viernes 13 de diciembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/fidelidad-y-felicidad/201912131021101967339.html
Todos queremos ser felices. Ahora
bien: la existencia humana tiene reglas y, si no se observan, el resultado
puede ser la pérdida de la felicidad o la incapacidad para ser feliz. Como
algunas personas desconocen estas leyes, la ignorancia es la causa de que
muchas veces no las consideren. Pero las reglas siguen en vigor; y, más temprano
que tarde, se pagan las consecuencias de habérselas saltado. En muchos casos, la
ignorancia puede resultar muy gravosa. Así ocurre, por ejemplo, con la
fidelidad en el matrimonio.
El matrimonio parece estar en
declive. Sin embargo, uno encuentra muchas excepciones: tantos matrimonios
felices que son, a la vez, hogares dichosos. Hay que aprender a amar. Esa
lección requiere tiempo, y puede resultar incluso más dura cuando uno progresa.
Pero si se persevera, se aprende. A fin de cuentas, es así como enfocamos otros
aspectos importantes de la vida: un negocio o una profesión, por ejemplo. Para
salir adelante como médico o abogado, es preciso estudiar durante años en una
universidad o en una escuela especializada y, después de sacar un título, hay
que seguir formándose. Incluso entonces, tras años de constante esfuerzo, tal
vez no se logra el éxito profesional esperado.
Aunque el matrimonio puede hacer
felices a las personas, no lo consigue sin esfuerzo. La felicidad no se gana
fácilmente; exige lucha. La felicidad fácil habitualmente no es duradera. Por
tanto, un matrimonio feliz sin esfuerzo es una quimera. Un marido o una mujer
no son bienes que se adquieren, como se puede adquirir un coche. Te buscas un
modelo que te guste, fácil de usar, y que requiera el mínimo esfuerzo para su
mantenimiento; luego lo cambias en cuanto se hace un poco viejo o las piezas
comienzan a fallar…
La felicidad en el matrimonio
exige esfuerzo. La felicidad no es posible -ni dentro del matrimonio, ni fuera
de él- para quien está empeñado en recibir más de lo que da. El amor conyugal
no fallece a causa de las riñas entre marido y mujer, sino por no saber
repararlas. Lo que mata el amor es la incapacidad de perdonar y de pedir
perdón. Las disputas que se reparan -aunque sean grandes- no destruyen el amor:
pueden incluso cimentarlo. Las que no se solucionan -aunque sean pequeñas- poco
a poco van envenenando la vida matrimonial y pueden llegar a hacerla
intolerable. Y la persona no aprenderá a amar si no vence su egoísmo. Esto
exige esfuerzo y lucha constantes, con los altibajos correspondientes.
La persona que se empeñe en
exigir una perfecta felicidad en el matrimonio necesariamente quedará
defraudada. Los matrimonios no duran porque los cónyuges se complementen
perfectamente, porque nunca disienten, porque jamás hayan tenido dificultad de
entenderse: no. Los matrimonios duran porque marido y mujer se empeñan en ello,
porque aprenden a entenderse. Es fácil sentirse enamorado; permanecer en el
amor es mucho más difícil. El amor auténtico debe amar a la otra persona con
sus defectos: querer a esa persona tal como realmente es. Y esto no es fácil.
El amor que esté dispuesto tan solo a amar a una persona inexistente no es tal.
A veces nos resulta difícil descubrir los puntos buenos de los demás. Muchas
veces, incluso, parece que tenemos mayor facilidad para ver los defectos que
para apreciar sus virtudes. Aprender a convivir. Esforzarse. El marido o la
mujer que reaccione así ya está mejorando como persona. El matrimonio es una
unión de dos personas corrientes, llenas por tanto de defectos.
Pero la fidelidad en el
matrimonio no sirve tan sólo para proteger el amor de los esposos; está
encaminada también -y de modo singular- a proteger el amor para los hijos: a
impedir que el ambiente de amor que les hace falta para su desarrollo y
felicidad se vea hecho añicos por la debilidad de uno o de ambos esposos, por
egoísmo o sencillamente por irreflexión. Que los hijos tienen derecho a la
fidelidad de sus padres es una verdad que conviene recordar, con frecuencia.
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