@MendozayDiaz

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jueves, 24 de octubre de 2013

La confianza se construye día a día.

Cuando se analizan problemas familiares, ya sea entre marido y mujer, o entre padres e hijos, no es necesario esperar mucho para que la palabra confianza salga a la palestra como una condición clave para el éxito de la relación, o como causa fundamental de un fracaso.

Del mismo modo, cuando un equipo de trabajo, de fútbol o de cualquier actividad, en que el éxito depende de la coordinación y del compromiso de todos, trata de identificar las condiciones para lograr el ansiado objetivo, la confianza entre sus miembros aparece siempre entre los factores clave.

Para qué hablar del éxito en una relación de socios. En este caso la confianza es la primera condición.

La confianza también es necesaria entre las empresas cuando se hacen contratos o se emprenden proyectos en conjunto y, con mayor razón, cuando el contrato es para asociarse en una cooperación a medio o largo plazo.

Podemos decir que la confianza ocupa uno de los primeros lugares como condición clave para el éxito de cualquier relación que involucre personas.

No es por mera casualidad que tanto psicólogos, como estudiosos de la administración, directivos de organizaciones, etc., cuando de relaciones humanas se trata, recomienden fortalecer la confianza entre los miembros del equipo.

Sin embargo, la confianza es caprichosa. No llega sola, se toma su tiempo y es selectiva. Cuando se rompe cuesta mucho repararla y es difícil de obtener. Mientras más necesaria, es más esquiva.

Quizá la mejor forma de entenderla es buscar casos concretos de situaciones, grupos u organizaciones donde la confianza se da en abundancia, y tratar de identificar las condiciones en que ella se desarrolla. 

Muchas son necesarias, pero la que nunca falla y va siempre de la mano con ella es la verdad.

Confiamos en aquellas personas a quienes creemos.

Y para creer a alguien es necesario que ese alguien no mienta, y que no mienta nunca. Ni en lo grande ni en lo pequeño.
Un padre que mienta a su hijo, aunque crea que lo hace por su bien o que es algo sin importancia, no tendrá la confianza de ese hijo cuando más la necesite. Un alumno que mienta se ganará la desconfianza de sus profesores. Ni hablar del drama que representa para una pareja el que uno le mienta al otro. Lo mismo ocurre en los negocios y en las relaciones laborales donde ser una persona de confianza es una condición básica.

Necesitamos confiar en quienes nos rodean: en las autoridades, en los amigos, en los socios, en los padres, en los hijos, en los colaboradores, en los jefes, en los proveedores, en los clientes, etc. Y los demás necesitan confiar en nosotros.


La confianza se construye día a día, y es tarea de todos. Nadie puede prescindir de ella. Y la mejor recomendación para adquirirla es esforzarse por ser veraz, siempre.

martes, 15 de octubre de 2013

¡Arriba ese ánimo!

Animar a los colaboradores no es tarea fácil, sobre todo, si quienes tienen la responsabilidad de dirigir personas no se lo proponen. 

Es esencial ser capaces de crear el ambiente positivo necesario para que todos se sientan motivados y cumplan mejor con sus responsabilidades.

Algunas sugerencias.

Trátales dignamente y muestra por ellos un interés personal y profesional.

Tienen que saber que crees y confías en sus capacidades y en la realización de sus metas. 

De esta manera lograremos colaboradores, comprometidos personalmente, que no nos defraudarán.

Exígeles más que nadie.

El desarrollo de nuestra organización depende del rendimiento extraordinario de nuestros colaboradores. 

Y lo pueden conseguir si se les exige adecuadamente y se espera de ellos más que nadie. 

Diles que deben aportar, además de su creatividad e iniciativas, su corazón, dando lo mejor de sí mismos en su trabajo. 

La exigencia, a través de una constante evaluación constructiva que les haga saber dónde están sus puntos fuertes y débiles, les ayudará a ser los mejores en su ámbito, de lo que se sentirán orgullosos.

Dales la posibilidad de que se formen.

La mejor inversión en el futuro de nuestros colaboradores es formarles de manera continua. 

Hagamos de nuestra empresa una “learning organization” y lograremos no sólo incrementar la productividad y mejorar el ambiente de trabajo, sino también desarrollar la profesionalidad y facilitar la motivación de quienes trabajan con nosotros.

Comunícate continuamente con ellos.

Tus colaboradores deben estar enterados de la marcha de la empresa, de su estrategia y objetivos. 

Una comunicación fluida hará que todos se sientan involucrados y partícipes de los resultados y creará un entorno más armónico y productivo.

Recompénsales.

Reconoce públicamente y recompensa generosamente el trabajo bien hecho, las buenas ideas, los resultados excelentes y las fórmulas que nos ahorran dinero.

Todas estas sugerencias (y muchas otras más) facilitan la calidad de las relaciones, el desarrollo personal y un mejor ambiente de trabajo. 

Y, cuando la gente está contenta, siempre es más fácil que la organización alcance sus metas.

lunes, 7 de octubre de 2013

Ser mejores personas.

El significativo avance del conocimiento y su energía creativa están aportando fantásticas oportunidades para nuestras organizaciones.

En las últimas décadas hemos observado la relevancia de que todas las personas que forman la empresa desarrollen una inteligencia distinta, complementaria, insustituible: la inteligencia emocional. 

Se define como el conjunto de aptitudes personales y sociales que son claves para el éxito de una empresa. 

Esta aptitud es una característica de personalidad o conjunto de hábitos que facilitan un desempeño laboral superior. 

Y permite diferenciar el capital intelectual de una organización, su reconocimiento como única en el mercado gracias a las aptitudes diferentes de sus colaboradores.

Para desarrollar plenamente esta habilidad hay que entrenarse para reconocer los propios sentimientos y los ajenos. Conocernos y ser capaces de ponernos en el lugar del otro.



Y no es tan fácil como parece. Cada vez tenemos gente más preparada académicamente pero, en muchos casos, con serias incapacidades para trabajar en equipo, para colaborar. 

Es importante enfocarse en este punto porque, hoy, todas las organizaciones cuentan con gente con capacidades intelectuales similares pero, sin embargo, la diferencia, la gran diferencia, está en su inteligencia emocional. 

Es paradigmático el caso del “directivo” que dirige su equipo únicamente a través de correos electrónicos, y es incapaz de escuchar a sus colaboradores, de comunicarse.

En fin, el futuro no es de las organizaciones que sólo se rodean de gente brillante académicamente sino de aquellas que identifican y desarrollan a personas que, además, se esfuerzan por ser mejores personas.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Planificar es fácil.

En una de mis últimas entradas comentaba que, en este tiempo, muchas organizaciones inician sus procesos de definición y planificación de los objetivos del próximo año.

Observo que, en los últimos años, estos procesos se han estructurado en exceso hasta rozar la rigidez.

Considero que ello no es sano para la vida de las empresas porque una excesiva burocratización puede transformar fácilmente estos procesos (de tanta importancia para el desarrollo de la organización) en una rutina en la que cada colaborador, cada equipo, se limita a cumplir, sólo a cumplir: a rellenar, cuanto antes, el correspondiente formulario, de la forma más somera posible, “para así liberarme y que me dejen trabajar tranquilo…”.

Un plan elaborado así es completamente inútil, no supondrá ninguna guía de acción y, todavía peor, inducirá a decisiones equivocadas.

Por tanto, es crucial que cualquiera que sea la metodología de planificación que se use, se consideren momentos para discutir y analizar nuevas ideas.

Crear espacios que favorezcan la creatividad, en los que cada una de las personas que colaboran con la organización puedan participar efectivamente. 

Aprovechar el enorme potencial que suele existir en cada uno de nuestros colaboradores.


Planificar es fácil, lo difícil es integrar en este proceso un número suficiente de ideas interesantes y que sean factibles.

Cuanto mayor sea el número de ideas, mayores serán las posibilidades de elección y mejor será el plan.

Quienes tienen la responsabilidad de dirigir deben impulsar la creatividad en sus organizaciones a través de buenas prácticas como, por ejemplo, que cada colaborador, cada equipo, tengan libertad para elegir cómo lograr sus objetivos. 

Es decir, promover y respetar un ámbito en que se pueda ejercitar la propia iniciativa y creatividad teniendo claro qué ( el objetivo) y dentro del marco de referencia que son los valores y las políticas de la empresa.

Esta libertad facilita el ejercicio permanente de la creatividad. 
Cuanto más se nos permita ejercitarla, más creativos seremos.

Si durante todo el año se trabaja así, cuando llegue el momento de planificar, de concretar los objetivos y desarrollar los planes del próximo año, es muy probable que contemos con muchas y buenas ideas. 

Y, como siempre, gracias a nuestra gente.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Septiembre.

En septiembre recuperamos la vida ordinaria. 

Durante el verano, ¡claro que sí!, habremos aprovechado para dedicar más atención a la familia, descansar, pensar y así renovar nuestras energías. 

Dicen que es en septiembre cuando los gimnasios y las academias de idiomas hacen su agosto… Es más que un juego de palabras, es tan cierto como la vida misma. Tienen listas de espera. Mucha gente ha vuelto con el buen propósito de llevar una vida más sana, y de aprender inglés…  o alemán, que es el idioma que ahora está de moda. 

También es el momento que muchas organizaciones aprovechan para iniciar sus procesos de definición y planificación de los objetivos del próximo año. 

Dependiendo de la empresa, estos procesos suelen ser estructurados o informales. Da igual. Como decía la señora Eustasia “hijo, gato blanco o gato negro, qué importa si caza ratones…”

En cualquier modalidad, esta actividad puede ser de gran valor para la organización ya que nos da la oportunidad de que todos los colaboradores se comprometan a través de su participación el proceso de definición.

Insisto en que para facilitar el compromiso de cada una de las personas del equipo es imprescindible que, a todas, se les dé la oportunidad de participar.

Las reuniones, preferentemente fuera de la oficina, de uno o varios días de duración, suelen ser una buena forma de enfocar este proceso.

Uno de los riesgos típico de este tipo de reuniones es no concretar nada. Acordar, por ejemplo, “mejorar nuestro clima laboral” y no determinar quién, cuándo, cómo… O “mejorar las relaciones con nuestros clientes”. Igual.

Otro riesgo es hacer abrumadoras listas de acciones. La claridad (y la simplicidad) es un valor, también en este tipo de procesos.

¿Y cómo sabremos si lo hemos hecho bien, si valió la pena el tiempo y el dinero gastado? 

Fácil, muy fácil. 

Si finalizado el proceso de definición  preguntamos, al azar, a tres personas de la organización sobre cuáles son las prioridades para el siguiente año, y sus respuestas son similares, quiere decir que valió la pena el esfuerzo.

Tan recomendable como realizar este ejercicio con nuestro equipo, es hacerlo a nivel personal. 


Es una buena práctica, desde ahora, comenzar a concretar cuáles son los cuatro o cinco asuntos en los que nos vamos a enfocar durante el año 2014. 

Si desde este momento comenzamos a pensar en ello, e iniciamos el próximo año con claridad sobre cuáles son nuestros asuntos prioritarios, periódicamente, podremos revisar los avances. 

Una manera sencilla y práctica de mejorar, de aprovechar el tiempo, de vivir mejor.

sábado, 7 de septiembre de 2013

¿Bonus o… "malus"?

La coherencia es un valor muy considerado en las personas y en las organizaciones. Que no existan grandes contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace. 

Desde hace décadas es bastante común que las organizaciones publiquen declaraciones de principios en las que se afirma que la persona es lo primero, lo más importante, su razón de ser, su recurso más valioso, su mejor ventaja competitiva, bla, bla, bla…

Pero, como decía la señora Eustasía “hijo, del dicho al hecho va un buen trecho”, y a la hora de la verdad, en ocasiones, estas pomposas declaraciones o no se concretan y se quedan en un simple ejercicio de poesía barata o, peor aún, se concretan pero al contrario de lo que con tanta parafernalia se declara...

Actualmente, en las organizaciones, hay personas que están sufriendo las enfermedades de nuestro tiempo como el estrés, la angustia y la depresión. 

A mí, me conmueve escuchar los casos de personas que trabajan en empresas que presumen de su “humanismo” pero que, cuando detectan que alguno de sus colaboradores enfrenta un problema de salud, una crisis personal, los despiden…

Si bien las enfermedades de nuestro tiempo no tienen como causa única y exclusiva a la empresa de quien las padece, sin embargo, la excesiva dedicación que se exige a las personas con respecto a su trabajo, es una de sus principales causas.


Por ello, quien tiene la responsabilidad de dirigir debe preocuparse y ocuparse de aspectos tan fundamentales y tan específicos como el respeto a la jornada de trabajo, las comunicaciones en la empresa, las cargas de trabajo, los sistemas de compensación…; sobre todo, los de compensación variable, los famosos bonos que, después de considerar su impacto en la vida de muchas personas, deberían llamarse “malus” en vez de “bonus”… 

No es un chiste fácil, hablo y escribo desde mi experiencia. 

He visto como muchas personas han perdido su salud, su familia, su matrimonio, su vida… por lograr un dinero adicional. 

Y no seré yo quien responsabilice a la empresa o a su sistema de compensaciones, de los problemas de su gente. 

No, las personas somos libres: siempre. 

Pero la empresa si debe ser “personalmente responsable”, especialmente cuidadosa, a la hora de definir qué objetivos, qué conductas, qué resultados se premian.

martes, 3 de septiembre de 2013

Trabajo en equipo: toma de decisiones.

Cada vez es más común que muchas decisiones se tomen en equipo o, al menos, que quien tiene la responsabilidad final escuche a sus colaboradores antes de decidir.

Es muy recomendable que, si va a participar en la discusión de un tema, antes, se informe y lo entienda bien.

Mientras esto no ocurra es mejor optar por un papel secundario, si no podría cometer, al menos, estos dos errores.

El primero es que si participa activamente en la discusión de un tema sin antes haberlo preparado, es muy probable que entorpezca el trabajo del equipo en su búsqueda de la mejor decisión.

El segundo error es que, al participar en el debate con opiniones de escaso fundamento, usted no está haciendo un buen trabajo para su empresa, está siendo desleal con sus compañeros, les está haciendo perder el tiempo y, si este tipo de actitudes son frecuentes, más temprano que tarde, todos (jefes, compañeros, subordinados…) se percatarán de ello.

Tan grave como los errores anteriores sería no decir, oportunamente, algo que usted sabe que, con seguridad, sería una aportación valiosa para tomar una buena decisión.

Si tiene la responsabilidad de dirigir, escuche a sus dirigidos, dedíqueles tiempo, para así mejor comprender sus planteamientos.

Quizá una de las cosas que más valora y agradece un colaborador es sentirse escuchado por su jefe.

Ya sé que no tiene tiempo… Quien tiene la responsabilidad de dirigir debe esforzarse, especialmente, por aprovechar mejor su tiempo para, así, poder estar más cerca de sus colaboradores y de sus clientes.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Más sobre colaboradores.

Uno de los requisitos para que una persona trabaje bien es que tenga claro en qué consiste su contribución… Sí, algo tan simple como esto…A veces lo damos por supuesto, y no siempre es así.

La persona debe conocer los detalles de las tareas que debe realizar, cómo relacionarse con el equipo, qué se espera de su trabajo…Esta es la primera y más importante responsabilidad de su jefe directo.

Además, quien tenga la responsabilidad de dirigir personas debe concretar con sus colaboradores objetivos estimulantes, alcanzables, precisos y medibles. 

Esta buena práctica facilita que las personas concentren sus energías en lograr los objetivos acordados, trabajen mejor y alcancen un alto desempeño.

Valorar a la persona es otro factor importante. 


Esto no significa sólo tratarle con el respeto que merece toda persona, independientemente de su posición jerárquica. 

Un colaborador se siente especialmente valorado cuando sus opiniones son escuchadas y consideradas por quien tiene la responsabilidad de tomar las decisiones. 

Y también se siente especialmente valorado cuando, en los asuntos de su competencia, se le da libertad para elegir la solución que considere mejor.

Las personas necesitamos a otras personas para nuestro pleno desarrollo. 

Esto es así en la empresa y fuera de ella. 

En la empresa, esta interrelación, se puede facilitar cuidando las reuniones de trabajo, institucionalizando los momentos de retroalimentación, garantizando la equidad de los sistemas de compensación.

Y sobre todo, cercanía. 

Quien tiene la responsabilidad de dirigir tiene que estar visible y ser accesible para sus colaboradores. La rigidez crea distancia. 

Una buena comunicación siempre se ve recompensada con mejores resultados.

lunes, 19 de agosto de 2013

Colaboradores.

Las vacaciones de verano son, en general, buenas oportunidades para detenerse, revisar el camino recorrido y definir los próximos pasos. Los de nuestras organizaciones, y los nuestros… Nosotros primero, siempre.

El logro de las metas de las empresas dependen del grado de compromiso de las personas que en ellas colaboran, más allá de la responsabilidad que desempeñen en la organización. 

Por tanto, para un directivo es prioritario contar con un equipo de personas, conocedoras de su trabajo, esforzadas en hacerlo bien, con ganas e ilusión por lograr los objetivos. En definitiva, de un equipo de colaboradores.

Una actitud formada en el esfuerzo por hacer las cosas bien supone un buen antídoto para superar los circunstanciales estados de ánimo. 

La voluntad se puede entrenar, y eso depende de cada uno de nosotros. 

Ese entrenamiento de la voluntad se logra a base de pequeños vencimientos, de pequeños esfuerzos, del logro de metas, que comienzan siendo pequeñas y, una vez educada nuestra voluntad, pueden superar todas las expectativas.

Esforzarnos, insistir en lograr lo que nos cuesta engrandece y fortalece nuestra voluntad. Lo más difícil suele ser el compromiso con lo pequeño, con lo menos importante, con lo que suele pasar inadvertido ante los demás… 

Los buenos colaboradores que he conocido (y he tenido la suerte de conocer a muchos) son personas que se preocupan y ocupan de los detalles, de hacer bien las cosas pequeñas, con el mismo interés y esfuerzo con el que atienden los grandes asuntos de sus vidas.


Una voluntad entrenada para hacer las cosas bien se manifiesta en propósitos firmes y un ánimo superior para enfrentar las contrariedades.

Estas son algunas de las diferencias entre un empleado y un colaborador.

Aparentemente es igual, pero no es lo mismo… Ese plus es el que marca la diferencia, y una diferencia que no es menor. 

Las organizaciones de alto desempeño se definen por ser organizaciones de colaboradores.

miércoles, 24 de julio de 2013

Con ganas o sin ellas.

La satisfacción personal por el trabajo realizado no depende exclusiva y únicamente de la compensación económica recibida.

Conozco personas que se esfuerzan por hacer las cosas bien porque consideran que es una manera de perfeccionarse como personas.


Tienen una preocupación permanente por mejorar sus competencias personales y profesionales. 

Competencias que se adquieren y crecen mediante su continuo ejercicio. Estudio y trabajo. Interés por aprender.

Los sentimientos no son suficientes para mejorar el carácter. 

Son necesarios hechos concretos que fortalezcan nuestro deseo interior de ser mejores, y luchar por conseguirlo. 

Con ganas o sin ellas.

Perseverar es de hombres y mujeres fuertes, que conocen sus deberes y se esfuerzan por cumplirlos. 

Da gusto trabajar con este tipo de gente. 

martes, 16 de julio de 2013

Vientos favorables.

Hace unos dos mil años, Lucio Anneo Séneca, filósofo, político y escritor hispanorromano escribió aquello de «No hay viento favorable para el barco que no sabe adónde va».

Cuando navegamos necesitamos conocer cuál es nuestro destino. Así podremos planificar la ruta y, según vamos avanzando, asegurarnos que vamos en la dirección correcta.



En las organizaciones ocurre algo similar, para dirigir bien es necesario saber dónde queremos ir.

Son habituales los directivos que tienen clara la visión pero que no la comparten con sus colaboradores. Están demasiado enfocados en el corto plazo, o no invierten tiempo en comunicar. Y, en ocasiones, no la comparten porque pudiera ser una amenaza, una pérdida de poder.

En cualquiera de estas situaciones, que cada uno interprete a su manera la visión y su contribución al logro, supone un tremendo despilfarro de recursos.

En cambio aquellas organizaciones en que todos sus colaboradores tienen claro hacia dónde van, saben lo importante que eso es y se comprometen, casi siempre, suelen beneficiarse de los "vientos favorables".

martes, 9 de julio de 2013

Agresivos.

Trabajar en equipo es imprescindible para aprovechar los conocimientos y habilidades de todos los colaboradores. Además, es casi imposible -y en cualquier caso, nada recomendable- asumir todos los asuntos.

La colaboración se complica cuando llega al equipo una persona de un perfil que, lamentablemente, se ha extendido demasiado.

Me estoy refiriendo a individuos cuya actitud permanente es de lucha, que plantean todas las relaciones (con proveedores, con compañeros, con clientes…) en términos bélicos, donde siempre tiene que haber vencedores y vencidos.

Muy desagradables.

Señalan sin ningún tipo de compasión los errores de los demás, suelen usar un tono de voz fuerte, prepotente. Exponen sus opiniones con vehemencia, como si fueran los dueños de la verdad.


Siempre preocupados de su apariencia. 

No son simpáticos.

Y los seguidores que logran, habitualmente, no tienen una estima auténtica por estos personajes sino que suelen ser personas que intentan protegerse de sus ataques.

En muchas organizaciones se les ha considerado -y promocionado- como ejemplos a imitar.

Intentar trabajar en equipo con este tipo de personas no es fácil… 

Estas personas hay que encaminarlas con reglas claras, señalando y corrigiendo, con claridad y oportunidad, sus faltas de respeto y agresividad verbal…

Y si el susodicho es el jefe… Sálvese quien pueda y que el último apague la luz…

Respetar a todas las personas con las que nos relacionamos es esencial en nuestro desarrollo profesional.

domingo, 7 de julio de 2013

Buenas empresas.

Las buenas empresas son aquellas que logran reclutar, retener y desarrollar a los mejores colaboradores.

Ser una buena empresa no sólo está al alcance de las multinacionales tecnológicas. Cuando veo imágenes de sus instalaciones, a veces, me parecen más un parque de atracciones que una oficina tradicional… Maravilloso.

No es una tarea fácil definir las características de este tipo de organizaciones pero, a pesar de sus particularidades, tienen en común un esfuerzo por respetar a las personas.

Y más singularidades.

Otorgar a los colaboradores un propósito, una causa con la que puedan identificarse. Sean actividades en equipo o el mismo producto; el orgullo de pertenecer y contribuir a un proyecto que puedan sentir como propio, y útil y positivo para muchas otras personas es valorado en este tipo de organizaciones.

Respeto por la diversidad. En vez de tratar que todos piensen y se comporten igual, se alientan formas diversas de enfocar las situaciones cotidianas, la relaciones con clientes y proveedores, la resolución de problemas.

Una gestión participativa donde no sólo se tolere sino que se fomente la innovación y la libertad de poner en práctica las propias ideas, y las oportunidades de formación y desarrollo profesional es otra de las características de este tipo empresas.

Respeto por la vida personal del colaborador. Una organización que reconoce que las personas tienen vida más allá del trabajo, con sus propias exigencias, presiones y motivaciones es muy valorado.

Y más. Pero siempre hay que dejar algo para la próxima vez...

Muchas personas quieren trabajar en buenas empresas porque saben que supone una oportunidad personal si con su trabajo colaboran al crecimiento y desarrollo de estas organizaciones.

Ya se sabe, a todos nos gusta aquello del ganar-ganar… Pero como decía la señora Eustasia “hijo, eso es más antiguo que el hilo negro”.

miércoles, 19 de junio de 2013

Confiar en las personas con quienes trabajamos.

En los tiempos que corren preguntarse si muchos protagonistas de la economía y de la política actúan sin principios ni valores, sin normas éticas y morales, puede parecer una estupidez… Su ausencia, en muchas ocasiones, es demasiado evidente. 

Toda organización debiera contar con una declaración de sus principios y valores, expresada con tal claridad que no fuera necesaria ningún tipo de interpretación.

Para definir el rumbo de una organización es preciso distinguir lo pasajero y efímero de lo perdurable y trascendente.

Por ello es preciso sustentar el desarrollo en bases sólidas. 

El compromiso en torno a esos principios y valores resulta crucial si queremos disfrutar de una cultura sólida que es mucho más que palabrería barata en forma de frases ingeniosas y grandilocuentes que, a veces, se obliga a los colaboradores a repetir como papagayos.

Utilizar los principios y valores como guía de nuestro trabajo supone un desarrollo tanto para la organización como para las personas. 

En tiempos de crisis, nos ayudan a superarlas y a aprender, a fortalecernos en la adversidad. 

Sin valores asentados, sin culturas solventes, se puede subsistir. Pero, a la menor crisis, vamos a salir debilitados, desgastados, empobrecidos…

Uno de estos principios y valores es la confianza en las personas con quienes trabajamos.

Y se suele concretar en la delegación.

Delegación y control son palabras afines y complementarias.

La delegación es fácil de entender pero difícil de practicar. 

Algunos consideran que si delegan pierden estatus y poder…Otros no delegan porque desconfían de los demás. 

De la verdadera delegación nace el compromiso, la motivación y las mejores prácticas en dirección de personas. 

Lo importante no es el cuánto sino el cómo. A mejor delegación, más responsabilidad y mejor servicio al cliente. 

Quienes saben delegar tienen más tiempo para pensar en los próximos pasos de la organización, en la estrategia. A veces, quienes más se quejan de no tener tiempo para pensar son quienes no quieren o no saben delegar. No confían en sus colaboradores.

En un entorno cambiante, de cuestionamiento de modelos, es el mejor momento para conocer y fomentar las ventajas competitivas implícitas en la participación, en la responsabilidad, y, sobre todo, en la confianza en las personas con quienes trabajamos.

domingo, 9 de junio de 2013

Cambios.

Para lograr buenos cambios se requiere una adecuada dirección de personas. 

Los dirigentes más efectivos son aquellas personas capaces de desarrollar una visión de futuro para la organización y, además, hacerla realidad. 

Formular una visión de futuro en una empresa significa clarificar en dónde queremos estar en cuanto a segmentos de mercado a atender, líneas de productos y servicios, tecnologías, capacidades que nos distinguirán de otros, estilo de personas…También es útil preguntarse “dónde no se quiere estar”. Nos ayuda a clarificar posiciones.

Vivimos en un tiempo donde los cambios sociales, políticos y económicos son frecuentes. 

Los cambios, en muchas organizaciones, son constantes. Unas personas se incorporan, otras se desvinculan, nuevas tecnologías, nuevas leyes, nuevos competidores. 


Quizá uno de los cambios más complejos para una organización sea mantener una estructura de acuerdo a su nivel de actividad económica. Los frecuentes vaivenes suelen traer consigo ajustes en los equipos de personas. Y las personas necesitamos una mínima estabilidad para realizar nuestro trabajo.

Los análisis para llegar a una propuesta incluyen la visión de futuro de la organización, la situación actual, las personas y el presupuesto disponible. 

Es muy recomendable contar con un especialista externo ya que estas modificaciones afectan a la estructura de poder y es complejo trabajar la propuesta con los afectados.

En la práctica, este tipo de decisiones se suelen postergar. 

Y, si estos cambios no se realizan con rapidez, a veces, el remedio es peor que la enfermedad ya que los cambios en proceso agregan más inestabilidad a la situación general de cambios que se vive. 

Casi siempre, en estas situaciones, entre las personas, se genera una gran incertidumbre cuando se esperan cambios pero estos no llegan. 

La incertidumbre se puede convertir en frustración o desánimo si no se gestionan bien las comunicaciones y se da rienda suelta a las filtraciones, chismes, fantasías… 

Postergar las decisiones de cambio suele ser más dañino que realizarlas aceleradamente.

domingo, 2 de junio de 2013

Compartir el poder.

Las nuevas tecnologías y la globalización exigen mejoras en los tiempos de respuesta a nuestros clientes. 

Hace diez años, un plazo de una semana para enviar un presupuesto era razonable; hoy es una burla.

Hay dirigentes que no toman decisiones: piden opiniones, escuchan…y se paralizan. 

Esto se suele dar en organizaciones con una tradición de centralización del poder, donde la iniciativa y la colaboración son escasas. 

Hay gente que se paraliza hasta que lleguen las órdenes.

La clave para mejorar esa situación está en compartir poder de decisión con los colaboradores.

No se trata de delegar todo. Se busca que el colaborador tenga el suficiente poder de decisión para hacer bien su trabajo sin estar sobrecargado con responsabilidades que no le corresponden. Éste es el equilibrio a lograr.

Si se comparte poder sobre aspectos que no tienen que ver con su trabajo, o lo delegamos en personas que no son merecedoras de tal delegación podemos causar daños a nuestra organización. Existe el abuso de poder.


El poder no se debe delegar a cualquiera. La decisión de a quién delegar depende de su posición en la organización y de sus cualidades personales. 


Especialmente importante es conocer su compromiso con la verdad, garantía de que el poder se ejercerá de manera constructiva.

Compartir el poder es un elemento a considerar en la mejora de nuestra organización.

viernes, 31 de mayo de 2013

Reuniones, cuestiones básicas.

Reunirse favorece la comunicación entre personas.

Los encuentros cara a cara no pueden ser desplazados por la comunicación telefónica, remota o virtual.

Los nuevos modelos y esquemas de trabajo en las organizaciones recomiendan la reunión de los colaboradores para favorecer la sinergia.

Ahora bien, como decía la señora Eustasia no confundamos la velocidad con el tocino… Una reunión de trabajo no es una simple agrupación de personas que trabajan para la misma organización. La esencia de la reunión requiere de objetivos, método, hora de comienzo… y de finalización.

Hace años tuve un jefe que asistía a las reuniones provisto de un reloj de arena, de tres minutos. Todas las intervenciones tenían ese límite temporal, salvo en asuntos excepcionales. 



Parece una excentricidad pero sus reuniones eran mucho más breves y, lo más importante, más efectivas. 

Me ayudó a aprender a sintetizar y a valorar el aprovechamiento del tiempo.

También conocí a otro personaje (me avergüenza reconocer que fue mi jefe…) que quizá enredado en su paranoia nos reunía en una sala en que las sillas tenían las patas delanteras un poco más cortas que las traseras…

Decía que se trataba de una técnica para mantener la "tensión creativa" en las reuniones de equipo, que había aprendido de un conocido consultor norteamericano en un taller sobre “time management”…

Estoy recordando que muchos días terminaba con calambres en las piernas por mi esfuerzo por mantenerme sentado en una posición digna…Menudo “campeón”…jajaja.


Antes de recurrir a este tipo de excentricidades, probemos con lo básico, con las buenas prácticas, que, en este caso, consisten en esforzarnos porque las reuniones que convoquemos tengan un objetivo, unas reglas para el uso de la palabra, una hora de comienzo y también -importante- de finalización, y un sistema de seguimiento de lo acordado.

viernes, 24 de mayo de 2013

Hablar mejor.

Desde hace años suele descuidarse el uso del lenguaje en los negocios.

Se dice que lo importante es llegar a acuerdos y para eso basta con entenderse. 

El abuso del llamado inglés comercial nos ha llevado a conformarnos con un vocabulario mínimo. Sólo interesan los términos precisos, sin necesidad de recurrir a expresiones complejas. 

Sin embargo, lo que no se pone en diversidad de palabras, se pone en modalidades, tonos y gestos. 

Los defensores de la utilización mínima de vocabulario sostienen que no es necesario más pues así se logran los objetivos comerciales. 

Este asunto se complica porque, además, en ciertos ambientes, se ha puesto de moda hablar con vulgaridad. 

Lo que hasta ayer era un vicio de algunas personas que vivían en ciertos ambientes con una educación marginal, hoy pareciera haberse propagado a personas que, por su responsabilidad de dirigir a otras, tienen la especial obligación de dar buen ejemplo.

Los buenos negocios no son sólo aquellos que producen buenos dividendos económicos. Son aquellos que nos hacen mejores a quienes intervenimos en ellos. Y esto pasa, necesariamente, por cuidar la calidad de nuestras comunicaciones.


Una campaña por un mejor lenguaje podría considerarse también como un buen negocio, el que nos lleva a todos a esforzarnos por ser un poco mejores, contribuyendo a perfeccionar de alguna manera a nuestros socios, proveedores o clientes.

martes, 14 de mayo de 2013

Apuntes sobre la compensación variable.

La compensación variable es un modo de administrar que facilita la tarea de quienes tienen la responsabilidad de dirigir personas. 

Como casi todo en la vida tiene partidarios y detractores porque tiene aspectos positivos y otros no tanto. 

Hoy voy a considerar buenas prácticas que hay documentadas en ciertas organizaciones y en determinados tipos de trabajos. 

Desde hace años las organizaciones tienden a sustituir el salario fijo por el variable, a determinar la compensación según el mercado y a incluir conceptos como gestión de competencias, calidad, servicio al cliente, en vez de compensar únicamente por resultados financieros.

Sólo las empresas que han descubierto la importancia de estrechar la relación entre resultados y compensación, y que han sabido flexibilizar su política están en disposición de mejorar su productividad y rentabilidad.

Durante muchos años las empresas compraban “fuerza de trabajo” y la administraban como recurso, sin más pretensiones que las meramente contables. 

Después gestionaron la “profesionalidad”. Un profesional era el que se dejaba sus cualidades personales en la puerta de la oficina y actuaba en ésta, únicamente, de acuerdo a los requerimientos de la empresa.

Hoy muchos directivos se preguntan por qué obviar esas cualidades personales en lugar de aprovecharlas en el proceso de creación de valor.

Ahora “se compra” todo: además de la fuerza de trabajo, la inteligencia, los valores, las cualidades de la persona.

Es un modelo más humano y con más potencial de desarrollo porque se apoya en la persona.

Ante este nuevo paradigma el director deja de ser un jefe controlador y se convierte en un coordinador de compromisos y resultados. Se mejora el simple contrato laboral.

La compensación variable es clave en el esfuerzo por tratar de dar a cada uno lo suyo.

Mejora la productividad de la organización a través de la motivación de sus colaboradores y de su compromiso con los resultados. 

miércoles, 8 de mayo de 2013

Considerar el estrés por cambio de trabajo.

El cambio a otra empresa o a otro puesto de trabajo genera un estrés que habitualmente se subestima.

Recuerdo haber leído, hace años, un estudio que decía que, en una escala del 1 al 100, al cambio de trabajo le correspondían 36 unidades de estrés. 

Incluso el cambio de responsabilidades dentro de la misma empresa equivalía a 30 unidades. 

Para comparar: la muerte del cónyuge vale 100; el desempleo 47, mientras el valor más bajo se lo llevan las vacaciones, con 13 puntos…

Todo cambio, ascenso, reorganización, fusión o modificación sustancial de tareas dentro de la misma empresa también provoca una pérdida de las relaciones establecidas. 


La sensación de impotencia y el choque cultural que genera la destrucción de los nexos psíquicos puede precipitar enfermedades importantes y amenazar el futuro mismo de la persona en la empresa. Sobre todo su rendimiento profesional. 

Cuando a alguien le dicen “empiezas el lunes” el desafío que tiene ante sí es cómo será recibido por el nuevo grupo. 

El estrés se puede manifestar en inseguridad y en un nerviosismo extremo.

Conviene estar prevenido porque este nerviosismo suele generar problemas en la familia.

Durante las primeras semanas posteriores al cambio suele observarse una  necesidad suplementaria de afecto y atención. Hay estar preparados porque, además, esa tensión provocará roces con los seres queridos.

Cuando alguien entra en una organización debe conocer la cultura definida e integrarse. 

Se le llama contrato psicológico, que es la parte no escrita del acuerdo, y va más allá de sus habilidades profesionales. 

A veces nos encontramos con excelentes colaboradores que no se adaptan a la cultura y se tienen que desvincular.

En otras empresas las cosas son distintas. Todos los directivos provienen de sus propias filas y son producto de un desarrollo de carrera institucional.

Otras empresas solucionan el problema de la integración cultural definiendo que ninguna persona puede desempeñar plenamente su posición antes de dos años de permanencia. 

Ése es el tiempo que consideran necesario para integrarse al nuevo equipo. Después del primer año se empiezan a evaluar sus resultados. Este sistema permite a la empresa anticiparse a posibles conflictos.

Quienes tienen la responsabilidad de dirigir deben estar muy atentos y compensar, inmediatamente, las pérdidas de apoyo psicológico de los nuevos colaboradores. 

Se sugiere tomar conciencia del problema y hablarlo con franqueza.

Cuando estos sentimientos toman la forma de palabras, o se disipan o es más fácil actuar sobre ellos.