El primer síntoma de problemas suelen ser la caída de los ingresos; y los directivos deciden tomar acciones correctivas que reciben una variedad de denominaciones: modernización, reingeniería, recortes, ajustes, etc... Su verdadero objetivo no es otro que reducir costes a corto plazo para compensar la caída de ingresos y mantener los beneficios.
Reducir gastos sin un cuidadoso análisis puede afectar a nuestra capacidad distintiva. Por ejemplo, si la clave de nuestro negocio es la rapidez y buena atención del servicio a los clientes y se recorta el número de personas, con seguridad la empresa bajará sus costes pero también va a empeorar, y quizás dañar de forma importante, su principal ventaja competitiva. Así se puede entrar, y lamentablemente, se entra, en el círculo vicioso de las racionalizaciones.
¿Significa eso que no se deben emprender programas de disminución de costes? La respuesta es no.
Necesitamos información para poder cuidar la base del negocio, es decir, conocer qué valoran nuestros clientes y cómo lo estamos satisfaciendo. Se trata de proteger y fortalecer esos aspectos aun cuando pueda implicar, a corto plazo, el mantenimiento e incluso el aumento de los costes asociados.
Concluyendo, un programa de racionalización no es efectivo si se toman medidas generales de reducción de gastos sin un análisis detallado, racional, de dónde se producen y a qué ingresos van asociados.
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