Ser de confianza implica muchas cosas: estabilidad de carácter, honradez, eficiencia laboral, lealtad con los inferiores y superiores, una buena conciencia de los deberes.
También implica el respeto por la propiedad intelectual e industrial de las empresas en las que se trabaja; registrada formalmente o no, es la información confidencial. A ella se tiene acceso por un acto de confianza de la empresa, que abre, por así decirlo, el cofre de sus secretos íntimos a quienes trabajan en ella, habitualmente (pero no exclusivamente) a sus directivos. Se supone explícita o implícitamente que las personas con acceso a esta información confidencial mantendrán la natural discreción que corresponda.
Vivimos en un mundo con gran movilidad laboral. Muchos profesionales trabajan en algunas empresas para adquirir experiencia y luego establecerse por su cuenta, o como un trampolín para acceder a otras empresas.. El problema moral reside, muchas veces, en definir qué parte de esa "experiencia" es formación profesional personal, y qué parte es información confidencial. Porque nunca faltarán ofertas de trabajo de la competencia con la intención de que esa persona concreta se traslade de empresa con un "conocimiento específico" que adquirió en la anterior.
Conviene, antes que nada, patentar todo lo que sea patentable o registrable. También es muy recomendable, a veces, separar las fases de un proceso, de modo que casi nadie tenga acceso a toda la información, etc.
Pero, lo más importante, es la creación de un clima privado y público de confianza mutua.
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