@MendozayDiaz

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lunes, 28 de diciembre de 2015

El "efecto calzoncillo" o el lenguaje secreto de las encuestas.

En el año 1986, año en que los españoles dijeron sí al ingreso de España en la OTAN, los publicistas acuñaron la expresión “efecto calzoncillo” para designar una curiosa perversión de las encuestas (y corregir así sus correspondientes estudios de mercado): los consumidores nunca dicen la verdad sobre sus hábitos de higiene, su sexualidad o sus predilecciones políticas.

“¿Cuántas veces se cambia usted de calzoncillos?” “Todos los días”, responde con "seguridad" el españolito de a pié. 

Pues eso, en la reciente campaña electoral, volvió a funcionar el “efecto calzoncillo”. 

Los gurús de la demoscopia deberían haberlo tenido en cuenta al hacer sus previsiones. Hubo votantes (dicen) que incluso después de haber depositado sus papeletas mintieron sobre el partido elegido, en las encuestas a pié de urna o israelitas...

Pensando sobre este asunto me acordé del libro de Darrel Huff “Cómo mentir con estadísticas”.

Darrel Huff (1913-2001) fue un prolífico escritor estadounidense especializado en libro práctico que también trabajó como editor en algunas revistas. En 1954 publicó su mayor éxito, “Cómo mentir con estadísticas”, traducido a más de veinte lenguas y que se ha convertido en uno de los libros más vendidos sobre estos asuntos.

Lo he vuelto a releer y, en efecto, este libro es un manual sobre cómo se pueden utilizar las estadísticas -las encuestas- para engañar.

Lo que este libro, escrito con ingenio y humor, nos ofrece es un curso de sentido común para aprender a descubrir los ardides con que cada día pretenden engañarnos, manipulando cifras y gráficas, los medios de comunicación, los políticos, la publicidad…


Lo que aquí se nos cuenta -el lenguaje secreto de las estadísticas- aunque pueda resultar divertido conviene tomárselo en serio, porque, como nos dice el autor, “los desaprensivos ya conocen estos trucos; los hombres honrados deben aprenderlos en defensa propia”.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Opinión de un lector (amigo) sobre "Viva Mi Gente (cinco acciones básicas que te ayudarán a dirigir mejor)".


Recibir la opinión de los lectores, su retroalimentación, se ha facilitado gracias a las nuevas tecnologías.

Para mí es una alegría -y un honor- recibir la de mi amigo Pablo Zubieta Peniche, Doctor en Marketing, empresario y, lo más importante (para mí), compañero de mil peripecias...

Muchas gracias, Pablo. Un abrazo, amigo.

lunes, 24 de agosto de 2015

La huella de Isidoro.

Cuando visité por primera vez el Panteón de Reyes de la Basílica de San Isidoro, me llamó la atención el epitafio del rey Fernando I el Magno (1016-1065):

“Aquí está enterrado Fernando Magno, rey de toda España, hijo de Sancho rey de los Pirineos y Tolosa. Trasladó a León los cuerpos santos de san Isidoro arzobispo, desde Sevilla, y de Vicente mártir, desde Ávila, y construyó esta iglesia de piedra, la que en otro tiempo era de barro. Hizo tributarios suyos, con las armas, a todos los sarracenos de España. Se apoderó de Coímbra, Lamego, Viseo y otras plazas. Se adueñó por la fuerza de los reinos de García y Vermudo. Falleció el 27 de diciembre de (la era) 1103”.

El rey Fernando I, quizá uno de los hombres más poderosos de su tiempo, quiso destacar como uno de sus logros que fue él quien trasladó a León, desde Sevilla, el cuerpo de San Isidoro.


¿Quién fue este hombre? ¿Qué hizo? ¿Cuál ha sido su legado?

Este verano, en El Escorial, adonde tuve la oportunidad de participar en un curso de verano, me encontré en una librería de libros antiguos con una biografía de “San Isidoro de Sevilla” de Ismael Quiles, editado por la Colección Austral de Espasa Calpe en 1945. Un libro muy completo: biografía, análisis de su doctrina y extractos de sus principales escritos.

Pocos hombres, pocos sabios cuenta la historia de la humanidad, a los cuales deba más la cultura integral de Occidente. Figura política, religiosa y científica de los siglos VI y VII y que tendrá una perdurable influencia a través de toda la Edad Media.

Nació en Sevilla en 556. Su familia, oriunda de Cartagena, emigra a Sevilla cuando los bizantinos, en el año 554, dominaron Cartagena. Hermano de Leandro, obispo de Sevilla, y asesor del rey Recaredo. En noviembre del año 599 muere su hermano y él, a sus 43 años, es aclamado como su sucesor.

Quizá su principal virtud fue su laboriosidad. Se cuenta que sentado junto a un pozo se puso a observar los surcos trazados en la piedra del brocal. Viendo como las gotas de agua, cayendo un día y otro día lograban hacer ese trabajo, reflexionó y comprendió como lo mismo él, a fuerza de constancia, lograría grabar en su entendimiento. Recomendaba tres o cuatro horas de estudio en verano, y cinco o seis en invierno.

Recopila, ordena y codifica los cánones y decretales dispersos en la Hispania, que será durante varios siglos el código español de Derecho Canónico. En aquel tiempo no solamente correspondían al obispo los asuntos estrictamente eclesiásticos, sino que éste era también la cabeza civil de la diócesis, por encima del gobernador, y ante su autoridad se apelaban los fallos dictados por los tribunales civiles.

Un copilador de los conocimientos de su tiempo. Un copilador enciclopédico. Sintetiza la doctrina jurídico y social cristianas. Su influencia traspasa muy pronto las fronteras hispanas para penetrar y extenderse por todo el mundo cristiano. 

”Etimologías” es su principal obra. Es el fruto de sus largos años de paciente estudio, es la síntesis admirable de todos aquellos apuntes de sus innumerables lecturas. Muchos años, más de veinte, invirtió en la composición de esta obra y nunca la creía terminada, siempre encontraba algo que añadir. Las Etimologías u Orígenes son una enciclopedia, la primera que se compuso y la que sirvió de base a las que más adelante se hicieron.

En Filosofía no es autor de ninguna teoría personal, de ningún sistema nuevo, sino que su labor fue la de elegir y coordinar los materiales que le habían llegado de la Antigüedad.

En Derecho, en cambio, tiene ideas propias. Según Isidoro el poder episcopal y el monárquico deben ayudarse mutuamente a sostener la paz y practicar la justicia y a labrar la prosperidad de los pueblos. Defiende que la monarquía ha se ser electiva y fija las condiciones de esa elección.

El libro quinto trata de las Leyes. Le llevan veintisiete capítulos que tienen el gran mérito de darnos una sistematización completa de los conocimientos de Derecho de su época. Su concepto de ley es francamente democrático para su época (siglo VII): no es ley lo que el pueblo no ha decretado. 

Trata sobre la sumisión de la potestad civil a las leyes, en contra de la tradición cesarista del Derecho Romano, la ceremonia de unción de los reyes, y la debida separación entre el caudal privado de estos y la Corona (electiva, no hereditaria).

Después de las “Etimologías” la obra más completa de Isidoro, desde el punto de vista de su doctrina, es la formada por los tres libros de las “Sentencias”. Un intento de exponer en forma ordenada las verdades de la fe y de la filosofía acerca de Dios, el hombre y el mundo.

Sus libros se copian en todos los centros de cultura de la época: en Córdoba, en Toledo, en Samos, en Silos, en Ripoll, en Cerdeña, en San Millán de la Cogolla, en Sahagún.

A Isidoro se le ha señalado como el “primer español” por tener la visión de la Península Ibérica como un pueblo con sus propias características geográficas, etnográficas y culturales. Lo que luego sería España.

martes, 18 de agosto de 2015

"El murmullo de las abejas" de Sofía Segovia.

Pablo y Angélica son dos amigos, iba a decir que “de verdad” pero pienso que los amigos o son “de verdad” o no son amigos… Mi amistad con Pablo se fue construyendo a la par que fuimos viviendo, juntos, peripecias de todo tipo; y, a pesar de que ambos tenemos temperamentos muy singulares, terminamos siendo amigos. Periódicamente quedábamos a comer, siempre en el mismo sitio. Tras cada encuentro, salía con la convicción de que quien tiene un amigo tiene un tesoro.  

Nuestra amistad ha experimentado la prueba del tiempo, y del espacio. Siempre que viene a España hace todo lo posible -y más- porque nos veamos. Digo “y más” porque en mis idas y venidas me apendejo con facilidad, pierdo el rumbo y las ganas de relacionarme… Pues bien, Pablo con la tozudez que le caracteriza, siempre ha hecho que las cosas sucedan, es decir, que con ánimo o sin él, nos veamos. En Pamplona, en León, en Madrid, en Burgos, y, esta vez, en Gijón. 

Disfrutamos de una comida con nuestras familias y, a la hora del café, también hablamos de libros. Fue Angélica quien me recomendó esta novela de Sofía Segovia. Para mí, Angélica, inicialmente, era la esposa de Pablo o la madre de Juan Diego (un genuino hijo de su padre). Según la fuí conociendo descubrí una mujer muy inteligente y con una gran sensibilidad cultural. Gema ya me lo había adelantado. Una gran persona que, como Pablo, me honra con su amistad.

La semana pasada recibí un paquete desde México que contenía un ejemplar de “El Murmullo de las abejas” de Sofía Segovia, con una cariñosa tarjeta escrita a mano por Pablo. La historia transcurre en Linares, al norte del país, con la Revolución mexicana como telón de fondo. Simonopio, un personaje entrañable que, de la mano de la nana Reja, viene a cambiar a una familia, y a una ciudad. Una criatura mágica.

Una curiosa novela que a través de tres narradores diferentes nos recrea costumbres y tradiciones. De imágenes y situaciones que evocan recuerdos familiares. La infancia, la familia, la vida cotidiana, las raíces… Muy sensorial. Por momentos pareciera que puedes sentir la temperatura ambiente, oler el azahar o la lavanda, escuchar el vuelo de las abejas... Una historia, algo singular, que me terminó envolviendo. Quizá excesivamente larga, para mis gustos. Sin embargo, me encantó el desenlace. Las últimas cien páginas me mantuvieron en tensión.


La lectura de “El murmullo de las abejas” me ha resultado muy grata porque ha evocado mi tiempo en Nuevo León, en Monterrey, pero, sobre todo, me ha recordado a las personas que allí conocí… Lo mismo me he emocionado con algunos pasajes, que me he desternillado con otros, especialmente con aquel en que Francisco recomienda a Francisco chico caminar, siempre, por la sombra…Me divierte imaginar la frase en boca de algunos de mis amigos, con su deje norteño. Recordar es volver a vivir.

viernes, 7 de agosto de 2015

“Filandón negro (cinco cuentos y medio)” de Fernando Montes Pazos.

Tengo una buena opinión del autor de este libro. Le he visto tres veces en mi vida, y sólo en dos tuve la oportunidad de hablar con él y, en otra, de escucharle. La primera en el instituto del que es profesor de inglés, en su calidad de tutor del grupo de uno de mis hijos. La segunda, cuando nos presentó el editor Héctor Escobar (siempre tan atento, tan amable) en la Librería Universitaria de León y ambos caímos en la cuenta de que ya nos conocíamos y hablamos de mi hijo y de nuestras inquietudes literarias (de las suyas y de las mías porque las de mi hijo están por concretarse…). Y, la tercera, me lo encontré interviniendo como orador en un acto de apoyo a Ramiro Pinto que es el prologuista de esta obra. 

De esos encuentros, espaciados en el tiempo, concluí que se trata de un hombre inteligente, discreto, de trato agradable, y mucho sentido común. Después de leer su libro, también buen escritor.

En una de mis periódicas visitas a la Librería Universitaria me encontré con su “Filandón negro (cinco cuentos y medio)”, lo ojeé y me lo anoté en mi lista de libros interesantes, pendientes de leer. Y, en este mes de agosto, llegó el momento.


Una delicia. Muy bien escrito. Historias ingeniosas, bien contadas, con ritmo. Y mucha ironía, retranca y fino sentido del humor. Como advierte Ramiro Pinto en el prólogo, Fernando Montes nos hace cosquillas con sus palabras. Y mucho más.

Algunas historias son tan interesantes, tan originales, tienen tanto potencial que, perfectamente, hubieran sido el argumento de varias novelas. Pero no voy a tomar partido sobre si es mejor el cuento o la novela, ni -mucho menos- sobre cuál “es más”. Ni estoy preparado ni me interesan este tipo de disquisiciones. Me basta con recomendar a mis amigos la lectura de este libro que también etiqueto en “Gente Interesante” porque, en mi opinión, su autor pertenece a este tipo -tan escaso- de personalidades.

A disfrutarla.

domingo, 2 de agosto de 2015

"La muerte de Iván Ilich" de León Tolstoi.

Iván Ilich es un pequeño burócrata que fue educado en su infancia con el ideal de poder alcanzar un puesto dentro del gobierno del imperio zarista. Poco a poco va logrando sus metas, pero al llegar cerca de la posición que siempre ha soñado, se halla de pronto ante las puertas de la muerte. Entonces se va dando cuenta de que su vida ha estado vacía de sentido y de sentimientos. Comprende que sus cargos, su infancia, su matrimonio y su amistades están vacíos de todo sentido. Él está enfermo, va a morir y lo sabe. Entonces es consciente de lo que realmente ha sido su vida, al observarla en contraste contra el negro fondo de la muerte.


martes, 30 de junio de 2015

"El abuelo que saltó por la ventana y se largó".

La semana pasada, en la tienda del aeropuerto, me encontré con la edición de bolsillo de este libro. Le había echado el ojo desde que supe de su publicación en el año 2009, de su éxito en ventas (seis millones de ejemplares) y los ecos del estreno de su adaptación cinematográfica, el año pasado. 


Jonas Jonasson ha escrito una historia extremadamente audaz e ingeniosa, capaz de sorprender constantemente al lector; pero, el verdadero regalo, es su personaje protagonista, Allan Karlsson, un hombre de un maravilloso sentido común, un abuelo sin prejuicios que no está dispuesto a renunciar al placer de vivir.

Momentos antes de que empiece la pomposa celebración de su centésimo cumpleaños, Allan Karlsson decide que nada de eso va con él. Vestido con su mejor traje y unas pantuflas, se encarama a una ventana y se fuga de la residencia de ancianos en la que vive, dejando plantados al alcalde y a la prensa local. 

Sin saber adónde ir, se encamina a la estación de autobuses, el único sitio donde es posible pasar desapercibido. Allí, mientras espera la llegada del primer autobús, un joven le pide que vigile su maleta, con la mala fortuna de que el autobús llega antes de que el joven regrese y Allan, sin pensarlo dos veces, se sube con la maleta, ignorante de que en el interior de ésta se apilan millones de coronas de dudosa procedencia. 

Pero Allan Karlsson no es un abuelo fácil de amilanar. A lo largo de su centenaria vida ha tenido un montón de experiencias de lo más singulares: desde inverosímiles encuentros con personajes como Franco, Stalin o Churchill, hasta amistades comprometedoras como la esposa de Mao, pasando por actividades de alto riesgo como ser agente de la CIA o ayudar a Oppenheimer a crear la bomba atómica. Sin embargo, esta vez, en su enésima aventura, cuando creía que con su jubilación había llegado la tranquilidad, está a punto de poner todo el país patas arriba.

En fin, Allan Karlsson y un grupo de personajes que se suman a su aventura se ven metidos en una rocambolesca historia de tintes policiacos y esperpénticos.

Tras la inundación de libros policiacos nórdicos, la crítica literaria encajó bien la publicación de un libro humorístico que, además, dicen, quiso ser una desenfadada radiografía del carácter de los suecos. La crítica del autor a muchos ámbitos de la cultura, la religión y la política no es nunca ácida; el retrato que hace de algunos vicios sociales y del carácter de los suecos se puede considerar amable.

Su argumento es, desde el principio, ciertamente disparatado, y quizás aquí radique en parte su éxito, pues ya en las primeras páginas asistimos a una concatenación de divertidos sucesos que se salen de lo normal. Cien años de peripecias del protagonista, a cual más disparatada e increíble, se transforman en una historia surrealista y, a veces, absurda pero muy divertida, adictiva.

Una vida “explosiva”, original y sorprendente. La historia avanza a buen ritmo y los personajes están bien perfilados. A mitad de la novela el protagonista me enganchó y comenzó a contar con mi simpatía.

El único “pero” son algunos nombres de personas y ciudades, todos suecos, que me recuerdan los productos de Ikea…

Una recomendable lectura de verano.

viernes, 8 de mayo de 2015

Premio Abogados de Novela.

El Premio Abogados de Novela se convoca, cada año, por el Consejo General de la Abogacía Española, la Mutualidad de la Abogacía y Ediciones Martínez Roca, del Grupo Planeta, con la intención de premiar una novela que ayude al lector a profundizar en los conocimientos del mundo de la abogacía y sus ámbitos de actuación, valores, proyección y la trascendencia social de su función.

El primer libro, distinguido por este galardón, que leí fue “El jurado número 10”, de Reyes Calderón, que recibió el reconocimiento en el año 2013. Recuerdo que se trataba de una novela interesante, amena y especialmente divertida (creo que ayuda que los personajes y el entorno sean locales); y, en este caso, también divulgativa pues da a conocer cómo funciona el jurado en nuestro sistema judicial.


Un reciente tuit de Juan Pedro Cosano (@juanpedrocosano), anunciando la publicación de “Llamé al cielo y no me oyó” me recordó que tenía pendiente escribir la reseña sobre “El abogado de pobres” su novela ganadora del Premio Abogados de Novela 2014.


Ambientada en Jerez de la Frontera a mediados del siglo XVIII, su protagonista es un abogado de pobres que tiene que enfrentarse a varios casos de corrupción, robo y falsificaciones, abusos de poder y manipulación de la Justicia. En el más importante de ellos, estarán implicados algunos de los personajes más importantes de la ciudad. Hoy como ayer, tan real como la vida misma.

La figura del “abogado de pobres” es una figura que desaparece a finales del siglo XVIII en la medida que, en las grandes ciudades, se van creando los Colegios de Abogados que se encargan de defender gratuitamente a los pobres y desamparados, designando de entre sus colegiados a quienes, por turno, deberán de hacerse cargo de la defensa de esas personas sin posibles.

Viajando a través de esta historia a los entresijos del sistema judicial de esa época concluí que la administración de justicia no ha cambiado tanto desde entonces. Ahora quizá es más profesional y, por supuesto, más garantista, pero, sin embargo, es mucho más lenta. En el siglo XVIII era impensable que un juicio criminal se celebrara, por ejemplo, dos o tres años después de ocurridos los hechos.

Juan Pedro Cosano, abogado gaditano, personifica en Pedro de Alemán, el protagonista de su relato ganador, los rasgos de un jurista, adalid de la cultura y de los valores humanos. Excelente novela, muy recomendable.

Asimismo la novela ganadora del VI Premio Abogados de Novela, “La mediadora” de Jesús Sánchez Adalid, que leí durante el pasado fin de semana, largo.


La mediación como medio alternativo de solución de conflictos está de moda. Aunque, en mi opinión, es más antigua que el hilo negro… La Abogacía es una profesión pionera en la mediación como herramienta para alcanzar el consenso entre partes en conflicto ya que los abogados, mayoritariamente, llevamos siglos promoviendo la cultura del acuerdo. 

En este proceso también pueden intervenir (y, de hecho, intervienen) profesionales de otras disciplinas lo que, en ocasiones, está dando lugar a llamativos y extravagantes casos de intrusismo profesional avalados por un más que cuestionable respaldo legal. 

Bien, pero esto no lo dice la novela sino que son algunas de mis opiniones personales sobre el tema que quiero expresar aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que soy el editor de mi propio blog.

Por su actualidad, “La mediadora” es una novela de realismo social. En España, la mediación y, en particular, la mediación familiar como método alternativo de resolución de conflictos, es relativamente reciente. 

Tiene la ventaja de que puede utilizar un mismo abogado y procurador, lo cual abarata los costes del proceso, disminuye la duración del procedimiento y, lo más relevante, elimina la figura del adversario repercutiendo de forma beneficiosa sobre la pareja y, en su caso, también sobre sus hijos, evitando situaciones de estrés y de ansiedad muy comunes en este tipo de conflictos.

En fin, tres interesantes novelas que recomiendo porque contribuyen a divulgar la profesión y a promover valores humanos a través de personas corrientes que podríamos encontrar en cualquiera de nuestros despachos. 

Por todo ello y porque, para mí, ha supuesto una oportunidad para disfrutar con la lectura de buenas novelas, quiero agradecer al Consejo General de la Abogacía Española, a la Mutualidad de la Abogacía y a Ediciones Martínez Roca por el Premio Abogados de Novela.

sábado, 2 de mayo de 2015

Los Últimos Premios Nadal.

Gracias a los Premios Nadal he disfrutado con la lectura de buenas novelas y, a lo largo de los años, he conocido nuevos escritores. Miguel Delibes, Ramiro Pinilla, Juan Pedro Aparicio, Lorenzo Silva o Andrés Trapiello.

El Premio Nadal tiene la magia de entregarse, cada año, la Noche de Reyes. Dicen que es el premio más antiguo de los que se conceden en España; y que nació como homenaje de la revista Destino de Barcelona a su redactor jefe, Eugenio Nadal, que falleció, joven, en el año de 1944.

El año pasado la novela ganadora fue “La vida era eso” de Carmen Amoraga. Cuenta el duelo, el desgarro emocional, que vive Giuliana cuando su marido, William, un hombre joven, muere por un cáncer fulminante. Una historia dura, dolorosa.


La utilización de Facebook como recurso narrativo le da un cierto aire de actualidad social, “de modernidad”. El drama que vive Giuliana, a veces, se suaviza con comentarios espontáneos, cotidianos, simpáticos, que se agradecen. La nacionalidad argentina de sus protagonistas me envolvió.....

Esta novela puede facilitar horizontes de esperanza para quienes han perdido a su pareja. Me hizo llorar, y reír. Me ayudó a reflexionar, a enfocar la enfermedad y su laberinto emocional. Con un estilo que me enganchó, hasta el final.

Y acabo de leer “Cabaret Biarritz”, de José C. Vales, la novela ganadora del Premio Nadal 2015. Una gran novela, empezando por la originalidad de su estructura. Una obra, en cierto modo, erudita, en línea con la trayectoria profesional de su autor. 


El título no me gustó. Me decidí a leerla, después de ojearla y pensarlo, porque me venció la nostalgia de Biarritz, una ciudad que he tenido la suerte de conocer bien, una de mis favoritas.

Es mucho más que una novela de misterio y, también, en cierto modo, histórica. Sabe mantener el suspense mientras se suceden las entrevistas del ficticio escritor a los personajes. Erudita. Divertida. Bien escrita. Recomendable.

jueves, 23 de abril de 2015

"Al Sur de Granada".

Gerald Brenan llegó al pueblecito alpujarreño de Yegen en 1920, con 26 años. Y allí vivió hasta 1934, fascinado por la sencilla espontaneidad de sus gentes, su lenguaje y sus costumbres. 

Al tiempo que se documentaba fue anotando minuciosamente cuanto veía, oía y vivía. El resultado es este libro -“Al Sur de Granada”-  mucho más que una monografía para aficionados a la etnografía.


La Alpujarra, una tierra como la que cantó Horacio, donde la primavera es larga y donde Júpiter otorga tibios inviernos. Su situación era tan remota que hasta que no se construyó la actual carretera el viaje desde Granada duraba dos días. En esa época, además, ninguna de las carreteras existentes en la región estaban pavimentadas. Su construcción trajo el progreso pero puso fin a la vida autóctona de los pueblos.

Yegen, a unos cien kilómetros de Almería, cuyo punto costero más cercano es Adra, conserva un estilo de casas muy similares a las que se encuentran en algunas zonas del Atlas marroquí. Caminando por sus parajes siempre te acompaña el susurro del agua. Un lugar donde la vida es sencilla y más sana y sensata que en las ciudades.

Brenan poseía el don de la observación. Y lo demuestra en sus apreciaciones personales sobre las gentes, y en sus descripciones costumbristas sobre un mundo en el que lo humano parece gozar de prioridad sobre todo lo demás. 

Unas páginas que son una delicia. Y, además, hacen pensar.


domingo, 1 de febrero de 2015

Ramiro Pinilla.

Jamás había oído hablar de Ramiro Pinilla hasta que el 30 de octubre del 2014 leí, en “El País”, su obituario firmado por Ramón Buckley, y eso fue lo que me llamó la atención.

De Ramón Buckley guardo un grato recuerdo por los buenos momentos que me deparó la lectura de su biografía sobre Miguel Delibes, uno de mis escritores favoritos. 

“Miguel Delibes, una conciencia para el nuevo siglo” es algo así como la biografía intelectual de este gran escritor castellano. Ramón Buckley, quizá uno de los mejores conocedores de su obra (escribió sobre él su tesis doctoral) ofrece una visión distinta del papel y de la dimensión de Delibes. Nos lo muestra a la luz de las ideas que toman cuerpo en sus novelas y en el contexto del panorama literario internacional a lo largo de las décadas en los que transcurrió su vida y su obra. 

Ramón Buckley es hijo de Henry Buckley, reportero inglés que llegó a España en 1929, donde permaneció hasta el final de la guerra civil como corresponsal de “The Daily Telegraph”, y autor de “Vida y muerte de la república española”. Libro que leí en una primavera pasada y que me impresionó por su particular descripción de la vida en España durante la Segunda República, desde su inicio el 14 de abril de 1931 hasta su derrota a finales de marzo de 1939. 

Un interesante -y clave- periodo de la reciente historia de España del que Henry Buckley fue testigo de excepción desde su llegada a Madrid en 1929, cuando sólo era un periodista principiante, hasta que atraviesa los Pirineos en 1939 con los restos del ejército republicano, convertido ya en corresponsal curtido.

Vivió en primera persona las convulsiones sociales, las pugnas políticas y los enfrentamientos bélicos que determinaron nuestro futuro como país: presenció la caída de Primo de Rivera, está junto a Alcalá Zamora cuando se proclama la Segunda República, junto al general Líster en la batalla del Ebro y junto a Negrín en el último Consejo de Ministros de un gobierno al borde del exilio.

Henry Buckley era un católico con una aguda conciencia social: “Del mismo modo que me disgusta la violencia de las turbas y la quema de iglesias, creo que la gente de España que proclamaba a voz en grito su fe católica era la que más culpa tenía de la existencia de masas analfabetas y una economía nacional en ruinas”. Durante la segunda guerra mundial cubrió toda la campaña del norte de África y la invasión aliada de Italia. Fue director de la agencia de noticias Reuters en España, donde murió en 1972, a los 68 años de edad.

Bien, pues como dije anteriormente, la razón por la que me detuve en la lectura del obituario de un -para mí- desconocido Ramiro Pinilla fue porque lo firmaba Ramón Buckley, hijo de Henry Buckley. De entrada, me llamó la atención que  Ramiro Pinilla se autoexcluyera, durante años, de los circuitos culturales y comerciales y optara por la autoedición. Y otro aspecto que despertó mi interés por su obra fue el tema recurrente de sus novelas: los efectos sociales de la guerra civil y la posguerra españolas.

Esto fue suficiente para anotarlo en mi lista de libros y buscarlos. El librero me recomendó “Antonio B. El Ruso, ciudadano de tercera” del que en ese momento no tenía ningún ejemplar porque como Ramiro Pinilla acababa de fallecer se habían vendido los pocos libros que tenía de él. Sólo le quedaba un ejemplar de “La higuera” y me lo compré.

La construcción, en 1966, de un nuevo instituto de enseñanza media en Getxo desentierra la historia del hombre solitario que decidió recluirse en el solar y cuidar de una higuera al poco de acabar la guerra civil. Se trata de Rogelio Cerón, uno de los falangistas que durante la guerra fueron casa por casa para llevarse a fusilar contra las tapias del cementerio a varios de los hombres de Getxo. 

En una de sus visitas, Cerón se tropieza con la mirada de odio de un niño que se resiste a que le arrebaten a su padre, una mirada que despierta de inmediato en el falangista la certeza de que ese niño, cuando crezca, le matará. 

Así comienza esta historia sobre la culpa, el perdón y las inesperadas burlas de la Historia, que acaban sentenciando el destino de cualquier hombre.

Buscando (sin éxito) “Antonio B. El Ruso, ciudadano de tercera” descubrí la triología policiaca que Ramiro Pinilla comenzó en 2009 (¡con 86 años…!), compuesta por “Sólo un muerto más”, “El cementerio vacío” y “Cadáveres en la playa”. 

En esta última, el protagonista, Samuel Esparta, librero e investigador privado, ya maduro, que mantiene contra viento y marea su peculiar librería en Getxo, recibe en los años setenta la visita de una mujer, Juana Ezquiaga, que quiere contratarlo para que averigüe la desaparición, mucho tiempo atrás, de quien fue su amor de juventud. 

Juana sabe por un anciano bañero, encargado de la zona de baños, que las corrientes están llevándose la arena de la playa, y que pueden emerger los cadáveres que se esconden en sus tripas. En uno de los fusilamientos de la guerra civil, los falangistas abrieron una fosa común allí, y el bañero le ha contado que en el último momento apareció alguien con una carretilla portando un cadáver. Juana sospecha que sólo pudo hacerlo alguno de los viejos amigos, celosos de la pareja.

Finalmente encontré “Antonio B. El Ruso, ciudadano de tercera”. Mientras me cobraba la librera me comentó que cuando se publicó este libro Ramiro Pinilla vino a presentarlo en León y que hasta tuvo que intervenir la policía porque quisieron pegarle…No entendí el comentario y expresé mi extrañeza con un gesto de sorpresa. “El protagonista es leonés y una parte importante de la acción se desarrolla en la provincia de León… ¿no lo sabía?”. 

Esta novela, que acabo de leer, es un sobrecogedor y emotivo relato, un retrato agudísimo de la vida durante la posguerra, de las penurias y calamidades, de los odios y revanchas, de la miseria y la lucha por salir adelante y escapar de la represión y de la humillación permanentes.

Basada en hechos reales, “Antonio B. El Ruso, ciudadano de tercera” narra la vida de un hombre desde su nacimiento en Las Cabreras (León), a principios de los años treinta, hasta los años setenta, acabado el régimen franquista. Antonio B. arrastra desde su infancia una existencia extremadamente dura, mientras la autoridad le maltrata constantemente. Conoce cárceles, penales y el manicomio, hasta llegar al País Vasco, donde encuentra trabajo y logra enderezar su vida. 

Hombre indómito dispuesto a no dejarse someter nunca, Antonio B. adquiere proporciones desusadas hasta convertirse en un héroe de absoluto realismo.

Tengo pendiente “Las ciegas hormigas”, novela con la que Ramiro Pinilla ganó el Premio Nadal en 1960 y, según me dicen, un canto a la tenacidad, al esfuerzo personal. Temas sobre los que gusta leer con la esperanza de que me inspiren buenas ideas.

sábado, 17 de enero de 2015

Sobre otro libro de Reyes Calderón.

Es la segunda vez que escribo sobre Reyes Calderón (http://mendozaydiaz.blogspot.com.es/2013/05/reyes-calderon.html). Me encantan sus novelas, las historias que nos cuenta a través de sus personajes. Y no sólo a través de la jueza Machor y del inspector Iturri, sino también del cura Chocarro o del letrado Porcina, protagonista (éste último) de “El jurado número 10” novela ganadora del Premio Abogados de Novela 2013.

“Tardes de chocolate en el Ritz. Dos soñadoras en busca de la felicidad”, lo compré a los pocos días de publicarse, en abril del 2014, y acabo de terminarlo… Me gusta leer. Cuando tengo interés -y tiempo- en un libro, procuro agotarlo en pocos días. En este caso digamos que se me atragantó. Durante estos meses (¡casi un año!) lo he tenido ahí pero, mientras tanto, he ido intercalando otras lecturas.


En el fondo, quizás me costaba reconocer que un libro de una de mis escritoras favoritas me estuviera defraudando. Tuvo momentos de densidad, a veces, insoportables para mí. Es cierto que este texto está a medio camino entra la novela y el ensayo y, por tanto, muy libre; pero, en mi opinión, se ha quedado corto. Sólo apuntar algunos temas que tienen relación con la felicidad no es suficiente. En los tiempos que corren es necesario más y, sobre todo, se espera más de una personalidad como Reyes Calderón.

En fin, no importa, porque, pronto, me desquitaré -eso espero- con la lectura de su próxima novela (“La puerta del cielo”) que, según ha anunciado en su Facebook (https://www.facebook.com/reyes.calderon.9?fref=ts) va a publicar en febrero.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Revolución Positiva.

La palabra revolución evoca un régimen que destruir y, después, un nuevo sistema que imponer.

Este carácter negativo, de movimiento contra algo en lugar de a favor de algo, es lo que quizás ha llevado al fracaso a tantas revoluciones triunfantes.

O, en otro sentido, quizás tenga mucho que ver con la actual admiración al testimonio de Nelson Mandela.

Pensando sobre esto, y ya en el ámbito de las organizaciones, me acordé de un libro que leí hace años: “La Revolución Positiva” de Edward de Bono. 


Un libro que, en palabras de su autor, no es para leer sino para trabajar. 

Según De Bono en las revoluciones no deben existir enemigos sino cosas que cambiar. 

Y la revolución positiva que propone se basa en cinco principios básicos que compara con los dedos de una mano.

Efectividad. 
Es necesaria porque no sólo significa estar dispuesto a hacer algo, sino de llevarlo a la práctica. La efectividad es el pulgar, sin el que la mano queda inutilizada.

Aspectos constructivos. 
Representado mediante el índice, dedo que se emplea para señalar el rumbo y el camino a seguir. Hay que esforzarse por ser constructivo y nunca destructivo.

Respeto. 
Hacia todas las personas, no sólo hacia nuestros superiores. La revolución se realiza por gente pero para la gente. El corazón infunde respeto por ser el dedo más largo de la mano.

Autosuperación. 
Mejorar es un derecho y un deber. Esto representa la energía y el sentido que le damos a la revolución. Nunca damos mucha importancia al anular pero siempre está ahí.

Y contribución. 
Qué es lo que podamos aportar y no lo que podemos exigir es la esencia de toda revolución positiva. El meñique nos recuerda que cualquier contribución, por pequeña que sea, es de agradecer.

viernes, 1 de noviembre de 2013

El tiempo es breve.

Como dicen los economistas el tiempo es un bien escaso. Quizá el más escaso de todos, y desde luego de los pocos que no se pueden comprar. El tiempo es breve.

El manejo efectivo del tiempo es un factor clave para que una persona viva una vida digna de tal nombre.

Una óptima gestión del tiempo aumenta la capacidad de hacer más cosas, y mejor.

Y, muy importante, disminuye tensiones innecesarias en la vorágine actual. Suele ocurrir que, en el dinamismo de nuestras vidas, tengamos una lista interminable de tareas y no sepamos por dónde empezar.

Interesarse por el buen uso del tiempo no es sólo una moda sino una necesidad.

Lo demuestra el mercado editorial, inundado de libros sobre el tema. Suelen ser obras de autoayuda y la gama es variada, algunas son serias y otras, en mi opinión, menos.

Os recomiendo “Los 7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva” de Stephen Covey. Útil, práctico, interesante. Un clásico.

La delegación tiene una importancia esencial en el aprovechamiento del tiempo. Son muchos los directivos que se resisten a encargar tareas, proyectos, a sus colaboradores. Se parecen a un pulpo que, con sus tentáculos, intenta controlarlo todo.

Por supuesto que así no les alcanza -ni les alcanzará- el día porque quieren controlarlo todo.
Por tanto, delegar responsabilidades a personas capaces y bien formadas es una de las claves para que un jefe pueda dedicar su energía a otras actividades e incremente su capacidad de trabajo.
La pseudo delegación que sólo se limita a dar órdenes no es más que una forma encubierta de acaparar que rara vez da resultado.

Una auténtica delegación requiere planificar el proceso, elegir a la persona más competente (y no al amiguete), establecer etapas de acción medibles, facilitar información y apoyo, evaluar, y recompensar los resultados.

Finalmente, el equilibrio entre trabajo y vida es un factor decisivo para lograr ser una persona “altamente efectiva”.
La verdadera eficiencia se explica pos dos factores: el resultado y la actitud o medios que permiten tal resultado.
Pero de esto escribiré otro día porque, como decía la señora Eustasia, “hijo, siempre hay que dejar algo para la próxima vez”.

domingo, 18 de agosto de 2013

"José Ortega y Gasset, diputado".

Vivir en León tiene muchas ventajas. Una de ellas es que tiene buenas librerías -como la Librería Universitaria- donde encuentro libros inspiradores. 

Ortega y Gasset es uno de mis escritores favoritos desde que en COU (hoy Segundo de Bachiller… yo soy de la “generación EGB”…) leí “La España invertebrada”.

Hijo, nieto, sobrino, primo y hermano de diputados. De familia culta, preocupada por la política pero también por el saber, el arte, la cultura.

Un filósofo que hacía filosofía desde las páginas de los periódicos. 

Una original fórmula que dotaba a su pensamiento filosófico de la frescura de la actualidad. Artículos breves, sugestivos, contundentes. 

Un estilo literario atractivo, cautivador. 

Una especie de pedagogo público, según Ángel Valero Lumbreras, doctor y catedrático de Filosofía, y autor del libro “José Ortega y Gasset, diputado”.


Ortega se inició en la militancia partidista en la primera década del siglo pasado, incorporándose al proyecto reformista de Melquidades Álvarez, una alternativa al régimen bipartidista de la Restauración. Ahí coincidió con Manuel Azaña y Fernando De los Ríos, y los tres se reencontrarían en las Cortes Constituyentes de 1931 pero en organizaciones políticas distintas.

Intentó transformar el viejo liberalismo español en un liberalismo social de matriz socialdemócrata, en línea con el pensamiento de Hermann Cohen, su maestro alemán.

Fundó la Agrupación al Servicio de la República con otros intelectuales no afiliados a partidos políticos como Gregorio Marañón o Ramón Pérez de Ayala. Y así concurrió a las elecciones constituyentes de 1931 siendo elegido diputado por León.

El Profesor Valero, en su libro, se enfoca en el análisis de los siete discursos pronunciados por Ortega durante las sesiones parlamentarias de 1931 y 1932. En ellos, básicamente, reivindica las virtudes republicanas como salida a la crisis de la democracia representativa formal. 

Muchos de sus planteamientos todavía hoy son de actualidad como su propuesta de suprimir el Senado que consideraba anacrónico y denominaba, con cierto gracejo, la “quinta pata del carro”...; o el régimen fiscal de las herencias, o su precisa y brillante lección de filosofía y derecho político acerca del significado de federalismo y autonomía.

Sus intervenciones eran verdaderos aldabonazos, llamadas a mantener la autenticidad de la República, lejos de extremismos y radicalismos excluyentes. 

Una de sus principales propuestas era regenerar España a través de la educación. 

Quizá, para mejor comprender su propuesta, conviene situarla en su contexto. 

En esos años, en Barcelona, por ejemplo, ciudad que entonces tenía un millón de habitantes, había sólo un instituto de bachillerato, cuando en Alemania, en una ciudad equivalente, había cuarenta, o en Francia, catorce. 

Defendió ideas que entusiasmaban. Ideas claras sobre lo que debía hacerse. Invitaba a pensar en grande. 

Para José Ortega y Gasset la política es, ante todo, dibujar atractivos, animadores horizontes de mejoramiento cívico.

Y, además, leer sus discursos ha sido una oportunidad para conocer y aprender nuevas palabras, de saborear, una vez más, la riqueza de nuestra lengua. Ahí van algunas: azacanado, congruo, dintorno, epiceno, hiperestesia, abstrusa, ingurgitar, eutrapelia…

En fin, propuestas políticas, de José Ortega y Gasset, que invitan a mejorar; motivadoras y, todavía hoy, actuales. 

Con la que está cayendo, esta lectura me ha resultado muy gratificante, me ha rescatado del asfixiante pesimismo del momento sobre las posibilidades de una auténtica regeneración social. 

Y es que, como decía la señora Eustasia, “hijo, el que no se consuela es porque no quiere”.

domingo, 11 de agosto de 2013

"La verdad sobre el caso Harry Quebert".

No suelo escribir sobre los libros que leo.

Cuando lo hago es porque tratan algún asunto histórico, político o social que considero de interés compartir.

Hay veces que la publicación de un libro se convierte en un acontecimiento, y creo que éste es el caso. 

Se trata de la segunda novela de un joven escritor suizo, Joël Dicker, con orígenes familiares rusos y franceses.



Una novela policiaca y romántica a tres tiempos -1975, 1998 y 2008- acerca del asesinato de una joven de quince años en la pequeña ciudad de Aurora, en New Hampshire.

En 2008, Marcus Goldman, un joven escritor, visita a su mentor -Harry Quebert, autor de una aclamada novela-, y descubre que éste tuvo una relación secreta con Nola Kellergan.

Poco después, Harry es arrestado, acusado de asesinato, al encontrarse el cadáver de Nola enterrado en su jardín. Marcus comienza a investigar y a escribir un libro sobre el caso. Mientras intenta demostrar la inocencia de Harry, una trama de secretos sale a la luz.

La novela intercala los consejos que Quebert da a Marcus sobre cómo escribir un libro.

No es común que un libro reciba de forma tan unánime y simultánea el favor de público y crítica. Lo de casi siempre, hay libros que gustan a los críticos y no a los lectores, y viceversa…

Esta novela ha sido galardonada con el Premio Goncourt des Lycéens, el gran premio de Novela de la Academia Francesa, y el Premio Lire a la mejor novela en lengua francesa. 

Se ha traducido a treinta y cuatro idiomas y ha sido muy comentada en las redes sociales. 

El argumento está muy bien pensado y el misterio no se vislumbra antes de tiempo. Cuando parece que ya estamos en pleno desenlace, el autor nos sorprende con un giro magistral.

Es difícil que un libro de casi setecientas páginas atrape como lo hace éste. Un libro para quienes quieran y puedan engancharse durante horas con una historia…Tiene magnetismo, uno quisiera leerlo sin interrupción.

Recomendable. La novela me ha gustado y la considero muy buena. Su autor tiene el listón muy alto para la siguiente.

Me encantó la portada del libro, el óleo de Edward Hopper, “Portrait of Orleans” (1950). Un cuadro costumbrista que enmarca perfectamente el ambiente de la novela. O así me lo imagino.

viernes, 9 de agosto de 2013

La berlina de Prim.

Recuerdo como si fuera ayer cuando visité por primera vez el Museo del Ejército, entonces junto al Parque del Retiro de Madrid. 

Fue durante el verano de 1977 y fuí de la mano de mi abuelo paterno, en ese tiempo ya jubilado, y estudioso de la historia de España. 

La sala de banderas, la sala de armas con sus cientos de cañones “de verdad”…Quedé impresionado con sus explicaciones sobre la espada del Cid (llamada Tizona) y sobre la historia de Boabdil, último rey árabe de mi Granada natal… 

Había una sala con vehículos militares originales, o réplicas como el Dodge del Almirante Carrero Blanco entonces recientemente asesinado. 

Cuando llegamos ante un coche de caballos, antiguo, elegante, de color verde, mi abuelo me dijo “Ésta es la berlina del General Prim. En el momento en que le dispararon era el político más poderoso de España. Fíjate en las manchas de sangre sobre la tapicería interior, son de verdad…” 

La berlina de Prim. Desde entonces, con doce añitos, se me quedó grabado en mi memoria este nombre y esa imagen. 

Mis profesores no sabían o no contestaban… Me dí cuenta que era un personaje incómodo, olvidado.

Ya en la universidad leí un estudió que había publicado el abogado D. Antonio Pedro Ríus, quien fue Presidente del Consejo General de la Abogacía Española, y oriundo de Reus al igual que el general Prim. Me llamó la atención el dato que comentaba en su investigación, que el sumario constaba de 18.000 folios…

D. Juan Prim y Prats nació en Reus (Tarragona) el 6 de diciembre de 1814. Sin duda, una de las grandes personalidades de la historia de España del siglo XIX. Ilustre militar, protagonista de la revolución de septiembre de 1868, es probable que si no hubiera sido asesinado la democracia hubiera llegado a España un siglo antes. 

Atentaron contra él la tarde del 27 de diciembre de 1870, a bordo de su berlina verde, a su salida del Congreso de los Diputados, la víspera de su viaje a Cartagena para recibir al nuevo rey de España, Amadeo de Saboya.

¿Quién mató a Prim? 

Pues todavía no hay respuesta cierta a esta pregunta, ciento cuarenta y tres años después…Increíble pero cierto. 

No hay ni siquiera acuerdo sobre la causa de su muerte. Todavía se barajan tres hipótesis: que murió tres días después del atentado por las lesiones, que murió en el acto, que fue estrangulado.

El sumario de este asesinato es todo un esperpento. Cambiaron varias veces a los jueces, algunas declaraciones se tomaron tarde y mal, desaparecieron importantes documentos…

El General Prim tenía muchos enemigos y quizá por eso le mataron.

Los revolucionarios de 1868 (de quien Prim había sido dirigente) estaban divididos entre monárquicos y republicanos. A su vez, los monárquicos estaban divididos entre los partidarios de Amadeo de Saboya y los partidarios de los Borbones. Estos a su vez entre isabelinos y carlistas… Por su parte, los republicanos entre centralistas y federalistas… 

Quizá era el único capaz de poner orden en ese guirigay y por ello le mataron.

Hace unos días mi hija estuvo en León y fuimos a pasear hasta la catedral. Me gusta entrar a la plaza por la calle Sierra Pambley porque así aprovecho para mirar el escaparate de la librería Galatea, que suele tener libros de mi interés.


Allí ví el libro de Ian Gibson… “La berlina de Prim”… Me quedé boquiabierto…

Le conté esta historia a mi hija, entró y me lo regaló.

Acabo de leerlo. Lo recomiendo. 

Recuperar la figura del General Prim, volver a considerar su caso, hace justicia a un español injustamente tratado. 

Es muy injusto que, hoy, cuando cualquier cantamañanas tiene una calle, D. Juan Prim y Prats no tiene –como dirían mis amigos mexicanos- ni una pinche placa conmemorativa en el lugar donde atentaron contra él, la entonces calle del Turco actualmente calle Marqués de Cubas, junto al Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Como decía la señora Eustasia “Hijo, no te extrañes, para muertos e idos ya no hay amigos”.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Reyes Calderón.

Conocí las novelas de Reyes Calderón en una feria del libro en Pamplona, en la Plaza del Castillo. Me gusta leer los escritores locales de allá adonde voy. 

Así me encontré con  “Las lágrimas de Hemingway”, en el otoño del 2005. Recuerdo que me leí la novela casi de un tirón, entre la terraza del café Iruña y mi banco del parque de la Ciudadela. 


Me encantó y en mi siguiente exploración por las librerías busqué y encontré mi segunda novela de Reyes que creo que fue la primera que ella publicó, “Gritos de independencia”.


Enseguida alcanzó la fama con “Los crímenes del número primo” que, en mi opinión, es la más policiaca de todas, aunque mi preferida es “El expediente Canaima”.


En uno de mis viajes a España tomé conciencia de su popularidad (y me alegró mucho) cuando ví sus novelas en el mural de los libros más vendidos en El Corte Inglés.


He leído “El último paciente del doctor Wilson”, “La venganza del asesino par” y ahora “El jurado número 10”.


Sin darme cuenta me convertí en un seguidor, en un fan de Reyes Calderón. 

Disfruto con la lectura de sus novelas y admiro su aprovechamiento del tiempo, su capacidad de trabajo. 


Decana de una facultad de Económicas de una importante universidad como la de Navarra, madre de una familia numerosa (creo que tiene nueve hijos) y, además, tiene tiempo para escribir buenas novelas…¡todo un ejemplo de vida!

“El jurado número 10” ha ganado el Premio Abogados de Novela 2013 convocado por el Consejo General de la Abogacía Española, la Mutualidad de la Abogacía y el Grupo Planeta con la intención de premiar una novela que ayude al lector a profundizar en los conocimientos del mundo de la abogacía y sus ámbitos de actuación, valores, proyección y la trascendencia social de su función.


La leí durante el pasado fin de semana. Interesante, amena y especialmente divertida (creo que ayuda que los personajes y el entorno sean locales); y, en este caso, también divulgativa pues da a conocer cómo funciona el jurado en nuestro sistema judicial. 

Me encantan sus novelas.

sábado, 11 de mayo de 2013

Ser abogado.


En estos días ha sido la Feria del Libro en León. En el establecimiento de la Librería Universitaria me encontré con “El alma de la toga”; y ya su título me resultó tan sugerente, que me lo compré…

D. Ángel Ossorio y Gallardo (1873-1946) tuvo una vida plena de responsabilidades profesionales y políticas. 


Fue Presidente de la Academia de Jurisprudencia y Legislación, y del Ateneo de Madrid. Gobernador de Barcelona y Ministro de Fomento durante el reinado de Alfonso XIII. Diputado en varias legislaturas. En la II República fue Presidente de la comisión que elaboró la Constitución Española de 1931, y Embajador. 


Bien, pues después de una vida tan intensa, poco antes de morir, reconoció a sus amigos, en Buenos Aires (donde se exilió tras la Guerra Civil), que su mayor satisfacción fue ser abogado.


Años antes, en junio de 1919, en el apogeo de  su profesión, escribió “El alma de la toga”. Un libro muy oportuno para quien se inicia en el ejercicio de la abogacía pues está repleto de sabios consejos fundamentados en su experiencia.

A pesar de su brevedad trata muchos asuntos que invitan a pensar. 


Como cuando escribe sobre quién es Abogado, y la diferencia con el Licenciado en Derecho. 


La moral del abogado. Su sensibilidad, su cordialidad; el “desdoblamiento psíquico”. Su independencia.


El mundo nos utiliza y respeta en tanto que tengamos “la condición del amianto”: poder y riqueza, fuerza y hermosura, todas las incitaciones, todos los fuegos de la pasión han de andar entre nuestras manos sin que nos quememos…


Cuando habla sobre el sistema de trabajo, aconseja que antes de coger la pluma hay que estudiar los documentos y consultar libros. Y no confiar nunca en la capacidad de improvisación: el guión escrito es siempre indispensable. 


Aunque considera que todas las horas son buenas para trabajar, recomienda especialmente las primeras de la mañana (desde la seis hasta la diez) porque “antes de las diez de la mañana podemos dar al trabajo nuestras primicias y, después de la diez de la noche, no le concedemos sino nuestros residuos…”.


Partidario del uso de la palabra en la resolución de conflictos: “se adelanta más en media hora de conversación que en medio año de correspondencia”. 


Sobre la oratoria forense hace recomendaciones sencillas pero muy prácticas, muy útiles para el ejercicio de la profesión, como cuando afirma que “la brevedad es el manjar preferido de los jueces…”.


Defiende una oratoria breve, clara, concreta, cortés, amena y  que cuide el léxico.


Leer es esencial, también para un abogado. Cuando no se lee, nos recuerda, “viene el atasco intelectual, la atrofia del gusto, la rutina para discernir y escribir, los tópicos, los envilecimientos del lenguaje…”.


Me sorprende que trate  asuntos que entonces eran de actualidad y que hoy, casi cien años después, lo continúen siendo como la especialización, el trabajo de los jueces (“hay mucha más abnegación y virtud de la que el vulgo supone”), la abogacía y la política, la “defensa de los pobres” (justicia gratuita), la función de los colegios profesionales o la utilización de la toga (“todas las apariencias tienen su íntimo sentido”).


Personalmente me encantó esta frase: “Hay que estudiar, hay que leer, hay que apreciar el pensamiento ajeno, que es tanto como amar la vida, ya que la discurrimos e iluminamos entre todos”.


Recomiendo la lectura de este libro. A mí me ha nutrido con puntos para pensar. Y me he divertido conociendo nuevas palabras como rábula, curialete, fuste, ganapán, petimetre o tresillista…jajaja.


A pesar de los años transcurridos desde su primera edición (1919), mantiene su vigencia y, quizá por eso, “El alma de la toga” es reconocida como un verdadero clásico de la literatura jurídica.