@MendozayDiaz

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domingo, 3 de noviembre de 2019

Entre chupetes y pañales.

Publicado en "Diario de León" el viernes 1 de noviembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/entre-chupetes-y-panales/201911011038431953562.html


Xavier Tarragó, marido de mi amiga Beth Borés, es una persona de trato agradable y conversación inteligente. La última vez que nos vimos, en Barcelona, con motivo de la promoción de mi libro “Una vida con rostro humano”, recordó que nos conocimos “entre chupetes y pañales” en México donde ambos vivíamos por motivos profesionales, con hijos de las mismas edades. Esa simpática -e inspiradora- expresión suya (“entre chupetes y pañales”) llevó nuestra conversación a recordar los gratos momentos que compartimos en Monterrey y, también, a hablar sobre el impacto social del matrimonio y la familia.

Opiniones-de-un-opinante: Lo que más influye en el logro de un matrimonio feliz son los hijos. Nada es tan común y nada une tanto como un hijo. Esta conclusión puede parecer demasiado paradójica a algunos. Molesta. Escandalosa. Absurda. Una época que no ve en los hijos la consecuencia natural del amor de sus padres puede llevar camino de verlos como enemigos de ese amor. Una vez que el niño se encuentra en el mundo reclama para él todos los derechos e impone a sus padres todos los deberes. Nadie nace por propia voluntad, es decir, todos somos nacidos. Los seres humanos llegamos al mundo tan desvalidos que si no hubiese quien nos recogiera y cuidara durante un periodo bastante largo, pereceríamos. La gran función de la familia consiste en ser la creadora de amor; en esto no existe posibilidad de sustituirla. Pertenece a la experiencia humana el hecho de que cuando falta en la familia el vínculo de amor, algo se rompe definitivamente: hijos abandonados, parejas rotas, experimentan en sí mismos esa deficiencia; a veces, con consecuencias dramáticas.

La felicidad en el matrimonio exige esfuerzo. Hay que aprender a amar. Esa lección requiere tiempo. Si se persevera, se aprende. A fin de cuentas, es así como enfocamos otros aspectos importantes de la vida: un negocio o una profesión, por ejemplo. El amor es exigente en sí mismo. La existencia humana es tiempo. La velocidad ha pasado a ser un principio de la vida. Todo debe ser rápido. Hay que pensar rápido, evaluar rápido, proponer rápido, decidir rápido y actuar rápido. Con esta cultura de la velocidad en muchas situaciones a lo único a lo que realmente podemos imprimir aceleración es a nuestras acciones, normalmente precedidas de un débil proceso de decisión. Así sacrificamos el cumplimiento cabal de un objetivo bien perfilado por tan sólo aproximarnos a él con rapidez. Es mejor tratar, primero, de ser efectivos para, después, serlo con rapidez: sin renunciar al sereno análisis. En la familia la entrega es completa, sin reservas: tampoco de tiempo.

El padre o la madre que cuida al hijo, le educa y le encamina para que sea una persona valiosa, está realizando uno de los trabajos más importantes que pueden concebirse. Sin embargo, carece de remuneración. De ahí la tendencia al abandono de esta función en nuestros días. La tendencia universal al confort va extendido cada vez más la idea o el sentimiento de que los hijos son una pesada carga que conviene evitar. Desde hace décadas asistimos al vaciamiento del matrimonio como institución jurídica y social. Para mucha gente el matrimonio sólo interesa como medio para pagar menos impuestos y cobrar la pensión de viudedad u otras prestaciones. Hoy ya casi nadie habla de los fines: el bien de los esposos, los hijos, su educación. 

Insisto: El problema de la natalidad es acuciante y su resolución poco tiene que ver con factores ideológicos o partidistas, sino con una concepción responsable del futuro. La familia no es un asunto “estrictamente” privado. La negativa de muchas familias a tener hijos hace tambalear los fundamentos de nuestro estado del bienestar. Por tanto, urge impulsar las políticas de apoyo a la familia con incentivos económicos y con medidas que favorezcan –realmente- la tan proclamada conciliación laboral. El derrumbe de nuestra pirámide poblacional es el derrumbe de nuestro modelo de sociedad. Aquí está la gravedad y la urgencia. 

martes, 22 de octubre de 2019

Dígame cómo.


Publicado en "Diario de León" el martes 22 de octubre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/digame-como/201910220931291950303.html

La política y los políticos. Se constata un sentimiento de desconfianza hacia esa tarea y hacia los que a ella se dedican. Esa visión negativa y pesimista no se halla, por desgracia, totalmente desprovista de fundamento. Existe, en efecto, una acepción peyorativa de la política que la concibe, sobre todo, como arte del engaño y del fingimiento. Falta una mejor tradición y conciencia de servicio público; y este vacío, en ya demasiadas ocasiones y por demasiados años, vienen a llenarlo gentes que hacen de la actividad política el pedestal de su propio encumbramiento y un instrumento al servicio de sus intereses particulares, o de los de su cuadrilla.

Los líderes tratan de presentarse con valores carismáticos para hacerse atractivos y reducen a los partidos a meros apéndices de su persona. Así, la función de un partido político no es proporcionar soluciones para los diferentes problemas sino llevar a sus dirigentes al ejercicio del poder a través de estudiadas estrategias orientadas a engatusar a las masas. Las campañas electorales no son serenas confrontaciones racionales para explicar a los votantes qué programas pueden y deben llevarse a cabo, invitándolos a que escojan, sino vocingleras concentraciones en que se descalifica al adversario por todos los medios posibles sin que sea posible descubrir en las intervenciones un plan racional, estructurado y completo. Un simple juego de votos para determinar qué políticos van a disponer del respaldo de la mayoría. Pero, en el fondo, el gobierno lo ejercen oligarquías muy cerradas, en forma de partidos, que acuden a los ciudadanos para obtener su voto no con razonamientos sino apelando a sus sentimientos: en cualquier campaña política sus expertos organizadores saben muy bien que lo importante es inspirar el temor a una posible victoria del otro. 

Ningún político, cualquiera que sea el partido al que pertenezca, tiene derecho a enmascarar su rostro, a aparecer como no es, a recurrir a la estrategia de la mentira. El ciudadano tiene derecho a una sincera definición de posiciones, de principios ideológicos y también de criterios frente a los problemas concretos: dígame cómo. Así podrá juzgar con conocimiento de causa y se creará el clima necesario para que se forme una sana y responsable opinión pública.

Hay muchas políticas por mejorar (“reformar”). Somos campeones en fracaso escolar, no tenemos ni una sola universidad española entre las cien mejores del mundo. Nuestra electricidad, combustibles y comisiones bancarias están entre las más caras de la Unión Europea. La deuda pública española que se ha incrementado hasta cifras históricas, en los últimos años, se ha utilizado fundamentalmente para rescatar comunidades autónomas, ayuntamientos y cajas de ahorro desgobernadas y arruinadas por los de siempre. El problema de la natalidad es acuciante y su resolución poco tiene que ver con factores ideológicos o partidistas, sino con una concepción responsable del futuro. La familia no es un asunto “estrictamente” privado. La negativa de muchas familias a tener hijos hace tambalear los fundamentos de nuestro estado del bienestar. Por tanto, urge impulsar las políticas de apoyo a la familia con incentivos económicos y con medidas que favorezcan –realmente- la tan proclamada conciliación laboral. El derrumbe de nuestra pirámide poblacional es el derrumbe de nuestro modelo de sociedad. Aquí está la gravedad y la urgencia.

La base de la ciudadanía democrática es la igualdad en libertad. Luchar contra las tiranías que pisotean la democracia formal, así como contra la miseria y la ignorancia que imposibilitan la democracia material: regenerar la democracia, reivindicar el patriotismo y defender la igualdad entre españoles. Hacer política de otra manera, respetando al adversario, escuchando, dando argumentos, tratando de convencer, dando al otro la oportunidad de convencerte. El respeto al otro está en la base de la misma democracia. En fin, una política, nueva, buena, “con mayúscula”. La buena educación ciudadana no se desarrolla naturalmente, hay que fomentarla. Está de moda descalificar la actividad política. Debemos valorarla y colaborar, en la medida de nuestras posibilidades, para que ésta mejore. ¿Cómo? Por ejemplo, ejerciendo con una mayor responsabilidad nuestro derecho al voto. Ahora es el momento.

lunes, 7 de octubre de 2019

Un corazón solitario.


Publicado en "Diario de León" el lunes 7 de octubre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/un-corazon-solitario/201910071928191945495.html

Uno no puede coger su propia vida y considerarla desligada de toda una serie de maravillosos vínculos que nos ayudan, nos cobijan y que nos sirven también para ejercitar nuestra capacidad de ayuda, de solicitud para con los demás. Como dice Antonio Machado: “Poned atención: un corazón solitario no es un corazón”. La vida de cada uno de nosotros es importante desde el punto de vista de los demás, y conviene no perder el propio fuego, porque puede haber otros que lo necesiten; ese fuego modesto, ese fuego humilde, puede ser necesario. Muchos han tenido en la vida ilusiones, pero no la paciencia necesaria para que estas ilusiones llegasen a convertirse en realidad. El mundo está lleno de desencantos, gente que ha ido a parar de la desilusión a la tristeza, al resentimiento, a la amargura, porque tuvo ilusiones de verdad, ilusiones de belleza, ilusiones de amor, pero no tuvo esa otra actitud indispensable en el ánimo del hombre sereno, que es la paciencia. Sin serenidad, nuestro vivir se empobrece, y, al empobrecerse, la vida va perdiendo poco a poco alegría, va perdiendo poco a poco intensidad y atractivo.

La preocupación desordenada por uno mismo es la que nos lleva a tender los obstáculos que nos apartan de una convivencia sencilla con los demás. Nos estamos convirtiendo en una civilización de malas maneras y palabras, como si fuese un signo de emancipación. Lo escuchamos decir muchas veces, incluso públicamente. La amabilidad y dar las gracias son vistas como un signo de debilidad, y a veces suscitan incluso desconfianza. Esta tendencia se debe contrarrestar en el día-a-día de la familia: gratitud, reconocimiento. La dignidad de la persona y la justicia social pasan, ambas, por esto. Si la vida familiar descuida este estilo, también la vida social lo perderá.

En la convivencia establecemos unas zonas de alejamiento o de precaución. Empalizadas de suspicacias, de complicaciones, de recelos, de sospecha. Clasificamos a alguien con solo nuestro modo de mirarle: a la fuerza hace esto, por esto; hace aquello, por alguna razón interesada. Entonces se produce con frecuencia una artificial incompatibilidad. Interesante descubrir cuáles son las fronteras que nos separan a unos de otros. El prejuicio nos separa a los unos de los otros, creando abismos de división, y también, a la larga, creando una cierta indiferencia o un cierto pesimismo respecto de nuestras posibilidades de convivir. 

A veces, tratamos con brusquedad a las personas y a las cosas; en ocasiones, tratamos con falta de respeto a lo que hay a nuestro alrededor. La brusquedad, la falta de respeto, la impaciencia, en definitiva, va poco a poco empobreciéndonos, porque hacen que el mundo se cierre a nuestro alrededor, dejándonos en un crispado aislamiento, alejados de muchos alimentos necesarios para dar sentido a la vida. Quizá no todos podamos encontrar la palabra que produce la alegría, pero si podemos evitar la palabra que produce la tristeza. Quizá no podamos tomar las decisiones que conducen al establecimiento de la justicia, pero si podemos intentar evitar la injusticia en nuestras relaciones cotidianas.

Si queremos convivir hace falta que ejercitemos la comprensión y la paciencia de aceptar la realidad. Sin paciencia no se puede amar, sin paciencia no se puede comprender, sin paciencia no se puede respetar, ni aprender, ni enseñar. Un hombre con paz en el alma es un hombre sencillo en la convivencia, poco vulnerable a las heridas, porque no tiene casi blanco para que le hieran. Convivir es un arte. Un arte en el que hay que ejercitar, día a día, la paciencia. Aprender a respetar, a comprender. Aprender a disculpar. Aprender a aceptar a la gente como es.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Historia "a la carta".


Los editores de libros de texto han denunciado presiones de gobiernos autonómicos para que los manuales digan lo que los gobiernos quieren y no lo que la ciencia dice… Tal cual. Para muestra un botón: la presión de un gobierno con una editorial ha llegado hasta tal punto que, si el libro de texto de historia no ignora a los Reyes Católicos, no recibirá el visto bueno en esa comunidad autónoma. Increíble, pero, lamentablemente, cierto. El fanatismo no es bueno, porque es irracional. Todo lo que no sea racional es un subproducto intelectual. No hay ciencia de lo falso. La ciencia es verdad demostrable. El subjetivismo es el procedimiento más sencillo para llegar a la más caótica confusión en cualquier terreno. Las cosas son como son, independientemente de la subjetiva apreciación de cada uno. No se trata de opiniones, sino de conocimiento. Cabe opinar cuando se discute de administración, de cuestiones de trámite, de cosas opinables, no cuando hay que pronunciarse por la pacífica vigencia de los hechos históricos.

Hoy la mente del hombre medio se alimenta más de opiniones que de verdades. Pero no se puede ignorar que en una sociedad de masas las opiniones mayoritarias tienen un efecto convincente que no puede despreciarse. El oscurecimiento de la razón lleva a negar, o a poner en duda al menos, incluso los principios más elementales y más generalmente probados por la experiencia de muchas generaciones. ¿Que al-político-de-turno le incomodan los Reyes Católicos? Pues, se eliminan, y ya está: lo importante no es lo que es sino lo que quieren que sea. Se retratan en sus acciones: su ignorancia es demasiado honrada y deslumbradora. Alguien hace el mal, y el resto se lo permite. La tentación de algunos intelectuales de poner sus talentos al servicio de lo que creen ser la demanda de la masa, y lisonjearla para conseguir no sólo fama (aunque sea pasajera), sino también atractivas ganancias materiales. O quizá por considerar más importante ir con los tiempos que ir con la verdad, ir a favor de la corriente que arriesgarse a ir contra ella. 

No se puede inventar la realidad. Hay una notable diferencia entre los que hacen afirmaciones porque tienen argumentos ciertos y aquellos que no tienen otros argumentos que sus propias afirmaciones. La falta de conocimientos firmes y definidos no sólo no proporciona a la inteligencia libertad, ni la hace más ágil, sino que, por el contrario, le impide alcanzar su objeto y convierte al hombre en fácil presa del error. La importancia de saber. Vivimos tiempos de augures y adivinadores. Suplen con la imaginación los vacíos ocasionados por su falta de datos. Los datos son como cifras, es decir, el único lenguaje que, en esta época nuestra de confusión de lenguas, sigue siendo accesible a todos, a las gentes más sencillas como a las mentes más marcadas por las diversas deformaciones ideológicas, políticas, filosóficas o socioculturales. Hoy cada uno tiende a construir como si nadie hubiese hecho ni dicho nada antes. Teorizar al margen de la experiencia. Se ignora la tradición, la sabiduría acumulada de los siglos pasados, la experiencia de otros hombres. Lección de otros tiempos que ilustra, enseña y señala el camino. 

Por último, este tipo de episodios son una estafa porque el alumno que se matricula en un centro educativo va a aprender verdades, no a soportar las personales opiniones o las particulares teorías del profesor, o del político de turno... Historia es lo-que-ha-sucedido. La grandeza de nuestra Patria. Es preciso recordar nuestra historia y el liderazgo de España durante siglos para sentirnos orgullosos de ser españoles. No más que nadie, pero, menos, tampoco.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Industrias sin hombres.


Publicado en "Diario de León" el domingo 8 de septiembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/industrias-sin-hombres/201909081355411937048.html


Numerosos procesos tecnológicos se realizan hoy con tal rapidez y, exigen tal finura y precisión, que sobrepasan, efectivamente, la capacidad de comprensión humana. La revolución tecnológica se extiende a todo el orbe, se introduce de una manera cada vez más incisiva y transformadora en las condiciones de la vida humana, de modo que se la ha comparado con el tránsito a la vida sedentaria en la época neolítica. Los conocimientos y la habilidad técnica de los pueblos occidentales permanecieron durante milenios lo mismo en lo esencial. A fines del siglo XVIII se usaban casi del mismo modo que en tiempo de los faraones el arado, el carro, el barco de vela, la lámpara de aceite. Pero después los descubrimientos se siguieron rápidamente. Han mejorado la vida de millones de hombres, liberándoles de las labores más duras. Las sucesivas revoluciones industriales y tecnológicas han procurado un alimento, cada vez más abundante; enriquecido nuestra libertad, permitiéndonos mayores posibilidades de elección, al ofrecernos un surtido cada vez más variado de bienes y servicios. Han abierto los ámbitos de la tierra, el mar y el aire. Han logrado dominar de un modo inusitado el espacio y el tiempo. El adversario más encarnizado de la tecnología no podrá negar que es capaz de servir al hombre de maravillosa manera.

La vertiginosa rapidez del progreso tecnológico ha trastornado el principio vital del hombre de nuestros días. Un nuevo tipo de hombre que está en función de los fenómenos técnicos es, por esta misma razón, un tipo que ofrece los mismos rasgos en todas partes. Como ocurre con los deportes, la tecnología, en su apariencia externa, es accesible a la misma comprensión en todo el mundo. La sociedad contemporánea, es decir, la de la revolución tecnológica, impone tanto o más que cualquier otra del pasado una jerarquización muy estratificada. La sociedad racionalizada del presente y, sobre todo, la del futuro será la de la especialización y la del mando de los expertos, una sociedad estructurada bajo el signo de la capacidad y no del número. En anteriores épocas de la economía, cada cual era capaz de comprender la sencilla construcción artesana, como la rueda o el carro. Hoy, la mayor parte de los hombres son profanos en la tecnología y usufructuarios de sus creaciones. Veo en esta cuestión una importante tarea a realizar en el campo de la educación y de la cultura. El hombre de la época tecnológica no puede contentarse con ser un simple peón o un pasivo usufructuario de los adelantos tecnológicos. Es indispensable que conozca en su generalidad -pero en un grado de desarrollo mucho mayor que hasta ahora-, las relaciones y conexiones de la tecnología.

¿Si el progreso técnico logra la ejecución de los trabajos manuales por medio de máquinas, no resultará de ello un progresivo paro forzoso? Hay que responder que, en efecto, cada nuevo invento técnico comienza por hacer innecesarios muchos brazos; pero, a la larga, produce nuevas ocasiones de trabajo. Ante la rápida evolución de las especialidades y las técnicas, es más importante que se desarrolle “el arte de aprender”, y que la utilización correcta del cerebro y la razón tenga la primacía sobre la acumulación de un saber condenado a ser superado.

La tecnología no es tan inocua. Ofrece al hombre insospechadas posibilidades de poder sobre la naturaleza y sus fuerzas, y con ello también sobre los hombres. Cuanto más poderosa sean las energías de la tecnología, tanto mayor será la responsabilidad del hombre. Puesto que la tecnología tiene por objeto servir al hombre, hay que intentar dirigir el progreso de manera que no se precipite por caminos subversivos provocando crisis, sino que se desenvuelva de una manera armoniosa. Es necesario que, a la par que los nuevos conocimientos técnicos, se cultive, en la sociedad contemporánea, lo que de humano hay en el hombre. No es fácil.

martes, 20 de agosto de 2019

Vivir al revés.


Sin perder una mirada esperanzada sobre la realidad actual, es innegable que algunas leyes que se han ido promulgando en los últimos decenios en la mayoría de los países del mundo occidental atentan contra la dignidad de la persona humana, la institución del matrimonio y de la familia, la libertad religiosa y de educación. Ámbitos conquistados por una indiferencia vital, que desconoce el bien y el mal, la verdad y el error. Se niega hasta la existencia de la misma naturaleza humana. Vivimos inmersos en una “dictadura del relativismo”. La gran influencia del pensamiento cartesiano en la mentalidad moderna ha llevado a que el propio pensamiento se convirtiera, para muchos, en la única ley para todos los órdenes; cerrándose de este modo a la verdad, a lo objetivo y real: si hay algo que no-ven-con-su-cabeza: no será.

Personas que anhelan manifestar en conciencia y de forma pacífica lo que creen y son impedidas en nombre de la “no discriminación”: se puede hacer gala de ateísmo, pero no se pueden mostrar públicamente símbolos religiosos; se puede afirmar que cada uno decide su propia identidad sexual, pero no que uno es varón o mujer por naturaleza. La “no discriminación” acaba discriminando a una inmensa mayoría de personas, que no se atreven a expresar lo que en conciencia consideran justo, porque tienen miedo de ser juzgados, multados, e incluso encarcelados. Todo esto sucede no solo en los regímenes totalitarios sino en las supuestas naciones “libres” del mundo occidental. Libertad sí, pero no para todos.

El principio de que el deber ser viene definido, exclusivamente, por el voto de la mitad más uno me parece uno de los más insignes absurdos del pensamiento político dominante. Los números, torturados adecuadamente, te dirán cualquier cosa que desees: la democracia como absolutismo del número. Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de veneno: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y, al cabo de un tiempo, se produce el efecto tóxico. El individualismo es un falso humanismo. El hombre no vive en sociedad por medio de un “contrato”, sino por una exigencia primaria de su modo de ser. La libertad no consiste en hacer cuanto a cada uno le apetezca, pues la libertad, en tal caso, se identificaría con la ley del más fuerte, que impondría sus antojos a los más débiles. Se trata simplemente de una actitud ante la historia y ante el problema de la condición humana. Entiendo la historia como una aventura de la que somos protagonistas, no sólo los hombres de hoy, sino la totalidad de los que han vivido.

Necesidad de acabar con lo que se denomina “impunidad verbal”. Esta idea me parece esencial y es importante no interpretarla, únicamente, en clave punitiva. La impunidad verbal exige responsabilizarse y responsabilizar a cada cual de aquello que afirma. La intransigencia, el silencio, la coacción y el rencor están reñidos con el liberalismo fundamental. No juzgar a las conciencias, sino a las ideas; no a la intimidad, sino a la conducta intencionadamente pública; no a las vidas, sino a las obras. Una vez más: el liberalismo no es una mera ideología, sino el ambiente indispensable para que todas ellas respiren. 

La fuerza transformadora de la memoria que evite en el futuro la legitimación de violencias pasadas y de las ideologías que las han sustentado. El principio democrático, el principio de legalidad y los derechos humanos sólo alcanzan su pleno significado si se piensan de forma conjunta: no hay democracia sin disfrute de los derechos humanos, pero tampoco puede haber tal disfrute sin un respeto escrupuloso a la ley democrática, en tanto expresión de la voluntad popular. Si la civilización quiere sobrevivir, tiene que optar por el respeto, garantía de un mundo mejor.

jueves, 15 de agosto de 2019

Aprender a convivir.



“Éxito” y “fracaso” dos palabras que pueden entenderse de un modo defectuoso si se observan desde una actitud superficial. De hecho, muchas veces, ante una cuestión cualquiera que se nos proponga, nuestra pregunta no es si aquello que se nos propone es una meta nueva para nosotros, o si es verdadera, o si la meta es bella, o el camino es noble, si tiene relación con una futura plenitud en nuestra vida, sino que nos preguntamos: ¿eso-es-difícil? Porque parece que, de antemano, renunciamos a enfrentarnos con la dificultad. Por eso sería interesante que cada uno viese desde qué ánimo se relaciona con la dificultad. Si la dificultad le agobia, si le entristece o si le irrita. El ganador de cualquier carrera deportiva por lo general es una persona que se ha esforzado mucho. Se ha vencido una y otra vez; especialmente si desea mantenerse como un ganador. Ha hecho sacrificios y se ha evaluado de manera honrada y muchas veces dolorosa. El realizar una cosa por-amor-a-la-misma es considerado hoy día, en muchísimos casos, como una tontería.

Sería interesante que cada uno fuese viendo qué impresión le produce que se diga de una cosa que es difícil; si es una impresión desagradable, de agobio, de preocupación, de cansancio inicial… Porque, al estar viviendo tiempos de escasa esperanza, no tendría nada de particular que tuviésemos un cansancio tan íntimo que las cosas difíciles fuesen, sin más, realidades a las que renunciamos, como si hubiésemos adquirido el hábito de abandonar las metas arduas. En algunos ámbitos de la sociedad en la que nos movemos, parece como si no hubiera espacio para las equivocaciones, y si uno comete un error termina siendo devorado cruelmente por un sistema inhumano basado en la competición. También hay personas que no se perdonan a sí mismas no haber alcanzado las metas que se proponían, y se culpabilizan provocando a veces disturbios psicológicos graves. A principios del siglo XIX, Federico Mohs estableció la famosa escala de durezas. A medida que se avanza por ella, desde el talco hasta el diamante, los cuerpos se van ennobleciendo, porque la dureza es una propiedad positiva de la materia.

Tenemos que ir advirtiendo que la palabra “difícil” no tiene por qué ser una palabra que nos excluya. Tenemos que situarnos ante la verdad de las cosas con una mirada un poco nueva.  Una vida con aprensiones de derrota puede ser convertida en una vida con proyectos de nuevas victorias. Una vida de cansancio puede ser reanimada con un nuevo vigor. La clave: que la gente quiera: seres “motivados”. Estar motivado facilita el camino hacia la felicidad.  Lo grande y lo pequeño. La vulgaridad consiste quizá en apartarnos de estas dos cosas, quedarnos ciegos para la grandeza y ciegos para las cosas maravillosamente pequeñas del vivir cotidiano. Nuestra-sociedad-cansada necesita que muchos transmitan esa alegría de vivir. Una apasionada defensa de la libertad. El respeto a la libertad de los demás no es nunca indiferencia, sino consecuencia del amor que sabe valorar a cada hombre en su concreta realidad. Sin libertad no podemos amar. Amor a la libertad, libertad para amar.

Un amigo es alguien a quien conoces bien y a quien, a pesar de eso, sigues queriendo. En esto de juzgar al otro antes de conocerlo, cuanto menos se sabe de él más libertad hay para errar. Miedo como una de las causas del aislamiento del hombre. Es el miedo el que hace que vayamos volando puentes y estableciendo distancias. Ha habido que aprender la tesis del antagonista; más que aprender ha habido que aprehenderla, pero no para asumirla, sino para comprenderla y oponerle razones. Que lo entienda no quiere decir que lo asuma. Hay fanáticos que pueden amargar la convivencia, observando con desprecio a los que no comparten sus puntos de vista, como si no tuvieran el derecho de existir. Aprender a convivir. Las palabras, a veces, matan más que los estoques. Los gestos amables cuestan poco y rinden mucho. Las buenas maneras son manifestaciones externas de respeto hacia la humanidad de los demás. 

martes, 6 de agosto de 2019

Obsesión por la decadencia.



Durante los últimos siglos “España” significó cosas muy distintas para unos y otros. Como todos los maniqueísmos, el dilema de las dos Españas me temo que sólo sirva para exaltar a los del bando escogido y para denostar con cierto eufemismo a los del otro. La dicotomía izquierda-derecha me parece tan poco rigurosa como insatisfactoria. Entiendo que los problemas hay que plantearlos y tratar de resolverlos en los niveles racionales. En España hay, como en toda latitud, gentes berroqueñas, pero que no lo son por pertenecer a la derecha o a la izquierda, sino por carecer de talento. Llevan sobre los hombros la carga de un complejo de inferioridad. Los vestigios de nuestro pasado zoológico y bárbaro son los instintos y los usos erróneos y mágicos. Mal síntoma es para un pueblo que sus dirigentes sean elogiados por sus adversarios o concurrentes naturales. La esquizofrenia negativa de algunos actuales configuradores de la opinión pública hace que España viva de espaldas a sí misma.

Acabemos con el prejuicio. Según la leyenda negra, España lideraría la comunidad de pueblos agresores de Europa. Este es el balance de siglos de historia, como si en todos ellos no hubiera habido, apenas, contrapartida positiva. De vez en cuando leemos, escuchamos, comentarios sobre el hombre y el mundo procedentes de personalidades evidentemente excepcionales, que nos sorprenden por su ingenuidad, ligereza y falta de profundidad. Cada día me parece más cierto que “quod natura non dat, Salmantica non praestat”. Todavía hay quienes reducen la Historia a un vaivén de fronteras y a una sucesión de soberanos. Pero la Historia es algo mucho más serio y profundo: es la reconstrucción de la aventura humana y, primordialmente, de su magna peripecia, que es la cultura: la ciencia, las artes, las instituciones, las formas de vida. Una tierra humana no es sólo un conjunto de accidentes geográficos, sino la habitación de unos hombres.

Siempre me ha parecido gran incomprensión e injusticia mirar a los pueblos prósperos como “afortunados”, favorecidos por la suerte. Por lo general no es así: su prosperidad ha sido conquistada a costa de enormes esfuerzos, de sacrificio, de disciplina, continuidad y acierto. El caso más notorio es los Estados Unidos, país enorme, durísimo, lleno de facilidades que naturalmente no existían hace poco menos de doscientos cincuenta años, compuesto principalmente de dificultades. La primera nación en el sentido moderno de la palabra ha sido España: este nombre se le había aplicado durante siglos, y por supuesto en toda nuestra historia constitucional. Me pregunto cuánto ven los jóvenes que ahora recorren toda España, ajenos a toda su historia, en su mayoría desconocedores de todo lo que ha pasado sobre el suelo que pisan, en las calles donde tantas generaciones han vivido, amado, trabajado, luchado, muerto. La historia que aprenden en las escuelas es antes un relato mitológico que una historia.

Entiendo por democracia un régimen de libertad, de convivencia, en que los individuos tengan iniciativa y solidaridad para realizar sus posibilidades. Racionalizar la vida, y muy especialmente la política, una realidad todavía caóticamente enturbiada por el tráfago de los resentimientos, los mitos, las pseudo profecías y las pasiones. A medida que he madurado, he ido buscando lo que permanece, lo absoluto. Optimismo es la alegre esperanza de que, como la Historia la hacemos los hombres, de nuestro esfuerzo y de nuestra virtud depende que ganemos o no. De cuál sea nuestro número y nuestra fuerza, también. Me han educado en la pasión por España. La amo en sus glorias y a pesar de sus caídas. Este sentimiento compartido es un poderoso motor de acción y de esperanza. Dura mutilación la de quienes se crían huérfanos de historia y de sentido.

lunes, 22 de julio de 2019

Candiles y oscuridades.

Publicado en "Diario de León" el domingo 21 de julio del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/candiles-oscuridades_1350355.html

Algunas veces parece que las escaleras que conducen a nuestro propio hogar son un lugar de increíble transformación: los rostros alegres se ponen serios, las caras animadas se vuelven monótonas. Cuántas veces ocurre que hay personas ocurrentes, simpáticas, amables con los amigos, y que al llegar a casa son unas personas serias, calladas, que no dicen nada. Están dedicando lo mejor de sí mismos a la gente, a la que, por supuesto, también hay que dedicar lo mejor de uno mismo, pero no con descuido de aquella gente, más entrañable, que es nuestra familia. Como dicen en mi querido México: candil de la calle, oscuridad de la casa.

Qué pena que un hombre desligase estas dos cosas: un horizonte cada vez más universal y una actividad cada vez más íntima referida a la familia. Qué pena que quien parece inquieto por los grandes problemas universales esté, al mismo tiempo, descuidando los problemas de ese pequeño espacio, sagrado, que cobija su hogar. En lugar de quejarnos constante e inútilmente sobre nuestra sociedad en general, deberíamos, más bien, preguntarnos qué estamos haciendo nosotros por mejorarla. Casi siempre que hablamos de ética nos referimos a asuntos actuales de carácter político o económico, o a la ética -que suele ser la falta de ética- de los otros. Rara vez a nuestras actividades cotidianas. Puede que en el conjunto humano de las cosas de la vida seamos una pieza de escasa importancia, pero en el conjunto de nuestra propia familia cada uno de nosotros es decisivo, una pieza importante. Uno no puede coger su propia vida y considerarla desligada de toda una serie de maravillosos vínculos que nos ayudan, nos cobijan y que nos sirven también para ejercitar nuestra capacidad de ayuda, de solicitud para con los demás. En nuestro hogar es necesaria nuestra puntualidad, llegar a tiempo, tener tiempo de vernos, tener ganas de escucharnos. ¡Tener tiempo! Llegar en punto a casa, no por una especie de sentido más o menos teórico del deber, sino por cariño, para poder hablar, para poder charlar, para la comprensión; dejar hablar, saber escuchar, tener paciencia. 

Una vida agitada no es más que la parodia de una vida intensa. Dejamos de hacer cosas que impactan en la vida de los demás. A veces no se tiene conciencia: falta formación. El hombre es libre, pero no independiente. La limitación y la dependencia son connaturales al hombre, por el mero hecho de serlo. La preocupación desordenada por uno mismo es la que nos lleva a tender los obstáculos que nos apartan de una convivencia sencilla con los demás. Tiempo, contacto personal, comunicación, paciencia… Desacelerarse. Nuestra auténtica calidad de vida (¿qué es para ti?) depende de que nos esforcemos por vivir serenamente, todos-los-días. Hay quienes centran su vida en el fin de semana, y procuran soportar las fatigas del trabajo con el consuelo de que pronto llegará el merecido descanso. Así, se condenan a una semana de cinco días de sufrimiento y dos días de alegría pasajera, pues inmediatamente se les presenta en el horizonte la monotonía grisácea del lunes siguiente. 

No tengo tiempo, no es fácil… Perdonar es difícil, comprender es difícil, aprender es difícil, vivir con orden es difícil, sin duda; pero todas estas palabras deberían levantar dentro de nosotros la ilusión, porque son metas que nos esperan. La grandeza de ánimo frente a las cosas difíciles. No tenemos que pensar que lo difícil hace al hombre desgraciado, y que, en cambio la felicidad del hombre sea lo cómodo, lo llano, lo que no cuesta esfuerzo. Nuestra propia existencia personal nos indica lo contrario. Nosotros hemos pasado los momentos más dichosos de la vida, por lo menos de un modo general, después de haber vencido metas difíciles. Quien tiene un para qué siempre suele encontrar un cómo. Y no olvidemos que no-actuar-es-otra-forma-de-actuar.

sábado, 20 de julio de 2019

El lápiz de dos colores.

Publicado en "Diario de León" el lunes 15 de julio del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/lapiz-dos-colores_1349054.html

Opinión-de-un-opinante: las relaciones humanas, en muchas ocasiones, no están regidas por la amistad, por la simpatía mutua. Sino que cada vez más parece que uno mira a los demás, o tiene la impresión de que le miran, como a alguien que puede ser utilizado. La utilización del hombre por el hombre, la mercantilización de la mirada con que nos contemplamos unos hombres a otros. La presencia entre nosotros de una cierta utilización del hombre como si fuese una mercancía. Si queremos convivir hace falta que ejercitemos la comprensión y la paciencia de aceptar la realidad. Sin paciencia no se puede amar, sin paciencia no se puede comprender, sin paciencia no se puede respetar, ni aprender, ni enseñar. El prejuicio nos separa a los unos de los otros, creando abismos de división, y también, a la larga, creando una cierta indiferencia o un cierto pesimismo respecto a nuestras posibilidades de convivir. Clasificamos a un hombre con solo nuestro modo de mirarle. Hace-aquello-por-alguna-razón-interesada. Entonces se produce con frecuencia una artificial incompatibilidad. Empalizadas de suspicacias, de complicaciones, de recelos, de sospecha. 

Interesante descubrir cuáles son las fronteras que nos separan a unos de otros. Convivir es un arte. Un arte en el que hay que ejercitar, día a día, la paciencia. Aprender a respetar, a comprender… Aprender a disculpar. Aprender a aceptar a la gente como es. La inclinación a la intolerancia o la inclinación al fanatismo nacen de suponer que se tiene la verdad. Que uno mismo tiene la verdad. Que uno mismo tiene la solución a los problemas y que esa solución es la única solución valida, la solución mejor para todos. Hay personas que consideran que las cosas son necesariamente como ellos las piensan. No admiten matices y hacen dogmas de cuestiones discutibles: “Esto es así, porque lo digo yo”; o “Esto es así, y punto”, afirman. Sus opiniones son “evidentes”, y sonríen con desdén cuando alguien se atreve a llevarles la contraria. Lo opinable se extiende a casi todos los ámbitos de la vida, y la tentación de no respetar la libertad de los demás es, lamentablemente, bastante corriente. Se dan actitudes despóticas en la política, pero no solo ahí. Son muchos   (lamentablemente, cada vez más) quienes instalados en sus caducas opiniones humanas, se encierran en ridículas torres de marfil pensando que son los dueños de verdades incontrovertibles. 

Hace falta que sepamos medir con una medida que sea la medida amplia de una mirada amistosa: entonces conviviremos mejor. Y a lo mejor mañana, al salir a la calle, podemos darnos cuenta de que la vida de los hombres está llena de colorido, de riqueza y de atractivo, ensayando esta actitud íntima del respeto y de la admiración. Tenemos que liberarnos de la costumbre de manejar únicamente el-lápiz-de-sólo-dos-colores. Nuestra sociedad cansada necesita de personas que irradien la alegría de vivir. Todo ciudadano debe contribuir al interés general. A veces, una sonrisa, una palabra amable, un servicio desinteresado puede ser el desencadenante de otras acciones destinadas a favorecer un mundo mejor. La vida de cada uno de nosotros es importante desde el punto de vista de los demás, y conviene no perder el propio fuego, porque puede haber otros que lo necesiten; ese fuego modesto, ese fuego humilde, puede ser necesario. 

Como dice mi amigo Mariano, nos estamos convirtiendo en una civilización de malas maneras y de malas palabras, como si fuese un signo de emancipación. Lo escuchamos decir muchas veces, incluso públicamente. La amabilidad y la capacidad de dar las gracias son vistas como un signo de debilidad, y a veces suscitan incluso desconfianza. Esta tendencia se debe contrarrestar, en primer lugar, desde la familia. Debemos convertirnos en intransigentes en lo referido a la educación, a la gratitud, al reconocimiento: la dignidad de la persona y la justicia social pasan, ambas, por esto. Si la vida familiar descuida este estilo, también la vida social lo perderá.

jueves, 11 de julio de 2019

Abogados que mejoren España.

Publicado en "Diario de León" el miércoles 10 de julio del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/abogados-mejoren-espana_1348068.html


Mi querido Colegio de Abogados de León está celebrando su 175 aniversario a través de una serie de interesantes actividades como presentaciones de libros; el último, el del famoso periodista Fernando Jaúregui: “Los abogados que cambiaron España. Ochenta años de historia de los letrados y juristas que contribuyeron a la democracia (1939-2019)”. Ochenta años de historia de una profesión, abogados y juristas, que es con seguridad la que más ha influido para transformar a España en la democracia, sin duda perfectible, que hoy tenemos. Entre los momentos relevantes está el IV Congreso de la Abogacía, que se celebró en León, en 1970, conocido por su carácter político y menos por la aprobación de importantes asuntos para la profesión como la reforma del Estatuto General de la Abogacía, la puesta en marcha de la Mutualidad de la Abogacía, la regulación del abogado de empresa, las disposiciones para combatir el intrusismo, el régimen fiscal de la abogacía, o la retribución de turno de oficio y la justicia gratuita. Sin la presencia de los hombres del derecho no habríamos avanzado como avanzamos. Un mérito que no había sido, hasta ahora, plenamente reconocido. Un libro interesante, aunque, en mi opinión, ni son todos los que están ni están todos los que son…

Lo vengo diciendo desde que los cumplí: pertenecer al selecto y exclusivo “Club de los 50 y +” tiene ventajas, muchas ventajas.... Una de ellas es la facilidad para expresar las convicciones sin complejos, sin inhibiciones ni respetos humanos. Al grano: ser abogado no es cualquier profesión. De entrada, la profesión de abogado es la única profesión a la que se hace mención expresa en el texto de nuestra Constitución. ¿A qué no lo sabías…? Y, además, pido perdón por la petulancia, se hace referencia a ella nada más y nada menos que hasta cuatro veces distintas. No una, que ya sería suficiente honor, ni dos, ni tres: sino en cuatro ocasiones. Y, lo más importante, el servicio que los abogados préstamos a nuestros conciudadanos: materializamos el derecho a la tutela judicial efectiva, a pesar de los asesoramientos de “cuñados” y de “lo-leí-en-internet”, que suelen terminar mal, muy mal. Sólo un abogado puede ofrecer un asesoramiento digno de tal denominación: profesional.

Estamos en una época de cambio tan acelerado que dentro de seis meses todo habrá cambiado; hay que crear una estrategia del derecho ante la incertidumbre. La justicia es la que tiene que crear derecho porque el derecho codificado se está desfasando. Las normas derivadas del derecho, muchas leyes, se han quedado desfasadas. Y, sobre todo, las mentalidades tras los códigos. Dicen los expertos que la profesión ha cambiado más en los últimos veinte o treinta años que en los doscientos anteriores. Y va a cambiar mucho más, con toda probabilidad, en los próximos diez o quince años que en los treinta anteriores. Ya no se trata sólo de que los abogados hablen inglés, sino otros lenguajes, fundamentalmente el de la tecnología. Los tratamientos biomédicos, la ingeniería genética, la cibercriminalidad, el empleo de algoritmos en la toma de decisiones públicas, la elaboración de perfiles basados en nuestros datos, los sistemas de vigilancia masiva, los drones o los vehículos autónomos y otras muchas transformaciones, pueden afectar o cambiar aspectos sustanciales de la vida de las personas. 

En nuestra profesión, la relevancia se gana con responsabilidad, trabajo serio y profesional, formándose de forma continua y prestando un servicio de gran calidad. Estos son los “focos” para los próximos años y los desafíos que los abogados debemos de enfrentar si queremos estar-a-la-altura, contribuyendo no sólo a que España cambie, sino que mejore. Alentando a quienes luchan -cada día- por lograr la justicia y la paz a través del derecho, permitiendo avanzar con eficiencia, rapidez e inteligencia en la comprensión de las grandes transformaciones, retos y oportunidades que nos plantea hoy la vida en sociedad.

domingo, 30 de junio de 2019

sábado, 29 de junio de 2019

Huérfanos de padres vivos.

Publicado en "Diario de León" el miércoles 26 de junio del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/huerfanos-padres-vivos_1345192.html

Aprovechar el tiempo es clave. A veces, nuestros sueños, nuestras ilusiones, se quedan sólo en proyectos. Esperamos que se cumplan, pero no nos esforzamos lo suficiente para hacerlos realidad. Como si el simple paso del tiempo nos los fuera a regalar. La vida no funciona así. El tiempo es el recurso más valioso y escaso con el que contamos. Y, en ocasiones, nos comportamos como si ignoráramos esta verdad fundamental. Aprovechar el tiempo es básico. Y se puede aprender, hay experiencia documentada -buenas prácticas- y técnicas probadas. Lograr que nuestros sueños dejen de ser proyectos y se transformen en realidades, pasa por administrar nuestro tiempo con inteligencia y con intensidad. Como dicen los economistas el tiempo es un bien escaso. Quizá el más escaso de todos, y desde luego de los pocos que no se pueden comprar. El tiempo es breve. El manejo efectivo del tiempo es un factor clave para que una persona viva una vida digna de tal nombre. Una óptima gestión del tiempo aumenta la capacidad de hacer más cosas, y mejor. Y, muy importante, disminuye tensiones innecesarias en la vorágine actual. Suele ocurrir que, en el dinamismo de nuestras vidas, tengamos una lista interminable de tareas y no sepamos por dónde empezar. Interesarse por el buen uso del tiempo no es sólo una moda sino una necesidad.

Durante los últimos meses, casi todos los periódicos han publicado en sus suplementos de fin de semana algún artículo o reportaje sobre el aumento de las enfermedades psiquiátricas por exceso de trabajo. Ya no son enfermedades como úlceras, gastritis o cefaleas, sino serios trastornos psicosomáticos como las depresiones. Las causas de este tipo de enfermedades, en muchos casos, se encuentran en la enorme presión social y laboral que se ejerce en los colaboradores de muchas organizaciones. La presión por cumplir los objetivos, por ganar una compensación extraordinaria, la ambición legítima por un ascenso que supondrá un mayor sueldo y reconocimiento social, pretensiones muy legítimas, pueden desequilibrar nuestra vida.

Lo mejor es luchar por mantener un equilibrio entre familia y trabajo. Trabajar en horarios adecuados, intentar llegar a casa a una hora razonable para estar con nuestro cónyuge e hijos, comer con ellos algún día entre semana, aunque suponga para nosotros un esfuerzo por el desplazamiento de ida y vuelta, etc. son algunas buenas prácticas recomendadas por personas con experiencia. Si somos capaces de armonizar un intenso trabajo profesional y una dedicación real a nuestra familia lograremos vivir-una-vida-digna-de-este-nombre y, sin duda, habremos ganado la batalla a depresiones, estrés, afecciones cardiovasculares y otras enfermedades desgraciadamente en aumento.

El tiempo es el recurso más escaso con el que contamos; de tal manera que cómo lo aprovechamos marca la diferencia. Hay quienes piensan que aquellas personas que trabajan muchas horas son los-verdaderos-líderes-de-la-vida... Sin embargo, a veces, resulta chocante observar, por un lado, el éxito de un líder para administrar una empresa y, por otro, su incapacidad para solucionar problemas familiares. En otras palabras, un auténtico líder debiera ejercer con éxito su influencia en todos los ámbitos de su vida; de lo contrario, el desequilibrio en alguno de ellos, irremediablemente, afectará a los otros. Un pensamiento común de la humanidad sobre la familia y la sociedad puede encontrarse ya formulado en la “Antígona” de Sófocles: “Quien es bueno en la familia es también buen ciudadano”. Los mil pequeños asuntos cotidianos son la vida de cada día, es decir, la vida misma, que transcurre habitualmente a través de detalles mínimos que pueden parecer insignificantes, pero que van configurando el carácter, las actitudes y el modo de ser de los hijos. Y el tiempo para educar y compartir con los hijos es un tiempo que sólo cuando ya ha pasado se echa en falta… Hoy-es-siempre-todavía.

lunes, 24 de junio de 2019

Fabular.

Publicado en "Diario de León" el lunes 24 de junio del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/fabular_1344735.html

La doctrina de la soberanía del pueblo, de la bondad natural del hombre, de la división de poderes son hoy en la vida política y social de Occidente dogmas intocables, además de algunos otros. ¿A qué se reduce la democracia, la forma de gobierno presuntamente mejor y éticamente obligada? La democracia pretende asegurar la libertad de todos los ciudadanos con el argumento de que, al ser soberanos y decidir mediante el voto, tan sólo se obedecen a sí mismos. Pero vamos, poco a poco, siendo gobernados cada vez más por decisiones indiferentes a nuestros más importantes intereses. Lo que actualmente se denomina democracia es un sistema en el que unas oligarquías aspirantes recurren, cada cuatro años, a una votación para que, entre manipulaciones varias, se resuelva quién va a detentar el poder. El desgobierno de la sociedad acontece cuando la ley no es una ordenación de la razón, sino producto de la voluntad.

La investigación sobre los niveles de calidad democrática de un país exige múltiples enfoques, que pueden abarcar desde el control del proceso electoral hasta la discusión sobre el grado de desarrollo económico y atribución de condiciones dignas de vida a los ciudadanos. No valdrá proponer una tras otras nuevas fórmulas montadas en el aire. No será bueno, ni conducirá a nada firme, contraponer palabras a palabras, pelear por etiquetas, concentrar nuestras fuerzas en la discusión sutil de matices o bizantinos adjetivos. Tengo intolerancia a la verdura hervida y a la gente que me hace perder el tiempo. El futuro no existe. Sólo el presente más inmediato tiene el peso específico de lo real. Me gusta la filosofía porque me ayuda a comprender mejor la realidad; en la filosofía siempre hay un propósito de desvelamiento de la causa última.

Cabe entender la limitación de mandatos como un intento de dar respuesta a la sensación de que el representante se ha convertido en un verdadero profesional de la política que, como dijera Max Weber, ha pasado de vivir para la política a vivir de la política. Son perceptibles déficits de cualificación en determinados cargos públicos, tanto de orden político como de dirección administrativa. La pérdida de la referencia del mérito y capacidad para el ejercicio, en general, de todos los cargos públicos. Sin embargo, es necesario encontrar un equilibrio entre el rechazo a la profesionalización de la política y el riesgo de caer en el puro “amateurismo”. Determinar qué sea la calidad democrática en un sistema constitucional y con qué criterios medirla. La idea de buen gobierno, analizando referencias ideales y reales que se expresan a través de procedimientos, contenidos y resultados. Me temo, sin embargo, que sean demasiados los políticos que pasan por alto estas nociones primarias, y que quieren hacer pensamiento como quien escribe un wasap… No son auténticos: se niegan a sí mismos para entregarse a-la-gente. Viven de criterios ajenos, carecen de sustancia afirmativa propia. Su mente es vehicular, traslaticia e indeterminada.

A Camilo José Cela le preguntaron en una entrevista si mentía alguna vez y contestó rotundamente: “¡Jamás!”. Pero presionado hábilmente por el entrevistador acabó por admitir que, aunque no mentía, lo que sí hacía en ocasiones era fabular. Y “fabular”, según el diccionario de la Real Academia Española, es disimular una verdad mediante una ficción artificiosa, es decir, algo muy parecido a mentir. Desconfío de quienes dicen yo-siempre-digo-lo-que-pienso, porque esos suelen ser los más mentirosos de todos. Si fuéramos por ahí diciendo lo que pensamos la vida sería insoportable y, concretamente, las relaciones en la familia y en el trabajo, un infierno. También en los partidos políticos… A mí me parece muy bien decir lo que pensamos cuando esto es agradable o persigue un resultado; de lo contrario, es preferible callarse o recurrir a “fabular”.

sábado, 15 de junio de 2019

martes, 14 de mayo de 2019

Economía para el envejecimiento.

Publicado en "Diario de León" el martes 14 de mayo del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/economia-envejecimiento_1335212.html

Estoy un pelín harto de tantas propuestas electoralistas, huecas, cortinas-de-humo que forman parte de la escenografía de este intenso -y largo- periodo electoral que estamos padeciendo. Por eso es muy de agradecer que, en medio de esta bambolla, aparezca una iniciativa tan seria como oportuna: la Escuela de Pensamiento de Fundación Mutualidad de la Abogacía que tiene como propósito la creación de un nuevo espacio solidario de opinión y reflexión, independiente e intergeneracional, mediante el que, desde diferentes áreas del saber, se ha propuesto aportar valor a la sociedad en un ámbito concreto como la cultura y economía para el envejecimiento, sin duda uno de los grandes desafíos de las sociedades del siglo XXI.

El cambio demográfico que está viviendo nuestra sociedad muchas veces nos asusta. Los datos nos indican una tendencia clara: cada vez nacen menos niños y, a la vez, se produce un aumento de la longevidad. Hay más ancianos y cada vez lo son durante más tiempo. El envejecimiento de la población comporta un importante reto para nuestra sociedad en el futuro. La demografía poblacional actual con sociedades envejecidas, el incremento de la esperanza de vida, el desequilibrio entre la pensión máxima pública y el salario de los jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo pueden ser elementos catalizadores de una quiebra del necesario pacto social por el cual las pensiones son soportadas por las personas en edad de trabajar. Se aprecian riesgos de quiebra de este pacto social que ha sido el garante de las pensiones públicas desde los inicios del siglo XX, cuando se generalizaron los sistemas de reparto. Cada vez son más frecuentes las protestas de ciudadanos porque los gobiernos occidentales se han convertido en máquinas de transferir ingresos de los trabajadores a los pensionistas. Esta realidad que se reconoce como una de las principales amenazas de las sociedades en el siglo XXI, puede ser la causa de una verdadera revolución social.

El futuro pertenece a las personas mayores, pero la sociedad no ha comprendido todavía las consecuencias de este fenómeno inédito en la historia. Un nuevo tipo de consumidor, cada vez más numeroso, que requiere productos y servicios de calidad. Un nuevo mercado por descubrir. Es necesario un cambio mental de la sociedad, preparándonos para una etapa de post jubilación que muchos ya auguran será más larga incluso que la laboral. Ello supone una auto responsabilidad del propio individuo, pero también un planteamiento del papel que tendrán el estado y la sociedad civil.

Nos encaminamos a sociedades gerontocráticas, donde la influencia de los mayores puede determinar la agenda política y de presupuestos sociales. Es necesario que como sociedad cambiemos el concepto de ancianidad y le otorguemos el valor que tiene y se merece. Una nueva perspectiva sobre el envejecimiento, alejada del concepto del anciano como una carga social y centrada en la ancianidad como un éxito de las sociedades occidentales. Tratar de demorar la senectud ha sido una constante a lo largo de la historia. Si pensamos que los mitos y prejuicios respecto a la vejez son cosa de nuestro tiempo, estamos muy equivocados. Hace más de dos mil años el filósofo romano Marco Tulio Cicerón escribió “De senectute”, traducida al español como “El arte de envejecer”, todo un canto a la vejez en una civilización tan severa con los ancianos como la romana.

En fin, frente al temor generalizado que provoca esta situación, es necesario recordar que la longevidad es un logro de las sociedades desarrolladas y, como tal, es necesario abordarlo desde una visión positiva y mediante una revisión de los planteamientos vigentes. Tengo mis dudas sobre que este proceso vaya a ser sencillo y, mucho menos, pacífico. Mientras tanto, mi enhorabuena a la Mutualidad de la Abogacía por tan oportuna iniciativa, por promover el estudio y el diálogo sobre un asunto verdaderamente urgente e importante: para pensar.

sábado, 4 de mayo de 2019

La persona que uno es.

Todos los días se está decidiendo la competición del progreso, del nivel de vida y de las oportunidades de cada individuo y de las naciones. El mundo, por supuesto, está en constante variación; otro tanto ocurre con la vida de cada persona, no solo por el paso del tiempo, sino por la articulación de las diversas edades, que van marcando zonas de relativa estabilidad en su flujo continuo, que no admite detenciones ni rupturas. La sustancia vital de los pueblos no está sólo en las campañas militares y en las genealogías regias, como parecían creer los cronistas clásicos, sino muy principalmente en las estructuras culturales, sociales y económicas. Todavía hay quienes reducen la Historia a un vaivén de fronteras y a una sucesión de soberanos. Cañoneos. Pero la Historia es algo mucho más serio y profundo; es la reconstrucción de la aventura humana y, primordialmente, de su magna peripecia, que es la cultura: la ciencia, las artes, las instituciones, las formas de vida…

La vida puede vivirse como tránsito; pero si se vive como destino, sólo hay tres grandes modos de soportarla: la evasión, la desesperación existencial o el racionalismo senequista. El sabio llega a convencerse de que la felicidad intramundana reside en la medida y en la virtud, lo cual remite el problema a la razón. Pero la mayoría de los mortales cree comprobar a diario que su dicha consiste en el placer. El deleite les llega por los sentidos y se traduce en emociones. De ahí que la conducta del hombre medio sea predominantemente hedonística y se oriente hacia el área de la emotividad. La relajación de ideas y el materialismo que provoca en los hombres un único afán de poseer y de disfrutar.

Los tiempos se suceden, la edad varía, las circunstancias cambian. Y, si cambian las circunstancias, ¿cómo no ha de cambiar, al unísono, el pensamiento de los hombres? En determinadas ocasiones tenemos que cambiar de opinión para ser sinceros con nosotros mismos. No se trata de pintar como querer, sino del ser de las cosas. Desearíamos que la realidad se ajustara a nuestros proyectos, querríamos que no fuese un obstáculo. El mito idealista de Jauja está detrás de cada sueño del hombre. Muchas gentes elementales suelen censurar a los ciudadanos sus cambios ideológicos. Yo creo, por el contrario, que modificar honradamente un pensamiento político puede ser, la mayoría de las veces, una muestra de talento y probidad. En nuestro país, tan socialmente dominado por el hábito de confundir la dignidad con el monolitismo, aquélla, sin la menor mengua de su fortaleza, es perfectamente compatible con un leal ejercicio de la palinodia. El diccionario existe para que los ciudadanos conozcan el significado de las palabras y de los conceptos. Si todos lo conocieran, el diccionario no tendría razón de ser.
El hombre, cuanto más evolucionado, se interesa más por lo real y se desinteresa de la fábula. Pero la experiencia lo desmiente a diario, puesto que las modernas ideologías han sido propugnadas con un dogmatismo casi religioso. Renuncian a la libertad de pensar y, consecuentemente, no impulsan. Son ejes de transmisión y no muelles reales. Son voceros del espíritu del tiempo, no sus forjadores.

La serenidad es otro rasgo, signo de la madurez individual y colectiva que a los hombres y a las sociedades proporciona el hecho de considerar las cosas con visión superior a la meramente natural. Debemos ser objetivos y lógicos, a la vez que muy humanos. No hay que intentar contentar a los que no se van a contentar. Las verdades están ahí; nosotros debemos andar por el camino de estas verdades entendiéndolas cada vez mejor, poniéndonos al día, presentándolas de forma adecuada a los nuevos tiempos. Poner en palabras la verdad, para que esta dure más que su mentira. Se ha instalado la desorientación. ¿Durará siempre?

Publicado en "Diario de León" el viernes 3 de mayo del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/persona-uno-es_1332585.html