@MendozayDiaz

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lunes, 30 de septiembre de 2013

Hombres y mujeres.

Está de moda hablar de las múltiples formas –más allá de las obvias- en las que los hombres y las mujeres se diferencian entre sí.

Los lingüistas dicen que las mujeres se comunican de distinta forma que los hombres. Los neurólogos dicen que el cerebro de las mujeres funciona diferente. Hace años, un famoso escritor dijo aquello de que los hombres son de Marte, las mujeres de Venus.

Sin embargo, cuando se trata del interés y la atención a la familia, hombres y mujeres no son tan diferentes. O cada vez menos.


El tiempo que dedican a cuidar de su familia y a los quehaceres domésticos, su reacción ante los conflictos que surgen entre la familia y el trabajo, y la forma en la que buscan conciliarlos se está volviendo tan similar entre hombres y mujeres que los observadores de estos asuntos están gratamente sorprendidos. 

La idea de que el hombre es cada vez más sensible y más consciente de las relaciones no es nueva. Sin embargo, los cambios que se vienen observando van más allá de las actitudes. A muchos hombres también les preocupa equilibrar su vida laboral y profesional, algo que antes se creía propio solamente de las mujeres.

Los hombres se están involucrando más en el proceso de crianza de los hijos. Ya traen en su agenda la importancia de pasar más tiempo con ellos, en casa. Están participando más en los quehaceres domésticos.

Estos grandes cambios comienzan a tener consecuencias visibles. A pesar de la crisis e, incluso en los sectores donde predominan los hombres, las organizaciones que no facilitan la conciliación entre la familia y el trabajo comienzan a tener dificultades para reclutar buenos colaboradores.

Habitualmente las personas que se esfuerzan por atender a su familia suelen ser buenos trabajadores.

En fin, es una buena noticia saber que los valores que unen a los hombres y las mujeres son más fuertes que las diferencias que nos separan.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Septiembre.

En septiembre recuperamos la vida ordinaria. 

Durante el verano, ¡claro que sí!, habremos aprovechado para dedicar más atención a la familia, descansar, pensar y así renovar nuestras energías. 

Dicen que es en septiembre cuando los gimnasios y las academias de idiomas hacen su agosto… Es más que un juego de palabras, es tan cierto como la vida misma. Tienen listas de espera. Mucha gente ha vuelto con el buen propósito de llevar una vida más sana, y de aprender inglés…  o alemán, que es el idioma que ahora está de moda. 

También es el momento que muchas organizaciones aprovechan para iniciar sus procesos de definición y planificación de los objetivos del próximo año. 

Dependiendo de la empresa, estos procesos suelen ser estructurados o informales. Da igual. Como decía la señora Eustasia “hijo, gato blanco o gato negro, qué importa si caza ratones…”

En cualquier modalidad, esta actividad puede ser de gran valor para la organización ya que nos da la oportunidad de que todos los colaboradores se comprometan a través de su participación el proceso de definición.

Insisto en que para facilitar el compromiso de cada una de las personas del equipo es imprescindible que, a todas, se les dé la oportunidad de participar.

Las reuniones, preferentemente fuera de la oficina, de uno o varios días de duración, suelen ser una buena forma de enfocar este proceso.

Uno de los riesgos típico de este tipo de reuniones es no concretar nada. Acordar, por ejemplo, “mejorar nuestro clima laboral” y no determinar quién, cuándo, cómo… O “mejorar las relaciones con nuestros clientes”. Igual.

Otro riesgo es hacer abrumadoras listas de acciones. La claridad (y la simplicidad) es un valor, también en este tipo de procesos.

¿Y cómo sabremos si lo hemos hecho bien, si valió la pena el tiempo y el dinero gastado? 

Fácil, muy fácil. 

Si finalizado el proceso de definición  preguntamos, al azar, a tres personas de la organización sobre cuáles son las prioridades para el siguiente año, y sus respuestas son similares, quiere decir que valió la pena el esfuerzo.

Tan recomendable como realizar este ejercicio con nuestro equipo, es hacerlo a nivel personal. 


Es una buena práctica, desde ahora, comenzar a concretar cuáles son los cuatro o cinco asuntos en los que nos vamos a enfocar durante el año 2014. 

Si desde este momento comenzamos a pensar en ello, e iniciamos el próximo año con claridad sobre cuáles son nuestros asuntos prioritarios, periódicamente, podremos revisar los avances. 

Una manera sencilla y práctica de mejorar, de aprovechar el tiempo, de vivir mejor.

martes, 3 de septiembre de 2013

Trabajo en equipo: toma de decisiones.

Cada vez es más común que muchas decisiones se tomen en equipo o, al menos, que quien tiene la responsabilidad final escuche a sus colaboradores antes de decidir.

Es muy recomendable que, si va a participar en la discusión de un tema, antes, se informe y lo entienda bien.

Mientras esto no ocurra es mejor optar por un papel secundario, si no podría cometer, al menos, estos dos errores.

El primero es que si participa activamente en la discusión de un tema sin antes haberlo preparado, es muy probable que entorpezca el trabajo del equipo en su búsqueda de la mejor decisión.

El segundo error es que, al participar en el debate con opiniones de escaso fundamento, usted no está haciendo un buen trabajo para su empresa, está siendo desleal con sus compañeros, les está haciendo perder el tiempo y, si este tipo de actitudes son frecuentes, más temprano que tarde, todos (jefes, compañeros, subordinados…) se percatarán de ello.

Tan grave como los errores anteriores sería no decir, oportunamente, algo que usted sabe que, con seguridad, sería una aportación valiosa para tomar una buena decisión.

Si tiene la responsabilidad de dirigir, escuche a sus dirigidos, dedíqueles tiempo, para así mejor comprender sus planteamientos.

Quizá una de las cosas que más valora y agradece un colaborador es sentirse escuchado por su jefe.

Ya sé que no tiene tiempo… Quien tiene la responsabilidad de dirigir debe esforzarse, especialmente, por aprovechar mejor su tiempo para, así, poder estar más cerca de sus colaboradores y de sus clientes.

sábado, 31 de agosto de 2013

La imagen vende, las buenas costumbres venden mucho más.

Sigo con interés el trabajo de mi amiga Beth Borés, excelente consultora de imagen y mejor persona, a través de su página www.personalimagecompany.com 

En unas de sus publicaciones se preguntaba si la etiqueta estaba pasada de moda... o no.

He conocido a directivos de organizaciones y empresarios de éxito que adolecen de una buena educación, de buenas maneras, de buenas costumbres.

El protocolo es la técnica de hacer bien las cosas y el conjunto de normas y usos que nos dicen cómo actuar. 

Una técnica que, como tal, se aprende.

Una preocupación humana, desde antiguo. El famoso Confucio, quinientos años antes del nacimiento de Cristo, ya destacaba su importancia en las relaciones humanas.

Un negocio puede no concretarse por falta de tacto en una conversación o por desconocimiento de las costumbres de un país. O por no saber comportarse en una comida de negocios….

En una ocasión estuve en París, con unos compañeros, para negociar con una multinacional francesa la distribución regional exclusiva de sus productos de belleza. 

Parte del proceso era una comida con el dueño, un personaje con aires de auténtico príncipe del Renacimiento, de modales exquisitos, versallescos… Nos invitó a comer en un exclusivo restaurante y como entrada nos sirvieron unos mariscos. 

Antes de pasar al siguiente plato, los camareros dejaron al lado de cada uno de nosotros un recipiente con agua y limón, para lavarnos delicadamente los dedos y que no olieran a marisco…una práctica bastante conocida (al menos eso creía yo…), norma básica de urbanidad en la mesa. 

Bien, pues uno de mis colegas, cogió el recipiente y se bebió el agua… El francés casi se conmociona… No pudo disimular su desagrado e incomodidad. 

A partir de ese momento la negociación, que iba muy bien encaminada, se torció, y costó meses reconducirla.

Tiempo después, y una vez firmado el contrato, uno de los directivos de esa multinacional francesa me confió las serias dudas del dueño sobre si entregar o no sus preciados productos, en manos de una empresa que tiene entre sus directivos de primera línea “a un gañán como ése…” Fin de la cita… 

Cada vez que nos vemos o hablamos, nos seguimos riendo recordando esta anécdota; pero, entonces, no me hizo ninguna gracia, al contrario…; estuvimos a punto de perder un excelente negocio por un detalle, aparentemente, menor. 

Un caso para reflexionar. El acuerdo estuvo a punto de fracasar pero no, como es habitual, por el precio, o la duración de la exclusividad, sino por… cualquiera lo diría. 


Una vez más, la importancia de cuidar los detalles, la cosas pequeñas, en las relaciones humanas.

Cosas de protocolo que, a muchos, se les escapa, a veces por ignorancia y otras por el curioso convencimiento de entender que la buena educación está reñida con la modernidad…

Aunque la mayoría de las normas de protocolo son universales, cada país tiene las suyas y hay que conocerlas para facilitar el éxito de un negocio.

Muchos extranjeros se extrañan ante errores tan comunes entre los españoles como el habitual tuteo, o ir directamente al grano y hablar de negocios desde el primer momento.

Cuidar nuestra imagen es fundamental. Una imagen que implica no sólo llevar la vestimenta adecuada sino comportarse correctamente en un cóctel o en una comida de trabajo.

La puntualidad, la cortesía o cómo saludar son algunos aspectos a cuidar especialmente. 

El saludo es el primer contacto físico con la otra persona; por tanto, hay que cuidar cómo estrechamos la mano. Una persona segura estrecha francamente su mano. Dar la mano como si fuera una merluza muerta, o como si fuera una tenaza, suelen ser muestras de mala educación.

La urbanidad se puede aprender siempre, aunque facilita las cosas si los aspectos básicos se vivieron desde pequeños.

Cuando no tengamos claro qué hacer, actuar con naturalidad es siempre mejor que adoptar una postura acartonada, estereotipada, rígida.

En conclusión,  la imagen vende y las buenas costumbres venden mucho más. 

O como decía la señora Eustasia (parafrasenado a Serrat): "hijo, el hábito no hace al monje...pero da el pego".

miércoles, 28 de agosto de 2013

Trabajar mejor.

En España, tenemos que aprender a trabajar más en menos tiempo, porque somos los que más tiempo dedicamos al trabajo y, sin embargo, no estamos en los primeros puestos de productividad.


El valor necesario para ello probablemente sea el del compromiso: ya no basta con que una persona esté motivada para trabajar, sino que también hace falta que lo esté para mejorar.

Otro aspecto a considerar es no confundir trabajo con presencia. 

Hoy, gracias a las tecnologías, es posible trabajar desde lugares muy distintos.

no olvidemos  que, en los procesos de selección, se tienen muy en cuenta los aspectos extra laborales. 

Es decir, el curriculum vitae también debe hacer referencia a la vida, no sólo al trabajo.

sábado, 24 de agosto de 2013

Tanto cobras...¿tanto vales?

Familia y trabajo son dos ámbitos de desarrollo humano y profesional que se enriquecen mutuamente, pero no hay que olvidar que el trabajo es instrumental para la familia, y no la familia instrumental para el trabajo. 


Ambos, hombre y mujer, tienen que priorizar su hogar como su primera empresa, no sólo en su cabeza y en su corazón, sino también en su agenda diaria. 

Si no es así, como el trabajo es más rígido, con objetivos, incentivos o sanciones a corto plazo, y la familia más flexible y comprensiva, al final el deseable equilibrio entre trabajo y familia se quiebra en contra de la familia…

El trabajo es como un gas que se mete en todas las grietas que dejamos en nuestra vida, y que acaba llenándolo todo si no ponemos muros de contención.

Otro factor que contribuye a la situación de confusión actual es el mismo concepto de trabajo. 

A veces, se exalta el trabajo remunerado como único indicador de la valía de una persona: tanto cobras, tanto vales. 

Es preciso superar esta visión economicista que sólo valora lo que se puede cuantificar y lo que se remunera, y que ha influido en gran medida en la progresiva devaluación de los trabajos domésticos y de cuidado de personas, una cuenta cuyo valor económico de mercado, si se tuviera en cuenta, haría que el PIB de España aumentara en torno a un cuarenta por ciento.

lunes, 19 de agosto de 2013

Colaboradores.

Las vacaciones de verano son, en general, buenas oportunidades para detenerse, revisar el camino recorrido y definir los próximos pasos. Los de nuestras organizaciones, y los nuestros… Nosotros primero, siempre.

El logro de las metas de las empresas dependen del grado de compromiso de las personas que en ellas colaboran, más allá de la responsabilidad que desempeñen en la organización. 

Por tanto, para un directivo es prioritario contar con un equipo de personas, conocedoras de su trabajo, esforzadas en hacerlo bien, con ganas e ilusión por lograr los objetivos. En definitiva, de un equipo de colaboradores.

Una actitud formada en el esfuerzo por hacer las cosas bien supone un buen antídoto para superar los circunstanciales estados de ánimo. 

La voluntad se puede entrenar, y eso depende de cada uno de nosotros. 

Ese entrenamiento de la voluntad se logra a base de pequeños vencimientos, de pequeños esfuerzos, del logro de metas, que comienzan siendo pequeñas y, una vez educada nuestra voluntad, pueden superar todas las expectativas.

Esforzarnos, insistir en lograr lo que nos cuesta engrandece y fortalece nuestra voluntad. Lo más difícil suele ser el compromiso con lo pequeño, con lo menos importante, con lo que suele pasar inadvertido ante los demás… 

Los buenos colaboradores que he conocido (y he tenido la suerte de conocer a muchos) son personas que se preocupan y ocupan de los detalles, de hacer bien las cosas pequeñas, con el mismo interés y esfuerzo con el que atienden los grandes asuntos de sus vidas.


Una voluntad entrenada para hacer las cosas bien se manifiesta en propósitos firmes y un ánimo superior para enfrentar las contrariedades.

Estas son algunas de las diferencias entre un empleado y un colaborador.

Aparentemente es igual, pero no es lo mismo… Ese plus es el que marca la diferencia, y una diferencia que no es menor. 

Las organizaciones de alto desempeño se definen por ser organizaciones de colaboradores.

lunes, 5 de agosto de 2013

Huertos urbanos.

A la entrada en Pamplona el tren se paró unos minutos y pude observar que también en esta ciudad existen estos huertos de ocio cuya labor supone un entretenimiento para las personas mayores, que suelen ser quienes los cultivan.

La opinión que tengo de esta actividad es buena. Además me recuerda -gratamente- a Juan de quien, por cierto, en estos días, se cumplen años de su fallecimiento.

En León existen desde hace años, en la Candamia, un paraje junto a la orilla del río Torío. Son de titularidad municipal y suponen una excelente iniciativa en favor de los jubilados que realizan una actividad física muy sana, de la que además obtienen productos para su propio consumo familiar.

Me da la impresión que lo pasan bien, porque suelo pasar por allí en mis paseos en bicicleta y veo a abuelos, con los que supongo que serán sus nietos, explicándoles cosas de su huerto. A muchos de ellos les recordará su infancia y las tareas agrícolas que realizaban con sus familiares y paisanos.


Pienso que estas actividades son muy completas porque suponen una vía de escape al ritmo de vida de la ciudad, reducen el estrés, aumentan la autoestima de los mayores, fomentan las relaciones sociales y, en muchos casos, suponen una alternativa de alimentación más saludable y económica.

Juan fue un pionero de todas estas cosas. Le conocí hace más de veinte años. Entonces me llamó la atención que cuando se jubiló, alquiló unos marjales en la vega de Granada, a las afueras de su pueblo. 

Iba todos los días a labrar -así decía él-, esa era la palabra que utilizaba. 

Aprendí mucho de sus explicaciones. En la medida en que aumentaba nuestra confianza y detectaba mi interés, me invitaba con más frecuencia a acompañarle.

Recuerdo cómo me decía que cuidar de la tierra era como cuidar de un hijo que necesitaba de cuidados oportunos, es decir, cuando corresponde… Una vez más, con ganas o sin ellas.

miércoles, 24 de julio de 2013

Con ganas o sin ellas.

La satisfacción personal por el trabajo realizado no depende exclusiva y únicamente de la compensación económica recibida.

Conozco personas que se esfuerzan por hacer las cosas bien porque consideran que es una manera de perfeccionarse como personas.


Tienen una preocupación permanente por mejorar sus competencias personales y profesionales. 

Competencias que se adquieren y crecen mediante su continuo ejercicio. Estudio y trabajo. Interés por aprender.

Los sentimientos no son suficientes para mejorar el carácter. 

Son necesarios hechos concretos que fortalezcan nuestro deseo interior de ser mejores, y luchar por conseguirlo. 

Con ganas o sin ellas.

Perseverar es de hombres y mujeres fuertes, que conocen sus deberes y se esfuerzan por cumplirlos. 

Da gusto trabajar con este tipo de gente. 

domingo, 21 de julio de 2013

Nosotros primero.

Casi siempre que hablamos de ética nos referimos a asuntos actuales de carácter político o económico, o a la ética de los otros… Rara vez a nuestras actividades cotidianas. 

Ser ético es ser una persona en quien se pueda confiar. Luchar por vivir sin dobleces, sin justificar nuestras acciones cuando sean malas. Al pan, pan, al vino, vino…

Ésta es la ética de todos los días, la cotidiana, la que debemos cuidar prioritariamente porque con nuestras pequeñas acciones contribuimos -o no- a generar una cultura de confianza, de respeto a los demás.

Es muy fácil asentir a grandilocuentes propuestas de regeneración ética para tal o cual institución u organización. Y no tanto responsabilizarse de la propia vida, y cuidar el impacto de nuestras acciones en otras personas.

Estaremos contribuyendo a la verdadera regeneración si nos esforzamos por mejorar las relaciones con las personas con quienes habitualmente convivimos, luchando por ser más sinceros, más honrados, más responsables, más trabajadores, más serviciales, más cariñosos…Nosotros primero.



martes, 9 de julio de 2013

Agresivos.

Trabajar en equipo es imprescindible para aprovechar los conocimientos y habilidades de todos los colaboradores. Además, es casi imposible -y en cualquier caso, nada recomendable- asumir todos los asuntos.

La colaboración se complica cuando llega al equipo una persona de un perfil que, lamentablemente, se ha extendido demasiado.

Me estoy refiriendo a individuos cuya actitud permanente es de lucha, que plantean todas las relaciones (con proveedores, con compañeros, con clientes…) en términos bélicos, donde siempre tiene que haber vencedores y vencidos.

Muy desagradables.

Señalan sin ningún tipo de compasión los errores de los demás, suelen usar un tono de voz fuerte, prepotente. Exponen sus opiniones con vehemencia, como si fueran los dueños de la verdad.


Siempre preocupados de su apariencia. 

No son simpáticos.

Y los seguidores que logran, habitualmente, no tienen una estima auténtica por estos personajes sino que suelen ser personas que intentan protegerse de sus ataques.

En muchas organizaciones se les ha considerado -y promocionado- como ejemplos a imitar.

Intentar trabajar en equipo con este tipo de personas no es fácil… 

Estas personas hay que encaminarlas con reglas claras, señalando y corrigiendo, con claridad y oportunidad, sus faltas de respeto y agresividad verbal…

Y si el susodicho es el jefe… Sálvese quien pueda y que el último apague la luz…

Respetar a todas las personas con las que nos relacionamos es esencial en nuestro desarrollo profesional.

domingo, 7 de julio de 2013

Buenas empresas.

Las buenas empresas son aquellas que logran reclutar, retener y desarrollar a los mejores colaboradores.

Ser una buena empresa no sólo está al alcance de las multinacionales tecnológicas. Cuando veo imágenes de sus instalaciones, a veces, me parecen más un parque de atracciones que una oficina tradicional… Maravilloso.

No es una tarea fácil definir las características de este tipo de organizaciones pero, a pesar de sus particularidades, tienen en común un esfuerzo por respetar a las personas.

Y más singularidades.

Otorgar a los colaboradores un propósito, una causa con la que puedan identificarse. Sean actividades en equipo o el mismo producto; el orgullo de pertenecer y contribuir a un proyecto que puedan sentir como propio, y útil y positivo para muchas otras personas es valorado en este tipo de organizaciones.

Respeto por la diversidad. En vez de tratar que todos piensen y se comporten igual, se alientan formas diversas de enfocar las situaciones cotidianas, la relaciones con clientes y proveedores, la resolución de problemas.

Una gestión participativa donde no sólo se tolere sino que se fomente la innovación y la libertad de poner en práctica las propias ideas, y las oportunidades de formación y desarrollo profesional es otra de las características de este tipo empresas.

Respeto por la vida personal del colaborador. Una organización que reconoce que las personas tienen vida más allá del trabajo, con sus propias exigencias, presiones y motivaciones es muy valorado.

Y más. Pero siempre hay que dejar algo para la próxima vez...

Muchas personas quieren trabajar en buenas empresas porque saben que supone una oportunidad personal si con su trabajo colaboran al crecimiento y desarrollo de estas organizaciones.

Ya se sabe, a todos nos gusta aquello del ganar-ganar… Pero como decía la señora Eustasia “hijo, eso es más antiguo que el hilo negro”.

miércoles, 3 de julio de 2013

Educar en serio.

La educación es uno de los pilares en que se sustenta el desarrollo y el crecimiento de una sociedad humana. 

Una nación que posea un buen sistema educativo siempre contará con personas mejor preparadas. 

Apostar por la innovación y el desarrollo, la ciencia aplicada a resolver los problemas prácticos, supone un impulso al desarrollo tecnológico, esencial, hoy día, para el desarrollo económico y, por tanto, para el bienestar social.

Además, la democracia no consiste sólo en poder elegir sino en saber elegir. Las personas tienen derecho a la educación porque es un derecho humano, fundamental. Una persona inculta e ignorante tendrá dificultades para participar verdaderamente en la vida social y política.

Está bien pero no hay dinero…En estos casos pasa como con la lectura, quienes dicen no tener tiempo para leer si lo tienen para otras actividades… ¿No hay dinero o se tienen otras prioridades?

Para superar la pobreza es necesario invertir en educación. Frase tan conocida como olvidada. La educación casi siempre es el pariente pobre. 

Nos traiciona nuestro cortoplacismo. La educación es una inversión de largo aliento, con frutos de maduración lenta. Es un verdadero intangible, sin rentabilidad inmediata. 


El dinero invertido en educación siempre es el mejor gastado.

La baja exigencia de algunos sistemas educativos hace que muchos jóvenes llenen sus interminables horas ociosas en juegos, películas y redes sociales…perdiendo el tiempo de forma escandalosa e irrecuperable…

La educación se ha convertido, en algunos casos, en un verdadero espectáculo donde lo básico, el desarrollo de hábitos de estudio, el trabajo duro, la lectura, la investigación, se sustituyen por fuegos de artificio en forma de nuevas tecnologías. 

Materias como la filosofía, la cultura clásica, etc, se suprimen de los planes de estudio porque (se dice) no sirven para nada… ¡Sirven para pensar! ¡Nos ayudan a ser mejores personas! ¡Por eso se llaman Humanidades….!

El estudio serio de ciertas asignaturas se está reemplazando por un barniz dado en forma de cursos intensivos, rapiditos y, por supuesto, alineados con la cultura dominante, es decir, con poco esfuerzo (“aprenda ingles en tres meses y sin esfuerzo…"). 

Algunos libros de texto se parecen más a la hoja de instrucciones de los muebles de Ikea que a un manual de estudio. 

Es preciso, y urgente, mejorar la calidad de nuestros sistemas educativos, la mejor inversión: siempre. 

Como decía la señora Eustasia “hijo, ya está bien de milongas….”

domingo, 30 de junio de 2013

Querer mejorar.

La juventud es la edad con la que normalmente se asocia la etapa más idealista de nuestra vida. Y parece que, con el devenir de los años, el ímpetu de cambiar las cosas se desvanece y nos volvemos más conformistas con lo que hay…

Cuando somos jóvenes, nuestros ideales gozan de un especial protagonismo, sentimos un impulso que nos lleva a hacer cosas. Aunque sólo sea testimonialmente, no importa. 

Éramos menos calculadores.

Sin darnos cuenta, poco a poco, podemos perder la capacidad crítica, el afán por mejorar a nosotros (siempre primero...) y a nuestro entorno.

Nos volvemos más comprensivos con la mayoría de las situaciones. Procuramos no destacar. Que nadie nos pueda señalar con el dedo, el maldito qué dirán…

En nuestro ambiente siempre habrá cosas que se puedan hacer mejor. Y, lo que nosotros no hagamos, nadie lo hará por nosotros. 

Está de moda intentar comprar tiempo, qué ingenuidad… Eso, hasta hoy, es imposible… Hay  gente que está obsesionada con que, al menos, no se le note el paso de los años… 

Sin embargo la vejez del espíritu si se puede combatir con éxito, sin necesidad de grandes gastos en tratamientos que requieren de bisturí, ni de liposucciones…Esto si tiene remedio y depende únicamente de nosotros mismos. 


Sólo es necesario querer, querer mejorar. 

Como decía la señora Eustasia “hijo, las personas no cambiamos sólo mejoramos o empeoramos...”.

miércoles, 26 de junio de 2013

Equilibrio entre familia y trabajo.

Durante los últimos meses, casi todos los periódicos han publicado en sus suplementos de fin de semana algún artículo o reportaje sobre el aumento de las enfermedades psiquiátricas por exceso de trabajo.

Ya no son enfermedades como úlceras, gastritis o cefaleas, sino serios trastornos psicosomáticos como las depresiones.

Las causas de este tipo de enfermedades, en muchos casos, se encuentran en la enorme presión social y laboral que se ejerce en los colaboradores de muchas organizaciones. Ahora con la crisis más, pero antes también.

La presión por cumplir los objetivos, por ganar una compensación extraordinaria, la ambición legítima por un ascenso que supondrá un mayor sueldo y un mayor reconocimiento social, pretensiones muy legítimas, pueden desequilibrar nuestra vida.


Lo mejor es luchar por mantener un equilibrio entre familia y trabajo. 

Trabajar en horarios adecuados, intentar llegar a casa a una hora razonable para estar con nuestro cónyuge e hijos, comer con ellos algún día entre semana aunque suponga para nosotros un esfuerzo por el desplazamiento de ida y vuelta, hacer deporte con frecuencia, quedar con nuestros amigos, etc son algunas buenas prácticas recomendadas por personas con experiencia.

Si somos capaces de armonizar un intenso trabajo profesional y una dedicación real a nuestra familia y amigos lograremos vivir una vida digna de este nombre y, sin duda, habremos ganado la batalla a depresiones, estrés, afecciones cardiovasculares y otras enfermedades desgraciadamente en aumento.

domingo, 23 de junio de 2013

Negociar es comunicar.

Cuando nos planteamos una negociación lo que buscamos es convencer a la otra parte y lograr nuestros objetivos. 

Además de beneficios económicos, una negociación suele suponer un refuerzo a nuestra capacidad profesional y ampliar las relaciones con otras personas, habitualmente clientes y proveedores.

Lograr buenos resultados en una negociación no garantiza que eso vaya a ser siempre así. Cada negociación es diferente y depende de sus circunstancias. 

Pensando sobre casos de buenas negociaciones uno puede identificar buenas prácticas. 

Una básica y que conviene considerar siempre: no existe negocio bueno que lo sea sólo para una parte. Ambas partes deben obtener beneficios con el acuerdo.



Otro elemento relevante es la comunicación no verbal. En una negociación, sin duda, las palabras son importantes pero no debemos infravalorar el tono de la voz, los gestos, las manos, etc, es decir, nuestro lenguaje no verbal. 


Por tanto, cuando fracasemos en una negociación examinemos nuestras palabras pero también nuestros gestos porque, en muchas ocasiones, comunicamos mejor con nuestro ser que con las palabras que salen de nuestra boca. 

Una vez más, comunicar es un arte. 

Y no sólo es cuestión de palabras. Comunicamos, también, con nuestros gestos, nuestras manos, nuestra mirada… Somos personas.

miércoles, 19 de junio de 2013

Confiar en las personas con quienes trabajamos.

En los tiempos que corren preguntarse si muchos protagonistas de la economía y de la política actúan sin principios ni valores, sin normas éticas y morales, puede parecer una estupidez… Su ausencia, en muchas ocasiones, es demasiado evidente. 

Toda organización debiera contar con una declaración de sus principios y valores, expresada con tal claridad que no fuera necesaria ningún tipo de interpretación.

Para definir el rumbo de una organización es preciso distinguir lo pasajero y efímero de lo perdurable y trascendente.

Por ello es preciso sustentar el desarrollo en bases sólidas. 

El compromiso en torno a esos principios y valores resulta crucial si queremos disfrutar de una cultura sólida que es mucho más que palabrería barata en forma de frases ingeniosas y grandilocuentes que, a veces, se obliga a los colaboradores a repetir como papagayos.

Utilizar los principios y valores como guía de nuestro trabajo supone un desarrollo tanto para la organización como para las personas. 

En tiempos de crisis, nos ayudan a superarlas y a aprender, a fortalecernos en la adversidad. 

Sin valores asentados, sin culturas solventes, se puede subsistir. Pero, a la menor crisis, vamos a salir debilitados, desgastados, empobrecidos…

Uno de estos principios y valores es la confianza en las personas con quienes trabajamos.

Y se suele concretar en la delegación.

Delegación y control son palabras afines y complementarias.

La delegación es fácil de entender pero difícil de practicar. 

Algunos consideran que si delegan pierden estatus y poder…Otros no delegan porque desconfían de los demás. 

De la verdadera delegación nace el compromiso, la motivación y las mejores prácticas en dirección de personas. 

Lo importante no es el cuánto sino el cómo. A mejor delegación, más responsabilidad y mejor servicio al cliente. 

Quienes saben delegar tienen más tiempo para pensar en los próximos pasos de la organización, en la estrategia. A veces, quienes más se quejan de no tener tiempo para pensar son quienes no quieren o no saben delegar. No confían en sus colaboradores.

En un entorno cambiante, de cuestionamiento de modelos, es el mejor momento para conocer y fomentar las ventajas competitivas implícitas en la participación, en la responsabilidad, y, sobre todo, en la confianza en las personas con quienes trabajamos.

jueves, 13 de junio de 2013

Nala y Simba.

Esos eran los nombres de nuestros perros. 

Llegaron a casa cuando mis hijos mayores tenían cinco y seis años y por entonces la película infantil de moda era “El Rey León”… "Hakuna Matata vive y deja vivir", "Hakuna Matata,  vive y sé feliz", etc... y toda esa filosofía animal de la que tanto se puede aprender.

De cachorros, estos perros de raza golden parecían leones.

Formaron parte de nuestra familia y nos acompañaron en nuestro periplo de Chile a México…Siete niños y dos perros…Novelable.

Recuerdo con cariño muchas anécdotas de Nala y Simba, todas entrañables, y de su singular colaboración en la educación de nuestros hijos. Jugaban como uno más, nos acompañaban cuando paseábamos; nos protegieron y defendieron cuando fue necesario. 

Me gustaba observarles porque, muchas veces, me sorprendían con su comportamiento. 



Hoy me he acordado especialmente de ellos al releer unas notas que tomé en un curso sobre la importancia del aprendizaje permanente, continuo. 

Se puede (y se debe) aprender siempre. De personas, circunstancias y también de nuestras mascotas, de nuestros perros:

Nunca dejan pasar la oportunidad de salir a pasear. Disfrutan las caminatas.
Cuando alguien a quien quieren se aproxima, corren para saludarle y demostrarle alegría por su llegada.
Cuando toca, son obedientes.
Advierten a quien se atreva a invadir su territorio.
Son leales.
Comen con gusto y no se quejan…No perdonan la siesta y se estiran al despertar.
Corren, saltan y juegan habitualmente.
Evitan morder cuando el incidente puede solucionarse con un simple gruñido.
En los días cálidos, se acuestan sobre su espalda en el césped. En los días calurosos, beben mucha agua y descansan bajo un árbol frondoso o en su rincón preferido.
Cuando se sienten contentos, balancean su cuerpo.
Dan cariño y dejan que les acaricien quienes les quieren.
Cuando alguien tiene un mal día, guardan silencio, se sientan cerca de él  y le hacen sentir que están con él…

En fin, esto y mucho más. 

Lo dicho, podemos y debemos desarrollar nuestra actitud de aprendizaje, escuchando mejor a las personas, analizando las circunstancias que vivimos y, también... observando el comportamiento de nuestras mascotas.

jueves, 6 de junio de 2013

Hoy.

Solemos esperar una ocasión especial para hacer aquello que tenemos pendiente desde hace tiempo como hablar con un amigo al que no vemos desde años, llamar por teléfono a un familiar, celebrar un logro… Sólo en los funerales recuperamos la perspectiva, y nos dura poco… Esperamos eternamente ese tiempo oportuno para superar nuestras habituales conversaciones, superficiales, sobre política,  la crisis, el fútbol…

Es muy probable que ese momento no llegue nunca. A la espera de ocasiones especiales para hablar con quien no lo hacemos hace tiempo, se nos puede pasar la vida. 

Todo momento es especial si lo sabemos considerar como tal. El momento más importante es hoy, el que estamos viviendo. 



Vivir plenamente cada minuto de nuestra vida como si fuese el más importante, el último, es vivir de verdad y no vivir a medias, esperando ilusorios momentos oportunos.

Cada hora, cada minuto, cada segundo es una oportunidad irrepetible para hacer. 

Ahora es el mejor momento para comenzar a leer, aunque sea poco a poco, esos libros que tengo, apilados,  pendientes de leer desde hace…años; ahora es el mejor momento para proponerme pasar más tiempo con mi familia y no engañarme esperando la llegada del próximo puente o de esas soñadas vacaciones que nunca llegan…

La vida es una sucesión de momentos sencillos en los que se puede disfrutar, siempre, de las cosas pequeñas que, torpemente, solemos reservar sólo para cuando tenga tiempo… Este tipo de expresiones como "más adelante", "algún día", "en otro momento" debieran desaparecer de nuestro vocabulario o restringir su uso al mínimo.

Habitualmente, personas que se distinguen por su logro profesional suelen descuidar la atención a su familia. Es una de las paradojas de nuestro tiempo. ¡Cuánto mejorarían sus vidas si mostraran la misma diligencia que en sus asuntos profesionales!

Dejar para un mejor momento todo aquello que agregue amor, alegría, a nuestras vidas es arriesgarnos, en la mayoría de las ocasiones, a no hacerlo. Hoy es siempre todavía.

sábado, 25 de mayo de 2013

La última lección de un maestro.

Don Sebastián tenía un primer apellido impronunciable (para mí). Mucha consonante y poca vocal…

Su historia -o más bien, la de su familia- era novelable. 

Hijo de un marinero holandés que se quedó en tierra por amor. A comienzos del siglo pasado su barco hizo una escala técnica en Valparaiso, y conoció a una joven con la que compartió el resto de su vida.

Don Sebastián fue un profesor querido y respetado, auténtico prestigio. 

Me distinguió con su amistad y, el día de su última clase en la escuela de negocios en la que trabajaba, me invitó. 

El aula estaba repleta y había expectación sobre cuál sería el tema que trataría el maestro en su última clase. 

Cuando entró en el aula le recibimos con un caluroso aplauso. A veces, uno expresa mejor los afectos de esta forma tan primaria. Había mucho que agradecer. Casi cincuenta años educando personas.

Don Sebastián, de pie, con un dominio escénico total, nos miraba atentamente hasta que el silencio fue total, y dijo: Vamos a hacer un experimento.

Debajo de la mesa sacó un recipiente de vidrio de unos cinco litros, que puso encima con mucho cuidado. 

Luego sacó unas piedras, del tamaño de las pelotas de tenis, y las introdujo, ceremoniosamente, una por una, en el gran tarro.

Cuando el recipiente se llenó hasta el borde y era imposible agregarle una sola piedra más, levantó lentamente los ojos y nos preguntó:

¿Les parece que el tarro está lleno?

Todos respondimos que sí.

Esperó unos segundos e insistió: ¿Están seguros?

Entonces,  se agachó de nuevo y sacó de debajo de la mesa un recipiente lleno de piedrecillas. 

Con mucho cuidado, agregó las piedrecillas sobre las piedras grandes y sacudió ligeramente el tarro. Las pequeñas piedras se infiltraron entre las grandes, hasta el fondo del tarro.

El maestro levantó nuevamente los ojos hacia su auditorio y reiteró su pregunta:

¿Les parece que el tarro está lleno?

Esta vez, uno de los presentes que ya había captado su mensaje respondió: ¡Probablemente no!

Bien, sentenció Don Sebastián.

Se agachó nuevamente y esta vez sacó de debajo de la mesa una bolsa de arena. 

Con mucho cuidado agregó la arena al tarro. La arena rellenó los espacios existentes entre las piedras y las piedrecitas. 

Una vez más, preguntó: ¿Les parece que el tarro está lleno?

Esta vez, sin pensarlo dos veces y al unísono, respondimos:

¡No!

¡Bien!, afirmó nuestro querido profesor.

Y tal y como se esperaba, cogió la botella de agua que estaba sobre la mesa y llenó el recipiente hasta el tope. Don Sebastián levantó entonces los ojos hacia los presentes y preguntó:

¿Qué gran verdad nos demuestra esta experiencia?

Inmediatamente alguien que estaba sentado en las primeras filas respondió:

Esto demuestra que incluso cuando creemos que nuestra agenda está completamente copada, si lo deseamos realmente, podemos agregar más citas, más cosas para hacer.

No, respondió el maestro con un aire de contrariedad. 

No es eso. La gran verdad que nos muestra esta experiencia es que si uno no mete, en primer lugar, las piedras grandes en el tarro, difícilmente las podrá introducir después.

Hubo un gran silencio, y de pronto un gran aplauso.

Don Sebastián pidió silencio con un gesto, y dijo: En tu vida ¿cuáles son las piedras grandes? : ¿la salud? ¿el matrimonio? ¿los hijos? ¿los amigos? ¿el dinero? ¿el trabajo? ¿la formación? ¿una vida cómoda? ...

Que cada uno lo piense.

Lo importante es identificar esas piedras grandes y meterlas -en primer lugar- en el recipiente de nuestra vida. Si no, uno se arriesga a no lograr... la vida. 

Si uno le da prioridad a las piedrecitas, a la arena, uno llenará su vida de cosas menores y no realizará las importantes.

Entonces no olviden la pregunta, repito:

¿Cuáles son las piedras grandes en mi vida?

Y no se olviden de introducirlas, inmediatamente, y en primer lugar, en el tarro de sus vidas.

Orden en las ideas, orden en los afectos, orden en las actividades.

Esta es la única tarea para hoy. La clase ha terminado. 

Y se fue.