@MendozayDiaz

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lunes, 27 de mayo de 2019

El silencio en la educación.

Publicado en "Diario de León" el domingo 26 de mayo del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/silencio-educacion_1338236.html

Las circunstancias actuales del mundo parecen haber dejado de lado esta recomendación. La vida de hoy exige al hombre mucho movimiento, muchas palabras, ir, venir, tratar, volver, hablar, hacer. Hay una idea entrañable vivida en la tradición occidental que vuelve a aparecer en las técnicas actuales de formación del hombre: la idea del silencio. Es una de las técnicas más difíciles. Es tan duro tener nuestros labios cerrados… Con el nombre de silencio entendemos aquí generalmente una prudente discreción en el uso de la palabra, de manera que uno calle cuando no deba hablar, y hable cuando no deba callar. Hablar lo justo y necesario; ni una palabra superflua. De aquí que el silencio no signifique ausencia de comunicación o ausencia de palabra, sino ausencia de palabra vana. El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras.

El lenguaje expresa fielmente la ética de las formas. Hay un “lenguaje del vestido”, como hay un lenguaje del desaliño. Una juventud que, por sistema, se disfraza de granuja, más pronto o más tarde tendrá costumbres de granuja... Hay una historia. Tenemos numerosos y, para algunos, célebres predecesores. Los cínicos: los hippies de la Antigüedad. No les repugnaba copular en público (de ahí el sobrenombre de “cínico”: cunos, perro). El amor sin belleza no es más que sexo, y el dinero sin las formas no siembra más que odio. La avispa que ha nacido proveída de un buen aguijón piensa -y es una reacción lógica- que puede clavarlo donde le guste. Sin embargo, aprenderá que hay cosas en las que el aguijón no entra; otras, que se dejan penetrar suavemente; otras, en fin, que al permitir la entrada del aguijón acaban con la vida de la propietaria de esa arma pequeña y, en el fondo, inofensiva. Un joven tiene muchas veces, salvando las distancias, las mismas experiencias que una avispa.

Las palabras, como signos de las cosas, lo que hacen es evocar en nosotros las cosas mismas de las cuales son signos las palabras. Si la palabra, en lugar de aclarar el mensaje de las cosas, entorpece la posesión directa de la verdad, entonces sobra, está de más. La esencia de la actividad educativa carga su acento precisamente en la palabra como signo que expresa el concepto interior. La palabra al servicio de la idea.

El colegio complementa la formación que, primera y fundamentalmente, ha de darse en casa. Los padres son siempre los principales educadores de sus hijos. En los últimos tiempos se está generalizando la tendencia a resignar esta ineludible responsabilidad de la educación de los hijos al colegio, o a la universidad, en su caso, considerándolos como los principales, si no únicos, educadores de la juventud. Es verdad que muchas de estas buenas maneras pertenecen a un pasado en el que respetábamos la blancura de las paredes y, para las expansiones gráficas, utilizábamos las pizarras; en el que tratábamos de que nuestro lenguaje se distinguiera del tabernario y estuviera a la altura de-lo-que-se-esperaba-de-nosotros. Tiempos en que la corrección debía ser silenciosa, esto es, que debía recibirla el alumno sin proferir palabra, sin gritar, sin quejarse, sin murmurar; pues de lo contrario, manifestaría que no la recibe voluntaria ni respetuosamente.

La corrupción de la lengua es uno de los factores más eficaces de corrupción social. El profesor ha de mirar no lo que a él le conviene, sino lo que le conviene al alumno. Al profesor corresponde una orientación altruista en la que, vuelto de espaldas a su propio yo, se entregue al perfeccionamiento de los demás. Son el silencio, la vigilancia y la prudencia de un profesor los que establecen el orden en una clase y no los gritos y, muchos menos, las actitudes agresivas. Muchos profesores, y también muchos padres, sabemos que una mirada es en ocasiones más eficaz que cualquier palabra.

martes, 5 de marzo de 2019

El arte de la convivencia.

Un ejemplo clásico, muy descriptivo. Varios erizos se encuentran, y obedeciendo al instinto natural de estar juntos para calentarse entre sí y no sufrir el frío, se estrechan unos contra otros. Pero en este momento se dan cuenta de que así cada uno pincha a los demás. Entonces se separan. Más tarde hacen un nuevo intento de acercamiento, llevados por la necesidad de huir del frío; de nuevo notan la experiencia desagradable de los pinchazos. Finalmente encuentran una distancia media: así se calentarán algo y al mismo tiempo no se pincharán. Es entonces cuando queda constituido un orden social. El respeto a las ideas ajenas siempre supone las ideas propias. Lo mejor es enemigo de lo bueno.

En España es, por desgracia, muy corriente el menosprecio, el desdén y hasta el odio hacia los que no piensan lo mismo que uno, y ésa es la causa primera de la falta de convivencia auténtica entre los españoles. Veo con desagrado cómo se están obturando posibilidades abiertas, se van exacerbando las diferencias y las pugnas de intereses, en perjuicio de todos ellos; se abre paso la mentira y se pierde todo respeto a la verdad. Se ha empezado a llamar “fascismo” a cualquier cosa. Desde-el-otro-lado, se ha generalizado el nombre “populista” o “podemita” hasta cubrir todo lo que no sea “fascista”.  Se atiende, sobre todo, a lo político; ante una persona, no se mira si es simpática o antipática, guapa o fea, inteligente o torpe, decente o turbia, sino si es de “derechas” o de “izquierdas”. El ambiente está cada vez más enrarecido: se dicen cosas atroces, absurdas, que causan vergüenza si se conserva la cabeza clara y un mínimo de decencia.

Hoy, en muchos países, está rota la unidad interior, porque algunas ideologías han roto la conciencia unitaria de la sociedad, y han producido un enfrentamiento de los ciudadanos que están enfrentados, radicalmente, porque su oposición arranca de maneras incompatibles de entender la vida. La fuerte y pertinaz proclividad de los españoles al adanismo, al gusto de comenzar algo como si en relación con lo que se hace nada se hubiese hecho o nada hubiese existido antes. La envidia. Este vicio cainita, que es la negación del diálogo, de la porosidad, de la comprensión, de la justicia y del trabajo en común, ha venido minando durante centurias las energías de nuestro pueblo. Llevamos demasiado tiempo reduciendo la ética a un casuismo farisaico y perturbador. La línea del bien es la del amor y la justicia; la línea del mal es la de la envidia y el odio. Ahí donde asoma la gratuita hostilidad hacia el otro está el máximo disolvente espiritual. Todo esto me parece lo contrario de lo que necesitamos.

Los nuevos tiempos requieren una nueva moral adecuada a los problemas de nuestra sociedad liberada-de-los-antiguos-prejuicios. Casi todo lo que se oye en muchas tertulias o predican los-influencers-de-moda es interesante para pasar el rato y diagnosticar a los protagonistas; pero no es razonable. Por miríadas se cuentan los escritores que, a pesar de su enciclopédica ignorancia y de su vaciedad especulativa, son prodigiosos artistas de la palabra. Son los especialistas de la emoción. Nuestros intereses, nuestros deseos, nuestros estudios, nuestro nacimiento, nuestro estado de ánimo, nuestra propia anatomía y las presiones sociales son otras tantas tentaciones de falsificación, ceguera, desvío y error. Hay que desposeerse de lo que no es racional para la aventura del pensamiento. La vida tiene un elemento de urgencia: sobre todo, porque una demora en aclarar algunas cosas puede significar que se cierren posibilidades que condicionan lo que va a ser el mundo durante mucho tiempo. Grandes desastres de la humanidad se podrían haber evitado si se hubiese ejercitado algo más y adecuadamente el pensamiento.

Se planea, por ejemplo, cualquier reforma de nuestra Constitución. ¿Se asegura así el éxito?: de ninguna manera. Todo depende de quien la lleve a efecto. La vida tiene siempre ángulos imprevisibles, meandros incógnitos que necesitan soluciones vitales. Para vivir ampliamente, generosamente, los pueblos, como los individuos, necesitan su estilo. Quizá España necesite un nuevo contrato social. O no. O, sencillamente, baste con mejoras, con nuevas formas de hacer política, capaces de construir un proyecto que genere ilusión a la mayoría de los ciudadanos. Donde lo importante sea el contenido, el qué se hace y el cómo se hace. El deterioro de las instituciones españolas no tiene su raíz en el texto constitucional.

Siempre he creído que, si la democracia no está inspirada por el liberalismo, por la llamada a la libertad, por su constante estímulo, pierde su justificación y acaba por convertirse en un mecanismo -más poderoso que otros- de opresión. El liberalismo se inscribe en este campo del humanismo, tanto en sus concepciones primarias como en su ideología política y su teoría económica. El resultado de esta manera de entender la libertad será el exclusivo protagonismo del hombre. Frente al espíritu de conflicto preconiza el espíritu de acuerdo: interdependencia, paz y bien común. Y, en mi opinión, la gran institución vinculativa es la Patria, capaz de resolver antinomias. La democracia consiste en que las mayorías ejercen el poder, y respetan a las minorías, sobre todo el derecho a intentar convertirse en mayorías; si esto se abandona, no hay democracia.

Publicado en "Diario de León" el martes 5 de marzo del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/arte-convivencia_1318613.html

lunes, 25 de febrero de 2019

Mejorar la democracia.

Dicen que la mejor forma de Estado es aquella en que el pueblo se gobierna a sí mismo. Como en los grupos de muchos individuos tal autogobierno directo es irrealizable, los ciudadanos han de elegir a sus representantes por mayoría de votos; a su vez, esos diputados tomarán decisiones también por mayoría; tales decisiones serían el reflejo de la voluntad general. Este modelo puede revestir muy diversas modalidades, la dominante hoy es la partidocracia, es decir, aquella en que el sufragio es encauzado -casi exclusivamente- por los partidos. Es un sistema de gobierno en que, de vez en cuando -generalmente cada cuatro años- se permite que el electorado decida cuál de las distintas oligarquías en pugna va a gobernar. Y dichas oligarquías, que son las cúpulas de los partidos, en muchos casos, se forman por cooptación y tienden a ser cada vez más cerradas. Consecuentemente, lo de la soberanía popular y la fiel representación de la voluntad general, en muchos casos, es simple retórica, incompatible con una teoría racional del Estado.

Nos encaminamos hacia un mundo en que la demagogia será cada vez menos rentable, porque el “demos” es más capaz de pensar y de respetar a los que lo hacen con desinteresado espíritu de verdad. Hasta hace muy poco tiempo no existían los formidables medios de comunicación con que ahora contamos. Conectar con miles o millones de personas para inquirir su opinión y que miles o millones de personas conecten con los centros de decisión para hacerla llegar, conservar ordenada y operativamente infinidad de datos, y conocer, en el acto y a escala mundial, cualquier suceso, son realidades relativamente nuevas y recientes. La representación política, que nació para establecer relación entre ámbitos, esferas y personas distantes entre sí -hacer presente es representar-, y para aportar datos y aspiraciones donde correspondiera, sigue, en esencia, bajo la concepción anterior a los nuevos fenómenos de comunicación. En pocas palabras: mientras la ciencia ha revolucionado montones de cosas directamente afectantes al hecho político, las formas políticas han permanecido invariables, nadie se ha dado por aludido. No es éste un alegato contra la representación política. Nada más necesario que su existencia. Pero cabe pensar que el cambio tecnológico la ha de afectar de alguna manera en cuanto a su concepción, fines y formas.

Lo decisivo en una democracia no es tanto designar al mando cuanto fiscalizar su comportamiento. El poder tiende al cinismo, a la palmada en la espalda y a la zancadilla cuando te descuidas; zancadilla de pierna anónima, naturalmente. El ejercicio del poder con una cultura patrimonialista que se refuerza por las altas cotas de impunidad. Otorgamiento de subvenciones, selección de personal, irregularidades en contratación, financiación de los partidos políticos. Son algunas de las manifestaciones de estas prácticas. El respeto a las normas y procedimientos es un cauce para fortalecer la calidad democrática y devolver la confianza a los ciudadanos en el sistema político. Se intentaría evitar así la formación de una élite política desvinculada de los intereses y de la realidad de la sociedad a la que representa, una verdadera “clase política” en donde sus miembros empiezan desde su juventud a depender económicamente de su cargo político, con las consecuencias que todo ello acarrea.

La calidad democrática debe comprender un enfoque amplio, que incluye no solo controles electorales y del poder político, sino también los objetivos y resultados concretos que advienen de un modelo político democrático, los cuales envuelven la igualdad socioeconómica, el bienestar y la justicia social, entre otros elementos que posibilitan el desarrollo de los niveles de vida de los ciudadanos y traducen la idea de un verdadero buen gobierno. Iniciativas dirigidas a conseguir más inteligibilidad del proceso político, más transparencia y participación o más responsabilidad y rendimiento de cuentas. Analizar la calidad de la representación implica, también, discutir sobre el sistema electoral que da lugar a una mejor representación de los ciudadanos (proporcional o mayoritario), el tipo de circunscripción (distritos, provincial, autonómica, nacional…), la forma de presentar las candidaturas (cerradas, bloqueadas o no…), qué rasgos sociales deben reflejar (sexo, territorio, etnia, clase, etc.), cuál es el apoyo que legitima para ser representante, o de qué forma pueden los representados controlar la actividad de los representantes durante su mandato.

La descentralización del poder político no conlleva más democracia, pero si puede incrementar la calidad en su ejercicio: cuanto más cercana sea a la ciudadanía la instancia que ejerce el poder de decisión, se genera un mayor apego ciudadano y es mejor valorado por los mismos. Y es así porque sus decisiones van a estar muy pegadas a los problemas reales que vive la ciudadanía. El poder político autonómico tenía una gran oportunidad de construir unas administraciones modernas, eficaces y cercanas a los ciudadanos. Es cierto que consiguieron frutos importantes, muy especialmente en los primeros años de desarrollo del Estado de las Autonomías. Pero también lo es que la apuesta final no ha sido, en general, por la eficacia, la profesionalidad y la solidez. Ha dominado el interés político de disponer de estructuras-administrativas-acomodaticias.

Una convicción muy arraigada: que la democracia solo es fecunda cuando está inspirada en el liberalismo, es decir, por la decisión de tener en cuenta a los demás. El ejercicio del poder, logrado democráticamente, es legítimo, pero puede llevar fácilmente a la prepotencia -abuso del poder y alarde de él- y convertirse así en un modo de opresión legal, lo cual es grave, porque desvirtúa el principio vivificador de la democracia misma.

Publicado en "Diario de León" el viernes 22 de febrero del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/mejorar-democracia_1315845.html

miércoles, 30 de enero de 2019

Nosotros.

Resulta un espectáculo triste el de tantos matrimonios que comenzaron llenos de ilusiones y que al cabo de un poco tiempo (unos pocos años o quizá unos pocos meses) van languideciendo, para convertirse en una especie de obligada sociedad de dos personas aburridas; así como da gozo contemplar el espectáculo de algunos matrimonios a los que las arrugas, las canas e incluso los achaques de la vejez no han amortiguado la unión íntima entre dos personas que emprendieron el camino de la vida unidos por el amor y que a lo largo del camino el amor se les fue haciendo más intenso.

No es fácil dar recetas que solucionen las situaciones conflictivas en el orden afectivo ni en el social; pero si el marido estuviera siempre dispuesto a comprender los motivos que su mujer tiene para reaccionar de tal modo, y la mujer estuviera siempre dispuesta a hacerse cargo de los motivos que su marido tiene para comportarse de tal o cual manera, el pequeño sacrificio de cada uno vendría a ser como un continuo riego de amor entre los dos. Valdría la pena considerar el valor que tiene en la vida familiar el constante intento de comprenderse unos a otros, el marido a la mujer, la mujer al marido, los padres a los hijos. La condición primera para un influjo eficaz es colocarse en-el-lugar-del-otro: ponerse en su lugar. En el fondo de muchos trastornos psíquicos de los que tanto abundan en la sociedad actual, se encuentra el descontento de la vida, que tiene su origen en una familia constituida por padres insatisfechos, tristes, nerviosos; es decir, por padres que viven una vida decepcionada íntimamente, se cuiden o no de disimularlo.

La vida es corta. Pero es muy ancha. No pueden hacerse muchísimas cosas, pero las que se hacen, pueden hacerse bien. Creo que eso es suficiente para tener una vida plena. Creo que la gente se estanca en la comodidad. Pero lo que ha olvidado es ser feliz. Solo esperan que les toquen buenas cartas. Pero la felicidad está en el camino, en-el-durante, en el juego. No se puede estar esperando toda la vida. Como le gusta recordar a mi amigo Mariano: o encontramos nuestra felicidad en lo cotidiano o no la encontraremos nunca. En Santiago de Chile tuve la suerte de conocer a un señor que celebró sus setenta años de casado y recuerdo como dijo, con esa simpatía que le caracterizaba, que lo más importante para perseverar en el amor era comenzar el día desayunando juntos. O aquel otro matrimonio, a quien también tuve la suerte de conocer, que, en la madurez de la vida, afirmaban que "ahora nos queremos más, mucho más, que cuando éramos novios"… Hace falta ser pacientes para poder convivir, para sobrellevarnos y para que el sobrellevarnos sea profundidad en la convivencia, en la participación de la vida. A veces la sabiduría más necesaria es saber sobrellevarnos, porque entonces el amor crece.

A mí me gusta dar buenas noticias sobre la familia porque para dar las malas se bastan algunos medios que parecen ignorar que la familia es algo natural, próximo, en cuyo seno nacemos, nos desarrollamos y nos amamos. Eso no es una quimera, sino una institución donde nuestros mejores impulsos encuentran adecuada respuesta. A veces dedicamos más tiempo a hablar de los matrimonios rotos en vez de los millones de parejas que viven fielmente su entrega, lo cual no quiere decir que la familia no esté pasando por sus momentos más bajos, pero sería bueno que de vez en cuando se hiciera una referencia a la realidad de que la gente se quiere, que los hijos respetan a los padres y que las parejas que perseveran son más de las que aparecen en la prensa rosa.

He conocido personas interesantes que trabajan en un ambiente de egolatría y vanidades, sometidas a grandes tensiones, y que su refugio es la familia. Prioridad absoluta que en la vida de muchos ha tenido, y sigue teniendo, la familia. La necesidad de estar integrado, el convencimiento de que la familia es la comunidad ideal para que el hombre y la mujer puedan desarrollar sus capacidades de amar y ser amados. A veces calificamos de problemas lo que es el devenir normal de la vida. No hay derecho a que nos quejemos cuando tres partes de la población mundial estarían felices de tener los problemas que tenemos muchos de nosotros… Es más, a veces, los problemas mantienen vivo el matrimonio.

Esta comunidad que instaura el matrimonio, este “nosotros”, es mucho más que la mera convivencia; no es sólo un estar “junto a” o “con” el otro cónyuge. No es suficiente esto para definir la comunidad matrimonial. El “nosotros” que funda el compromiso matrimonial se ubica en un terreno más profundo. El cónyuge no da al otro lo que le corresponde, ni más de lo que le corresponde y ni siquiera más de lo que nunca hubiera podido soñar, porque no es cuestión de cantidades, sino de amor conyugal. El “nosotros” matrimonial está formado por todo lo de ambos, porque todo se pone en común y renace como “lo nuestro”. Del “tú y yo” al “nosotros”.

Publicado en "Diario de León", hoy, 30 de enero del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/nosotros_1310203.html

martes, 25 de diciembre de 2018

La guerra al estrés.

Durante los últimos meses, casi todos los periódicos han publicado en sus suplementos de fin de semana algún artículo o reportaje sobre el aumento de las enfermedades psiquiátricas por exceso de trabajo. Ya no son enfermedades como úlceras, gastritis o cefaleas, sino serios trastornos psicosomáticos como las depresiones. Las causas de este tipo de enfermedades, en muchos casos, se encuentran en la enorme presión social y laboral que se ejerce en los colaboradores de muchas organizaciones. Ahora con la crisis más, pero, antes, también. La presión por cumplir los objetivos, por ganar una compensación extraordinaria, la ambición legítima por un ascenso que supondrá un mayor sueldo y un mayor reconocimiento social, pretensiones muy legítimas, pueden desequilibrar nuestra vida.

Lo mejor es luchar por mantener un equilibrio entre familia y trabajo. Trabajar en horarios adecuados, intentar llegar a casa a una hora razonable para estar con nuestro cónyuge e hijos, comer con ellos algún día entre semana, aunque suponga para nosotros un esfuerzo por el desplazamiento de ida y vuelta, hacer deporte con frecuencia, quedar con nuestros amigos, etc. son algunas buenas prácticas recomendadas por personas con experiencia. Si somos capaces de armonizar un intenso trabajo profesional y una dedicación real a nuestra familia y amigos lograremos vivir-una-vida-digna-de-este-nombre y, sin duda, habremos ganado la batalla a depresiones, estrés, afecciones cardiovasculares y otras enfermedades desgraciadamente en aumento.

En las organizaciones, la guerra al estrés no sólo no ha sido abandonada, sino que se está viendo impulsada con más vigor que nunca. Y con nuevas armas. Si antes primaban las soluciones de grupo como los cursos de empresa, concebidos para que unos cuantos directivos aprendieran a controlar su ansiedad, hoy se combate ese mal con un enfoque más ambicioso. Se trata de actuar sobre el conjunto de la organización para mejorar el clima laboral. ¿Por qué este cambio de enfoque? Básicamente, porque en la sociedad actual, con organizaciones más cambiantes e inestables, el estrés se propaga como una plaga. Una plaga que las organizaciones, responsables en buena parte de este mal, no pueden combatir fácilmente. El estrés, que en las cadenas de montaje o en las grandes oficinas repletas de centenares de amanuenses producía, a lo más, un elevado nivel de ausentismo, hoy, atenta, sobre todo en las empresas de servicio, contra la esencia de estas organizaciones: contra la calidad de su servicio. Y, como consecuencia de ello, se reduce la competitividad y la productividad.

Este mal se ha extendido en la misma media en que las empresas se han ido poblando de puestos y funciones crecientemente sofisticadas. Ya no sólo afecta a las personas que tienen la responsabilidad de dirigir sino también a todos, a los operarios, muy castigados por los procesos de ajustes y reajustes a causa del cambio tecnológico y a la deslocalización. Durante años se pensó que el estrés se podía combatir adecuadamente de modo individual, o en pequeños grupos, pero ésa es una medida insuficiente ya que limitarse sólo a intentar entrenar a algunas personas para que sepan controlar su tensión y su ansiedad es un sistema caro y, en muchos casos, poco eficaz. Las técnicas de autocontrol o relajamiento, además de que no solucionan la raíz del problema que es una organización deficiente, un directivo insufrible, un trabajo mal planificado o unas pésimas relaciones laborales, acaban por olvidarse al cabo de unos pocos meses.

Las buenas prácticas aconsejan, además, el desarrollo de acciones sobre otros presupuestos. Se trata de analizar y, posteriormente, modificar en sentido positivo, la organización y las relaciones que originan una multiplicación de situaciones de estrés negativo entre los colaboradores de una empresa. La palabra clave es clima laboral. A partir del estudio de las deficiencias, se busca crear ese clima laboral que reduzca la tensión y estimule la satisfacción. Es relevante la creación de una cultura de empresa con la que los colaboradores se puedan identificar y que genere un cierto nivel de seguridad psicológica. Otros aspectos a considerar son la fluidez de la comunicación entre las personas, la estructura de la organización, el nivel de satisfacción que produce una tarea y, por supuesto, que las personas estén asignadas a posiciones de acuerdo a sus cualidades y formación.

Finalmente, la búsqueda de este clima laboral parece urgente por varias razones. Por un lado, porque la nueva forma de organización del trabajo y de las empresas (externalizaciones, trabajo temporal, movilidad, competencia interna, cambio continuo de objetivos y funciones, flexibilidad…) es una fuente inagotable de situaciones que generan estrés. Por otro, porque las organizaciones, en un escenario en el que los servicios desempeñan un papel cada vez más protagonista, necesitan encontrar vías que reduzcan la tensión y la ansiedad de sus colaboradores. No olvidemos que el capital básico de una empresa, y especialmente de una empresa de servicios, es su gente.

Publicado en "Diario de León" el lunes 24 de diciembre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/guerra-estres_1301985.html

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Tener un para qué.

Toda organización debiera contar con una declaración de sus principios y valores, expresada con tal claridad que no fuera necesaria ningún tipo de interpretación. Para definir el rumbo de una organización es preciso distinguir lo pasajero y efímero de lo perdurable y trascendente. Por ello es preciso sustentar el desarrollo en bases sólidas. El compromiso en torno a esos principios y valores resulta crucial si queremos disfrutar de una cultura sólida que es mucho más que palabrería barata en forma de frases ingeniosas y grandilocuentes que, a veces, se obliga a los colaboradores a repetir como papagayos. Utilizar los principios y valores como guía de nuestro trabajo supone un desarrollo tanto para la organización como para las personas. En tiempos de crisis, nos ayudan a superarlas y a aprender, a fortalecernos en la adversidad. Sin valores asentados, sin culturas solventes, se puede subsistir; pero, a la menor crisis, vamos a salir debilitados, desgastados, empobrecidos. La famosa frase: quien tiene un para qué siempre suele encontrar un cómo…

Sobre este asunto recomiendo el libro del profesor Lorenzo Bermejo Muñoz: “El gobierno de las instituciones universitarias. Un enfoque orientado a la misión”. Propone un modelo de gobierno orientado a la implantación efectiva de su misión, alineada a su identidad y a la naturaleza de dichas instituciones; pero, en general, sus propuestas son aplicables a cualquier tipo de organización. De él se derivan, para quienes tienen la responsabilidad de gobernarlas, una serie de recomendaciones a nivel estratégico y operativo, y la necesidad de ejercer un liderazgo que aliente e incentive, en las personas que las integran, el adecuado esquema de motivaciones para que sus decisiones y acciones tengan a la misión como referencia. Podría definirse la misión como el “para qué” de cada organización. Una guía para la actuación de los empleados y un elemento de evaluación respecto a su adhesión. La misión es una herramienta útil para formular e implementar una estrategia. La misión ayudará a no perder el foco. Establece un marco de referencia. Representa el compromiso de la organización con unos fines determinados. Una-especie-de-pegamento-cultural.

Uno de los mejores medios para lograr nuestros fines es promoviendo la confianza en las personas con quienes trabajamos. Si una organización quiere desarrollarse, la confianza tiene que ser algo más que un tema de conversación, tiene que ser el centro de todas sus actividades. Las organizaciones no pueden convertirse en junglas en las que sólo sobreviven los más fuertes, en las que diariamente hay que vivir preparado para la batalla. De la misma manera que una gran confianza reduce los conflictos entre los colaboradores, aumenta la productividad y estimula el crecimiento, unos bajos niveles de confianza afectan negativamente a las relaciones, impiden la innovación y entorpecen el proceso de toma de decisiones. Los colaboradores de las organizaciones en las que hay un bajo nivel de confianza trabajan normalmente en condiciones de mucho estrés, dedican una buena parte de su tiempo a cubrirse las espaldas, justificando decisiones del pasado y realizando cazas de brujas o buscando cabezas de turco cuando algo no funciona. Esto les impide centrarse en el trabajo, y hace imposible que haya un intercambio de ideas que dé como resultado soluciones innovadoras. La confianza en las organizaciones es como el amor en la pareja, une a las personas y las hace más fuertes. Permite ser uno mismo y defender las opiniones sin preocuparse por el rechazo. Cuando se vive la confianza en cualquier relación, la convivencia siempre es mejor.

La confianza es uno de los valores más importantes para el buen funcionamiento de cualquier organización. Y se suele concretar en la delegación. Delegación y control son palabras afines y complementarias. La delegación es fácil de entender, pero difícil de practicar. Algunos consideran que si delegan pierden estatus y poder…Otros no delegan porque desconfían de los demás. De la verdadera delegación nace el compromiso, la motivación y las mejores prácticas en dirección de personas. Lo importante no es el cuánto sino el cómo. A mejor delegación, más responsabilidad y mejor servicio al cliente. Quienes saben delegar tienen más tiempo para pensar en los próximos pasos de la organización, en la estrategia. A veces, quienes más se quejan de no tener tiempo para pensar son quienes no quieren o no saben delegar. No confían en sus colaboradores.

La función directiva es una tarea esencial en el seno de cualquier organización, independientemente del objeto al que se dedique. Tanto es así que, si una organización no funciona, lo primero que cabe pensar es que quienes tiene la responsabilidad directiva no cumplen de manera adecuada con su función, que es garantizar su buen funcionamiento. La calidad de un directivo depende de la cantidad de poder que necesita ejercer para que sus órdenes sean efectivamente cumplidas. O lo que es lo mismo, no necesitará ejercer el poder para su acción directiva, cuanto mayor sea la autoridad otorgada por las personas a las que gobierna y dirige. El liderazgo es un factor vital en la implantación efectiva de una misión por parte de quienes las gobiernan y dirigen. En un entorno cambiante, de cuestionamiento de modelos, es el mejor momento para conocer y fomentar las ventajas competitivas implícitas en la participación, en la responsabilidad, y, sobre todo, en la confianza en las personas con quienes trabajamos.

Publicado en "Diario de León" el martes 27 de diciembre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/tener_1295485.html

viernes, 9 de noviembre de 2018

Un buen jefe.

El cambio aparece como una constante para todas las organizaciones, habitualmente generado por nuevas necesidades de las personas y empresas o por cambios legales. La presencia y el dinamismo de muchos competidores aconsejan que estos cambios sean rápidos y oportunos. Algunas organizaciones no tienen conciencia de que quien no avanza retrocede y, por tanto, pudiera peligrar la continuidad de su organización. La explicación de esta situación suele tener múltiples causas, pero hay una, no tradicional, que son los malos jefes.

Estos individuos se suelen caracterizar por valorar excesivamente los estudios formales. Se pasan la vida en los seminarios de moda y leyendo el material que allí les venden. Dominan el lenguaje técnico de gestión. Son excelentes para iniciar y permanecer analizando situaciones que nunca llegan a concretar; por ejemplo, haciendo largos listados de fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas respecto a la posición competitiva, sin llegar nunca a definir un plan de acción. Suelen ser bastante soberbios, muy pagados de sí mismos, se auto citan constantemente y reaccionan mal cuando se les contradice, no se les celebra sus ocurrencias o, simplemente, se tiene otra opinión. ¿Identifica usted a algún dirigente de su organización con estas características? Si es así o peor todavía, si hay varios, le tengo una mala noticia: con ellos, será difícil mejorar. Sólo caben dos alternativas: o apoyarlos en su proceso de cambio personal o prescindir de ellos.

Cada día es más común que en las ofertas de trabajo se solicite como requisito fundamental para acceder al cargo, el que los candidatos tengan “espíritu emprendedor”. En el perfil del candidato muchas veces se señala “indispensable iniciativa personal”, “se requieren profesionales proactivos” o, simplemente, se demandan competencias como creatividad, autonomía y capacidad de innovar. Incluso, a veces, estas habilidades son más importantes que los grados académicos. No es que las empresas se hayan relajado a la hora de seleccionar personas, sino que se han dado cuenta de que, en un mundo tan saturado de información, con tal cantidad de conocimientos por área y con una tecnología que evoluciona tan rápido, es imposible dar con profesionales capaces de abarcar toda esa información. No hay carrera que pueda enseñar todo, tendría que durar toda la vida.

Por eso es importante encontrar, más que conocimientos, actitudes que permitan aprender. Más que especialistas en un determinado oficio, se necesitan profesionales con inquietudes, capaces de adaptarse a los cambios, con iniciativa y autónomos. Porque eso es mucho más difícil de enseñar y, ya con esas cualidades, es más fácil adaptarse a las exigencias de los distintos trabajos. Es por eso por lo que, en este momento, lo que muchos piden a los educadores es que se preocupen de fomentar cualidades como el espíritu emprendedor, la iniciativa, la creatividad, la capacidad de adaptarse a los cambios. Que la preparación de los alumnos esté más vinculada al desarrollo de habilidades generales y de valores que a la capacitación en una habilidad o dominio específico. Desarrollar la iniciativa personal, la creatividad, el trabajo en equipo y el espíritu emprendedor; reconocer la importancia del trabajo como forma de contribución al bien común, al desarrollo social y personal.  

Emprender es buscar nuevas soluciones, nuevas alternativas, nuevas respuestas. En los centros educativos se entregan muchos premios, pero no es normal que se entregue uno al alumno más creativo. No se trata de convertir a todos los jóvenes en empresarios en el sentido tradicional de la palabra, sino en ayudar a los alumnos a ser empresarios de sus propias vidas. Motivar a los alumnos a que aprendan a través de proyectos, resolviendo problemas y no repitiendo contenidos. Que construyan la teoría desde la práctica. Más que enseñar, se busca despertar lo que todos tenemos de emprendedores. Personas que enseñen a soñar.

Tener un buen jefe es una de las mayores satisfacciones que una persona puede tener en su vida. Durante muchos años, la mayoría de los sistemas de mejora de las organizaciones se basaron principalmente en el estudio formal de sus procesos más que en el análisis del comportamiento de las personas que participaban en esos procesos. Hoy -afortunadamente- la tendencia es proponer programas de mejora a partir del estudio detallado del desempeño de las responsabilidades del colaborador, de su preparación, de su trabajo en equipo. Una vez más se concluye que lo más importante para que una organización mejore es contar con gente formada para desarrollar la tarea que se le encomiende y, también, con una distinguida habilidad para relacionarse adecuadamente con otras personas: compañeros, clientes y directivos.

Aquí está la explicación de por qué fracasan muchos intentos de mejora: porque se enfocan únicamente en los procesos formales, en las estructuras, en los organigramas sin caer en la cuenta de que detrás de cada uno de esos procesos siempre hay una o varias personas de quien depende el éxito o el fracaso. El reto de quienes tienen la responsabilidad de dirigir es conseguir que esas personas quieran y hagan lo que la empresa quiere, y lo hagan cuándo y cómo la empresa quiere. Libremente, pues, si no, no se lograrán buenos resultados. Y quien lo logra merece ser llamado “un buen jefe”.


Publicado en "Diario de León" el miércoles 8 de noviembre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/buen-jefe_1290616.html

sábado, 27 de octubre de 2018

El impuesto sobre las hipotecas.

La Sección Segunda de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo ha dictado sentencia sobre el recurso de casación interpuesto por la Empresa Municipal de la Vivienda de Rivas Vaciamadrid contra la sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo (Sección Cuarta) del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad de Madrid de fecha 19 de junio de 2017, sobre liquidación del impuesto sobre actos jurídicos documentados de una escritura pública de formalización de préstamo hipotecario, sentencia que se casa y anula. También estima el recurso contencioso-administrativo interpuesto por esta misma Empresa contra la resolución del Tribunal Económico-Regional de Madrid de fecha 31 de mayo de 2016, que desestimó la reclamación económico-administrativa deducida frente al acuerdo de la Oficina Técnica de la Inspección de los Tributos de la Comunidad de Madrid que practicó la liquidación correspondiente al impuesto sobre actos jurídicos documentados, respecto de la escritura de constitución del préstamo con garantía hipotecaria, declarando la nulidad de tales resoluciones (de la Oficina y del TEAR) por su disconformidad con el ordenamiento jurídico. Y, por último, anula el número 2 del artículo 68 del reglamento del impuesto sobre transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados, aprobado por Real Decreto 828/1995, de 25 de mayo, por cuanto que la expresión que contiene (“cuando se trate de escrituras de constitución de préstamo con garantía se considerará adquirente al prestatario”) es contraria a la ley.

En síntesis, el Tribunal Supremo fija como nuevo criterio interpretativo que, en estos casos, el sujeto pasivo en el impuesto sobre actos jurídicos documentados es el acreedor hipotecario, no el prestatario. Y destaca que tal decisión supone acoger un criterio contrario al sostenido por la jurisprudencia de esta Sala hasta la fecha, pero entiende que debe corregirla porque considera que el obligado al pago del tributo en estos casos es el acreedor hipotecario, sujeto en cuyo interés se documenta en instrumento público el préstamo que ha concedido y la hipoteca que se ha constituido en garantía de su devolución.

El hecho de ser la hipoteca un derecho real de constitución registral la sitúa, claramente, como negocio principal a efectos tributarios en las escrituras públicas en las que se documentan préstamos con garantía hipotecaria, pues el único extremo que hace que el citado acto jurídico complejo se someta al impuesto sobre actos jurídicos documentados es que el mismo es inscribible, siendo así que, en los dos negocios que integran aquel acto, solo la hipoteca lo es. El Tribunal Supremo reconoce que nos encontramos ante un negocio complejo con dificultades para determinar con seguridad quién sea la persona del “adquirente”. Lo resuelve a través de la figura del “interesado”. Desde esta perspectiva, según el criterio del Tribunal Supremo, no cabe la menor duda de que el beneficiario no es otro que el acreedor hipotecario, pues él (y solo él) está legitimado para ejercitar las acciones (privilegiadas) que el ordenamiento ofrece a los titulares de los derechos inscritos. Solo a él le interesa la inscripción de la hipoteca (el elemento determinante de la sujeción al impuesto que analizamos), pues ésta carece de eficacia alguna sin la incorporación del título al Registro de la Propiedad.

Por otra parte, en relación con la cuestión relativa al sujeto pasivo del tributo, la Empresa alegó que exigir el impuesto al deudor hipotecario iría en contra de toda la normativa proteccionista de los deudores hipotecarios que existe a nivel de la Unión Europea, a cuyo efecto menciona la sentencia de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo de 23 de diciembre de 2015 que consideró que la entidad prestamista no queda al margen de los tributos que pudieran devengarse con motivo de la operación mercantil, sino que, al menos en lo que respecta al impuesto sobre actos jurídicos documentados, será sujeto pasivo en lo que se refiere a la constitución del derecho y, en todo caso, la expedición de las copias, actas y testimonios que interese, de manera que una cláusula en la que se traslade el tributo a la otra parte contratante resulta abusiva. Además, en mi opinión, la protección del prestatario, especialmente si es consumidor, es considerado por el artículo 51 de nuestra Constitución como un principio rector de la política social y económica. El consumidor se halla en una situación de inferioridad respecto al profesional, tanto en la capacidad de negociación como en la información que maneja cada una de las partes (“asimetría informativa”), lo que le lleva a adherirse a las condiciones redactadas por el profesional, sin poder influir en el contenido de éstas: auténticas “lentejas” …

Bien, pero qué hacer si me encuentro en esta situación: solicitar la devolución. Ahora bien, tengamos en cuenta que, en ocasiones, algunos bancos actúan con displicencia o prepotencia ante las reclamaciones de sus clientes, no las responden o lo hacen a través de una carta tipo en la que te agradecen y dicen que-lo-van-a-ver… Distinta es la atención y el trato cuando la reclamación se presenta, mediante asistencia letrada, advirtiendo de que en caso de no recibirse respuesta satisfactoria trasladará su escrito al Departamento de Conducta de Mercado y Reclamaciones del Banco de España o se presentará una demanda ante los tribunales de justicia. En estos casos, suelen correr y volar, llaman al cliente e intentan un acuerdo antes de que se abra el correspondiente expediente administrativo o se inicie el proceso judicial. Los asesoramientos de “cuñados” y de “lo-leí-en-internet” suelen terminar mal, muy mal. Sólo un abogado puede ofrecer, en estos casos, un asesoramiento rápido y eficaz, profesional. Así que: mejor con su abogado.

Publicado en "Diario de León" el jueves 25 de octubre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/impuesto-hipotecas_1286995.html

viernes, 5 de octubre de 2018

El lenguaje oculto de las encuestas.

Los fines de semana suelen ser tiempo de encuestas, y más en un año tan preelectoral. Así que paciencia con los artesanos del arte de predecir. Dos comentarios: uno, quien-paga-manda; y dos, repasemos quién acertó y quién no -y por cuánta diferencia- en las encuestas previas, por ejemplo, en las últimas elecciones generales. En el año 1986, año en que los españoles dijeron sí al ingreso de España en la OTAN, los publicistas acuñaron la expresión “efecto calzoncillo” para designar una curiosa perversión de las encuestas (y corregir así sus correspondientes estudios de mercado): los consumidores nunca dicen la verdad sobre sus hábitos de higiene, su sexualidad o sus predilecciones políticas. “¿Cuántas veces se cambia usted de calzoncillos?” “Todos los días”, responde con "seguridad" el-españolito-de-a-pie.  Pues eso, cada vez que hay elecciones, en mayor o menor medida, vuelve a funcionar el “efecto calzoncillo”. Los gurús de la demoscopia lo suelen tener en cuenta al hacer sus previsiones. Hay votantes -dicen- que incluso después de haber depositado sus papeletas mienten sobre el partido elegido, en las encuestas a pie de urna o israelitas.

Pensando sobre este asunto me acordé del libro de Huff “Cómo mentir con estadísticas”. Darrel Huff (1913-2001) fue un prolífico escritor estadounidense que también trabajó como editor en algunas revistas. En 1954 publicó su mayor éxito, “Cómo mentir con estadísticas”, traducido a más de veinte lenguas y que se ha convertido en uno de los libros más vendidos sobre estos asuntos. Lo he vuelto a releer y, en efecto, este libro es un manual sobre cómo se pueden utilizar las estadísticas -las encuestas- para engañar. Lo que este libro, escrito con ingenio y humor, nos ofrece es un curso de sentido común para aprender a descubrir los ardides con que cada día pretenden engañarnos, manipulando cifras y gráficas, los medios de comunicación, los políticos, la publicidad… Lo que aquí se nos cuenta -el lenguaje secreto de las estadísticas- aunque pueda resultar divertido conviene tomárselo en serio, porque, como nos dice el autor, “los desaprensivos ya conocen estos trucos; los hombres honrados deben aprenderlos en defensa propia”. El “efecto calzoncillo” o el lenguaje oculto de las encuestas.

Un país marcha bien cuando los partidos son por lo menos -en cierta medida- intercambiables, cuando coinciden en una amplia zona, y difieren en cuestiones que no afectan a la idea misma del país y de su proyecto global. Una mayoría razonable y no polarizada, que desea vivir y convivir. Quizá por mis ideas sobre lo humano, la polarización me produce repugnancia, sea cual sea su origen, y he intentado no caer en ella. Se piensa, antes que en las personas y en su verdadera condición, en los rótulos o etiquetas; de esta manera, las conductas se automatizan, y en lugar de depender de lo que se ve, de lo existente, responden a un estímulo, en gran parte nominal, y se disparan. Una nomenclatura que deforma la realidad, que la falsea. Con resultado múltiple: acentua la oposición, elimina en el vocabulario político lo que no es ni una cosa ni otra, y que es precisamente la mayoría; introduce un lenguaje peyorativo que suscita la hostilidad y corta puentes para el arreglo y la convivencia. Creo que las consecuencias están siendo más graves de lo que, en un primer instante, pudo parecer. El sueño de la razón produce monstruos; el de la distancia también los produce. Los extremistas suponen un freno para la convivencia.

La ignorancia es mucho más destructora de lo que se piensa. El cambio político ha sido consecuencia de ciertas variaciones previas de lo social, que algunos políticos avisados aprovechan. La ignorancia histórica es la causa de un incalculable número de errores y de la mayor parte de los abatimientos y desánimos; por eso la fomentan los que quieren desmoralizar a los pueblos y dejarlos indefensos y manejables. Lo único verdaderamente grave es la tentación de responder a la intolerancia con intolerancia, de copiar al adversario haciéndose como él, dándole de este modo una victoria gratuita. El único peligro verdadero que corre la democracia es que los demócratas dejen de serlo.

Llevamos decenios oyendo la monótona cantinela de los “errores” y “fracasos” del liberalismo. Pero dígase si alguna forma de convivencia ha tenido -a pesar de sus miserias- menos fracasos y más éxitos que el liberalismo; dígase si no son los países que le han permanecido sustancialmente fieles aquellos en que se ha unido más regularmente la prosperidad y la dignidad, los que nunca se han sumido en la catástrofe ni en la abyección. No puede sorprender que el liberalismo sea frecuentemente odiado: lo aborrecen y temen todos los que desprecian al hombre. Yo quiero, como el que más, cambiar: pero no por cualquier cosa. Quiero otra cosa, pero no otra cosa cualquiera: quiero un cambio a mejor.

Publicado en "Diario de León" el martes 2 de octubre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/lenguaje-oculto-encuestas_1281109.html

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Exiliados en casa.

Chicos, adolescentes, que se marginan en sus habitaciones donde ven televisión, escuchan música, pasan horas con los videojuegos y navegando en la red. Encierro alarmante. Su música favorita suele ser sórdida, oscura y desesperada. No me canso de insistir en que debemos de traducir las letras de las canciones que escuchan nuestros hijos. Y comentar con ellos los ejemplos de vida que nos ofrecen sus protagonistas. Sin dramatizar, pero este aislamiento llevado a un extremo puede ser grave.

Pensando en estos casos recordé que, a comienzos de este siglo, se empezó a oír hablar de los “hikikomori” (palabra japonesa que se puede traducir como retraimiento), chicos que no salían de sus habitaciones incluso por años. En Japón si se puede dejar de ir al colegio, no existe la escolarización obligatoria tal y como la conocemos en España. Aislados, sin vida social. Interrumpían su aislamiento sólo para comer, para comprar en horarios de primera o última hora o en tiendas nocturnas, donde las probabilidades de encontrarse con gente conocida disminuyen. Algunos incluso comían en sus propias habitaciones. Restos de comida de varios días junto a sus artefactos. Viendo series completas de forma ininterrumpida, capítulo tras capítulo, o concursos de televisión. Como una especie de rebelión silenciosa. Dicen que, en algunos casos, surgió como respuesta a frustraciones mal llevadas por fracasos educativos, o por no tener amigos. O víctimas de agresiones silenciosas de compañeros.

Para dar respuesta a estas situaciones siempre es determinante la actitud de los padres, si toleran o no una vida familiar así. Cosas de adolescentes, ya se le pasará, presionarle podría ser peor. Mi-hijo-me-ha-salido-así. Los hijos se forman. Tu hijo no es agresivo o caprichoso porque ha salido así… Tendrá un carácter concreto pero el carácter se educa y tu responsabilidad como padre es educarle. En este proceso es fundamental definir unas normas de comportamiento durante los primeros años de vida. No se pega, no se miente, no se contesta con malos modos, no se interrumpe a los mayores cuando están hablando. Si no las cumple, debe experimentar sanciones razonables. No te creas que te va a querer más si le consientes todo. No tengas miedo a ponerle una cara seria y decirle que no, tajantemente, ante una falta de educación o un capricho. En la medida que le exijas, te querrá más. Y acuérdate después de decirle que le quieres mucho, con un abrazo.

Es-que-tú-no-sabes-cómo-se-pone. Por más que le digo “no”, sigue con sus rabietas y enfados… No te preocupes, la maduración requiere tiempo. Pero no cedas. Si le has dicho que hoy no ve televisión, no cedas. No le va a pasar nada malo, al contrario, le estás ayudando madurar, a aceptar el no. “Te dejo, pero te callas”: la próxima vez gritará más y peor…Ceder a sus caprichos con tal de que se calle, dejarle ver un programa de televisión con tal de que se calle, no es el camino para educar bien a tu hijo. Es que estoy muy cansado y lo único que quiero es que se calle y nos deje en paz… Comprensible, pero piensa en su bien.

Son niños consentidos –digámoslo claro, son niños maleducados-, sin normas, sin límites, que imponen sus deseos ante unos padres que no saben –o no les interesa porque quieren vivir tranquilos- decir no. Su dureza crece si no se le pone límites. Eluden responsabilidades. Echan la culpa a los demás de las consecuencias de sus actos. Niños agresivos que quieren imponer su idea o su deseo por la fuerza. Niños que no viven hábitos básicos de alimentación, sueño, descanso, orden…Se ve lo que él quiere en la televisión, se entra y se sale si así a él le interesa, se come a gusto de sus apetencias. Cualquier cambio que implique su pérdida de poder conlleva tensiones en la vida familiar. Son una bomba de tiempo.

Una sociedad permisiva que educa a los niños en sus derechos, pero no en sus deberes. Nadie quiere hacerse cargo de esta situación. Los padres les echan la culpa a los profesores, los profesores a los padres… ¿Soluciones? Desde pequeños hay que enseñarles a vivir en sociedad. Es esencial formar en la empatía, ponerse en el lugar de los otros. Educarles en sus derechos, pero también en sus deberes. Siendo tolerantes, pero marcando reglas, ejerciendo control y diciendo no cuando sea necesario. Paciencia, paciencia, paciencia. Utilizando el razonamiento, explicando las consecuencias que la propia conducta tendrá para los demás. Acrecentando su capacidad de diferir las gratificaciones, de tolerar frustraciones, de controlar los impulsos, de relacionarse con los otros.

Si a vuestro niño le consentís caprichos, contestaciones, malos modos, imposiciones, porque estáis cansados, porque no le dais demasiada importancia, porque-tampoco-es-para-tanto, es todavía pequeño, ya-habrá-tiempo o porque tenéis miedo a que se traumatice si le corregís seriamente: estáis equivocados. Alguien os lo tenía que decir. Con respeto y con cariño, pero también con claridad: estáis equivocados… Con esta actitud le estáis ayudando a ser un adolescente agresivo y maltratador. En definitiva, se convertirá en un hijo desafiante que terminará imponiendo su propia ley, y lo que es peor, no será feliz.


Publicado en "Diario de León" el martes 5 de septiembre del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/exiliados-casa_1274246.html

jueves, 23 de agosto de 2018

Construir un hogar.

Por enésima vez he vuelto a encontrarme en las redes sociales con esta sugerente cita: “Todo el mundo habla sobre cómo dejar un mejor planeta para nuestros hijos, pero deberíamos intentar dejar mejores hijos a nuestro planeta”. Muchos padres se conforman con proporcionar a sus hijos un colegio donde educarse y con pasarles sus experiencias personales, pero no se toman el tiempo necesario para comprenderles y amarlos. Hace falta algo más para crear un ambiente familiar, para convertir una casa en un hogar. El ajetreo de la vida moderna, la progresiva despreocupación del hombre por los problemas e inquietudes de las personas que le rodean, las prisas; el carácter, en ocasiones agobiante, del trabajo, etc., han hecho que se vaya perdiendo en nuestra sociedad la imagen de una verdadera familia: se desconoce, a gran escala, el sentido y el valor de la vida de familia, el calor de un hogar alegre donde padres e hijos conviven -formando una auténtica comunidad nacida del amor- y se ayudan mutuamente en sus necesidades. 

¿Dónde está la causa de este adormecimiento y desconcierto? Muchos adultos, llevados de su falta de rigor y de valentía para enfrentarse de cara a los problemas, adoptan la cómoda respuesta a este interrogante achacando la culpa de todos los males de nuestra sociedad al ambiente que se respira en la sociedad misma o a la actitud displicente de los jóvenes (sus hijos). Sin embargo, hemos de profundizar algo más: cada persona se comporta en consonancia a la formación que ha recibido, a la educación que le han legado sus padres. Si nos enfrentamos con crisis mundiales, es probable, más que probable, que esas crisis sean en el fondo crisis de educación, de formación. El hombre de hoy precisa de reflexión para darse cuenta de las limitaciones personales.

Acusar a la sociedad en general, por otro lado, resulta un tanto cómodo. Aun cuando la psicología y la sociología actuales han contribuido grandemente a la toma de conciencia de la importancia que el ambiente tiene respecto al comportamiento humano, no podemos dejarnos llevar por esa corriente popular que -cómodamente, sin querer enfrentarse a su personal responsabilidad- vuelca toda la culpa de la crisis actual sobre la sociedad. La conducta del hombre puede ser explicada, pero no justificada, en términos psicológicos o sociológicos. No podemos tirar por la ventana nuestra responsabilidad personal echando la culpa a las debilidades y flaquezas de los hombres o tratar de sustituirla por la responsabilidad de la sociedad entera que no ayuda con sus condicionamientos a la formación de la juventud. Si anulamos la responsabilidad estamos negando nuestra libertad. La responsabilidad es una consecuencia de nuestra libertad.

La familia, originada y alimentada por el amor, es la esencial e insustituible comunidad educativa. El matrimonio no es un contrato de servicios sexuales. Suena un poco burdo, grosero. Unidad de vida y amor. Los fines del matrimonio: el bien de los esposos y, si los hubiera, la educación de los hijos. Caminando ayudada por el amor, toda persona es capaz de superar el egocentrismo y de abrirse a otras, hasta llegar a comprender y disculpar los defectos y a valorar las virtudes de la persona que ama, colocándose en posición óptima para poder ayudarle a superar aquéllos y a acrecentar éstas. Sobre todo, en la familia, educación es mucho más que enseñanza. Como dice mi amigo Mariano, los padres educan fundamentalmente con su conducta. Lo que los hijos y las hijas buscan en su padre y en su madre no son sólo unos conocimientos más amplios que los suyos o unos consejos más o menos acertados, sino algo de mayor categoría: un testimonio del valor y del sentido de la vida encarnado en una existencia concreta, conformado en las diversas circunstancias y situaciones que se suceden a lo largo de los años. El valor del ejemplo de los padres es inmenso: los hijos aprenden a través del buen ejemplo de sus padres en una proporción infinitamente mayor que en lo que reciben de ellos a través de la palabra. Los padres deben dar a sus hijos el ejemplo de un amor continuado. El amor siempre puede recuperarse, siempre puede reanimarse. El amor puede incluso resucitar. Son verdades que amplían el horizonte de la vida. Hacer y enseñar: dar ejemplo de vida a los hijos y empujarlos hacia el ejercicio responsable de la libertad.

Porque la causa primaria de muchos problemas psicológicos y de disturbios sociales que estamos padeciendo todos es la falta de formación del individuo, debida en gran parte a la falta de un hogar, de una auténtica vida de familia. Tenemos que ser sinceros y realistas con algunas situaciones que se dan en determinadas familias. debemos despojarnos de prejuicios sentimentales y reconocer que, en ocasiones, algunos hijos tienen que ser heroicos para vivir en su casa, donde no hay ni el cariño ni el calor propio de un hogar, donde sus padres no tienen tiempo para preocuparse de sus problemas. En lugar de quejarnos constante e inútilmente sobre nuestra sociedad en general, deberíamos, más bien, preguntarnos qué estamos haciendo nosotros por mejorarla. Tenemos que preguntarnos si nuestra casa se parece más a un hotel que a un hogar. Y, si así fuera, rectificar.

Publicado en "Diario de León" el miércoles 22 de agosto del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/construir-hogar_1271569.html

lunes, 13 de agosto de 2018

Hora punta...

El intenso calor de estos días ha hecho que se bata el récord de consumo del año en agua y electricidad. Leyendo una noticia sobre este asunto me ha sorprendido conocer que el pico de consumo, concretamente en agua, se está produciendo sobre las cuatro de la madrugada… Como que no tenía esa percepción. No sé, quizás, si me hubieran preguntado, hubiera dicho que, durante la mañana, por ser la hora de plena actividad de familias y empresas, o al caer la tarde cuando mucha gente se ducha para refrescarse… Pero nunca hubiera pensado que a las cuatro de la madrugada. Dicen que, a esta hora, en verano, se registra el pico de consumo, sobre todo, por los sistemas de riego en jardines y la limpieza de las calles.

Hablando de “horas punta” me acordé de que cuando comenzó a extenderse el uso de las redes sociales entre los jóvenes, asistí a una conferencia donde nos preguntaban a los padres con hijos adolescentes sobre cuál era la hora en la que nosotros pensábamos que internet estaba en su máximo pico de consumo… Unos dijeron que las 13’00 horas en plena actividad empresarial, o quizá sobre las 22’00 horas cuando muchas personas, al final del día, revisan sus mensajes… No, nos decía el conferenciante: la red está colapsada, de lunes a viernes, sobre las dos de la madrugada… No me lo podía creer. Jamás lo hubiera pensado. ¡Pero si a esa hora se supone que la mayoría de la gente, y más en invierno, estamos durmiendo…! Pues-parece-que-no. Y quizá por ello, el conferenciante, previendo nuestra posible incredulidad, nos proyectó información detallada de consumos, facilitada por las compañías de telecomunicaciones. Las dos de la madrugada…

Durante mucho tiempo después he estado pensando sobre este asunto. Ahora me explico muchas cosas. Por qué a algunos adolescentes les cuesta tanto madrugar, por qué comentan los profesores que es cada vez más común que muchos jóvenes se queden dormidos en clase, por qué duermen siesta… Claro, cómo no, si están hasta las tantas y una conectados a internet bien sea en las redes sociales o viendo lo que vean, cómo van a estar suficientemente descansados para enfrentar un nuevo día. Definitivamente somos padres, formados en el siglo pasado, quienes tenemos la responsabilidad de educar a nuestros hijos que son… de otro siglo. Y claro a uno le decían a-las- diez-en-casa y, una vez dentro, los riesgos quedaban reducidos a la mínima expresión. Pero ahora, es como si –mágicamente- se hubiera modificado la estructura de nuestro edificio y se hubiera abierto una ventana al mundo, con todo lo bueno y lo malo que tiene ese acceso.

El problema no es la “ventana”, sino que muchos padres todavía no tienen plena conciencia de su existencia. “Fulanita tiene muy buenos hábitos, nada más cenar se va a su habitación…Yo le insisto, pero fulanita, hija, relájate, quédate con nosotros a ver la televisión, pero nada, ella siempre se va a su cuarto…”. Un primor de chica… Y a lo mejor lo es, le doy el beneficio de la duda, pero quizá, cada noche, se va puntualmente a su cuarto porque desde allí, se comunica con el mundo sin más límites que los que ella se imponga, a través de esa ventana virtual que han abierto en nuestras casas.

En fin, que hay que estar al día, bien informado, con los ojos y los oídos bien abiertos, con datos y no con percepciones (es-que-yo-creía, es-que-yo-pensaba…); que no importa lo que tu creas sino lo que es. Y hay datos de sobra y numerosas fuentes disponibles para obtenerlos. Después de meses dándole vueltas a lo del pico de consumo a las dos de la madrugada y su impacto en el descanso de mis hijos, y qué hacer para ayudarles a descansar y que así puedan aprovechar mejor sus días, llegué a la conclusión que la mejor manera de facilitar todo esto es durmiendo con el modem…; que sí, tal cual; que cuando me voy a la cama desconecto el modem y lo guardo en uno de los cajones de mi mesita noche, hasta el nuevo día. Y así, como decía la señora Eustasia, “muerto el perro, se acabó la rabia”.


Publicado el domingo, 12 de agosto, en "Diario de León": http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/hora-punta_1269566.html

sábado, 28 de julio de 2018

A cualquier parte...

La juventud, hoy exactamente igual que ayer, es la edad de los ideales, la edad en la que nos planteamos las metas a alcanzar en la vida. Es evidente que muchos jóvenes están derrochando sus vidas, están dilapidando sus energías por ignorancia, por no saber “para qué” y “cómo” usarlas. Se encuentran como-en-un-laberinto, donde les es imposible alcanzar la salida hacia la felicidad, nuestro último fin. Uno de los peligros es su falta de madurez que, en ocasiones, les lleva a sacar conclusiones generales de un caso particular, y no por malicia, sino por falta de reflexión y serenidad. En otras ocasiones sólo se fijan en si los resultados les son o no favorables, sin prestar atención a las causas ni a los motivos. Otras veces, cuando hacen duros ataques a la actitud o decisión de una persona mayor, se ve que les falta conocimiento de causa y experiencia de la vida para comprenderla. Les cuesta ponerse en el lugar de aquella persona mayor, porque muchas veces se amparan, para proteger así sus intereses, bajo la mampara de su juventud: para no complicarse la vida, para que les dejen vivir a-su-aire.

Sin embargo, muchas veces la culpa de su intransigencia es de los mayores, que hemos consentido sus caprichos; que no les hemos inculcado un espíritu de libertad responsable y laboriosidad desde su infancia; que les hemos dado las cosas hechas en lugar de ayudarles a que las hiciesen ellos mismos y supiesen así lo que cuesta conseguirlas. Estamos experimentando, a escala mundial, las funestas consecuencias de haber declinado la libertad individual. Hace tiempo que hemos empezado a sufrir los resultados de haber transigido en principios vitales como son los derechos de los padres en la formación de nuestros hijos. En los primeros años de la adolescencia es donde tiene lugar una lucha más consciente por la formación de la propia personalidad. Los adolescentes empiezan a visualizar y a experimentar las consecuencias de la libertad personal: son los años en que buscan apasionadamente su propia autonomía y aprenden a independizarse, a seguir su propia conciencia personal. Los adolescentes son eso, adolescentes: personas que están en un periodo de formación de la personalidad, y aunque no están exentos de su responsabilidad personal, es evidente que necesitan nuestra especial ayuda durante esos años. Ahí es donde entra en juego la responsabilidad de los padres respecto a la educación de sus hijos. A veces, los padres, llevados por una-bienintencionada-super-protección proporcionan a sus hijos todos los medios materiales a su alcance, todas las comodidades que pudieran poner en sus manos; pero, en cantidad de ocasiones, se han quedado ahí, sin darles opción a formar sus propios criterios sobre las cosas; a luchar por conseguir lo que deseaban; a aprender a equivocarse en cosas menudas, haciéndoles vivir en un mundo absolutamente irreal en el que es imposible que se encuentren consigo mismos y que maduren responsablemente su personalidad.

La clave suele estar en la confianza: que los padres sepan educar en un clima de familiaridad, que no den jamás la impresión de que desconfían, que den libertad y que enseñen a administrarla con responsabilidad personal. Es preferible que se dejen engañar alguna vez; la confianza que se pone en los hijos hace que ellos mismos se avergüencen de haber abusado, y se corrijan; en cambio, si no tienen libertad, si ven que no se confían en ellos, se sentirán movidos a engañar siempre. Se dan muchos casos de adolescentes que tienen que buscar a alguien fuera de la familia en quien poder confiar sus problemas. Precisamente, porque no se fían de sus padres, tienen que confiar sus “secretos” -que muchas veces se han vuelto secretos por culpa de los padres- a sus amigos. Amigos que tienen los mismos o peores problemas sin estar capacitados para resolverlos. Muchas veces, los adolescentes, llevados de su radicalismo juvenil, se muestran bastante duros al señalar los defectos y flaquezas de los demás y, no obstante, transigen fácilmente con los suyos propios. El defecto que con mayor frecuencia tienen es la falta de responsabilidad, que los lleva a hacer, por comodidad o pereza, dejaciones graves de sus obligaciones. Otro error adolescente: querer empezar todo desde cero, despreciando lo que de bueno, verdadero y justo han hecho sus predecesores. El hombre se enriquece cuando confía en los demás y sabe aprovechar el conocimiento y la experiencia de sus mayores y antepasados, cuando aprende a escuchar a los demás, a dialogar. No podemos ir contra lo viejo sólo por serlo, y tampoco alabar lo nuevo sólo por su novedad.

La juventud -que ha sido siempre el símbolo de la alegría y de la esperanza- parece que, en los momentos presentes, está triste y lánguida porque no encuentra horizontes donde poder explayar sus ímpetus y ansias juveniles. Como aquel muchacho que estaba haciendo autostop y cuando le preguntaron que hacia dónde iba dijo que “a cualquier parte” …  Una de las tareas más urgentes a llevar a cabo entre la juventud es fortalecer su formación con buenos principios y valores, para que no se deje arrastrar fácilmente por perniciosas tendencias. Y, sobre todo, es responsabilidad de los padres -intentar- evitar, con amor inteligente, esos posibles conflictos.

Publicado en "Diario de León" el viernes 28 de julio del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/cualquier-parte_1266092.html

martes, 26 de junio de 2018

Una veleta por cabeza.

Mi amigo Víctor Díaz Golpe es un personaje singular: científico, empresario, economista, escritor (recomiendo leer su libro “El camino hacia el sol. Economía, energía, medio ambiente y sociedad” que pretende ser un punto intermedio de encuentro entre lo técnico y lo divulgativo, haciendo hincapié en la relación existente entre la economía, el consumo de energía y el medio ambiente, así como las repercusiones de estos tres factores sobre la sociedad y la calidad de vida de la población). Hace poco se quejaba en uno de sus escritos que, viendo lo que hay, muchos de nuestros conciudadanos parecen tener una-veleta-por-cabeza. Me hizo gracia la expresión; y, también, me ha hecho pensar: sobre la importancia de tener bien “amueblada” la cabeza.

La desorientación de la opinión pública. Una preocupante realidad. Hasta hace muy poco tiempo no existían los formidables medios de comunicación con que ahora contamos. De vez en cuando leemos o escuchamos comentarios procedentes de personalidades evidentemente excepcionales, que nos sorprenden por su ingenuidad, ligereza y falta de profundidad. Una de las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira. La ley, en democracia, garantiza a los ciudadanos la libertad de expresión; no les garantiza ni la infabilidad, ni el talento, ni la competencia, ni la probidad, ni la inteligencia, ni la comprobación de los hechos. Un medio de comunicación independiente no significa, necesariamente, objetivo o veraz. Tampoco la independencia garantiza la honradez, ni la competencia profesional de sus redactores. El hombre de nuestro tiempo es el más acosado de la historia por los datos, las opiniones y juicios de valor puestos en circulación.

No hay mayor fuente de conflicto que el mal uso de la lengua. Probablemente no sea tan malo golpear a alguien o privarle de todos sus bienes como mermar la buena opinión que se tenga de él, porque es propio de la naturaleza del hombre aferrarse a su honor con más tenacidad que a cualquier otro bien natural. Las discusiones causan buena parte de la infelicidad, especialmente, en las familias. La situación se complica cuando aumentamos el volumen de nuestra voz en vez de esforzarnos por mejorar nuestros argumentos. Hablar es gratis, pero, como habitualmente sucede con lo que no nos cuesta, al final, puede salirnos caro. En inglés la expresión “to hold one’s peace”, conservar la paz, significa guardar silencio. Tenemos una boca y dos oídos, lo que indica una proporción de dos a uno, que debiera valer también para el hablar y el escuchar.

Hay que estudiar, hay que leer, hay que apreciar el pensamiento ajeno. El intelectual es un testigo de las preocupaciones históricas del hombre. Es un testigo que sabe expresarlas. El intelectual es, por esencia, un rebelde. Se rebela contra la condición humana actual y, por tanto, contra los poderes que la engendraron. Ahora empieza, vehemente y revolucionaria, la crítica contra la democracia. Lo importante para el intelectual de los tiempos nuevos, no es interpretar el mundo, sino cambiarlo. La existencia humana es tiempo. Lo cierto es que el intelectual piensa que la condición humana presente debe mejorarse.

La propia naturaleza del hombre destruirá lo que hay de utópico en la llamada “revolución tecnológica”, porque todas las utopías son realizables salvo la de lograr una plena satisfacción del hombre. El hombre es, por sí mismo, insatisfacción. Sin ella no habría historia. Los ideales políticos le están fallando, han perdido eficacia. Quizá haya fórmulas más humanas, más auténticamente humanas. Quizá lo que se nos da ahora como verdades políticas, con pretensiones de universalidad, no sean más que moneda sin valor. Esta supra valoración de lo tecnológico es peligrosa. Es necesario que, a la par que los nuevos conocimientos técnicos, se cultive, en la sociedad contemporánea, lo que de humano hay en el hombre. No es fácil. Sabio es el que sabe sobre el hombre. Los demás saberes, por importantes que sean, pertenecen a un plano distinto. En otros tiempos, el hombre se sentía atraído por el ideal de la belleza o la bondad; hoy sólo le atrae “lo nuevo”. El ser humano necesita para existir del contacto con el mundo, las cosas y los hombres; y no como un contacto cualquiera, sino amoroso. No cabe una ética sin “el otro”.

Recuperar al hombre: un reto que viene estimulado por las consecuencias inhumanas de la insolidaridad, de la violencia, de la destrucción de la naturaleza, de los excesos de la ciencia y de la tecnología y de los muchos agobios que genera la barbarie. Los egoísmos nacionales -caricatura del verdadero patriotismo- son causantes de las guerras y del cruel olvido de tantas personas. Aquí la imagen del mal se disimula con docenas de explicaciones tan incompletas como insensatas. Estoy convencido que sólo unas políticas auténticamente humanas pueden procurarnos una sociedad más digna y más justa. Ya que la imaginación no ha llegado al poder es preciso que el poder tenga imaginación. Creo en la esperanza humana de un mundo mejor.

Mi amigo Víctor es un buen conversador. Cada vez que nos vemos tengo la sensación de haber tenido la suerte de aprender dialogando con una persona interesante. En cierto modo, las personas somos lo que leemos y lo que escuchamos. Lecturas y conversaciones son nuestros principales nutrientes. Por tanto, si leemos buenos libros y procuramos tener buenas conversaciones el resultado será una cabeza bien “amueblada”. Hay otras combinaciones posibles pero la más peligrosa es cuando leemos basura y escuchamos basura, porque el resultado será una cabeza llena de... basura. Con todas las consecuencias que ello tiene en nuestra vida y, también (conviene no olvidarlo), en las vidas de las personas con quienes convivimos. Aprovechar el tiempo y elegir -con criterio- nuestros libros e interlocutores es esencial para una vida lograda.


Publicado en "Diario de León" el lunes 25 de junio del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/veleta-cabeza_1259043.html