Mi amigo
Víctor Díaz Golpe es un personaje singular: científico, empresario, economista,
escritor (recomiendo leer su libro “El camino hacia el sol. Economía, energía,
medio ambiente y sociedad” que pretende ser un punto intermedio de encuentro
entre lo técnico y lo divulgativo, haciendo hincapié en la relación existente
entre la economía, el consumo de energía y el medio ambiente, así como las
repercusiones de estos tres factores sobre la sociedad y la calidad de vida de
la población). Hace poco se quejaba en uno de sus escritos que, viendo lo que
hay, muchos de nuestros conciudadanos parecen tener una-veleta-por-cabeza. Me
hizo gracia la expresión; y, también, me ha hecho pensar: sobre la importancia
de tener bien “amueblada” la cabeza.
La
desorientación de la opinión pública. Una preocupante realidad. Hasta hace muy
poco tiempo no existían los formidables medios de comunicación con que ahora
contamos. De vez en cuando leemos o escuchamos comentarios procedentes de
personalidades evidentemente excepcionales, que nos sorprenden por su
ingenuidad, ligereza y falta de profundidad. Una de las fuerzas que dirigen el
mundo es la mentira. La ley, en democracia, garantiza a los ciudadanos la
libertad de expresión; no les garantiza ni la infabilidad, ni el talento, ni la
competencia, ni la probidad, ni la inteligencia, ni la comprobación de los
hechos. Un medio de comunicación independiente no significa, necesariamente,
objetivo o veraz. Tampoco la independencia garantiza la honradez, ni la
competencia profesional de sus redactores. El hombre de nuestro tiempo es el
más acosado de la historia por los datos, las opiniones y juicios de valor
puestos en circulación.
No hay
mayor fuente de conflicto que el mal uso de la lengua. Probablemente no sea tan
malo golpear a alguien o privarle de todos sus bienes como mermar la buena
opinión que se tenga de él, porque es propio de la naturaleza del hombre
aferrarse a su honor con más tenacidad que a cualquier otro bien natural. Las
discusiones causan buena parte de la infelicidad, especialmente, en las
familias. La situación se complica cuando aumentamos el volumen de nuestra voz
en vez de esforzarnos por mejorar nuestros argumentos. Hablar es gratis, pero,
como habitualmente sucede con lo que no nos cuesta, al final, puede salirnos
caro. En inglés la expresión “to hold one’s peace”, conservar la paz, significa
guardar silencio. Tenemos una boca y dos oídos, lo que indica una proporción de
dos a uno, que debiera valer también para el hablar y el escuchar.
Hay que estudiar, hay que leer, hay que apreciar el pensamiento
ajeno. El intelectual
es un testigo de las preocupaciones históricas del hombre. Es un testigo que
sabe expresarlas. El intelectual es, por
esencia, un rebelde. Se rebela contra la condición humana actual y, por tanto,
contra los poderes que la engendraron. Ahora empieza, vehemente y
revolucionaria, la crítica contra la democracia. Lo
importante para el intelectual de los tiempos nuevos, no es interpretar el
mundo, sino cambiarlo. La existencia humana es tiempo. Lo cierto es que el
intelectual piensa que la condición humana presente debe mejorarse.
La
propia naturaleza del hombre destruirá lo que hay de utópico en la llamada “revolución
tecnológica”, porque todas las utopías son realizables salvo la de lograr una
plena satisfacción del hombre. El hombre es, por sí mismo, insatisfacción. Sin
ella no habría historia. Los ideales políticos le están fallando, han perdido
eficacia. Quizá haya fórmulas más humanas, más auténticamente humanas. Quizá lo
que se nos da ahora como verdades políticas, con pretensiones de universalidad,
no sean más que moneda sin valor. Esta supra valoración de lo tecnológico es
peligrosa. Es necesario que, a la par que los nuevos conocimientos técnicos, se
cultive, en la sociedad contemporánea, lo que de humano hay en el hombre. No es
fácil. Sabio es el que sabe sobre el hombre. Los demás saberes, por importantes
que sean, pertenecen a un plano distinto. En otros tiempos, el hombre se sentía
atraído por el ideal de la belleza o la bondad; hoy sólo le atrae “lo nuevo”. El
ser humano necesita para existir del contacto con el mundo, las cosas y los
hombres; y no como un contacto cualquiera, sino amoroso. No cabe una ética sin
“el otro”.
Recuperar
al hombre: un reto que viene estimulado por las consecuencias inhumanas de la
insolidaridad, de la violencia, de la destrucción de la naturaleza, de los
excesos de la ciencia y de la tecnología y de los muchos agobios que genera la
barbarie. Los egoísmos nacionales -caricatura del verdadero patriotismo- son
causantes de las guerras y del cruel olvido de tantas personas. Aquí la imagen
del mal se disimula con docenas de explicaciones tan incompletas como
insensatas. Estoy convencido que sólo unas políticas auténticamente humanas pueden
procurarnos una sociedad más digna y más justa. Ya que la imaginación no ha
llegado al poder es preciso que el poder tenga imaginación. Creo en la
esperanza humana de un mundo mejor.
Mi amigo
Víctor es un buen conversador. Cada vez que nos vemos tengo la sensación de
haber tenido la suerte de aprender dialogando con una persona interesante. En
cierto modo, las personas somos lo que leemos y lo que escuchamos. Lecturas y
conversaciones son nuestros principales nutrientes. Por tanto, si leemos buenos
libros y procuramos tener buenas conversaciones el resultado será una cabeza bien
“amueblada”. Hay otras combinaciones posibles pero la más peligrosa es cuando
leemos basura y escuchamos basura, porque el resultado será una cabeza llena
de... basura. Con todas las consecuencias que ello tiene en nuestra vida y,
también (conviene no olvidarlo), en las vidas de las personas con quienes
convivimos. Aprovechar el tiempo y elegir -con criterio- nuestros libros e
interlocutores es esencial para una vida lograda.
Publicado en "Diario de León" el lunes 25 de junio del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/veleta-cabeza_1259043.html
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