@MendozayDiaz

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sábado, 28 de septiembre de 2013

Hazlo fácil.


Hoy me tomé un café con un amigo y, como siempre, hablamos de todo, de la familia, del trabajo… Me contó que, en la empresa en la que trabaja, llevan varios meses, casi un año, inmersos en un proceso de reorganización que, en general, tiene muy cansados y molestos, a la mayoría de los empleados.

Para este programa de mejora organizacional, así se comunicó que sería, los dueños han contratado a una consultora de nombre rimbombante, en inglés, "of course!", aunque sus peones son de la zona.

Llevan meses recopilando información, elaborándoles informes, asistiendo a las entrevistas y reuniones que permanentemente convocan. Y pareciera como que no se va a acabar nunca. Son insaciables. Piden y piden… 

Además, mientras tanto, tienen que seguir cumpliendo con sus responsabilidades y, a pesar del esfuerzo que todos están realizando, el desenfoque que se ha producido en la organización es mayúsculo. Están más preocupados de aprender a manejar el nuevo sistema que de atender a los clientes… 

Como diría la señora Eustasia “esto puede ser el principio del fin…”.

Este tipo de consultoras, de las que otro día escribiré con más extensión, son especialistas en hacer complejo lo sencillo, difícil lo que puede ser fácil.

Después de escuchar a mi amigo, intenté animarle con mis palabras, “no te preocupes no hay mal que cien años dure…”, “no te quejes que tienes trabajo”, “que el que no se consuela es porque no quiere…”; de vuelta a casa, me acordé de una anécdota que sobre este asunto me contó una vez mi sabio profesor.

Don Víctor lo llamaba el caso de la caja vacía. 

Ocurrió en una mediana empresa de cosmética. La compañía recibió las quejas de varios consumidores que compraron una caja de jabón y estaba vacía. 

Inmediatamente los dueños identificaron que el problema estaba en  la cadena que transportaba todas las cajas empaquetadas de jabón al departamento de reparto. 

Por alguna razón, muy de vez en cuando, alguna caja de jabón pasaba vacía por la cadena de montaje. Se contrató a una consultora externa y, rápidamente, sus ingenieros recomendaron comprar un costoso y complejo sistema que, en pocas palabras, consistía en una máquina de rayos X, con monitores de alta resolución, manejados por dos técnicos especialistas, y así vigilar, una a una, todas las cajas de jabón que pasaran por la línea para asegurarse de que no fueran vacías.

Una vez que los ingenieros se marcharon, el sistema comenzó a fallar más que escopeta de feria y entre que venían y no venían a repararlo, Juan, que llevaba treinta años trabajando en la cadena de montaje de esa empresa, había ideado su sistema alternativo: en lugar de complejos, costosos y delicados scanners y sistemas informáticos, se fue a la ferretería de su barrio, compró un potente ventilador y lo apuntó hacia la cadena de montaje. Lo encendió y cuando las cajas pasaban por delante del ventilador, las que estaban vacías salían volando…

En la vida de cada uno y, of course!, también en las empresas nos complicamos la vida en exceso…

La mayoría de las situaciones tienen fácil solución y no sé por qué muchas veces elegimos la más complicada, la más compleja, la más cara…

El ejemplo de Juan, este ingenioso colaborador de la cadena de montaje, nos debe servir de fuente de inspiración para esforzarnos por simplificar las soluciones a nuestros problemas, apostar por la sencillez.

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