Estas situaciones son muy comunes en muchas empresas.
Los innovadores son como adolescentes que cuestionan todo y sus vidas están llenas de porqués.
Pueden ser un estorbo. Y, habitualmente, son personas de difícil trato.
Para algunos representan el papel de subversivos o desestabilizadores porque luchan por acabar con ciertos esquemas. Para otros son unos simples iluminados.
Piensan fuera de la caja y no están conformes con las tradicionales formas de hacer. No conviene espantarlos. Todo lo contrario: contar con ellos agrega valor y repercute positivamente en los resultados de la compañía.
Los ingeniosos suelen ser más informales. Rompen con los paradigmas, son apasionados de sus trabajos y nunca están conformes con lo que hacen.
No les gusta la excesiva rigidez de la jerarquía, la no aceptación de la divergencia y la falta de flexibilidad.
Sin embargo, como dice un clásico anuncio de una cerveza mexicana, “todo con medida”: ser un colaborador valioso no te da derecho a hacer lo que te dé la gana, a ser un desordenado y, mucho menos, a faltarle el respeto a los demás. Más bien esa conducta corresponde a personas con problemas de educación y falta de responsabilidad.
Se puede ser creativo sin ser un loco y un loco sin ser creativo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario