@MendozayDiaz

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domingo, 21 de abril de 2013

Empleabilidad.

Hace cincuenta años algunos gurús de moda decían que tras el mítico año 2000 la jornada laboral de la mayoría de las personas sería sólo de treinta horas semanales.

La realidad es bien diferente: mucha gente trabaja doce horas… diarias y nunca ha habido tantos desempleados como ahora.

Para garantizar la empleabilidad personal hay que identificar nuestras habilidades, considerarnos como una pequeña empresa, organizar el propio desarrollo, identificar a los clientes.

No es suficiente tener una buena formación académica complementada con cursos de postgrado. Esto ya no se discute, se exige.

El curriculum vitae es sinónimo de conocimientos y, si bien no consigue directamente el empleo, abre la puerta para una entrevista.

Pero lo que se valora no es tanto la cantidad de conocimientos adquiridos (cada vez su grado de obsolescencia es mayor) sino los criterios que se aprenden, la capacidad de razonamiento y de encontrar soluciones a los nuevos desafíos.

Demostrar habilidades que marquen la diferencia.


Algunas de las capacidades más demandadas son: trabajar en equipo, saber interpretar las tendencias del mercado y conocer las fortalezas y limitaciones personales y de nuestro equipo.

Cada uno es responsable de su propio destino.

jueves, 18 de abril de 2013

El deporte como escuela de competencias directivas.


Si digo que practicar deporte ayuda a desarrollar virtudes, no digo nada nuevo. Como diría la señora Eustasia eso, hijo, es más antiguo que el hilo negro…

El deporte no sólo es una forma de hacer ejercicio o de evitar el estrés, sino una escuela de competencias directivas. Tesón, esfuerzo, empuje y buena conducta, entre muchas otras.




Hacer deporte denota facilidad para la vida social y hábitos saludables. 

Es mejor contar con alguien que realiza actividad física porque cuida de su bienestar. Indica disciplina y lucha contra la apatía. 

No define un proceso de selección pero puede ser un factor relevante.

Que una persona haya sido un buen alumno en la universidad no implica que sea un buen profesional, aunque señala que es estudioso y responsable. 

Algo parecido sucede con el deporte: revela una faceta de la personalidad. Hay quien dice que, en la práctica de un deporte, sale “el verdadero yo”: el limpio, el agresivo, el perseverante…el tramposo.

Los directivos de hoy deben tener un espíritu más colaborativo que solitario e independiente. 

El baloncesto o el rugby, por ejemplo, son formativos porque ayudan a desarrollar la cooperación, la competitividad y a tolerar las diferencias. 

Facilitan aprender a moverse con otros. El rugby, además, tiene una particularidad: si bien es más sufrido que el fútbol, cuenta con el llamado “tercer tiempo”, donde los contrincantes, que en la cancha se comportan como rivales, se reúnen como amigos.

Las prácticas individuales también tienen su interés, a pesar de no desarrollar tanto el trabajo en equipo. El golf, por ejemplo, es estrategia. 

El deporte es un indicio más de talento directivo pero, afortunadamente, no es el único… Si fuera así, las empresas estarían llenas sólo de figuras atléticas y sería el fin de quienes tenemos sobrepeso….. La realidad muestra que, aunque se tiende a valorar a los directivos que hacen deporte, más de un campeón de la vida sedentaria dirige con éxito importantes empresas.

Como decía la señora Eustasia, quien no se consuela es porque no quiere…

lunes, 15 de abril de 2013

Sensato.


El Profesor Leopoldo Abadía habla claro y de forma sencilla, comprensible. 

Ésa creo que es la clave de su éxito. 

Frecuentemente lo veo en programas de televisión, lo escucho en la radio y lo leo en muchos sitios. 

La gente le escucha. 

Su lenguaje coloquial y llano es atractivo en un tiempo donde se engaña, en demasiadas ocasiones, retorciendo palabras.

La crisis económica ha despertado en muchas personas la necesidad de saber qué está sucediendo, de recibir una explicación en un lenguaje comprensible. 

Don Leopoldo lo hace en su libro “La hora de los sensatos” y, además, propone soluciones optimistas, positivas…sensatas.


Como siempre, a través de un lenguaje fácil, ameno y cargado de situaciones de la vida cotidiana con las que muchos nos identificamos con facilidad. 

No hay que ser un gurú de la economía para entender que el sentido común es clave para salir adelante.

domingo, 14 de abril de 2013

La ética no se proclama, se practica.

Los dirigentes deben dar el ejemplo, un buen ejemplo.

La ética no se enseña pero sí hay guías de comportamiento y actitudes que parten del ejemplo de quienes tienen la responsabilidad de dirigir. 


Si los modelos son malos, cada uno hará de su capa un sayo como decía la señora Eustasia.

La ética no se proclama, se practica.

Muchas empresas no tienen reglas escritas. La ética se transmite con buenos ejemplos y buenas prácticas.

Colaboradores compensados con justicia. Políticas que faciliten su desarrollo. Buena comunicación: institucionalizar momentos para que tu gente pueda decir (sin miedo a represalias) lo que piensa, se sienta escuchada.

Garantizar a nuestros clientes que los productos y servicios no atentan contra su salud y seguridad. Cuidar la calidad. Cobrar precios justos.

Evitar el abuso de poder al tratar con empresas proveedoras con menor capacidad de negociación.

No aceptar regalos de clientes y proveedores ("la regla de los cien euros").

No recurrir a la compra de voluntades de las autoridades a través de pagos, comisiones o regalos.

Cuidar el impacto ecológico de la actividad de la empresa.

Etc, etc y etc.

La ética no sólo afecta a lo económico. Sería un reduccionismo. La ética exige reconocer los derechos que todas las personas tenemos por el hecho de ser personas. Son los derechos humanos.

Una práctica tan poco común como valorada por quienes conocen los beneficios de una relación sincera, leal y constructiva, es decir a las personas con quienes nos relacionamos (colaboradores, clientes y proveedores), lo que uno piensa, y no lo que ellos quieren escuchar.

La ética como una ventaja competitiva a considerar.

viernes, 12 de abril de 2013

Comunicar es un arte.

Cada vez hay más personas pidiendo ayuda en la calle. Tremenda y creciente realidad. Todo un drama personal y social.

Leer los letreros que escriben estas personas me ayuda a comprender su sufrimiento personal: “tengo hambre”, “no tengo dinero”, “no tengo familia, ayúdeme”, “estoy enfermo…”

Habitualmente al pie del letrero la gente suele dejarles monedas, pocas (la verdad).

Hoy ví uno que me sorprendió… “Soy de Valladolid y me faltan cinco euros para poder comprar el billete de autobús de vuelta a casa”. 

Me sorprendió el mensaje y también que tuviera a rebosar de monedas (incluso billetes…) el recipiente.

Qué ingenio el de este hombre, un auténtico creativo de la comunicación… Ha detectado un tema sensible y siempre actual: la rivalidad entre leoneses y pucelanos (habitantes de Valladolid) es histórica… Igual que sucede en tantos otros lugares del mundo: gaditanos y jerezanos, murcianos y cartageneros, regiomontanos (Monterrey) y chilangos (así son llamados los mexicanos de la capital)…

Y con este tema -secundario- ha despertado el interés del transeúnte y ha logrado su objetivo: ayuda en forma de monedas.

El talento de este hombre me ha recordado una historia que escuché hace tiempo…

Dicen que una vez, había un ciego sentado en la acera, con una gorra a sus pies y un pedazo de madera que, escrito con tiza blanca, decía: “Por favor, ayúdeme, soy ciego".

Un creativo de una agencia de publicidad que pasaba frente a él, se detuvo y observó unas pocas monedas en la gorra. 

Sin pedirle permiso tomó el cartel, le dió la vuelta, tomó una tiza y escribió otro mensaje. 

Volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies del ciego y se fue.  

Por la tarde el creativo volvió a pasar frente al ciego que pedía limosna, su gorra estaba llena de billetes y monedas.

El ciego reconoció sus pasos y le preguntó si había sido él quien rescribió su cartel y, sobre todo, qué había puesto.

El publicista le contestó "Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, pero con otras palabras". Sonrió y siguió su camino. El ciego nunca lo supo, pero su nuevo cartel decía: 

"Hoy es primavera, y no puedo verla".

Cuando no logremos lo que nos proponemos, mejoremos las formas de decir;  y comprobaremos que las cosas pueden resultar de otra manera.

La importancia de no desanimarse y probar a decir o a hacer pero de otra forma.

Definitivamente la comunicación es un arte. 

En Monterrey lo aprendí de mi amigo Pablo Zubieta, excelente profesional y mejor persona, que me acercó al arte de comunicar.

martes, 9 de abril de 2013

Lograr que las cosas sucedan.

Es común que las organizaciones tengan una planificación estratégica en la que definen dónde quieren estar, y los tiempos. 

Sin embargo, el día a día no suele estar alineado con esa estrategia planificada. 

El papel lo aguanta todo, pero lograr que todos los colaboradores actúen según lo programado, ésa es la clave.


Una buena planificación debe concretarse en el presupuesto y en los objetivos de cada persona y de cada equipo. 

Y en un análisis periódico del trabajo realizado para detectar desviaciones y proponer medidas de corrección. 

La periodicidad dependerá de la cultura de trabajo de cada organización. Una vez al año es muy arriesgado y, en mi opinión, ni siquiera es aconsejable en empresas con una experiencia de años en buenas prácticas de administración. 

Cada seis meses, cada tres meses, todos los meses…dependerá de cada empresa y de su situación. 

Lo importante es que se cumpla el calendario y la metodología acordada.

La tecnología suele ser un gran apoyo, facilita la tarea. Pero gastar en tecnología sin antes cambiar la mentalidad de los directivos es un derroche. Es como poner los bueyes detrás de la carreta.

El directivo es el responsable de lograr que las cosas sucedan. De comunicar, de explicar, de entusiasmar a sus colaboradores. 

No sé si es la única, pero si la mejor manera de asegurar que las estrategias se concreten en resultados.

domingo, 7 de abril de 2013

El estrés repercute siempre en el estado de resultados.

Me contó un amigo que trabaja en una filial de una empresa alemana, que, a las pocas semanas de ser contratado, se quedó durante tres días seguidos después de la hora. Al tercer día, el director general se apareció en su oficina y le dijo: “Si mañana te veo de nuevo, estás despedido”. Nunca más… 

La administración eficaz del tiempo es, cada vez más, un recurso esencial. Y hace años que los horarios empezaron a ser cuestionados. 

¿Acaso no es suficiente una jornada de ocho horas?

A pesar de la cantidad de horas que se dedican, en general, se trabaja mal. 

La impuntualidad, el smartphone y las interminables reuniones sin objetivos claros son algunos de los principales motivos de ineficiencia. 

Las causas de un cotidiano horario sin fin radican en una mala planificación de tareas y en la falta de intensidad. 

Pero esto no es todo. Las consecuencias negativas saltan a la vista: disminución de la calidad de vida de los empleados y aumento de los costes de la organización. Porque, aunque no se paguen horas extras, el estrés repercute siempre en el estado de resultados.

Para poner fin a esta situación es necesario cambiar la cultura empresarial. 

Todavía está mal visto el que se va “antes de la hora”. Hay muchas compañías donde los ejecutivos “hacen méritos” si se quedan hasta tarde y son tachados de “flojos” si se van antes que sus compañeros.

La lucha por cambiar de costumbres es todo un tema. 

Hasta hace poco, por ejemplo, algunas empresas tenían una fuerte cultura de “trabajo duro”: sus colaboradores se quedaban en la oficina hasta altas horas de la noche. Y, algunas, han mejorado el sistema para manejar el tiempo con más eficiencia. Hoy su lema es el trabajo inteligente. Sin embargo, el cambio es difícil: mucha gente aún tiene interiorizado el concepto que regía antes y sigue trabajando doce horas diarias. O más...

Una persona no puede trabajar excesivamente y bien.