@MendozayDiaz

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sábado, 9 de noviembre de 2019

Muchas gracias a Tamaral Joven.

Muchas gracias a todos los que me acompañasteis ayer en mi charla en la asociación Tamaral Joven. 

Como siempre en este tipo de encuentros, lo mejor ha sido la oportunidad de conocer y dialogar con gente interesante.


domingo, 3 de noviembre de 2019

Entre chupetes y pañales.

Publicado en "Diario de León" el viernes 1 de noviembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/entre-chupetes-y-panales/201911011038431953562.html


Xavier Tarragó, marido de mi amiga Beth Borés, es una persona de trato agradable y conversación inteligente. La última vez que nos vimos, en Barcelona, con motivo de la promoción de mi libro “Una vida con rostro humano”, recordó que nos conocimos “entre chupetes y pañales” en México donde ambos vivíamos por motivos profesionales, con hijos de las mismas edades. Esa simpática -e inspiradora- expresión suya (“entre chupetes y pañales”) llevó nuestra conversación a recordar los gratos momentos que compartimos en Monterrey y, también, a hablar sobre el impacto social del matrimonio y la familia.

Opiniones-de-un-opinante: Lo que más influye en el logro de un matrimonio feliz son los hijos. Nada es tan común y nada une tanto como un hijo. Esta conclusión puede parecer demasiado paradójica a algunos. Molesta. Escandalosa. Absurda. Una época que no ve en los hijos la consecuencia natural del amor de sus padres puede llevar camino de verlos como enemigos de ese amor. Una vez que el niño se encuentra en el mundo reclama para él todos los derechos e impone a sus padres todos los deberes. Nadie nace por propia voluntad, es decir, todos somos nacidos. Los seres humanos llegamos al mundo tan desvalidos que si no hubiese quien nos recogiera y cuidara durante un periodo bastante largo, pereceríamos. La gran función de la familia consiste en ser la creadora de amor; en esto no existe posibilidad de sustituirla. Pertenece a la experiencia humana el hecho de que cuando falta en la familia el vínculo de amor, algo se rompe definitivamente: hijos abandonados, parejas rotas, experimentan en sí mismos esa deficiencia; a veces, con consecuencias dramáticas.

La felicidad en el matrimonio exige esfuerzo. Hay que aprender a amar. Esa lección requiere tiempo. Si se persevera, se aprende. A fin de cuentas, es así como enfocamos otros aspectos importantes de la vida: un negocio o una profesión, por ejemplo. El amor es exigente en sí mismo. La existencia humana es tiempo. La velocidad ha pasado a ser un principio de la vida. Todo debe ser rápido. Hay que pensar rápido, evaluar rápido, proponer rápido, decidir rápido y actuar rápido. Con esta cultura de la velocidad en muchas situaciones a lo único a lo que realmente podemos imprimir aceleración es a nuestras acciones, normalmente precedidas de un débil proceso de decisión. Así sacrificamos el cumplimiento cabal de un objetivo bien perfilado por tan sólo aproximarnos a él con rapidez. Es mejor tratar, primero, de ser efectivos para, después, serlo con rapidez: sin renunciar al sereno análisis. En la familia la entrega es completa, sin reservas: tampoco de tiempo.

El padre o la madre que cuida al hijo, le educa y le encamina para que sea una persona valiosa, está realizando uno de los trabajos más importantes que pueden concebirse. Sin embargo, carece de remuneración. De ahí la tendencia al abandono de esta función en nuestros días. La tendencia universal al confort va extendido cada vez más la idea o el sentimiento de que los hijos son una pesada carga que conviene evitar. Desde hace décadas asistimos al vaciamiento del matrimonio como institución jurídica y social. Para mucha gente el matrimonio sólo interesa como medio para pagar menos impuestos y cobrar la pensión de viudedad u otras prestaciones. Hoy ya casi nadie habla de los fines: el bien de los esposos, los hijos, su educación. 

Insisto: El problema de la natalidad es acuciante y su resolución poco tiene que ver con factores ideológicos o partidistas, sino con una concepción responsable del futuro. La familia no es un asunto “estrictamente” privado. La negativa de muchas familias a tener hijos hace tambalear los fundamentos de nuestro estado del bienestar. Por tanto, urge impulsar las políticas de apoyo a la familia con incentivos económicos y con medidas que favorezcan –realmente- la tan proclamada conciliación laboral. El derrumbe de nuestra pirámide poblacional es el derrumbe de nuestro modelo de sociedad. Aquí está la gravedad y la urgencia. 

martes, 22 de octubre de 2019

Dígame cómo.


Publicado en "Diario de León" el martes 22 de octubre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/digame-como/201910220931291950303.html

La política y los políticos. Se constata un sentimiento de desconfianza hacia esa tarea y hacia los que a ella se dedican. Esa visión negativa y pesimista no se halla, por desgracia, totalmente desprovista de fundamento. Existe, en efecto, una acepción peyorativa de la política que la concibe, sobre todo, como arte del engaño y del fingimiento. Falta una mejor tradición y conciencia de servicio público; y este vacío, en ya demasiadas ocasiones y por demasiados años, vienen a llenarlo gentes que hacen de la actividad política el pedestal de su propio encumbramiento y un instrumento al servicio de sus intereses particulares, o de los de su cuadrilla.

Los líderes tratan de presentarse con valores carismáticos para hacerse atractivos y reducen a los partidos a meros apéndices de su persona. Así, la función de un partido político no es proporcionar soluciones para los diferentes problemas sino llevar a sus dirigentes al ejercicio del poder a través de estudiadas estrategias orientadas a engatusar a las masas. Las campañas electorales no son serenas confrontaciones racionales para explicar a los votantes qué programas pueden y deben llevarse a cabo, invitándolos a que escojan, sino vocingleras concentraciones en que se descalifica al adversario por todos los medios posibles sin que sea posible descubrir en las intervenciones un plan racional, estructurado y completo. Un simple juego de votos para determinar qué políticos van a disponer del respaldo de la mayoría. Pero, en el fondo, el gobierno lo ejercen oligarquías muy cerradas, en forma de partidos, que acuden a los ciudadanos para obtener su voto no con razonamientos sino apelando a sus sentimientos: en cualquier campaña política sus expertos organizadores saben muy bien que lo importante es inspirar el temor a una posible victoria del otro. 

Ningún político, cualquiera que sea el partido al que pertenezca, tiene derecho a enmascarar su rostro, a aparecer como no es, a recurrir a la estrategia de la mentira. El ciudadano tiene derecho a una sincera definición de posiciones, de principios ideológicos y también de criterios frente a los problemas concretos: dígame cómo. Así podrá juzgar con conocimiento de causa y se creará el clima necesario para que se forme una sana y responsable opinión pública.

Hay muchas políticas por mejorar (“reformar”). Somos campeones en fracaso escolar, no tenemos ni una sola universidad española entre las cien mejores del mundo. Nuestra electricidad, combustibles y comisiones bancarias están entre las más caras de la Unión Europea. La deuda pública española que se ha incrementado hasta cifras históricas, en los últimos años, se ha utilizado fundamentalmente para rescatar comunidades autónomas, ayuntamientos y cajas de ahorro desgobernadas y arruinadas por los de siempre. El problema de la natalidad es acuciante y su resolución poco tiene que ver con factores ideológicos o partidistas, sino con una concepción responsable del futuro. La familia no es un asunto “estrictamente” privado. La negativa de muchas familias a tener hijos hace tambalear los fundamentos de nuestro estado del bienestar. Por tanto, urge impulsar las políticas de apoyo a la familia con incentivos económicos y con medidas que favorezcan –realmente- la tan proclamada conciliación laboral. El derrumbe de nuestra pirámide poblacional es el derrumbe de nuestro modelo de sociedad. Aquí está la gravedad y la urgencia.

La base de la ciudadanía democrática es la igualdad en libertad. Luchar contra las tiranías que pisotean la democracia formal, así como contra la miseria y la ignorancia que imposibilitan la democracia material: regenerar la democracia, reivindicar el patriotismo y defender la igualdad entre españoles. Hacer política de otra manera, respetando al adversario, escuchando, dando argumentos, tratando de convencer, dando al otro la oportunidad de convencerte. El respeto al otro está en la base de la misma democracia. En fin, una política, nueva, buena, “con mayúscula”. La buena educación ciudadana no se desarrolla naturalmente, hay que fomentarla. Está de moda descalificar la actividad política. Debemos valorarla y colaborar, en la medida de nuestras posibilidades, para que ésta mejore. ¿Cómo? Por ejemplo, ejerciendo con una mayor responsabilidad nuestro derecho al voto. Ahora es el momento.

lunes, 7 de octubre de 2019

Un corazón solitario.


Publicado en "Diario de León" el lunes 7 de octubre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/un-corazon-solitario/201910071928191945495.html

Uno no puede coger su propia vida y considerarla desligada de toda una serie de maravillosos vínculos que nos ayudan, nos cobijan y que nos sirven también para ejercitar nuestra capacidad de ayuda, de solicitud para con los demás. Como dice Antonio Machado: “Poned atención: un corazón solitario no es un corazón”. La vida de cada uno de nosotros es importante desde el punto de vista de los demás, y conviene no perder el propio fuego, porque puede haber otros que lo necesiten; ese fuego modesto, ese fuego humilde, puede ser necesario. Muchos han tenido en la vida ilusiones, pero no la paciencia necesaria para que estas ilusiones llegasen a convertirse en realidad. El mundo está lleno de desencantos, gente que ha ido a parar de la desilusión a la tristeza, al resentimiento, a la amargura, porque tuvo ilusiones de verdad, ilusiones de belleza, ilusiones de amor, pero no tuvo esa otra actitud indispensable en el ánimo del hombre sereno, que es la paciencia. Sin serenidad, nuestro vivir se empobrece, y, al empobrecerse, la vida va perdiendo poco a poco alegría, va perdiendo poco a poco intensidad y atractivo.

La preocupación desordenada por uno mismo es la que nos lleva a tender los obstáculos que nos apartan de una convivencia sencilla con los demás. Nos estamos convirtiendo en una civilización de malas maneras y palabras, como si fuese un signo de emancipación. Lo escuchamos decir muchas veces, incluso públicamente. La amabilidad y dar las gracias son vistas como un signo de debilidad, y a veces suscitan incluso desconfianza. Esta tendencia se debe contrarrestar en el día-a-día de la familia: gratitud, reconocimiento. La dignidad de la persona y la justicia social pasan, ambas, por esto. Si la vida familiar descuida este estilo, también la vida social lo perderá.

En la convivencia establecemos unas zonas de alejamiento o de precaución. Empalizadas de suspicacias, de complicaciones, de recelos, de sospecha. Clasificamos a alguien con solo nuestro modo de mirarle: a la fuerza hace esto, por esto; hace aquello, por alguna razón interesada. Entonces se produce con frecuencia una artificial incompatibilidad. Interesante descubrir cuáles son las fronteras que nos separan a unos de otros. El prejuicio nos separa a los unos de los otros, creando abismos de división, y también, a la larga, creando una cierta indiferencia o un cierto pesimismo respecto de nuestras posibilidades de convivir. 

A veces, tratamos con brusquedad a las personas y a las cosas; en ocasiones, tratamos con falta de respeto a lo que hay a nuestro alrededor. La brusquedad, la falta de respeto, la impaciencia, en definitiva, va poco a poco empobreciéndonos, porque hacen que el mundo se cierre a nuestro alrededor, dejándonos en un crispado aislamiento, alejados de muchos alimentos necesarios para dar sentido a la vida. Quizá no todos podamos encontrar la palabra que produce la alegría, pero si podemos evitar la palabra que produce la tristeza. Quizá no podamos tomar las decisiones que conducen al establecimiento de la justicia, pero si podemos intentar evitar la injusticia en nuestras relaciones cotidianas.

Si queremos convivir hace falta que ejercitemos la comprensión y la paciencia de aceptar la realidad. Sin paciencia no se puede amar, sin paciencia no se puede comprender, sin paciencia no se puede respetar, ni aprender, ni enseñar. Un hombre con paz en el alma es un hombre sencillo en la convivencia, poco vulnerable a las heridas, porque no tiene casi blanco para que le hieran. Convivir es un arte. Un arte en el que hay que ejercitar, día a día, la paciencia. Aprender a respetar, a comprender. Aprender a disculpar. Aprender a aceptar a la gente como es.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Historia "a la carta".


Los editores de libros de texto han denunciado presiones de gobiernos autonómicos para que los manuales digan lo que los gobiernos quieren y no lo que la ciencia dice… Tal cual. Para muestra un botón: la presión de un gobierno con una editorial ha llegado hasta tal punto que, si el libro de texto de historia no ignora a los Reyes Católicos, no recibirá el visto bueno en esa comunidad autónoma. Increíble, pero, lamentablemente, cierto. El fanatismo no es bueno, porque es irracional. Todo lo que no sea racional es un subproducto intelectual. No hay ciencia de lo falso. La ciencia es verdad demostrable. El subjetivismo es el procedimiento más sencillo para llegar a la más caótica confusión en cualquier terreno. Las cosas son como son, independientemente de la subjetiva apreciación de cada uno. No se trata de opiniones, sino de conocimiento. Cabe opinar cuando se discute de administración, de cuestiones de trámite, de cosas opinables, no cuando hay que pronunciarse por la pacífica vigencia de los hechos históricos.

Hoy la mente del hombre medio se alimenta más de opiniones que de verdades. Pero no se puede ignorar que en una sociedad de masas las opiniones mayoritarias tienen un efecto convincente que no puede despreciarse. El oscurecimiento de la razón lleva a negar, o a poner en duda al menos, incluso los principios más elementales y más generalmente probados por la experiencia de muchas generaciones. ¿Que al-político-de-turno le incomodan los Reyes Católicos? Pues, se eliminan, y ya está: lo importante no es lo que es sino lo que quieren que sea. Se retratan en sus acciones: su ignorancia es demasiado honrada y deslumbradora. Alguien hace el mal, y el resto se lo permite. La tentación de algunos intelectuales de poner sus talentos al servicio de lo que creen ser la demanda de la masa, y lisonjearla para conseguir no sólo fama (aunque sea pasajera), sino también atractivas ganancias materiales. O quizá por considerar más importante ir con los tiempos que ir con la verdad, ir a favor de la corriente que arriesgarse a ir contra ella. 

No se puede inventar la realidad. Hay una notable diferencia entre los que hacen afirmaciones porque tienen argumentos ciertos y aquellos que no tienen otros argumentos que sus propias afirmaciones. La falta de conocimientos firmes y definidos no sólo no proporciona a la inteligencia libertad, ni la hace más ágil, sino que, por el contrario, le impide alcanzar su objeto y convierte al hombre en fácil presa del error. La importancia de saber. Vivimos tiempos de augures y adivinadores. Suplen con la imaginación los vacíos ocasionados por su falta de datos. Los datos son como cifras, es decir, el único lenguaje que, en esta época nuestra de confusión de lenguas, sigue siendo accesible a todos, a las gentes más sencillas como a las mentes más marcadas por las diversas deformaciones ideológicas, políticas, filosóficas o socioculturales. Hoy cada uno tiende a construir como si nadie hubiese hecho ni dicho nada antes. Teorizar al margen de la experiencia. Se ignora la tradición, la sabiduría acumulada de los siglos pasados, la experiencia de otros hombres. Lección de otros tiempos que ilustra, enseña y señala el camino. 

Por último, este tipo de episodios son una estafa porque el alumno que se matricula en un centro educativo va a aprender verdades, no a soportar las personales opiniones o las particulares teorías del profesor, o del político de turno... Historia es lo-que-ha-sucedido. La grandeza de nuestra Patria. Es preciso recordar nuestra historia y el liderazgo de España durante siglos para sentirnos orgullosos de ser españoles. No más que nadie, pero, menos, tampoco.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Industrias sin hombres.


Publicado en "Diario de León" el domingo 8 de septiembre del 2019: https://www.diariodeleon.es/articulo/opinion/industrias-sin-hombres/201909081355411937048.html


Numerosos procesos tecnológicos se realizan hoy con tal rapidez y, exigen tal finura y precisión, que sobrepasan, efectivamente, la capacidad de comprensión humana. La revolución tecnológica se extiende a todo el orbe, se introduce de una manera cada vez más incisiva y transformadora en las condiciones de la vida humana, de modo que se la ha comparado con el tránsito a la vida sedentaria en la época neolítica. Los conocimientos y la habilidad técnica de los pueblos occidentales permanecieron durante milenios lo mismo en lo esencial. A fines del siglo XVIII se usaban casi del mismo modo que en tiempo de los faraones el arado, el carro, el barco de vela, la lámpara de aceite. Pero después los descubrimientos se siguieron rápidamente. Han mejorado la vida de millones de hombres, liberándoles de las labores más duras. Las sucesivas revoluciones industriales y tecnológicas han procurado un alimento, cada vez más abundante; enriquecido nuestra libertad, permitiéndonos mayores posibilidades de elección, al ofrecernos un surtido cada vez más variado de bienes y servicios. Han abierto los ámbitos de la tierra, el mar y el aire. Han logrado dominar de un modo inusitado el espacio y el tiempo. El adversario más encarnizado de la tecnología no podrá negar que es capaz de servir al hombre de maravillosa manera.

La vertiginosa rapidez del progreso tecnológico ha trastornado el principio vital del hombre de nuestros días. Un nuevo tipo de hombre que está en función de los fenómenos técnicos es, por esta misma razón, un tipo que ofrece los mismos rasgos en todas partes. Como ocurre con los deportes, la tecnología, en su apariencia externa, es accesible a la misma comprensión en todo el mundo. La sociedad contemporánea, es decir, la de la revolución tecnológica, impone tanto o más que cualquier otra del pasado una jerarquización muy estratificada. La sociedad racionalizada del presente y, sobre todo, la del futuro será la de la especialización y la del mando de los expertos, una sociedad estructurada bajo el signo de la capacidad y no del número. En anteriores épocas de la economía, cada cual era capaz de comprender la sencilla construcción artesana, como la rueda o el carro. Hoy, la mayor parte de los hombres son profanos en la tecnología y usufructuarios de sus creaciones. Veo en esta cuestión una importante tarea a realizar en el campo de la educación y de la cultura. El hombre de la época tecnológica no puede contentarse con ser un simple peón o un pasivo usufructuario de los adelantos tecnológicos. Es indispensable que conozca en su generalidad -pero en un grado de desarrollo mucho mayor que hasta ahora-, las relaciones y conexiones de la tecnología.

¿Si el progreso técnico logra la ejecución de los trabajos manuales por medio de máquinas, no resultará de ello un progresivo paro forzoso? Hay que responder que, en efecto, cada nuevo invento técnico comienza por hacer innecesarios muchos brazos; pero, a la larga, produce nuevas ocasiones de trabajo. Ante la rápida evolución de las especialidades y las técnicas, es más importante que se desarrolle “el arte de aprender”, y que la utilización correcta del cerebro y la razón tenga la primacía sobre la acumulación de un saber condenado a ser superado.

La tecnología no es tan inocua. Ofrece al hombre insospechadas posibilidades de poder sobre la naturaleza y sus fuerzas, y con ello también sobre los hombres. Cuanto más poderosa sean las energías de la tecnología, tanto mayor será la responsabilidad del hombre. Puesto que la tecnología tiene por objeto servir al hombre, hay que intentar dirigir el progreso de manera que no se precipite por caminos subversivos provocando crisis, sino que se desenvuelva de una manera armoniosa. Es necesario que, a la par que los nuevos conocimientos técnicos, se cultive, en la sociedad contemporánea, lo que de humano hay en el hombre. No es fácil.