Hay
que ver la que se ha montado porque el Gobierno de Pedro Sánchez quería elevar
el techo de gasto. Se puede -o no- estar de acuerdo, pero lo que llama la
atención es que los mismos que se-rasgan-las-vestiduras por esta propuesta
permanecen ausentes o, como suele decirse, se-ponen-de-perfil ante esta noticia,
también de estos días: el rescate de las cajas de ahorro y autopistas de peaje
tiene un coste no presupuestado que desviará el déficit de las administraciones
públicas. Más deuda. En concreto, en las cuentas públicas ha habido un aumento
de pagos del Fondo de Garantía de Depósitos de 1.700 millones de euros para -en
expresión poética del lenguaje cortesano- cubrir el esquema de protección de
activos de un par de antiguas cajas de ahorro. En lenguaje llano y claro:
seguir pagando con-dinero-de-todos-los-españoles los desmanes de unos gestores
que, en la mayoría de los casos, todavía no han asumido ninguna
responsabilidad. Y, por el lado de las antiguas autopistas de peaje, la
Administración ha tenido que hacer frente al coste de la responsabilidad
patrimonial del Estado que ha supuesto 1.800 millones de euros. Más excreciones
del “capitalismo de amiguetes”. Es destacable el cinismo de los habituales
defensores de la economía de mercado, del control del déficit público que, en
este caso, no tienen ningún tipo de escrúpulos en solicitar la intervención del
Estado y su responsabilidad ante los miles de millones de pérdidas. El
viejo discurso de privatizar las ganancias y nacionalizar las pérdidas.
En
estas semanas de presentaciones de resultados empresariales vemos como los
bancos ganan mucho dinero. Una buena noticia. Y van a seguir haciéndolo porque
tras el expolio y desaparición de las cajas de ahorro es muy relevante analizar cómo
ha quedado el mapa bancario español. Donde antes había más de cincuenta
entidades ahora han quedado algo más de diez, y grandes, que son las que se
acaban llevando el grueso del negocio, la banca comercial. Mismo pastel, menos
comensales: más dinero. Por tanto, la propuesta socialista de impuesto a la
banca es razonable, opinable. Y me parece una-salida-de-tono el anuncio de un
banco -en lenguaje cortesano, otra vez- de que se replantearía su estructura
legal si se aplican ciertos impuestos. En fin, que amenazan con cambiar su sede
social a otro país. Otra “deslocalización”. A río revuelto ganancia de pescadores.
La llamada riqueza financiera ha resistido
mejor los embates de la crisis. Y ello sin considerar los generosos rescates. Año tras año, en torno al setenta
por ciento de los ingresos provienen de nóminas; y los ingresos declarados por
los trabajadores superan a los declarados por los empresarios. Muchas empresas,
grandes empresas, se quejan de los elevados que son los tipos impositivos de su
sistema fiscal (el 25, el 30, dicen) pero, a la hora de la verdad, muchas de ellas,
casi todas, sólo pagan el 5% y ello porque tienen privilegios para no pagar
impuestos a través del exclusivo mundo de los agraciados por las exenciones
fiscales. La progresividad únicamente surte efecto para quien depende de una
nómina. Los ricos pueden refugiarse en la “ingeniería fiscal” o amenazar con
trasladar su fortuna si les tocan sus privilegios.
La progresividad fiscal entronca con valores
democráticos como la solidaridad y la equidad. De la justicia del sistema
fiscal dependen, también, el equilibrio de toda la sociedad, el desarrollo
económico y cultural, la potencia militar y científica y la eficacia de los
servicios públicos. Se produce una aproximación entre los ciudadanos (el
impuesto progresivo es un arma contra la desigualdad injusta), y, en fin, la sociedad
se hace con la masa de recursos necesarios para llevar a cabo servicios y
prestaciones que, muy especialmente, benefician a los económicamente más
débiles, ya que, proporcionalmente, su economía y bienestar son los más
favorecidos. Cuando hablamos de igualdad esencial nos inclinamos, sin querer, a
cierta tergiversación o prostitución del concepto; algo así como si dijéramos
en lo esencial somos iguales, claro es, pero lo demás es otra cosa. Y no es
así. Es otra la interpretación. Lo esencial es ser hombre y si esto se da, como
se da, tan sustancial identidad -que nos delimita frente a todos los demás
seres o criaturas- hay que ajustar las relaciones humanas de tal modo que se
evite la deshumanización a causa de la desigualdad: la de unos, víctimas de su
pobreza, la de otros, enredados en su demasía. Dicho en otras palabras: la
igualdad en lo esencial reclama menos desigualdad en las circunstancias
vitales. Aclaro: esta última reflexión no está inspirada en Castro, Maduro,
Iglesias Turrión sino en el Gran Juan Pablo II. Por si acaso.
Ya
está bien de esta ceremonia de la confusión. Viejas melodías interpretadas con
otro ritmo. "Liberal" y "social". He aquí dos vocablos
pavorosamente preñados de significaciones y, al mismo tiempo, desgastadísimos
por un abuso secular. La demagogia y la mentira prenden con mucha facilidad en
situaciones como la que actualmente atraviesa España. Estoy con quienes
trabajen por una sociedad democrática y libre en que todas las personas nos
esforcemos por vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades.
Publicado el miércoles 1 de agosto del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/techo-gasto_1267184.html