Tener un buen jefe es una de las mayores satisfacciones que uno puede tener en su vida.
No pretendo agotar este tema en las próximas dos entradas pero sí recopilar algunas buenas prácticas de personas que han sido calificadas como buenos jefes:
Comunican en forma clara. Interpretan con precisión las señales que emanan de la organización, comprenden esa información y le dan un sentido común.
Hacen sentirse importantes a las personas. Saben que hay que relacionarse con los demás con respeto, logrando empatía y procurando entender sus puntos de vista. Saben escuchar los problemas y preocupaciones del otro.
Forman buenos equipos de trabajo. Seleccionan a los mejores, a los más motivados. Asumen la responsabilidad de inyectar energía a nivel de las personas y de los equipos para lograr que el todo sea muy superior a la suma de sus partes.
Fijan altos estándares. Saben que las organizaciones con éxito, visionarias y de alto rendimiento se fijan metas muy exigentes. Su rol es lograr que cada vez que se alcance un buen nivel, se establezcan nuevas metas en el esfuerzo constante y colectivo por superar los logros alcanzados.
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