@MendozayDiaz

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lunes, 18 de julio de 2016

Un país de ancianos.

Hace unos días leí que Castilla y León pierde 64 habitantes al día, su mayor pérdida de población en décadas; y que León es la cuarta provincia de España con mayor media de edad. En esta misma línea, hace unos meses leí una noticia que llamó mi atención: en Japón, por primera vez en su historia, el año pasado, se vendieron más pañales para adultos que para bebés… En España, más temprano que tarde, viviremos una situación similar. Con nuestras actuales tasas de natalidad, dentro de medio siglo, cuatro de cada diez españoles tendrán más de 65 años. 

Algunos expertos hablan de suicidio demográfico de España. No sé si será una exageración, pero, seguro, que este nuevo escenario -la combinación de envejecimiento y descenso de la población- supondrá una nueva estructura económica. Sin duda que es una buena noticia que la esperanza de vida de los españoles supere, ya, los 80 años de edad como también sucede en otras economías desarrolladas. Vamos hacia una sociedad con cada vez más jubilados, que vivirán más, y menos personas en edad de trabajar y, muchos de éstos, con contratos a tiempo parcial y contribuciones reducidas a la Seguridad Social. Y todo esto impactará de múltiples formas a nivel económico, social y presupuestario.

Perdemos población. Los datos del Instituto Nacional de Estadística marcan una tendencia común a todo el país pero que, en León, se hace más profunda que en la media nacional. Aquí, lo vemos todos los días, cada vez perdemos más población y la que queda está envejecida porque, además de caer la natalidad, los jóvenes se tienen que ir a otros lugares en busca de oportunidades de trabajo. Hace unos meses conocíamos el dato de que, en León, casi un 30% de los municipios no registran ningún nacimiento en el año y, sin embargo, casi todos, si registran vecinos fallecidos. O que los centenarios que residen en León se han duplicado en la última década. O que la provincia ha perdido más de ochenta mil habitantes durante los últimos cuarenta años. O que somos los terceros con más conductores mayores de 74 años.



España es ya uno de los países más envejecidos del mundo. Baja natalidad y aumento de la esperanza de vida aceleran el proceso de envejecimiento de la población española. Cada año nacen menos niños y se mueren menos habitantes. La población en edad de trabajar está disminuyendo y en el futuro se reducirá todavía más. A finales del siglo XIX, la expectativa de vida media era de poco más de 50 años; hoy es de más de 80. El sueño -la ilusión- de tantas generaciones de vivir hasta los 100 años, cada vez es una posibilidad al alcance de más personas. Jubilarse ya no es como la antesala de la muerte. Afortunadamente. Es decir, un menor número de trabajadores va a tener que sostener a un mayor número de jubilados. Ante este panorama surge una pregunta “incómoda” ¿quién pagará los programas de atención a dependientes, la sanidad, el gasto farmacéutico…? 

Vamos camino de ser un país de ancianos. Es importante hacer visible un problema que sólo perciben quienes la ven día a día: la muerte lenta de sus pueblos. Uno de los problemas más graves (y quizás menos atendidos) de España. Situación que hubiera sido más grave de no ser por la contribución de los inmigrantes durante los últimos años. Pero, como consecuencia de la crisis económica, cada vez llegan y permanecen menos inmigrantes en nuestro país. Esta situación es una “bomba de tiempo” que, si no se pone remedio, acabará explotando en forma de un insostenible gasto en sanidad, en servicios sociales y en pensiones. El desequilibrio demográfico obligará a cambios drásticos en el modelo de sociedad. Estamos condenando a la inviabilidad al modelo social que nosotros hemos heredado. Recuperar el crecimiento demográfico es fundamental para mantener muchas de las prestaciones de nuestro actual modelo económico y social.

El problema de la natalidad es acuciante y su resolución poco tiene que ver con factores ideológicos o partidistas, sino con una concepción responsable del futuro. La familia no es un asunto “estrictamente” privado. La negativa de muchas familias a tener hijos hace tambalear los fundamentos de nuestro Estado del Bienestar. Por tanto, urge impulsar las políticas de apoyo a la familia con incentivos económicos y con medidas que favorezcan –realmente- la tan proclamada conciliación laboral. El derrumbe de nuestra pirámide poblacional es el derrumbe de nuestro modelo de sociedad. Aquí está la gravedad y la urgencia.

La crisis económica –y la inestabilidad social- ha retrasado y desincentivado la maternidad. Muchas mujeres la retrasan a la espera de mejores condiciones que, a veces, nunca llegan y, si llegan, es a una edad tardía para tener y educar a un hijo. Para muchas mujeres supone una tensión entre el reloj biológico y la coyuntura económica. Las buenas prácticas de algunos países como, por ejemplo, algunos del norte de Europa, señalan que se puede revertir la tendencia incidiendo sobre las condiciones que favorecen y protegen la maternidad: permisos a compartir entre ambos padres, guarderías asequibles y reducción de la jornada laboral por crianza, entre otras, son algunas de las medidas que han demostrado ser eficaces.

O los incentivos para favorecer el asentamiento de nuevos habitantes en el mundo rural. La verdad es que muchos estamos cansados de escuchar hablar de medidas que o no se concretan, o no son suficientes, o no son adecuadas o, sencillamente, “no son” porque no pasan de ser unas conclusiones de un estudio (“el papel lo aguanta todo”). En fin, urge impulsar políticas orientadas a favorecer la sostenibilidad de las cuentas públicas y el mantenimiento de los pilares de nuestro Estado del Bienestar. Tomar conciencia de este problema es una cuestión de Estado. Y cuestión de Estado quiere decir que todos los partidos políticos, sin excepción, deberían ponerse de acuerdo a la hora de fijar políticas que permitan si no atajar esta sangría poblacional, al menos, cambiar la tendencia. Por el bien de todos.

Publicado, hoy, 18 de julio del 2016 en "Diario de León": http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/pais-ancianos_1084786.html

lunes, 11 de julio de 2016

Mentiras sobre el "Brexit".

Durante los últimos meses he seguido con atención las informaciones sobre el referéndum para la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Un asunto con implicaciones, muy relevantes, de carácter político, económico y social para España. Y de mi interés como profesor asociado de Derecho Internacional Público.

En los primeros días del mes de junio estaba convencido del triunfo de los partidarios del “Brexit” pues así nos lo venían diciendo las encuestas durante el último año: 65/35, 60/40, 55/45… El rango de la diferencia era tema de debate, pero no había sondeo que les diera la razón a los británicos partidarios de permanecer en la Unión Europea. El asesinato de la diputada socialista Jo Cox cambió las tornas y así lo confirmaron, también, las casas de apuestas que, a diferencia de los institutos demoscópicos, cuando realizan pronósticos no sólo se juegan su prestigio sino, también, su dinero.

El 23 de junio me fui a dormir pasadas las once de la noche, cuando los medios daban por hecho que Gran Bretaña permanecería en la Unión Europea, cuando Nigel Farage, líder del Partido de la Independencia, comenzaba a reconocer su derrota. A la mañana siguiente, la radio me sorprendía con la noticia que, durante la madrugada, se produjo el “sorpasso” y que el “Brexit” triunfó por 52 a 48… Desde entonces vivimos en un tsunami de opiniones habladas y escritas que, en muchas ocasiones, no es que no estén bien fundamentadas, sino que, sencillamente, son mentira.

Por ejemplo, no es cierto que este referéndum haya sido una iniciativa de “populistas”. Eso es no es verdad. El político responsable de la convocatoria de este referéndum es David Cameron, del Partido Conservador, miembro del Grupo del Partido Popular Europeo. El equivalente, en nuestro arco parlamentario, a Mariano Rajoy. Y se comprometió a convocarlo, durante la última campaña electoral, para intentar zanjar una cuestión que permanece viva en la sociedad británica, y muy especialmente entre los conservadores, desde el minuto uno de su incorporación a la Unión Europea, en 1973. Los británicos siempre han visto el proyecto político de “más Europa” como una amenaza a su sistema político, social y económico. Se incorporaron a la Comunidad Económica Europea, básicamente, por las ventajas que suponía para sus empresas, pero, en la medida en que el proyecto de unión europea de desarrollaba y concretaba en otras políticas, más allá de las económicas, el sentimiento de “euroescepticismo” volvía a reavivarse y a manifestarse en forma de protestas, vetos, reservas, y amenazas varias.  

Con el término “populismo”, a veces, se pretende etiquetar, descalificar, propuestas políticas que son razonables, aunque, eso sí, contrarias a los intereses del “establishment”. Además, en este caso, nos guste o no, el resultado cuenta con la inatacable legitimidad democrática que le otorga un 73% de participación ciudadana.

Otra. Ahora los europeístas británicos están promoviendo, en Escocia, otro referéndum pro independencia. El segundo en un año. En España, entre quienes lo aplauden y jalean se encuentran personajes que, sin ningún rubor, defienden una cosa y su contraria… Me explico. No es razonable -ni justo- desplegar un abanico de argumentos políticos, jurídicos, sociales a favor del derecho a decidir de los escoceses y, simultáneamente, negárselos a los independentistas catalanes. 

Por último. Perplejo escucho y leo las ocurrencias de una caterva de opinantes que me abruman con sus certezas sobre el día después, sobre lo que viene a partir de ahora. Mentira. Nadie lo sabe. La única previsión es el ya famoso artículo 50 del Tratado de la Unión, y poco más. La Unión Europea tiene regulado, hasta el más mínimo detalle, el procedimiento de ingreso porque, durante los últimos sesenta años sólo se han producido solicitudes de entrada, nunca, hasta ahora, de salida. Por tanto, el proceso de salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, su calendario, los próximos pasos son una incógnita, sencillamente, porque nos encontramos ante la primera vez que un país miembro decide abandonarla. Y corresponderá a sus instituciones definir el cómo y el cuándo. 


El “Brexit” desata el pánico. En España, entre otras razones, porque un tercio de los activos internacionales de nuestros bancos están en el Reino Unido. O porque, muy probablemente, tendremos que aumentar nuestra contribución al presupuesto comunitario, en unos 900 millones de euros…En general, el pánico también tiene que ver con el riesgo de contagio. Porque más allá del temor a perder su libra, yardas y grados fahrenheit, los motivos de fondo que han llevado a los británicos a votar su salida, son razones políticas, con fundamento, y perfectamente extrapolables a otros países de Europa. Más allá de simplificaciones y reduccionismos los motivos de la catástrofe tienen que ver con la pérdida del encanto inicial del proyecto para la unión europea y un cierto hartazgo con los manejos de los burócratas del sistema.

Lo que está claro es que nada volverá a ser como antes; pero, eso, necesariamente, no tiene porqué ser negativo. La Unión Europea afronta el mayor desafío de su historia. Ahora es el tiempo de las respuestas claras e ilusionantes: hoy es siempre todavía.

Publicado, hoy, 11 de julio del 2016, en "Diario de León": http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/mentiras-brexit_1083270.html

jueves, 2 de junio de 2016

"El alma de la ciudad" de Jesús Sánchez Adalid.

En plena Edad Media, la Reconquista avanza, a pesar de la fuerza del imperio almohade.

El rey Alfonso VIII funda la populosa ciudad de Ambrosía (Plasencia), donde su primer obispo se entrega a erigir el orden más excelso, con una visión guerrera y a la vez mística del mundo.

El joven Blasco Jiménez, la mano derecha del prelado, se enfrenta a un dilema: la fidelidad al espíritu de la ciudad o su propia libertad.


Publicada en el año 2007, su autor, Jesús Sánchez Adalid, es considerado un referente de la buena novela histórica.

Esta obra fue galardonada con el Premio Fernando Lara de Novela 2007.

Completa, amena, sencilla. Recomendable.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Antonio Fontán, un liberal en la Transición.

Ahora que tan de moda está invocar el “espíritu de la Transición” recomiendo la lectura de un libro sobre uno de sus protagonistas: D. Antonio Fontán (1923-2010).

La Transición Española fue obra de personas que aspiraban a un tránsito pacífico de una dictadura a una democracia, personas con diversos orígenes políticos, ideológicos y profesionales. El catedrático de Latín, Antonio Fontán, fue una de las más importantes.

“Antonio Fontán, un liberal en la Transición” de Miguel Ángel Gozalo (Editorial Almuzara) no es una biografía convencional ni un pormenorizado y minucioso relato de la vida de aquel sevillano que ganó una cátedra de latín a los 26 años, editó y dirigió diversas publicaciones a lo largo de su vida (Nuestro Tiempo, Madrid, Nueva Revista) y fundó, junto a Joaquín Garrigues, un partido político que se sumó a la corriente liberal que alimentó un periodo decisivo de la historia de España.


Este libro trata de acercarse a lo que hizo, a esos tres aspectos, tan vigorosos, de la trayectoria de Antonio Fontán: periodismo, latín y todo lo demás. Fue uno de los seres distinguidos con el secreto de aprender permanentemente y de contar de manera clara, precisa y eficaz.

Al final de su vida pasó por la política y se convirtió en uno de los artífices de la Transición, que, como Presidente del Senado, estampó su firma, junto a la del Rey Juan Carlos I y la del Presidente de Las Cortes (D. Fernando Álvarez de Miranda, recientemente fallecido), en el ejemplar de la Constitución de 1978, que devolvía a los españoles la libertad política y los encaminaba a un futuro mejor.

Pero, antes, D. Antonio había hecho algunas otras cosas. Entre otras, ser catedrático de Universidad y periodista de extraordinaria ejecutoria, como director del inolvidado diario “Madrid”, que salió por los aires después de un cierre intempestivo que se convirtió en metáfora de las dificultades de la prensa durante el franquismo.

El autor es Miguel Ángel Gozalo, periodista que conoció a Fontán en el diario “Madrid” y con quien colaboró en posteriores emprendimientos.

Este libro es especialmente recomendable para quienes estén interesados en la Política, con mayúsculas.

martes, 17 de mayo de 2016

"Volver a Canfranc".

Durante la Segunda Guerra Mundial, miles de personas -la mayoría judíos- huían de la persecución nazi, de su terror. Atravesaban Europa, en trenes, con destino al puerto de Lisboa para subir al barco que les llevara a América, lejos de la barbarie. 

Estos trenes hacían escala en la estación internacional de Canfranc, en territorio español, pero tomada por los nazis desde el invierno de 1942 para interceptar a quienes huían.

El jefe de la aduana, una camarera del hotel y un bandolero son los protagonistas de "Volver a Canfranc", de Rosario Raro. 


Una novela histórica que también podría calificarse como novela de espías, o de aventuras. Y también romántica porque, en medio de ese oscuro panorama, surge una bonita historia de amor.

Una novela bien construida, que engancha. La historia de personas generosas que decidieron enfrentar el terror y arriesgarse para ayudar a otros.

jueves, 12 de mayo de 2016

El tiempo de los demás.

¿He respetado el tiempo de los demás?


Esta simple pregunta, que no suele estar presente cuando nos hacemos una autocrítica, se refiere, en mi opinión, a un importante asunto de mejora de las personas y de las organizaciones, y constituye un indicador relevante de cómo somos.

En reuniones de negocios, todavía quedan algunos que creen que el tiempo de espera de sus invitados es función directa de su rango. Así las cosas, cuanto más tiempo les hacen esperar más importantes se sienten.

Afortunadamente estas personas cada vez son menos y la puntualidad se valora como un índice de orden y eficiencia... y de buena educación.