La semana pasada tuve una interesante charla sobre este asunto con simpatizantes y afiliados de Unión Progreso y Democracia de León.
A continuación, les comparto una síntesis de algunos de los puntos sobre los que dialogamos:
Las cajas de ahorros más antiguas se crearon
hace unos trescientos años como instituciones sin ánimo de lucro, cercanas a
las personas y con una clara función y responsabilidad social. Supusieron una
fuerte competencia para los bancos ya que controlaron más del 50% del mercado:
durante muchos años no hubo ningún banco que fuera líder en ninguna provincia.
Se vieron afectadas por los cambios
impulsados por los ideólogos de la desregularización que, en Estados Unidos,
lograron la derogación de la ley Glass-Steagall que desde 1930 a 1999 separó
las actividades de la banca comercial y de la banca de inversiones, y limitaba
su ámbito territorial de actuación.
En España este cambio internacional de
regulación coincidió con el desarrollo normativo de las Comunidades Autónomas
y, a la flexibilización de su estatus jurídico, se añadió la politización de
sus órganos de gobierno.
A diferencia de otras crisis sufridas por
el sistema financiero español, en la del 2007, la reacción fue demasiado lenta,
entre otras razones, por la resistencia de las Comunidades Autónomas y por la
falta de coordinación con el Banco de España.
A partir del 2010 se inicia un proceso
acelerado de “transformación” con graves errores como la salida a Bolsa de
entidades en estado de insolvencia, una maraña de artificios legales y contables
y, siempre, un déficit de información clara a inversores, depositantes y
ciudadanos.
Como consecuencia de las reclamaciones de
miles de damnificados hemos ido conociendo escandalosos casos de nepotismo en
las contrataciones de personas, bienes y servicios que, aun siendo legales,
repugnan a los principios éticos de la mayoría de los ciudadanos.
Cuesta creer que nadie se diera cuenta de
lo que estaba sucediendo y uno se pregunta por qué nadie protestaba o pedía
cuentas... salvo que los responsables de hacerlo estuvieran logrando algo a
cambio. Para muestra, por ejemplo, la lectura de los correos de Blesa es muy
ilustrativa.
En fin, de las primeras pérdidas oficiales
de 15.000 millones de euros (si uno lo intenta pasar a pesetas sufre el riesgo
de desmayarse) pasamos a los 150.000 millones de euros de un año después... una
desviación irracional, escandalosa. Y uno se pregunta, también, dónde estaban
las autoridades responsables, por qué no tomaron medidas concretas más allá de
las "advertencias", teniendo en cuenta la gravedad de los hechos y
que la Ley de Disciplina e Intervención de las Entidades de Crédito, de 1988,
hubiera permitido, por ejemplo, al Banco de España, intervenir, sancionar e
incluso actuar sobre los órganos de gobierno de las cajas de ahorros.
El endeudamiento provocado por este
expolio hipoteca nuestro futuro y el de varias generaciones de españoles, por
muchos años. Y tanta fusión y concentración, en mi opinión, supone una
situación próxima al oligopolio, y un mayor riesgo sistémico. En fin, el tiempo
dirá.
Quizá una de las consecuencias más
injustas de la desaparición de las cajas sea el impacto negativo -desatención,
incluso riesgo de exclusión del sistema bancario- que va a tener en los
ciudadanos de las zonas rurales, en los pequeños empresarios, sobre todo en Castilla
y León.
La común -e interesada- posición de los
políticos de los grandes partidos es que las cajas de ahorros no han
desparecido sino que se han transformado… Suma y sigue con la perversión del
lenguaje. Las cajas de ahorros no tenían accionistas, no repartían dividendo, y
sus beneficios (miles de millones de euros) se invertían en interés social de
la comunidad a la que servían.
Me cuesta creer que los dueños de los
actuales bancos en que se han “transformado” las cajas de ahorros vayan a ser
igual de generosos.
Además, las Administraciones Públicas no
están (y no lo van a estar durante un largo tiempo) en condiciones de llenar el
vacío que deja la Obra Social de las Cajas de Ahorros que invertía miles de
millones de euros en actividades asistenciales, educativas, deportivas, etc.
Por último, aspectos positivos de estos
sucesos. La verdad es que cuesta… Uno sería que, ahora, la supervisión sobre los
bancos vuelve a ser única; y, dos, que estos acontecimientos están sirviendo
para movilizar a muchos ciudadanos contra la desvergüenza de algunos políticos,
contra su impunidad, y a favor de superar el déficit democrático que padece
nuestra sociedad.