@MendozayDiaz

@MendozayDiaz

jueves, 14 de noviembre de 2013

Orientación hacia las personas.

El círculo virtuoso en la vida de cualquier organización arranca de la satisfacción del llamado "cliente interno": empleados satisfechos, clientes satisfechos, accionistas satisfechos.
Se trata de un planteamiento integrador y tendencial, algo que nunca se logra por completo, pero de lo cual se puede estar más cerca o más lejos.
Ahora bien, describir en qué puede consistir la satisfacción de un ser humano es tan complejo como averiguar qué nos hace felices.
Estar satisfecho, sentirse a gusto, ser feliz, son expresiones que apuntan hacia una especie de sistema abierto que no tiene un único punto de equilibrio y cuyos componentes son suceptibles de mejora o empeoramiento.
Primero buscamos seguridades: evitamos las situaciones que nos producen miedo. Pero también nos mueve el deseo de ser estimados, reconocidos, tomados en serio. Y esos sentimientos, proyectados en la propia biografía -considerada en su pasado, presente y futuro- afloran en forma de búsqueda de poder, intensidad y plenitud.
En cualquier trabajo, necesitamos tener claramente definidos los objetivos, huimos del aburrimiento y deseamos ser protagonistas de nuestro propio futuro. Sólo así el logro de unas metas resulta gratificante y motiva a un empeño constante.
Lo más curioso de este complejo equilibrio es que resulta fácilmente armonizable con un verdadero liderazgo, y con las necesidades de los clientes externos.
El colaborador que ve reforzada su estima reconoce la auténtica capacidad de quien tiene la responsabilidad de dirigir, y es capaz, asimismo, de comprometerse con el servicio a los clientes.
El colaborador "seguro" se apoya en su líder y no tiene miedo a las sugerencias de mejora: reconocer sus errores y está abierto a aprender.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Mejorar la educación.

Cada vez que hay una medición relacionada con nuestro sistema educativo vuelve la polémica y nos recuerda una de las asignaturas pendientes que tiene España, en mi opinión la más importante, la más urgente: mejorar la educación y la formación para impulsar, verdaderamente, nuestro desarrollo.

Si bien cualquier diagnóstico puede ser rebatido desde el punto de vista de su metodología, lo cierto es que los resultados nos informan de una realidad muy pobre que urge solucionar cuanto antes si realmente queremos mejorar, avanzar.

Habitualmente estas periódicas polémicas se centran en los resultados de nuestras universidades, y en la necesidad de que tengan una calidad reconocida a nivel mundial. Sin embargo, opino que los principales esfuerzos debieran enfocarse en la educación primaria y secundaria.

Perdemos mucho tiempo, muy valioso, instrumentalizando políticamente este asunto, endosando responsabilidades a los gobiernos de turno.

Lo importante es que la educación y la formación se aborden como un asunto de Estado, con seriedad y compromiso, porque si no avanzamos diligentemente, con buenas y claras ideas, seguiremos cometiendo un error cada vez más difícil de enmendar.

Para competir con éxito es ineludible mejorar nuestro sistema educativo: conocimientos, investigación, tecnología y, sobre todo, formación en principios y valores que animen nuestras acciones.

Huyamos del riesgo y peligro que suponen las actitudes autocomplacientes de quienes intentan dulcificar y justificar las debilidades de nuestro actual sistema.

Necesitamos una visión de largo plazo, sí, pero con tareas precisas y exigentes para hoy.

martes, 5 de noviembre de 2013

Todas las ideas tienen un lado bueno.

¿Cuándo fue la última vez que un colaborador te presentó una buena idea?

Las ideas ¿provienen de un grupo selecto o son responsabilidad de todos? ¿fomentas en tu área de responsabilidad la innovación o tratas de limitarla e impedirla con normas, procedimientos inflexibles y aplazamientos?

¿Recibes las ideas con los brazos abiertos o te limitas a escucharlas porque-no-te-queda-otro-remedio?

¿Tienes un plan para estimular la creación de ideas o, sencillamente, esperas a que surjan espontáneamente….?

En tiempos de intensa competencia, la capacidad de una persona, de un equipo, para generar nuevas ideas y actuar de acuerdo a ellas, puede ser la diferencia entre un triunfador y un mero participante.

La creatividad marca la diferencia en todos los niveles y en todas las organizaciones, ya sea en la creación de nuevos productos o servicios o en la resolución creativa de viejos problemas que parecían irresolubles hasta que alguien se presenta con imaginación y le da un nuevo giro a la historia.

Para estimular la creatividad, las organizaciones deben empezar por analizar el clima interno, las normas y actitudes personales que inhiben la innovación. Deben crear un entorno en el que las nuevas ideas sean bien recibidas y puedan florecer.

Esforcémonos por fomentar que todos veamos el lado bueno de cada idea, y añadamos valor a esas ideas en vez de desestimarlas.
Cuando no se comenten errores es porque no se está intentando nada nuevo.

Todos debemos ser conscientes que pretender tener siempre la razón es una tremenda barrera a la innovación.

Cuando las organizaciones fomentan un entorno adverso al riesgo, asfixian la creatividad.

Cometer errores y aprender de ellos es consustancial al proceso humano de aprendizaje.
Nuestros colaboradores necesitan sentir la confianza y la seguridad de que los resultados de un fracaso no tendrán “repercusiones”.

sábado, 2 de noviembre de 2013

¡Primer aniversario! .

Quiero compartir con ustedes mi alegría por el primer aniversario de este blog.


Lo que comenzó como un entretenimiento se ha convertido en un fabuloso lugar de encuentro y comunicación con miles de personas.

Casi 15.000 lectores de 51 países distintos...

Gracias, muchas gracias a todos y, muy especialmente, a quienes me enriquecieron con sus comentarios y sugerencias de mejora que, en todos los casos, hicieron de forma gratuita... =)

Un abrazo.

viernes, 1 de noviembre de 2013

El tiempo es breve.

Como dicen los economistas el tiempo es un bien escaso. Quizá el más escaso de todos, y desde luego de los pocos que no se pueden comprar. El tiempo es breve.

El manejo efectivo del tiempo es un factor clave para que una persona viva una vida digna de tal nombre.

Una óptima gestión del tiempo aumenta la capacidad de hacer más cosas, y mejor.

Y, muy importante, disminuye tensiones innecesarias en la vorágine actual. Suele ocurrir que, en el dinamismo de nuestras vidas, tengamos una lista interminable de tareas y no sepamos por dónde empezar.

Interesarse por el buen uso del tiempo no es sólo una moda sino una necesidad.

Lo demuestra el mercado editorial, inundado de libros sobre el tema. Suelen ser obras de autoayuda y la gama es variada, algunas son serias y otras, en mi opinión, menos.

Os recomiendo “Los 7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva” de Stephen Covey. Útil, práctico, interesante. Un clásico.

La delegación tiene una importancia esencial en el aprovechamiento del tiempo. Son muchos los directivos que se resisten a encargar tareas, proyectos, a sus colaboradores. Se parecen a un pulpo que, con sus tentáculos, intenta controlarlo todo.

Por supuesto que así no les alcanza -ni les alcanzará- el día porque quieren controlarlo todo.
Por tanto, delegar responsabilidades a personas capaces y bien formadas es una de las claves para que un jefe pueda dedicar su energía a otras actividades e incremente su capacidad de trabajo.
La pseudo delegación que sólo se limita a dar órdenes no es más que una forma encubierta de acaparar que rara vez da resultado.

Una auténtica delegación requiere planificar el proceso, elegir a la persona más competente (y no al amiguete), establecer etapas de acción medibles, facilitar información y apoyo, evaluar, y recompensar los resultados.

Finalmente, el equilibrio entre trabajo y vida es un factor decisivo para lograr ser una persona “altamente efectiva”.
La verdadera eficiencia se explica pos dos factores: el resultado y la actitud o medios que permiten tal resultado.
Pero de esto escribiré otro día porque, como decía la señora Eustasia, “hijo, siempre hay que dejar algo para la próxima vez”.

martes, 29 de octubre de 2013

Construir nuestros sueños.

Nuestra economía, nuestra política, nuestra cultura, necesitan de empresarios con capacidad de innovación y perseverancia para generar nuevas oportunidades y caminos de desarrollo.

El empresario es quien, libremente, decide iniciar un camino, motivado por un fuerte deseo interno que le lleva a emprender.

Es empresario quien elige una opción. 

Hay tal cantidad de cosas en las que trabajar, tan abrumadoras las necesidades insatisfechas, tan fascinantes los desafíos por enfrentar que, aunque resulte obvio, hay que elegir qué hacer. 

Si se quiere emprender y lograr resultados se deben seleccionar objetivos específicos. 

Seleccionar es muy difícil y significa renunciar. A esta acción le es aplicable el principio de economía sobre costes de oportunidad: escojo lo uno y dejo lo otro. 

Es verdad que hay personas capaces de realizar varias actividades simultáneamente pero, a pesar de ello, lo recomendable es enfocarse.

Es importante elegir lo que yo deseo hacer y no lo que otros dicen que debo hacer. 

Por ello es muy importante saber identificar lo que a uno le interesa, lo que me motiva (“me mueve”). 

Si elegimos un proyecto que no nos llena, no disfrutaremos y, muy probablemente, sentiremos frustración. 

Identificar nuestra motivación, personal, supone un buen trabajo de introspección.

Tomada la decisión sobre qué hacer, nos encontramos ante otro interrogante: ¿seré capaz?.

Crear una empresa requiere de capacidad de trabajo, de esfuerzo. Nada significativo se logrará sin sacrificios, voluntad, constancia, fe. Y, aun contando con ellos, no es garantía de éxito.

El éxito no está en el resultado obtenido sino en el proceso. 

He tenido la suerte de escuchar las experiencias de buenos empresarios que dicen que lo enriquecedor está en la lucha por conseguir los objetivos propuestos. 

Que esforzándose por hacer lo que se quiere se viven experiencias muy formativas. 

En fin, éxito no sólo es el logro de un objetivo. También lo es la experiencia adquirida durante todo el proceso, mientras construimos nuestros sueños.

jueves, 24 de octubre de 2013

La confianza se construye día a día.

Cuando se analizan problemas familiares, ya sea entre marido y mujer, o entre padres e hijos, no es necesario esperar mucho para que la palabra confianza salga a la palestra como una condición clave para el éxito de la relación, o como causa fundamental de un fracaso.

Del mismo modo, cuando un equipo de trabajo, de fútbol o de cualquier actividad, en que el éxito depende de la coordinación y del compromiso de todos, trata de identificar las condiciones para lograr el ansiado objetivo, la confianza entre sus miembros aparece siempre entre los factores clave.

Para qué hablar del éxito en una relación de socios. En este caso la confianza es la primera condición.

La confianza también es necesaria entre las empresas cuando se hacen contratos o se emprenden proyectos en conjunto y, con mayor razón, cuando el contrato es para asociarse en una cooperación a medio o largo plazo.

Podemos decir que la confianza ocupa uno de los primeros lugares como condición clave para el éxito de cualquier relación que involucre personas.

No es por mera casualidad que tanto psicólogos, como estudiosos de la administración, directivos de organizaciones, etc., cuando de relaciones humanas se trata, recomienden fortalecer la confianza entre los miembros del equipo.

Sin embargo, la confianza es caprichosa. No llega sola, se toma su tiempo y es selectiva. Cuando se rompe cuesta mucho repararla y es difícil de obtener. Mientras más necesaria, es más esquiva.

Quizá la mejor forma de entenderla es buscar casos concretos de situaciones, grupos u organizaciones donde la confianza se da en abundancia, y tratar de identificar las condiciones en que ella se desarrolla. 

Muchas son necesarias, pero la que nunca falla y va siempre de la mano con ella es la verdad.

Confiamos en aquellas personas a quienes creemos.

Y para creer a alguien es necesario que ese alguien no mienta, y que no mienta nunca. Ni en lo grande ni en lo pequeño.
Un padre que mienta a su hijo, aunque crea que lo hace por su bien o que es algo sin importancia, no tendrá la confianza de ese hijo cuando más la necesite. Un alumno que mienta se ganará la desconfianza de sus profesores. Ni hablar del drama que representa para una pareja el que uno le mienta al otro. Lo mismo ocurre en los negocios y en las relaciones laborales donde ser una persona de confianza es una condición básica.

Necesitamos confiar en quienes nos rodean: en las autoridades, en los amigos, en los socios, en los padres, en los hijos, en los colaboradores, en los jefes, en los proveedores, en los clientes, etc. Y los demás necesitan confiar en nosotros.


La confianza se construye día a día, y es tarea de todos. Nadie puede prescindir de ella. Y la mejor recomendación para adquirirla es esforzarse por ser veraz, siempre.