Las ideas ¿provienen de un grupo
selecto o son responsabilidad de todos? ¿fomentas en tu área de responsabilidad
la innovación o tratas de limitarla e impedirla con normas, procedimientos
inflexibles y aplazamientos?
¿Recibes las ideas con los brazos
abiertos o te limitas a escucharlas porque-no-te-queda-otro-remedio?
¿Tienes un plan para estimular la
creación de ideas o, sencillamente, esperas a que surjan espontáneamente….?
En tiempos de intensa
competencia, la capacidad de una persona, de un equipo, para generar nuevas
ideas y actuar de acuerdo a ellas, puede ser la diferencia entre un triunfador
y un mero participante.
La creatividad marca la
diferencia en todos los niveles y en todas las organizaciones, ya sea en la
creación de nuevos productos o servicios o en la resolución creativa de viejos
problemas que parecían irresolubles hasta que alguien se presenta con
imaginación y le da un nuevo giro a la historia.
Para estimular la creatividad,
las organizaciones deben empezar por analizar el clima interno, las normas y
actitudes personales que inhiben la innovación. Deben crear un entorno en el
que las nuevas ideas sean bien recibidas y puedan florecer.
Esforcémonos por fomentar que
todos veamos el lado bueno de cada idea, y añadamos valor a esas ideas en vez
de desestimarlas.
Cuando no se comenten errores es
porque no se está intentando nada nuevo.
Todos debemos ser conscientes que
pretender tener siempre la razón es una tremenda barrera a la innovación.
Cuando las organizaciones
fomentan un entorno adverso al riesgo, asfixian la creatividad.
Cometer errores y aprender de
ellos es consustancial al proceso humano de aprendizaje.
Nuestros colaboradores
necesitan sentir la confianza y la seguridad de que los resultados de un
fracaso no tendrán “repercusiones”.
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