@MendozayDiaz

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sábado, 30 de agosto de 2014

La ética de todos los días.

Existe un amplio consenso al afirmar que esta crisis se ha producido por una combinación de desenfoques y errores técnicos, y de faltas éticas. 

Ello ha puesto de manifiesto tres carencias básicas, que están en el origen de la misma: la de reglas adecuadas para regir el mercado global, especialmente el financiero; la de instituciones con capacidad suficiente para garantizar su buen funcionamiento y, finalmente, la carencia ética, sin la que esta crisis no se habría producido del modo como lo ha hecho.

Una teoría excesivamente permisiva con los mecanismos propios del mercado ha favorecido un relajamiento de las más elementales normas que guían la asunción y evaluación de riesgos; pero, a su vez, esa relajación no ha sido exclusivamente técnica, sino también propiciada por una serie de comportamientos que manifiestan fallos éticos.

Una crisis es siempre una ocasión de revisión y mejora que no puede ser desaprovechada. En este sentido hay que tener en cuenta dos peligros: el primero, nacido de la inercia, del miedo al cambio y de los intereses particulares en juego, es tratar de volver cuanto antes a la situación anterior, como si nada hubiera pasado. Este riesgo está mucho más extendido de lo que pensamos y puede limitar en gran medida la oportunidad de mejora.

El segundo riesgo consiste en pensar que la situación puede resolverse únicamente con medidas de política económica, tales como una mejor regulación de los mercados, una revisión de los métodos de evaluación de riesgos, un grado mayor de cobertura por parte de los bancos y, en su caso, las necesarias medidas de ajuste estructural.

Además de que todos nos esforcemos por debatir, encontrar y aplicar las medidas técnicas y políticas necesarias, la crisis actual denota quiebras económicas, éticas, antropológicas y culturales sobre las que es necesario reflexionar en profundidad.

Nuestro mundo, en el que todas las personas buscamos vivir con dignidad y paz, está sometido a mecanismos que generan desigualdades graves entre personas, regiones y países; a una lucha constante por mantener ventajas competitivas frente a otros; al afán de poder económico y político; a una cultura de “suma cero”, en la que no todos salen ganando, sino que unos ganan a cuenta de lo que otros pierden. 

Más allá de que se puedan (y deban…) aplicar medidas técnicas y políticas, la superación de los obstáculos mayores se obtendrá gracias a decisiones esencialmente éticas. La credibilidad ha pasado a ser uno de los aspectos fundamentales de la relación del individuo con la sociedad. Se trata, en definitiva, de la confianza que tiene el ser humano en sus semejantes e instituciones con quienes se relaciona.


No se trata del aspecto formal de estas relaciones, que pueden estar reguladas por leyes o por acuerdos privados entre las partes, sino de la convicción íntima de las personas que sus derechos serán respetados y que los compromisos adquiridos se van a cumplir. La importancia de la credibilidad es mucha. 

Desde el punto de vista económico, la falta de credibilidad incrementa los costes. Por ejemplo, la falta de confianza en las personas y en las empresas, lleva a la necesidad de constatar la identidad y solvencia financiera de los clientes, de tal manera, que cada día son más las empresas dedicadas a proveer este servicio.

Si no hay credibilidad en la justicia, se buscan mecanismos de solución alternativos al sistema judicial. La falta de credibilidad en la política y en los políticos ha llevado a que muchos ciudadanos no tengan interés en participar, ni siquiera votando. La gente normal ve a los políticos lejos de la realidad; y muchas de sus acciones, aun siendo legales, se perciben como poco éticas. Es el caso de los conflictos de intereses. La falta de una clara regulación de los grupos de presión (que de hecho existen en forma de asesores o relaciones públicas) es el origen de muchos de los desaguisados de nuestra actualidad.

La responsabilidad política como asunto de ética no se considera. Las dimisiones son rarísimas y casi nadie asume responsabilidades por la función que desempeña. En la opinión de la gente, la credibilidad o la falta de ella, se forma lentamente en el tiempo y generalmente no está asociada a un suceso específico, sino a un cúmulo de acontecimientos o detalles que alimentan la confianza o desconfianza.

Casi siempre que hablamos de ética nos referimos a asuntos actuales de carácter político o económico, o a la ética de los otros… Rara vez a nuestras actividades cotidianas. Ser ético es ser una persona en quien se pueda confiar. Luchar por vivir sin dobleces, sin justificar nuestras acciones cuando sean malas. Al pan, pan, al vino, vino… Ésta es la ética de todos los días, la cotidiana, la que debemos cuidar prioritariamente porque con nuestras pequeñas acciones contribuimos -o no- a generar una cultura de confianza, de respeto a los demás.

Es muy fácil asentir a grandilocuentes propuestas de regeneración ética para tal o cual institución u organización. Y no tanto responsabilizarse de la propia vida, y cuidar el impacto de nuestras acciones en otras personas. Estaremos contribuyendo a la verdadera regeneración si nos esforzamos por mejorar las relaciones con las personas con quienes habitualmente convivimos, luchando por ser más sinceros, más honrados, más responsables, más trabajadores, más serviciales, más cariñosos…Nosotros primero.

Publicado, hoy, 30 de agosto del 2014 en Diario de León: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/etica-todos-dias_916912.html 

sábado, 5 de julio de 2014

Ni participaciones ni preferentes.

En estos días, se han cumplido dos años desde que UPyD presentó una querella por estafa, apropiación indebida, falsificación de cuentas, administración fraudulenta y desleal y maquinación para alterar el precio de las cosas, contra todos los miembros del consejo de administración de Bankia y su matriz, Banco Financiero y de Ahorros, que ostentaban esta responsabilidad al tiempo de su salida a bolsa. Y también, dos años de las primeras sentencias de los Tribunales de Justicia sobre las participaciones preferentes.

En principio, las participaciones preferentes como producto financiero no planteaban ninguna objeción desde el punto de vista jurídico. Y esto a pesar de su complejidad técnica y de los elevados riesgos para los potenciales inversores. Las objeciones, los conflictos, las injusticias surgieron con su comercialización.


Y, en particular, a clientes con ninguna o escasa aptitud  para comprender de una manera completa las características del producto cuya contratación les proponía el director de su oficina “de toda la vida”, habitualmente de una caja de ahorros. Según las estadísticas sobre afectados, más del 80% ofrecen un perfil de ahorrador tradicional (“de cartilla y plazo fijo”) y mayores de 70 años… Personas que, en la mayoría de los casos, tras una vida de trabajo, esfuerzo, sacrificios y privaciones depositaron sus ahorros -y su confianza- en entidades financieras, sin ser conscientes de estar contratando un producto de altísimo riesgo.

La venta masiva de participaciones preferentes a ciudadanos de a pie o, en términos jurídicos, a clientes minoristas o consumidores, es sin duda el mayor fraude económico de nuestra historia reciente, salvando las distancias, como en su momento sucedió con la tragedia del aceite de colza. Les dijeron que eran como el depósito a plazo fijo pero con más intereses pero no les dijeron que el riesgo era elevado, que no estaban cubiertas por ningún fondo de garantía, que no tenían plazo de vencimiento y que para su venta había que acudir a un mercado secundario que no tenía liquidez inmediata.

La consecuencia de la insaciable voracidad de algunas entidades financieras, y de sus agresivas políticas comerciales, ha sido que casi un millón de ciudadanos se han visto gravemente perjudicados en sus economías. Las denominadas “participaciones preferentes” están mereciendo la reprobación de los ciudadanos y de los Tribunales porque, deliberadamente, se trata de un término que induce a engaño ya que ni son participaciones en sentido mercantil y porque no incorporan ningún derecho que, en rigor, pueda calificarse como preferente. A excepción, del “derecho” a participar en las pérdidas o riesgo patrimonial del emisor…

Afortunadamente los jueces y magistrados, en la mayoría de los casos, están haciendo Justicia declarando la nulidad de los contratos cuando así se lo han demandado los perjudicados. Sin embargo, todavía, están pendientes de concretarse las responsabilidades de quienes diseñaron, autorizaron y comercializaron un producto financiero que ha dañado la vida (más allá de lo económico) de miles de personas. Y, en particular, la responsabilidad de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y del Banco de España en el ejercicio de sus funciones de obligada supervisión de las entidades financieras.

Y también está pendiente la responsabilidad de los políticos del PSOE y del PP que legislaron a favor de que las empresas pudieran financiarse a través de los eufemísticamente denominados como “territorios de baja tributación” o popularmente conocidos como paraísos fiscales.

Aquí está el origen de un problema que, además de los efectos comentados, perjudicó, también gravemente, a los accionistas que con la “deslocalización” perdieron las competencias que la ley otorga a su junta general y, sobre todo, el grave perjuicio a todos los ciudadanos españoles (“Hacienda somos todos”) porque las empresas emisoras de participaciones preferentes, domiciliadas en paraísos fiscales, dejaron de pagar en España miles de millones de euros en impuestos. En fin, esto es lo que hay… por ahora.

Publicado hoy, 5 de julio del 2014, en Diario de León: ( http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/participaciones-preferentes_902495.html ).

miércoles, 25 de junio de 2014

La República es mejor pero no es la solución.

El deterioro de las instituciones españolas no tiene su raíz en el texto constitucional. Nuestras dificultades actuales son el resultado de políticas erróneas. El problema no es económico. Es político. Es de ejemplaridad, es de coherencia, es de legitimidad. Los ciudadanos necesitamos ver que los recortes, los sacrificios, son comunes a todos.

En España, con 47 millones de habitantes, 3,5 millones de ciudadanos aportan el 75 por ciento del dinero. La progresividad únicamente surte efecto para quien depende de una nómina. Los ricos pueden refugiarse en las sicav o amenazar con trasladar su fortuna si les tocan sus privilegios.

La sociedad muestra hartazgo al ver cómo al Bárcenas de turno la declaración del IRPF le sale a devolver y, año tras año, los ingresos declarados por los trabajadores superan a los declarados por los empresarios. Muchas empresas, grandes empresas, se quejan de lo elevados que son los tipos impositivos del sistema tributario (el 25, el 30) pero, a la hora de la verdad, muchas de ellas, casi todas (las grandes corporaciones), sólo pagan el 5% y ello porque tienen privilegios para no pagar impuestos a través del exclusivo mundo de los agraciados por las exenciones fiscales.

España debe luchar contra la economía sumergida y el fraude, así como revisar la fiscalidad de las grandes compañías. La merma en la recaudación por el fraude fiscal de las grandes fortunas y de las grandes empresas se estima en unos 42.000 millones de euros. Nada más y nada menos.

La crisis ha destruido 31 empleos privados por cada uno público. La gran reforma no acometida por el Gobierno de Rajoy es la de la Administración Pública. No se ha fusionado ningún ayuntamiento, no se ha prescindido de ninguna diputación… ¿por qué? Porque a las organizaciones del sistema no les interesa, se estima en 145.000 quienes cobran un sueldo, un buen sueldo, en sus puestos de libre designación. El ERE pendiente es el de los enchufados. 

Muchos ciudadanos están hartos. Quieren transparencia, saber qué se hace con su dinero, con el de sus impuestos, en qué se gasta. Se tiene una generalizada sensación de que cada día se paga más pero, sin embargo, empeora la enseñanza, la sanidad y todo aquello que podría ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas. La venta de una –sólo una- de los cajas intervenidas (Caixa Galicia) ocasionó tantas pérdidas como el recorte en educación. Y eso a mucha gente no nos parece razonable. Hay otras formas, alternativas, de hacer las cosas.

Una cosa es una economía de mercado y otra, muy distinta, una sociedad de mercado.  Ciertamente, no puede haber libertades personales y políticas si no hay también libertad de mercado. Pero una economía de mercado no se identifica con el capitalismo montaraz, ni exige la desaparición del Estado social, ni del poder moderador del Estado sobre el mercado.  Cuando esto sucede, pasamos de la economía de mercado a la sociedad de mercado, en la que todo –hasta las personas- pasan a estar en venta, y el descarte de vidas humanas se convierte en un inevitable efecto colateral del sistema. La actual crisis económica pone de manifiesto la diferencia que existe entre el libre mercado y el capitalismo financiero desregulado.

Los mercados no se autocorrigen. Esto ha quedado más que demostrado. Durante las últimas décadas, el PP y el PSOE, nos han intentado convencer de las virtudes de la desregulación. Y que, en todo caso, se trataba de una materia sólo apta para los científicos de la economía donde las ideas y la política no debían inmiscuirse…Hoy sabemos que eso no es así.

La experiencia documentada prueba que lo privado no funciona necesariamente mejor que lo público. Las bondades de la liberalización son claramente cuestionables.



La política necesita aire fresco y sabio. Y esto no es cuestión de edades sino de ideas. Algunas de las propuestas de estos jóvenes políticos de moda son más antiguas que la rueda. La demagogia y la mentira prenden con mucha facilidad en situaciones como la que actualmente atraviesa España.

Soy republicano por una cuestión de principios. Pienso que la república es muy superior a la monarquía como forma de Estado. Una hermosa manifestación del principio de igualdad de los ciudadanos, fundamentada en nuestra común dignidad como personas. Pero no nos engañemos, la forma de estado, únicamente, por sí sola, no es garantía de nada. Y para muestra un botón: la República de Venezuela, que es el sexto exportador de petróleo del mundo, es incapaz de garantizar los servicios básicos de sus habitantes.

Quizá España necesite un nuevo contrato social. O no. O baste con mejoras, con nuevas formas de hacer política capaces de construir un proyecto de futuro que genere ilusión a la mayoría de los ciudadanos. Donde lo importante sea el contenido, el qué se hace y el cómo se hace. No la forma de estado. En fin, como decía mi abuela “hijo, a veces, lo mejor es enemigo de lo bueno”.

Publicado hoy, miércoles 25 de junio del 2014, en Diario de León (http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/republica-es-mejor-no-es-solucion_900017.html ).

martes, 20 de mayo de 2014

Hay dinero para lo que les interesa.

Una chica que tiene beca desde hace cinco años, ha estudiado su carrera con nota siempre por encima del 6’5, se preinscribe en un máster, le comunican su admisión en junio. Feliz, prepara todo, busca piso, lo encuentra, lo alquila y asume los correspondientes gastos. 

Cuando ya está lista para comenzar un nuevo año escolar, el 19 de agosto, el Gobierno de España cambia la nota mínima para obtener beca, de un 5 a un 7. Y, por tanto, se la deniegan. Ella alega que le den un plazo mínimo, razonable, para intentar mejorar su calificación, pero se lo niegan. Imposible, en tiempos de crisis cómo se le ocurre….

Sin embargo acabamos de leer en Diario de León la noticia del aplazamiento -un nuevo aplazamiento, ya van varios…- de la entrada en vigor de la conocida como “tasa Tobin” que no es sino un impuesto a los depósitos bancarios. 

Este aplazamiento va a suponer un agujero para las cuentas públicas de 640 millones de euros que ya estaban previstos en los Presupuestos Generales del Estado. 

Las autoridades españolas han mostrado su comprensión con esta medida porque, dicen, es razonable que se les dé un tiempo a los bancos para que preparen el impacto que esta tasa va a suponer en sus economías. Aquí si hay compasión, delicadeza, poco a poco, prudencia… Aquí hay potentes intereses (y presiones) en juego.

Inevitablemente este episodio también me recuerda, por su relación con el tema de fondo, el asunto de la tan anunciada -y aplazada- llegada del AVE a León, y del tan traído y llevado soterramiento a su paso por nuestra ciudad.

Que no hay dinero, que hay que ser responsables, que como se os ocurre plantear esto con la que está cayendo, que no hay dinero, que estamos en crisis… bla,bla,bla.

Sin embargo si uno lee con detalle el Boletín Oficial del Estado  comprobará que si hay dinero (y mucho) para infraestructuras, para obras públicas y, en particular para el AVE. Si sumamos las asignaciones presupuestarias aprobadas durante los tres últimos años, el resultado supera los tres mil millones de euros; y, fundamentalmente, para la construcción (acelerada) del AVE a Galicia, “patria chica” del Presidente del Gobierno y de la Ministra de Fomento.

Luego dinero, haberlo “haylo”… Se agradecería que nuestros representantes fueran claros, transparentes, honrados y dijeran la verdad: hay dinero, mucho dinero, pero sólo para nuestros intereses, nuestras prioridades. 

Y sin caer en victimismos absurdos o demagógicos la realidad es que León no está ni en los intereses ni en las prioridades del Gobierno de España. Ni mi amiga Julia, la ex becaria, tampoco. Y a los hechos me remito.

Para una chica que está finalizando sus estudios con buena nota, muy por encima de la requerida durante los últimos cinco años para lograr una beca, no hay comprensión, no hay flexibilidad, no hay razones para darle tiempo, un tiempo mínimo y razonable, para mejorar su nota y mantener la tan necesaria ayuda económica…. 

Pero para los bancos e instituciones financieras, sujetos de este impuesto (la tasa Tobin), que han ganado miles de millones de euros durante el último año (de lo que yo me alegro porque eso beneficia al interés general), un no sé cuántos por ciento más que el año pasado, y ello a pesar de la crisis (de lo que también me alegro porque espero que eso suponga, al fin, el restablecimiento del crédito para familias y empresas), para ellos si hay tiempo, periodos transitorios, de adaptación, para que la agresividad de ciertas medidas políticas -dicen- no perturbe sus vidas y haciendas….

Lo que está sucediendo es más viejo que el hilo negro. Un nuevo episodio de la ley del embudo: condescendiente con los poderosos e implacable con los débiles. Esto es lo que hay.



¿Por qué es un despilfarro o una irresponsabilidad defender el soterramiento del AVE a su paso por León y no lo es iniciar la construcción de nuevos tramos cuando éste todavía no está terminado? ¿Cómo que no hay dinero para financiar los 350 millones de euros que cuesta nuestra obra si se han gastado, sólo hasta la fecha, más de 3.000 millones de euros en el AVE a Galicia?
Si no hay dinero, no hay dinero para nada ni para nadie… Como dice el refrán: “o todos moros o todos cristianos”. Es decir, igualdad de trato.

Lo otro es cinismo, mentira, manipulación, y engaño. Y, sobre todo, una falta de respeto. Nos tratan como imbéciles cuando merecemos un trato de ciudadanos. 

En fin, hay que buscar razones para el optimismo. Siempre suele haberlas y, en este caso, también las hay. 

En un Estado Social y Democrático de Derecho la indignación y/o el ajuste de cuentas entre representantes y representados se realiza a través del ejercicio del sufragio, votando. Así que ahora es cuando.

Publicado hoy, martes 20 de mayo del 2014, en Diario de León (http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/hay-dinero-interesa_891095.html ).

lunes, 3 de marzo de 2014

¿Por qué han desaparecido las Cajas de Ahorros?

La semana pasada tuve una interesante charla sobre este asunto con simpatizantes y afiliados de Unión Progreso y Democracia de León. 

A continuación, les comparto una síntesis de algunos de los puntos sobre los que dialogamos:

Las cajas de ahorros más antiguas se crearon hace unos trescientos años como instituciones sin ánimo de lucro, cercanas a las personas y con una clara función y responsabilidad social. Supusieron una fuerte competencia para los bancos ya que controlaron más del 50% del mercado: durante muchos años no hubo ningún banco que fuera líder en ninguna provincia.

Se vieron afectadas por los cambios impulsados por los ideólogos de la desregularización que, en Estados Unidos, lograron la derogación de la ley Glass-Steagall que desde 1930 a 1999 separó las actividades de la banca comercial y de la banca de inversiones, y limitaba su ámbito territorial de actuación.

En España este cambio internacional de regulación coincidió con el desarrollo normativo de las Comunidades Autónomas y, a la flexibilización de su estatus jurídico, se añadió la politización de sus órganos de gobierno.

A diferencia de otras crisis sufridas por el sistema financiero español, en la del 2007, la reacción fue demasiado lenta, entre otras razones, por la resistencia de las Comunidades Autónomas y por la falta de coordinación con el Banco de España.

A partir del 2010 se inicia un proceso acelerado de “transformación” con graves errores como la salida a Bolsa de entidades en estado de insolvencia, una maraña de artificios legales y contables y, siempre, un déficit de información clara a inversores, depositantes y ciudadanos.

Como consecuencia de las reclamaciones de miles de damnificados hemos ido conociendo escandalosos casos de nepotismo en las contrataciones de personas, bienes y servicios que, aun siendo legales, repugnan a los principios éticos de la mayoría de los ciudadanos.

Cuesta creer que nadie se diera cuenta de lo que estaba sucediendo y uno se pregunta por qué nadie protestaba o pedía cuentas... salvo que los responsables de hacerlo estuvieran logrando algo a cambio. Para muestra, por ejemplo, la lectura de los correos de Blesa es muy ilustrativa.

En fin, de las primeras pérdidas oficiales de 15.000 millones de euros (si uno lo intenta pasar a pesetas sufre el riesgo de desmayarse) pasamos a los 150.000 millones de euros de un año después... una desviación irracional, escandalosa. Y uno se pregunta, también, dónde estaban las autoridades responsables, por qué no tomaron medidas concretas más allá de las "advertencias", teniendo en cuenta la gravedad de los hechos y que la Ley de Disciplina e Intervención de las Entidades de Crédito, de 1988, hubiera permitido, por ejemplo, al Banco de España, intervenir, sancionar e incluso actuar sobre los órganos de gobierno de las cajas de ahorros.

El endeudamiento provocado por este expolio hipoteca nuestro futuro y el de varias generaciones de españoles, por muchos años. Y tanta fusión y concentración, en mi opinión, supone una situación próxima al oligopolio, y un mayor riesgo sistémico. En fin, el tiempo dirá.

Quizá una de las consecuencias más injustas de la desaparición de las cajas sea el impacto negativo -desatención, incluso riesgo de exclusión del sistema bancario- que va a tener en los ciudadanos de las zonas rurales, en los pequeños empresarios, sobre todo en Castilla y León.

La común -e interesada- posición de los políticos de los grandes partidos es que las cajas de ahorros no han desparecido sino que se han transformado… Suma y sigue con la perversión del lenguaje. Las cajas de ahorros no tenían accionistas, no repartían dividendo, y sus beneficios (miles de millones de euros) se invertían en interés social de la comunidad a la que servían.

Me cuesta creer que los dueños de los actuales bancos en que se han “transformado” las cajas de ahorros vayan a ser igual de generosos.

Además, las Administraciones Públicas no están (y no lo van a estar durante un largo tiempo) en condiciones de llenar el vacío que deja la Obra Social de las Cajas de Ahorros que invertía miles de millones de euros en actividades asistenciales, educativas, deportivas, etc.


Por último, aspectos positivos de estos sucesos. La verdad es que cuesta… Uno sería que, ahora, la supervisión sobre los bancos vuelve a ser única; y, dos, que estos acontecimientos están sirviendo para movilizar a muchos ciudadanos contra la desvergüenza de algunos políticos, contra su impunidad, y a favor de superar el déficit democrático que padece nuestra sociedad.

Sin duda que con otra política es posible otro futuro, un mejor futuro.

Publicado el día 7 de marzo del 2014, en Diario de León ( http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/por-han-desaparecido-cajas-ahorros_872762.html ).

viernes, 13 de diciembre de 2013

Revolución Positiva.

La palabra revolución evoca un régimen que destruir y, después, un nuevo sistema que imponer.

Este carácter negativo, de movimiento contra algo en lugar de a favor de algo, es lo que quizás ha llevado al fracaso a tantas revoluciones triunfantes.

O, en otro sentido, quizás tenga mucho que ver con la actual admiración al testimonio de Nelson Mandela.

Pensando sobre esto, y ya en el ámbito de las organizaciones, me acordé de un libro que leí hace años: “La Revolución Positiva” de Edward de Bono. 


Un libro que, en palabras de su autor, no es para leer sino para trabajar. 

Según De Bono en las revoluciones no deben existir enemigos sino cosas que cambiar. 

Y la revolución positiva que propone se basa en cinco principios básicos que compara con los dedos de una mano.

Efectividad. 
Es necesaria porque no sólo significa estar dispuesto a hacer algo, sino de llevarlo a la práctica. La efectividad es el pulgar, sin el que la mano queda inutilizada.

Aspectos constructivos. 
Representado mediante el índice, dedo que se emplea para señalar el rumbo y el camino a seguir. Hay que esforzarse por ser constructivo y nunca destructivo.

Respeto. 
Hacia todas las personas, no sólo hacia nuestros superiores. La revolución se realiza por gente pero para la gente. El corazón infunde respeto por ser el dedo más largo de la mano.

Autosuperación. 
Mejorar es un derecho y un deber. Esto representa la energía y el sentido que le damos a la revolución. Nunca damos mucha importancia al anular pero siempre está ahí.

Y contribución. 
Qué es lo que podamos aportar y no lo que podemos exigir es la esencia de toda revolución positiva. El meñique nos recuerda que cualquier contribución, por pequeña que sea, es de agradecer.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Mejorar la educación.

Cada vez que hay una medición relacionada con nuestro sistema educativo vuelve la polémica y nos recuerda una de las asignaturas pendientes que tiene España, en mi opinión la más importante, la más urgente: mejorar la educación y la formación para impulsar, verdaderamente, nuestro desarrollo.

Si bien cualquier diagnóstico puede ser rebatido desde el punto de vista de su metodología, lo cierto es que los resultados nos informan de una realidad muy pobre que urge solucionar cuanto antes si realmente queremos mejorar, avanzar.

Habitualmente estas periódicas polémicas se centran en los resultados de nuestras universidades, y en la necesidad de que tengan una calidad reconocida a nivel mundial. Sin embargo, opino que los principales esfuerzos debieran enfocarse en la educación primaria y secundaria.

Perdemos mucho tiempo, muy valioso, instrumentalizando políticamente este asunto, endosando responsabilidades a los gobiernos de turno.

Lo importante es que la educación y la formación se aborden como un asunto de Estado, con seriedad y compromiso, porque si no avanzamos diligentemente, con buenas y claras ideas, seguiremos cometiendo un error cada vez más difícil de enmendar.

Para competir con éxito es ineludible mejorar nuestro sistema educativo: conocimientos, investigación, tecnología y, sobre todo, formación en principios y valores que animen nuestras acciones.

Huyamos del riesgo y peligro que suponen las actitudes autocomplacientes de quienes intentan dulcificar y justificar las debilidades de nuestro actual sistema.

Necesitamos una visión de largo plazo, sí, pero con tareas precisas y exigentes para hoy.

sábado, 19 de octubre de 2013

Elogio de la simplicidad.

Una de las acepciones que nuestro diccionario da sobre el término simple, la tercera, dice “sencillo, sin complicaciones ni dificultades”.

Toda traducción corre el riesgo de no transmitir la intención o la carga emotiva que subyace detrás de la misma expresión en su idioma original y, por tanto, el título de esta entrada no es una excepción.

Quien trabaje o haya trabajado con norteamericanos apreciará cuán cierto es esto, pues en la explicación, o más relevante todavía, en el diseño de la solución a un problema, una cuestión verdaderamente importante es que ésta se pueda comunicar en términos simples.


“Keep it simple” suelen decir ellos; hacer o mantener las cosas simples. Trabajar sobre lo esencial, privilegiar el objetivo buscado y, sobre todo, desechar toda acción o paso que no conduzca directamente a este último de una manera eficiente.

Un imperativo que resulta primordial para el reconocido pragmatismo de los norteamericanos, y que lamentablemente para muchas personas y organizaciones se encuentra absolutamente ausente de su consideración.


Es más, en ocasiones, quizá por alguna misteriosa razón que todavía no he logrado desentrañar, todo aquello que pueda ser concebido o explicado en términos simples despierta entre muchas personas una inmediata desconfianza en una doble y perniciosa dimensión: en primer término en cuanto a su efectividad, es decir, que una solución simple, por este solo hecho, no puede ser tal y, en segundo lugar, en cuanto a su credibilidad, esto es, que una solución o explicación de esta naturaleza no puede ser verdadera o, al menos, es tan sólo de carácter parcial.

Qué es lo que nos lleva a no reconocer el tremendo valor que tiene privilegiar la búsqueda de soluciones simples es una pregunta de difícil respuesta. 

Una primera alternativa es que tendemos a confundir lo simple con todo aquello que no demanda esfuerzo, lo que es un error ya que, por lo general, sucede al contrario, mientras más simple es la respuesta más difícil resulta encontrarla.

La segunda es que, tal vez, la explicación debamos hallarla en un sistema educativo que premia la cantidad por sobre la creatividad y que, como no podría ser de otra manera, después se reproduce casi automáticamente en nuestra vida laboral; no importa tanto el cómo vas a responder en clase sino el cuánto vas a responder, ni luego el qué vas a producir sino en cuánta cantidad lo vas a hacer.

Los resultados están a la vista, muchas personas y organizaciones sólo son buenas para producir bienes y servicios fáciles de copiar y de reemplazar, y malas para los productos y servicios de un mayor valor agregado.

Reconocer el valor de la simplicidad es importante para quienes tengan el propósito de mejorar.

domingo, 13 de octubre de 2013

Somos españoles.

Si alguien tuviera que describir cuáles son, en su opinión, las variables que debe considerar para realizar negocios con personas de otro país, es muy probable que coloque en un lugar relevante la variable cultura.

Conocer las otras culturas, predecir su estilo de pensamiento, profundizar en sus estrategias de resolución de problemas, dominar las normas de protocolo y los códigos sociales, también los ocultos, pueden ser la clave para el éxito de gestiones internacionales.

No sorprende, entonces, que un número significativo de directivos que tienen responsabilidades globales, dediquen esfuerzos no sólo a aprender idiomas sino también a conocer información cultural relevante que les permita entender el marco de referencia, valores y costumbres de las culturas de su interés.

Llama la atención que esta realidad que parece tan evidente hacia el exterior no se aplique al interior de España. 

Se cree que por el hecho de compartir un idioma y compartir un mismo país también se comparten realidades y expectativas.

La realidad, sin embargo, es otra. 


Somos españoles y, por tanto, diversos. 

Debemos esforzarnos por entender y comprender nuestras diferencias, nuestra realidad. 

Y para ello nada mejor que conocer nuestras lenguas y nuestras costumbres. 

Es la riqueza de nuestra cultura.

viernes, 11 de octubre de 2013

Educación.

Nuestra pobreza –miseria, incluso- es de ideas, de falta de profesores motivados y bien formados, comprometidos. 

Tenemos orientaciones pedagógicas equivocadas, métodos ineficaces, contradictorios y hasta contraproducentes.

El presupuesto siempre es insuficiente a la hora de hacer más de lo mismo.

Seguiremos así mientras no acabemos con la lucha estéril y letal para España, de conflictos de poder, de partidos, de sindicatos, de religiones, de ideologías que hay en nuestro sistema educativo y que no deja de atentar contra el presente y futuro de nuestra educación. 

Mientras tanto el mundo avanza.

La base del conocimiento se duplica cada cuatro años. Según estudios recientes, se estima que en el año 2020 lo hará cada 73 días…

La educación es la principal inversión, e incluso el mejor gasto de un país, pero bien hecha.

Nuestros ciudadanos, no sólo los que se encuentran en edad escolar, sino todos, deberían encontrar en la educación permanente una herramienta para adaptarse y aprovechar los nuevos y dinámicos procesos educativos y de negocios.


Se nos está advirtiendo, por las encuestas y los analistas, que está faltando la enseñanza de la ética, de la moralidad, de la cortesía, la urbanidad y las buenas costumbres. 

Los jóvenes, mayoritariamente, están solos, desorientados, apáticos, desmotivados: vacíos…Y, en parte, por la mala educación que estamos entregando entre todos.

Es indispensable que conozcan las obras filosóficas principales, la gran literatura de todos los siglos, el arte y también que comprendan los principios matemáticos, así como el desarrollo histórico de las ideas, de la política y de la sociedad.

Un estudiante formado moral e intelectualmente en las humanidades, y habituado al análisis y a la reflexión, debería ser más “productivo” en cualquier trabajo. 

Y, lo más importante, sería mejor persona.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Creíbles.

La credibilidad ha pasado a ser uno de los aspectos fundamentales de la relación del individuo con la sociedad.

Se trata, en definitiva, de la confianza que tiene el ser humano en sus semejantes e instituciones con quienes se relaciona. 


No se trata del aspecto formal de estas relaciones, que pueden estar reguladas por leyes o por acuerdos privados entre las partes, sino de la convicción íntima de las personas que sus derechos serán respetados y que los compromisos adquiridos se van a cumplir. 

La importancia de la credibilidad es mucha. 

Desde el punto de vista económico, la falta de credibilidad incrementa los costes. Por ejemplo, la falta de confianza en las personas y en las empresas, lleva a la necesidad de constatar la identidad y solvencia financiera de los clientes, de tal manera, que cada día son más las empresas dedicadas a proveer este servicio.

Si no hay credibilidad en la justicia, se buscan mecanismos de solución alternativos al sistema judicial.

La falta de credibilidad en la política y en los políticos ha llevado a que muchos ciudadanos no tengan interés en participar, ni siquiera votando.

La gente normal ve a los políticos lejos de la realidad; y muchas de sus acciones, aun siendo legales, se perciben como poco éticas. Es el caso de los conflictos de intereses. La falta de una clara regulación de los grupos de presión (que de hecho existen en forma de asesores o relaciones públicas) es el origen de muchos de los desaguisados de actualidad.

La responsabilidad política como asunto de ética no se considera. Las dimisiones son rarísimas y casi nadie asume responsabilidades por la función que desempeña. 

En la opinión de la gente, la credibilidad o la falta de ella, se forma lentamente en el tiempo y generalmente no está asociada a un suceso específico, sino a un cúmulo de acontecimientos o detalles que alimentan la confianza o desconfianza.

En fin, ¿pero esto tiene solución…? ¡Claro que sí!: tan sencillo como que cada uno de nosotros sea mejor y cumpla sus promesas y compromisos. 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Las personas primero, siempre.

Existe un amplio consenso al afirmar que esta crisis se ha producido por una combinación de desenfoques y errores técnicos, y de faltas éticas. 

Ello ha puesto de manifiesto tres carencias básicas, que están en el origen de la misma: la de reglas adecuadas para regir el mercado global, especialmente el financiero, la de instituciones con capacidad suficiente para garantizar su buen funcionamiento y, finalmente, la carencia ética, sin la que esta crisis no se habría producido del modo como lo ha hecho.

Una teoría excesivamente permisiva con los mecanismos propios del mercado ha favorecido un relajamiento de las más elementales normas que guían la asunción y evaluación de riesgos; pero, a su vez, esa relajación no ha sido exclusivamente técnica, sino también propiciada por una serie de comportamientos que manifiestan fallos éticos.

Una crisis es siempre una ocasión de revisión y mejora que no puede ser desaprovechada.

En este sentido hay que tener en cuenta dos peligros: el primero, nacido de la inercia, del miedo al cambio y de los intereses particulares en juego, es tratar de volver cuanto antes a la situación anterior, como si nada hubiera pasado. 

Este riesgo está mucho más extendido de lo que pensamos y puede limitar en gran medida la oportunidad de mejora.

El segundo riesgo consiste en pensar que la situación puede resolverse únicamente con medidas de política económica, tales como una mejor regulación de los mercados, una revisión de los métodos de evaluación de riesgos, un grado mayor de cobertura por parte de los bancos y, en su caso, las necesarias medidas de ajuste estructural.

Además de que todos nos esforcemos por debatir, encontrar y aplicar las medidas técnicas y políticas necesarias, la crisis actual denota quiebras económicas, éticas, antropológicas y culturales sobre las que es necesario reflexionar en profundidad.

Nuestro mundo, en el que todas las personas buscamos vivir con dignidad y paz, está sometido a mecanismos que generan desigualdades graves entre personas, regiones y países; a una lucha constante por mantener ventajas competitivas frente a otros; al afán de poder económico y político; a una cultura de “suma cero”, en la que no todos salen ganando, sino que unos ganan a cuenta de lo que otros pierden. 

Más allá de que se puedan (y deban…) aplicar medidas técnicas y políticas, la superación de los obstáculos mayores se obtendrá gracias a decisiones esencialmente éticas. 

En fin, esto, lejos de constituir una visión amarga de la realidad, es un principio básico para construir una mejor sociedad, sobre la base de la solidaridad, del respeto a las personas.


Las personas primero, siempre.

sábado, 7 de septiembre de 2013

#Madrid2020

Me apresuro a escribir y publicar estas líneas antes de que se conozca la decisión del Comité Olímpico Internacional sobre cuál será la sede de los Juegos Olímpicos del año 2020. 

Pues ya se sabe que, como decía la señora Eustasia, quizá parafraseando a Napoleón, “hijo, la derrota es huérfana pero la victoria tiene mil padres”…

Llevo varios días leyendo, con cierto asombro, las encuestas que se están publicando donde, reiteradamente, da igual la empresa demoscópica o el medio de comunicación,  aparece un porcentaje de compatriotas, de en torno al veinticinco por ciento, a quienes, dicen que dicen, que no les gustaría que Madrid fuera la ciudad elegida. 

Con todo el respeto para las opiniones ajenas, yo sí creo que sería bueno para España. 

Unos juegos olímpicos serían un punto de inflexión, un gran empujón a la maltrecha imagen internacional de nuestra querida España, y para la autoestima de muchos españoles que hemos visto cómo en unos pocos años, y por culpa de unos dirigentes sin vergüenza, se ha evaporado el trabajo de varias generaciones, de muchos años, para que España estuviera entre los mejores países del mundo. Un refuerzo para lo que hoy se conoce con la cursi denominación de  “marca España”.

Durante varios años, antes y durante de los juegos, vendrían millones de personas y otros tantos sabrían de nosotros; quizá eso les motivaría a visitarnos, a conocernos y a descubrir a nuestra gente, nuestra riqueza cultural y artística.

Un evento mundial de estas características es una fuente extraordinaria de oportunidades, también económicas.

Inversiones en infraestructuras y todo lo que ello supondría no sólo para las grandes corporaciones, que emplean a miles de trabajadores, sino también para los cientos de miles de pequeños y medianos empresarios, autónomos, que se beneficiarían de las subcontrataciones. 

También supondría trabajo para hoteles, bares, restaurantes, medios de  transporte, etc… 

Conviene no olvidar que “detrás está la gente”, mucha gente que quizá encontraría un trabajo (estoy pensando en esos millones de españoles que andan desempleados), o tendrían la oportunidad de encontrar otro mejor.

Quizá esas personas que no quieren que Madrid sea la elegida están cegadas por su indignación. Muy legítima. Yo la comparto. Pero, una vez más, en estado de cabreo, se confunde más fácilmente la velocidad con el tocino.

A mí también me produce un cierto desazón ver las fotos de los prebostes que nos llegan desde Buenos Aires. Personajes, ellos y ellas, que están desacreditados, achicharrados, como dirigentes sociales y políticos… Pero ese es otro cantar.

Se me revuelven las entrañas de pensar que si Madrid es la ciudad elegida alguno (o alguna…) pudiera salvar su pellejo político.

Hay que saber esperar. Ya llegará la hora de ajustar cuentas, en las próximas elecciones, con nuestro voto, como personas civilizadas.

Mientras tanto, un esfuerzo por ser justos y pensar en el bien común.

Muy especialmente en esos miles de jóvenes deportistas para quienes Madrid 2020 sería una extraordinaria motivación para seguir entrenando y esforzándose por batir nuevas y mejores marcas. 

Hoy se habla mucho que nuestros deportistas tienen prestigio mundial y que, en momentos como los actuales, de vacas flacas, están siendo prácticamente los únicos que todavía despiertan simpatías, en cualquier lugar del mundo, como representantes de España.

No olvidemos que antes de Barcelona 92 nuestro deporte era de opereta, y que fue gracias a esos juegos olímpicos, y a su posterior inercia, cuando nuestro deporte nacional empezó a levantar el vuelo y ser de clase mundial.

A mí me encantaría que Madrid fuera la ciudad elegida como sede de los Juegos Olímpicos del año 2020. 

Por el bien de España. 

Ojalá que sea así. Suerte.

domingo, 18 de agosto de 2013

"José Ortega y Gasset, diputado".

Vivir en León tiene muchas ventajas. Una de ellas es que tiene buenas librerías -como la Librería Universitaria- donde encuentro libros inspiradores. 

Ortega y Gasset es uno de mis escritores favoritos desde que en COU (hoy Segundo de Bachiller… yo soy de la “generación EGB”…) leí “La España invertebrada”.

Hijo, nieto, sobrino, primo y hermano de diputados. De familia culta, preocupada por la política pero también por el saber, el arte, la cultura.

Un filósofo que hacía filosofía desde las páginas de los periódicos. 

Una original fórmula que dotaba a su pensamiento filosófico de la frescura de la actualidad. Artículos breves, sugestivos, contundentes. 

Un estilo literario atractivo, cautivador. 

Una especie de pedagogo público, según Ángel Valero Lumbreras, doctor y catedrático de Filosofía, y autor del libro “José Ortega y Gasset, diputado”.


Ortega se inició en la militancia partidista en la primera década del siglo pasado, incorporándose al proyecto reformista de Melquidades Álvarez, una alternativa al régimen bipartidista de la Restauración. Ahí coincidió con Manuel Azaña y Fernando De los Ríos, y los tres se reencontrarían en las Cortes Constituyentes de 1931 pero en organizaciones políticas distintas.

Intentó transformar el viejo liberalismo español en un liberalismo social de matriz socialdemócrata, en línea con el pensamiento de Hermann Cohen, su maestro alemán.

Fundó la Agrupación al Servicio de la República con otros intelectuales no afiliados a partidos políticos como Gregorio Marañón o Ramón Pérez de Ayala. Y así concurrió a las elecciones constituyentes de 1931 siendo elegido diputado por León.

El Profesor Valero, en su libro, se enfoca en el análisis de los siete discursos pronunciados por Ortega durante las sesiones parlamentarias de 1931 y 1932. En ellos, básicamente, reivindica las virtudes republicanas como salida a la crisis de la democracia representativa formal. 

Muchos de sus planteamientos todavía hoy son de actualidad como su propuesta de suprimir el Senado que consideraba anacrónico y denominaba, con cierto gracejo, la “quinta pata del carro”...; o el régimen fiscal de las herencias, o su precisa y brillante lección de filosofía y derecho político acerca del significado de federalismo y autonomía.

Sus intervenciones eran verdaderos aldabonazos, llamadas a mantener la autenticidad de la República, lejos de extremismos y radicalismos excluyentes. 

Una de sus principales propuestas era regenerar España a través de la educación. 

Quizá, para mejor comprender su propuesta, conviene situarla en su contexto. 

En esos años, en Barcelona, por ejemplo, ciudad que entonces tenía un millón de habitantes, había sólo un instituto de bachillerato, cuando en Alemania, en una ciudad equivalente, había cuarenta, o en Francia, catorce. 

Defendió ideas que entusiasmaban. Ideas claras sobre lo que debía hacerse. Invitaba a pensar en grande. 

Para José Ortega y Gasset la política es, ante todo, dibujar atractivos, animadores horizontes de mejoramiento cívico.

Y, además, leer sus discursos ha sido una oportunidad para conocer y aprender nuevas palabras, de saborear, una vez más, la riqueza de nuestra lengua. Ahí van algunas: azacanado, congruo, dintorno, epiceno, hiperestesia, abstrusa, ingurgitar, eutrapelia…

En fin, propuestas políticas, de José Ortega y Gasset, que invitan a mejorar; motivadoras y, todavía hoy, actuales. 

Con la que está cayendo, esta lectura me ha resultado muy gratificante, me ha rescatado del asfixiante pesimismo del momento sobre las posibilidades de una auténtica regeneración social. 

Y es que, como decía la señora Eustasia, “hijo, el que no se consuela es porque no quiere”.

jueves, 15 de agosto de 2013

Pornografía en internet.

Hace unos días, el primer ministro británico, David Cameron, propuso universalizar los filtros para menores que ya se incluyen en navegadores y buscadores, y extenderlos a todos los ordenadores de Reino Unido, tengan la edad que tengan sus propietarios. 

En la práctica supondrá que los ciudadanos que quieran consumir porno tendrán que solicitarlo explícitamente a su proveedor, es decir, identificarse para que le desactiven el filtro.

Cameron justificó su propuesta como un paso contra la negativa influencia de la pornografía en la formación de los niños, y con el fin de proteger a nuestros menores de los abusos sexuales. Es la respuesta de su gobierno al debate suscitado en el país a raíz de la muerte de dos niños cuyos asesinos eran asiduos a la pornografía infantil.

Estas nuevas medidas contra la pornografía contienen otras modificaciones, como la de hacer una lista de términos pornográficos que no den resultados en buscadores. 

Cameron puso un ejemplo: si alguien teclea la palabra niño y la palabra sexo el buscador aconsejará al internauta algo similar a esto, “¿te refieres a educación sexual para niños?”.

Las empresas y organizaciones con intereses económicos en juego ya han comenzado a reaccionar.

Argumentos… tantos como gustos y colores.

Hay empresas de buscadores que proclaman el derecho de sus usuarios a teclear cualquier palabra y aseguró que la propuesta atenta contra los derechos a la intimidad y a la libertad de expresión.

Algún colega al servicio de estos intereses ha afirmado que, si la propuesta de Cameron se concretara en una ley, significaría un serio retroceso a las libertades…


Otros no se andan por las ramas y manifiestan claramente que si se plantearan obstáculos para acceder a páginas webs con contenido adulto (este es el término políticamente correcto con el que se denomina a la pornografía…) puede tener un impacto considerable sobre los beneficios económicos de una industria que es legal… Dinero, dinero, mucho dinero…

No ha faltado quien ha argumentado sobre las dificultades técnicas que conllevaría el desarrollo de estas propuestas.

El mensaje de Cameron ha sido muy claro para estas empresas, ustedes tienen el deber moral de actuar. Si hay obstáculos técnicos para que actúen los motores de búsqueda no deben mantenerse al margen y decir que no se puede. Empleen esos grandes cerebros para ayudar a superar los obstáculos. 

Me parecen muy acertadas las propuestas de David Cameron, pero tengo serias dudas de que se lleguen a concretar en una ley. Hay intereses económicos de muchísimos ceros que podrían verse afectados y este tipo de organizaciones son especialistas en cabildear.

Habrá que esperar hasta el otoño.

viernes, 9 de agosto de 2013

La berlina de Prim.

Recuerdo como si fuera ayer cuando visité por primera vez el Museo del Ejército, entonces junto al Parque del Retiro de Madrid. 

Fue durante el verano de 1977 y fuí de la mano de mi abuelo paterno, en ese tiempo ya jubilado, y estudioso de la historia de España. 

La sala de banderas, la sala de armas con sus cientos de cañones “de verdad”…Quedé impresionado con sus explicaciones sobre la espada del Cid (llamada Tizona) y sobre la historia de Boabdil, último rey árabe de mi Granada natal… 

Había una sala con vehículos militares originales, o réplicas como el Dodge del Almirante Carrero Blanco entonces recientemente asesinado. 

Cuando llegamos ante un coche de caballos, antiguo, elegante, de color verde, mi abuelo me dijo “Ésta es la berlina del General Prim. En el momento en que le dispararon era el político más poderoso de España. Fíjate en las manchas de sangre sobre la tapicería interior, son de verdad…” 

La berlina de Prim. Desde entonces, con doce añitos, se me quedó grabado en mi memoria este nombre y esa imagen. 

Mis profesores no sabían o no contestaban… Me dí cuenta que era un personaje incómodo, olvidado.

Ya en la universidad leí un estudió que había publicado el abogado D. Antonio Pedro Ríus, quien fue Presidente del Consejo General de la Abogacía Española, y oriundo de Reus al igual que el general Prim. Me llamó la atención el dato que comentaba en su investigación, que el sumario constaba de 18.000 folios…

D. Juan Prim y Prats nació en Reus (Tarragona) el 6 de diciembre de 1814. Sin duda, una de las grandes personalidades de la historia de España del siglo XIX. Ilustre militar, protagonista de la revolución de septiembre de 1868, es probable que si no hubiera sido asesinado la democracia hubiera llegado a España un siglo antes. 

Atentaron contra él la tarde del 27 de diciembre de 1870, a bordo de su berlina verde, a su salida del Congreso de los Diputados, la víspera de su viaje a Cartagena para recibir al nuevo rey de España, Amadeo de Saboya.

¿Quién mató a Prim? 

Pues todavía no hay respuesta cierta a esta pregunta, ciento cuarenta y tres años después…Increíble pero cierto. 

No hay ni siquiera acuerdo sobre la causa de su muerte. Todavía se barajan tres hipótesis: que murió tres días después del atentado por las lesiones, que murió en el acto, que fue estrangulado.

El sumario de este asesinato es todo un esperpento. Cambiaron varias veces a los jueces, algunas declaraciones se tomaron tarde y mal, desaparecieron importantes documentos…

El General Prim tenía muchos enemigos y quizá por eso le mataron.

Los revolucionarios de 1868 (de quien Prim había sido dirigente) estaban divididos entre monárquicos y republicanos. A su vez, los monárquicos estaban divididos entre los partidarios de Amadeo de Saboya y los partidarios de los Borbones. Estos a su vez entre isabelinos y carlistas… Por su parte, los republicanos entre centralistas y federalistas… 

Quizá era el único capaz de poner orden en ese guirigay y por ello le mataron.

Hace unos días mi hija estuvo en León y fuimos a pasear hasta la catedral. Me gusta entrar a la plaza por la calle Sierra Pambley porque así aprovecho para mirar el escaparate de la librería Galatea, que suele tener libros de mi interés.


Allí ví el libro de Ian Gibson… “La berlina de Prim”… Me quedé boquiabierto…

Le conté esta historia a mi hija, entró y me lo regaló.

Acabo de leerlo. Lo recomiendo. 

Recuperar la figura del General Prim, volver a considerar su caso, hace justicia a un español injustamente tratado. 

Es muy injusto que, hoy, cuando cualquier cantamañanas tiene una calle, D. Juan Prim y Prats no tiene –como dirían mis amigos mexicanos- ni una pinche placa conmemorativa en el lugar donde atentaron contra él, la entonces calle del Turco actualmente calle Marqués de Cubas, junto al Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Como decía la señora Eustasia “Hijo, no te extrañes, para muertos e idos ya no hay amigos”.

domingo, 21 de julio de 2013

Nosotros primero.

Casi siempre que hablamos de ética nos referimos a asuntos actuales de carácter político o económico, o a la ética de los otros… Rara vez a nuestras actividades cotidianas. 

Ser ético es ser una persona en quien se pueda confiar. Luchar por vivir sin dobleces, sin justificar nuestras acciones cuando sean malas. Al pan, pan, al vino, vino…

Ésta es la ética de todos los días, la cotidiana, la que debemos cuidar prioritariamente porque con nuestras pequeñas acciones contribuimos -o no- a generar una cultura de confianza, de respeto a los demás.

Es muy fácil asentir a grandilocuentes propuestas de regeneración ética para tal o cual institución u organización. Y no tanto responsabilizarse de la propia vida, y cuidar el impacto de nuestras acciones en otras personas.

Estaremos contribuyendo a la verdadera regeneración si nos esforzamos por mejorar las relaciones con las personas con quienes habitualmente convivimos, luchando por ser más sinceros, más honrados, más responsables, más trabajadores, más serviciales, más cariñosos…Nosotros primero.



domingo, 28 de abril de 2013

Drogas: prevenir en vez de ocultar.

Hace unas semanas el diputado Emilio Olabarría dijo en el Congreso de los Diputados que podría dar nombres de ministros, jueces y altos cargos policiales que han consumido drogas.

Leer esta noticia me recordó que estamos ante una patología muy seria. Y que se trata de un asunto políticamente incorrecto que a veces simulamos ignorar o nos engañamos reduciéndolo a quienes viven en la marginalidad.

El noventa por ciento de las drogas que se consumen se venden bajo receta en las farmacias. 

Una de las principales enfermedades de nuestro tiempo es la depresión. Una de cada tres personas utiliza tranquilizantes que tienen efecto adictivo.

Otras drogas de consumo masivo -además del alcohol- son algunos antitusivos que contienen codeína (un derivado del opio), las anfetaminas, empleadas durante muchos años con fines de adelgazamiento, los inhalantes usados en zonas marginales y por muchos adolescentes, la marihuana y la cocaína.

Las motivaciones que suelen llevar a una persona a consumir drogas son el estrés y la competitividad. 

Una excesiva competencia genera tensión y exceso de trabajo (muchos directivos, habitualmente, tienen jornadas de doce horas…diarias). 

Quien no mantiene el equilibrio emocional, no se siente sólido y confiado en sus competencias, tiene síntomas de inseguridad, y se engaña pensando que un estímulo externo puede ayudarle a superar el momento.

El consumo de drogas invariablemente provoca cambios psíquicos, físicos y sociales. 

De una adicción ocasional se pasa a la angustia, a la ciclotimia y a las alteraciones de la conducta (mentir, ocultar y mostrarse irritable). 

Otras consecuencias son el insomnio y la pérdida de apetitos. La falta de sueño, a su vez, provoca alteraciones en el equilibrio, los reflejos y la memoria. 

Es, según todos los especialistas, un círculo vicioso del que resulta difícil salir.

Los extremos se tocan. Los trabajos degradantes, aburridos y monótonos son inductores al consumo de drogas. En el extremo opuesto, los trabajos estresantes y que requieren una alta dosis de creatividad también estimulan la dependencia.

Ocultar el problema no es la solución. 

La recomendación más seria es enfrentar la situación brindando un alto nivel de información y formación, aplicando medicina preventiva.

Afortunadamente ya hace años que en la mayoría de los países se formaron grupos de trabajo para establecer una serie de pautas para detectar, prevenir y tratar la drogadicción en las empresas.

La iniciativa se lanzó cuando se tomó conciencia que la droga era la causa principal del aumento de accidentes de trabajo, ausentismo, disminución de la producción y de la productividad.

Las personas farmacodependientes están expuestas al doble de accidentes de trabajo, incurren en un número más elevado de ausencias injustificadas, solicitan consultas médicas con una frecuencia mucho mayor por dolencias no relacionadas con el trabajo y pierden más días por enfermedad. 

Desde el punto de vista social, la víctima principal por la dependencia de las drogas es la familia, aunque el impacto de estos problemas se extiende a la sociedad en general y, como estamos comentando, muy en particular, a las empresas.

domingo, 14 de abril de 2013

La ética no se proclama, se practica.

Los dirigentes deben dar el ejemplo, un buen ejemplo.

La ética no se enseña pero sí hay guías de comportamiento y actitudes que parten del ejemplo de quienes tienen la responsabilidad de dirigir. 


Si los modelos son malos, cada uno hará de su capa un sayo como decía la señora Eustasia.

La ética no se proclama, se practica.

Muchas empresas no tienen reglas escritas. La ética se transmite con buenos ejemplos y buenas prácticas.

Colaboradores compensados con justicia. Políticas que faciliten su desarrollo. Buena comunicación: institucionalizar momentos para que tu gente pueda decir (sin miedo a represalias) lo que piensa, se sienta escuchada.

Garantizar a nuestros clientes que los productos y servicios no atentan contra su salud y seguridad. Cuidar la calidad. Cobrar precios justos.

Evitar el abuso de poder al tratar con empresas proveedoras con menor capacidad de negociación.

No aceptar regalos de clientes y proveedores ("la regla de los cien euros").

No recurrir a la compra de voluntades de las autoridades a través de pagos, comisiones o regalos.

Cuidar el impacto ecológico de la actividad de la empresa.

Etc, etc y etc.

La ética no sólo afecta a lo económico. Sería un reduccionismo. La ética exige reconocer los derechos que todas las personas tenemos por el hecho de ser personas. Son los derechos humanos.

Una práctica tan poco común como valorada por quienes conocen los beneficios de una relación sincera, leal y constructiva, es decir a las personas con quienes nos relacionamos (colaboradores, clientes y proveedores), lo que uno piensa, y no lo que ellos quieren escuchar.

La ética como una ventaja competitiva a considerar.

domingo, 24 de marzo de 2013

Julio Anguita tenía razón.


Aunque discrepo de algunas ideas de Julio Anguita siempre he tenido una gran simpatía y admiración por su particular estilo de hacer política, muy cercano a las personas, siempre reflexivo y analítico.

Este fin de semana he estado releyendo algunos capítulos del libro que publicó en el año 2011 (“Combates de este tiempo”), una selección de artículos y discursos en los que nos invita a pensar sobre el pasado y presente de España.


Muchos de los problemas que hoy tenemos en la Unión Europea tienen su origen en cuestiones que quedaron sin resolver en el Tratado de Maastricht. Leyendo la posición de Anguita, durante los años 1992 y siguientes, me sorprende lo visionario de sus análisis.

Anguita no se opuso al proceso de la Unión Europea sino a esa concreta redacción del tratado. Propuso una renegociación que fue tildada de “antieuropea” que, en el contexto de la época, era la peor descalificación, casi un insulto. 

Una renegociación que superara el alarmante déficit democrático pues el tratado cedía demasiada soberanía a poderes no sometidos al control político (como, por ejemplo, el Banco Central Europeo), y una renegociación que contemplara una convergencia real. 

Ese tratado ponía el énfasis en criterios de convergencia muy del gusto de los ya famosos “mercados” como el tipo de interés, la inflación y, sobre todo, el déficit público; y no prestaba tanta atención a la protección social, a las desigualdades personales y territoriales, criterios esenciales para una verdadera convergencia.

Nunca mejor dicho: de aquellos polvos, estos lodos.

Julio Anguita defendió que, previamente a la ratificación de los acuerdos de Maastricht por las Cortes Generales, el pueblo español fuera consultado en referéndum. 

Argumentaba que lo más consecuente con una escrupulosa lógica democrática y constitucional era pedir parecer y opinión al pueblo español sobre una cesión tan importante de soberanía nacional.

Fue tan valiente como incomprendido. No se amedrentó ante un apoyo prácticamente unánime y defendió un debate público intenso y extenso.

Advirtió que no habría construcción europea sin una auténtica unión económica y ello exigía un presupuesto común, una hacienda que organizara la convergencia de las economías, y una política fiscal común. Y también advirtió, hace veinte años, que cuando el tipo de cambio fuera único e inamovible los ajustes económicos repercutirían casi exclusivamente en la pérdida de puestos de trabajo.

Es de justicia reconocer que Julio Anguita tenía razón.