Publicado en "Diario de León" el lunes 25 de mayo del 2020: https://www.diariodeleon.es/opinion/enrique-mendoza-diaz/leon-puede-esperar/202005250836442015806.html
Hay demasiadas injusticias en el
mundo para conformarse con ellas. Nuestro sistema político no ha sido todavía
capaz de crear y administrar normas adecuadas que generen una mayor equidad en
el desarrollo humano; ni ha hecho realidad una administración de justicia que
oportunamente (sin dilaciones innecesarias) resuelva los conflictos de una
sociedad compleja como la nuestra. Nuestro sistema político tampoco ha sido
capaz de equilibrar el desarrollo de los negocios con la protección del medio
ambiente. Quizá la asignatura pendiente más importante sea lograr una buena
educación para la mayoría de los ciudadanos. La virtud y la ética no son
habitualmente valoradas; al contrario, frecuentemente se ha tolerado la
frescura, la obtención del dinero fácil y el uso y abuso de privilegios. En
general, no se aprecia una preocupación por el bienestar social que ponga a las
personas como prioridad o, al menos, al mismo nivel que la aspiración de
obtener beneficios. Una forma de hacerlo es argumentando la importancia de que
las personas sean el centro de la actividad económica: la necesidad de un
salario justo, destinado a satisfacer con holgura las exigencias de una vida
digna y no concebido como objeto de regateo al amparo de las leyes del mercado.
¿Quién decide lo que es justo?
¿El que detenta el poder, sea un hombre, un partido, un parlamento? ¿Hay,
entonces, distintas justicias, según la ideología o los intereses de quienes
tienen el poder de hacer leyes y obligar a cumplirlas? El oscurecimiento de la
razón lleva a negar, o a poner en duda al menos, incluso los principios más
elementales y más generalmente probados por la experiencia de muchas
generaciones. Hoy la mente del hombre medio se alimenta más de opiniones que de
verdades. Las cosas son como son, independientemente de la subjetiva
apreciación de cada uno. No se trata de opiniones, sino de conocimiento. El mal
de nuestro tiempo parece ser la ignorancia, una vieja forma de barbarie que hoy
viste de nuevo las vidas y rostros de la gente. Personajes sin mensaje.
Envejecimiento de la población,
destrucción de la familia, deterioro de la naturaleza: graves catástrofes
contemporáneas. La importancia que demos a la familia depende de la importancia
otorgada al amor, una dimensión humana fundamental y básica para la cual
deberíamos de inventar otra palabra menos gastada. Hoy en día nuestra sociedad
tiene extraordinariamente debilitado el sentido de comunidad. No somos piezas
sueltas, en un mundo desconectado. Lo que cada uno de nosotros hace tiene un
efecto, para bien o para mal, sobre los que nos rodean. Se insiste en el
derecho de hacer lo-que-se-quiera, sin importar el daño o el peso que hayan de
soportar los otros. Tal sociedad genera, de modo inevitable, una gran masa de
personas irresponsables. Y cuando la mayoría de la gente es irresponsable, es
muy fácil dejarse arrastrar por la violencia. Desgraciadamente, nos encontramos
en una época en que no se quiere razonar ni atender al pensamiento de los otros.
La decadencia es una triste realidad
que afecta tanto a las personas como a las sociedades. Pero el proceso de
decadencia puede acelerarse o retrasarse mediante una prudente administración
del potencial de que se dispone. Por ello, felicito a “Diario de León” por la
iniciativa que acaba de impulsar: “León Levanta”. Me gusta, especialmente, que
se señale que no se trata de un lema o un simple juego de palabras alentadoras,
sino una declaración de intenciones: identificar los sectores económicos,
culturales, turísticos, deportivos, comerciales, etc. donde León es una
potencia, y poner esas fortalezas al servicio de la reanimación de una
provincia duramente atacada por las crisis. No podemos permitirnos ser
conformistas. Sobran diagnósticos y faltan compromisos: cómo y cuándo. Es la
hora del liderazgo. León no puede esperar más.
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