Llevamos
un ritmo de vida tan ajetreado que estamos perdiendo costumbres tan buenas como
las comidas en familia. Pensar que, entre semana, padres e hijos podamos comer
juntos nos parece una idea imposible. Es clara la influencia positiva de estos
momentos de intimidad familiar sobre el desarrollo de los hijos y las
relaciones entre los miembros de la familia, especialmente para los
adolescentes. Hábitos tan saludables como el comer en familia o la sobremesa no
están suficientemente valorados. Es cierto que, en algunos casos, nuestras actividades
exigen largos desplazamientos, horarios difíciles, etc., que hacen muy difícil
reunir a la familia a diario.
Quizá
si conociéramos sus beneficios, nos esforzaríamos más por pasar juntos cuantos
más momentos mejor. La comida en familia nos permite comer saludablemente,
contarnos unos a otros cómo nos ha ido el día, escucharnos a los demás y
estrechar los lazos familiares. Especialmente con nuestros hijos adolescentes, estos
momentos pueden ser definitivos para crear un clima de comunicación y de
confianza con ellos. Los padres también somos responsables de preparar a
nuestros hijos para la vida social, personas que se distingan por su trato
agradable. Por sus buenas maneras. Imprescindible para su futura relación con los
clientes. Las buenas maneras en la mesa es un tema de interés para muchas
organizaciones, empresas.
Comer en familia también enseña a mantener una conversación, a escuchar y a contar.
Además, y esto es especialmente relevante, las comidas son ocasiones naturales
para asimilar la historia y los valores de la familia, y a aplicar estos
valores en la vida cotidiana, con las contrariedades y oportunidades del día a
día. Estar atento a las necesidades de los demás, levantar el ánimo con una
anécdota divertida, generosidad para dejar a otro la mejor porción de postre… Tanto
los mayores como los pequeños ayudan a preparar la comida, a quitar la mesa, a
fregar los platos, a servir a los demás. La comida familiar nutre necesidades
biológicas y sociales básicas. Nos permite realizar aquello en que consiste ser
una familia: cuidamos unos de otros, compartimos cosas, recorremos junto el
camino de la vida. Los recuerdos más significativos de nuestra infancia suelen
ser –o no- el cariño mutuo, el compartir, el pasar el tiempo juntos. Quizá a
diario no sea posible, pero hemos de intentar reservar, al menos, todas las
cenas y los fines de semana. Comer juntos no lo es todo para la intimidad y el
bienestar familiar, pero sin duda es una parte importante. Hace cincuenta años
también había padres con extensos horarios de trabajo, que viajaban mucho, y
madres que trabajaban fuera de casa. Y ya entonces también había quienes tenían
la costumbre de tomar algo antes de volver a casa…
Una
norma básica para que una comida familiar sea digna de tal nombre: sin
intrusos, sin televisión, sin teléfonos… sin distracciones electrónicas. La
comida familiar es sin duda el entorno ideal para aprender a comportarse en la
mesa. Desde pequeños los niños aprenderán de sus padres e irán adquiriendo el
hábito de las buenas maneras. Cosas tan elementales como qué cantidad es
razonable servirse o en qué consiste una comida equilibrada, a hacer pausas
para participar en la conversación, comer de todo… También una protección
natural contra la obesidad, la anorexia y otros trastornos alimentarios, hoy
tan de moda. Comer en familia también enseña a los niños a mantener una
conversación, a escuchar, a contar. También es una fuente de aprendizaje de
vocabulario y cultura general.
A
las tradicionales causas sobre por qué cada vez es más difícil comer juntos hay
que añadir el excesivo número de actividades extra escolares de los hijos:
artes marciales, letón, natación sincronizada, oboe… La verdad es que también
hay algo, o mucho, de comodidad. Y, por supuesto, no todos estamos dispuestos a
reconocerlo. Prefiero comer cerca de la oficina, tomarme una copa con los
compañeros y llegar a casa cuando los niños estén dormidos… En fin, son tan
pequeños. Ya les dedicaré tiempo cuando sean mayores… La cohesión familiar está
en peligro, pero, fundamentalmente, por peligros internos, por nosotros, por
nuestra comodidad y egoísmo. En bastantes casos no hay diferencias entre
algunas familias y compañeros de piso. No nos escudemos en la política social
de algunas autoridades, la influencia de los medios de comunicación u otras
lindezas… ¿Haces todo lo posible por comer, al menos, varios días con tu
familia? ¿Te compensa el esfuerzo, lo tienes claro? Empecemos por aquí.
Publicado en "Diario de León", hoy, jueves 27 de abril del 2017: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/comer-familia_1156181.html
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