@MendozayDiaz

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domingo, 7 de abril de 2019

El buen jefe es alguien que te ayuda a ser feliz.



Hoy me entrevistan en "El Filandón", suplemento de cultura de "Diario de León":

https://www.diariodeleon.es/noticias/filandon/el-buen-jefe-es-alguien-ayuda-ser-feliz_1326316.html

https://www.diariodeleon.es/noticias/filandon/autor-obra_1326315.html

La paz a través del derecho.

Desde su creación en 1963, los miembros de la World Jurist Association (WJA) han cooperado por el fortalecimiento, promoción y difusión de la paz a través del derecho (pax orbis ex iuris) en reconocimiento de la dignidad inherente y de los derechos iguales e inalienables de las personas, tal como se establece en el Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La WJA es una organización no gubernamental con estatus consultivo especial ante las Naciones Unidas. Destaca como un foro abierto donde jueces, abogados, profesores y profesionales del derecho de más de ciento cuarenta nacionalidades, trabajan y cooperan para reforzar y expandir el imperio de la ley.

Una de las formas en las que la WJA trabaja por la paz es organizando eventos internacionales que promueven el encuentro, el diálogo, como vía para la solución de situaciones. En esta oportunidad, en España, se ha celebrado el World Law Congress, los días 19 y 20 de febrero de 2019 en el Teatro Real, convirtiendo a Madrid en la Capital Mundial del Derecho. Más de ciento ochenta ponentes y panelistas de setenta países de los cinco continentes que han debatido en torno a diez mesas de trabajo temáticas y once sectoriales, y más de dos mil congresistas. He tenido la suerte de ser uno de ellos, junto con otros compañeros del Colegio de Abogados de León.

El lema de este World Law Congress, “Democracia, constitución y libertad”, hace énfasis en la necesidad de proteger el Estado Democrático amparado por la Constitución. Es el Estado de Derecho donde se sustentan el verdadero equilibrio y la justicia, valores que la WJA desea transmitir a todos los pueblos del mundo. Todo esto en el marco del cuadragésimo aniversario de la Constitución Española. Una oportunidad para realzar la solidez de la democracia en España y para reforzar los valores de una Europa integrada y próspera. El Rey Felipe VI, primer rey jurista del mundo, ha sido reconocido con el WJA World Peace & Liberty Award, por su papel como garante del Estado de Derecho. Un galardón que sólo se ha entregado en otras tres ocasiones: al ex primer ministro británico Winston Churchill; a René Cassin, por su labor en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas; y Nelson Mandela, por su incansable lucha por los derechos humanos en Suráfrica.

Vivimos tiempos de grandes desafíos, en un contexto de crisis de gobernabilidad global. El imperio de la ley debe ser nuestra prioridad. La lucha por el Estado de Derecho, y por la Justicia, en definitiva, es el primero de los propósitos de la noble vocación del jurista. Fortalecer el Estado de Derecho exige el compromiso y la responsabilidad no solo de la comunidad jurídica, sino de todos. La forma más efectiva de combatir la tiranía y el abuso de poder es promover una enorme campaña a favor del imperio de la ley. Alentar a quienes luchan cada día por lograr la justicia y la paz a través del derecho, permitiendo avanzar con eficiencia, rapidez e inteligencia en la comprensión de las grandes transformaciones, retos y oportunidades que nos plantea hoy la vida en sociedad.
El principio democrático, el principio de legalidad y los derechos humanos sólo alcanzan su pleno significado si se piensan de forma conjunta: no hay democracia sin disfrute de los derechos humanos, pero tampoco puede haber tal disfrute sin un respeto escrupuloso a la ley democrática, en tanto expresión de la voluntad popular. El mundo no tiene otra opción entre la fuerza y el derecho: si la civilización quiere sobrevivir, tiene que elegir la fuerza del derecho.


Publicado en "Diario de León" el viernes 5 de abril del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/paz-traves-derecho_1326000.html

miércoles, 27 de marzo de 2019

Ser de Europa.

Hoy domina una desilusionada indiferencia ante el presente político y ante las grandes cuestiones públicas de nuestro tiempo; y un avieso interés en hurgar en las heridas, en renunciar avergonzadamente a nuestra historia. Destruir el fruto de siglos de historia común. Muchos queremos que no caduque la historia de España, que no se rompa la vigencia de los valores morales que entraña. No es tiempo ya de creer que los problemas concretos de la vida de cada país puedan ser resueltos cerrando las puertas al exterior, ni en lo económico ni en el campo de las ideas. Nunca lo fue. Nos encontramos, pues, ante un nuevo abordaje no ya del “problema de Europa”, cuyo enfoque es más bien político, sino del “ser de Europa”, que es fundamentalmente histórico. Toda Europa tiene -en lo esencial- un solo espíritu. La evidencia de pertenecer radicalmente al mundo occidental, a la manera de vivir, múltiple ciertamente, que procede de tres fuentes comunes, convergentes desde tiempos muy remotos: la razón griega, la interpretación personal del Dios y de su relación con el hombre, propia de la tradición judeocristiana, y la autoridad, el mando según derecho, herencia romana.

Si nosotros, hombres del siglo XXI, tuviésemos la capacidad mítica del griego, expresaríamos nuestra intuición de lo que es ser europeo mediante un mito. Nuestros mitos son los adjetivos sustantivados. Lo “europeo” tiene toda la fuerza seductora y creadora del mito. Europa como forma de vida. Pero he aquí la magia creadora del lenguaje. No es posible delimitar ni geográfica ni históricamente el contenido del sustantivo Europa, pero el adjetivo “europeo” se nos impone con especial fuerza de presencia. Vago, difuso, pero presente, adhiriéndose firmemente a las entretelas del pensamiento. ¿Qué significado tiene ese adjetivo? ¿Existe algo peculiar en el modo de vivir que podamos calificar de “europeo”? ¿En qué consiste lo europeo? En diálogo, libertad e inteligencia. ¿Y cómo se llega a la unidad política continental? No disolviendo los nacionalismos, sino encauzándolos: la nación puede ser el material flexible para la unidad.

Tener clara conciencia de que la unión de Europa no se podrá conseguir ni imponiendo una uniformidad política, ni borrando las naciones, ni reduciéndose a una mera cooperación económica. La economía, con toda su importancia, no entusiasma, y es incapaz de movilizar a los hombres para una gran empresa. Hacen falta otras banderas. Entre el humanismo clásico y el neoliberalismo rampante no sólo hay milenios de separación, sino una distancia aún más profunda: el abismo que en todos los tiempos ha separado los valores del espíritu y los valores del dinero. Jenofonte, el primer autor de un tratado sobre lo “económico”, cuyo nombre inventa, concluye: no digas que el dinero es un bien si no sabes hacer un buen uso de él.

La historia es algo mucho más serio y más profundo; es la reconstrucción de la aventura humana y, primordialmente, de su magna peripecia, que es la cultura: la ciencia, las artes, las instituciones, las formas de vida. La historia derriba o traspone formas de gobierno, naciones, sistemas. El totalitarismo no nace solamente de las dictaduras. Se produce -con o sin dictadura- siempre que el estado asume funciones por encima de toda necesidad o conveniencia, desplazando a grupos y personas del protagonismo que les es propio. Totalitarismo, aunque venga avalada o acordada por la mayoría de los ciudadanos o de sus representantes.

Atención porque la decadencia de la democracia es un rasgo estructural de la historia que estamos viviendo. La propia naturaleza del hombre destruirá lo que hay de utópico en muchos proyectos, porque todas las utopías son realizables salvo la de lograr una plena satisfacción del hombre. El hombre es, por sí mismo, insatisfacción. Sin ella no habría historia, ni vida.

Publicado en "Diario de León" el 27 de marzo del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/ser-europa_1323650.html

Una vida con rostro humano.



Ésta es la cubierta de mi próximo libro. 
Estoy muy ilusionado. Quería compartirlo con vosotros... 

domingo, 17 de marzo de 2019

Ser feliz.

Para que puedas ser feliz hay un requisito indispensable: querer serlo. Y, claro, el gran enemigo es darse por vencido. La sabiduría de la antigua cultura oriental nos ha legado el siguiente apólogo. Un hombre rico en tierras, en ganados y en ciencia, al verse próximo a la muerte, llamó a sus tres hijos: “-Hijos, estoy acabando mis días. Decidme cada uno cuál es vuestro mayor deseo, que procuraré satisfacerlo. El hijo mayor contestó: -Padre, yo quiero ser rico. -Te dejo -respondió el anciano- todas mis tierras y todos mis rebaños. Tuyos son. Cuida este patrimonio, auméntalo, y serás el hombre más rico de la tierra. El segundo hijo dijo: -Padre, yo quiero ser sabio. -Te dejo todos mis libros y todas mis sentencias. Estúdialas, profundízalas, y serás el hombre más sabio de la tierra. El hijo menor dijo impetuosamente: -Padre, yo quiero ser feliz. -Hijo mío -gimió el padre-, si quieres ser feliz, no puedo dejarte nada. Tú mismo debes encontrar el camino de tu felicidad”.

Los apólogos de la cultura oriental ofrecen siempre un material inagotable de reflexión. Cada persona tiene un tiempo, el de su vida. La personalidad no se forja aparte y luego se ejercita fuera. No-hay-un-yo-sin-un-tú. Y, por otra parte, el tú no es nunca uno solo. La personalidad, para que pueda enriquecerse, debe afrontar la prueba de los “tús”. Hay muchos “humanismos”. Pero yo desconfío de toda etiqueta humanista que no deje claro, en la teoría y en la práctica, el factor insustituible de la libertad personal y de la responsabilidad. Como dice mi amigo Mariano: con libertad y responsabilidad se empieza bien. El paso siguiente se llama trabajo. Una persona normal debe amar y trabajar. La libertad ha de tener siempre un terreno real de ejercicio, de modo que no sea nunca separada de su inmediata consecuencia, que es la responsabilidad. 

La conciencia del valor de cada persona lleva también a otra consecuencia: a destacar más la exigencia de derechos que el cumplimento de las obligaciones. En teoría, la filosofía jurídica dirá que todo derecho lleva anejo de algún modo la obligación; y es cierto. Pero en la práctica se realiza fácilmente la escisión: la posibilidad de mantenerse vitalmente en la exigencia de derechos, silenciando el cumplimiento de obligaciones. Esta posibilidad se comprende no sólo teniendo en cuenta la tendencia natural al bien propio, sino recordando situaciones pasadas en las que primaban el cumplimiento de obligaciones sin la posibilidad de exigir los derechos teóricamente correspondientes. 

Se trata de una de las posibles deformaciones de la conquista positiva de la dignidad de cada persona. La persona se erige en principio y razón de todo; pero no la persona entendida en profundidad -es decir, abierta, para ser completa, al tú y, por tanto, a todos; con obligaciones-, sino la persona entendida como dotada de una especie de infalibilidad social. Esta “infalibilidad social” se convierte en actitud, al afirmarse que todo lo que me parezca conveniente o exigible es conveniente y exigible hasta el punto de que puede ser arrebatado. Se comprende así, me parece, que puedan coexistir una continua predicación de fraternidad y de solidaridad con un real egoísmo personal. La entrega al tú puede hacerse en muchos niveles: en casi todos. Pero difícilmente se llega al último: el de entrega entera del yo. Otra posible deformación del valor de la dignidad de cada persona: la contestación de cualquier autoridad, por el mero hecho de serlo. Si la persona es todo, no hay nada ni nadie por encima de ella.

La sociedad humana está hecha de una multitud de personas libres, cada una de ellas más importante que el universo entero, y ninguna puede ser tratada como una cosa. La autoridad es servicio; la obediencia es servicio. Y ha de haber un perfeccionamiento en los controles que impida que el servicio de autoridad se convierta en tiranía. En otras palabras, la democracia está todavía en mantillas; nos hemos contentado con admitir cuatro slogans manidos y ha faltado una profundización constante en la verdadera dirección. Obligaciones que se traducen en una vida de servicio a la otra parte, conociendo y aceptando libremente y con total responsabilidad las consecuencias que su entrega lleva consigo. En la sociedad humana, por tanto, no todos mandan, porque todos sirven. La revolución que hace falta es, antes que nada, una revolución interior. Para cada uno, su vida será todo lo importante que se quiera. Vivir es elegir entre las diferentes posibilidades que nos ofrece nuestra circunstancia. Hay que estar optando sin cesar. El mundo no es una representación; es una realidad. Y no está terminado, sino haciéndose. Y sólo se le domina en la medida en que se le conoce. La vida suele tener más amarguras que felicidad. La clave está en sacar felicidad de la amargura; sacar felicidad de la felicidad, no tiene ningún valor. Lo difícil, como una vez le escuché decir a mi amigo Urbano González (Urzapa), es hacer como las abejas, que de una cosa amarga como el romero sacan la miel.

Publicado en "Diario de León" el sábado 16 de marzo del 2019: https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/ser-feliz_1321146.html