@MendozayDiaz

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miércoles, 18 de octubre de 2017

La vida es bella.

Cada vez más frecuente: matrimonios -aparentemente- consolidados que dan “sorpresas”. En ocasiones, el motivo es que se ignora la verdadera naturaleza de la relación. El matrimonio no es un contrato de servicios sexuales. Suena un poco burdo, grosero. Matrimonio es unidad de vida y amor. El matrimonio es promesa de amor y no sólo pacto o convenio. Hoy en día es frecuente una versión débil y pactista del amor, que consiste en renunciar a que no se pueda interrumpir. Este modo de vivirlo se traduce en el abandono de las promesas: nadie quiere comprometer su elección futura, porque se entiende el amor como convenio, y se espera que siempre de beneficios.

Cuidar los pequeños detalles, todos los días. En la vida familiar hay que poner en juego todas las energías. Un descuido puede ser percibido como una falta de amor o una deslealtad: “si no se acuerda de llamar es que no me quiere”, “que no haya hecho tal cosa es que no le importo”, etc. Los juicios sobre terceras personas suelen ser más condescendientes; frente a la pareja, muchas veces, se es demasiado exigente, severo. Es muy conveniente actualizar el compromiso: cada noche tendría que poder contestar -afirmativamente- a estas dos preguntas: ¿He sabido manifestar mi afecto a mi esposa (o a mi esposo)? ¿Lo ha notado?...

Cuando el amor matrimonial madura, configura un “nosotros” que torna la biografía individual en co-biografía. Este “nosotros” implica la instauración de una obra común, que es esencialmente el bien de los cónyuges y la apertura de la intimidad conyugal a los hijos, es decir, la familia. El matrimonio compromete a integrar la propia biografía en un proyecto común, a fusionar la trayectoria personal en la trayectoria matrimonial. De no ser así, acaba convirtiéndose en una intimidad que se auto complace, en dos egoísmos que conviven.

Es conocida la afición japonesa por el pescado crudo, por el famoso “sushi”. Pues bien, para que los peces se mantengan frescos desde que son capturados hasta llegar a puerto, los grandes buques pesqueros japoneses introducen en los depósitos pequeños tiburones que, lógicamente, se comen unos cuantos peces, pero a los demás los mantienen alerta durante todo el trayecto. Llegan al destino como recién pescados en alta mar. Las dificultades, grandes o pequeñas, nos pondrán a prueba muchas veces. Puede que incluso lleguen a hacernos tambalear. No obstante, si sabemos superarlas nos harán más fuertes, más capaces, más decididos.

Sin orden es imposible ser feliz. Los expertos en orientación familiar hablan de una herramienta eficaz: la agenda. La agenda recoge no sólo los compromisos profesionales, las citas a las que nos convocan, sino también aquellos tiempos que fijamos nosotros mismos para sacar adelante nuestra familia y nuestra vida personal. Si el tiempo de la familia está anotado en el mismo lugar que las reuniones “importantes”, seguro que no pasará inadvertido. Si no, quedará sepultado por las mil urgencias de cada día. Si un cliente quiere quedar a las siete y media de ese día, pero está prevista la vuelta a casa para esa hora, se le puede decir que tenemos otra reunión, lo cual es rigurosamente cierto, y quedar a otra hora u otro día. Si hay que concertar una llamada, es preferible pedir que se llame en horario de trabajo (y quizá apagar el teléfono móvil a partir de cierta hora en casa).

A veces pienso que nuestro caminar por la existencia se parece al del equilibrista, que no tiene que fijar los ojos en los pies ni en lo alto, sino mirar hacia delante, entre la cuerda y la meta. La felicidad tiene mucho que ver con el equilibrio. No encontrarás una persona feliz que no sea alegre. La relación entrañable parte ya en las mismas entrañas. Y jamás es tarde para intentarla, para poner los medios. “La vida es bella”: ese padre que tiene que recrear la vida de su hijo y es capaz, en las condiciones más inhóspitas y crueles, de convertir un campo de concentración en una aventura familiar divertida, en donde el duro entorno es usado como punto de referencia del juego. Transforma, por amor a su hijo, lo más aberrante y hostil en una comedia encantadora, donde sólo los adultos conocen la dura realidad que está detrás de la apariencia visible. Los padres debemos dar a nuestros hijos el ejemplo de un amor continuado. O, al menos, intentarlo.


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