En estos tiempos tan acelerados, la velocidad ha pasado a ser un principio de la gestión (de la vida).
Todo debe ser rápido. Hay que pensar rápido, evaluar rápido, proponer rápido, decidir rápido y actuar rápido. A veces, ni siquiera queda tiempo para controlar...rápido.
Con esta cultura de la velocidad en muchas situaciones a lo único a lo que realmente podemos imprimir aceleración es a nuestras acciones, normalmente precedidas de un débil proceso de decisión. Así sacrificamos el cumplimiento cabal de un objetivo bien perfilado por tan sólo aproximarnos a él con rapidez.
Es mejor tratar de ser primero efectivos para después serlo con rapidez, sin renunciar al sereno análisis.
"Despacito y buena letra
que el hacer las cosas bien,
importa más que el hacerlas"
(Antonio Machado).
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