@MendozayDiaz

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lunes, 8 de junio de 2015

Restituir no está pasado de moda.

El intercambio de bienes y servicios, desde las simples formas del trueque hasta los sofisticados mercados, se sostiene por el respeto a las leyes y por el cumplimiento de nuestros compromisos (habitualmente contratos).

Voluntaria o involuntariamente, todos estamos expuestos a perjudicar a los demás en su persona, en su propiedad, en sus expectativas. Y esto, en lo poco o en lo mucho, en transacciones comerciales o en las mil circunstancias de la vida ordinaria.

El restablecimiento de la equidad violada no es solamente un problema jurídico. Es una exigencia de nuestra naturaleza humana ante el mal cometido.

En la cultura occidental el tema de la restitución siempre ha sido un componente esencial de la ética que sustenta la convivencia humana. Restituir no está pasado de moda.

martes, 5 de mayo de 2015

La transparencia no es postureo.

La degeneración de nuestra democracia se ha producido, básicamente, por falta de transparencia. En nuestro país tenemos un deficiente sistema de transparencia que ha favorecido la corrupción.

Ejemplos recientes. Hace unos meses, el PSOE denunció el pago de más de 745.000 euros, entre enero y septiembre del 2014, en “bufandas” (gratificaciones) para determinados empleados públicos autonómicos que ocupan puestos de confianza como conductores y secretarias. El portavoz de la Junta y Consejero de Presidencia las defendió porque estos empleados, dijo, tienen una disposición mayor, casi sin horarios y con fines de semana incluidos. ¿Por qué no se actúa con transparencia?: La legislación vigente prevé fórmulas para remunerar este tipo de trabajos. Por ejemplo, uno muy sencillo, sería pagar las correspondientes horas extras. 

Otro. Todavía no se vislumbra una solución en el conflicto de las ocho autopistas en riesgo de quiebra. De una u otra forma la nacionalización de sus pérdidas llegará. Bien por una decisión política que supongo que el Gobierno está revisando por impopular y escandalosa, bien porque se activen una de las garantías contractuales, la Responsabilidad Patrimonial de la Administración que puede ascender -para el Estado, es decir, para todos- a una cantidad superior a los 5.000 millones de euros. Estamos ante un ejemplo más de mala administración y supervisión que -también- tiene su origen en el agujero negro de la burbuja inmobiliaria. Es destacable el cinismo de los habituales defensores de la economía de mercado, del control del déficit público que, en este caso, no tienen ningún tipo de escrúpulos en solicitar la intervención del Estado y su responsabilidad ante los miles de millones de pérdidas. El viejo discurso de privatizar las ganancias y nacionalizar las pérdidas de nuestro “capitalismo de amiguetes”.

Y otro. Lo de Bárcenas es un pozo sin fondo… Ahora se pierden unos papeles, ahora le dan permiso para irse a esquiar. Se ha escrito mucho sobre todos estos episodios y todavía más sobre quiénes recibieron sus sobres y cuánto dinero contenían. De lo que se habla poco y escribe menos es de quién facilitaba el dinero que se introducía en los sobres y a cambio de qué: trans-pa-ren-cia.

Se reducirá la corrupción si reducimos la discrecionalidad del poder. Y en este proceso la transparencia es clave. Durante años, tanto los Gobiernos del PSOE como los del PP, han ido eliminando normas desarrolladas por el Derecho Administrativo para proteger el interés general y dificultar la actividad de políticos sin escrúpulos. Y, en ocasiones, el argumento para acabar con ellas ha sido que se trataba de “leyes franquistas”, o que no hay más y mejor control que el de las urnas…

Y, ojo, porque más transparencia no es más burocracia. Vayamos a hacer un pan con unas tortas… La razón de ser de las comunidades autónomas, se decía, era acercar el gobierno al ciudadano y librarse de los males de un centralismo excesivo y lejano. Pero, en muchos casos, la situación actual está suponiendo un “centralismo autonómico” con una alta concentración de poder y escasas posibilidades de fiscalización.

Sin transparencia no hay democracia. Lo que nos está pasando, en España, es por falta de transparencia. Ser transparente no es publicar datos. Y no se es más transparente por publicar más datos. No es un tema de cantidad sino de calidad, de formas de hacer, de políticas. España necesita un cambio de políticas. Y no nos engañemos: no es sólo un cambio de caras. Eso sería maquillaje, postureo: intento de parecer algo que no se es. 


Más allá de que se puedan (y deban) aplicar medidas técnicas y políticas, la superación de esta situación se logrará gracias a decisiones esencialmente éticas. La credibilidad ha pasado a ser uno de los aspectos fundamentales de la relación del individuo con la sociedad. Se trata, en definitiva, de la confianza que tiene el ser humano en sus semejantes e instituciones con quienes se relaciona. No se trata del aspecto formal de estas relaciones, que pueden estar reguladas por leyes o por acuerdos privados entre las partes, sino de la convicción íntima de las personas que sus derechos serán respetados y que los compromisos adquiridos se van a cumplir. La importancia de la credibilidad es mucha. 

Casi siempre que hablamos de transparencia nos referimos a asuntos actuales de carácter político o económico, o a la falta de transparencia de los otros… Rara vez a nuestras actividades cotidianas. Ser transparente es ser una persona en quien se pueda confiar. Luchar por vivir sin dobleces, sin justificar nuestras acciones cuando sean malas. Al pan, pan, al vino, vino… Ésta es la transparencia de todos los días, la cotidiana, la que debemos cuidar prioritariamente porque con nuestras pequeñas acciones contribuimos -o no- a generar una cultura de confianza, de respeto a los demás.

Publicado en Diario de León, hoy, 5 de mayo del 2015: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/transparencia-no-es-postureo_976467.html

domingo, 5 de abril de 2015

La responsabilidad de dirigir personas.

Gracias a mis amigos del Instituto de Empresa y Humanismo de la Universidad de Navarra he tenido la oportunidad de dialogar con los alumnos del Máster en Gobierno y Cultura de las Organizaciones y con los participantes en la conferencia del Foro Alavés de Empresa y Humanismo.


En ambos casos, una vez más, he tenido la suerte de aprender dialogando con personas interesantes. En cierto modo, las personas somos lo que leemos y lo que escuchamos. Lecturas y conversaciones son nuestros principales nutrientes.

Por tanto, si leemos buenos libros y procuramos tener buenas conversaciones el resultado será una cabeza "bien amueblada". Hay otras combinaciones posibles pero la más peligrosa es cuando leemos basura y escuchamos basura, porque el resultado será una cabeza llena de... basura. Con todas las consecuencias que ello tiene en nuestra vida y, también (conviene no olvidarlo), en las vidas de las personas con quienes convivimos.

Aprovechar el tiempo y elegir -con criterio- nuestros libros e interlocutores es esencial para una vida lograda.

Necesitamos personas dispuestas a ayudar a otras personas a llenar de contenido su trabajo, a entender la utilidad y finalidad de su labor, a colaborar con los demás y a sumar esfuerzos.

El liderazgo no se asume, se consigue. Se lo exigen a quien tiene la responsabilidad de dirigir sus propios colaboradores. Claro que, para ello, es necesario que el directivo forme parte natural del grupo humano que dirige, sea uno más... Uno más que orienta, orienta y orienta...En realidad, un directivo no debería hacer otra cosa que pasarse el día hablando con sus colaboradores. 

¿Qué la organización es muy grande? Pues tendrá que viajar mucho y beber mucha agua, porque la necesitará para seguir hablando, orientando. Sólo así podrá tomar el pulso al día a día del entorno que dirige y adelantarse al cambio. 

El futuro no está, se hace. Y lo hacemos las personas.

Aunque suene a tópico, los colaboradores son la inversión más valiosa de la organización. Son los únicos cuyo techo en valor añadido es, cuando menos, desconocido; claro que también son los más costosos, los más delicados y los más difíciles de rentabilizar...porque hay que hablar con ellos. 

Y algunos directivos están tan preocupados por mandar y tienen tan poca competencia que se han olvidado de hablar, de dirigir a sus colaboradores.

Nos gustan las casas grandes, las empresas grandes, los sueldos... grandes. Bueno, y no sólo en cuestiones materiales: también nos gusta pensar en grande y ser grandes personas.

En la administración de organizaciones, también. Las estrategias han de ser "grandes". En los seminarios de moda se utilizan casos de empresas grandes. Se nos presentan los modelos estereotipados de las grandes empresas multinacionales. Supone un gran esfuerzo adaptarlos a nuestra realidad, evidentemente, más pequeña...

Caballo grande, ande o no ande... La consigna es crecer y crecer, bajo el supuesto amparo de las economías de escala y de la sinergia de las fusiones. A veces, en la búsqueda de lo grande se ignoran las cosas pequeñas que suelen ser el camino prudente, la mejor vía, para alcanzar los grandes logros.

En ocasiones, nos inventamos atajos creativos para soslayar ciertos "detalles"... Nos saltamos principios, experiencia documentada y, a base de grandes zancadas, tropezones y pisotones, pretendemos llegar a-no-se-sabe-bien-dónde pero dejando una estela oscura de malas prácticas.

Olvidamos las pequeñas estrategias, el valor de la comunicación directa, franca y oportuna, del trato humano, del respeto mutuo, de la responsabilidad, del sentido de equipo. Nos apoyamos, demasiado, en la tecnología y cada vez menos en el potencial de una buena conversación, de la emoción, de los sentimientos de nuestros colaboradores.

Las tecnologías de la información nos están abriendo de par en par el mundo de las comunicaciones, nos están llevando a situaciones técnicamente ilimitadas; pero no nos ofrecen más que el soporte. La comunicación en sí queda en nuestra mano. Y hasta que no se demuestre lo contrario, para comunicarse es mejor hablar.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Sin diputaciones provinciales viviríamos mejor.

Al inicio de esta legislatura, en marzo del 2012, UPyD presentó una iniciativa para suprimir diputaciones provinciales, fusionar ayuntamientos y acabar con los privilegios fiscales que disfrutan el País Vasco y Navarra, todo lo cual hubiera permitido un ahorro de más de 35.000 millones de euros. Cantidad de dinero que hubiera tenido un uso alternativo muy valioso para la mayoría de los españoles: no hubieran sido necesarios los recortes en servicios públicos como la sanidad o la educación. Votaron en contra el PP y el PSOE. Recientemente, Unión Progreso y Democracia de Galicia ha elaborado un vídeo (https://www.youtube.com/watch?v=fWYgKFVNWb8#t=34) donde explica los beneficios de la fusión de municipios. Una excelente iniciativa de pedagogía política y comunicación que se encuentra en las redes sociales: muy recomendable.


El control presupuestario es imprescindible y todos hemos visto -y sufrido- lo que sucede cuando los recortes se trasladan a la sociedad. Es necesario que sea la propia Administración la que se los aplique a sí misma y se renueve para ser más simple, ágil y eficiente, al servicio de los ciudadanos que debiera ser su prioridad. Es urgente una administración territorial más racional. El desarrollo de las competencias autonómicas durante los últimos treinta años ha situado a España como el segundo país más descentralizado del mundo, por detrás de Canadá. En comparación con otros países, nuestras comunidades autónomas tienen unos amplísimos niveles de autogobierno que, en muchos aspectos, sobrepasan las competencias de los estados de una federación; y ello sin considerar los casos del País Vasco y Navarra, únicos en el mundo. Por eso cuando el PSOE promueve el “modelo federal” no sé a qué se refiere.

En 1980, España tenía unos 700.000 empleados públicos. En el año 2011 eran unos 3.200.000 y actualmente la cifra es levemente inferior. Periódicamente nos desayunamos con el descubrimiento de nuevos asesores, una categoría opaca de individuos designados que viven el mejor de los mundos. Me explico, trabajan para una administración pública pero como no son funcionarios no ven rebajados ni congelados sus pingües sueldos. Hace poco leí que el ayuntamiento de Madrid tenía unos 250 asesores mientras que el ayuntamiento de París, con muchos más habitantes, sólo tiene 36… O que Alemania con unos 80.000.000 de habitantes tiene unos 150.000 políticos y España, con 47 millones, 445.000 políticos. 

Desde que se inició este debate a favor de una administración territorial más razonable se han dicho muchas barbaridades. Se nos pretende hacer creer que las diputaciones provinciales son parte de nuestras esencias patrias, algo así como los principios e instituciones del Derecho Romano. Y esto no es cierto. Las diputaciones provinciales se crearon en 1845 y, desde entonces, con luces y sombras, se han mantenido hasta ahora. El desarrollo del Estado de las Autonomías de la Constitución de 1978 fue una oportunidad perdida para evitar las duplicidades que ahora estamos sufriendo. Podrían haberse transformado en la administración periférica de los gobiernos de las comunidades autónomas pero no fue posible porque los partidos mayoritarios no quisieron compartir su gestión territorial. 

Lo razonable sería que en un país como España con más de 8.000 municipios de los cuales unos 2.600 tienen menos de 250 habitantes, y unos 6.800 menos de 5.000 vecinos, la prestación de los servicios públicos pudiera realizarse fusionando municipios para que tuvieran la dimensión y la dotación económica adecuadas. Además hay otro argumento de naturaleza política, de regeneración democrática: siempre será mejor reforzar las competencias de una administración con legitimidad democrática directa como son los ayuntamientos en vez de beneficiar a las diputaciones provinciales que son entidades representativas de segundo grado cuyos miembros no son elegidos directamente por los ciudadanos.

Entonces ¿por qué no se hace? Porque a la “gran coalición” no les interesa. Son legión los allegados, familiares y amigos de políticos que cobran sueldos, buenos sueldos, en puestos de libre designación. El ERE pendiente es el de los enchufados. La actual dinámica institucional favorece el caciquismo y las corruptelas. Los diputados provinciales no son elegidos por los ciudadanos sino por los dirigentes de los partidos políticos. Y ya sabemos lo que ha pasado y lo que está pasando. 

Las diputaciones provinciales tuvieron su razón de ser en el tiempo en que fueron creadas. Y, hoy, nadie puede discutir que los servicios que actualmente prestan podrían prestarse -sin ningún tipo de problemas y a un menor coste- por las delegaciones territoriales de los gobiernos autonómicos. No es posible que después de las transformaciones sociales y tecnológicas de los últimos años las administraciones públicas sigan funcionando bajo criterios del siglo XIX. La desafección de los ciudadanos hacia los políticos y las instituciones tiene que ver, también, con esa falta de adaptación a los nuevos tiempos. No es justo que después de varios años de crisis su gasto sea prácticamente el mismo y que la ausencia de reformas no haya detenido el incremento de nuestra deuda pública.

Por todas estas razones, por una mejor calidad de nuestra democracia, por su urgente regeneración, sería conveniente que desaparecieran las diputaciones provinciales y sus competencias se asumieran por de las delegaciones territoriales de las comunidades autónomas. Viviríamos mejor.


lunes, 19 de enero de 2015

Huellas, no cicatrices.

Indudablemente, España está viviendo una de las crisis más dramáticas de las últimas décadas, y esta vez nos enfrentamos con una verdadera crisis estructural, no coyuntural. Las cosas no volverán a ser nunca más como antes ya que el trabajo será un bien escaso, los consumidores estarán más informados y formados, serán cada vez más exigentes -implacables si nos equivocamos-  y muy, muy difíciles de fidelizar.

Los empresarios deberían recordar que el coste de mantener a un cliente es notablemente inferior al coste de captar a uno nuevo y que, este último, es, a su vez, inferior al coste de recuperación de un cliente perdido. Hablar de recuperación a estas alturas puede ser utópico si no nos replanteamos nuestros usos y costumbres. Con lo cual ¿por qué no hacer las cosas bien a la primera? ¿por qué no crear en nuestra organización una cultura de servicio que facilite fidelizar a nuestros clientes?

Esto significa contar con colaboradores con actitudes positivas, con ganas, con sentido de la responsabilidad y con formación suficiente para poder comunicar al cliente el servicio que queremos. En tiempos difíciles, quizá más que nunca, el trabajo en equipo es más necesario, que se unan los esfuerzos en una misma dirección. 

Trabajar, efectivamente, en equipo es una ventaja competitiva de las auténticas. De aquí la importancia de analizar por qué no se hace. La realidad nos enseña que trabajar en equipo -como la mayoría de las buenas prácticas- requiere esfuerzo. Y exige cambios (mejoras) a nivel de las personas y de las organizaciones. Implica cooperar, compartir información y tomar decisiones en conjunto. Sin embargo, muchos directivos han sido -y son- educados en la especialización, en el brillo exclusivamente personal y en el convencimiento de que sólo compitiendo se lograrán los mejores resultados.

Egoísmo, ambición, afán de poder, individualismo, competitividad extrema, que no duda en poner el pie encima de otro... son algunos de los calificativos con los que muchos ciudadanos definen a los directivos de muchas organizaciones. Quizá para revertir estas negativas opiniones se ha vuelto a poner el foco en la conveniencia de que los directivos se esfuercen en adquirir y desarrollar otras cualidades como, por ejemplo, el liderazgo basado en principios.

El directivo debe tener la capacidad de estar informado de todo lo relevante para su organización, de trabajar codo con codo con cualquiera. Tiene que saber del negocio y de la empresa, tener metas claras, mantener la política de puertas abiertas y contagiar a sus colaboradores para que estos se adhieran, ojalá con entusiasmo. Por tanto, el directivo, además de tener ciertos conocimientos de la industria o del mercado, debe tener la capacidad para relacionarse y comunicarse -efectivamente- con las personas: clientes, proveedores y, muy especialmente, con su equipo de colaboradores. Su principal tarea es coordinar a las personas a quienes tiene la responsabilidad de dirigir, para lograr los objetivos que se quiere alcanzar. Esto implica tiempo y habilidad para delegar, trabajar en equipo, escuchar a las personas y considerar su participación en la toma de decisiones.

Es probable que, por la velocidad habitual del ajetreo diario que vivimos, haya cosas esenciales que se nos escapan de la conciencia y, sin mala intención, no las advirtamos. Una de ellas es que varios episodios de las personas que conviven con nosotros dependen, en cierto modo, de nosotros, de nuestro comportamiento. Los dolores que causa una pareja, un hijo, un padre... son dolores existenciales que desvían la trayectoria de unas vidas que podrían haber tenido un cauce más feliz; el abandono o la indiferencia de quienes necesitan nuestro cariño deja huellas que no se borran ni cicatrizan fácilmente.

Pero tampoco se nos debe escapar que episodios, tal vez claves, de la biografía de seres menos próximos (compañeros de trabajo, por ejemplo) también pasan por nuestras manos. Acciones u omisiones -nuestras- que no han sido indiferentes en esas historias que en un momento han convergido con la historia personal. Un silencio cómplice, una actuación injusta, un mal ejemplo puede dejar marcas, cicatrices... Como también una palabra acertada, una muestra de cariño desinteresado, una mano que se tendió en el momento oportuno, un ejemplo positivo pueden haber contribuido -de modo que jamás sabremos- a hacer de esas vidas algo mejor de lo que hubieran sido. Son las huellas.

Nadie escribe a solas su biografía. Influimos, visible o invisiblemente, de una manera consciente o inadvertida, en las vidas ajenas. Atención a esta realidad, y esforcémonos por dejar huellas y no cicatrices: también en los equipos de los que formamos parte y/o tenemos la responsabilidad de dirigir.


Publicado, hoy, lunes 19 de enero del 2015, en Diario de León: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/huellas-no-cicatrices_950448.html

viernes, 9 de enero de 2015

Compartir para ganar.

Nos gustan las casas grandes, las empresas grandes, los sueldos... grandes. Bueno, y no sólo en cuestiones materiales: también nos gusta pensar en grande y ser grandes personas.

En la administración de organizaciones, también. Las estrategias han de ser "grandes". En los seminarios de moda se utilizan casos de empresas grandes. Se nos presentan los modelos estereotipados de las grandes empresas multinacionales. Supone un gran esfuerzo adaptarlos a nuestra realidad, evidentemente, más pequeña... Caballo grande, ande o no ande. La consigna es crecer y crecer, bajo el supuesto amparo de las economías de escala y de la sinergia de las fusiones. A veces, en la búsqueda de lo grande se ignoran las cosas pequeñas que suelen ser el camino prudente, la mejor vía, para alcanzar los grandes logros.

En ocasiones, nos inventamos atajos creativos para soslayar ciertos "detalles"... Nos saltamos principios, experiencia documentada y, a base de grandes zancadas, tropezones y pisotones, pretendemos llegar a-no-se-sabe-bien-dónde pero dejando una estela oscura de malas prácticas. Olvidamos las pequeñas estrategias, el valor de la comunicación directa, franca y oportuna, del trato humano, del respeto mutuo, de la responsabilidad, del sentido de equipo. Nos apoyamos, demasiado, en la tecnología y cada vez menos en el potencial de una buena conversación, de la emoción, de los sentimientos de nuestros colaboradores.

Un amigo me sugirió que para ser grande el mejor camino es cuidar las cosas pequeñas. También en las organizaciones. Y una vía para identificarlas es aprendiendo de los demás. Independientemente de anglicismos, la palabra “benchmarking” expresa sencilla y llanamente “aprender de los otros”, una acción habitual en nuestras vidas. En muchas ocasiones comparamos nuestra forma de actuar con la de otros que, pensamos, se desenvuelven de una mejor manera. Este proceso de comparación competitiva tiene la esencia de esta palabra mágica.

Pero cualquier organización y/o persona es un centro de realidad diferente, fruto de una historia de aprendizaje y de un entorno coyuntural. Por tanto, toda la información y las conclusiones a las que este proceso nos pueda llevar se desarrollarán por aplicación y no por extrapolación. Las experiencias son irrepetibles pero sus prácticas y estrategias pueden señalarse en contextos distintos.

Quizá por la escasa tradición que existe al aplicar esta herramienta de identificación de buenas prácticas se encuentran dificultades para la puesta en marcha de un proceso de “benchmarking”. La ocultación de lo que se hace es un defecto habitual de nuestra forma de actuar. La visión de espionaje y de la copia suele sobreponerse a una visión de compartir para discutir y entresacar las ideas básicas de este fondo de conocimiento común en que consiste cualquier disciplina, y sobre todo aquellas en las que las variables psicosociales son tan importantes. 

La falta de rigor cuantitativo es otro problema destacable. Lógicamente esta función está mediatizada por el enfoque cualitativo básico inherente a la actividad de muchas organizaciones. Sin embargo, debemos esforzarnos para buscar parámetros y ratios significativos de nuestra gestión. El discurso cuantitativo posibilita un mayor avance conceptual y podemos desarrollar más la práctica si somos capaces de traducirlos en índices comparativos.

Es fundamental desarrollar el aprendizaje de conocimientos enfocado más que hacia las habilidades hacia la forma de obtenerlas. Cuando hablamos de prácticas nos referimos a cómo conseguir que se lleven a cabo ciertos procesos. El objetivo es aplicar estos “cómos” en situaciones diversas.

No se trata de mirar a la organización de al lado. Tampoco de copiar una gestión que haya demostrado su validez. Ni siquiera es necesario introducir infiltrados en la competencia. El “benchmarking” pone las cosas más fáciles a las organizaciones que buscan  en las experiencias ajenas una inspiración para trazar las líneas maestras de sus modelos de actuación. En una época en la que parece que no queda nada por inventar, las organizaciones que se distinguen por sus buenas prácticas recurren al intercambio de información para ponerse al día y desarrollar nuevas ideas que van más allá de la pura retórica. Compartir para ganar.

Publicado, hoy, viernes 9 de enero del 2015, en Diario de León: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/compartir-ganar_948066.html

sábado, 27 de diciembre de 2014

¡Si se puede...!

Durante los últimos meses, casi todos los periódicos han publicado en sus suplementos de fin de semana algún artículo o reportaje sobre el aumento de las enfermedades psiquiátricas por exceso de trabajo. Ya no son enfermedades como úlceras, gastritis o cefaleas, sino serios trastornos psicosomáticos como las depresiones.

Las causas de este tipo de enfermedades, en muchos casos, se encuentran en la enorme presión social y laboral que se ejerce en los colaboradores de muchas organizaciones. Ahora con la crisis más, pero antes también.

La presión por cumplir los objetivos, por ganar una compensación extraordinaria, la ambición legítima por un ascenso que supondrá un mayor sueldo y un mayor reconocimiento social, pretensiones muy legítimas que pueden desequilibrar nuestra vida.

Como dicen los economistas el tiempo es un bien escaso. Quizá el más escaso de todos, y desde luego de los pocos que no se pueden comprar. El tiempo es breve.

El manejo efectivo del tiempo es un factor clave para que una persona viva una vida digna de tal nombre. Interesarse por el buen uso del tiempo no es sólo una moda sino una necesidad. Una óptima gestión del tiempo aumenta la capacidad de hacer más cosas, y mejor. Y, muy importante, disminuye tensiones innecesarias en la vorágine actual. 

Suele ocurrir que, en el dinamismo de nuestras vidas, tengamos una lista interminable de tareas y no sepamos por dónde empezar. El éxito laboral es estimulante, eleva el nivel de aspiración y conduce a dedicar más y más horas al trabajo.

Sin embargo, pone en marcha un círculo vicioso que tiene varias consecuencias: Primera, el creciente número de horas dedicadas al trabajo produce estrés, con la consecuente atrofia afectiva. Segunda, el poco tiempo dedicado a la familia y la atrofia afectiva empobrecen la relación familiar y desencadenan tensiones entre sus miembros. Tercera, la persona que cae en esta adicción sufre por dentro el conflicto que nace de saber que no está cumpliendo con su familia. Y cuarta, la falta de armonía entre trabajo y familia daña a ambos. 

La persona es una. Una vida familiar pobre y cargada de tensiones afecta también a la eficacia en el trabajo y a su lado humano.

Este círculo vicioso puede tener efectos irreversibles y conducir a rupturas familiares. Quienes se dan cuenta a tiempo pueden salir de este círculo. Si eres capaz de ver el carácter prioritario de la vida familiar estarás bien encaminado para reorganizar tu tiempo, aprovecharlo, y mejor asumir las responsabilidades, en armonía contigo mismo y con tus seres queridos.

Es posible la armonía entre trabajo y familia, si se puede…Una vida agitada no es más que la parodia de una vida intensa. A la larga, quienes nos dejamos picar por el bicho de la prisa o de la falsa eficacia terminamos dominados por las situaciones y por las circunstancias, en vez de dominarlas. Nos dejamos arrastrar por los hechos exteriores sin darnos espacios para que las cosas decanten; juzgamos y decidimos con precipitación.

Tenemos que aprender a defendernos de la aceleración creciente que hoy se quiere imprimir al trabajo y, desde luego, a la vida de familia. Para descubrir el encanto escondido de las relaciones humanas y del trato cordial es preciso desacelerarse, conquistar un mínimo de paz interior, perder el miedo a que el silencio sea un invitado inquietante, y hacerse tiempo para ponderar lo que nos ocurre y lo que ocurre a nuestro alrededor.

Las cosas importantes piden reposo para considerarlas pausadamente, con oído imparcial. Y las personas no abrimos nuestra intimidad a quienes tienen puesta su cabeza en la acción o en el paso siguiente. Las relaciones superficiales no permiten sino amistades superficiales, relaciones de ocasión, amores superficiales.

Quizá nuestra auténtica "calidad de vida" dependa de que nos esforcemos por vivir serenamente.

Feliz Año 2015.

Publicado, hoy, sábado 27 de diciembre del 2014, en Diario de León: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/si-puede-hellip_945443.html 

lunes, 8 de diciembre de 2014

A favor del pequeño comercio.

En los últimos años, el futuro del pequeño comercio se ha complicado debido a la fuerte presión de las grandes superficies y centros comerciales, a la amenaza del comercio electrónico y a la crisis económica que ha golpeado especialmente a este sector.

Un tema de actualidad por las recientes reivindicaciones de la Plataforma por el Pequeño Comercio y el Empleo en contra de la liberalización de horarios comerciales y la calificación de la ciudad de León como zona de gran afluencia turística. Tras la grandilocuencia de los términos legales utilizados “medidas urgentes para el crecimiento, la competitividad y la eficiencia” se esconde un clarísimo apoyo de las autoridades a los intereses de las grandes superficies frente al pequeño comercio.

Apoyar a las grandes superficies es apoyar un modelo social, económico y ambiental insostenible, injusto. Tenemos demasiados ejemplos de cómo destruyen la actividad económica local, crean empleos de baja calidad, deslocalizan la producción, fomentan un modelo de transporte más contaminante o participan de forma activa en la reordenación especulativa del territorio. 

Sin embargo, son muchos –y, a veces, desconocidos- los beneficios del pequeño comercio. Reduce el impacto ambiental: mayoritariamente sus productores suelen ser productores locales y, así, se minimiza el transporte, la polución y las congestiones de tráfico. Se emite menos CO2 a la atmósfera y se garantiza un mejor mantenimiento de la cadena de frio al ser menos los trasbordos de mercancía.

Más. A lo largo de la historia lo que llamamos “el centro de la ciudad” ha coincidido siempre con el centro comercial; el propio concepto de ciudad, en sí mismo, es un concepto basado en las relaciones sociales, entre las que ocupan un papel fundamental las relaciones comerciales. El comercio es, sin duda, un importante elemento dinamizador de la ciudad que mantiene los centros como lugares vivos llenos de actividad y de gente. El comercio es fundamental en la tarea de vertebrar la ciudad.

La proximidad de las personas que conforman el pequeño comercio, el hecho de dar vida a las calles, fortalece los lazos de la comunidad y humaniza ciudades y barrios. Con la proliferación de las grandes superficies la estructura de la ciudad como tal corre peligro y con ella su capacidad de relación social y de actividad comunitaria. Promover el pequeño comercio y el ocio local en nuestras calles es favorecer el tránsito de personas y vida.

Es lamentable la falta de voluntad política para la revitalización de los centros de nuestras ciudades. Tenemos que defender el urbanismo como disciplina al servicio de las personas: hacer la ciudad para el mejor desarrollo de las relaciones sociales. El modelo de ciudad lo debemos decidir los ciudadanos y, por tanto, debe ser un tema prioritario de la agenda política, especialmente municipal y autonómica. 

El libre comercio también debe tener unos límites, aquellos que aconsejan la protección de las ciudades, de sus centros históricos, de sus barrios, de sus comercios y vecinos. Las ciudades que han apostado por un modelo “sin límites” se han encontrado con que los centros de sus ciudades están despoblados, y se han convertido en lugares poco atractivos, sucios, inseguros e incluso marginales. Y eso, creo, que no es lo que, la mayoría, queremos para León. 

También es importante no olvidar la relación entre horarios comerciales y empleo. Los pequeños y medianos empresarios y autónomos del sector de la distribución comercial minorista y sus trabajadores suponen en España más del 80% del empleo del sector. Que no, que a más liberalización de horarios no hay más empleo. Las comunidades autónomas más liberalizadoras son las que pierden más empleo en el sector comercial porque las empresas que más trabajadores emplean –las tiendas de barrio- son, precisamente, las que se ven más afectadas por el impacto de las grandes superficies, las grandes beneficiadas por la liberalización de los horarios comerciales. Estudios hay muchos y de variada procedencia.

Tampoco se suele considerar el impacto que esta decisión tiene sobre las condiciones de trabajo del personal de las grandes superficies. Y también es muy razonable que los pequeños comerciantes quieran el domingo para descansar o para disfrutar de su familia. 

Sé de lo que hablo. En tiempos del ministro Boyer, a quien Dios tenga en su gloria, yo trabajaba en una empresa multinacional de hipermercados. Viví cuando se liberalizaron los horarios y por tanto, tuve que empezar a trabajar todos los domingos y festivos. La sensación que experimentaba, esos días, cuando bajaba al garaje y comprobaba que mi coche era el único que se movía a esas horas sólo es descriptible con palabras malsonantes y no es el sitio… La vida familiar se complica. Tu pareja y tus hijos descansan ese día y te esperan, y te necesitan. Y eso no sólo es una cuestión individual sino también de impacto social. Una dificultad más para la conciliación de la vida laboral y familiar.

Y, además, puestos a liberalizar horarios esto no tendría fin… ¿Por qué los centros de salud no abren los domingos por la mañana y así no hay que pedir permiso en el trabajo cuando uno va a su médico? ¿Por qué no puedo ir, cómoda y tranquilamente, un domingo por la tarde, a hacer gestiones al Ayuntamiento, a la Junta de Castilla y León o a mi banco? 

Para algunos, afectados o no directamente, estas cuestiones pueden resultar absurdas e, incluso, una provocación… Es más, en los supuestos anteriores, sería incluso más razonable plantear su apertura los domingos ya que su horario suele ser de lunes a viernes y sólo por las mañanas. Y para comprarse unos zapatos o un frigorífico, por ejemplo, uno puede hacerlo de lunes sábado, en un amplio horario desde las 10 a las 20,30 horas… “¿Para qué abrir un domingo?” se podría uno cuestionar con toda la razón.

Y luego está, aunque sea brevemente, la cuestión fiscal. En pocas palabras y sin caer en populismo de inspiración venezolana…Los pequeños comercios son propiedad de conciudadanos nuestros, vecinos, gente a quien conocemos, que viven aquí, que sus hijos van a los mismos colegios que nuestros hijos, que viven en nuestros barrios, que pagan aquí sus impuestos y gastan aquí su dinero. En el caso de las grandes superficies, los dueños, habitualmente, son desconocidas sociedades mercantiles que tributan poco y lejos, a veces, muy lejos de León.

Grandes superficies y pequeño comercio pueden convivir en sana y armónica competencia. Lo verdaderamente preocupante en esta relación es que uno crece a costa del otro, con todas las consecuencias que estoy comentando. Algo que ocurrirá, a medio plazo, si no se toman las decisiones políticas oportunas. 

Y cuando se acabe con el pequeño comercio ya sabemos lo que viene. Y para muestra un botón, o mejor dos: lo que ha ocurrido con las gasolineras o la energía eléctrica, por ejemplo. Aquí la libertad de elegir y los beneficios reales para los ciudadanos son más que discutibles.

Publicado, ayer, 7 de diciembre del 2014 en Diario de León: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/favor-pequeno-comercio_941119.html

sábado, 30 de agosto de 2014

La ética de todos los días.

Existe un amplio consenso al afirmar que esta crisis se ha producido por una combinación de desenfoques y errores técnicos, y de faltas éticas. 

Ello ha puesto de manifiesto tres carencias básicas, que están en el origen de la misma: la de reglas adecuadas para regir el mercado global, especialmente el financiero; la de instituciones con capacidad suficiente para garantizar su buen funcionamiento y, finalmente, la carencia ética, sin la que esta crisis no se habría producido del modo como lo ha hecho.

Una teoría excesivamente permisiva con los mecanismos propios del mercado ha favorecido un relajamiento de las más elementales normas que guían la asunción y evaluación de riesgos; pero, a su vez, esa relajación no ha sido exclusivamente técnica, sino también propiciada por una serie de comportamientos que manifiestan fallos éticos.

Una crisis es siempre una ocasión de revisión y mejora que no puede ser desaprovechada. En este sentido hay que tener en cuenta dos peligros: el primero, nacido de la inercia, del miedo al cambio y de los intereses particulares en juego, es tratar de volver cuanto antes a la situación anterior, como si nada hubiera pasado. Este riesgo está mucho más extendido de lo que pensamos y puede limitar en gran medida la oportunidad de mejora.

El segundo riesgo consiste en pensar que la situación puede resolverse únicamente con medidas de política económica, tales como una mejor regulación de los mercados, una revisión de los métodos de evaluación de riesgos, un grado mayor de cobertura por parte de los bancos y, en su caso, las necesarias medidas de ajuste estructural.

Además de que todos nos esforcemos por debatir, encontrar y aplicar las medidas técnicas y políticas necesarias, la crisis actual denota quiebras económicas, éticas, antropológicas y culturales sobre las que es necesario reflexionar en profundidad.

Nuestro mundo, en el que todas las personas buscamos vivir con dignidad y paz, está sometido a mecanismos que generan desigualdades graves entre personas, regiones y países; a una lucha constante por mantener ventajas competitivas frente a otros; al afán de poder económico y político; a una cultura de “suma cero”, en la que no todos salen ganando, sino que unos ganan a cuenta de lo que otros pierden. 

Más allá de que se puedan (y deban…) aplicar medidas técnicas y políticas, la superación de los obstáculos mayores se obtendrá gracias a decisiones esencialmente éticas. La credibilidad ha pasado a ser uno de los aspectos fundamentales de la relación del individuo con la sociedad. Se trata, en definitiva, de la confianza que tiene el ser humano en sus semejantes e instituciones con quienes se relaciona.


No se trata del aspecto formal de estas relaciones, que pueden estar reguladas por leyes o por acuerdos privados entre las partes, sino de la convicción íntima de las personas que sus derechos serán respetados y que los compromisos adquiridos se van a cumplir. La importancia de la credibilidad es mucha. 

Desde el punto de vista económico, la falta de credibilidad incrementa los costes. Por ejemplo, la falta de confianza en las personas y en las empresas, lleva a la necesidad de constatar la identidad y solvencia financiera de los clientes, de tal manera, que cada día son más las empresas dedicadas a proveer este servicio.

Si no hay credibilidad en la justicia, se buscan mecanismos de solución alternativos al sistema judicial. La falta de credibilidad en la política y en los políticos ha llevado a que muchos ciudadanos no tengan interés en participar, ni siquiera votando. La gente normal ve a los políticos lejos de la realidad; y muchas de sus acciones, aun siendo legales, se perciben como poco éticas. Es el caso de los conflictos de intereses. La falta de una clara regulación de los grupos de presión (que de hecho existen en forma de asesores o relaciones públicas) es el origen de muchos de los desaguisados de nuestra actualidad.

La responsabilidad política como asunto de ética no se considera. Las dimisiones son rarísimas y casi nadie asume responsabilidades por la función que desempeña. En la opinión de la gente, la credibilidad o la falta de ella, se forma lentamente en el tiempo y generalmente no está asociada a un suceso específico, sino a un cúmulo de acontecimientos o detalles que alimentan la confianza o desconfianza.

Casi siempre que hablamos de ética nos referimos a asuntos actuales de carácter político o económico, o a la ética de los otros… Rara vez a nuestras actividades cotidianas. Ser ético es ser una persona en quien se pueda confiar. Luchar por vivir sin dobleces, sin justificar nuestras acciones cuando sean malas. Al pan, pan, al vino, vino… Ésta es la ética de todos los días, la cotidiana, la que debemos cuidar prioritariamente porque con nuestras pequeñas acciones contribuimos -o no- a generar una cultura de confianza, de respeto a los demás.

Es muy fácil asentir a grandilocuentes propuestas de regeneración ética para tal o cual institución u organización. Y no tanto responsabilizarse de la propia vida, y cuidar el impacto de nuestras acciones en otras personas. Estaremos contribuyendo a la verdadera regeneración si nos esforzamos por mejorar las relaciones con las personas con quienes habitualmente convivimos, luchando por ser más sinceros, más honrados, más responsables, más trabajadores, más serviciales, más cariñosos…Nosotros primero.

Publicado, hoy, 30 de agosto del 2014 en Diario de León: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/etica-todos-dias_916912.html 

domingo, 10 de agosto de 2014

Para comunicarse lo mejor es hablar.

Hace tiempo que la última revolución tecnológica, la de las tecnologías de la información, nos está lanzando un mensaje al que parecemos estar haciendo oídos sordos. La mecanización ha marcado un camino de no retorno: que las máquinas hagan de máquinas para que las personas empiecen a ejercer de personas.

Dicen algunos que internet puede acabar con las relaciones interpersonales. No sé. De momento, gracias al correo electrónico, se están volviendo a escribir cartas. 

Las cartas son mejores que el teléfono en algunos aspectos: normalmente están más y mejor pensadas, se leen cuando conviene o interesa, son más profundas, van al tema y permiten relecturas que son como conversaciones repetidas con matices diferentes al son de cada nueva revisión.

El teléfono gana en inmediatez y agilidad, goza de la frescura de la palabra hablada, de los colores de la voz y el tono. 

¿Y la imagen? También está resuelto por las mencionadas tecnologías de la información: basta con tener un ordenador (o teléfono) con cámara y ya estás en videoconferencia con tu interlocutor, o sea, ves con quien hablas. Todo resuelto.

¿Todo? ¿Y el calor? ¿Y el ambiente, el tono de las relaciones, los latidos del corazón, el pulso del día a día, las sonrisas, la pasión de las personas? 

Ésa parece ser la función que el mundo moderno deja para los buenos dirigentes, la de hacer que las personas se conozcan, se ayuden, colaboren y trabajen en equipo. En equipos cuyos integrantes están y estarán separados por miles de kilómetros aunque puedan estar virtualmente juntos.

Con este panorama necesitamos personas dispuestas a ayudar a otras personas a llenar de contenido su trabajo, a entender la utilidad y finalidad de su labor, a colaborar con los demás y a sumar esfuerzos.

El liderazgo no se asume, se consigue. Se lo exigen a quien tiene la responsabilidad de dirigir sus propios colaboradores. Claro que, para ello, es necesario que el directivo forme parte natural del grupo humano que dirige, sea uno más... Uno más que orienta, orienta y orienta...En realidad, un directivo no debería hacer otra cosa que pasarse el día hablando con sus colaboradores. 

¿Qué la organización es muy grande? Pues tendrá que viajar mucho y beber mucha agua, porque la necesitará para seguir hablando, orientando. Sólo así podrá tomar el pulso al día a día del entorno que dirige y adelantarse al cambio. 

El futuro no está, se hace. Y lo hacemos las personas.

Aunque suene a tópico, los colaboradores son la inversión más valiosa de la organización. Son los únicos cuyo techo en valor añadido es, cuando menos, desconocido; claro que también son los más costosos, los más delicados y los más difíciles de rentabilizar...porque hay que hablar con ellos. 

Y algunos directivos están tan preocupados por mandar y tienen tan poca competencia que se han olvidado de hablar, de dirigir a sus colaboradores.

Nos gustan las casas grandes, las empresas grandes, los sueldos... grandes. Bueno, y no sólo en cuestiones materiales: también nos gusta pensar en grande y ser grandes personas.

En la administración de organizaciones, también. Las estrategias han de ser "grandes". En los seminarios de moda se utilizan casos de empresas grandes. Se nos presentan los modelos estereotipados de las grandes empresas multinacionales. Supone un gran esfuerzo adaptarlos a nuestra realidad, evidentemente, más pequeña...

Caballo grande, ande o no ande... La consigna es crecer y crecer, bajo el supuesto amparo de las economías de escala y de la sinergia de las fusiones. A veces, en la búsqueda de lo grande se ignoran las cosas pequeñas que suelen ser el camino prudente, la mejor vía, para alcanzar los grandes logros.

En ocasiones, nos inventamos atajos creativos para soslayar ciertos "detalles"... Nos saltamos principios, experiencia documentada y, a base de grandes zancadas, tropezones y pisotones, pretendemos llegar a-no-se-sabe-bien-dónde pero dejando una estela oscura de malas prácticas.

Olvidamos las pequeñas estrategias, el valor de la comunicación directa, franca y oportuna, del trato humano, del respeto mutuo, de la responsabilidad, del sentido de equipo. Nos apoyamos, demasiado, en la tecnología y cada vez menos en el potencial de una buena conversación, de la emoción, de los sentimientos de nuestros colaboradores.

Las tecnologías de la información nos están abriendo de par en par el mundo de las comunicaciones, nos están llevando a situaciones técnicamente ilimitadas; pero no nos ofrecen más que el soporte. La comunicación en sí queda en nuestra mano. Y hasta que no se demuestre lo contrario, para comunicarse es mejor hablar.

Publicado, hoy, 10 de agosto del 2014, en Diario de León: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/comunicarse-mejor-es-hablar_912299.html

sábado, 5 de julio de 2014

Ni participaciones ni preferentes.

En estos días, se han cumplido dos años desde que UPyD presentó una querella por estafa, apropiación indebida, falsificación de cuentas, administración fraudulenta y desleal y maquinación para alterar el precio de las cosas, contra todos los miembros del consejo de administración de Bankia y su matriz, Banco Financiero y de Ahorros, que ostentaban esta responsabilidad al tiempo de su salida a bolsa. Y también, dos años de las primeras sentencias de los Tribunales de Justicia sobre las participaciones preferentes.

En principio, las participaciones preferentes como producto financiero no planteaban ninguna objeción desde el punto de vista jurídico. Y esto a pesar de su complejidad técnica y de los elevados riesgos para los potenciales inversores. Las objeciones, los conflictos, las injusticias surgieron con su comercialización.


Y, en particular, a clientes con ninguna o escasa aptitud  para comprender de una manera completa las características del producto cuya contratación les proponía el director de su oficina “de toda la vida”, habitualmente de una caja de ahorros. Según las estadísticas sobre afectados, más del 80% ofrecen un perfil de ahorrador tradicional (“de cartilla y plazo fijo”) y mayores de 70 años… Personas que, en la mayoría de los casos, tras una vida de trabajo, esfuerzo, sacrificios y privaciones depositaron sus ahorros -y su confianza- en entidades financieras, sin ser conscientes de estar contratando un producto de altísimo riesgo.

La venta masiva de participaciones preferentes a ciudadanos de a pie o, en términos jurídicos, a clientes minoristas o consumidores, es sin duda el mayor fraude económico de nuestra historia reciente, salvando las distancias, como en su momento sucedió con la tragedia del aceite de colza. Les dijeron que eran como el depósito a plazo fijo pero con más intereses pero no les dijeron que el riesgo era elevado, que no estaban cubiertas por ningún fondo de garantía, que no tenían plazo de vencimiento y que para su venta había que acudir a un mercado secundario que no tenía liquidez inmediata.

La consecuencia de la insaciable voracidad de algunas entidades financieras, y de sus agresivas políticas comerciales, ha sido que casi un millón de ciudadanos se han visto gravemente perjudicados en sus economías. Las denominadas “participaciones preferentes” están mereciendo la reprobación de los ciudadanos y de los Tribunales porque, deliberadamente, se trata de un término que induce a engaño ya que ni son participaciones en sentido mercantil y porque no incorporan ningún derecho que, en rigor, pueda calificarse como preferente. A excepción, del “derecho” a participar en las pérdidas o riesgo patrimonial del emisor…

Afortunadamente los jueces y magistrados, en la mayoría de los casos, están haciendo Justicia declarando la nulidad de los contratos cuando así se lo han demandado los perjudicados. Sin embargo, todavía, están pendientes de concretarse las responsabilidades de quienes diseñaron, autorizaron y comercializaron un producto financiero que ha dañado la vida (más allá de lo económico) de miles de personas. Y, en particular, la responsabilidad de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y del Banco de España en el ejercicio de sus funciones de obligada supervisión de las entidades financieras.

Y también está pendiente la responsabilidad de los políticos del PSOE y del PP que legislaron a favor de que las empresas pudieran financiarse a través de los eufemísticamente denominados como “territorios de baja tributación” o popularmente conocidos como paraísos fiscales.

Aquí está el origen de un problema que, además de los efectos comentados, perjudicó, también gravemente, a los accionistas que con la “deslocalización” perdieron las competencias que la ley otorga a su junta general y, sobre todo, el grave perjuicio a todos los ciudadanos españoles (“Hacienda somos todos”) porque las empresas emisoras de participaciones preferentes, domiciliadas en paraísos fiscales, dejaron de pagar en España miles de millones de euros en impuestos. En fin, esto es lo que hay… por ahora.

Publicado hoy, 5 de julio del 2014, en Diario de León: ( http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/participaciones-preferentes_902495.html ).

martes, 20 de mayo de 2014

Hay dinero para lo que les interesa.

Una chica que tiene beca desde hace cinco años, ha estudiado su carrera con nota siempre por encima del 6’5, se preinscribe en un máster, le comunican su admisión en junio. Feliz, prepara todo, busca piso, lo encuentra, lo alquila y asume los correspondientes gastos. 

Cuando ya está lista para comenzar un nuevo año escolar, el 19 de agosto, el Gobierno de España cambia la nota mínima para obtener beca, de un 5 a un 7. Y, por tanto, se la deniegan. Ella alega que le den un plazo mínimo, razonable, para intentar mejorar su calificación, pero se lo niegan. Imposible, en tiempos de crisis cómo se le ocurre….

Sin embargo acabamos de leer en Diario de León la noticia del aplazamiento -un nuevo aplazamiento, ya van varios…- de la entrada en vigor de la conocida como “tasa Tobin” que no es sino un impuesto a los depósitos bancarios. 

Este aplazamiento va a suponer un agujero para las cuentas públicas de 640 millones de euros que ya estaban previstos en los Presupuestos Generales del Estado. 

Las autoridades españolas han mostrado su comprensión con esta medida porque, dicen, es razonable que se les dé un tiempo a los bancos para que preparen el impacto que esta tasa va a suponer en sus economías. Aquí si hay compasión, delicadeza, poco a poco, prudencia… Aquí hay potentes intereses (y presiones) en juego.

Inevitablemente este episodio también me recuerda, por su relación con el tema de fondo, el asunto de la tan anunciada -y aplazada- llegada del AVE a León, y del tan traído y llevado soterramiento a su paso por nuestra ciudad.

Que no hay dinero, que hay que ser responsables, que como se os ocurre plantear esto con la que está cayendo, que no hay dinero, que estamos en crisis… bla,bla,bla.

Sin embargo si uno lee con detalle el Boletín Oficial del Estado  comprobará que si hay dinero (y mucho) para infraestructuras, para obras públicas y, en particular para el AVE. Si sumamos las asignaciones presupuestarias aprobadas durante los tres últimos años, el resultado supera los tres mil millones de euros; y, fundamentalmente, para la construcción (acelerada) del AVE a Galicia, “patria chica” del Presidente del Gobierno y de la Ministra de Fomento.

Luego dinero, haberlo “haylo”… Se agradecería que nuestros representantes fueran claros, transparentes, honrados y dijeran la verdad: hay dinero, mucho dinero, pero sólo para nuestros intereses, nuestras prioridades. 

Y sin caer en victimismos absurdos o demagógicos la realidad es que León no está ni en los intereses ni en las prioridades del Gobierno de España. Ni mi amiga Julia, la ex becaria, tampoco. Y a los hechos me remito.

Para una chica que está finalizando sus estudios con buena nota, muy por encima de la requerida durante los últimos cinco años para lograr una beca, no hay comprensión, no hay flexibilidad, no hay razones para darle tiempo, un tiempo mínimo y razonable, para mejorar su nota y mantener la tan necesaria ayuda económica…. 

Pero para los bancos e instituciones financieras, sujetos de este impuesto (la tasa Tobin), que han ganado miles de millones de euros durante el último año (de lo que yo me alegro porque eso beneficia al interés general), un no sé cuántos por ciento más que el año pasado, y ello a pesar de la crisis (de lo que también me alegro porque espero que eso suponga, al fin, el restablecimiento del crédito para familias y empresas), para ellos si hay tiempo, periodos transitorios, de adaptación, para que la agresividad de ciertas medidas políticas -dicen- no perturbe sus vidas y haciendas….

Lo que está sucediendo es más viejo que el hilo negro. Un nuevo episodio de la ley del embudo: condescendiente con los poderosos e implacable con los débiles. Esto es lo que hay.



¿Por qué es un despilfarro o una irresponsabilidad defender el soterramiento del AVE a su paso por León y no lo es iniciar la construcción de nuevos tramos cuando éste todavía no está terminado? ¿Cómo que no hay dinero para financiar los 350 millones de euros que cuesta nuestra obra si se han gastado, sólo hasta la fecha, más de 3.000 millones de euros en el AVE a Galicia?
Si no hay dinero, no hay dinero para nada ni para nadie… Como dice el refrán: “o todos moros o todos cristianos”. Es decir, igualdad de trato.

Lo otro es cinismo, mentira, manipulación, y engaño. Y, sobre todo, una falta de respeto. Nos tratan como imbéciles cuando merecemos un trato de ciudadanos. 

En fin, hay que buscar razones para el optimismo. Siempre suele haberlas y, en este caso, también las hay. 

En un Estado Social y Democrático de Derecho la indignación y/o el ajuste de cuentas entre representantes y representados se realiza a través del ejercicio del sufragio, votando. Así que ahora es cuando.

Publicado hoy, martes 20 de mayo del 2014, en Diario de León (http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/hay-dinero-interesa_891095.html ).

jueves, 15 de mayo de 2014

La actitud de las personas marca la diferencia.

La diferencia entre los países pobres y los ricos no es la antigüedad del país. Así, India y Egipto tienen miles de años de antigüedad y son pobres. Por el contrario, Australia y Nueva Zelanda tienen poco más de cien años y son países desarrollados.
La diferencia entre países pobres y ricos tampoco está en los recursos naturales con que cuentan. Japón tiene un territorio muy pequeño, el ochenta por ciento es montañoso y, sin embargo, es una potencia económica mundial.
Su territorio es como una inmensa fábrica flotante que recibe materiales de todo el mundo y los exporta transformados. Básicamente, así logra su riqueza.
También contamos con el ejemplo de Suiza, sin océano y con una de las flotas navieras más importantes del mundo. En sus pocos miles de kilómetros cuadrados, pastorea y cultiva sólo durante cuatro meses al año (el resto es crudo invierno) pero produce productos lácteos de la mejor calidad.
Tampoco la inteligencia es la diferencia. Tenemos muchos ejemplos de estudiantes de países muy pobres que emigran a países ricos y obtienen excelentes resultados en su educación.
Entonces ¿qué es lo que marca la diferencia?... La actitud de las personas.
Tan sencillo como observar y analizar el comportamiento humano: orden, honradez, responsabilidad, esfuerzo, trabajo, ambición, respeto...
Por tanto, cada uno de nosotros tiene la oportunidad de contribuir de manera clara a una sociedad mejor: identificando y siendo más responsables y esforzados en el cumplimiento de nuestras obligaciones.
Y las autoridades, el deber de crear las condiciones sociales, políticas, culturales y económicas que faciliten el desarrollo de las personas, de los ciudadanos.


miércoles, 26 de marzo de 2014

Construir organizaciones de colaboradores.

Todo está cambiando. Y la realidad del mundo del trabajo de hoy es que no siempre los éxitos y las buenas cualidades profesionales aseguran la permanencia de las personas en las organizaciones.

El desempleo de hoy no sólo es el resultado de la tan comentada crisis y de la situación económica que estamos sufriendo. Es también el resultado de la "modernización" de las organizaciones y de su permanente búsqueda de modelos que incrementen sus beneficios económicos.

Es legítimo -y muy conveniente- mirar al interior de una empresa e identificar lo que no sirve o impide mejorar. Eso está bien en general y para el caso de los procesos y de los procedimientos; pero cuando se trata de personas hay que ser prudentes, respetuosos.

Toda persona tiene un talento. El desafío está en identificarlo, conocerlo y ponerlo al servicio de la organización. Y, una vez más, se trata de una de las tareas prioritarias de quienes tienen la responsabilidad de dirigir.

Despedir es muy fácil, cualquiera... Sin embargo, repensar la organización, cuestionarse los procesos y procedimientos vigentes, ver cómo sí en vez de cómo no, pensar en cómo mejorar la empresa sin tener que prescindir de personas, o del menor número posible, es tarea y logro que distingue a los buenos directivos.

Sorprende observar que en algunas organizaciones se está despidiendo a personas y, a quienes se quedan, se les obliga con cargas de trabajo excesivas que no son sostenibles en el medio plazo. Por ello sorprende...y preocupa.

Algo anda mal. 

¿Soluciones...? Siempre. Y las mejores pasan por valorar a las personas, su contribución al desarrollo de las empresas, construir relaciones de trabajo basadas en la confianza y en el "ganar-ganar"... En fin, construir organizaciones de colaboradores.

martes, 11 de marzo de 2014

Aprender dialogando con personas interesantes.

El jueves 6 de marzo estuve, en la #UNAV, con los alumnos del Máster en Dirección de Personas en las Organizaciones, y con los alumnos del Programa de Excelencia de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales.


En cierto modo, las personas somos lo que leemos y lo que escuchamos. Lecturas y conversaciones son nuestros principales nutrientes.

Por tanto, si leemos buenos libros y procuramos tener buenas conversaciones el resultado será una cabeza "bien amueblada". 

Hay otras combinaciones posibles pero la más peligrosa es cuando leemos basura y escuchamos basura, porque el resultado será una cabeza llena de... basura. 

Con todas las consecuencias que ello tiene en nuestra vida y, también (conviene no olvidarlo), en las vidas de las personas con quienes convivimos.

Aprovechar el tiempo y elegir -con criterio- nuestros libros e interlocutores es esencial para una vida lograda.

En fin, todo esto como reflexión al hilo de mi agradecimiento por la oportunidad que he tenido de aprender dialogando con personas interesantes.

lunes, 3 de marzo de 2014

¿Por qué han desaparecido las Cajas de Ahorros?

La semana pasada tuve una interesante charla sobre este asunto con simpatizantes y afiliados de Unión Progreso y Democracia de León. 

A continuación, les comparto una síntesis de algunos de los puntos sobre los que dialogamos:

Las cajas de ahorros más antiguas se crearon hace unos trescientos años como instituciones sin ánimo de lucro, cercanas a las personas y con una clara función y responsabilidad social. Supusieron una fuerte competencia para los bancos ya que controlaron más del 50% del mercado: durante muchos años no hubo ningún banco que fuera líder en ninguna provincia.

Se vieron afectadas por los cambios impulsados por los ideólogos de la desregularización que, en Estados Unidos, lograron la derogación de la ley Glass-Steagall que desde 1930 a 1999 separó las actividades de la banca comercial y de la banca de inversiones, y limitaba su ámbito territorial de actuación.

En España este cambio internacional de regulación coincidió con el desarrollo normativo de las Comunidades Autónomas y, a la flexibilización de su estatus jurídico, se añadió la politización de sus órganos de gobierno.

A diferencia de otras crisis sufridas por el sistema financiero español, en la del 2007, la reacción fue demasiado lenta, entre otras razones, por la resistencia de las Comunidades Autónomas y por la falta de coordinación con el Banco de España.

A partir del 2010 se inicia un proceso acelerado de “transformación” con graves errores como la salida a Bolsa de entidades en estado de insolvencia, una maraña de artificios legales y contables y, siempre, un déficit de información clara a inversores, depositantes y ciudadanos.

Como consecuencia de las reclamaciones de miles de damnificados hemos ido conociendo escandalosos casos de nepotismo en las contrataciones de personas, bienes y servicios que, aun siendo legales, repugnan a los principios éticos de la mayoría de los ciudadanos.

Cuesta creer que nadie se diera cuenta de lo que estaba sucediendo y uno se pregunta por qué nadie protestaba o pedía cuentas... salvo que los responsables de hacerlo estuvieran logrando algo a cambio. Para muestra, por ejemplo, la lectura de los correos de Blesa es muy ilustrativa.

En fin, de las primeras pérdidas oficiales de 15.000 millones de euros (si uno lo intenta pasar a pesetas sufre el riesgo de desmayarse) pasamos a los 150.000 millones de euros de un año después... una desviación irracional, escandalosa. Y uno se pregunta, también, dónde estaban las autoridades responsables, por qué no tomaron medidas concretas más allá de las "advertencias", teniendo en cuenta la gravedad de los hechos y que la Ley de Disciplina e Intervención de las Entidades de Crédito, de 1988, hubiera permitido, por ejemplo, al Banco de España, intervenir, sancionar e incluso actuar sobre los órganos de gobierno de las cajas de ahorros.

El endeudamiento provocado por este expolio hipoteca nuestro futuro y el de varias generaciones de españoles, por muchos años. Y tanta fusión y concentración, en mi opinión, supone una situación próxima al oligopolio, y un mayor riesgo sistémico. En fin, el tiempo dirá.

Quizá una de las consecuencias más injustas de la desaparición de las cajas sea el impacto negativo -desatención, incluso riesgo de exclusión del sistema bancario- que va a tener en los ciudadanos de las zonas rurales, en los pequeños empresarios, sobre todo en Castilla y León.

La común -e interesada- posición de los políticos de los grandes partidos es que las cajas de ahorros no han desparecido sino que se han transformado… Suma y sigue con la perversión del lenguaje. Las cajas de ahorros no tenían accionistas, no repartían dividendo, y sus beneficios (miles de millones de euros) se invertían en interés social de la comunidad a la que servían.

Me cuesta creer que los dueños de los actuales bancos en que se han “transformado” las cajas de ahorros vayan a ser igual de generosos.

Además, las Administraciones Públicas no están (y no lo van a estar durante un largo tiempo) en condiciones de llenar el vacío que deja la Obra Social de las Cajas de Ahorros que invertía miles de millones de euros en actividades asistenciales, educativas, deportivas, etc.


Por último, aspectos positivos de estos sucesos. La verdad es que cuesta… Uno sería que, ahora, la supervisión sobre los bancos vuelve a ser única; y, dos, que estos acontecimientos están sirviendo para movilizar a muchos ciudadanos contra la desvergüenza de algunos políticos, contra su impunidad, y a favor de superar el déficit democrático que padece nuestra sociedad.

Sin duda que con otra política es posible otro futuro, un mejor futuro.

Publicado el día 7 de marzo del 2014, en Diario de León ( http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/por-han-desaparecido-cajas-ahorros_872762.html ).