@MendozayDiaz

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martes, 27 de marzo de 2018

domingo, 25 de marzo de 2018

Educar no es una ciencia exacta.

Educar no es una ciencia exacta, una misma medida en dos niños distintos, en familias distintas, incluso en la misma, tienen efectos diferentes. Entonces ¿esto es una locura? No, como siempre, la famosa campana de Gauss, hay extremos que se salen de la zona donde suelen estar la mayoría de los casos. Lo que sí hay es mucha experiencia, buenas experiencias, documentadas. Pero sin fanatismos. Huyo como de la peste de esos charlatanes y charlatanas, que angustian a padres bienintencionados con sus modelos estructurados y cerrados de recetas educativas. Gente estirada, personajes con voz engolada y ademanes de superioridad. Perdón por mis prejuicios, pero me producen un cierto, bastante, repelús. En ocasiones, detrás de sus peroratas hay fuertes intereses comerciales: venta de métodos, de terapias…. Vendedores disfrazados de educadores.

Lo importante es que la educación de un hijo sea compartida por ambos padres, consensuada. Es preciso trazar un proyecto educativo común ofreciendo al hijo indicaciones claras y nunca contradictorias. Los padres tendemos a consentir en exceso a nuestros hijos, especialmente en los primeros años de vida, y esa actitud determina una gran parte los problemas que empiezan a proliferar cuando llega la adolescencia. Polvos y lodos, auténticos barrizales en algunos casos. El niño no debe estar por encima del adulto y deben ser los padres los que fijen los límites, pero sabiendo cómo hacerlo.

¿Cuál es el hábito más importante? No me gustan las afirmaciones lapidarias, pero, quizá sea el orden; pensando en su futuro, en hábitos que le ayuden a ser eficaz en el estudio y en la vida profesional. Aprender a estudiar muchas veces es cuestión de orden. Que sepa organizarse y marcarse objetivos en su vida. Que sepa aprovechar mejor el tiempo y disfrute más de la vida. Aprender a priorizar: que sepa lo que debe hacerse en cada momento. Que aprenda a ser puntual y cumplir con sus obligaciones. Orden.

Pero no nacemos siendo ordenados y, como todo aprendizaje, tiene un momento adecuado para su adquisición. El orden es fundamental, además es uno de los primeros hábitos que un niño puede adquirir, entre los dos y los seis años, siendo la base sobre la que se asientan muchos otros hábitos. Desde pequeños debemos hacer ver a nuestros hijos que vivimos en un mundo ordenado: existen horarios, normas y leyes que hacen la vida más sencilla. Pero el orden no es un fin en sí mismo, nuestra meta no es que el niño sea ordenado, pues caeríamos en el perfeccionismo. Lo primero que debe aprender un niño es el orden material de las cosas; luego, ese hábito le permitirá saber organizar su tiempo y ser por ello más eficaz; y, por último, estos hábitos de orden probablemente contribuirán a que su vida sea más feliz.

Una manera muy concreta de ayudar a los niños es implicarlos en el orden del hogar, a través de los encargos: tirar la basura, meter la ropa en la lavadora, ordenar los juguetes, los libros, etc. También debemos educarles en el buen uso de las cosas. Hacerle ver que las cosas bien cuidadas duran más y, por tanto, es un deber de todos cuidarlas. Enseñarles a forrar un libro o a agotar el material escolar (lápices, cuadernos…). El aspecto externo que ofrecemos y las buenas costumbres. Lavarse las manos antes de comer y antes de salir del baño, distinguir cuando la ropa está sucia, procurar mancharse lo menos posible al comer. Inculcarle buenas costumbres en la mesa, no estirarse, no hacer ruidos, no comer con las manos, etc.

Los niños aprenden por imitación y es mucho más sencillo imitar el desorden que el orden, pues no implica ningún tipo de esfuerzo. A veces los padres preferimos hacer nosotros las cosas antes que enfrentarnos a la costosa tarea de educar. Pero la sobreprotección que les priva del esfuerzo, no les ayuda en absoluto a mejorar como personas, pues es imposible educar sin exigir. Desde esta edad debemos acostumbrarle a que recoja cada cosa después de su uso y no toda la habitación antes de acostarse, pues sino verán que el orden se vive sólo cuando ya no hay más remedio, es decir, al final del día.

¿Y cómo sé si lo estoy haciendo bien? Una prueba muy sencilla que podríamos hacer para comprobar si en nuestra casa hay una preocupación real por el orden y el cuidado de las cosas consiste en dejar tirado, en el suelo del salón o de algún lugar de paso obligado y frecuente, alguna cosa de modo bastante visible, por ejemplo, un pañuelo de papel ya usado… Es importante que esté usado porque así suele llamar más la atención. Luego tan sólo hay que esperar para ver cuánto tiempo permanece en el suelo, sin que nadie lo recoja. Si a ninguna persona de nuestra casa le llama la atención que en el suelo haya un pañuelo de papel tirado, empecemos a preocuparnos. O mejor seguir “ocupándonos”: educar es sencillo pero exige esfuerzo, todos los días.

Publicado en "Diario de León" el sábado 24 de marzo del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/educar-no-es-ciencia-exacta_1236729.html

viernes, 16 de marzo de 2018

#OpinionesDeUnOpinante en #8MagazineBierzo

Muchas gracias a María De Miguel por darme la oportunidad de hablar de mi libro "Opiniones de un opinante" en #8MagazineBierzo



#OpinionesDeUnOpinante en Ponferrada.

Club Petronio me ha distinguido con el honor de ser el escritor invitado con el que han iniciado sus actividades.

Muchas gracias por vuestras atenciones: ha sido una presentación entrañable, inolvidable.




Y gracias, también, a la Concejala de Cultura del Ayuntamiento de Ponferrada por sus palabras, y a "Diario de León" por hacerse eco de la presentación:




miércoles, 14 de marzo de 2018

#OpinionesDeUnOpinante en Ponferrada.

Muchas gracias a mis amigos del Club Petronio por darme la oportunidad de presentar #OpinionesDeUnOpinante en Ponferrada.


lunes, 26 de febrero de 2018

La innovación social de las empresas.

Una clave para la mejora de la persona y de la sociedad -incluido, por tanto, el sistema económico- es la investigación y el diálogo interdisciplinar entre empresarios, académicos, políticos y profesionales, con un planteamiento y un enfoque humanistas. El Instituto de Empresa y Humanismo de la Universidad de Navarra y el BBVA acaban de celebrar una Jornada sobre “Empresa e Innovación Social”, en el Campus del BBVA en Madrid, a la que tuve el honor de ser invitado.


Las Jornadas son actividades organizadas con el objetivo de fomentar la relación entre personas de empresas y organizaciones, académicos y profesionales en general. En ellas, mediante un diálogo abierto y continuado, se pretende fomentar la reflexión sobre los problemas humanos y sociales de fondo y buscar su posible solución. Las respuestas a los problemas de gobierno y dirección de las organizaciones no pueden venir sólo de la mano de conocimientos técnicos, sino que también es necesario que la ética y los valores introduzcan el humanismo en todos los niveles de planificación y dirección de las actividades empresariales, y en el gobierno de las sociedades.

La legitimidad de las empresas en la sociedad exige que sus esfuerzos por contribuir a la mejora del entorno en el que se desenvuelven sean cada vez más productivos, y compatibles con sus misiones específicas de elaboración de productos y servicios. Esta exigencia se ha acrecentado en la última década, en la que la crisis económica y financiera, la inestabilidad política, la percepción de una creciente desigualdad económica, de un planeta amenazado por la acción humana e instituciones capitalistas que cada vez generan menos confianza, ha llevado a que muchas organizaciones se replanteen su papel y su responsabilidad social en torno a la solución de esos problemas.

La ya generalizada apuesta de muchas empresas por la responsabilidad social corporativa ha intentado afrontar esos retos, y lo seguirá haciendo en el futuro, pero cada vez es más evidente que la implicación social corporativa debe ser más profunda y efectiva. La innovación social corporativa supone un paso más en esa dirección, pero puede ser un paso de gigante. Completando la acción y la responsabilidad pública de la empresa, las iniciativas de innovación social surgidas en las corporaciones implican que éstas pongan al servicio de la sociedad su saber hacer y su experiencia innovadora. Se trata de utilizar esa energía innovadora, junto a otros agentes de la sociedad, para aplicarla a la resolución de problemas económicos, sociales y medioambientales, que puedan traducirse en mejoras significativas de la sostenibilidad de la propia empresa como institución, y de la sociedad en su conjunto.

En nuestra época existe muy poca innovación real, ya que en el binomio “investigación y desarrollo”, se pone mucho énfasis en el desarrollo y muy poco en la investigación. Frente al hacer y al estar demasiado pendiente de la eficiencia, es necesario intensificar el pensar y plantear verdaderos desafíos y mejoras de futuro que muevan a las personas de la organización y generen ideas valiosas, en torno a los que se puedan enfocar los recursos y capacidades, tanto de la empresa como de su entorno. Un modelo económico de empresa basado -únicamente- en mano de obra barata no tiene futuro. Por ello es importante que la estrategia social no sea una especie de estrategia paralela, en cierto modo secundaria, respecto a la estrategia de negocio de la empresa. Existen buenas prácticas documentadas sobre cómo su papel se ve especialmente reforzado cuando depende y reporta directamente al consejo de administración.

A través de esta Jornada sobre Empresa e Innovación Social, el Instituto Empresa y Humanismo ha querido contribuir a que el debate sobre este tema tenga eco en el mundo empresarial, político y en la opinión pública. Algunas de las reflexiones más destacables del encuentro fueron la importancia de dedicar tiempo al pensamiento y a la generación de ideas realmente innovadoras; el valor de que las empresas piensen “en grande”, mirando al futuro, cuando se ponen en marcha iniciativas de innovación social; el papel insustituible de las personas; y la relevancia de elevar los ámbitos de decisión en torno a estas cuestiones al más alto rango directivo, superando la mentalidad de que éste sea un ámbito de actividad con una “vida paralela”, pero no integrada en el día a día de la empresa. La innovación social y la acción responsable en los negocios requiere una mentalidad que dé importancia a la pretensión de transformación (impacto), al foco (estrategia), al relato de las acciones que se promueven (narrativa) y a hacer que otros hagan (cinética).

Me encanta la finalidad última de este tipo de actividades: ayudar y contribuir a mejorar una filosofía práctica económica, empresarial y política que sirva a la mejora de la sociedad, y realizarlo mediante un diálogo continuo, de manera que se generen actitudes creativas e ideas operativas. Y, también en este caso, es preciso poner de relieve la importancia de lo sencillo, la relevancia de las pequeñas cosas de la vida para construir bien la sociedad y la persona. Son difíciles de descubrir, pero contienen la clave del buen funcionamiento social, personal y empresarial.

Publicado en "Diario de León" el domingo, 25 de febrero del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/innovacion-social-empresas_1229825.html

domingo, 11 de febrero de 2018

El virus de la prisa.

Uno de nuestros enemigos actuales, más insistentes y más tenaces, pudiera ser la ansiedad. La ansiedad y la agitación me parecen muy extendidas, y pueden hacer estragos en la vida de muchos de nosotros. La ansiedad nos lleva a dramatizar un asunto muchas veces trivial, porque vivimos con el alma agitada; y entonces un suceso que no tenía por qué afectarnos, ha llegado a sacudirnos tanto que nos produce una verdadera conmoción personal. De ahí que a veces sea difícil entenderse, porque lo que uno vive con vehemencia es un asunto que para el otro no tiene importancia. Tiene importancia sólo para la persona que está sacudida por su propia ansiedad.

Entre las posibles causas de la ansiedad, de la agitación o del agobio en el que vivimos, quizá esté el impulso acelerado que llevan los acontecimientos y que nos empuja a nosotros. Parece que todo sucede con incontrolable rapidez, y muchas personas tienen cierta dolorosa impresión de extrañeza, de no tener tiempo para poder asimilar la vertiginosidad movediza de los cambios que les envuelven. Pero quizá se pueda decir que lo más doloroso es nuestra impresión de que estas cosas pasan independientemente de nuestra voluntad, de que nosotros estamos subidos a un caballo desbocado y no tenemos fuerzas, o no tenemos habilidad, para poder detener su marcha o para gobernarla recuperando la brida. Quizá una de las razones de nuestra ansiedad que más puede robarnos el sosiego y la serenidad sea nuestra impresión de que algo se ha desbocado independientemente de nuestras posibilidades de rectificación o de control. Entonces podemos venir a parar a un cierto pesimismo. Porque en la situación actual parece como si el hombre tuviera obligación o necesidad de intervenir en todo, y así la angustia se acumula en su alma y el hombre está cada vez más tenso, cada vez con mayores dificultades para el descanso e incluso para el sueño.

A veces llamamos actividad al movimiento; decimos que son activas las personas que se mueven mucho… Quizá no corramos el peligro de convertirnos en esclavos, pero corremos el peligro de convertirnos en autómatas. Sin darnos cuenta, vamos poco a poco siendo gobernados, cada vez más, por decisiones indiferentes a nuestros más importantes intereses. Se llega a pensar que la felicidad es como una ensoñación que no tiene que ver con el vivir ordinario, con el vivir concreto. Porque a veces sucede que relacionamos la felicidad con grandes acontecimientos. Se piensa, por ejemplo, que la felicidad está relacionada con poder adquirir de una manera inesperada, súbita, una gran cantidad de dinero; o tener de pronto un triunfo profesional o familiar deslumbrante. La felicidad no es palabra que tenga que ser sólo escrita con mayúsculas, con caracteres luminosos y deslumbrantes; sino que la felicidad se puede vivir en lo pequeño, en lo repetido, en sencillos trabajos y descubrimientos cotidianos.

La nuestra no es una civilización que facilite la interioridad; peor aún, me atrevería a decir que, en conjunto, es una civilización que combate la interioridad con medios de una potencia inigualable: con la prisa, con la productividad, con las redes sociales, con la velocidad, con la superficialidad. Y ha dado lugar a este tipo de personas obsesionadas, crispadas, apresuradas, sin tiempo; a este tipo de persona que ya no reflexiona porque se nutre de tópicos o de consignas, o porque se ha convertido ya en un robot especializado en cualquier clase de trabajo, o porque simplemente carece de tiempo, de sosiego y hasta de gusto. Atrapados en ese cepo que la sociedad super-desarrollada-de-hoy ha dispuesto tan sagazmente: vivir hacia fuera, no hacia dentro; sustituir el pensamiento por la publicidad, la lectura por las redes sociales, el silencio por el ruido, la intimidad por la exhibición, las ideas por los tópicos y los argumentarios. Es una espantosa miseria la del hombre moderno, un siniestro legado el que recibe la juventud de hoy.

Es probable que, por la velocidad habitual del ajetreo diario que vivimos, haya cosas esenciales que se nos escapan de la conciencia y, sin mala intención, no las advirtamos. Una de ellas es que varios episodios de las personas que conviven con nosotros dependen, en cierto modo, de nosotros, de nuestro comportamiento. Pero tampoco se nos debe escapar que episodios, tal vez claves, de la biografía de seres menos próximos (compañeros de trabajo, por ejemplo) también pasan por nuestras manos. Acciones u omisiones -nuestras- que no han sido indiferentes en esas historias que en un momento han convergido con la historia personal. Un silencio cómplice, una actuación injusta, un mal ejemplo puede dejar marcas, cicatrices... Como también una palabra acertada, una muestra de cariño desinteresado, una mano que se tendió en el momento oportuno, un ejemplo positivo, pueden haber contribuido a hacer de esas vidas algo mejor de lo que hubieran sido.

Publicado en "Diario de León", hoy, domingo 11 de febrero del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/virus-prisa_1226064.html