@MendozayDiaz

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lunes, 29 de enero de 2018

La culpa no es de Rajoy.

En buen plan: algunos ingenuos esperaban que Rajoy viniera a pedir disculpas, personal y solemnemente y, en compensación, anunciara alguna “buena noticia”, con-muchos-ceros, para León. Nada. Lo de siempre: impresionante lo del Incibe, avanzando en la León-Valladolid, el AVE es cuestión de meses, un brindis por lo de la capitalidad gastronómica y un par de tiernas anécdotas sobre sus días en la calle del Cid… Rajoy es Rajoy. A pesar de ello, lo digo sin ironía, debemos estar agradecidos porque el presidente del Gobierno de España haya visitado León. Su presencia ha generado una exposición mediática siempre positiva. Todo suma. Además, nos podemos sentir unos privilegiados porque después del desaire haya venido a visitarnos. Esto ha sido, en gran medida, gracias a un alcalde como Antonio Silván. Si hubiéramos tenido un alcalde-del-montón: más ajo y agua…

El tema de fondo es otro. La mediocre gestión de nuestros representantes, su capacidad de influencia allí donde toman las decisiones (Valladolid, Madrid, Bruselas), donde se definen las prioridades y se asignan los correspondientes recursos. Ya no convence el “no hay dinero”, que “hay que ser responsables”, que “cómo se os ocurre plantear esto con la que está cayendo”, que “todavía estamos en crisis”, bla,bla,bla. Durante las dos últimas legislaturas, el debate sobre las inversiones en infraestructuras en León se ha limitado -y sigue limitado- a la finalización de proyectos iniciados durante los Gobiernos del PSOE. Y lo único que están haciendo los gobiernos del PP es ir aplazando o modificando su realización. No hay nada tan ilustrativo como leer el Boletín Oficial del Estado. Después de iniciada nuestra autovía León-Valladolid y de volvernos a responder con el no-hay-dinero, la crisis y tal, se han iniciado, construido e inaugurado varias autovías en otras regiones de España. Entonces no me digan que no hay dinero, díganme que hemos dejado de ser prioridad -si alguna vez lo fuimos…- y que otros se están comiendo nuestro queso…

Igual con el AVE. Hemeroteca, por favor. La señora Ana Pastor, recién nombrada ministra de Fomento vino a León a “regañarnos”, que cómo era posible (otra vez la crisis, el no hay dinero y tal) que siguiéramos insistiendo en el proyecto de soterramiento -el de verdad, no el descafeinado- del AVE a su paso por León y San Andrés del Rabanedo. Y, unos días después, anunciaba en su Galicia natal, inversiones por casi dos mil millones de euros para nuevos tramos del AVE. Si realmente no había dinero, pareciera que lo razonable hubiera sido finalizar las obras que ya estaban en proceso antes de comprometerse con nuevas inversiones. Pero, otra vez, no era cuestión de dinero sino de prioridades. Dinero, haberlo “haylo”. Se agradecería que nuestros representantes fueran claros, transparentes, y dijeran la verdad: hay dinero, mucho dinero, pero para otros intereses, otras prioridades. Y sin caer en victimismos absurdos o demagógicos la realidad es que los intereses de León no están entre las prioridades del Gobierno de España. Y a los hechos me remito. ¿Por qué es un despilfarro o una irresponsabilidad defender un soterramiento (digno de ese nombre) del AVE a su paso por León y no lo es para el caso de Murcia? Tiempo al tiempo. Si no hay dinero, no hay dinero para nada ni para nadie… Igualdad de trato. Lo otro es cinismo, mentira, manipulación, y engaño. Y, sobre todo, una falta de respeto. A veces, se nos trata como imbéciles cuando merecemos un trato de ciudadanos. 

Insisto: León es una ciudad muy agradable para vivir. Y no sólo por su historia, por sus monumentos. León es una forma de vivir, de relacionarse, de convivir. Un estilo de vida. Lo triste es que, a medio plazo, incluso a corto, es probable que esta calidad de vida no sea sostenible porque los indicadores dicen que somos los primeros en ancianos, en bajas de larga duración, en pérdida de población o en menor crecimiento económico. Ante esta situación es inútil lamentarse. Lo que hay que hacer es actuar, democráticamente. Si León, durante las últimas décadas, ha dejado de ser lo que era -o lo que quisimos que fuera- en favor de ciudades como Burgos, Valladolid, Palencia… Pues es muy sencillo, como nuestros políticos no han hecho bien su trabajo: que pase el siguiente. Que-más-vale-malo-conocido-que-bueno-por-conocer. ¡A otro perro con ese hueso! Ese cuento ya nos lo conocemos: se llama voto del miedo y estamos sufriendo sus consecuencias. En fin, hay que buscar razones para el optimismo. Siempre suele haberlas y, en este caso, también las hay. En un Estado Social y Democrático de Derecho la indignación y/o el ajuste de cuentas entre representantes y representados se realiza a través del ejercicio del sufragio, votando. Así que pronto será cuando. Durante los próximos meses nos vamos a hartar…

Publicado en "Diario de León" el domingo 28 de enero del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/culpa-no-es-rajoy_1222209.html

Hablando sobre #OpinionesDeUnOpinante en Magazine de La 8 León.


Entrevista: del minuto 18:15 al 30.

domingo, 14 de enero de 2018

México: la alegría de vivir.

Hace unos días fui al cine a ver “Coco”, la última película de Pixar y Disney inspirada en la festividad mexicana del Día de Muertos. Me encantó. Disfruté-como-un-niño. Desde el comienzo la película me cautivó: la caracterización de los personajes, su forma de hablar que tantos recuerdos me evocó… Los paisajes, la puesta en escena, el ritmo, la luz. Tuve la suerte de vivir en México y para mi esta película ha supuesto un “remezón” emocional. Siempre me llamó la atención la alegría de vivir de los mexicanos y su amor a la familia que, finalmente, es el tema de esta película.


México es un gran país y será una potencia cuando-le-dejen-ser; sobre todo, su vecino del norte, el gran beneficiado del actual status quo. México será un referente internacional cuando se sacuda esa especie de complejo de inferioridad que le lleva, con frecuencia, a correr detrás de cada moda pasajera para que no le llamen anticuado, subdesarrollado o cualquier otra estupidez por el estilo. Cuando su economía esté, verdaderamente, al servicio de las personas y acabe con un sistema que supone una privatización fabulosa de beneficios, para unos pocos, y una escandalosa socialización de pérdidas, a cargo de la gran mayoría. México tiene futuro porque sus gentes son, mayoritariamente, felices: alegres. No encontrarás una persona feliz que no sea alegre. Y ello a pesar de las dificultades, que las sufren y mucho. Dificultades, grandes o pequeñas, que, como a todos, nos ponen a prueba muchas veces. Puede que incluso lleguen a hacernos tambalear. No obstante, si sabemos superarlas nos harán más fuertes, más capaces, más decididos. Así son los mexicanos.

En ocasiones, quien habla de la felicidad o del amor es sospechoso de ingenuidad, de aislamiento. Como que no está en contacto con la vida; como si llegase de tierras desconocidas, hablase palabras que ya la experiencia demuestra que -aquí- son palabras traidoras, derrotadas. Hace tiempo hablaba con un amigo sobre el día-a-día de la familia, sobre la diferencia entre “nadar y convivir”. Convivir es una tarea no siempre sencilla. Nadar puede ser duro, pero es un esfuerzo lineal. No sé si me explico: es un esfuerzo en el que cabe el entrenamiento más o menos de repetir las cosas. Convivir... es un asunto de gran variedad, donde hace falta una atención múltiple y un cuidado siempre nuevo. Para poder convivir largo tiempo hace falta aprender a sobrellevarse. Amar es disponerse a una tarea en la cual nos sobrellevamos los unos a los otros. El amor es una larga tarea. No sólo un inicial arrebato, ni sólo una especie de estremecedor descubrimiento parecido a un hechizo.

Sin humildad no puede sobrevivir el amor, el amor está amenazado. Cuando alguien es humilde -o lo intenta- no es que sea ciego para los defectos de los demás, es que está atento a los propios y se da cuenta de que en muchos choques y en muchos encuentros es muy difícil que un árbitro pueda decir: la razón está de esta parte, y la falta de razón, en su totalidad, está acaparada por esta otra. La humildad nos hace ver que todos tenemos defectos, todos tenemos culpas, y, frecuentemente, en toda situación de roce o de choque, las culpas están, generalmente, repartidas de una manera aproximadamente proporcional. Por eso, si soy humilde -si, al menos, lo intento-, puedo darme cuenta de que tengo defectos, y que, en mi familia, me sostienen y me ayudan. Si a mí me sostienen, si a mí me ayudan tanto, yo también puedo sostener y ayudar. Si yo tengo defectos, los demás los tienen también. Sobrellevarnos. La humildad hace que yo me deje ayudar, y que esté dispuesto a prestar ayuda; hace que yo me deje perdonar y me predispone, por tanto, a perdonar.

Pero para amar también hace falta paciencia. La paciencia, me temo, actualmente es una virtud no bien conocida. Para algunos, paciencia es sobre todo resignación. No: paciencia es alegre coraje. Paciencia es ponerse a una tarea que se sabe larga y duradera. Es necesario que la paciencia sea un alegre coraje, una determinación de perseverancia en el amar, de seguir amando por encima de los obstáculos, de las dificultades, de las desilusiones... Ayudándonos unos a otros. Cuando alguien es consciente de sus propios defectos, la tarea de convivir es mucho más una tarea de compañerismo: es familia. Y se celebra el triunfo del otro, y se sabe disculpar y disimular la derrota, porque se sabe que también para el otro llegarán tiempos de victoria. Importa vivir esta actitud, que tiene honda relación con el amor auténtico: la actitud de la humildad, que nos enseña que todos somos defectuosos y que nos necesitamos mutuamente. En fin, esto es la vida en familia: el lugar donde -siempre- somos un “yo” para alguien.

Publicado en "Diario de León" el domingo 14 de enero del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/mexico-alegria-vivir_1218437.html

lunes, 1 de enero de 2018

"Opiniones de un opinante" en Málaga.

Mi gratitud a los profesores Ruíz de Alba Robledo (University of Westminster, Reino Unido) y Trujillo Pérez (Universidad de Málaga, España) por acompañarme en la presentación de #OpinionesDeUnOpinante en #Málaga


martes, 26 de diciembre de 2017

Tiempo de Navidad.

Hay una palabra que utilizamos con frecuencia, la palabra “fracaso”, que es una expresión ambigua e imprecisa. ¿Cómo se puede saber cuándo un hombre ha fracasado, o cómo fracasan los hombres? ¿Cómo saber si hay fracasos sin remedio? ¿O cómo saber si no hay algunos fracasos que son el origen de inesperadas victorias, unas victorias sin estrenar todavía? No sabemos cómo sacar de dentro del corazón muchos obstáculos, muchos desengaños, muchas dificultades que parece que van a ahogarnos. La vida de cada uno de nosotros lleva una sobrecarga. Sobrecarga, por ejemplo, de propósitos incumplidos. Cuántas veces nuestra vida hace agua por un cargamento de propósitos que no tuvieron realización. Otras, nuestra vida hace agua porque hemos ido acumulando desengaños de los que no hemos sabido aliviarnos. Muchas veces, se convierte en una pesada carga. Cuántos nerviosismos de hijos contra padres, de padres contra hijos, de mujeres contra maridos, de maridos contra mujeres, se podrían convertir en sosiego y alegría, en calma. Necesitamos más calma para entendernos. Podemos entendernos, podemos ser amigos: podemos querernos.

Cuando se mira al hombre con mirada amistosa se ve que los hombres somos gente herida. Heridas que no se reflejan en el curriculum y, concretamente, algunas de las heridas que más duelen, las interiores. Heridas que no se ven. Heridas que no son asequibles a una mirada cualquiera, superficial. Dentro de nosotros hay una dura batalla, y el enemigo máximo, el más cruel en dañarnos, somos nosotros mismos. Una de las raíces íntimas del agobio y del estrés de los hombres es el desconocimiento de las cosas. No vemos las cosas como son. Nuestra visión de la realidad es una visión ordinariamente parcial, defectuosa. Frecuentemente el hombre vive con el sentimiento íntimo de su soledad, con el sentimiento íntimo de su radical desamparo. ¿Quién comparte de verdad nuestros fracasos? ¿Quién comparte de verdad nuestras dudas? ¿A quién sentimos verdaderamente compenetrado con nuestras perplejidades? ¿Quién nos puede decir cómo somos de verdad? ¿Quién nos puede decir lo que hay en nuestra vida de valioso o, entre las cosas que hacemos, las que tienen auténtico valor? ¿Quién nos podrá decir de verdad cuáles son, entre las cosas que estamos haciendo, las engañosas o ilusorias? Vivimos la sensación, honda íntima, de la soledad en un duro desamparo.

La mayor parte de nuestros dolores íntimos están causados por nosotros mismos, y muchas de las quejas que tenemos contra la vida, si nos examinamos con sinceridad y valentía, nos damos cuenta de que provienen de nuestro estado interior, de que edificamos la vida sobre la arena y estamos acongojándonos por cosas que en su mayor parte no tienen verdadera importancia. A nuestro alrededor hay muchos hombres que necesitan alivio, y sería importante que cada uno de nosotros viese si no se ha acostumbrado tanto a disculparse, a estar atento sólo a sus propias heridas, que tiene ya el hábito de dar un rodeo, el hábito de pasar de largo, tan endurecido, que le parece que a su alrededor no hay hombres necesitados. Cualquiera de nosotros que no encontrase en su camino hombres heridos, debería pensar si no le falta amor. Porque la vida está llena de gente desnuda, desnuda de vestido y desnuda de verdad, desnuda de compañía, desnuda de afecto; la vida está llena de gente herida; herida por desengaños, herida por la traición, herida por su propio difícil corazón.

A veces tenemos la impresión de que amar es hacer cosas grandes, caer en la cuenta de graves problemas. Esta intuición, este presentimiento, puede, algunas veces, hacernos costosa la tarea de aplicarnos a vivir el camino que nos conduciría hasta el amor y hasta la verdad. Habría que hacer enormes esfuerzos, emplearse en tareas agotadoras, porque siempre estamos pensando que lo importante es lo portentoso. La realidad del amor y la verdad están, en la práctica, relacionadas con cosas pequeñas, con cosas cotidianas, con cosas que llenan el quehacer cotidiano. Un día corriente, quizá, sólo podemos ofrecer una sonrisa auténticamente leal desde lo más hondo; o tal vez escuchar a alguien que tiene ganas de contar algo, y escucharle hasta el final; o hablar con alguien que piensa de una manera diferente a la nuestra, y tener en cuenta sus puntos de vista, quizá valiosos, con respeto.

A veces se percibe en mucha gente la impresión de que los días navideños son días de lirismo y de encanto, pero de un lirismo y encanto de poco calado, un lirismo y un encanto a los que falta la verdad que cimiente toda esa formidable poesía y todo ese encanto atrayente. Por eso creo que preparar el ambiente, aceptar el tiempo que nos invita a renacer, es estrenar ojos, estrenar oídos para acercarnos al niño que nace… Feliz Navidad.


Publicado en "Diario de León" el sábado 23 de diciembre del 2017: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/tiempo-navidad_1213788.html