@MendozayDiaz

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domingo, 28 de abril de 2013

Drogas: prevenir en vez de ocultar.

Hace unas semanas el diputado Emilio Olabarría dijo en el Congreso de los Diputados que podría dar nombres de ministros, jueces y altos cargos policiales que han consumido drogas.

Leer esta noticia me recordó que estamos ante una patología muy seria. Y que se trata de un asunto políticamente incorrecto que a veces simulamos ignorar o nos engañamos reduciéndolo a quienes viven en la marginalidad.

El noventa por ciento de las drogas que se consumen se venden bajo receta en las farmacias. 

Una de las principales enfermedades de nuestro tiempo es la depresión. Una de cada tres personas utiliza tranquilizantes que tienen efecto adictivo.

Otras drogas de consumo masivo -además del alcohol- son algunos antitusivos que contienen codeína (un derivado del opio), las anfetaminas, empleadas durante muchos años con fines de adelgazamiento, los inhalantes usados en zonas marginales y por muchos adolescentes, la marihuana y la cocaína.

Las motivaciones que suelen llevar a una persona a consumir drogas son el estrés y la competitividad. 

Una excesiva competencia genera tensión y exceso de trabajo (muchos directivos, habitualmente, tienen jornadas de doce horas…diarias). 

Quien no mantiene el equilibrio emocional, no se siente sólido y confiado en sus competencias, tiene síntomas de inseguridad, y se engaña pensando que un estímulo externo puede ayudarle a superar el momento.

El consumo de drogas invariablemente provoca cambios psíquicos, físicos y sociales. 

De una adicción ocasional se pasa a la angustia, a la ciclotimia y a las alteraciones de la conducta (mentir, ocultar y mostrarse irritable). 

Otras consecuencias son el insomnio y la pérdida de apetitos. La falta de sueño, a su vez, provoca alteraciones en el equilibrio, los reflejos y la memoria. 

Es, según todos los especialistas, un círculo vicioso del que resulta difícil salir.

Los extremos se tocan. Los trabajos degradantes, aburridos y monótonos son inductores al consumo de drogas. En el extremo opuesto, los trabajos estresantes y que requieren una alta dosis de creatividad también estimulan la dependencia.

Ocultar el problema no es la solución. 

La recomendación más seria es enfrentar la situación brindando un alto nivel de información y formación, aplicando medicina preventiva.

Afortunadamente ya hace años que en la mayoría de los países se formaron grupos de trabajo para establecer una serie de pautas para detectar, prevenir y tratar la drogadicción en las empresas.

La iniciativa se lanzó cuando se tomó conciencia que la droga era la causa principal del aumento de accidentes de trabajo, ausentismo, disminución de la producción y de la productividad.

Las personas farmacodependientes están expuestas al doble de accidentes de trabajo, incurren en un número más elevado de ausencias injustificadas, solicitan consultas médicas con una frecuencia mucho mayor por dolencias no relacionadas con el trabajo y pierden más días por enfermedad. 

Desde el punto de vista social, la víctima principal por la dependencia de las drogas es la familia, aunque el impacto de estos problemas se extiende a la sociedad en general y, como estamos comentando, muy en particular, a las empresas.

jueves, 25 de abril de 2013

Hablando se entiende la gente.

Hace tiempo que la penúltima revolución tecnológica, la de las tecnologías de la información, nos está lanzando un mensaje al que parecemos estar haciendo oídos sordos. 

La mecanización ha marcado un camino de no retorno: que las máquinas hagan de máquinas para que las personas empecemos a ejercer de personas.

Dicen algunos que internet puede acabar con las relaciones interpersonales. No sé. De momento, gracias al correo electrónico, se están volviendo a escribir cartas. 

Las cartas son mejores que el teléfono en algunos aspectos: normalmente están más y mejor pensadas, se leen cuando conviene o interesa, son más profundas, van al tema y permiten relecturas que son como conversaciones repetidas con matices diferentes al son de cada nueva revisión.

El teléfono gana en inmediatez y agilidad, goza de la frescura de la palabra hablada, de los colores de la voz y el tono. 

¿Y la imagen? También está resuelto por las mencionadas tecnologías de la información: basta con tener un ordenador con cámara y ya estás en videoconferencia con tu interlocutor, o sea, ves con quien hablas. Todo resuelto.

¿Todo? ¿Y el calor? ¿Y el ambiente, el clima laboral, los latidos del corazón, el pulso del día a día, las sonrisas necesarias, la pasión por el trabajo? 

Esa parece ser la función que el mundo moderno deja para los buenos directivos, la de hacer que las personas se conozcan, se ayuden, colaboren y trabajen en equipo. En equipos cuyos integrantes están y estarán separados por cientos de miles de kilómetros aunque puedan estar virtualmente juntos.

Con este panorama necesitamos personas dispuestas a ayudar a otras personas a llenar de contenido su trabajo, a entender la utilidad y finalidad de su labor, a colaborar con los demás y a sumar esfuerzos.

El liderazgo no se asume, se consigue. Se lo exigen al directivo sus propios colaboradores. 

Claro que, para ello, es necesario que el directivo forme parte natural del grupo humano que dirige, sea uno más... Uno más que orienta, orienta y orienta...En realidad, un directivo no debería hacer otra cosa que pasarse el día hablando con sus colaboradores. 

¿Qué la organización es muy grande? Pues tendrá que viajar mucho y beber mucha agua, porque la necesitará para seguir hablando, orientando. 

Sólo así podrá tomar el pulso al día a día del entorno que dirige y adelantarse al cambio. El futuro no está, se hace. Y lo hacemos las personas.




Aunque suene a tópico, los colaboradores son la inversión más valiosa de la organización. 

Son los únicos cuyo techo en valor añadido es, cuando menos, desconocido; claro que también son los más costosos, los más delicados y los más difíciles de rentabilizar... porque hay que hablar con ellos. 

Y algunos directivos están tan preocupados por mandar y tienen tan poca competencia que se han olvidado de hablar, de dirigir a sus colaboradores.

Las tecnologías de la información nos están abriendo de par en par el mundo de las comunicaciones, nos están llevando a situaciones técnicamente ilimitadas; pero no nos ofrecen más que el soporte. 

La comunicación en sí queda en nuestra mano. 

Y hasta que no se demuestre lo contrario, como decía la señora Eustasia ( http://mendozaydiaz.blogspot.com.es/2013/03/la-senora-eustasia.html), hablando se entiende la gente...

martes, 23 de abril de 2013

Hablar y escribir mejor.

Desde niño me gustó leer y escribir. No sé por qué…o si creo saberlo pero no lo voy a contar. 

Alguien me dijo que para aprovechar mejor la lectura había que tener siempre a la mano un buen diccionario. Y buscar y anotar las palabras, los nuevos vocablos que uno iba descubriendo… 

Era un trabajo para el que hacían falta unas dosis de paciencia que yo entonces no tenía; pero lo hacía, con ganas o sin ellas, por el afán de saber más.

Tenía diccionario pero no un buen diccionario, que es lo mismo pero no es igual…

Durante muchos años tuve el de la EGB, si no recuerdo mal uno de la editorial Vox… Cuando en la biblioteca de mi instituto tuve la oportunidad de consultar, por primera vez, un diccionario de verdad, el María Moliner, me di cuenta de la importancia de tener un buen diccionario… 

Más términos, más acepciones; otro lenguaje, otra profundidad, otros matices. 

Sin embargo eran poco manejables, libros de tapas duras y de gran tamaño. No precisamente para utilizarlos con frecuencia y en cualquier lugar.

Viviendo y trabajando en Santiago de Chile, en una de mis vueltas por España, me pude comprar los dos tomos de la Real Academia Española en formato de libro de bolsillo (con mil cien páginas cada uno, pero de bolsillo...); y me hizo mucha ilusión. El mejor de los dos mundos, un auténtico diccionario y además funcional. 

Desde entonces hasta hace poco tiempo siempre han estado cerca, a la mano, en mi mesa de trabajo. 

Y muchos días he cargado con ellos de la oficina a casa y de casa a la oficina, o en mis viajes; siempre con el afán de aprovechar mejor mis lecturas. 

Y digo hasta hace poco, no recuerdo con exactitud hasta cuándo…pero alguien tuvo la feliz idea de que la RAE tuviera en internet su diccionario (www.rae.es). Nunca llegué a imaginar que eso fuera posible algún día. 


Ahora siempre lo llevo conmigo, en mi teléfono, y me encanta utilizarlo con frecuencia. Cómodo, inmediato…

Quien no se aficiona a saber más y a intentar hablar y escribir mejor, en este tiempo y con estas facilidades, es porque no quiere. 

Como decía la señora Eustasia, más claro el agua...

domingo, 21 de abril de 2013

Empleabilidad.

Hace cincuenta años algunos gurús de moda decían que tras el mítico año 2000 la jornada laboral de la mayoría de las personas sería sólo de treinta horas semanales.

La realidad es bien diferente: mucha gente trabaja doce horas… diarias y nunca ha habido tantos desempleados como ahora.

Para garantizar la empleabilidad personal hay que identificar nuestras habilidades, considerarnos como una pequeña empresa, organizar el propio desarrollo, identificar a los clientes.

No es suficiente tener una buena formación académica complementada con cursos de postgrado. Esto ya no se discute, se exige.

El curriculum vitae es sinónimo de conocimientos y, si bien no consigue directamente el empleo, abre la puerta para una entrevista.

Pero lo que se valora no es tanto la cantidad de conocimientos adquiridos (cada vez su grado de obsolescencia es mayor) sino los criterios que se aprenden, la capacidad de razonamiento y de encontrar soluciones a los nuevos desafíos.

Demostrar habilidades que marquen la diferencia.


Algunas de las capacidades más demandadas son: trabajar en equipo, saber interpretar las tendencias del mercado y conocer las fortalezas y limitaciones personales y de nuestro equipo.

Cada uno es responsable de su propio destino.

jueves, 18 de abril de 2013

El deporte como escuela de competencias directivas.


Si digo que practicar deporte ayuda a desarrollar virtudes, no digo nada nuevo. Como diría la señora Eustasia eso, hijo, es más antiguo que el hilo negro…

El deporte no sólo es una forma de hacer ejercicio o de evitar el estrés, sino una escuela de competencias directivas. Tesón, esfuerzo, empuje y buena conducta, entre muchas otras.




Hacer deporte denota facilidad para la vida social y hábitos saludables. 

Es mejor contar con alguien que realiza actividad física porque cuida de su bienestar. Indica disciplina y lucha contra la apatía. 

No define un proceso de selección pero puede ser un factor relevante.

Que una persona haya sido un buen alumno en la universidad no implica que sea un buen profesional, aunque señala que es estudioso y responsable. 

Algo parecido sucede con el deporte: revela una faceta de la personalidad. Hay quien dice que, en la práctica de un deporte, sale “el verdadero yo”: el limpio, el agresivo, el perseverante…el tramposo.

Los directivos de hoy deben tener un espíritu más colaborativo que solitario e independiente. 

El baloncesto o el rugby, por ejemplo, son formativos porque ayudan a desarrollar la cooperación, la competitividad y a tolerar las diferencias. 

Facilitan aprender a moverse con otros. El rugby, además, tiene una particularidad: si bien es más sufrido que el fútbol, cuenta con el llamado “tercer tiempo”, donde los contrincantes, que en la cancha se comportan como rivales, se reúnen como amigos.

Las prácticas individuales también tienen su interés, a pesar de no desarrollar tanto el trabajo en equipo. El golf, por ejemplo, es estrategia. 

El deporte es un indicio más de talento directivo pero, afortunadamente, no es el único… Si fuera así, las empresas estarían llenas sólo de figuras atléticas y sería el fin de quienes tenemos sobrepeso….. La realidad muestra que, aunque se tiende a valorar a los directivos que hacen deporte, más de un campeón de la vida sedentaria dirige con éxito importantes empresas.

Como decía la señora Eustasia, quien no se consuela es porque no quiere…

lunes, 15 de abril de 2013

Sensato.


El Profesor Leopoldo Abadía habla claro y de forma sencilla, comprensible. 

Ésa creo que es la clave de su éxito. 

Frecuentemente lo veo en programas de televisión, lo escucho en la radio y lo leo en muchos sitios. 

La gente le escucha. 

Su lenguaje coloquial y llano es atractivo en un tiempo donde se engaña, en demasiadas ocasiones, retorciendo palabras.

La crisis económica ha despertado en muchas personas la necesidad de saber qué está sucediendo, de recibir una explicación en un lenguaje comprensible. 

Don Leopoldo lo hace en su libro “La hora de los sensatos” y, además, propone soluciones optimistas, positivas…sensatas.


Como siempre, a través de un lenguaje fácil, ameno y cargado de situaciones de la vida cotidiana con las que muchos nos identificamos con facilidad. 

No hay que ser un gurú de la economía para entender que el sentido común es clave para salir adelante.

domingo, 14 de abril de 2013

La ética no se proclama, se practica.

Los dirigentes deben dar el ejemplo, un buen ejemplo.

La ética no se enseña pero sí hay guías de comportamiento y actitudes que parten del ejemplo de quienes tienen la responsabilidad de dirigir. 


Si los modelos son malos, cada uno hará de su capa un sayo como decía la señora Eustasia.

La ética no se proclama, se practica.

Muchas empresas no tienen reglas escritas. La ética se transmite con buenos ejemplos y buenas prácticas.

Colaboradores compensados con justicia. Políticas que faciliten su desarrollo. Buena comunicación: institucionalizar momentos para que tu gente pueda decir (sin miedo a represalias) lo que piensa, se sienta escuchada.

Garantizar a nuestros clientes que los productos y servicios no atentan contra su salud y seguridad. Cuidar la calidad. Cobrar precios justos.

Evitar el abuso de poder al tratar con empresas proveedoras con menor capacidad de negociación.

No aceptar regalos de clientes y proveedores ("la regla de los cien euros").

No recurrir a la compra de voluntades de las autoridades a través de pagos, comisiones o regalos.

Cuidar el impacto ecológico de la actividad de la empresa.

Etc, etc y etc.

La ética no sólo afecta a lo económico. Sería un reduccionismo. La ética exige reconocer los derechos que todas las personas tenemos por el hecho de ser personas. Son los derechos humanos.

Una práctica tan poco común como valorada por quienes conocen los beneficios de una relación sincera, leal y constructiva, es decir a las personas con quienes nos relacionamos (colaboradores, clientes y proveedores), lo que uno piensa, y no lo que ellos quieren escuchar.

La ética como una ventaja competitiva a considerar.