@MendozayDiaz

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jueves, 22 de noviembre de 2012

Hechos no palabras.

"Las palabras convencen, el ejemplo arrastra", "se puede engañar a una persona muchas veces, engañar a muchas personas algunas veces, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo". Estos dos refranes sintetizan el valor, la consecuencia y la falta de coherencia de nuestro actuar. Las palabras pueden ser bonitas pero si no se respaldan con hechos, de nada sirven.

Esta verdad la podemos y debemos aplicar en nuestra vida. En la convivencia con nuestros hijos es quizá donde nuestra falta de coherencia se manifiesta de manera más viva; a veces nuestros hijos pequeños ponen en evidencia nuestras flaquezas con alguna pregunta inocente... En nuestra relación de pareja, la manera más clara de ver nuestra falta de coherencia es preguntarnos ante cada circunstancia: "¿me gustaría que esto me lo hicieran o dijeran a mí?".

En lo profesional esta realidad se empieza a expandir en la medida que uno vaya asumiendo mayores responsabilidades: lo que hacemos o dejamos de hacer es visto por más personas y afecta a más personas. Ya no estamos expuestos a la "pregunta inocente" de un hijo, pero no por ello nuestras faltas de coherencia se notan menos. Una empresa es una cadena donde tanto los buenos como los malos ejemplos tienen por lo general un efecto en cascada. 

Cada vez que el ámbito de influencia se amplía, la falta de coherencia se hace más evidente. Quizá donde esto se nota más es en el ámbito político donde se ofrece y promete con demasiada ligereza. Ya hace tiempo que la mayoría de las encuestas revelan la mala consideración social que, en general, tienen los políticos. Claramente la percepción de la mayoría de los ciudadanos es que las promesas no van acompañadas de hechos.

Nuestra falta de coherencia, en el fondo, no es sino una forma de engaño, la cual podrá ser intencionada o inconsciente pero no por ello deja de ser un engaño...Una parte de la solución a este problema está en esforzarnos por actuar de forma coherente. Pero también, como afectados por las incoherencias de otros, nos corresponde corregirles para darles la oportunidad de enmendarse.




miércoles, 14 de noviembre de 2012

Libres.

El descubrimiento del genoma supuso una nueva etapa en la historia de la ciencia y de la medicina, en el sentido que permitió conocer la información albergada dentro de cada una de las células del ser humano, de la cual se derivan la estructura y funcionalidad de las distintas proteínas. Estas proteínas confieren no solamente la expresión externa del individuo, lo que se denomina fenotipo, sino también la funcionalidad de los distintos órganos y sistemas de las persona.

Desde el punto de vista médico, el conocimiento de los genes y su interrelación con la presencia de determinadas enfermedades ayuda a identificar alteraciones genéticas que predisponen al desarrollo de las mismas. En la misma línea, el conocimiento de estos genes alterados ha permitido la identificación de nuevas estrategias terapéuticas.

Uno de los aspectos del "libro de la vida" que más me ha llamado la atención es el dato de que los hombres somos muy similares unos a otros, con un nivel de homología del 99'99%, y donde las diferencias a nivel de mínimos cambios constituyen únicamente el 0'01%. En este sentido, está claro que, con una carga genética muy similar, son las condiciones personales de cada individuo y la forma en que ejerce su libertad como persona el camino que conduce a las distintas formas de orientar la libertad y el compromiso personal.

Dicho de otro modo: la bondad y la maldad no están incoadas en los genes. Las virtudes humanas no vienen predefinidas a nivel de las unidades que componen el genoma humano, los genes, sino que a partir de contenidos muy similares de genes, es la libertad personal y la integración del individuo en su entorno lo que permite desarrollar las distintas cualidades personales. 

Igualmente el conocimiento del genoma humano y el comprobar que las diferencias entre los distintos individuos no llegan al 0'01%, representan un sólido argumento que echa por tierra las tesis racistas al comprobar que el determinismo biológico no tiene razón de ser ni base científica en la diferenciación étnica. Las distintas personas e individuos que poblamos el planeta, más allá de nuestros rasgos diferenciadores, formamos una gran masa unida por una información genética que compartimos con una similitud prácticamente absoluta.

Sin embargo, no todos los individuos somos iguales, porque, de alguna forma ese 0'01% de diferencia en la secuencia permite la riqueza de expresión fenotípica con la que contamos en el planeta. Asimismo, la información albergada en el genoma queda completamente tamizada con el compromiso personal y la forma de enfrentarse a los desafíos de la vida. En esta línea, el barniz que aporta la cultura y la educación de la persona, como también su adquisición de una escala de valores, enriquece notablemente el contenido estricto de la información contenida en nuestro genoma.

En definitiva, lo que nos clarifica el genoma humano es que las características éticas, las virtudes humanas y la libertad del individuo no vienen regidas por informaciones contenidas a nivel de genoma. A partir de unos datos brutos que pueden constituir el conjunto del genoma, estas cualidades y características personales surgen de la forma en que la cultura, la educación y la integración con el ambiente moldean los aspectos básicos que componen la personalidad humana. No existe un "determinismo genómico" en el concepto global de persona. El compromiso que adquiere el individuo frente a su libertad y la manera de enfrentarse al mundo, es modulado en parámetros que no son biológicos. Afortunadamente.

viernes, 9 de noviembre de 2012

"...que el hacer las cosas bien, importa más que el hacerlas".

En estos tiempos tan acelerados, la velocidad ha pasado a ser un principio de la gestión (de la vida).

Todo debe ser rápido. Hay que pensar rápido, evaluar rápido, proponer rápido, decidir rápido y actuar rápido. A veces, ni siquiera queda tiempo para controlar...rápido.

Con esta cultura de la velocidad en muchas situaciones a lo único a lo que realmente podemos imprimir aceleración es a nuestras acciones, normalmente precedidas de un débil proceso de decisión. Así sacrificamos el cumplimiento cabal de un objetivo bien perfilado por tan sólo aproximarnos a él con rapidez.

Es mejor tratar de ser primero efectivos para después serlo con rapidez, sin renunciar al sereno análisis.

"Despacito y buena letra
que el hacer las cosas bien,
importa más que el hacerlas"

(Antonio Machado).



miércoles, 7 de noviembre de 2012

Importancia de la confianza, también en la empresa.

La confianza es uno de los valores más importantes para el buen funcionamiento de cualquier sociedad. 

Su vigencia y pleno respeto en el actuar de cada uno, va desde las relaciones familiares hasta las relaciones políticas y económicas. 

En el ámbito de una empresa, la confianza radica en sus directivos y en sus propietarios. Lo que se cuida, en general, es mejorar la opinión que tengan clientes, proveedores y autoridades. Sin embargo, es menos habitual la preocupación por lo que ocurre al respecto al interior de la propia empresa.

Una empresa cuyo quehacer esté fundamentado en la confianza, deberá motivar y preparar a quienes tengan responsabilidades de dirección para que hagan propia esa virtud y la difundan entre sus colaboradores por medio de sus actuaciones.

Lograr un clima de confianza es un cambio cultural y, por tanto, puede tomar años. Por eso requiere del compromiso de los líderes, tanto en la determinación de las reglas del juego como -y sobre todo- con su respeto a ellas.

Precisa también del respeto a las personas, a su identidad, a su desempeño, a sus propios valores e intereses. 

Además, hay ciertos estilos de dirección que permiten protegerla y desarrollarla: transparencia en la información y credibilidad por la consistencia entre la versión oficial y las comunicaciones informales; la práctica de la crítica directa (siempre en privado), constructiva y jamás descalificatoria; admisión del error como oportunidad de aprendizaje y estímulo para atreverse, sin que la equivocación sea amenaza de estabilidad laboral; responsabilidad en el cumplimiento de compromisos, tanto del que asume el encargo como del que espera su resultado; actitud y medios para que todos sean escuchados en sus inquietudes y puedan evaluar periódicamente la evolución de los asuntos que les afectan.

El mundo empresarial y de los negocios, especialmente en una economía globalizada, depende -y mucho- de la existencia de relaciones de confianza entre los actores. 

Esto es lo que realmente vale, más allá de todas las protecciones legales y contractuales que se adopten en cada oportunidad.

martes, 6 de noviembre de 2012

Esta crisis no es económica sino política.

Me encuentro entre quienes opinan que esta crisis no es económica sino política. 

Nuestro sistema político no ha sido todavía capaz de crear y administrar normas adecuadas que armonicen el razonable afán de lucro con las necesidades de la gente; ni de generar una mayor equidad en el desarrollo humano; ni ha hecho realidad una administración de justicia que oportunamente (sin dilaciones innecesarias) resuelva los conflictos de una sociedad compleja como la nuestra. Nuestro sistema político tampoco ha sido capaz de equilibrar el desarrollo de los negocios con la protección del medio ambiente.

Quizá la asignatura pendiente más importante es lograr una buena educación para la mayoría de los ciudadanos. La virtud y la ética no son habitualmente valoradas; al contrario, frecuentemente se ha tolerado la frescura, la obtención del dinero fácil y el uso y abuso de privilegios.

En general, no se aprecia un predominio de la ética, ni una preocupación por el bienestar social que ponga a las personas como prioridad o, al menos, al mismo nivel que la aspiración de obtener beneficios.

La buena educación ciudadana no se desarrolla naturalmente, hay que fomentarla. Una forma de hacerlo es argumentando públicamente la importancia de que las personas sean el centro de la actividad económica. 

Está de moda descalificar la actividad política. Debemos valorarla y colaborar, en la medida de nuestras posibilidades, para que ésta mejore. Por ejemplo, ejerciendo con una mayor responsabilidad nuestro derecho al voto. 




viernes, 2 de noviembre de 2012

Demagogias.

Dice la segunda acepción de la palabra demagogia (www.rae.es/demagogia) que se trata de una  "degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder". 

Definición de autoridad sobre lo sucedido en Argentina con la aprobación de la norma que rebaja la edad para votar a los dieciséis años. Dicen los que saben de esto que los partidarios de la Presidenta han aprobado esta medida para garantizar su éxito electoral en los comicios del próximo año donde casi un millón y medio de estos jovencitos podrán estrenar su derecho al voto. 

A mi me aburre pensar en la cantidad de charlatanes que vamos a tener que soportar durante los próximos días (algunos ni el puente han perdonado) en defensa y promoción de esta nueva "conquista social". 

No estoy de acuerdo. No creo que una democracia sea mejor democracia otorgando el derecho a voto a los dieciséis años. Es cierto que ya no son niños pero también lo es que no son jóvenes, son adolescentes con todas las turbulencias de esa edad. Y, por tanto, más fácilmente influenciables y, en su caso, manipulables. Están en proceso de maduración y, como decía la tía Aurora, no por mucho madrugar amanece más temprano. 

Soy consciente que defender esta posición es políticamente incorrecta. Quizá antes, en ocasiones, callaba porque no es agradable que te traten de inmovilista, retrógrado y otras lindezas al uso. Ahora no me importa, con los años creo haber adquirido -como dicen mis amigos mexicanos- "tantita" (un mínimo de) fortaleza para defender mis opiniones aunque tenga que sufrir las consecuencias de quien va contracorriente. Los años desinhiben...

En 1995 (¡hemerotecas, por favor!) quienes se opusieron a que el Código Penal rebajara la llamada "mayoría de edad sexual" a los trece años fueron acusados de reprimidos, integristas, puritanos y, por supuesto, de fascistas... Ni los gobiernos de Don José María Aznar ni los de Don José Luís Rodriguez Zapatero atendieron las recomendaciones del Consejo de Europa y de Naciones Unidas de elevar la edad para el consentimiento sexual de los menores.

Numerosos casos de abusos de menores y quizá el más reciente de esa chiquilla, seducida y asesinada por un hombre que le triplicaba la edad, han producido la alarma social que hace pensar a tanta gente y reaccionar a los políticos. 

Afortunadamente hoy, unos y otros, parecen estar acuerdo en que lo razonable es elevar la edad legal de las relaciones sexuales consentidas. Mejor así.